AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Remember me for centuries [Léa Kerino]
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Remember me for centuries [Léa Kerino]
We used to play pretend
Give each other different names.
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Estoy justo detrás de uno de mis más grandes rivales. El reto inició hace más de tres años y sigo tras su pista, sintiendo que se me escapa por momentos y por otros instantes, que estoy tan cerca, que puedo oler su aroma y sentir la frialdad de su piel. Sé que dará una gran fiesta en su mansión en París, si bien no estoy invitado, tengo que estar ahí. Si es como la última que tuviera en Roma, habrá muerte y sangre por doquier. No se le caracteriza por su beatitud hacia los humanos. Todos aquéllos que asistan pueden estar en su lista de desechables y ser carnada para todos aquéllos vampiros que le acompañen en esta dichosa reunión.
Prepararme para ello, es fácil. Algo de vitae, unas cuantas herramientas que busco guardar en el interior de los ropajes y al verme en el espejo sé que no será tarea fácil. Si fuera mujer, podría hacerlo bajo las largas faldas. Eso me da una idea, una atroz y muy pésima idea. Arriesgar a un inocente en ésto, no es algo que debiera. Además de que no puedo garantizar su seguridad una vez que ponga un pie en el interior del sitio. Justo cuando más estoy ansioso, se me ocurre algo. Si mandara un obsequio al anfitrión, seguro que no lo revisarán. Un caballo de Troya sirve para cualquier eventualidad. Chasqueo los dedos empezando a hacer los arreglos para ello.
La noche anterior, tengo todo listo. Mando de inmediato a uno de mis sirvientes con Wanda para que me haga favor de enviarme alguna poción para cambiar mis rasgos. Así, nadie sospechará de mi presencia. Me alisto para asistir a la reunión, entro sin problemas, mirando cómo el obsequio que preparara para el vampiro, está justo donde le quería ver: en el centro de la habitación luce una réplica exacta de la Venus de Milo. Espero que la Diosa Afrodita no se enfade conmigo por utilizar su efigie para mis propósitos. Y si llegara a hacerlo, estaría frito. ¿Cómo podría mantenerme tranquilo sin la presencia de cualquier otra mujer que pudiera darme el sostén que necesito? Le ofreceré disculpas cuando sea prudente.
Justo cuando estoy relacionándome con las demás personas, intentando pasar desapercibido, capto un aroma que me estremece de pies a cabeza. ¡No! ¡No tú! Y cuando volteo, la sangre se me congela al ver tu rostro. - ¿Qué haces aquí? - de todos los inocentes que no quería embarrar en esta osadía, tenías que ser tú la que se presentara en medio de todo. ¿Puede Afrodita castigarme de peor manera?
Adonis Krischann Megalos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/09/2018
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Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
Enfundada en un vaporoso vestido de un claro celeste, de larga falda y escote de barco, dejando a la vista sus hombros y clavículas, pero cerrándose decorosamente en su pecho para ocultar incluso el nacimiento de sus senos, de largas y ajustadas mangas que cubrían hasta sus muñecas, llegó al salón de aquella enorme y lujosa mansión victoriana, en compañía como siempre de su solterona tía. La mujer mayor era un poco regordeta y, aunque cuidaba su apariencia, no era precisamente atractiva. Nunca lo había sido, según los rumores que había escuchado, pero, por la influencia y poder de los Kerino en París, era siempre una de las invitadas predilectas. Aun incluso cuando su carácter regio y severo espantaba a más de uno.
En su compañía, Léa era tratada como una princesa y, por su dulzura, excelentes modales y buena disposición a la conversión de cualquiera que se le acercase, había ganado para su tía una mejor relación con los ricos y pudientes de la ciudad. A sus 23 años de edad, había rechazado a tantos hombres solteros y atractivos de la clase alta francesa que habían intentado cortejarla, que había ganado el odio de las demás jovencitas e incrementar su popularidad entre los jóvenes casaderos, quienes consideraban actualmente todo un reto el ganarse el afecto de la austríaca. Cosa que quedó demostrada tan pronto entró al salón, siendo apartada rápidamente de la compañía de su tía por un par de jóvenes apenas mayores que ella, quienes la hacían reír educadamente con sus comentarios y ella los devolvía con una facilidad pasmosa, dirigiendo hacia ella mucha atención gracias a las risas estruendosas que provocaba en sus compañeros de conversación.
Aprovechó la compañía y la situación para permitirse observar en detalle, aunque disimuladamente, todo lo que le rodeaba. Conocía la distribución de todas y cada una de las habitaciones de la estructura arquitectónica de la mansión victoriana de su anfitrión. Apenas recibiese la invitación, se había encargado de investigar al hombre promotor de tan fastuosa celebración y, al relacionarlo con un conocido vampiro, con fama entre los cazadores, no se detuvo solo con eso. Consiguió los planos originales de la mansión e incluso pagó una pequeña fortuna a una de las empleadas para que le contase sobre los horarios de los guardias, quienes, ahora sabía, también eran vampiros.
Queriendo recorrer todo el salón principal, se movía lentamente, caminando con el par de jóvenes que flanqueaban su pequeña y delicada figura sin detener la charla, cuando, de pronto, su atención fue ganada por un tercero. La pregunta vino de su derecha. Al principio se alarmó ligeramente pues no reconocía la apariencia del joven y atractivo hombre que le hablaba, provocando que se pusiera ligeramente a la defensiva y lista para atacar con la hoja de navaja sin mango que solía llevar bajo las largas y ajustadas mangas de su vestido, si eso fuese necesario. Solo fueron necesarios unos segundos para darse cuenta que era él. Disfrazó con desdén el escaneo que le hizo a su cuerpo. Grande, grueso, duro y caliente. Así era todo él, incluso… Sí, eso también.
La hechicera que le hubiese proveído de la poción había hecho un buen trabajo para esconder sus facciones, suavizando algunas y endureciendo otras, pero su contextura y estatura se mantenían, dejando que el traje que llevaba se marcara de una manera conocida bajo aquel traje. A pesar que no lo había visto muchas veces vestido formalmente, conocía su anatomía de memoria, la había recorrido con sus manos, con sus labios y su lengua, con los ojos cerrados o abiertos, podía recordar el lugar exacto de cada lunar y la textura rugosa de la cicatriz en su pecho.
Apoyó todo su peso en la pierna izquierda y su antebrazo sobre las costillas, sirviendo su mano como apoyo para el codo derecho. En la mano derecha mecía lenta y rítmicamente un abanico que combinaba a la perfección con el color de su vestido y, antes de responder, lo usó para cubrir parcialmente su rostro, dejando a la vista únicamente sus grandes y azules ojos, y así ocultar de él, y de todos los que pudiesen estar observando, la sonrisa cínica que se dibujó en sus labios. – Podría preguntarte lo mismo, querido. Es una sorpresa encontrarte aquí. – Su voz sonó calma y baja, irónica, modulando cada palabra que había tenido que escoger cuidadosamente para mantener la compostura y su máscara de perfección frente a una sociedad elitista a la que le encantaba juzgar a todos sus miembros, especialmente a las mujeres. Asegurándose no solo de que sus palabras fueran adecuadas para el entorno que los rodeaba, sino también de no pronunciar el nombre del vampiro, dado el caso que el anfitrión lo conociese para no alertarlo. Sí, quería arruinarle la cacería, pero no poner su no-vida en peligro.
Léa sabía que él vendría a esta fiesta en particular, sabía que iba tras un objetivo y planeaba, como tantas otras veces, arruinarle la cacería. Sin embargo, en esta ocasión, ella venía preparada para ser quien se deshiciese del vampiro. Si bien la falda del vestido no era tan amplia como las del resto de asistentes, hecho de esa manera porque necesitaba tener, aunque fuese un poco, libertad de movimiento, le servía para ocultar unas cuantas dagas con hoja de plata e incluso un par de estacas de madera. Para su desgracia no podía llevar su arco o flechas, con las que era muy diestra, pero estaba segura que las dagas serían más que suficientes. – ¿Lo conoces? – preguntó uno de sus acompañantes de pronto, no queriendo verse desprovisto de la compañía de la fémina. – Sólo un poco. – Respondió ella, sin apartar sus ojos de los de Adonis.
Como cada vez que lo veía, su cuerpo se encendió automáticamente, palpitando desde su centro, deseoso por tenerlo dentro una vez más. Costaba creer que ya habían transcurrido más de dos años desde la última vez que compartiesen la preciosa intimidad. Estar en sus brazos era tocar el cielo con las manos, ser besada por su boca era derretirse irremediablemente solo para convertirse en gelatina entre sus dedos. Pero amarlo… Amarlo había sido su peor error. Él había tomado su corazón en un puño y lo había hecho trizas, destruyendo su capacidad para confiar, para querer a alguien más que a él, aunque conociese su historial. Él nunca cambiaría, no dejaría a todas sus mujeres por nadie, no por ella. Ese conocimiento hundía aún más el puñal en su pecho, a pesar de que lo sabía hace ya tanto tiempo, no dolía menos ahora. Aunque claro, ella nunca admitiría que, detrás de toda su actitud enojada y su afán por disgustarlo, todo lo que quería era su atención. Si él no podía amarla, al menos que la odiara.
Iba a añadir algo más, cuando uno de los sirvientes del anfitrión invitó a todos a pasar al comedor, siendo así apartada del vampiro por los dos jóvenes, quienes la agarraron uno por cada brazo, guiándola caballerosamente hacia el asiento que le había sido asignado entre su tía y la esposa de un Barón. Hasta el momento, el vampiro anfitrión no había aparecido, daba un excelente servicio a sus invitados, pero él no hacía acto de presencia, cosa que comenzaba a ponerla un poco nerviosa, preguntándose con certeza cuál sería el plan del sujeto. Fue cuando iba a dar un primer bocado a su comida cuando lo comprendió. Iba a drogarlos a todos. Devolvió el cubierto al plato, sin probar el cordero estofado que olía realmente delicioso, y buscó ansiosamente con la mirada a Adonis. El vampiro había sido sentado en otra mesa, pero, para su suerte, estaba lo bastante cerca y mirando en su dirección, como para que notara en su expresión lo que sospechaba. Necesitaba su confirmación pues, si bien sus instintos tendían a ser infalibles, no poseía los sentidos de él para estar segura en este caso.
En su compañía, Léa era tratada como una princesa y, por su dulzura, excelentes modales y buena disposición a la conversión de cualquiera que se le acercase, había ganado para su tía una mejor relación con los ricos y pudientes de la ciudad. A sus 23 años de edad, había rechazado a tantos hombres solteros y atractivos de la clase alta francesa que habían intentado cortejarla, que había ganado el odio de las demás jovencitas e incrementar su popularidad entre los jóvenes casaderos, quienes consideraban actualmente todo un reto el ganarse el afecto de la austríaca. Cosa que quedó demostrada tan pronto entró al salón, siendo apartada rápidamente de la compañía de su tía por un par de jóvenes apenas mayores que ella, quienes la hacían reír educadamente con sus comentarios y ella los devolvía con una facilidad pasmosa, dirigiendo hacia ella mucha atención gracias a las risas estruendosas que provocaba en sus compañeros de conversación.
Aprovechó la compañía y la situación para permitirse observar en detalle, aunque disimuladamente, todo lo que le rodeaba. Conocía la distribución de todas y cada una de las habitaciones de la estructura arquitectónica de la mansión victoriana de su anfitrión. Apenas recibiese la invitación, se había encargado de investigar al hombre promotor de tan fastuosa celebración y, al relacionarlo con un conocido vampiro, con fama entre los cazadores, no se detuvo solo con eso. Consiguió los planos originales de la mansión e incluso pagó una pequeña fortuna a una de las empleadas para que le contase sobre los horarios de los guardias, quienes, ahora sabía, también eran vampiros.
Queriendo recorrer todo el salón principal, se movía lentamente, caminando con el par de jóvenes que flanqueaban su pequeña y delicada figura sin detener la charla, cuando, de pronto, su atención fue ganada por un tercero. La pregunta vino de su derecha. Al principio se alarmó ligeramente pues no reconocía la apariencia del joven y atractivo hombre que le hablaba, provocando que se pusiera ligeramente a la defensiva y lista para atacar con la hoja de navaja sin mango que solía llevar bajo las largas y ajustadas mangas de su vestido, si eso fuese necesario. Solo fueron necesarios unos segundos para darse cuenta que era él. Disfrazó con desdén el escaneo que le hizo a su cuerpo. Grande, grueso, duro y caliente. Así era todo él, incluso… Sí, eso también.
La hechicera que le hubiese proveído de la poción había hecho un buen trabajo para esconder sus facciones, suavizando algunas y endureciendo otras, pero su contextura y estatura se mantenían, dejando que el traje que llevaba se marcara de una manera conocida bajo aquel traje. A pesar que no lo había visto muchas veces vestido formalmente, conocía su anatomía de memoria, la había recorrido con sus manos, con sus labios y su lengua, con los ojos cerrados o abiertos, podía recordar el lugar exacto de cada lunar y la textura rugosa de la cicatriz en su pecho.
Apoyó todo su peso en la pierna izquierda y su antebrazo sobre las costillas, sirviendo su mano como apoyo para el codo derecho. En la mano derecha mecía lenta y rítmicamente un abanico que combinaba a la perfección con el color de su vestido y, antes de responder, lo usó para cubrir parcialmente su rostro, dejando a la vista únicamente sus grandes y azules ojos, y así ocultar de él, y de todos los que pudiesen estar observando, la sonrisa cínica que se dibujó en sus labios. – Podría preguntarte lo mismo, querido. Es una sorpresa encontrarte aquí. – Su voz sonó calma y baja, irónica, modulando cada palabra que había tenido que escoger cuidadosamente para mantener la compostura y su máscara de perfección frente a una sociedad elitista a la que le encantaba juzgar a todos sus miembros, especialmente a las mujeres. Asegurándose no solo de que sus palabras fueran adecuadas para el entorno que los rodeaba, sino también de no pronunciar el nombre del vampiro, dado el caso que el anfitrión lo conociese para no alertarlo. Sí, quería arruinarle la cacería, pero no poner su no-vida en peligro.
Léa sabía que él vendría a esta fiesta en particular, sabía que iba tras un objetivo y planeaba, como tantas otras veces, arruinarle la cacería. Sin embargo, en esta ocasión, ella venía preparada para ser quien se deshiciese del vampiro. Si bien la falda del vestido no era tan amplia como las del resto de asistentes, hecho de esa manera porque necesitaba tener, aunque fuese un poco, libertad de movimiento, le servía para ocultar unas cuantas dagas con hoja de plata e incluso un par de estacas de madera. Para su desgracia no podía llevar su arco o flechas, con las que era muy diestra, pero estaba segura que las dagas serían más que suficientes. – ¿Lo conoces? – preguntó uno de sus acompañantes de pronto, no queriendo verse desprovisto de la compañía de la fémina. – Sólo un poco. – Respondió ella, sin apartar sus ojos de los de Adonis.
Como cada vez que lo veía, su cuerpo se encendió automáticamente, palpitando desde su centro, deseoso por tenerlo dentro una vez más. Costaba creer que ya habían transcurrido más de dos años desde la última vez que compartiesen la preciosa intimidad. Estar en sus brazos era tocar el cielo con las manos, ser besada por su boca era derretirse irremediablemente solo para convertirse en gelatina entre sus dedos. Pero amarlo… Amarlo había sido su peor error. Él había tomado su corazón en un puño y lo había hecho trizas, destruyendo su capacidad para confiar, para querer a alguien más que a él, aunque conociese su historial. Él nunca cambiaría, no dejaría a todas sus mujeres por nadie, no por ella. Ese conocimiento hundía aún más el puñal en su pecho, a pesar de que lo sabía hace ya tanto tiempo, no dolía menos ahora. Aunque claro, ella nunca admitiría que, detrás de toda su actitud enojada y su afán por disgustarlo, todo lo que quería era su atención. Si él no podía amarla, al menos que la odiara.
Iba a añadir algo más, cuando uno de los sirvientes del anfitrión invitó a todos a pasar al comedor, siendo así apartada del vampiro por los dos jóvenes, quienes la agarraron uno por cada brazo, guiándola caballerosamente hacia el asiento que le había sido asignado entre su tía y la esposa de un Barón. Hasta el momento, el vampiro anfitrión no había aparecido, daba un excelente servicio a sus invitados, pero él no hacía acto de presencia, cosa que comenzaba a ponerla un poco nerviosa, preguntándose con certeza cuál sería el plan del sujeto. Fue cuando iba a dar un primer bocado a su comida cuando lo comprendió. Iba a drogarlos a todos. Devolvió el cubierto al plato, sin probar el cordero estofado que olía realmente delicioso, y buscó ansiosamente con la mirada a Adonis. El vampiro había sido sentado en otra mesa, pero, para su suerte, estaba lo bastante cerca y mirando en su dirección, como para que notara en su expresión lo que sospechaba. Necesitaba su confirmación pues, si bien sus instintos tendían a ser infalibles, no poseía los sentidos de él para estar segura en este caso.
Léa Kerino
Rhiannon Mahon- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 26/09/2018
Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
I told ya, I was trouble.
You know that I'm no good.
You know that I'm no good.
Después de planear durante mucho tiempo los pasos que debería seguir para hacer de ésta una misión sin sorpresas, segura y efectiva, tienes que aparecer para poner todo de cabeza. ¿Sabes que en ocasiones eres más un dolor de cabeza que una ayuda? ¿Por qué no entiendes que si bien estoy casado y tengo conquistas, eres tú en quien confiaba para esta clase de asuntos donde mi vida, ¡Mi vida! es lo que estaba en peligro? Hay noches en que pienso que eres más inmadura de lo que siquiera pude imaginar. Envuelta en un hermoso vestido, espero que bajo tantas enaguas tengas las armas listas porque ésto se va a poner muy mal. Ni siquiera tu tono exacerbado y provocativo, con el abanico ocultando tu rostro, es capaz de que ignore el brillo divertido de tus orbes. Un conocido estremecimiento se establece en la boca del que fuera mi estómago y ahora sólo es cenizas. Es tu arrogancia la que me provoca cerrar las manos en puños controlando mi temperamento.
Eso es lo que tienes, Léa, una facilidad de exacerbar mi mal genio cual Vesubio hasta que disfrutas haciendo que estalle con violencia inusitada. Intento controlar mi carácter, contigo es totalmente imposible. La ironía de tus palabras es palpable como si la pudiera sentir en la yema de los dedos - señorita, le ruego por favor que se mantenga en una zona segura cuando salga de su hogar - más no puedo decir sin que alguien me escuche y sospeche que pienso atacar. ¿Es una locura que esté solo? Es posible, más así me desempeño mejor. Confiar en alguien es para mí, igual a dejar que me atraviesen con una estaca el corazón. No, jamás lo permitiré. He vivido malas experiencias, no recuerdo todas, pero me han dicho que fui traicionado de la manera más vil y por ello, me arrebataron la vida y con ella, la de mi madre y mi hijo.
Las dos torres humanas que te cuidan, están en tensión porque aprecian que, a pesar de mi actual apariencia, respondes bien a mi presencia. Es tu mirada la que te traiciona, Léa. Para mí, que te conozco desde hace tanto tiempo, puedo leer tus orbes como si fueran un libro abierto. Y seguro que ellos están disgustados porque te arrebato de sus galanteos. A la distancia, uno de los sirvientes invita a pasar a la mesa, intentaría ponerte sobre aviso, más tus guardianes te conducen con premura, sin que les falte la típica mirada de desprecio y desdén hacia mi persona intentando indicar "ella es mía". Si supieran la verdad, no estarían tan apegados a ti. O quizá sí, por tu fortuna. Antes de que pienses mal, te diré que eres muy bella, más si un hombre se jacta de serlo, no tendrá a ninguna mujer que haya sido mancillada. Y sé que me propasé contigo, ¿Por qué tengo conciencia en lugar de ignorar todo lo que siento?
Nos movemos al comedor, está de más que tendré que fingir comer y beber escondiendo todo con rapidez para que nadie pueda apreciar mi condición y sospeche de mi presencia como vampiro porque esos deben ser conocidos. Un extraño causaría interés. El anfitrión no hacía gala de su presencia, ¿Qué estaba pasando? ¿Qué espera? Y como si la respuesta me cayera frente a mí, depositan un plato en el que puedo oler un combinado de hierbas muy fino y casi imperceptible al olfato común. Opio. Doy el primer bocado sabiendo que no necesito alimentar mi cuerpo, sólo es para comprobar mis sospechas. Mis ojos se elevan buscando los tuyos fijándolos con rapidez. Desearía tener el don de la telepatía, más mi maldición me obliga a carecer de éste. Mi cabeza se mueve de izquierda a derecha aún paladeando la sustancia. Sí, opio combinado con otras drogas para que el efecto no sea tan fuerte y sí dé como resultado un estado mental que permita a los vampiros alimentarse sin que las presas huyan despavoridas.
Recargo mi espalda contra el asiento, mirando a mi diestra, mi mano forma unos símbolos que sabes de memoria. Si bien no puedo decirte las cosas al oído, antes era tal nuestra comunión en estas misiones, que podíamos leer el lenguaje de manos que inventamos en su momento para ocasiones de este calibre. "Opio y un fuerte afrodisíaco. No lo comas" ruego porque me hagas caso esta vez. De lo contrario, estaré cuidando tus espaldas en tanto estoy en plena batalla y eso me frustra. Compruebo que te niegas a comer, lo cual me relaja. En cambio, yo sí doy algunos bocados fingidos porque tengo que disimular y porque no importa lo que le pongan a la comida. Mientras las drogas no estén en la sangre, estoy libre de su influencia.
Los platillos se siguen uno tras otro. En el segundo, no hay más que unas hierbas que buscan potenciar el efecto. Para mi entendimiento, es inofensivo para quienes no comieron el primero. Así que están esperando a que la droga haga su labor. Un buen pedazo de carne de ciervo acompañado con unas verduras son el segundo manjar. Me aseguro de que te sirvan lo mismo y entonces sí, hago la señal que esperas para que comas y nadie se fije demasiado en tu falta de apetito. Las bebidas están libres de influencia extraña. Sólo el vino tiene un gusto extraño que no logro identificar más me quema un poco la boca. ¿Plata? Eso no te hará daño, más seguro que es para descubrir a los sobrenaturales. Me contengo de emitir un solo gesto para no atraer las miradas. Ésto me tiene demasiado tenso. Mi aura demuestra que soy un humano gracias al hechizo. Estoy de momento seguro. De momento.
Están en el postre los comensales cuando escucho pasos aproximarse. Algunos de los invitados están demasiado entusiasmados, incluso la señora a mi lado me sonríe y me acaricia la pierna intentando quizá desfogar el calor que siente gracias al opio - disculpe, tengo que ir al servicio - sin importar lo que piensen de mí, me levanto para ir hacia donde se supone, están los sanitarios. Sólo es una pantalla, porque me entretengo justo donde está la Venus de Milo que envié como caballo de Troya. De reojo, puedo observar a la comitiva del anfitrión, sus auras indican que todos son vampiros. Dejo que entre hasta el último, esperando que nadie me vea meter las manos entre las piernas de la estatua con sonrisa ladeada - con su permiso - susurro extrayendo de éstas, mi espada espartana. Estoy listo, sólo espero el momento en que el primer grito me informe de que debo volver y ese, seguro, ha de ser el tuyo, Léa.
Adonis Krischann Megalos- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 25/09/2018
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Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
La confirmación de mis sospechas solo consigue ponerme de un terrible humor. Por orden de mi tía, prácticamente no había comido nada en todo el día, por lo que estoy verdaderamente famélica. - “En esas fiestas sirven un verdadero festín, Léa. Y sería considerado como un desplante si no comieses todo lo que te ofrecen.” - Esas habían sido sus palabras, aunque claro, mi tía no sabía que bien podría comerme el festín completo y seguir con hambre. Agradecía a los dioses, y al continuo ejercicio, por mi buen metabolismo, de lo contrario estaría más gorda incluso que mi tía a estas alturas. Platillo tras platillo, fui rebanando mis porciones y, aprovechando el estado drogado de las dos mujeres a mis lados, fui rellenando sus platos con ellas.
Platillo tras platillo casi quise llorar pues la comida olía realmente deliciosa. Si pudiese tener al menos un bocado… Pero Adonis tenía razón, era mejor mantenerme alejada de las drogas si quería tener mis sentidos al cien por ciento y poder ser una ayuda en lugar de una carga para él. Las personas a mi alrededor comienzan a comportarse de una manera inusual. Las drogas han hecho efecto y comienzan a tocarse y besarse sin pudor entre sí.
El anfitrión se deja ver por fin, con un pequeño séquito resguardándolo, por lo que comienzo a fingir y comportarme como el resto dentro del salón, sin atreverme a tocar a nadie. ¿Por qué no atacan? Me pregunté de pronto, al ver a los sujetos simplemente mirar. La respuesta llegó pronto, cuando en una mesa al otro lado del salón, una mujer se subía sobre la mesa y comenzaba a desvestirse con sensuales pero torpes movimientos. ¡Santo Dios! Busco nuevamente la mirada de Adonis, solo para descubrir que el vampiro no estaba en su lugar, y maldigo mentalmente.
Aprovechándome de la distracción, me moví tan lenta y discretamente posible fuera del comedor, en dirección a los sanitarios. Si Adonis tenía un plan, como creo que lo tiene, entonces debía estar cerca, esperando alguna señal para atacar, pues bien debía saber ya que el “vampiro malo” ya había hecho su aparición y no tenía ninguna intención de ocultar su condición vampírica a sus drogados invitados. Justo cuando Adonis se muestra en la periferia de mi vista, puedo sentir a alguien siguiéndome, no con la premura de quien quiere matar, sino con la cautela de quien quiere descubrir las verdaderas intenciones de un farsante.
Me pongo el índice sobre los labios y le dedico una mirada significativa para indicarle que haga silencio, que no se atreva a decir una sola palabra o nos descubren a ambos. Al pasar por su lado le tomo la mano y lo arrastro conmigo al sanitario de damas. Una vez allí me subo sobre los lavabos a la vez que, fuera de la vista de cualquier curioso, utilizo el lenguaje de señas para no ser escuchados por ningún inmortal. “Quieren drogarse. Esperan que las drogas hagan su efecto en los humanos, disfrutan de la orgía y, cuando llegue a su sangre…” No puedo continuar, pues había tenido una ventaja muy corta sobre mi perseguidor, por lo que, antes de que lograse entrar, tomé a Adonis por las solapas de su saco y lo acerqué a mí para besarlo profundamente en la boca.
Debo admitir que me dejé llevar un poco de más, pero, después de tanto tiempo sin probarlo, el efecto de sentir sus labios contra los míos y el sabor de su boca era tan potente como la misma droga. Rodeé sus anchos y musculosos hombros con ambos brazos y hundí mis dedos en su sedoso cabello, acariciando su cuero cabelludo con mis uñas ligeramente alargadas. Su sabor era embriagante, excitante, y tenerlo entre mis piernas no ayudaba en absoluto. Me detengo de pronto, queriendo recuperar el aliento, solo para descubrir al otro vampiro en la puerta del baño, al parecer disfrutando de la vista, mientras acariciaba su erección sobre el pantalón. – Asqueroso. – Es todo lo que puedo pronunciar antes de dejar salir la cuchilla de mi brazo derecho y lanzarlo sobre el hombro de Adonis justo al centro del pecho del otro vampiro, haciéndolo polvo es cuestión de segundos.
– Como te decía… – Comienzo a decirle mientras lo empujo por los hombros, no queriendo tenerlo tan cerca. – Más que una matanza, creo que es lo que ustedes llamarían una “fiesta vampírica”. ¿Qué clase de reunión es una fiesta si no hay buenas drogas en circulación? Pues … Allí afuera tienen a puñado de gente muy adinerada, entre ellos mi tía, cogiendo entre ellos sin importarles si es su marido o siquiera si su acompañante es del sexo opuesto, a la vez que procesan la droga para luego ser consumida de su sangre. – Hago un breve reporte de lo que, creo, él se ha perdido en su ausencia del comedor, pero soy incapaz de moverme y ponerme en pie aún, pues sé que si lo hago me temblarán las piernas por el remanente de los efectos de ese ardiente vampiro en mí.
Me aclaro la garganta, esperando que el olor de mi excitación no sea tan fuerte como la humedad que siento entre mis muslos, o que al menos él no use tal conocimiento para hacer una burla de mí. Luego continúo. – ¿Cuál es tu plan, grandulón? Espero que tengas algo en mente más que simplemente atacar a diestra y siniestra, porque, si no es así, yo sí que tengo uno. – Digo al momento que comienzo a sacar todo el arsenal de dagas, cuchillos y estacas que mantuviese bajo la falda, atadas de una u otra manera a mis piernas. – Espero no te moleste la vista. – Pronuncio esto justo antes de bajar la falda para volver a esconder mis piernas bajo ella.
Bajo de los lavabos al fin, sintiéndome lo bastante recuperada para ello y me inclino a recoger la cuchilla, que antes pulverizara al vampiro, del suelo. – Estoy segura que tu plan es mucho mejor que el mío, pero puede que haya un par de cosas que sé y tú no. – Le saco la lengua como en los viejos tiempos, cuando teníamos diversión al cazar juntos. Él siempre había sido mejor estratega que yo, pero de alguna manera tengo la habilidad de obtener información que le era de utilidad para mejorar su planificación, y no diría que es porque tengo mejores fuentes, porque no las tengo, simplemente sé hacer las preguntas correctas.
Reviso mentalmente las anotaciones que había hecho antes en casa, tengo una habilidad maravillosa para recordar las cosas solo con leerlas o escucharlas una vez, así que me servía de ella para poner en papel todo lo que quisiera recordar y luego simplemente acceder a las imágenes en mi cabeza para no tener evidencias conmigo que pudieran señalarme, más que mis armas, claro. – La mansión fue construida hace más de cien años y, según los planos originales, tiene pasadizos escondidos que los primeros dueños eliminaron de los planos que entregaron a sus siguientes propietarios y que son los que están registrados actualmente. Para tu suerte, puedo hacernos llegar con el líder sin ser detectados porque, además, los dueños originales al parecer eran vampiros también, y colocaron potentes hechizos sobre estos pasadizos para no ser detectados, ni nada que estuviese dentro de ellos, por otros sobrenaturales. Así que, si gustas seguirme… –
Platillo tras platillo casi quise llorar pues la comida olía realmente deliciosa. Si pudiese tener al menos un bocado… Pero Adonis tenía razón, era mejor mantenerme alejada de las drogas si quería tener mis sentidos al cien por ciento y poder ser una ayuda en lugar de una carga para él. Las personas a mi alrededor comienzan a comportarse de una manera inusual. Las drogas han hecho efecto y comienzan a tocarse y besarse sin pudor entre sí.
El anfitrión se deja ver por fin, con un pequeño séquito resguardándolo, por lo que comienzo a fingir y comportarme como el resto dentro del salón, sin atreverme a tocar a nadie. ¿Por qué no atacan? Me pregunté de pronto, al ver a los sujetos simplemente mirar. La respuesta llegó pronto, cuando en una mesa al otro lado del salón, una mujer se subía sobre la mesa y comenzaba a desvestirse con sensuales pero torpes movimientos. ¡Santo Dios! Busco nuevamente la mirada de Adonis, solo para descubrir que el vampiro no estaba en su lugar, y maldigo mentalmente.
Aprovechándome de la distracción, me moví tan lenta y discretamente posible fuera del comedor, en dirección a los sanitarios. Si Adonis tenía un plan, como creo que lo tiene, entonces debía estar cerca, esperando alguna señal para atacar, pues bien debía saber ya que el “vampiro malo” ya había hecho su aparición y no tenía ninguna intención de ocultar su condición vampírica a sus drogados invitados. Justo cuando Adonis se muestra en la periferia de mi vista, puedo sentir a alguien siguiéndome, no con la premura de quien quiere matar, sino con la cautela de quien quiere descubrir las verdaderas intenciones de un farsante.
Me pongo el índice sobre los labios y le dedico una mirada significativa para indicarle que haga silencio, que no se atreva a decir una sola palabra o nos descubren a ambos. Al pasar por su lado le tomo la mano y lo arrastro conmigo al sanitario de damas. Una vez allí me subo sobre los lavabos a la vez que, fuera de la vista de cualquier curioso, utilizo el lenguaje de señas para no ser escuchados por ningún inmortal. “Quieren drogarse. Esperan que las drogas hagan su efecto en los humanos, disfrutan de la orgía y, cuando llegue a su sangre…” No puedo continuar, pues había tenido una ventaja muy corta sobre mi perseguidor, por lo que, antes de que lograse entrar, tomé a Adonis por las solapas de su saco y lo acerqué a mí para besarlo profundamente en la boca.
Debo admitir que me dejé llevar un poco de más, pero, después de tanto tiempo sin probarlo, el efecto de sentir sus labios contra los míos y el sabor de su boca era tan potente como la misma droga. Rodeé sus anchos y musculosos hombros con ambos brazos y hundí mis dedos en su sedoso cabello, acariciando su cuero cabelludo con mis uñas ligeramente alargadas. Su sabor era embriagante, excitante, y tenerlo entre mis piernas no ayudaba en absoluto. Me detengo de pronto, queriendo recuperar el aliento, solo para descubrir al otro vampiro en la puerta del baño, al parecer disfrutando de la vista, mientras acariciaba su erección sobre el pantalón. – Asqueroso. – Es todo lo que puedo pronunciar antes de dejar salir la cuchilla de mi brazo derecho y lanzarlo sobre el hombro de Adonis justo al centro del pecho del otro vampiro, haciéndolo polvo es cuestión de segundos.
– Como te decía… – Comienzo a decirle mientras lo empujo por los hombros, no queriendo tenerlo tan cerca. – Más que una matanza, creo que es lo que ustedes llamarían una “fiesta vampírica”. ¿Qué clase de reunión es una fiesta si no hay buenas drogas en circulación? Pues … Allí afuera tienen a puñado de gente muy adinerada, entre ellos mi tía, cogiendo entre ellos sin importarles si es su marido o siquiera si su acompañante es del sexo opuesto, a la vez que procesan la droga para luego ser consumida de su sangre. – Hago un breve reporte de lo que, creo, él se ha perdido en su ausencia del comedor, pero soy incapaz de moverme y ponerme en pie aún, pues sé que si lo hago me temblarán las piernas por el remanente de los efectos de ese ardiente vampiro en mí.
Me aclaro la garganta, esperando que el olor de mi excitación no sea tan fuerte como la humedad que siento entre mis muslos, o que al menos él no use tal conocimiento para hacer una burla de mí. Luego continúo. – ¿Cuál es tu plan, grandulón? Espero que tengas algo en mente más que simplemente atacar a diestra y siniestra, porque, si no es así, yo sí que tengo uno. – Digo al momento que comienzo a sacar todo el arsenal de dagas, cuchillos y estacas que mantuviese bajo la falda, atadas de una u otra manera a mis piernas. – Espero no te moleste la vista. – Pronuncio esto justo antes de bajar la falda para volver a esconder mis piernas bajo ella.
Bajo de los lavabos al fin, sintiéndome lo bastante recuperada para ello y me inclino a recoger la cuchilla, que antes pulverizara al vampiro, del suelo. – Estoy segura que tu plan es mucho mejor que el mío, pero puede que haya un par de cosas que sé y tú no. – Le saco la lengua como en los viejos tiempos, cuando teníamos diversión al cazar juntos. Él siempre había sido mejor estratega que yo, pero de alguna manera tengo la habilidad de obtener información que le era de utilidad para mejorar su planificación, y no diría que es porque tengo mejores fuentes, porque no las tengo, simplemente sé hacer las preguntas correctas.
Reviso mentalmente las anotaciones que había hecho antes en casa, tengo una habilidad maravillosa para recordar las cosas solo con leerlas o escucharlas una vez, así que me servía de ella para poner en papel todo lo que quisiera recordar y luego simplemente acceder a las imágenes en mi cabeza para no tener evidencias conmigo que pudieran señalarme, más que mis armas, claro. – La mansión fue construida hace más de cien años y, según los planos originales, tiene pasadizos escondidos que los primeros dueños eliminaron de los planos que entregaron a sus siguientes propietarios y que son los que están registrados actualmente. Para tu suerte, puedo hacernos llegar con el líder sin ser detectados porque, además, los dueños originales al parecer eran vampiros también, y colocaron potentes hechizos sobre estos pasadizos para no ser detectados, ni nada que estuviese dentro de ellos, por otros sobrenaturales. Así que, si gustas seguirme… –
Léa Kerino
Última edición por Léa Kerino el Vie Oct 12, 2018 10:21 am, editado 1 vez
Rhiannon Mahon- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2018
Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
Before I was egocentric,
now I'm perfect.
now I'm perfect.
Debí pensar que no esperabas lo que sucedería. A pesar de tus exitosos accionares, te falta malicia y eres demasiado obvia según para qué cosas. Debí suponer que no entenderías lo que mis manos te decían, que harías lo que te diera la gana sin probar bocado. En tanto acaricio la estatua buscando el botón oculto para apretar y que la trampilla se zafe para sacar de ahí mi espada, puedo escuchar los pasos tras de mí. Es tu aroma el que atrapo con interés, es mi ceja la que se arquea preguntándote por qué no estás dentro y en lugar de palabras, tu dedo se posa contra tus labios. Mis sentidos más afinados anuncian la venida de alguien más. Los músculos de mi cuerpo empiezan a tensarse para aprovechar el momento y quizá, matar en el proceso. Atrapas mi mano con la tuya, recordándome la diferencia de estaturas y tamaños. Eres diminuta en comparación a mi constitución física.
Te acompaño en silencio hacia donde quieres conducirme cuidando de ocultar la espada entre las ropas, algo un poco difícil. ¿Acaso eres ciega? Recuerdo que en nuestras diferentes cacerías, tenías la costumbre de sumir tu mente en lo profundo de ésta sin posibilidad de que pudiera acceder o sacarte de ahí. Te acompaño hacia donde quieres, los sanitarios de la enorme mansión que han sido señalados para las damas, cierro la puerta detrás de nosotros, si alguien viene, escucharé el cerrojo abrirse. Por las dudas, dejo la xiphos oculta a ojos vista. Que piensen que estamos aquí para algo más excitante que una cacería. Cuando te observo, estás subida en el lavabo con el vestido hecho un lío. ¿Quién se sienta en ellos con la estructura típica de las enaguas para mantener el efecto de cascada? Sólo tú sufres con esa decisión. Tus manos se mueven, asiento. Sé que es común para los vampiros drogar a sus presas para sentir el efecto en sus vitaes. "Falta de confianza, le hubieras pedido a cualquiera de los dos hombres que estaban contigo que te hicieran el favor" es mi respuesta petulante que corono con una expresión de autosuficiencia.
Conozco tus gustos, los fomenté durante el tiempo que estuvimos juntos como compañeros y amantes. El sonido del cerrojo nos avisa con rapidez que alguien llegó, mis solapas son encadenadas con tus manos arrastrándome sin escapatoria hacia ti, hacia tus labios que se abren hambrientos para recibir los míos que no dudan en tomar lo que por derecho es suyo. Tú, con tu dulce aroma floral con notas de salida dulces y cítricas. Con tu sabor que me embriaga más que el vino. Acerco mi cuerpo al tuyo, la maldita estructura de metal del vestido impide hacerlo con propiedad. Bajo la mano para aplastarlo sin condolencias a la familia para así, tomar con la otra mano tu cintura y acercarnos. Que nuestros cuerpos sientan a su compañero, que se restrieguen el uno contra el otro como hacen nuestros labios a la par, explorando de nueva cuenta los territorios que fueron suyos.
El vampiro que llega a revisar el lugar, se encuentra con la pareja apasionada que prefiere la soledad de un lugar insolente para hacer realidad sus deseos. La manera en que se toman sus labios es excitante, se nota que tienen experiencia en ésto. Le seducen con sus formas, con las manos femeninas que vagan por la cabellera masculina en tanto él abre más la boca para obligarla a recibir un beso mucho más profundo y mórbido dejando a la vista la lucha de sus lenguas que no dan tregua a la compañera. Este par no se está conociendo, si no que está reencontrándose, según aprecia el vampiro. Sus cuerpos encajan a la perfección, la mujer se deja seducir en tanto el hombre vaga la mano por la espalda hasta tomar su nuca, apoderándose con más vigor, exigiendo toda rendición.
Es más que lujurioso, por lo que lleva la mano al miembro notando cómo el del otro está restregándose contra la mujer, con embestidas sobre la ropa que seguro están dejando un río de lubricación en la joven. Puede olerlo, se complace con ello en tanto una de las manos varoniles sube a un seno y lo aprieta sobre la ropa haciendo notar su turgencia por encima del escote. No se está dejando nada, le sorprende que sea tan ardiente. Cuando la mujer se separa, el espectador emite un gruñido de molestia, siendo recompensado con una mirada del otro humano, con un tinte de posesión y un mortal aviso. Es como si le dijera en la mente: "Mía, te acercas y te descuartizo" lo cual genera un gran impacto en el vampiro ajeno a la escena.
Decir que ésto es excitante, Lea, es poco comparado a la sensación de volver a tomar tus labios, acariciar tu cuerpo y demostrarte cómo fue durante esos días donde nos encerrábamos a dejar suelta la lujuria entre las sábanas de mi cama. Sigues siendo ardiente y fogosa como pocas. La interrupción de nuestro tórrido encuentro genera un gruñido. No es mío, es de alguien más que ha estado al pendiente de nuestros actos. Mi mirada no puede ser más agresiva. Tu mano es diestra, lanza una daga directa a su pecho tras el insulto y por instinto, mi mano ya sostiene la xiphos oculta a la vista del vampiro. Me incorporo después de haber estado agachado contra tu rostro, mi velocidad es mayor que cualquier alarido que pueda salir de esos labios del intruso y como celoso que soy, le hago pagar su atrevimiento al tocarse con la visión de tu cuerpo al cortar con un tajo limpio su cabeza. El apéndice cae al suelo y en el proceso, su constitución física se torna cenizas. Limpio el filo de la espada con las ropas del caído - no aprenderás. Recuerda que no se hacen cenizas sólo con una daga enterrada en su pecho. Hoy no puedes tener errores, Léa - me incorporo con rapidez. A pesar de mi reproche, es latente que seguimos siendo una pareja de cazadores única y bien acoplada. Tú inicias el movimiento, yo lo termino. Más perfecto, imposible.
Escucho tu verborrea, piensas que no tengo la experiencia para saber lo que los vampiros prefieren. Soy uno de ellos, ¿Se te olvida? Me mantengo en mi lugar, escuchando tu voz. Es hipnótica y recuerdo por qué dejaba que hablaras y hablaras y hablaras: me relaja. No digo más, me dirijo a la puerta dejando que te acicales, que saques tus armas sin prestar atención a tu cuerpo. Ya tengo suficiente con el olor de tu excitación para distraer mi mente y tengo que enfocarme. La visión de tu piel no ayudará en nada. Reviso el pasillo con cuidado - Sí, tengo un plan, mikró - ese apodo que te diera, cariñoso y dulce, todavía se me escapa cuando pienso en ti. "Pequeña" tal cual tu estatura, tu complexión y de paso, tu edad. Todo reflejado en una vibrante y caprichosa mujer que a últimas fechas me ha dado dolores de cabeza y ganas de arrancar ese apéndice. Sí, Léa, cada vez te comportas peor y empiezo a cansarme.
- No tengo ganas de ver debajo de tus faldas - reconozco con tono firme, en el que no encuentras alguna mala intención. Estoy pensando cuando empiezas a hablar de nuevo, esta vez atrapas mi atención, cierro la puerta poniendo un seguro apoyando también la espalda. - Estoy de acuerdo que tienes tus formas de obtener información, a ver, dime - reconozco porque no tengo nada qué perder contigo. Eres buena en eso. Formábamos una gran pareja cazadora hasta que te enteraste de que estaba casado y te volviste una loca. Tus celos te matan, Léa, deberías tomar en cuenta ello para el futuro. Escucho lo que dices, - eso no es un plan, Léa y no, no te voy a seguir. Porque tu plan tiene huecos del tamaño del trasero de tu gorda tía que dejaste abandonada allá afuera y hay que rescatarla. El otro hueco es que los vampiros de este lugar, no van a tocarse el corazón y van a matarlos a todos. ¿Sabes a qué me suena? A una Léa empaquetada enviada por tren a su casita de nuevo. Y en tercera, porque está bien, vamos a los pasadizos ¿Y luego qué? Tienes los planos, pero ¿Sabes si hay algo abajo peor que los vampiros? Con que haya hombres lobo, estamos muertos. Es noche de luna llena, piensa, Léa, piensa - niego con la cabeza.
Por eso yo soy el estratega y tú eres la que busca la información. Perforo tus planes con la velocidad de un rayo y si el trasero de tu tía es gordo, imagínate los huecos. - Tengo gente afuera, puedo convocarla para que hagan un asalto al comedor y sacar así a tu tía si es que no se la han comido aún. Mujer, ¿En qué cabeza cabe dejarla sola si ya sabías todo lo que se venía? Mal hecho - tenemos un problema mayúsculo. Porque como la hayan mordido, estará ya bien muerta. Y no quiero transformar a la gorda de tu tía, no tengo madera de sire.
Adonis Krischann Megalos- Vampiro Clase Alta
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DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
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Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
No puedo entender esa respuesta petulante, Adonis. No tiene absolutamente nada qué ver con lo que he intentado decirte antes por medio de nuestras señas, y, si no te conociera mejor, incluso pensaría que son celos lo que escucho en tu voz, pero ya ha pasado tiempo suficiente desde que te dejase como para creerlo posible. Al principio de nuestro desacuerdo pensé que vendrías tras de mí, pensé que apreciabas como yo todos esos momentos juntos, en los que nos compenetrábamos perfectamente, ya fuese en el campo de batalla o en la cama, luchando lado a lado o contra el otro por dominar. Pero no había sido así, me dejaste ir y nunca me buscaste, me atrevo a pensar entonces que nunca te importé y que fuiste simplemente un farsante, el peor de los mentirosos.
Todos esos pensamientos se desvanecen al sentirte entre mis muslos. Para ser un vampiro, siempre has sido ardiente. Tus besos son lava en mis entrañas, tus manos contra mi piel es el toque de un ángel, ¿Cómo he podido vivir estos dos años sin el sabor adictivo de tu boca? Los efectos que provocas en mí son tan poderosos que los gemidos escapan de mis labios sin que pueda hacer algo por detenerlos. Deseo que la tierra me trague, pues he caído más bajo de lo que debería permitirme, te he dejado apoderarte de mí y mi voluntad, como si no hubiese transcurrido un solo día desde la última vez que yaciera entre tus brazos.
Reconozco el sabor fuerte de tu boca y la suavidad de tu tacto exigente en mi piel, eres fuego y miel, eres la causa y consecuencia de mis noches más frustrantes, deseándote sobre mí, sentir tu peso, tu aroma puramente masculino y la fuerza de cada estocada en mi interior. Odio admitirlo, aunque sea solo para mí, en mi mente, pero soy tuya, Adonis. Te pertenezco en cuerpo y alma. Esa realización provoca en mí un sollozo que es fácilmente confundido con nuevo un gemido, y que es motivo de mi separación de tu cuerpo, necesito espacio, necesito aire y… Matar a ese asqueroso vampiro. Sin ofender, amor mío.
Terminas el trabajo que empiezo, y desde entonces te conviertes en un mar de contradicciones. Me reprochas, me rechazas y me llamas dulcemente por el apodo que me dieses tanto tiempo atrás, el que me hacía derretirme por tonto que fuese, y que ahora solo podía provocar un retorcijón en mi estómago, preguntándome a cuántas más has llamado de esa u otras maneras más especiales. Pero, para colmo, me tratas como si fuese una chiquilla, como si fuese una principiante en esto de cazar vampiros, pero entonces deberías sentirte realmente avergonzado, porque esta principiante logró ponerte de rodillas y un cuchillo en la yugular una vez, ¿Recuerda? ¿O has decidido olvidar ese detalle, convenientemente?
De cualquier forma, el exceso de palabras al hablar no pretende hacerte quedar como un ignorante respecto a los seres que, de alguna forma, son como tú; por el contrario, simplemente dejarte saber que yo tampoco lo soy, que tengo el conocimiento suficiente para que la información que te traigo sea considerada confiable para ti, pero, incluso así, te has apresurado en juzgarme y ridiculizarme. Mi expresión se torna fría y, por un segundo, casi siento que en verdad te odio, pero el solo porque estoy enojada, amor mío. Se me pasará más pronto de lo que desearía.
– Tienes razón en una cosa, Adonis. Eso no era un plan. Era información. – Te aclaro. Mi voz suena más baja que de costumbre. Tus palabras y, sobre todo tu desconfianza, me lastiman, pero me mantengo firme y muy digna frente a ti. – Oh… Y eso, a ti, te haría muy feliz, ¿no es así? Una Léa empaquetada y enviada muy lejos de París, de ti y de tu vida. Pero déjame aclararte algo, amigo. A diferencia de ti, yo no vengo solo con intención de matar a esos demonios chupasangre. Voy a matarlos y a salvar a tantos humanos como sea posible, y voy a hacerlo contigo o sin ti. – En medio de mi enojado discurso, no puedo evitar golpear el duro muro que es tu pecho para hacer énfasis en mis palabras. Sí, quizás hable un poco de más, pero ya me conoces. Estoy determinada a cumplir o morir en el intento, aunque en verdad espero que no me mandes al demonio.
– ¿Con quién crees que estás hablando, Adonis? ¿Y dónde has tenido los oídos mientras hablo? La casa fue vendida hace al menos 90 años por los vampiros que la construyeron, y desde entonces esos pasadizos han estado cerrados. La única que sabe sobre ellos es la ama de llaves, y ahora nosotros. Una vampiro de apariencia mayor que ha estado a cargo del lugar todo este tiempo, y que ha decidido confiarme el secreto porque no quiere una matanza en este lugar, ni que sea destruido. ¿Puedes comprender eso? Este lugar significa mucho para esa mujer, no logré que me dijera por qué, pero sé que es honesta. – Extraigo de uno de los bolsillos ocultos del vestido un juego de llaves de apariencia antigua y te las lanzo a las manos.
– Esas son las llaves que abren las salidas exteriores de los pasadizos. Parte de tu “gente” podría entrar por allí y, junto contigo, llegar directamente al interior, al comedor, sin ser notados hasta que salgan de ellos. Si ustedes se encargan de matar a los líderes y yo de proteger a los humanos, los sirvientes querrán salir corriendo por la puerta principal. En donde más de tus amigotes estarán esperando para hacerlos polvo. Ese sí es un plan, Adonis. – Termino de explicarte, pero no logro comprender le expresión en tu rostro. ¿Estás de acuerdo? ¿Vas a ponerme más peros o ridiculizarme aun más? La verdad es que el tiempo se agota, así que debo actuar rápido, de lo contrario habrás tenido razón y terminaré empaquetada de vuelta en Austria. Nada más divertido que vivir bajo el mismo techo que mis padres, y eso es sarcasmo.
Me giro finalmente en dirección a la puerta, es momento de comenzar a movernos. – Si tienes un mejor plan, será mejor que hables ahora, pues el tiempo se agota. Debemos atacar antes de que la orgía termine y ellos decidan empezar el festín. – He decidido pasar por alto muchas cosas, amor mío. Pero no me creas tan estúpida como para no haberlas notado. Simplemente reconozco el valor de las prioridades y, en este momento, hacerte la vida cuadros no es una de ellas. Ni siquiera lo es el matar a esos vampiros, la prioridad para mí es salvar a tantos humanos como pueda, y solo por eso pretendo ayudarte para que seas tú quien haga la parte de cazador. Sí, te cedo voluntariamente la gloria y me pongo momentáneamente a tus órdenes, siempre y cuando cuides tu lengua, que para escupir veneno estoy yo, querido.
Todos esos pensamientos se desvanecen al sentirte entre mis muslos. Para ser un vampiro, siempre has sido ardiente. Tus besos son lava en mis entrañas, tus manos contra mi piel es el toque de un ángel, ¿Cómo he podido vivir estos dos años sin el sabor adictivo de tu boca? Los efectos que provocas en mí son tan poderosos que los gemidos escapan de mis labios sin que pueda hacer algo por detenerlos. Deseo que la tierra me trague, pues he caído más bajo de lo que debería permitirme, te he dejado apoderarte de mí y mi voluntad, como si no hubiese transcurrido un solo día desde la última vez que yaciera entre tus brazos.
Reconozco el sabor fuerte de tu boca y la suavidad de tu tacto exigente en mi piel, eres fuego y miel, eres la causa y consecuencia de mis noches más frustrantes, deseándote sobre mí, sentir tu peso, tu aroma puramente masculino y la fuerza de cada estocada en mi interior. Odio admitirlo, aunque sea solo para mí, en mi mente, pero soy tuya, Adonis. Te pertenezco en cuerpo y alma. Esa realización provoca en mí un sollozo que es fácilmente confundido con nuevo un gemido, y que es motivo de mi separación de tu cuerpo, necesito espacio, necesito aire y… Matar a ese asqueroso vampiro. Sin ofender, amor mío.
Terminas el trabajo que empiezo, y desde entonces te conviertes en un mar de contradicciones. Me reprochas, me rechazas y me llamas dulcemente por el apodo que me dieses tanto tiempo atrás, el que me hacía derretirme por tonto que fuese, y que ahora solo podía provocar un retorcijón en mi estómago, preguntándome a cuántas más has llamado de esa u otras maneras más especiales. Pero, para colmo, me tratas como si fuese una chiquilla, como si fuese una principiante en esto de cazar vampiros, pero entonces deberías sentirte realmente avergonzado, porque esta principiante logró ponerte de rodillas y un cuchillo en la yugular una vez, ¿Recuerda? ¿O has decidido olvidar ese detalle, convenientemente?
De cualquier forma, el exceso de palabras al hablar no pretende hacerte quedar como un ignorante respecto a los seres que, de alguna forma, son como tú; por el contrario, simplemente dejarte saber que yo tampoco lo soy, que tengo el conocimiento suficiente para que la información que te traigo sea considerada confiable para ti, pero, incluso así, te has apresurado en juzgarme y ridiculizarme. Mi expresión se torna fría y, por un segundo, casi siento que en verdad te odio, pero el solo porque estoy enojada, amor mío. Se me pasará más pronto de lo que desearía.
– Tienes razón en una cosa, Adonis. Eso no era un plan. Era información. – Te aclaro. Mi voz suena más baja que de costumbre. Tus palabras y, sobre todo tu desconfianza, me lastiman, pero me mantengo firme y muy digna frente a ti. – Oh… Y eso, a ti, te haría muy feliz, ¿no es así? Una Léa empaquetada y enviada muy lejos de París, de ti y de tu vida. Pero déjame aclararte algo, amigo. A diferencia de ti, yo no vengo solo con intención de matar a esos demonios chupasangre. Voy a matarlos y a salvar a tantos humanos como sea posible, y voy a hacerlo contigo o sin ti. – En medio de mi enojado discurso, no puedo evitar golpear el duro muro que es tu pecho para hacer énfasis en mis palabras. Sí, quizás hable un poco de más, pero ya me conoces. Estoy determinada a cumplir o morir en el intento, aunque en verdad espero que no me mandes al demonio.
– ¿Con quién crees que estás hablando, Adonis? ¿Y dónde has tenido los oídos mientras hablo? La casa fue vendida hace al menos 90 años por los vampiros que la construyeron, y desde entonces esos pasadizos han estado cerrados. La única que sabe sobre ellos es la ama de llaves, y ahora nosotros. Una vampiro de apariencia mayor que ha estado a cargo del lugar todo este tiempo, y que ha decidido confiarme el secreto porque no quiere una matanza en este lugar, ni que sea destruido. ¿Puedes comprender eso? Este lugar significa mucho para esa mujer, no logré que me dijera por qué, pero sé que es honesta. – Extraigo de uno de los bolsillos ocultos del vestido un juego de llaves de apariencia antigua y te las lanzo a las manos.
– Esas son las llaves que abren las salidas exteriores de los pasadizos. Parte de tu “gente” podría entrar por allí y, junto contigo, llegar directamente al interior, al comedor, sin ser notados hasta que salgan de ellos. Si ustedes se encargan de matar a los líderes y yo de proteger a los humanos, los sirvientes querrán salir corriendo por la puerta principal. En donde más de tus amigotes estarán esperando para hacerlos polvo. Ese sí es un plan, Adonis. – Termino de explicarte, pero no logro comprender le expresión en tu rostro. ¿Estás de acuerdo? ¿Vas a ponerme más peros o ridiculizarme aun más? La verdad es que el tiempo se agota, así que debo actuar rápido, de lo contrario habrás tenido razón y terminaré empaquetada de vuelta en Austria. Nada más divertido que vivir bajo el mismo techo que mis padres, y eso es sarcasmo.
Me giro finalmente en dirección a la puerta, es momento de comenzar a movernos. – Si tienes un mejor plan, será mejor que hables ahora, pues el tiempo se agota. Debemos atacar antes de que la orgía termine y ellos decidan empezar el festín. – He decidido pasar por alto muchas cosas, amor mío. Pero no me creas tan estúpida como para no haberlas notado. Simplemente reconozco el valor de las prioridades y, en este momento, hacerte la vida cuadros no es una de ellas. Ni siquiera lo es el matar a esos vampiros, la prioridad para mí es salvar a tantos humanos como pueda, y solo por eso pretendo ayudarte para que seas tú quien haga la parte de cazador. Sí, te cedo voluntariamente la gloria y me pongo momentáneamente a tus órdenes, siempre y cuando cuides tu lengua, que para escupir veneno estoy yo, querido.
Léa Kerino
Rhiannon Mahon- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/09/2018
Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
Vini, vidi, vinci.
Alguna vez un oráculo me dijo que estaba bendito por los dioses. Podría reír, porque para mi gusto, ellos no me bendicen, me castigan de formas tan brutales que en ocasiones, me siento indefenso a pesar de mis entrenamientos diarios y mis estrategias. Ver cómo se te suben los colores a las mejillas es la primera señal de advertencia de que ésto será mortal. Tu respiración se acelera al tiempo que las chispas casi parecieran salir de tus orbes. Estoy, justo, a punto de ser muerto. El estallido carece de las características a que me tienes acostumbrado, sin embargo sé que sólo es necesaria una pequeña flama para que todo ésto retumbe y tiemblen los suelos provocando a lo lejos un maremoto que arrasará con todo. Ese es tu carácter, Léa. ¿Alguna vez te pusiste a pensar qué fue lo que hizo que me fijara en ti? Para mi sino, es exactamente eso: tus demostraciones de ira que me provocan calmar ese fuego con la humedad de mis besos, las caricias suaves contra tu espalda creando círculos por los lugares que sé te enloquecen, hasta instalarse mis manos en tus caderas y dar el primer empujón para que guardes silencio porque aprecias cuánto es que me erotizas así. Cuán duro me pones, cuánto es que deseo sumergirme en los infiernos calientes de tu sexo.
Lo reafirmo, si estoy siendo bendecido, qué forma de bendecirme. Las primeras impresiones sobre que me alegrará que te largues de mi vida son erróneas. Ilusionarte con ésto sería un error. Prefiero que estés lejos de mí, así evitaré que te hagan daño. ¿Sabes cuánto es lo que te quiero? Por más que me restriegues que estoy casado, que fui un farsante y que te traicioné, nunca llegué a confesar la verdad dejando que pensaras todo eso y mucho más. Estarás segura de esa manera, lejos de mi presencia y de mis enemigos que cada vez se acumulan como si fuera ropa sucia. ¿Acaso nunca voy a terminar de limpiar? Cada noche se suma uno o dos, o tres. Mi corazón se estruja, mi estómago tiene como invitado indeseado a un hueco que martiriza al ver cómo estás furiosa, sí. También aprecio el dolor que te provoco con mi presencia. ¿Crees que estoy ciego? Te equivocas. Sigo teniendo una visión impecable, me doy cuenta de todo lo que te genero, de cómo estás intentando salir del hoyo en el que te metí con una de mis flechas lanzadas hace tanto y que no resolví en su oportunidad, que justo cayó sobre tu corazón haciendo que tu mente se sumara a la locura de los celos. ¿Soy un cobarde? Por supuesto, preferí que pensaras lo peor de mí para alejar tu camino del mío y evitar así que Kurvak, el enemigo de moda en ese instante, dejara de perseguir tus pasos. Desechar tu presencia como manzana que se muerde fue lo que provoqué y no es lo que se deseaba en ese momento, pero era la única la forma que encontré para proteger tu bienestar.
Sé que me dirás que estás grandecita para cuidarte sola. Que una vez me pusiste de rodillas, con una daga en mi cuello. Piensa, Léa. Piensa. ¿Cómo puedo atacar con todas las fuerzas de mi ser si sólo quiero proteger a esta mujer que se convirtió en mi pupila, mi compañera de pelea, mi cómplice? ¿Cómo puedo defenderme de ti, si sólo pienso en que uno de mis golpes, mis reales golpes, podrían hacerte mucho daño? Me tienes atado de pies y manos, me alegra que no lo veas. Que no entiendas que mi arrogancia y prepotencia, que jamás fueron dirigidas hacia tu persona, son en realidad el escudo que me protege de tu presencia. ¡Me duele verte aquí! ¡Me duele saber que estamos de nuevo en un momento crítico y que no tienes la cabeza para comprender que sería capaz de dejar que me dañen con tal de que salgas ilesa! Está bien que te enojes, que me odies, que me grites. Lo acepto. Y no por ser un mártir, por supuesto que te equivocas ahí. Lo hago porque así, te alejarás una vez que todo termine y podré respirar tranquilo sabiendo que estás a salvo en la comodidad del hogar de tu tía, durmiendo el sueño de los justos sin que nadie te provoque pesadillas.
El golpe que recibo en el tórax, me despierta a esta realidad aborrecible. Aprieto los labios al simultáneo que mis dedos forman puños en las manos. Desearía golpear y matar a todo aquél que toque un solo cabello de tu cabeza. No quiero pensar en lo que haré si una sola gota de tu vitae es sacrificada. Las razones de las catacumbas son aceptadas, sé que eres mucho mejor buscando información y lo demuestras ahora. La cereza del pastel son las llaves que atrapo al aire observando cada una de éstas, tan antiguas que dan fuerza a tus palabras. Una vampiresa desea este ataque. Si supiera que mi intención era quemar todo hasta sus cimientos, se aterraría. Tendré que cambiar de estrategia porque si diste tu palabra de que todo quedaría tal cual, no soy quién para romperla. ¿Ves lo que me haces? ¿Lo que provocas? ¿Cuánto poder ostenta tu cabezonería?
El plan que propones es válido, es una alternativa adecuada para el que ahora hiciste trizas con eso de que la casa tiene que quedar en pie. - En un minuto se contactarán conmigo, harán un enlace telepático y les daré las órdenes. Está bien tu estrategia, sólo que no irás sola a rescatar a las personas, tendrás apoyo. Y no acepto que me rezongues, Léa. Suficiente tiempo perdí ya - alzo una mano con la palma abierta para solicitar sosiego. Como te salgas de balance, estaremos gritándonos y las personas adentro, muriendo. - Tenemos tiempo, espero que el líder de estos demonios haga lo de siempre. Toma a una víctima, el varón más fuerte de todos para dar una lección mental. Poco a poco lo va rompiendo de forma física, psíquica y anímica para hacer lo mismo con los otros, sin necesidad de tocarlos. Es un espectáculo aterrador, seguro que tu tía tendrá pesadillas - jugueteo con las llaves.
Te veo ir hacia la puerta, es que eres necia de nacimiento. Te gusta tocarme las narices provocando mi malestar. - Dije que esperes, ¿Puedes hacer eso? Te reafirmo que hay tiempo para desarrollar tu estrategia. En los laterales de la casa hay arqueros, en el peor de los casos, pediré que nadie se acerque a tu tía y que ataquen antes de tiempo si alguien se atreve a tocar cualquier parte de su gordo cuerpo - sí, no oculto el desagrado que me causa esa mujer. No porque las personas excedidas de peso me causen repulsión, es porque siempre me trató mal. Supongo que ahora se llena la boca diciéndote que tenía razón. Si supiera la verdad tras mis actos ¿Se atrevería a seguir mal hablando de mí? Y por supuesto que sí, tu tía no tiene dos dedos de frente. Al contrario, su doble moral es notable. Me critica y hace justo lo que me señala.
Apenas termino de hablar, siento el latigazo de la intervención de otro de los Hunters que me llama, cierro los ojos concentrándome en dar las indicaciones, Sacudo la cabeza cuando la telepatía termina. Me llevo una mano, la diestra, a la sien apoyando el hombro en la pared. Odio este poder, me deja aturdido porque tengo que bajar el escudo que evita que me lean la mente y realzar dicha barrera, me produce dolor. - Está hecho, vamos pues - sujeto bien la xiphos, me preparo para cualquier eventualidad. De momento, tenemos las de ganar porque no esperan que ataquemos. Te seguiré porque sí, tienes razón, es una buena oportunidad de librar a la mayor parte de los humanos con este acto. Por un lado, sonreiría porque veo el avance en tu profesionalismo, en tus estrategias y que aprendiste bien, para mejorar y superarme. Por el otro, odio darte la razón. Eso significará para tu mente, el éxito y te inspirará para seguir arriesgando el pellejo. No quiero que mueras. No quiero que te vayas. No quiero que estés conmigo. - Afrodita, mi diosa, gracias por las bendiciones, pero por favor, ya no más - susurro en mi natal idioma antes de seguir tus pasos. Si éstas son bendiciones, no quiero saber qué serán sus maldiciones.
Adonis Krischann Megalos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/09/2018
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
Pedirme que no rezongue es motivo suficiente para hacerme contradecirte, emitiendo un gruñido de disgusto. Pero, ¿A quién quiero engañar? Incluso tu manera mandona de hacerme callar me encanta de ti, incluso aunque me queje, si dejaras de hacerlo buscaría otras maneras de irritarte. Ser un dolor constante en tu trasero es mi oficio favorito, antes incluso que el cazar vampiros, al parecer. Y rezongo aún peor al escucharte hablar de esa manera tan grosera de mi tía. Ella puede ser todo lo que tú quieras, pero merece respeto. ¡Sí, es cierto! Nunca le gustaste, y sí, luego se regodeó en sí misma para decirme “Te lo dije”, cuando te alejaste de mí, pero al final tenía razón. Fueran cuales fueran tus motivos, los cuáles nunca te dignaste a decirme, no hay nada con lo que puedas justificar el haberme usado como lo hiciste. Te lo di todo, Adonis, ¡Todo! Te di mi corazón, mi confianza, mi cuerpo y mi alma, y a cambio simplemente me dejaste tirada como un trapo sucio, que ya no merece la pena ser mirado siquiera.
Es cierto que enloquecí un poco, pero demonios, ¿Qué esperabas de mí? Era más joven, ingenua y estaba enamorada de ti. Eras todo lo que veía, todo lo que quería. Enterarme de que estabas casado fue un trago amargo, pero confié en ti, fui contigo y te lo pregunté directamente esperando que lo negaras. Nada. Nada, fue precisamente lo que recibí. No emitiste palabra. ¡Era cierto! Después de haberte seguido a París en contra de los deseos y voluntad de mis padres, después de haberme entregado a ti, después de haber fantaseado con un futuro juntos… Nada fue lo único que pudiste darme.
Los recuerdos de aquella última pelea hacen a mi corazón sangrar nuevamente por las viejas heridas. Por las noches te anhelo en mi cama, conmigo, mientras que durante el día te maldigo a ti y al día que te cruzaste en mi camino. Si no te hubiera conocido, si no hubiera sido tan débil ante tu roce, si no me hubiera entregado a ti… Tantos “¿Qué hubiera pasado si…?”, y ninguna respuesta. Ahora soy sólo algo que has desechado y, si la sociedad supiera lo que te he entregado, me convertirían además en una paria. Me has deshonrado y me has dado la espalda. ¿Cómo pude ser tan tonta para pensar que podría ser de otra manera? Y lo peor de todo no es ni siquiera que estés casado, es que, después de mí, solo Dios llevará la cuenta de las mujeres que has metido en tu cama. Misma en la que también yo yací.
Me detengo, tal y como pides, pero no porque desee hacerte caso, es porque el peso de mi realidad puede más que yo, y espero en silencio intentando recomponerme. Agradezco al cielo haber estado dándote la espalda porque odiaría que me vieras en tal estado de debilidad, especialmente en medio de una cacería. En cuanto das la señal de avanzar, seco rápidamente una solitaria lágrima que ha decidido traicionarme antes de moverme rápidamente, evitando así que veas mis ojos. Estoy segura que el olor salino te habrá alertado, pero no quiero darte el gusto de verme afectada por ti nuevamente.
Me asomo con cuidado por el marco de la puerta, revisando que no hubiera moros en la costa, antes de comenzar a avanzar por el pasillo con dirección a la cocina, donde se encuentra la entrada más cercana a los túneles. Apenas entrar en el recinto, la vista no es demasiado alentadora. Cocineros y demás empleados de la mansión también han sido drogados, y ahora que la comida ha terminado en el comedor, tienen su propia orgía sobre las mesas que deberían estar inmaculadas para la preparación de los alimentos. – Ahora me alegro de no haber comido nada, vamos. – El comentario, más que por lo asqueroso de pensar que allí fueron preparados los alimentos, fue provocado por la terrible experiencia que estaba siendo ver a toda esa gente, más que teniendo sexo, aparearse como animales salvajes. De haber comido algo seguro que estaría en ese momento devolviendo la comida. Intento ignorar el panorama y entro al depósito de alimentos, donde, bajo una descolorida alfombra, logro encontrar la trampilla en el suelo que es la portezuela de entrada. – Después de ti. – Te indico, apartándome para dejarte bajar, pues sé que me habrías detenido de haber intentado ir primero. ¡Eres tan controlador!
Tal como la vampiresa de apariencia anciana había dicho, le había dejado una antorcha encendida a la entrada del túnel, lo que nos permitiría tener al menos algo de visibilidad en el camino. Recordando con claridad el mapa, te hago avanzar hasta la intercepción en que podremos decidir el camino a tomar. – A la izquierda, siempre derecho, encontrarás la salida por la que podrán entrar tus amigotes. Si seguimos derecho a partir de aquí, llegaríamos a las mazmorras. Y, a la derecha, está el comedor y el resto de otras puertas secretas. Incluso acceso a los pisos superiores. – Te informo, para que puedas al menos ubicarte por los pasadizos oscuros y mohosos, antes de girarme para tomar el camino a la derecha, pero me detengo y te sostengo por el antebrazo antes de dejarte ir. – Ten cuidado. – Sé que eres mucho más fuerte que yo, claro que lo sé, pero no puedo evitar preocuparme por ti, por tu bienestar. ¿Qué no daría por saber que te preocupas por mí si quiera una pequeña fracción de lo que yo por ti?
Al separarnos, me llevo la antorcha conmigo. Eres vampiro, tus ojos seguramente verán mejor en la absoluta negrura que los míos, lo que te facilitaría la tarea. Así que continúo por el pasillo, cada vez más estrecho, hasta la tercera puerta. Hay una trampilla por la que pudo ver lo que ocurre en el comedor, y no puedo evitar que un chillido de sorpresa escape de mis labios, llevándome una mano a la boca para contenerme. Tal como Adonis había dicho, el jefe ya había tomado a su primera víctima, un hombre de apariencia joven y fuerte, al que violaba con violencia por detrás a la vez que bebía sin clemencia de su cuello, con la carne de aquella zona expuesta y destrozada. Cuando dejó caer el cuerpo inerte del hombre, noté en sus ojos vacíos la muerte. Al menos, sus secuaces se mantenían tan solo mirando hasta el momento, con erecciones punzantes y notables a través de sus vestimentas.
El líder de aquella masacre salió del interior del cadáver y limpió los restos de sangre de su boca con el antebrazo. Estaba por dar la orden de atacar sin piedad, lo sabía, y no podía permitirlo. Adonis, sé que vas a querer matarme por esto, pero no puedo esperar más. Sin medir las consecuencias de mis actos, abro una herida en la palma de mi mano izquierda antes de salir del escondite, llamando la atención de los vampiros presentes. – ¡Hey, ustedes chupasangre! ¿Por qué no se meten con alguien de su tamaño? – Ridículo, lo sé, porque no hay forma en que pueda igualar a ninguno de ellos si quiera en estatura, pero al menos eso retrasaría la matanza al menos un instante. Sin pararme a pensar, comienzo a sacar cuchillos y a lanzarlos al centro del pecho de las asquerosas bestias, acertando algunos y fallando en otros, pero manteniendo protegiéndome siempre de los que estaban más cerca.
Al quedarme sin armas, no puedo evitar maldecir. – ¡Adonis! – Grito con todas las fuerzas que tengo. Son demasiados y puedo ver que algunos han entrado por los túneles, seguramente previendo que vendrían más cazadores detrás de mí, aunque tenemos la ventaja de que piensen que todos sus atacantes seremos humanos. Tienes el factor sorpresa aún de tu lado, amor mío. Solo espero que llegues a tiempo, porque me han capturado y llevado con el líder. El sujeto se atreve a tocarme, manosearme, y comprendo que eres el único vampiro cuyo contacto puedo soportar.
Desprovista de estacas y cuchillas, no puedo hacer nada contra la fuerza bruta del animal que me inmoviliza de cara contra la pared, a la vez que rompe con lentitud tortuosa la espalda de mi vestido. – ¡No me toques, cosa asquerosa! – Le grito, pero todo lo que obtengo en respuesta es la dura erección contra mis nalgas aún por encima de lo que quedaba de mi vestido. ¿Dónde estás, Adonis? Sé que no te hice caso, sé que actué antes de lo debido, pero, por favor… La mordida en mi cuello corta todo hilo de pensamiento que tuviese antes. Solo puedo sentir su boca succionar con fuerza de mi cuello, su mano que, tras haberse infiltrado bajo mi falda, tocaba sin cuidado allí donde tú provocaste humedad, generando sólo repulsión, nada en comparación con la excitación que tú me haces sentir. ¡Por favor, Adonis, ven por mí esta vez!
Es cierto que enloquecí un poco, pero demonios, ¿Qué esperabas de mí? Era más joven, ingenua y estaba enamorada de ti. Eras todo lo que veía, todo lo que quería. Enterarme de que estabas casado fue un trago amargo, pero confié en ti, fui contigo y te lo pregunté directamente esperando que lo negaras. Nada. Nada, fue precisamente lo que recibí. No emitiste palabra. ¡Era cierto! Después de haberte seguido a París en contra de los deseos y voluntad de mis padres, después de haberme entregado a ti, después de haber fantaseado con un futuro juntos… Nada fue lo único que pudiste darme.
Los recuerdos de aquella última pelea hacen a mi corazón sangrar nuevamente por las viejas heridas. Por las noches te anhelo en mi cama, conmigo, mientras que durante el día te maldigo a ti y al día que te cruzaste en mi camino. Si no te hubiera conocido, si no hubiera sido tan débil ante tu roce, si no me hubiera entregado a ti… Tantos “¿Qué hubiera pasado si…?”, y ninguna respuesta. Ahora soy sólo algo que has desechado y, si la sociedad supiera lo que te he entregado, me convertirían además en una paria. Me has deshonrado y me has dado la espalda. ¿Cómo pude ser tan tonta para pensar que podría ser de otra manera? Y lo peor de todo no es ni siquiera que estés casado, es que, después de mí, solo Dios llevará la cuenta de las mujeres que has metido en tu cama. Misma en la que también yo yací.
Me detengo, tal y como pides, pero no porque desee hacerte caso, es porque el peso de mi realidad puede más que yo, y espero en silencio intentando recomponerme. Agradezco al cielo haber estado dándote la espalda porque odiaría que me vieras en tal estado de debilidad, especialmente en medio de una cacería. En cuanto das la señal de avanzar, seco rápidamente una solitaria lágrima que ha decidido traicionarme antes de moverme rápidamente, evitando así que veas mis ojos. Estoy segura que el olor salino te habrá alertado, pero no quiero darte el gusto de verme afectada por ti nuevamente.
Me asomo con cuidado por el marco de la puerta, revisando que no hubiera moros en la costa, antes de comenzar a avanzar por el pasillo con dirección a la cocina, donde se encuentra la entrada más cercana a los túneles. Apenas entrar en el recinto, la vista no es demasiado alentadora. Cocineros y demás empleados de la mansión también han sido drogados, y ahora que la comida ha terminado en el comedor, tienen su propia orgía sobre las mesas que deberían estar inmaculadas para la preparación de los alimentos. – Ahora me alegro de no haber comido nada, vamos. – El comentario, más que por lo asqueroso de pensar que allí fueron preparados los alimentos, fue provocado por la terrible experiencia que estaba siendo ver a toda esa gente, más que teniendo sexo, aparearse como animales salvajes. De haber comido algo seguro que estaría en ese momento devolviendo la comida. Intento ignorar el panorama y entro al depósito de alimentos, donde, bajo una descolorida alfombra, logro encontrar la trampilla en el suelo que es la portezuela de entrada. – Después de ti. – Te indico, apartándome para dejarte bajar, pues sé que me habrías detenido de haber intentado ir primero. ¡Eres tan controlador!
Tal como la vampiresa de apariencia anciana había dicho, le había dejado una antorcha encendida a la entrada del túnel, lo que nos permitiría tener al menos algo de visibilidad en el camino. Recordando con claridad el mapa, te hago avanzar hasta la intercepción en que podremos decidir el camino a tomar. – A la izquierda, siempre derecho, encontrarás la salida por la que podrán entrar tus amigotes. Si seguimos derecho a partir de aquí, llegaríamos a las mazmorras. Y, a la derecha, está el comedor y el resto de otras puertas secretas. Incluso acceso a los pisos superiores. – Te informo, para que puedas al menos ubicarte por los pasadizos oscuros y mohosos, antes de girarme para tomar el camino a la derecha, pero me detengo y te sostengo por el antebrazo antes de dejarte ir. – Ten cuidado. – Sé que eres mucho más fuerte que yo, claro que lo sé, pero no puedo evitar preocuparme por ti, por tu bienestar. ¿Qué no daría por saber que te preocupas por mí si quiera una pequeña fracción de lo que yo por ti?
Al separarnos, me llevo la antorcha conmigo. Eres vampiro, tus ojos seguramente verán mejor en la absoluta negrura que los míos, lo que te facilitaría la tarea. Así que continúo por el pasillo, cada vez más estrecho, hasta la tercera puerta. Hay una trampilla por la que pudo ver lo que ocurre en el comedor, y no puedo evitar que un chillido de sorpresa escape de mis labios, llevándome una mano a la boca para contenerme. Tal como Adonis había dicho, el jefe ya había tomado a su primera víctima, un hombre de apariencia joven y fuerte, al que violaba con violencia por detrás a la vez que bebía sin clemencia de su cuello, con la carne de aquella zona expuesta y destrozada. Cuando dejó caer el cuerpo inerte del hombre, noté en sus ojos vacíos la muerte. Al menos, sus secuaces se mantenían tan solo mirando hasta el momento, con erecciones punzantes y notables a través de sus vestimentas.
El líder de aquella masacre salió del interior del cadáver y limpió los restos de sangre de su boca con el antebrazo. Estaba por dar la orden de atacar sin piedad, lo sabía, y no podía permitirlo. Adonis, sé que vas a querer matarme por esto, pero no puedo esperar más. Sin medir las consecuencias de mis actos, abro una herida en la palma de mi mano izquierda antes de salir del escondite, llamando la atención de los vampiros presentes. – ¡Hey, ustedes chupasangre! ¿Por qué no se meten con alguien de su tamaño? – Ridículo, lo sé, porque no hay forma en que pueda igualar a ninguno de ellos si quiera en estatura, pero al menos eso retrasaría la matanza al menos un instante. Sin pararme a pensar, comienzo a sacar cuchillos y a lanzarlos al centro del pecho de las asquerosas bestias, acertando algunos y fallando en otros, pero manteniendo protegiéndome siempre de los que estaban más cerca.
Al quedarme sin armas, no puedo evitar maldecir. – ¡Adonis! – Grito con todas las fuerzas que tengo. Son demasiados y puedo ver que algunos han entrado por los túneles, seguramente previendo que vendrían más cazadores detrás de mí, aunque tenemos la ventaja de que piensen que todos sus atacantes seremos humanos. Tienes el factor sorpresa aún de tu lado, amor mío. Solo espero que llegues a tiempo, porque me han capturado y llevado con el líder. El sujeto se atreve a tocarme, manosearme, y comprendo que eres el único vampiro cuyo contacto puedo soportar.
Desprovista de estacas y cuchillas, no puedo hacer nada contra la fuerza bruta del animal que me inmoviliza de cara contra la pared, a la vez que rompe con lentitud tortuosa la espalda de mi vestido. – ¡No me toques, cosa asquerosa! – Le grito, pero todo lo que obtengo en respuesta es la dura erección contra mis nalgas aún por encima de lo que quedaba de mi vestido. ¿Dónde estás, Adonis? Sé que no te hice caso, sé que actué antes de lo debido, pero, por favor… La mordida en mi cuello corta todo hilo de pensamiento que tuviese antes. Solo puedo sentir su boca succionar con fuerza de mi cuello, su mano que, tras haberse infiltrado bajo mi falda, tocaba sin cuidado allí donde tú provocaste humedad, generando sólo repulsión, nada en comparación con la excitación que tú me haces sentir. ¡Por favor, Adonis, ven por mí esta vez!
Léa Kerino
Rhiannon Mahon- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 26/09/2018
Re: Remember me for centuries [Léa Kerino]
A man who won't lie to a woman
has very little consideration for her feelings
has very little consideration for her feelings
Hay momentos en la existencia que me arrepiento de mis actos, como enseñarte a cazar. En cuanto estás mirando hacia afuera asegurando que al salir, nadie nos observe, entiendo que fui un iluso al pensar que podrías con el peso que depositaba en tus hombros. Veo la tensión en tu menudo cuerpo, recuerdo la manera en que el olor salado llegó a mis fosas nasales en tanto estaba en el vínculo telepático. Estás herida, me culpaste durante mucho tiempo de que te mentí al no mencionar mi matrimonio. ¿Qué te iba a decir? Cualquier excusa sería echada en saco roto porque lo que deseabas era que te mintiera y te dijera que seguía soltero. Para mí, lo es. Mi esposa marchó desde antes de que su rostro pudiera atormentarme por las noches. Perdida la memoria de mi pasado, el presente y el futuro es más difícil. ¿Qué comprenderás tú que sólo piensas en ti? En tu dolor, en tu decepción, en tus constantes ideas románticas hechas trizas cuando ni siquiera pude atinar a decir algo cuando me preguntaste y después, vino la respuesta a la pregunta de cómo serías si te lastimara.
Caprichosa, egoísta y egocéntrica. Tú y sólo tú es lo que piensas y quieres, como toda mujer es capaz. Reconozco que sólo hay una criatura capaz de seducirme y esa es la mujer. Eso dista de que soporte sus desplantes y sus berrinches. Como los tuyos, eres terca de cabeza. Me imitas, quieres ser como yo, cuando en realidad para eso, te falta mucha experiencia y sobre todo, maldiciones y desdichas. ¿Dices que estás afectada porque te dejé sola? ¿Que me diste todo? Te faltó la comprensión y la paciencia, querida. Eres una mujer que si no se hacen las cosas como quieres, te enojas y berrincheas. Te indignas dando media vuelta para después morder porque no te persigo. En tanto cruzamos por los pasillos, llegando a las cocinas en donde las orgías están desatadas y los pudores inhibidos, noto que te asqueas. Sigues siendo demasiado inocente y por ello, es que me castigo. Debí permitir que continuaras con tu vida, tocar tu camino fue el final de tus fantasías. Lo hecho, hecho está y hay que afrontar la situación para darle la cara.
En la bifurcación, sé lo que pretendes cuando tomas la antorcha iniciando el camino hacia el comedor. - Ten cuidado, Léa. No hagas una tontería - sé que mis palabras caen en saco roto. Sé lo que harás, te expondrás como la novata que no eres, pero te encanta fingir que sos. Arriesgarás en balde el pellejo y tu experiencia con esos enemigos será peor que la de cualquiera de los del comedor, porque serás la cabeza de turco que se utilizará para que los demás aprendan que con el líder no se juega. ¿Sabes las consecuencias de tus actos? Por supuesto que no. De nuevo tu ego y tu capricho guían tus pasos. Para ti, es un juego la cacería. Para mí, es el único oficio donde tengo futuro. Mancillas mis planes, en tanto giro para abrir las puertas a mis "amigotes" como les llamas. Los que seguramente te salvarán el pellejo. Hasta en eso eres capaz de un desdén inusitado con aquéllos que no tienen más culpa que ser mis compañeros. Estás celosa, lo sé, porque ellos son los que me acompañan en estas noches en lugar de ser tú. ¿Algún día comprenderás por qué me fui en realidad?
No lo creo. Doy las órdenes al grueso de los cazadores que están dispuestos a crear un cementerio de este sitio. Espero que tu contacto esté fuera de la mansión porque de lo contrario, también pagará los platos rotos. Compasión es lo que menos habrá en el lugar y en tanto encabezo el grupo, escucho pasos acercándose por uno de los pasillos. Tenemos compañía. Escucho cómo gritas mi nombre, señal de que has vuelto a meterte en problemas de cabeza. ¿Ves cómo no me sorprende tu inconsciencia? ¿Cómo es que estás demasiado verde para este trabajo? Te diriges sola a la muerte y como tal, por primera vez en la existencia, desde que te conozco, espero la encuentres. Tengo cosas más importantes qué hacer que rescatarte el culo, mikró. Te dije que fueras precavida desde los primeros entrenamientos. Te lo repetí hasta que te hartaste y me contestaste con ese tono arrogante que sabías lo que hacías.
Falso. Ya ves las consecuencias de tus actos. Chasqueo los dedos llamando la atención de dos de mis hombres para enviarlos hacia el final del pasillo. Es lo máximo que te daré de apoyo en tanto nos deshacemos de los vampiros que vienen encima. En cuanto aparezcan mis cazadores en el comedor, las flechas lloverán por la habitación rompiendo los vidrios. Puedo escuchar, en tanto me deshago de uno de los cinco vampiros restantes, cómo entran gritando: - ¡Abajo todos! - y las flechas empiezan a caer contra aquéllos que están de pie con tino envidiable. Me apresuro a matar a otro de los enemigos, dejando los otros tres a los que me acompañan. Me dirijo con rapidez hacia el comedor, sabiendo lo que me voy a encontrar. A ti, metida en la mierda hasta los ojos, con la boca bien abierta para que tragues la mayor parte. ¿Cuántas veces te dije que sola no se ataca a un grupo de vampiros? ¿Cuántas veces te dije que esperaras apoyo? Miles y ¿Te digo qué recuerdo de lo que me dijiste cuando te lo repetí? Que sabías lo que hacías.
Ingreso a la habitación por la puerta oculta, ni tanto porque está de par en par, para continuar la contienda. Si bien tengo heridas en el cuerpo, ninguna para que pueda detenerme en este pulso donde pretendo ganar. En cuanto pongo un pie en el sitio, evalúo los daños de mis arqueros y los dos cazadores que con prudencia, volcaron una mesa para cubrirse de los proyectiles. Las carreras de los enemigos son esperables. Una nueva señal y conforme van saliendo del comedor en pos de la puerta una vez que notaron que la salida posterior estaba tomada y que para pasar, tendrían que combatirme, son interceptados por las flechas que no dejan de dispararse. La xiphos en mi mano resuma sangre. Vuelvo al ataque, buscando los enemigos más enteros para darles batalla, a diferencia de mis compañeros, tengo mayor habilidad, fuerza y destreza. A mis ojos, no llega tu figura. Y de momento, me importa poco lo que te haya pasado, necesito exterminar este nido para entonces, evaluar los daños en mi gente y después, sólo después, ver qué te pasó a ti. Te dije que fueras prudente, aquí están las consecuencias.
El tiempo pasa, continúo sintiendo cómo se abren las heridas en mi y sus cuerpos sin piedad. Me apresuro a terminar, notando que como sigamos así, tendremos problemas tarde o temprano. Y cuando el último cuerpo cae, observo a mi alrededor buscando tu figura para encontrar que ya no estás. ¿Te habrán matado? Con ese mal presentimiento, empiezo a buscarte por todos lados, nadie sabe de tu paradero y en realidad, tampoco puedo sentir el olor de tu sangre. Te has ido. ¿Cuándo es que volveré a verte? Quizá mañana, quizá nunca. Léa, eres una fantástica mujer, es una pena que no podamos comunicarnos, que no entiendas mis razones y que sigas empeñada en tu cabezonería. Espero que si los caminos nos vuelven a cruzar, podamos esta vez, relacionarnos mejor, pero lo dudo. Soy demasiado bruto para muchas cosas y tú, eres una niña que todavía no ha crecido. Fui el que insistió en estar contigo, acepto las consecuencias de mis actos.
Caprichosa, egoísta y egocéntrica. Tú y sólo tú es lo que piensas y quieres, como toda mujer es capaz. Reconozco que sólo hay una criatura capaz de seducirme y esa es la mujer. Eso dista de que soporte sus desplantes y sus berrinches. Como los tuyos, eres terca de cabeza. Me imitas, quieres ser como yo, cuando en realidad para eso, te falta mucha experiencia y sobre todo, maldiciones y desdichas. ¿Dices que estás afectada porque te dejé sola? ¿Que me diste todo? Te faltó la comprensión y la paciencia, querida. Eres una mujer que si no se hacen las cosas como quieres, te enojas y berrincheas. Te indignas dando media vuelta para después morder porque no te persigo. En tanto cruzamos por los pasillos, llegando a las cocinas en donde las orgías están desatadas y los pudores inhibidos, noto que te asqueas. Sigues siendo demasiado inocente y por ello, es que me castigo. Debí permitir que continuaras con tu vida, tocar tu camino fue el final de tus fantasías. Lo hecho, hecho está y hay que afrontar la situación para darle la cara.
En la bifurcación, sé lo que pretendes cuando tomas la antorcha iniciando el camino hacia el comedor. - Ten cuidado, Léa. No hagas una tontería - sé que mis palabras caen en saco roto. Sé lo que harás, te expondrás como la novata que no eres, pero te encanta fingir que sos. Arriesgarás en balde el pellejo y tu experiencia con esos enemigos será peor que la de cualquiera de los del comedor, porque serás la cabeza de turco que se utilizará para que los demás aprendan que con el líder no se juega. ¿Sabes las consecuencias de tus actos? Por supuesto que no. De nuevo tu ego y tu capricho guían tus pasos. Para ti, es un juego la cacería. Para mí, es el único oficio donde tengo futuro. Mancillas mis planes, en tanto giro para abrir las puertas a mis "amigotes" como les llamas. Los que seguramente te salvarán el pellejo. Hasta en eso eres capaz de un desdén inusitado con aquéllos que no tienen más culpa que ser mis compañeros. Estás celosa, lo sé, porque ellos son los que me acompañan en estas noches en lugar de ser tú. ¿Algún día comprenderás por qué me fui en realidad?
No lo creo. Doy las órdenes al grueso de los cazadores que están dispuestos a crear un cementerio de este sitio. Espero que tu contacto esté fuera de la mansión porque de lo contrario, también pagará los platos rotos. Compasión es lo que menos habrá en el lugar y en tanto encabezo el grupo, escucho pasos acercándose por uno de los pasillos. Tenemos compañía. Escucho cómo gritas mi nombre, señal de que has vuelto a meterte en problemas de cabeza. ¿Ves cómo no me sorprende tu inconsciencia? ¿Cómo es que estás demasiado verde para este trabajo? Te diriges sola a la muerte y como tal, por primera vez en la existencia, desde que te conozco, espero la encuentres. Tengo cosas más importantes qué hacer que rescatarte el culo, mikró. Te dije que fueras precavida desde los primeros entrenamientos. Te lo repetí hasta que te hartaste y me contestaste con ese tono arrogante que sabías lo que hacías.
Falso. Ya ves las consecuencias de tus actos. Chasqueo los dedos llamando la atención de dos de mis hombres para enviarlos hacia el final del pasillo. Es lo máximo que te daré de apoyo en tanto nos deshacemos de los vampiros que vienen encima. En cuanto aparezcan mis cazadores en el comedor, las flechas lloverán por la habitación rompiendo los vidrios. Puedo escuchar, en tanto me deshago de uno de los cinco vampiros restantes, cómo entran gritando: - ¡Abajo todos! - y las flechas empiezan a caer contra aquéllos que están de pie con tino envidiable. Me apresuro a matar a otro de los enemigos, dejando los otros tres a los que me acompañan. Me dirijo con rapidez hacia el comedor, sabiendo lo que me voy a encontrar. A ti, metida en la mierda hasta los ojos, con la boca bien abierta para que tragues la mayor parte. ¿Cuántas veces te dije que sola no se ataca a un grupo de vampiros? ¿Cuántas veces te dije que esperaras apoyo? Miles y ¿Te digo qué recuerdo de lo que me dijiste cuando te lo repetí? Que sabías lo que hacías.
Ingreso a la habitación por la puerta oculta, ni tanto porque está de par en par, para continuar la contienda. Si bien tengo heridas en el cuerpo, ninguna para que pueda detenerme en este pulso donde pretendo ganar. En cuanto pongo un pie en el sitio, evalúo los daños de mis arqueros y los dos cazadores que con prudencia, volcaron una mesa para cubrirse de los proyectiles. Las carreras de los enemigos son esperables. Una nueva señal y conforme van saliendo del comedor en pos de la puerta una vez que notaron que la salida posterior estaba tomada y que para pasar, tendrían que combatirme, son interceptados por las flechas que no dejan de dispararse. La xiphos en mi mano resuma sangre. Vuelvo al ataque, buscando los enemigos más enteros para darles batalla, a diferencia de mis compañeros, tengo mayor habilidad, fuerza y destreza. A mis ojos, no llega tu figura. Y de momento, me importa poco lo que te haya pasado, necesito exterminar este nido para entonces, evaluar los daños en mi gente y después, sólo después, ver qué te pasó a ti. Te dije que fueras prudente, aquí están las consecuencias.
El tiempo pasa, continúo sintiendo cómo se abren las heridas en mi y sus cuerpos sin piedad. Me apresuro a terminar, notando que como sigamos así, tendremos problemas tarde o temprano. Y cuando el último cuerpo cae, observo a mi alrededor buscando tu figura para encontrar que ya no estás. ¿Te habrán matado? Con ese mal presentimiento, empiezo a buscarte por todos lados, nadie sabe de tu paradero y en realidad, tampoco puedo sentir el olor de tu sangre. Te has ido. ¿Cuándo es que volveré a verte? Quizá mañana, quizá nunca. Léa, eres una fantástica mujer, es una pena que no podamos comunicarnos, que no entiendas mis razones y que sigas empeñada en tu cabezonería. Espero que si los caminos nos vuelven a cruzar, podamos esta vez, relacionarnos mejor, pero lo dudo. Soy demasiado bruto para muchas cosas y tú, eres una niña que todavía no ha crecido. Fui el que insistió en estar contigo, acepto las consecuencias de mis actos.
TEMA FINALIZADO
Adonis Krischann Megalos- Vampiro Clase Alta
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