AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Remember me.
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Remember me.
Un golpe sordo. El primer hombre cayó al suelo, inerte. Aryel se relamió los labios. La noche no había hecho más que empezar. La luna iluminaba sus rasgos, endurecidos por la excitación de una nueva caza. Tan solo a un idiota se le ocurría pasear por los peores barrios a esas horas de la noche. En principio, Aryel no deseaba comenzar su caza en los suburbios. Pero aquella expectación la condujo al primer humano que encontró en busca de una zona más privilegiada. Su sangre no sabía mal, pero era demasiado común para su gusto. Aquel hombre no tenía nada de especial. Mediana edad, clase baja, seguramente. Casado, como demostraba el anillo de su anular. Acababa de destrozar una familia. Y aquello, la complajo como ni siquiera su sangre lo había hecho. Dolor. Era eso lo que a ella le fascinaba. Dejar desesperación a su paso. Abrir heridas, marchitar corazones. Como el suyo.
Casi sin que sus pies rozaran el suelo, se dirigió a una zona más adinerada. Su garganta le pedía a gritos a algún niño de sangre extremadamente dulce. La imagen que ofrecía era aterradora. Cabello revuelto y mirada salvaje. Ropas de hombre holgadas, las que solía utlizar al cazar. Ella nunca reconocería lo bien que le sentaban las prendas masculinas, pero no podría moverse de esa forma bajo el yugo de un pomposo vestido. Ninguno de estos factores le restaban belleza. Sus labios, normalmente colorados, eran ahora de un rojo pasión, coloreados por los restos de sangre de su anterior víctima. Sobrecogedora, cada uno de sus poros gemían la palabra “Oscuridad”.
Se movía entre las calzadas como un fantasma, sin ruidos, sin sospechas. No tardó demasiado en encontrar un olor de su agrado. No era niño, para su decepción. Estos eran una captura difícil, puesto que no solían transnochar. Pero no dejó que eso la desanimase. Entonces, volvió a comenzar el juego. Una vez más. Lo persiguió, tal vez con demasiada impaciencia, hasta acorralarlo en uno pequeño callejón oscuro, sin salida. Era un joven rubio. Demasiado joven para morir, pero Aryel había vuelto a emplear su “divina justicia” para acabar con el destino de aquel maldito. El mismo sentimiento de grandeza que la invadía siempre antes de alimentarse se expandió por todo su cuerpo. Su víctima era ya conocedora de su perdición. Aryel se detuvo a pocos centímetros, agarrando al chaval por la sencilla camisa, atrayéndolo hacia ella. Una aterradora sonrisa adornaba su rostro, en contraposición a la mueca de horror que profería el joven.
-No os preocupéis, fallecer a manos de alguien como yo es todo un privilegio, mi joven acompañante.- soltó, burlona y entretenida con su nuevo trofeo.
Minutos después, otro golpe sordo. El segundo hombre cayó al suelo, inerte. La matanza realizada no sería una obra agradecida por los ojos humanos. Aryel no pudo más que reir al imaginar el descubrimiento del cuerpo a la mañana siguiente. ¡Una pena que no pudiese exponerse al sol para observar las caras horrorizadas de los expectadores! Cerró los ojos. Cuanta más sangre bebía, más sangre necesitaba su cuerpo. Procuró limpiar los restos de ésta en su boca, sin embargo, no pudo evitar que una pequeña gota escapara entre la comisura de sus labios. ¿Quién sería el siguiente?
Casi sin que sus pies rozaran el suelo, se dirigió a una zona más adinerada. Su garganta le pedía a gritos a algún niño de sangre extremadamente dulce. La imagen que ofrecía era aterradora. Cabello revuelto y mirada salvaje. Ropas de hombre holgadas, las que solía utlizar al cazar. Ella nunca reconocería lo bien que le sentaban las prendas masculinas, pero no podría moverse de esa forma bajo el yugo de un pomposo vestido. Ninguno de estos factores le restaban belleza. Sus labios, normalmente colorados, eran ahora de un rojo pasión, coloreados por los restos de sangre de su anterior víctima. Sobrecogedora, cada uno de sus poros gemían la palabra “Oscuridad”.
Se movía entre las calzadas como un fantasma, sin ruidos, sin sospechas. No tardó demasiado en encontrar un olor de su agrado. No era niño, para su decepción. Estos eran una captura difícil, puesto que no solían transnochar. Pero no dejó que eso la desanimase. Entonces, volvió a comenzar el juego. Una vez más. Lo persiguió, tal vez con demasiada impaciencia, hasta acorralarlo en uno pequeño callejón oscuro, sin salida. Era un joven rubio. Demasiado joven para morir, pero Aryel había vuelto a emplear su “divina justicia” para acabar con el destino de aquel maldito. El mismo sentimiento de grandeza que la invadía siempre antes de alimentarse se expandió por todo su cuerpo. Su víctima era ya conocedora de su perdición. Aryel se detuvo a pocos centímetros, agarrando al chaval por la sencilla camisa, atrayéndolo hacia ella. Una aterradora sonrisa adornaba su rostro, en contraposición a la mueca de horror que profería el joven.
-No os preocupéis, fallecer a manos de alguien como yo es todo un privilegio, mi joven acompañante.- soltó, burlona y entretenida con su nuevo trofeo.
Minutos después, otro golpe sordo. El segundo hombre cayó al suelo, inerte. La matanza realizada no sería una obra agradecida por los ojos humanos. Aryel no pudo más que reir al imaginar el descubrimiento del cuerpo a la mañana siguiente. ¡Una pena que no pudiese exponerse al sol para observar las caras horrorizadas de los expectadores! Cerró los ojos. Cuanta más sangre bebía, más sangre necesitaba su cuerpo. Procuró limpiar los restos de ésta en su boca, sin embargo, no pudo evitar que una pequeña gota escapara entre la comisura de sus labios. ¿Quién sería el siguiente?
Aryel*- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/09/2011
Re: Remember me.
No tenía que estar en aquellos callejones en ese momento; las paredes sucias y el aire muerto, contraído por el oxígeno usurpado de la nada, una nada que le perseguía desde que la matrona que lo ayudó a nacer le golpeó las nalgas para que empezara a respirar por vez primera. En ilógica paradoja, ser cortesano le parecía el trabajo menos sensible del mundo y no es que no se hubiera resignado ya a la falta de motivación en su vida, pero de tanto en tanto le gustaba salir sin avisar a nadie o avisando a casi todas las personas que conocía, nunca en un término medio en el que tambalearse, inseguro. Hacía aquello cuando más recordaba sus años de vida en Polonia y la maldita revelación que lo había llevado a pasar los últimos en Francia. Y a veces, daba gracias de que su estancia allí hubiera sido casi igual de desgraciada, porque así no tendría que arrepentirse nunca de haber abandonado su lugar de origen para buscar a alguien que nadie más que él podía afirmar que existía. Y si después de diez años no había podido encontrarla, entonces aquello prácticamente significaba que volvía a chocarse contra la pared de lo invisible. De lo jodidamente inerte.
Hasta él mismo recomendaba a cuantos le suponían algún sentimiento que no se acercaran a ese tipo de sitios, pues 'peligro' no era una palabra ajena al veloz corretear de las ratas por entre sus tobillos o a los ladridos de un perro iracundo que nunca podías situar. Oscar los cruzaba de todos modos, porque se había criado entre callejuelas de poca monta y temores aparentes del resto, y a pesar de que ni en Polonia escaseara el riesgo, de algún modo le relajaban. Y siempre podía practicar un poco su forma física, si se daba el caso de que alguien buscara robarle o asesinarle. Arriesgado, por supuesto, pero como si eso le preocupara a esas alturas...
Se detuvo en seco nada más pasar por al lado de una esquina que daba a una única pared sin salida. La pobre iluminación de la mayoría de farolas fundidas no ayudaba mucho a desentramar una imagen clara, pero a Oscar le bastó una figura casi a contraluz, esbelta como una pincelada aleatoria sobre un liezo, y un bulto en el suelo, no muy alejado de ella, que sólo porque en un extremo se distinguían cabellos logró catalogar como cuerpo humano. Aunque seguía sin tener problemas de enfrentarse con quien fuera, el instinto natural le pedía que se largara, después de todo tampoco era su problema. Aun así, la figura se volvió hacia él a medias y cuando el encuadre de sus ojos se clavó en ese perfil femenino, desechó completamente la idea.
La posición de Oscar quedó ligeramente agachada, pues lo primero que hizo al ignorar el momentáneo embrujo de aquella mirada desconocida fue ponerse en alerta. Había un muerto en escena y no había nada allí que le garantizara que no fuese el único. Continuó sin dar un paso ni atrás ni al frente, y cuando el perfil de aquella persona prosiguió con sus movimientos hasta volverse el rostro innegable de una mujer, un pinchazo en todo el esternón lo mareó hasta el extremo de que algo muy hundido en él pensara que nada de cuanto estaba observando le era desconocido...
Parpadeó y trató de autoreanimarse sin mover un solo dedo, la situación no era para atudirse tanto, coño, aquello ya estaba perdido, ya estaba muerto como el cadáver a pocos metros y como su actitud a aceptar sus propios desvaríos. Porque tenían que serlo... Claro que lo eran.
Sólo paseaba, señorita. Si elegís vuestras víctimas al azar, no os supondrá un problema considerar mi aparición como una anécdota más e imponeros el reto de seguir buscando muy lejos...
Hasta él mismo recomendaba a cuantos le suponían algún sentimiento que no se acercaran a ese tipo de sitios, pues 'peligro' no era una palabra ajena al veloz corretear de las ratas por entre sus tobillos o a los ladridos de un perro iracundo que nunca podías situar. Oscar los cruzaba de todos modos, porque se había criado entre callejuelas de poca monta y temores aparentes del resto, y a pesar de que ni en Polonia escaseara el riesgo, de algún modo le relajaban. Y siempre podía practicar un poco su forma física, si se daba el caso de que alguien buscara robarle o asesinarle. Arriesgado, por supuesto, pero como si eso le preocupara a esas alturas...
Se detuvo en seco nada más pasar por al lado de una esquina que daba a una única pared sin salida. La pobre iluminación de la mayoría de farolas fundidas no ayudaba mucho a desentramar una imagen clara, pero a Oscar le bastó una figura casi a contraluz, esbelta como una pincelada aleatoria sobre un liezo, y un bulto en el suelo, no muy alejado de ella, que sólo porque en un extremo se distinguían cabellos logró catalogar como cuerpo humano. Aunque seguía sin tener problemas de enfrentarse con quien fuera, el instinto natural le pedía que se largara, después de todo tampoco era su problema. Aun así, la figura se volvió hacia él a medias y cuando el encuadre de sus ojos se clavó en ese perfil femenino, desechó completamente la idea.
La posición de Oscar quedó ligeramente agachada, pues lo primero que hizo al ignorar el momentáneo embrujo de aquella mirada desconocida fue ponerse en alerta. Había un muerto en escena y no había nada allí que le garantizara que no fuese el único. Continuó sin dar un paso ni atrás ni al frente, y cuando el perfil de aquella persona prosiguió con sus movimientos hasta volverse el rostro innegable de una mujer, un pinchazo en todo el esternón lo mareó hasta el extremo de que algo muy hundido en él pensara que nada de cuanto estaba observando le era desconocido...
Parpadeó y trató de autoreanimarse sin mover un solo dedo, la situación no era para atudirse tanto, coño, aquello ya estaba perdido, ya estaba muerto como el cadáver a pocos metros y como su actitud a aceptar sus propios desvaríos. Porque tenían que serlo... Claro que lo eran.
Sólo paseaba, señorita. Si elegís vuestras víctimas al azar, no os supondrá un problema considerar mi aparición como una anécdota más e imponeros el reto de seguir buscando muy lejos...
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
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Re: Remember me.
El rebotar de una piedrecilla en las cercanías la hizo despertar del sopor posterior al consumo de sangre. Había alguien. Podía olerlo, y le resultaba terriblemente atrayente. Y lo peor de todo era la familiaridad del perfume. Nada confundió más a la vampiresa. Con el ceño fruncido y una mueca desconfiada, no tuvo que hacer demasiado esfuerzo para poder entrever la figura en la oscuridad. Un hombre. No demasiado mayor, pero tampoco un chaval. Asustado ante el espectáculo. ¿Habría observado toda la escena? Un gran descuido por parte de Aryel, aunque, mirándolo desde otro punto de vista, aquello le añadía ¿morbosidad al asunto? Ni siquiera tenía que volver a esforzarse en buscar a otra comedreja a la que atormentar. Había llegado por su propio pie al infierno.
Aryel no dudó en acercarse más. No podría escapar. Ella era unas cuantas veces más fuerte y rápida que él. Su destino estaba cerrado con el sello de "No retorno". Era consciente, divertida, de la posición de alerta que había adquirido. Prácticamente todos los humanos se tomaban tan "mal" su presencia. ¡Aburridos! La distancia entre sus cuerpos se acortaba cada vez más. Aryel pudo ver su rostro enmarcado en sombras. ¿Por qué esa sensación de familiaridad aumentaba a pasos tan agigantados? Sin embargo, todas sus dudas se evaporaron al escucharlo hablar. Acento polaco. Él.
La vampiresa podía recrear las imágenes en su cabeza con total nitidez. Ella visitando a Ewa, esa vampiresa a la que conoció en una incursión a Polonia, siendo aún neófita. Se recuerda perfectamente curioseando los alrededores, encontrando a un crío malherido en una de las habitaciones. Recuerda la admiración en los ojos del muchacho y la pequeñísima chispa de compasión que despertó en su interior. También recuerda que acabaron en la cama, como siempre. Pero ocurrió algo más. Fue el primer y último "hombre" al que ni siquiera marcó con uno de sus mordiscos paradisiacos. Aquella situación era demasiado parecida a la que en su día le arruinó la vida a la morena. Recuerda, además, las caricias tímidas e inseguras de un adolescente inexperto, seguramente, desnudándose ante una mujer por primera vez. O mejor dicho, ante una bestia.
Así que, se detuvo en seco. Era la primera vez en mucho tiempo que no sabía que hacer. Sentía que aquel hombre era una preciosa flor en sus manos, y le molestaría desprenderse de él. Como cualquier vampiro con algo de sentido común, admiraba la belleza. Pero molestar no era sinónimo de doler. Y lo que no dolía en esos momentos, podía acabar haciéndolo. Para poner en orden sus ideas, decidió, sencillamente, que jugaría un rato con él. ¿Por qué no? Sería muy divertido.
-Mi apuesto caballero, mucho me temo que estos no son ni el lugar, ni el momento adecuados.- cada sílaba le hacía recuperar el dominio del cotarro. La seguridad regresaba con rudeza. Aryel siempre se había sentido mucho más cómoda en distancias cortas, por lo que no dudó en seguir acercándose. Sabía que aunque él lo deseara con todas sus fuerzas, no podría marcharse. La rusa se había encargado personalmente de ello, desplegando parte de su encandilamiento. Lo cierto es que no le preocupaba demasiado la imposible marcha de su nuevo juguete, pero siempre le había gustado que la mirasen con ese toque de deseo, admiración y temor.
Se detuvo a poca distancia. Medio metro, quizás menos. Tal vez demasiado cerca para que la vampiresa pudiese concentrarse en otra cosa más que en la sangre corriendo por su yugular. En esos instantes, su mundo se reducía al cuello del hombre. ¿Algún vampiro habría llegado a perder el juicio por abstención? Sin embargo, había otra pregunta mucho más importante rondando por su perturbada mente. ¿Sería incapaz ahora de beber su sangre, dado el giro inesperado de la situación?
Aryel no dudó en acercarse más. No podría escapar. Ella era unas cuantas veces más fuerte y rápida que él. Su destino estaba cerrado con el sello de "No retorno". Era consciente, divertida, de la posición de alerta que había adquirido. Prácticamente todos los humanos se tomaban tan "mal" su presencia. ¡Aburridos! La distancia entre sus cuerpos se acortaba cada vez más. Aryel pudo ver su rostro enmarcado en sombras. ¿Por qué esa sensación de familiaridad aumentaba a pasos tan agigantados? Sin embargo, todas sus dudas se evaporaron al escucharlo hablar. Acento polaco. Él.
La vampiresa podía recrear las imágenes en su cabeza con total nitidez. Ella visitando a Ewa, esa vampiresa a la que conoció en una incursión a Polonia, siendo aún neófita. Se recuerda perfectamente curioseando los alrededores, encontrando a un crío malherido en una de las habitaciones. Recuerda la admiración en los ojos del muchacho y la pequeñísima chispa de compasión que despertó en su interior. También recuerda que acabaron en la cama, como siempre. Pero ocurrió algo más. Fue el primer y último "hombre" al que ni siquiera marcó con uno de sus mordiscos paradisiacos. Aquella situación era demasiado parecida a la que en su día le arruinó la vida a la morena. Recuerda, además, las caricias tímidas e inseguras de un adolescente inexperto, seguramente, desnudándose ante una mujer por primera vez. O mejor dicho, ante una bestia.
Así que, se detuvo en seco. Era la primera vez en mucho tiempo que no sabía que hacer. Sentía que aquel hombre era una preciosa flor en sus manos, y le molestaría desprenderse de él. Como cualquier vampiro con algo de sentido común, admiraba la belleza. Pero molestar no era sinónimo de doler. Y lo que no dolía en esos momentos, podía acabar haciéndolo. Para poner en orden sus ideas, decidió, sencillamente, que jugaría un rato con él. ¿Por qué no? Sería muy divertido.
-Mi apuesto caballero, mucho me temo que estos no son ni el lugar, ni el momento adecuados.- cada sílaba le hacía recuperar el dominio del cotarro. La seguridad regresaba con rudeza. Aryel siempre se había sentido mucho más cómoda en distancias cortas, por lo que no dudó en seguir acercándose. Sabía que aunque él lo deseara con todas sus fuerzas, no podría marcharse. La rusa se había encargado personalmente de ello, desplegando parte de su encandilamiento. Lo cierto es que no le preocupaba demasiado la imposible marcha de su nuevo juguete, pero siempre le había gustado que la mirasen con ese toque de deseo, admiración y temor.
Se detuvo a poca distancia. Medio metro, quizás menos. Tal vez demasiado cerca para que la vampiresa pudiese concentrarse en otra cosa más que en la sangre corriendo por su yugular. En esos instantes, su mundo se reducía al cuello del hombre. ¿Algún vampiro habría llegado a perder el juicio por abstención? Sin embargo, había otra pregunta mucho más importante rondando por su perturbada mente. ¿Sería incapaz ahora de beber su sangre, dado el giro inesperado de la situación?
Aryel*- Vampiro Clase Media
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Re: Remember me.
Claro... -musitó y no se movió un milímetro, no únicamente porque sintiera que no podía hacerlo, sino porque todavía se estaba librando una encarnecida batalla en el interior de su cuerpo... Daba la impresión de que la mujer quisiera rodearle en círculos, como si hubiera regresado a la primera vez que la madame del burdel inspeccionó si valía para el empleo, pero más con el talante depredador de un halcón al divertido acecho de aprovechar su evidente posición más elevada. Oscar estuvo apunto de cerrar los ojos y apretar los puños, porque el remolino de sensaciones que le agitaban de arriba a abajo todo el organismo su mente podía encajarlos en un momento concreto, en aquel instante decisivo...
Había adormecido por completo la utilización del instinto al que tanto se hubo aferrado cuando llegó a tierras francesas, y ahora que era cortesano, que había utilizado su cuerpo para asuntos menos intrínsecos que la urgencia y necesidad que le invadió el día que dejó de ser virgen; ahora que había renacido para vivir en el desengaño que era incluso más hogar que Polonia o Francia... ahora se despertaba para decirle algo, aunque todavía no supiera el qué... aunque todavía no se creyera nada. Si llegaba tarde para algo, era para eso.
Llamadme un joven de manías cursis, pero si es el lugar y el momento para algo, ese algo me gustaría averiguarlo a varios metros de distancia -impuso, firme, sereno, usando la carcasa que le ofrecía el exterior como siempre-. No es que os considere poco atractiva, pero sin duda aún no lo sois tanto como el refugio de una cama bien mullida, y para experimentarlo necesito estar vivo. O por lo menos, no tener que hacerle daño a nadie para dormir con la conciencia limpia.
Había adormecido por completo la utilización del instinto al que tanto se hubo aferrado cuando llegó a tierras francesas, y ahora que era cortesano, que había utilizado su cuerpo para asuntos menos intrínsecos que la urgencia y necesidad que le invadió el día que dejó de ser virgen; ahora que había renacido para vivir en el desengaño que era incluso más hogar que Polonia o Francia... ahora se despertaba para decirle algo, aunque todavía no supiera el qué... aunque todavía no se creyera nada. Si llegaba tarde para algo, era para eso.
Llamadme un joven de manías cursis, pero si es el lugar y el momento para algo, ese algo me gustaría averiguarlo a varios metros de distancia -impuso, firme, sereno, usando la carcasa que le ofrecía el exterior como siempre-. No es que os considere poco atractiva, pero sin duda aún no lo sois tanto como el refugio de una cama bien mullida, y para experimentarlo necesito estar vivo. O por lo menos, no tener que hacerle daño a nadie para dormir con la conciencia limpia.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Remember me.
Era suyo. O por lo menos, a punto de serlo. ¿Qué estaría pasando por su interior? La vampiresa no estaba en situación de detenerse a divagar. Su garganta ardía pidiendo sangre, y si se descuidaba, acabaría dejando a aquel hombre seco. Tic tac. Los segundos pasaban lentamente, esperando una respuesta por parte de él o un ataque por parte de ella. La gota de sangre carmesí que había escapado, rebelde, entre los labios de Aryel resbalaba ahora por su mentón, dándole un aspecto de terrible depredador acechando a su presa. Ella no tardó en acabar con su recorrido, posando suavemente las yemas de los dedos en su barbilla. Una y otra vez, la "joven" reprimía sus mortíferos instintos. Hasta que fue él el que dio el paso.
Su respuesta no pudo sino sorprender a la confiada vampiresa. Había pensado que con desplegar un poco de su encanto caería. ¿Qué había ocurrido con aquel joven inocente e influenciable? Parecía verdaderamente cambiado. Pero aquella sorprendente resistencia no hizo más que añadirle emoción a su juego. En contraposición a sus palabras, ella se acercó más. Escasos y asustados centímetros separaban un cuerpo de otro, y un intento de encantadora sonrisa cambió el gesto de Aryel.
-Usted lo ha dicho, aún.-Alzó su brazo derecho, suavemente, hasta depositarlo alrededor de su cuello, acariciando con dedos firmes su nuca. Entreabrió los labios, juguetona. Su "encanto" aumenta por momentos, y sus orbes esmeralda exigían pleitesía. Adoraba el calor que emitía el cuerpo del hombre, en contraste con sus dedos glaciares. Y sin embargo, no podía dejarse llevar. Escuchaba su corazón latiendo a ritmo desenfrenado debido a la cercanía de la depredadora. La boca se le hacía agua con tan solo imaginar la profanación de su garganta. Pero aguantaría, por la diversión que le inspiraba aterrorizar a sus víctimas.
-Oh, aléjese pues.- le ofreció con una sonrisa torcida. Físicamente, Aryel no se opondría. Sin embargo, sus gestos, su mirada, su capacidad de encandilar exigían todo lo contrario. Que se quedara. Que la divirtiera un rato más y que después... ¿Le sirviera de alimento? Eso aún estaba por debatir, pero no era una idea tan descabellada. Ya ni era virgen ni era inocente. Mantenerlo con vida no tendría más sentido que conservar un juguete en sus manos. Un juguete, además, tan apetecible. Ella seguía obsesionada con su yugular, el latido de su corazón, el calor de su cuerpo. Tan solo esperaba su reacción. ¿Sería capaz de resistírsele, una vez más? Lo consideraba tan improbable como que algún día llegase a llover sangre.
Su respuesta no pudo sino sorprender a la confiada vampiresa. Había pensado que con desplegar un poco de su encanto caería. ¿Qué había ocurrido con aquel joven inocente e influenciable? Parecía verdaderamente cambiado. Pero aquella sorprendente resistencia no hizo más que añadirle emoción a su juego. En contraposición a sus palabras, ella se acercó más. Escasos y asustados centímetros separaban un cuerpo de otro, y un intento de encantadora sonrisa cambió el gesto de Aryel.
-Usted lo ha dicho, aún.-Alzó su brazo derecho, suavemente, hasta depositarlo alrededor de su cuello, acariciando con dedos firmes su nuca. Entreabrió los labios, juguetona. Su "encanto" aumenta por momentos, y sus orbes esmeralda exigían pleitesía. Adoraba el calor que emitía el cuerpo del hombre, en contraste con sus dedos glaciares. Y sin embargo, no podía dejarse llevar. Escuchaba su corazón latiendo a ritmo desenfrenado debido a la cercanía de la depredadora. La boca se le hacía agua con tan solo imaginar la profanación de su garganta. Pero aguantaría, por la diversión que le inspiraba aterrorizar a sus víctimas.
-Oh, aléjese pues.- le ofreció con una sonrisa torcida. Físicamente, Aryel no se opondría. Sin embargo, sus gestos, su mirada, su capacidad de encandilar exigían todo lo contrario. Que se quedara. Que la divirtiera un rato más y que después... ¿Le sirviera de alimento? Eso aún estaba por debatir, pero no era una idea tan descabellada. Ya ni era virgen ni era inocente. Mantenerlo con vida no tendría más sentido que conservar un juguete en sus manos. Un juguete, además, tan apetecible. Ella seguía obsesionada con su yugular, el latido de su corazón, el calor de su cuerpo. Tan solo esperaba su reacción. ¿Sería capaz de resistírsele, una vez más? Lo consideraba tan improbable como que algún día llegase a llover sangre.
Aryel*- Vampiro Clase Media
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Re: Remember me.
Un relámpago de confusión le nubló los ojos cuando la mujer rodeó su cuello con una mano. Pero no fue un relámpago de fuera, no estaba lloviendo (aunque si hubiera sido así, las gotas plomizas del cielo no habrían supuesto un mayor congelamiento que el que pasó a recorrerle de arriba a abajo en ese momento) sino de dentro, de un caos interno que se había cobrado la entrada al espectáculo de su vida con demasiado retraso, aun cuando había sido el encargado de organizarlo.
No tragó saliva, no respiró hasta frenarse en sus pupilas abarrotadas de enfermedad, hasta bajar la mirada debido a su continua negación personal y detenerla en el recorrido tormentoso del hilillo de sangre que manaba de la comisura de aquellos labios. De repente, no supo muy bien si quería mirarlo hasta acabar viéndose en el reflejo rojo, o si quería acercar sus yemas para manchárselas del frío de la carne de ella y el calor del líquido de una vida extinta... O si la confusión de cada pensamiento estaba allí porque ya lo había deseado antes.
Como si un pesado yunque le colgara del brazo, movió una de sus manos hasta el interior de un bolsillo y la otra se quedó clavada en el costado de su muslo. Los diez dedos se le cortosionaron como las formas de unas garras, preparadas al acecho de un peligro que olisqueaban y que vencían a un temor que no residía en el cariz psicótico de la escena con el cadáver o de la ineludible sensación de muerte que correteaba por la figura de su depredadora. No podía dar un solo paso, pero además tampoco estaba en sus cálculos. No había cálculos, sólo dolor, ansia enrojecida y la total intención de defenderse, por muy en evidencia que estuviera quedando su raciocinio.
Pues intuía que, de todas maneras, eso a ella no la alimentaba.
Sí, yo digo muchas cosas -replicó, a cada sílaba más firme (por dentro, más palpitante)-. Y no creo que me dé por alejarme, seguro que para vos no resulta una grata sorpresa, menudo lastre. Sin embargo, para mí es un verdadero incordio, quizá le apetezca ser condescendiente para romper un poco con la rutina diaria e indicarme cómo salir de este embrollo.
No tragó saliva, no respiró hasta frenarse en sus pupilas abarrotadas de enfermedad, hasta bajar la mirada debido a su continua negación personal y detenerla en el recorrido tormentoso del hilillo de sangre que manaba de la comisura de aquellos labios. De repente, no supo muy bien si quería mirarlo hasta acabar viéndose en el reflejo rojo, o si quería acercar sus yemas para manchárselas del frío de la carne de ella y el calor del líquido de una vida extinta... O si la confusión de cada pensamiento estaba allí porque ya lo había deseado antes.
Como si un pesado yunque le colgara del brazo, movió una de sus manos hasta el interior de un bolsillo y la otra se quedó clavada en el costado de su muslo. Los diez dedos se le cortosionaron como las formas de unas garras, preparadas al acecho de un peligro que olisqueaban y que vencían a un temor que no residía en el cariz psicótico de la escena con el cadáver o de la ineludible sensación de muerte que correteaba por la figura de su depredadora. No podía dar un solo paso, pero además tampoco estaba en sus cálculos. No había cálculos, sólo dolor, ansia enrojecida y la total intención de defenderse, por muy en evidencia que estuviera quedando su raciocinio.
Pues intuía que, de todas maneras, eso a ella no la alimentaba.
Sí, yo digo muchas cosas -replicó, a cada sílaba más firme (por dentro, más palpitante)-. Y no creo que me dé por alejarme, seguro que para vos no resulta una grata sorpresa, menudo lastre. Sin embargo, para mí es un verdadero incordio, quizá le apetezca ser condescendiente para romper un poco con la rutina diaria e indicarme cómo salir de este embrollo.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Remember me.
No la recordaba. Podía entender que debido a la oscuridad no distinguiese su rostro o su mirada. Pero las cercanías eran innegables, y hasta la torpe mirada humana podría contemplar su rostro. ¿Por qué no la recordaba? ¿Sería tan solo su aspecto o la experiencia en general? ¿Se habría equivocado de hombre? No, eso era seguro. ¡Qué complicado era aquello de dejar a sus presas vivitas y coleando! Lo único que le satisfacía era el horror en los ojos de su divertido compañero. Parecía perdido, desolado, como todos los demás. Por fin caería bajo su yugo. Había resistido estoicamente, pero era hora de que las tonterías se acabasen.
La mirada de él descendió, incapaz de soportar el dolor camuflado de la de ella. Se detuvo en la rebelde gota. Si no recordaba mal, el joven no conocía nada de las criaturas sobrenaturales, o al menos eso parecía. ¿Habría cambiado la situación? ¿Sería consciente de que estaba siendo acariciado por una semidiosa? Respecto a las caricias, no se detuvieron, tan solo se volvieron más pausadas, enigmáticas, sensuales, luchando por revolucionar todas y cada una de las hormonas de su interior.
Notaba la tensión de su cuerpo. Estaba agarrotado, casi aterrorizado. Dudaba de que siquiera pudiese moverse, y, sin embargo, le respondió. Firme, a escasa distancia de resultar altivo, sarcástico. Durante un instante, aquella rebeldía enfureció a Aryel. Frunció el ceño en una mueca terrible. Y sin embargo, pasados unos segundos, aquel arrebato se esfumó de la misma manera que había llegado, y fue sustituido por una risilla cantarina. La distancia entre sus rostros fue acortándose, cortesía de la vampiresa, hasta que llegó un momento en el cual los labios de la rusa rozaban la oreja izquierda del polaco. Jugueteó momentáneamente, entre las caricias a su nuca y los suaves roces a su oreja.
-No creo que haga falta que sea yo la que le indique como salir de esto. Ya salió una vez, ¿por qué no vuelve a intentarlo?- ronroneó entre divertidas risas. Dejándolo cavilar sobre sus palabras, la boca de Aryel descendió hasta el comienzo de su mandíbula. Podía sentir la sangre fluyendo debajo de su piel, tal vez huyendo de la crueldad vampírica. De haber tenido corazón, sus latido habrían aumentado considerablemente. De haber necesitado respirar, su respiración se hubiese acelerado. Sin embargo, ni tenía el primero ni necesitaba lo segundo, así que su físico se mostró indiferente ante la excitación de la cercanía de su sangre. Entre besos y roces, sus labios se aproximaron lentamente a la yugular.
Pero no. No podía. Sabía que si perdía el control un momento, no lo recuperaría hasta que el tercer cuerpo inerte chocara con un ruido sordo contra el suelo. Y, sin siquiera conocer la respuesta a ese por qué, no deseaba dejar aquel cuerpo extinto de vida. Tal vez por no menospreciar el esfuerzo que tuvo que realizar la noche de su primer encuentro para no rasgar su piel, o la diversión posterior que podría nacer del adorable caos que regía con mano dura el interior del hombre. Así que, bruscamente, casi como movida por un resorte, se alejó, deshaciendo todo contacto con él, varios metros de distancia. Clavando su mirada esmeralda en la del hombre que había escapado de sus colmillos por segunda vez, murmuró un "Menuda porquería de memoria humana", algo que para él tuvo que sonar prácticamente inaudible.
La mirada de él descendió, incapaz de soportar el dolor camuflado de la de ella. Se detuvo en la rebelde gota. Si no recordaba mal, el joven no conocía nada de las criaturas sobrenaturales, o al menos eso parecía. ¿Habría cambiado la situación? ¿Sería consciente de que estaba siendo acariciado por una semidiosa? Respecto a las caricias, no se detuvieron, tan solo se volvieron más pausadas, enigmáticas, sensuales, luchando por revolucionar todas y cada una de las hormonas de su interior.
Notaba la tensión de su cuerpo. Estaba agarrotado, casi aterrorizado. Dudaba de que siquiera pudiese moverse, y, sin embargo, le respondió. Firme, a escasa distancia de resultar altivo, sarcástico. Durante un instante, aquella rebeldía enfureció a Aryel. Frunció el ceño en una mueca terrible. Y sin embargo, pasados unos segundos, aquel arrebato se esfumó de la misma manera que había llegado, y fue sustituido por una risilla cantarina. La distancia entre sus rostros fue acortándose, cortesía de la vampiresa, hasta que llegó un momento en el cual los labios de la rusa rozaban la oreja izquierda del polaco. Jugueteó momentáneamente, entre las caricias a su nuca y los suaves roces a su oreja.
-No creo que haga falta que sea yo la que le indique como salir de esto. Ya salió una vez, ¿por qué no vuelve a intentarlo?- ronroneó entre divertidas risas. Dejándolo cavilar sobre sus palabras, la boca de Aryel descendió hasta el comienzo de su mandíbula. Podía sentir la sangre fluyendo debajo de su piel, tal vez huyendo de la crueldad vampírica. De haber tenido corazón, sus latido habrían aumentado considerablemente. De haber necesitado respirar, su respiración se hubiese acelerado. Sin embargo, ni tenía el primero ni necesitaba lo segundo, así que su físico se mostró indiferente ante la excitación de la cercanía de su sangre. Entre besos y roces, sus labios se aproximaron lentamente a la yugular.
Pero no. No podía. Sabía que si perdía el control un momento, no lo recuperaría hasta que el tercer cuerpo inerte chocara con un ruido sordo contra el suelo. Y, sin siquiera conocer la respuesta a ese por qué, no deseaba dejar aquel cuerpo extinto de vida. Tal vez por no menospreciar el esfuerzo que tuvo que realizar la noche de su primer encuentro para no rasgar su piel, o la diversión posterior que podría nacer del adorable caos que regía con mano dura el interior del hombre. Así que, bruscamente, casi como movida por un resorte, se alejó, deshaciendo todo contacto con él, varios metros de distancia. Clavando su mirada esmeralda en la del hombre que había escapado de sus colmillos por segunda vez, murmuró un "Menuda porquería de memoria humana", algo que para él tuvo que sonar prácticamente inaudible.
Aryel*- Vampiro Clase Media
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Re: Remember me.
Ya salió una vez, ¿por qué no vuelve a intentarlo?
Y entonces fue cuando prefirió la demencia del frío en los dedos de la mujer agarrotándole todo desde el putísimo cuello. La frase fue un garrotazo en el estómago, una sacudida en el cerebro, una descarga en los ojos... ¿Qué cojones pasaba ahora? ¿Cómo ahora? ¿Por qué ahora (y no hacía diez años)? De repente empezó a recordar otra clase de frío, el frío del asfalto por sus huesos, las pisadas de la gente bordeando su cuerpo como si quisieran deshacer las líneas de un dibujo a patadas. El brazo empezó a dolerle, como si la sangre de la misteriosa homicida de repente brotaran de su propia piel. Y tuvo que soltar lo que estaba pensando antes de aparecer moribundo en la cama del burdel de Ewa.
No es posible -escupió, en lugar de un contundente 'Eres tú'.
Sí, tenía miedo. Estaba aterrorizado, pero no de ella ni del muerto derrumbado en el suelo, ni de estar solo ante un peligro físico... Estaba aterrorizado porque si aquello era verdad, si de repente un rasguño de su pasado había hecho una grieta en un presente que sólo estaba allí como resultado... No, llevaba demasiado tiempo resignado, no podía ser tan puñeteramente fácil. De repente, una noche como otra cualquiera, caminando por los callejones de mala muerte, la encontraba... como si entre el paisaje oscuro y desolado de Polonia y el de Francia no hubiera apenas diferencia.
Sin embargo, en Oscar ya había una diferencia, nada podía cambiar eso, porque precisamente, si aquella muchacha se trataba de quien creía, era lo que le había vuelto distinto. Y lo agradecía, porque de no ser así continuaría siendo un despojo inalcanzable que sólo sobrevivía en aquel barrio de Wroclaw. La sensación que entonces le asaltaba y que había empezado a temer hacía tiempo era que quizá, lo único que había cambiado desde aquel día era el lugar... siendo un despojo inalcanzable que sólo sobrevivía en Francia.
De repente, se sentía un imbécil... Había pasado gran parte de su vida en aquellas tierras para buscarla, pero ¿Para qué? ¿Para saludarla? ¿Para saber cosas de ella? ¿Para darle las gracias? A fin de cuentas, le había hecho renacer sin ni siquiera ser consciente de ello, pero eso no quería decir que su destino estuviera en padecer aquel reencuentro. Siempre supuso que por eso apenas recordaba su aspecto físico, que lo único que necesitaba era sentir lo que sintió aquella primera vez. Pero nunca contó con la posibilidad de que al verla de nuevo, fuera a tener miedo de volver a sentirlo.
¿Puedo acompañaros hasta vuestra casa?
Patético, sin duda. El momento que había estado esperando desde que se convirtió en inmigrante y ahora le asaltaba el orgullo. Porque ¿Cómo cojones no iba a reírse en su cara, si le confesaba hasta qué punto había formado parte de su vida? ¿Cómo cojones no iba a cegarse ante la razón de todo que tenía en mente? (¿Por qué... ¿Por qué él? ¿Por qué, si sólo era un criajo moribundo?)
Si os quedáis demasiado tiempo en pleno delito, podría venir alguien... Alguien mucho menos apetecible que yo.
Y entonces fue cuando prefirió la demencia del frío en los dedos de la mujer agarrotándole todo desde el putísimo cuello. La frase fue un garrotazo en el estómago, una sacudida en el cerebro, una descarga en los ojos... ¿Qué cojones pasaba ahora? ¿Cómo ahora? ¿Por qué ahora (y no hacía diez años)? De repente empezó a recordar otra clase de frío, el frío del asfalto por sus huesos, las pisadas de la gente bordeando su cuerpo como si quisieran deshacer las líneas de un dibujo a patadas. El brazo empezó a dolerle, como si la sangre de la misteriosa homicida de repente brotaran de su propia piel. Y tuvo que soltar lo que estaba pensando antes de aparecer moribundo en la cama del burdel de Ewa.
No es posible -escupió, en lugar de un contundente 'Eres tú'.
Sí, tenía miedo. Estaba aterrorizado, pero no de ella ni del muerto derrumbado en el suelo, ni de estar solo ante un peligro físico... Estaba aterrorizado porque si aquello era verdad, si de repente un rasguño de su pasado había hecho una grieta en un presente que sólo estaba allí como resultado... No, llevaba demasiado tiempo resignado, no podía ser tan puñeteramente fácil. De repente, una noche como otra cualquiera, caminando por los callejones de mala muerte, la encontraba... como si entre el paisaje oscuro y desolado de Polonia y el de Francia no hubiera apenas diferencia.
Sin embargo, en Oscar ya había una diferencia, nada podía cambiar eso, porque precisamente, si aquella muchacha se trataba de quien creía, era lo que le había vuelto distinto. Y lo agradecía, porque de no ser así continuaría siendo un despojo inalcanzable que sólo sobrevivía en aquel barrio de Wroclaw. La sensación que entonces le asaltaba y que había empezado a temer hacía tiempo era que quizá, lo único que había cambiado desde aquel día era el lugar... siendo un despojo inalcanzable que sólo sobrevivía en Francia.
De repente, se sentía un imbécil... Había pasado gran parte de su vida en aquellas tierras para buscarla, pero ¿Para qué? ¿Para saludarla? ¿Para saber cosas de ella? ¿Para darle las gracias? A fin de cuentas, le había hecho renacer sin ni siquiera ser consciente de ello, pero eso no quería decir que su destino estuviera en padecer aquel reencuentro. Siempre supuso que por eso apenas recordaba su aspecto físico, que lo único que necesitaba era sentir lo que sintió aquella primera vez. Pero nunca contó con la posibilidad de que al verla de nuevo, fuera a tener miedo de volver a sentirlo.
¿Puedo acompañaros hasta vuestra casa?
Patético, sin duda. El momento que había estado esperando desde que se convirtió en inmigrante y ahora le asaltaba el orgullo. Porque ¿Cómo cojones no iba a reírse en su cara, si le confesaba hasta qué punto había formado parte de su vida? ¿Cómo cojones no iba a cegarse ante la razón de todo que tenía en mente? (¿Por qué... ¿Por qué él? ¿Por qué, si sólo era un criajo moribundo?)
Si os quedáis demasiado tiempo en pleno delito, podría venir alguien... Alguien mucho menos apetecible que yo.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Remember me.
Bingo. Dos frases habían hundido su noche como no lo había hecho su presencia vampírica. Aryel tenía cada vez mas claro que él continuaba al margen del mundo sobrenatural. Un velo protector, por así llamarlo, que seguramente sería destrozado en breves por la vampiresa. Conforme la idea iba calando en su mente, la desesperación se hacía notar con más fuerza en su rostro. Ella sonrió, sarcástica, altiva, tenebrosa. "No es posible" fue la primera reacción del joven. Negación, ¿primera fase?
-Vivita y coleando-. Hizo rodar sus orbes esmeraldas, dándole a entender lo aburrida que le resultaba la confusión del polaco.
¿Qué le estaría pasando por la mente? Estaba claro que por fin había centrado su rostro. ¿Cómo la recordaría? Habían pasado... ¿10 años? Suficiente para que la memoria humana comenzase a distorsionar las formas y los recuerdos. Hacía siglos que ella no se frustraba al intentar recordar algo. Es lo que tiene ser un ser sobrenatural, alcanzar la perfección en la mayoría de los sentidos.
Los segundos pasaban con lentitud. El rostro de él era tomo un poema, reflejo de las emociones que arrasaban su interior. Un destello divertido cruzó los ojos de Aryel ¿Tanto impacto había causado en su vida? Estaba claro que si ella se encontraba con el hijo de puta que la transformó, la reacción no sería menos, pero no era consciente de hasta que punto había influido en la vida de aquel inocente muchacho.
La diversión se esfumó, tan efímera como la primavera. Su propuesta no le hacía ninguna gracia. parecía no entender la gravedad de la situación. ¿De verdad deseaba pasar más tiempo con una asesina declarada? ¿Qué pasaba por la cabeza de los jóvenes de hoy en día? ¡Todos suicidas!
-Verás, sé que la ignorancia humana llega a ser demasiado atrevida, pero parece ser que no comprendes. Por razones que deseas desconocer, has estado a punto de... ¿Cómo decirlo? ¿Morir? En fin, llámalo como quieras, pero el peligro era evidente. Sin embargo, las dos veces has escapado. ¿Realmente quieres intentarlo de nuevo? Ya sabes, dicen que a la tercera va la vencida.- le respondió, pausadamente, aburrida de la educación y pasando a nombrarlo de una forma más cercana, dado su "pasado" juntos.- Pero adelante, haz lo que quieras, no digas que no te he avisado.- aunque, a decir verdad, si las precauciones de la vampiresa estaban en lo cierto, aquel joven carecería de tiempo para abrir la boca y quejarse antes de que la sangre dejase de correr por sus venas.
La vampiresa rió ante su siguiente frase. ¿De verdad estaba preocupado por su destino? ¿Por ajusticiar a una asesina? ¡Ella se recordaba mucho más simple de humana! Se guardó para sí misma un "continuas sin entenderlo, yo soy Dios y la justicia se toma por mi mano". Realmente, deseaba mantener con un poco de intriga el juego. Ponerle las pistas masticadas en la boca, como había hecho antes no era divertido. Prefería el enigma, el temor a descubrir la fatalidad, a intentar resolver un puzle que te condenará el resto de tu vida, o no vida.
-¿Cómo decías que te llamabas?- preguntó, después del silencio ante su anterior sugerencia. Realmente, los problemas de ese tipo eran algo que le resbalaba. Solo tendría que camelar a algún alguacil corrupto, o matar a un par de personas más. No era algo de lo que preocuparse en ese momento. Pero, por supuesto, no tranquilizó a su acompañante.- Ah, y, por cierto, ¿cómo tú por París?-.
-Vivita y coleando-. Hizo rodar sus orbes esmeraldas, dándole a entender lo aburrida que le resultaba la confusión del polaco.
¿Qué le estaría pasando por la mente? Estaba claro que por fin había centrado su rostro. ¿Cómo la recordaría? Habían pasado... ¿10 años? Suficiente para que la memoria humana comenzase a distorsionar las formas y los recuerdos. Hacía siglos que ella no se frustraba al intentar recordar algo. Es lo que tiene ser un ser sobrenatural, alcanzar la perfección en la mayoría de los sentidos.
Los segundos pasaban con lentitud. El rostro de él era tomo un poema, reflejo de las emociones que arrasaban su interior. Un destello divertido cruzó los ojos de Aryel ¿Tanto impacto había causado en su vida? Estaba claro que si ella se encontraba con el hijo de puta que la transformó, la reacción no sería menos, pero no era consciente de hasta que punto había influido en la vida de aquel inocente muchacho.
La diversión se esfumó, tan efímera como la primavera. Su propuesta no le hacía ninguna gracia. parecía no entender la gravedad de la situación. ¿De verdad deseaba pasar más tiempo con una asesina declarada? ¿Qué pasaba por la cabeza de los jóvenes de hoy en día? ¡Todos suicidas!
-Verás, sé que la ignorancia humana llega a ser demasiado atrevida, pero parece ser que no comprendes. Por razones que deseas desconocer, has estado a punto de... ¿Cómo decirlo? ¿Morir? En fin, llámalo como quieras, pero el peligro era evidente. Sin embargo, las dos veces has escapado. ¿Realmente quieres intentarlo de nuevo? Ya sabes, dicen que a la tercera va la vencida.- le respondió, pausadamente, aburrida de la educación y pasando a nombrarlo de una forma más cercana, dado su "pasado" juntos.- Pero adelante, haz lo que quieras, no digas que no te he avisado.- aunque, a decir verdad, si las precauciones de la vampiresa estaban en lo cierto, aquel joven carecería de tiempo para abrir la boca y quejarse antes de que la sangre dejase de correr por sus venas.
La vampiresa rió ante su siguiente frase. ¿De verdad estaba preocupado por su destino? ¿Por ajusticiar a una asesina? ¡Ella se recordaba mucho más simple de humana! Se guardó para sí misma un "continuas sin entenderlo, yo soy Dios y la justicia se toma por mi mano". Realmente, deseaba mantener con un poco de intriga el juego. Ponerle las pistas masticadas en la boca, como había hecho antes no era divertido. Prefería el enigma, el temor a descubrir la fatalidad, a intentar resolver un puzle que te condenará el resto de tu vida, o no vida.
-¿Cómo decías que te llamabas?- preguntó, después del silencio ante su anterior sugerencia. Realmente, los problemas de ese tipo eran algo que le resbalaba. Solo tendría que camelar a algún alguacil corrupto, o matar a un par de personas más. No era algo de lo que preocuparse en ese momento. Pero, por supuesto, no tranquilizó a su acompañante.- Ah, y, por cierto, ¿cómo tú por París?-.
Aryel*- Vampiro Clase Media
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Re: Remember me.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué...? ¿Por qué, y de aquella manera? ¿Por qué después de imaginarse tantas posibilidades, tantas formas de reencuentro, todas tan distintas y algo más purgadoras que sentir cómo quería explotar igual que un globo usado que todo el mundo ha chupeteado demasiado?
No entendía nada de lo que estaba queriendo decirle... Sí, había un puto muerto, sí, ella era la culpable y sin duda, no parecía avergonzarse de ello. Oscar nunca había necesitado creer que la muchacha que estaba buscando fuera trigo limpio, el trigo limpio era tan asquerosamente subjetivo y escaseante que ni se permitia que la reflexión se acercara lo más mínimo a la imagen idealizada de la mujer que volvía a toparse en su vida...
Pero era su vida, a fin de cuentas. Y ella la maldita huella imborrable que incluso sin aquel encontronazo hubiera continuado allí encajada. Si pensaba que podía dirigirse a él de esa manera tan jodidamente casual, aprovechándose de su confusión para hablar como si fuera una diosa... Puede que lo fuera y precisamente su influencia no se encargara de rebatirlo, pero no tenía la obligación de saberlo después de diez años y ahora esto.
¿Qué coño me estás contando? ¿Qué coño se supone que tendría que hacer según ese aviso? ¿Largarme después de todo este tiempo? ¡No importa cómo cojones me llame ni porqué diablos esté en París! ¿Cómo cojones te llamas tú y por qué... -se detuvo, cayendo en la cuenta de que el único por qué que buscaba no estaba relacionado con su estancia allí. Ella era libre de ir adonde quisiera, sólo se acostó con él... Pero ¿Por qué con él? No estaba preparado para escucharse a sí mismo tan patéticamente, iba a reírse de él. Toda su existencia iba a resumirse a una burda carcajada y a una sonrisa femenina que le contemplaba por encima del hombro- ¡Sigues con el mismo aspecto que hace diez años y ahora de repente te encuentro y... ¡¿Me estás queriendo decir que lo que pasó en Polonia fue un sustituto a tener que acabar como ese pedazo de carne?! -señaló sin ningún tipo de contemplaciones hacia el cadáver, y tampoco sin apartar sus coléricas y desvididas pupilas de las de ella, como si lo único que tuviera relevancia en aquel escenario fuera la existencia pagana de la mujer que definitivamente siempre perseguiría la suya- ¡Con eso lo único que saco en clave ahora es que si continuo vivo es porque nadie me quiso muerto entonces, puesto que sigo en las mismas ponzoñosas situaciones que cuando me pegaron un tiro y no había nadie! ¡Pero tú sí fuíste alguien... tú sí eres alguien, y dices que estaba en peligro! ¡¿Cómo se suponía que tenía que interpretarte?! ¡¿Como el relevo a la bala que desvió su camino y ahora lo retoma, no sin antes un poco de caridad para no perder la costumbre?!
Caminó unos pasos decididos hasta chafar algo de los metros que los separaban y se quedó a mitad, pero transmitiendo la certeza firme de que no le hacía falta aproximarse más, porque su mirada se alzaba imbatiblemente taladradora y certera.
¡¿Sabes lo que ha sido estar en peligro evidente de verdad?! ¡Todo lo que viví antes de conocerte y todo lo que viví después de que te fueras! ¡Pero esto de ahora... esto que me dices... ¡¿Se confirma que he seguido caminando para nada y todo por una perdonavidas?! ¡Si sólo soy un despojo que igual puede morir en tus manos con diecesiete años en un burdel que con veintisiete en mitad de un callejón oscuro, entonces adelante! -extrajo las manos de sus bolsillos- ¡Porque ni aun con una muerte segura voy a dejar de defenderme, por lo menos nos lo debo a los dos! ¡Y eso que dices de que 'escapé' sería por tu parte, porque por la mía no he dejado de imaginar el momento de volver a verte desde que me fuí de aquella mierda de sitio donde no era nada en absoluto!
No entendía nada de lo que estaba queriendo decirle... Sí, había un puto muerto, sí, ella era la culpable y sin duda, no parecía avergonzarse de ello. Oscar nunca había necesitado creer que la muchacha que estaba buscando fuera trigo limpio, el trigo limpio era tan asquerosamente subjetivo y escaseante que ni se permitia que la reflexión se acercara lo más mínimo a la imagen idealizada de la mujer que volvía a toparse en su vida...
Pero era su vida, a fin de cuentas. Y ella la maldita huella imborrable que incluso sin aquel encontronazo hubiera continuado allí encajada. Si pensaba que podía dirigirse a él de esa manera tan jodidamente casual, aprovechándose de su confusión para hablar como si fuera una diosa... Puede que lo fuera y precisamente su influencia no se encargara de rebatirlo, pero no tenía la obligación de saberlo después de diez años y ahora esto.
¿Qué coño me estás contando? ¿Qué coño se supone que tendría que hacer según ese aviso? ¿Largarme después de todo este tiempo? ¡No importa cómo cojones me llame ni porqué diablos esté en París! ¿Cómo cojones te llamas tú y por qué... -se detuvo, cayendo en la cuenta de que el único por qué que buscaba no estaba relacionado con su estancia allí. Ella era libre de ir adonde quisiera, sólo se acostó con él... Pero ¿Por qué con él? No estaba preparado para escucharse a sí mismo tan patéticamente, iba a reírse de él. Toda su existencia iba a resumirse a una burda carcajada y a una sonrisa femenina que le contemplaba por encima del hombro- ¡Sigues con el mismo aspecto que hace diez años y ahora de repente te encuentro y... ¡¿Me estás queriendo decir que lo que pasó en Polonia fue un sustituto a tener que acabar como ese pedazo de carne?! -señaló sin ningún tipo de contemplaciones hacia el cadáver, y tampoco sin apartar sus coléricas y desvididas pupilas de las de ella, como si lo único que tuviera relevancia en aquel escenario fuera la existencia pagana de la mujer que definitivamente siempre perseguiría la suya- ¡Con eso lo único que saco en clave ahora es que si continuo vivo es porque nadie me quiso muerto entonces, puesto que sigo en las mismas ponzoñosas situaciones que cuando me pegaron un tiro y no había nadie! ¡Pero tú sí fuíste alguien... tú sí eres alguien, y dices que estaba en peligro! ¡¿Cómo se suponía que tenía que interpretarte?! ¡¿Como el relevo a la bala que desvió su camino y ahora lo retoma, no sin antes un poco de caridad para no perder la costumbre?!
Caminó unos pasos decididos hasta chafar algo de los metros que los separaban y se quedó a mitad, pero transmitiendo la certeza firme de que no le hacía falta aproximarse más, porque su mirada se alzaba imbatiblemente taladradora y certera.
¡¿Sabes lo que ha sido estar en peligro evidente de verdad?! ¡Todo lo que viví antes de conocerte y todo lo que viví después de que te fueras! ¡Pero esto de ahora... esto que me dices... ¡¿Se confirma que he seguido caminando para nada y todo por una perdonavidas?! ¡Si sólo soy un despojo que igual puede morir en tus manos con diecesiete años en un burdel que con veintisiete en mitad de un callejón oscuro, entonces adelante! -extrajo las manos de sus bolsillos- ¡Porque ni aun con una muerte segura voy a dejar de defenderme, por lo menos nos lo debo a los dos! ¡Y eso que dices de que 'escapé' sería por tu parte, porque por la mía no he dejado de imaginar el momento de volver a verte desde que me fuí de aquella mierda de sitio donde no era nada en absoluto!
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Re: Remember me.
Ella se alzaba impasible sobre la calzada mientras él exponía, o más bien descargaba todo su sufrimiento. El volcán interno de Aryel borboteaba, amenazando con erupcionar. Sus palabras no le agradaban, sin embargo aguantó la verborrea sin pestañear. Las acusaciones calaban en ella, reconociéndolas como verdad pero no hiriéndose ante la perspectiva de ser un monstruo. Nadie le hablaba así. Ningún humano la hacía reflexionar sobre nada que no fuese comida. Y la salud mental del polaco lo pagaría caro.
Destellos cruzaban sus ojos como relámpagos brillantes. Su parte más sádica le exigía que lo acallase arrancándole de un mordisco las cuerdas vocales. La más benigna... Ah no, que de esa no tenía. La menos sádica aconsejaba hundirlo en el más oscuro abismo psicológico. Y, se dejó llevar por este último. La distancia se volvió a acortar. Él continuaba reprochándole su forma de ser. Ella seguía intacta ante sus ataques.
Su último grito desesperado sobrevoló sus cabezas, dejando un importante vacío entre ambos. El rostro de Aryel parecía divino, atemporal. Sus impetuosos pasos volvieron a acortar las distancias, sin embargo, esta vez no se detuvo al llegar hasta su posición, sino que se encargó de aprisionarlo con un brusco golpe contra la pared del callejón. La suave mano de la vampiresa rodeaba el cuello de su presa con maestría. Sus ojos pregonaban un terror demoníaco.
-Te estoy diciendo...-comenzó con voz suave, ausente de cualquier tipo de agitación.- que sigues vivo porque me diste pena. Te estoy diciendo que solo fuiste uno más. Tú tan solo eres un mortal, yo, soy Dios.- pausada, arrogante. Aquel uno más era falso, por supuesto. El sentimiento denominado pena y la homogeneidad de hombres eran ya en sí frases contradictorias. Ella no sentía nada, pero aquella vez fue la excepción a la regla, así que lo reconoció, sabiendo lo mucho que les hundía a los humanos honrados despertar ese sentimiento en la gente.- Claro que sé lo que es estar en peligro evidente. Lo he vivido en mis carnes y lo he provocado. Niño, ¿insinúas que hubo un antes y un después en tu vida cuando me conociste?- aquella información no le había gustado absolutamente nada. Nunca se había parado a pensarlo, pero se había transformado en la bestia que arruinó su vida.- Pues olvídame. No soy una perdonavidas. Soy una asesina y tú has sido la excepción. Y, lo único que estás a punto de conseguir es que deje de existir alguna excepción. Exactamente, lo has entendido. Tan solo un juguete que puede perecer bajo mi sombra cuando a mí me de la real gana.
El corazón el hombre latía a velocidades inimaginables. El rostro impávido de Aryel permitía denotar la seriedad del tema. No le gustaban los discursos, pero era importante dejarle claras un par de pautas. Era evidente que si lo mataba no le haría falta explicar ningún concepto, pero aquella situación alimentaba la maldad de su mente.
-Aquél día me divertiste porque tan solo eras un crío virgen. Ahora, ya no tienes mucho que ofrecerme. No más que cualquier otro.- omitió por supuesto la parte en la que confesaba que nunca más había tocado a ningún virgen y que la verdadera razón por la que todavía seguía intacto era la semejanza de aquella noche con su oscuro pasado.- Así que deseabas verme... Bien, pues aquí me tienes. ¿Tendré que seguir escuchando las tonterías de un ignorante humano obsesionado?- ¿entendería él porqué hablaba de los humanos en tercera persona? ¿O sería todo un gran interrogante? Pese a que el rostro de la joven seguía igual de serio, ya no destilaba horror a puñados. Tenía su vida en las manos. Si la estrechaba un poco, el polaco tendría que prescindir de su necesitado oxígeno. Y, sin embargo, lo único que hizo fue relajarla.- Puedes llamarme Aryel.
Destellos cruzaban sus ojos como relámpagos brillantes. Su parte más sádica le exigía que lo acallase arrancándole de un mordisco las cuerdas vocales. La más benigna... Ah no, que de esa no tenía. La menos sádica aconsejaba hundirlo en el más oscuro abismo psicológico. Y, se dejó llevar por este último. La distancia se volvió a acortar. Él continuaba reprochándole su forma de ser. Ella seguía intacta ante sus ataques.
Su último grito desesperado sobrevoló sus cabezas, dejando un importante vacío entre ambos. El rostro de Aryel parecía divino, atemporal. Sus impetuosos pasos volvieron a acortar las distancias, sin embargo, esta vez no se detuvo al llegar hasta su posición, sino que se encargó de aprisionarlo con un brusco golpe contra la pared del callejón. La suave mano de la vampiresa rodeaba el cuello de su presa con maestría. Sus ojos pregonaban un terror demoníaco.
-Te estoy diciendo...-comenzó con voz suave, ausente de cualquier tipo de agitación.- que sigues vivo porque me diste pena. Te estoy diciendo que solo fuiste uno más. Tú tan solo eres un mortal, yo, soy Dios.- pausada, arrogante. Aquel uno más era falso, por supuesto. El sentimiento denominado pena y la homogeneidad de hombres eran ya en sí frases contradictorias. Ella no sentía nada, pero aquella vez fue la excepción a la regla, así que lo reconoció, sabiendo lo mucho que les hundía a los humanos honrados despertar ese sentimiento en la gente.- Claro que sé lo que es estar en peligro evidente. Lo he vivido en mis carnes y lo he provocado. Niño, ¿insinúas que hubo un antes y un después en tu vida cuando me conociste?- aquella información no le había gustado absolutamente nada. Nunca se había parado a pensarlo, pero se había transformado en la bestia que arruinó su vida.- Pues olvídame. No soy una perdonavidas. Soy una asesina y tú has sido la excepción. Y, lo único que estás a punto de conseguir es que deje de existir alguna excepción. Exactamente, lo has entendido. Tan solo un juguete que puede perecer bajo mi sombra cuando a mí me de la real gana.
El corazón el hombre latía a velocidades inimaginables. El rostro impávido de Aryel permitía denotar la seriedad del tema. No le gustaban los discursos, pero era importante dejarle claras un par de pautas. Era evidente que si lo mataba no le haría falta explicar ningún concepto, pero aquella situación alimentaba la maldad de su mente.
-Aquél día me divertiste porque tan solo eras un crío virgen. Ahora, ya no tienes mucho que ofrecerme. No más que cualquier otro.- omitió por supuesto la parte en la que confesaba que nunca más había tocado a ningún virgen y que la verdadera razón por la que todavía seguía intacto era la semejanza de aquella noche con su oscuro pasado.- Así que deseabas verme... Bien, pues aquí me tienes. ¿Tendré que seguir escuchando las tonterías de un ignorante humano obsesionado?- ¿entendería él porqué hablaba de los humanos en tercera persona? ¿O sería todo un gran interrogante? Pese a que el rostro de la joven seguía igual de serio, ya no destilaba horror a puñados. Tenía su vida en las manos. Si la estrechaba un poco, el polaco tendría que prescindir de su necesitado oxígeno. Y, sin embargo, lo único que hizo fue relajarla.- Puedes llamarme Aryel.
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Re: Remember me.
Allí estaban, diez años y la única persona que podía reconocerle en aquel amasijo de tierra vacía y personas que no le miraban a los ojos a menos que hubieran pagado por revolcarse sobre su aliento y un atolladero de gemidos. Diez años y esa persona, esa puta persona reaparecía para decirle que no era nadie, desde luego nadie por el que mereciera la pena asomarse en mitad de una vida y decidir que quería viajar hasta otro país para reencontrarse con la punzada de sus pupilas.
Aryel... un nombre que asociar a las sacudidas placenteras del tacto inexperto, pero seguro, con el que se permitió recorrer los costados de sus senos y hacerse sangre en sus propios labios al mordérselos mientras su pulso se volvía sudor y su vista aceleraba las expresiones de aquella chica.
Aryel sí que le miró a los ojos, sí que le miraba a los ojos ahora, con toda esa sarta de veneno empaquetado que le agujereaba el cerebro hasta contaminar el resto de su cuerpo. Sus recuerdos permanecían intactos, de todas formas. La fogosidad inquietante, reveladora, visionaria... de lo que sintió y recordaba sentir en aquel instante contra aquella pared y la misma tensión cautivadora asfixiándole el cuello.
¿Tenía aquel sabor acuciante el mismo dolor fascinado que le zarandeaba de nuevo con otra epifanía?
Un placer -respondió. Seco, impasible, sin dejar de talar sus irises sobre los de ella, alzando un poco el mentón para acoplarse al agarre lo más llevaderamente posible-. O debería decir 'otro'.
Ya se estaba haciendo demasiado viejo para las epifanías.
Entiendo lo que coño estás diciendo, espero que no hayas confundido mi furia de antes con una confesión que esperan las damas de corte presas de un destino enlatado mientras no hacen otra cosa que fornicarse con la mente a mozos de cuadra y amantes de la reina de Portugal.
Puede que tuviera que agradecerle algo o que matarla por volver de su existencia un mapa discontinuo que había cambiado de ubicación por una mala orientación, digna de la de un pájaro caído. Ya había acabado renunciando a un reencuentro, a una explicación. No esperaba escucharla de boca de ella y ya se había pasado una década de reflexión y cientos de cajetillas de cerillas a su alrededor como para empezar a sonsacar algo metafísico de lo que la tipa gorgojeaba en ese callejón con tanta cólera.
Mujeres, había pensando en muy pocas ocasiones con el talante poco original de tantos hombres. No sabía si le asaltaba entonces, pero tampoco se hubiera culpado a sí mismo.
Resulta gracioso que te cabrees tanto, si tuviste la ocurrencia poco higiénica de mezclar tu saliva divina con un rabo mortal cualquiera, apechuga un ratito con la admiración mongólica que has causado como consecuencia. ¡A fin de cuentas, debes de estar acostumbrada! -chistó con sorna, mientras empezaba a recobrar el ritmo de una respiración tranquila, esta vez lejos de su boca y más cerca de sus orificios nasales- Lo de los juguetes está ya muy visto y en cualquier caso, yo no tengo la obligación de conocerme tu jodido perfil psicológico. Como bien has ilustrado ya, sólo follamos una noche y luego me quedé con un enorme deseo de curiosidad, pero eso no implica que mis fantasías coincidan con lo que te gusta hacer a ti por el mundo. Eso lo estoy descubriendo ahora. Pero como comprenderás, no lo voy a hacer ofreciéndote un ramo de flores.
Puta, se guardó en sus pensamientos. Aunque de todas formas, sabía que no era necesario.
Echó una última ojeada al cadáver y la expresión de asco le salió prácticamente instantánea, sintiendo de repente ganas de escupir sobre el cuerpo como si fuera un auto-ataque directo.
Diez putos años.
Por lo menos, nunca podría hacerse demasiado viejo para seguir queriendo saber más.
Y disculpa que no preste tanta atención a esos continuos comentarios de Dios y la mortalidad, pero no es lo que más me interesa en este momento... Será que soy raro de cojones -bufó y estuvo apunto de poner los ojos en blanco-. Pero lo que no soy es estúpido, nunca creí que nada de ese burdel fuera ni remotamente normal, muchísimo menos tú. ¿Qué eres? ¿Un espíritu o un demonio o algo por el estilo?
Aquella mujer... ¿Todavía se estaría pensando que todo reflejo de temor en el comportamiento de Oscar había sido por miedo a que acabara con él? No importaba si a manos de una asesina a secas o bajo las petreas garras del mismísimo Satanás; morir seguía siendo morir. Y por descontado, si el cortesano alguna vez en su vida había tenido miedo de eso, no acudía ni la mitad de veces a su memoria que la sonrisa de Aryel entre la macabra oscuridad de aquella habitación donde todo se dio la vuelta.
¿Antes preguntabas mi nombre por un interés real, Aryel? ¿O era sólo para escribirlo en la etiqueta de compra que venía en mi espalda cuando me sacaste de la juguetería?
Aryel... un nombre que asociar a las sacudidas placenteras del tacto inexperto, pero seguro, con el que se permitió recorrer los costados de sus senos y hacerse sangre en sus propios labios al mordérselos mientras su pulso se volvía sudor y su vista aceleraba las expresiones de aquella chica.
Aryel sí que le miró a los ojos, sí que le miraba a los ojos ahora, con toda esa sarta de veneno empaquetado que le agujereaba el cerebro hasta contaminar el resto de su cuerpo. Sus recuerdos permanecían intactos, de todas formas. La fogosidad inquietante, reveladora, visionaria... de lo que sintió y recordaba sentir en aquel instante contra aquella pared y la misma tensión cautivadora asfixiándole el cuello.
¿Tenía aquel sabor acuciante el mismo dolor fascinado que le zarandeaba de nuevo con otra epifanía?
Un placer -respondió. Seco, impasible, sin dejar de talar sus irises sobre los de ella, alzando un poco el mentón para acoplarse al agarre lo más llevaderamente posible-. O debería decir 'otro'.
Ya se estaba haciendo demasiado viejo para las epifanías.
Entiendo lo que coño estás diciendo, espero que no hayas confundido mi furia de antes con una confesión que esperan las damas de corte presas de un destino enlatado mientras no hacen otra cosa que fornicarse con la mente a mozos de cuadra y amantes de la reina de Portugal.
Puede que tuviera que agradecerle algo o que matarla por volver de su existencia un mapa discontinuo que había cambiado de ubicación por una mala orientación, digna de la de un pájaro caído. Ya había acabado renunciando a un reencuentro, a una explicación. No esperaba escucharla de boca de ella y ya se había pasado una década de reflexión y cientos de cajetillas de cerillas a su alrededor como para empezar a sonsacar algo metafísico de lo que la tipa gorgojeaba en ese callejón con tanta cólera.
Mujeres, había pensando en muy pocas ocasiones con el talante poco original de tantos hombres. No sabía si le asaltaba entonces, pero tampoco se hubiera culpado a sí mismo.
Resulta gracioso que te cabrees tanto, si tuviste la ocurrencia poco higiénica de mezclar tu saliva divina con un rabo mortal cualquiera, apechuga un ratito con la admiración mongólica que has causado como consecuencia. ¡A fin de cuentas, debes de estar acostumbrada! -chistó con sorna, mientras empezaba a recobrar el ritmo de una respiración tranquila, esta vez lejos de su boca y más cerca de sus orificios nasales- Lo de los juguetes está ya muy visto y en cualquier caso, yo no tengo la obligación de conocerme tu jodido perfil psicológico. Como bien has ilustrado ya, sólo follamos una noche y luego me quedé con un enorme deseo de curiosidad, pero eso no implica que mis fantasías coincidan con lo que te gusta hacer a ti por el mundo. Eso lo estoy descubriendo ahora. Pero como comprenderás, no lo voy a hacer ofreciéndote un ramo de flores.
Puta, se guardó en sus pensamientos. Aunque de todas formas, sabía que no era necesario.
Echó una última ojeada al cadáver y la expresión de asco le salió prácticamente instantánea, sintiendo de repente ganas de escupir sobre el cuerpo como si fuera un auto-ataque directo.
Diez putos años.
Por lo menos, nunca podría hacerse demasiado viejo para seguir queriendo saber más.
Y disculpa que no preste tanta atención a esos continuos comentarios de Dios y la mortalidad, pero no es lo que más me interesa en este momento... Será que soy raro de cojones -bufó y estuvo apunto de poner los ojos en blanco-. Pero lo que no soy es estúpido, nunca creí que nada de ese burdel fuera ni remotamente normal, muchísimo menos tú. ¿Qué eres? ¿Un espíritu o un demonio o algo por el estilo?
Aquella mujer... ¿Todavía se estaría pensando que todo reflejo de temor en el comportamiento de Oscar había sido por miedo a que acabara con él? No importaba si a manos de una asesina a secas o bajo las petreas garras del mismísimo Satanás; morir seguía siendo morir. Y por descontado, si el cortesano alguna vez en su vida había tenido miedo de eso, no acudía ni la mitad de veces a su memoria que la sonrisa de Aryel entre la macabra oscuridad de aquella habitación donde todo se dio la vuelta.
¿Antes preguntabas mi nombre por un interés real, Aryel? ¿O era sólo para escribirlo en la etiqueta de compra que venía en mi espalda cuando me sacaste de la juguetería?
Última edición por Oscar Llobregat el Mar Nov 08, 2011 6:30 pm, editado 1 vez
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Remember me.
La inmaculada mano de la vampiresa seguía en su posición, poseyendo una vez más la vida de aquel muchacho. Adoraba esa sensación divina. Decidir quién tenía derecho a vivir tan solo con presionar más de lo necesario en algún punto de los frágiles cuerpos humanos. Aunque, si ella consideraba que alguna de sus mascotas debía perecer, sería a lo grande. Así pues, podríamos deducir que el polaco se encontraba en una situación “delicada”.
Y, aún así, él continuaba valiente, provocador. Mirándola a los ojos tan desamparado como la última vez, pero decidido a no dejarse pisotear. Algo había cambiado. Lo que para ella habían sido diez efímeros años, para él habrían sido duros, sabiendo que la juventud se le escapaba entre los dedos, mientras que la de la mujer sería una eterna condena. Le sorprendió la frialdad con la comenzó a hablar de nuevo. Pero lo que más le molestó a Aryel fue el dolor contenido. Se parecía tanto al suyo. Al que había llegado a sentir una vez.
Una media sonrisa asomó al rostro de la mujer al escuchar la continuación a "Un placer". Sin duda, fue divertido. Inexperto quizás, pero tan ansioso por tenerla que para Aryel todo fue coser y cantar. Ahora no. ¿Realmente insinuaba que aquel cambio había sido precursado por ella? Un placentero cosquilleo le recorrió la espina dorsal al darse cuenta de cuanto dolor había causado por tan solo una noche y un par de miradas que le aseguraban el paraíso.
"Saliva divina con rabo mortal". Aquella afirmación no pudo más que sonsacarle una carcajada. Sarcástica, ruda y, por encima de todo, falsa. Pero, al fin y al cabo, una carcajada, más de lo que muchos habían conseguido. Sus "hirientes" palabras iban calando en Aryel, una a una. Ninguna llegaba a molestarle verdaderamente, ¿qué podría hacerlo? Era malvada, y lo aceptaba. La empatía o el arrepentimiento por sus actos eran términos completamente olvidados.
-Querido, ¿con qué encajaban tus fantasías, entonces?
La vampiresa quedó satisfecha con su curiosidad. Él se tranquilizaba más con cada una de sus afirmaciones. Era hora de poner fin a las tonterías. ¿Quería saber qué clase de monstruo le había cambiado la vida? Lo sabría, y lo viviría de primera mano.
-Tú lo has querido.- musitó ella, sin especificar nada más. El vacío entre sus rostros profirió una queja muda al verse extinto. Los labios de ella se posaron sobre los de él, suavemente, intentando emular una inocencia de la que carecían. Volvió a interponer unos milímetros entre sus bocas, aunque no tardó demasiado en retomar el ataque. Los rostros se juntaron de nuevo, y esta vez los roces de Aryel eran más pasionales.Todo estaba cerca de escapar de su control. Ella observaba con mirada curiosa la reacción del muchacho, taladrando con sus claros y glaciares orbes los oscuros e infinitos de él. La perdición se hizo cada vez más vigente, y prácticamente palpable cuando ella entreabrió los labios. No tuvo demasiado miramientos al hundir en el inferior de él sus colmillos, y cuando su garganta percibió la que se avecinaba, todo se descontroló. Los besos de ella exigían pasión a los de él, mientras la sangre borboteaba. La mano que antes aprisionaba su cuello descendió hasta la camisa del hombre. Ni siquiera era consciente de desgarrarla mientras lo hacía. Su mente se centraba en el sabor de su sangre, aquel que había deseado nada más entrar en la habitación de aquél "burdel".
Un lúcido segundo fue lo único que salvó al chaval. Aquel pensamiento de "necesito dejar algo de este manjar para más tarde". Como un resorte, volvió a separarse de él, lo suficiente para recuperar la calma, para que todo el juego volviese a sus expertas manos. Los ojos de ella rehuyeron la sangre que brotaba de los labios de él, su mentón tintado de un carmesí tan favorecedor. Tan solo necesitaba asustarlo un poco más, así que se acercó lo suficiente para agarrar la mano derecha del polaco, sin demasiados miramientos, y dejarla caer sobre su gélido cuello. Después, posó su mano sobre la de él, y la guió hasta el sitio indicado.
-¿Lo notas? Yo tampoco, hace dos siglos que no late.- y, dicho esto, la distancia volvió a ganar protagonismo. Su mirada glacial seguía alterada, recorriendo como loca una y otra vez el camino de las gotas por su piel.- Supongo que esto no cuadra con tus fantasías. Es lo que hay. Aquella vez te follaste a un monstruo al que le dabas pena. Esta vez no hay tanta suerte, has perdido parte de tu encanto infantil.- Ni siquiera sabía porqué continuaba hablando. Él seguramente estaría acongojado, incluso en estado de shock. Pero decidió añadir un último dato.- Hace demasiado que no siento un interés real por nada más que el libertinaje, niño.
Y, aún así, él continuaba valiente, provocador. Mirándola a los ojos tan desamparado como la última vez, pero decidido a no dejarse pisotear. Algo había cambiado. Lo que para ella habían sido diez efímeros años, para él habrían sido duros, sabiendo que la juventud se le escapaba entre los dedos, mientras que la de la mujer sería una eterna condena. Le sorprendió la frialdad con la comenzó a hablar de nuevo. Pero lo que más le molestó a Aryel fue el dolor contenido. Se parecía tanto al suyo. Al que había llegado a sentir una vez.
Una media sonrisa asomó al rostro de la mujer al escuchar la continuación a "Un placer". Sin duda, fue divertido. Inexperto quizás, pero tan ansioso por tenerla que para Aryel todo fue coser y cantar. Ahora no. ¿Realmente insinuaba que aquel cambio había sido precursado por ella? Un placentero cosquilleo le recorrió la espina dorsal al darse cuenta de cuanto dolor había causado por tan solo una noche y un par de miradas que le aseguraban el paraíso.
"Saliva divina con rabo mortal". Aquella afirmación no pudo más que sonsacarle una carcajada. Sarcástica, ruda y, por encima de todo, falsa. Pero, al fin y al cabo, una carcajada, más de lo que muchos habían conseguido. Sus "hirientes" palabras iban calando en Aryel, una a una. Ninguna llegaba a molestarle verdaderamente, ¿qué podría hacerlo? Era malvada, y lo aceptaba. La empatía o el arrepentimiento por sus actos eran términos completamente olvidados.
-Querido, ¿con qué encajaban tus fantasías, entonces?
La vampiresa quedó satisfecha con su curiosidad. Él se tranquilizaba más con cada una de sus afirmaciones. Era hora de poner fin a las tonterías. ¿Quería saber qué clase de monstruo le había cambiado la vida? Lo sabría, y lo viviría de primera mano.
-Tú lo has querido.- musitó ella, sin especificar nada más. El vacío entre sus rostros profirió una queja muda al verse extinto. Los labios de ella se posaron sobre los de él, suavemente, intentando emular una inocencia de la que carecían. Volvió a interponer unos milímetros entre sus bocas, aunque no tardó demasiado en retomar el ataque. Los rostros se juntaron de nuevo, y esta vez los roces de Aryel eran más pasionales.Todo estaba cerca de escapar de su control. Ella observaba con mirada curiosa la reacción del muchacho, taladrando con sus claros y glaciares orbes los oscuros e infinitos de él. La perdición se hizo cada vez más vigente, y prácticamente palpable cuando ella entreabrió los labios. No tuvo demasiado miramientos al hundir en el inferior de él sus colmillos, y cuando su garganta percibió la que se avecinaba, todo se descontroló. Los besos de ella exigían pasión a los de él, mientras la sangre borboteaba. La mano que antes aprisionaba su cuello descendió hasta la camisa del hombre. Ni siquiera era consciente de desgarrarla mientras lo hacía. Su mente se centraba en el sabor de su sangre, aquel que había deseado nada más entrar en la habitación de aquél "burdel".
Un lúcido segundo fue lo único que salvó al chaval. Aquel pensamiento de "necesito dejar algo de este manjar para más tarde". Como un resorte, volvió a separarse de él, lo suficiente para recuperar la calma, para que todo el juego volviese a sus expertas manos. Los ojos de ella rehuyeron la sangre que brotaba de los labios de él, su mentón tintado de un carmesí tan favorecedor. Tan solo necesitaba asustarlo un poco más, así que se acercó lo suficiente para agarrar la mano derecha del polaco, sin demasiados miramientos, y dejarla caer sobre su gélido cuello. Después, posó su mano sobre la de él, y la guió hasta el sitio indicado.
-¿Lo notas? Yo tampoco, hace dos siglos que no late.- y, dicho esto, la distancia volvió a ganar protagonismo. Su mirada glacial seguía alterada, recorriendo como loca una y otra vez el camino de las gotas por su piel.- Supongo que esto no cuadra con tus fantasías. Es lo que hay. Aquella vez te follaste a un monstruo al que le dabas pena. Esta vez no hay tanta suerte, has perdido parte de tu encanto infantil.- Ni siquiera sabía porqué continuaba hablando. Él seguramente estaría acongojado, incluso en estado de shock. Pero decidió añadir un último dato.- Hace demasiado que no siento un interés real por nada más que el libertinaje, niño.
Aryel*- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/09/2011
Re: Remember me.
Quiso fundirse con potencia ígnea, como la lava de un volcán que lleva mucho tiempo en la superficie. Deseó desplazarse como los huesos rotos de una fractura de hombros en una pelea cuerpo a cuerpo con Thor y ser engullido por la sangre que lo engulló a él mismo contra el beso de Aryel, que más que un beso fue la embestida de un recuerdo cruel. No porque el suceso que acudía a su memoria lo fuera en concreto (porque siempre calificaría la inserción de Aryel en su vida de muchas formas, pero igual que tampoco podía decirse que fueran buenas, 'malas' ni siquiera entraba en la rendija del cuarto oscuro donde perdió la virginidad) sino porque allí, apaleado por palabras y miradas de vacío y frío averno que ninguneaban el significado de sus acciones, cruel era el puto sabor de la lengua de aquel ser que regresaba para deslizarse por sus labios a través del espacio y el tiempo.
La verdad es que no sabría decirte -respondió con una inflexión casi desganada, como si algo hubiera dejado de importarle y sólo fuera capaz de escrutarlo con suspicacia.
¿Fantasías? En realidad, hacía eones que esa palabra le sugería algo demasiado inocente para definirle en nada, menos en nada relacionado con ella.
Puede que la mujer hubiera tenido siempre ese sabor y Oscar sólo hubiera vivido desde entonces con la manía de chupetearse los recovecos de su boca para comprobar si todavía quedaban restos de algo. Podía ser ya tanto y tan jodidamente poco que no únicamente dudaba de estar volviéndose loco, sino de si tras enmarañarse las piernas de Aryel a la cintura y penetrarla en el colchón de una cama vieja que rezaba por echarlos fuera, alguna vez había guardado una relación cuerda con la realidad.
No respondió a los mordiscos con la misma candencia que lo hizo la primera vez hacía años, y mantuvo los dedos atados a la frialdad carnal de la piel de Aryel cuando ésta condujo una de sus manos a su seno, cuyo tacto lograba traspasar el convencionalismo de la ropa sólo para llevarlo un ratito más de paseo por la demencia. Tampoco se inmutó al comprobar que, efectivamente, su corazón no latía y que el resultado era estar tocando la misma zona de un brazo o de la espalda, pero tampoco cambió su ceño. Definitivamente, el desengaño le había curado de espanto con los días.
Pero si te piensas que lo que se dice una 'fantasía' no podía cuadrar con una tía que no tiene pulso, te equivocas. Me trae sin cuidado la biología y después de todo, los latidos del corazón de una persona nunca han sido garantía de nada. Aunque me imagino que 'persona' no será un término que te guste para referirte a ti misma, en eso tendrás que instruirme.
Comprendió entonces la desesperación recluída con la que Aryel parecía contemplar la sangre y de nuevo se decidió a echar una ojeada al macabro cadáver y al hilillo carmesí con el que la mujer se había presentado al principio. ¿Por qué no? Ya todo podía ser tan falsamente posible...
Es gracioso, siempre he sentido curiosidad por las leyendas sobrenaturales, pero la de los vampiros se me hacía demasiado trillada.
Se deshizo de la pesada mano de Aryel con sorprendente facilidad y se apartó unos cuantos pasos de su figura endemoniada, mientras no dejaba de contemplarla con el temple recio de un cancerbero.
En ese caso, date un respiro en el jueguecito que iniciaste hace diez años sin darte cuenta. Un nombre ya es algo más personal, las personas hacen al nombre y no a la inversa, de modo que a estas alturas de mi vida puedes imaginarte que ya me estoy ganando el mío. Si a ti no va a significarte nunca más que otra opción a Antonio o Hedwig, entonces puedes quedarte con la incógnita, así por lo menos se te acabará haciendo un poco más interesante que ese libertinaje de mierda tuyo.
Y lo dijo al mismo tiempo que se pasaba el dorso de la mano por sus labios y se limpiaba de un tirón la sangre que una vez apegada a su carne, perduró en la perturbada vista de la muchacha inmortal.
La verdad es que no sabría decirte -respondió con una inflexión casi desganada, como si algo hubiera dejado de importarle y sólo fuera capaz de escrutarlo con suspicacia.
¿Fantasías? En realidad, hacía eones que esa palabra le sugería algo demasiado inocente para definirle en nada, menos en nada relacionado con ella.
Puede que la mujer hubiera tenido siempre ese sabor y Oscar sólo hubiera vivido desde entonces con la manía de chupetearse los recovecos de su boca para comprobar si todavía quedaban restos de algo. Podía ser ya tanto y tan jodidamente poco que no únicamente dudaba de estar volviéndose loco, sino de si tras enmarañarse las piernas de Aryel a la cintura y penetrarla en el colchón de una cama vieja que rezaba por echarlos fuera, alguna vez había guardado una relación cuerda con la realidad.
No respondió a los mordiscos con la misma candencia que lo hizo la primera vez hacía años, y mantuvo los dedos atados a la frialdad carnal de la piel de Aryel cuando ésta condujo una de sus manos a su seno, cuyo tacto lograba traspasar el convencionalismo de la ropa sólo para llevarlo un ratito más de paseo por la demencia. Tampoco se inmutó al comprobar que, efectivamente, su corazón no latía y que el resultado era estar tocando la misma zona de un brazo o de la espalda, pero tampoco cambió su ceño. Definitivamente, el desengaño le había curado de espanto con los días.
Pero si te piensas que lo que se dice una 'fantasía' no podía cuadrar con una tía que no tiene pulso, te equivocas. Me trae sin cuidado la biología y después de todo, los latidos del corazón de una persona nunca han sido garantía de nada. Aunque me imagino que 'persona' no será un término que te guste para referirte a ti misma, en eso tendrás que instruirme.
Comprendió entonces la desesperación recluída con la que Aryel parecía contemplar la sangre y de nuevo se decidió a echar una ojeada al macabro cadáver y al hilillo carmesí con el que la mujer se había presentado al principio. ¿Por qué no? Ya todo podía ser tan falsamente posible...
Es gracioso, siempre he sentido curiosidad por las leyendas sobrenaturales, pero la de los vampiros se me hacía demasiado trillada.
Se deshizo de la pesada mano de Aryel con sorprendente facilidad y se apartó unos cuantos pasos de su figura endemoniada, mientras no dejaba de contemplarla con el temple recio de un cancerbero.
En ese caso, date un respiro en el jueguecito que iniciaste hace diez años sin darte cuenta. Un nombre ya es algo más personal, las personas hacen al nombre y no a la inversa, de modo que a estas alturas de mi vida puedes imaginarte que ya me estoy ganando el mío. Si a ti no va a significarte nunca más que otra opción a Antonio o Hedwig, entonces puedes quedarte con la incógnita, así por lo menos se te acabará haciendo un poco más interesante que ese libertinaje de mierda tuyo.
Y lo dijo al mismo tiempo que se pasaba el dorso de la mano por sus labios y se limpiaba de un tirón la sangre que una vez apegada a su carne, perduró en la perturbada vista de la muchacha inmortal.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Remember me.
Sí, le molestaba que no reaccionase como un ardiente volcán antes de su erupción. Insinuaba osadamente su incansable búsqueda tras el rastro de la rusa, y ante su contacto reaccionaba cual iceberg. La única que tenía derecho a reaccionar así era ella, y en esos segundos parecía ser a la vampiresa a la que le corría sangre por las venas. Él tenía la mirada ida, lejana, a punto de ahogarse en un mar de recuerdos. Ella no controlaba la suya. Se deslizaba a una velocidad alarmante, persiguiendo las gotas carmesíes que continuaban su carrera, provocadoras, por el mentón del atractivo joven. La distancia interpuesta no era la suficiente, pese a que estaba segura de que él ya no podría distinguir los rasgos de su rostro, a ella le seguía ardiendo la garganta con un desenfreno indomable.
Y su reacción fue, para sorpresa de ella, completamente tranquila. Pasividad, desgana... Ante una muerta, una maldita muerta. "En eso tendrás que instruirme". El polaco hablaba de aquel encuentro como algo que tuviese futuro. ¿Pensaría que estaban destinados a una gran amistad? ¿A noches de sexo interminables? ¿A un eterno amor? Já. La vampiresa escuchaba cada una de sus palabras con mayor incredulidad que la anterior. ¿Qué lo habría hecho inmune de esta locura? O es que la demencia lo poseía. Quizás pensase que estaba soñando, aunque el dolor del mordisco y el sabor metálico ganando terreno en su paladar eran muy buenos sustitutos del habitual pellizco.
No necesitó pasar por la fase de negación para llegar a la imposible verdad que se escondía tras los fríos ojos verdes de la rusa. Vampiros. Por todas partes, cada noche, matando humanos. Ahora, era ella la ida. Un muchacho con la mente sana nunca podría aceptar esta locura sin un previo berrinche, y una expresión demasiado extraviada. Él no. Entonces, ¿lo podríamos clasificar como diferente? Un humano diferente. Eso no sonaba divertido. Un humano diferente era un humano novedoso, y los vampiros no podía resistirse a lo novedoso. Así pues, ¿este joven se convertiría en su nuevo capricho? ¿En su nueva pertenencia o complemento?
Y, su resistencia a desvelar algo con tan poco significado como un nombre, fue la gota que colmó el vaso. Para alguien tan consentida como ella, que sus caprichos no se cumplieran al pie de la letra le dejaba un amargo sabor de boca. Sin embargo, las cosas fáciles la aburrían. Entonces, ¿cuál es la mejor forma de contentarla? Nunca estará satisfecha con nada, nada le agradará los suficiente.
Cuando el hombre limpió la sangre que caía por su barbilla, la mente se le esclareció. Por fin podía pensar con algo de sentido común, dejar de preocuparse por el insoportable escozor que gemía en su garganta. Aunque, por supuesto, tan solo se aplacó. Seguía presente, alentándola a atacar como una fiera leona. Y, sin embargo, no lo mataría. ¿Por qué todo era tan complicado? Lo mejor, cortarlo completamente de raiz. Extirpar sin ningún dolor. No muerte, tan solo libertad.
-Está bien muchacho.- comenzó ella.- Te llamaría por tu nombre, pero me has negado esa posibilidad.- acotó, siempre con ese ápice de dolorosa ironía.- Eres libre. Márchate ahora que puedes. No te aseguraré que no te vaya a seguir, o que algún día te encuentre y mueras a mis brazos como has debido hacer en unas cuantas ocasiones. Pero, quién sabe por qué, me cruzas los cables. Así pues, elige. ¿Has estado buscándome durante tanto tiempo? Aquí me tienes, y te dejo a libre elección. ¿Quieres marcharte? Huye. ¿Quieres conocer a aquella inmortal a la que te tiraste? Adelante. Pero es seguro que no saldrás vivo de esa experiencia.- y no especificó si se refería a que su presencia dejara el mundo, o tan solo, a que su corazón dejara de latir.- No soy predecible, no soy como esos estúpidos humanos. No soy como tú, así que no intentes comprenderme. -abogó a su favor la morena. La Diosa se sentía benevolente, y había decidido que el destino de aquel hombre tendría dos caminos. Pero solo dos.- En fin, toda esta palabrería se puede reducir a tus dos opciones: O huyes, o te arriesgas.- tal vez hubiese sido más realista la palabra "mueres".
Y, dicho esto, se sintió estúpida. ¿Por qué? ¡Estaba echa un lío! Dejar a alguien vivir porque era diferente podía reconocerse como un milagro. Quizá algún día la nombrasen santa. Y, con estas, esperó la respuesta del hombre. Si se decantaba por la segunda opción... ¿Saldría vivo de esta noche?Si era así... ¿Se volverían a ver? Todas estas preguntas eran completamente nuevas para ella. Desde hacía mucho un humano no suponía más para ella que un trozo de carne del cual alimentarse o utilizar para obtener placer. Maldita noche en la que decidió disfrutar de las ansiosas embestidas de un virgen, de las exploradoras caricias de un polaco, de la curiosa necesidad de aquel joven chaval. Maldito el día, y maldita Ewa.
Y su reacción fue, para sorpresa de ella, completamente tranquila. Pasividad, desgana... Ante una muerta, una maldita muerta. "En eso tendrás que instruirme". El polaco hablaba de aquel encuentro como algo que tuviese futuro. ¿Pensaría que estaban destinados a una gran amistad? ¿A noches de sexo interminables? ¿A un eterno amor? Já. La vampiresa escuchaba cada una de sus palabras con mayor incredulidad que la anterior. ¿Qué lo habría hecho inmune de esta locura? O es que la demencia lo poseía. Quizás pensase que estaba soñando, aunque el dolor del mordisco y el sabor metálico ganando terreno en su paladar eran muy buenos sustitutos del habitual pellizco.
No necesitó pasar por la fase de negación para llegar a la imposible verdad que se escondía tras los fríos ojos verdes de la rusa. Vampiros. Por todas partes, cada noche, matando humanos. Ahora, era ella la ida. Un muchacho con la mente sana nunca podría aceptar esta locura sin un previo berrinche, y una expresión demasiado extraviada. Él no. Entonces, ¿lo podríamos clasificar como diferente? Un humano diferente. Eso no sonaba divertido. Un humano diferente era un humano novedoso, y los vampiros no podía resistirse a lo novedoso. Así pues, ¿este joven se convertiría en su nuevo capricho? ¿En su nueva pertenencia o complemento?
Y, su resistencia a desvelar algo con tan poco significado como un nombre, fue la gota que colmó el vaso. Para alguien tan consentida como ella, que sus caprichos no se cumplieran al pie de la letra le dejaba un amargo sabor de boca. Sin embargo, las cosas fáciles la aburrían. Entonces, ¿cuál es la mejor forma de contentarla? Nunca estará satisfecha con nada, nada le agradará los suficiente.
Cuando el hombre limpió la sangre que caía por su barbilla, la mente se le esclareció. Por fin podía pensar con algo de sentido común, dejar de preocuparse por el insoportable escozor que gemía en su garganta. Aunque, por supuesto, tan solo se aplacó. Seguía presente, alentándola a atacar como una fiera leona. Y, sin embargo, no lo mataría. ¿Por qué todo era tan complicado? Lo mejor, cortarlo completamente de raiz. Extirpar sin ningún dolor. No muerte, tan solo libertad.
-Está bien muchacho.- comenzó ella.- Te llamaría por tu nombre, pero me has negado esa posibilidad.- acotó, siempre con ese ápice de dolorosa ironía.- Eres libre. Márchate ahora que puedes. No te aseguraré que no te vaya a seguir, o que algún día te encuentre y mueras a mis brazos como has debido hacer en unas cuantas ocasiones. Pero, quién sabe por qué, me cruzas los cables. Así pues, elige. ¿Has estado buscándome durante tanto tiempo? Aquí me tienes, y te dejo a libre elección. ¿Quieres marcharte? Huye. ¿Quieres conocer a aquella inmortal a la que te tiraste? Adelante. Pero es seguro que no saldrás vivo de esa experiencia.- y no especificó si se refería a que su presencia dejara el mundo, o tan solo, a que su corazón dejara de latir.- No soy predecible, no soy como esos estúpidos humanos. No soy como tú, así que no intentes comprenderme. -abogó a su favor la morena. La Diosa se sentía benevolente, y había decidido que el destino de aquel hombre tendría dos caminos. Pero solo dos.- En fin, toda esta palabrería se puede reducir a tus dos opciones: O huyes, o te arriesgas.- tal vez hubiese sido más realista la palabra "mueres".
Y, dicho esto, se sintió estúpida. ¿Por qué? ¡Estaba echa un lío! Dejar a alguien vivir porque era diferente podía reconocerse como un milagro. Quizá algún día la nombrasen santa. Y, con estas, esperó la respuesta del hombre. Si se decantaba por la segunda opción... ¿Saldría vivo de esta noche?Si era así... ¿Se volverían a ver? Todas estas preguntas eran completamente nuevas para ella. Desde hacía mucho un humano no suponía más para ella que un trozo de carne del cual alimentarse o utilizar para obtener placer. Maldita noche en la que decidió disfrutar de las ansiosas embestidas de un virgen, de las exploradoras caricias de un polaco, de la curiosa necesidad de aquel joven chaval. Maldito el día, y maldita Ewa.
Aryel*- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 13/09/2011
Re: Remember me.
Dos opciones, ¿eh? Como tras su primer encuentro, si no recordaba mal: ¿Seguir su vida de mierda o marcharse a probar en otro desagüe? ¿Follarse a toda Polonia para encontrar un acopio de emociones como el de su primera vez o viajar hasta Francia para saber qué había detrás de todo cuanto sintió? E, incluso, con la sentencia emblemática que en el momento presente implantaba la propia Aryel, había mucho más dónde seguir eligiendo (o muchas más formas de seguir diciendo lo mismo, ¿qué pollas importaba, con la cabeza de parto y el pulso haciéndose un flan con sus venas?): ¿Quedarse a descubrir la verdad tras toda esa cojera de imágenes y frases e historias que él se había montado en su mente para no volverse loco en su ausencia o, en su defecto, dilatar la locura… o marcharse otra vez a seguir lidiando con los cambios de los que ella era responsable? El vacío y más que apelado ‘morir o no morir’ a Oscar se la mamaba de canto, le importaba un comino. Ya había muerto y ya había vivido. Si diez años después, eso era lo que acotaba su existencia, entonces que fuera lo que coño tuviera que ser… Él tenía muy claro lo que quería.
Te has negado tú solita esa posibilidad, Aryel. Si querías saber mi nombre, no lo has demostrado y supongo que yo tengo mi orgullo. Me lo he ganado.
Quizá, en el fondo, no habían cambiado tantas cosas.
¿Soy libre? Supongo que en parte sí y en parte no. Hubiera sido libre por los restos de mi vida de no haberme reencontrado con la tuya (o la no-tuya), pero ya es tarde. Para ti o para mí; ya es tarde.
Alucinante. Tiempo y lugar trastocados por la memoria de una puta epifanía en su cerebro, reflexiones, reseñas mentales, análisis existenciales y la moldura prácticamente acabada para acoplar su carácter… y ahora, con ella allí, era capaz de cambiar todas sus preguntas por extorsiones del último momento. ¿No era puñetero, el ser humano del que la tipa continuamente echaba heces? Quería preguntarle mil cosas, relacionadas con lo que era, a qué se refería con cada comentario de su lengua bífida, cómo había acabado convirtiéndose en lo que ostentaba ser... Cualquier cosa que dejara para el final definitivo lo único de lo que aún no se había olvidado, ni se le olvidaría por muchos más shocks que hubiera en el menú Aryelesco.
No pienso abandonar mi rutina tan pronto, no te inquietes. Ahora que te he encontrado, ya sé que vives en París o que, al menos, cazas por aquí… –continuó, sacando un poco de la lengua para llevarse a su estómago los restos de su propia sangre que aún restaban en la comisura de sus labios-. La elección incluso puede meter ambas posibilidades en un mismo saco: me quedo, pero también me voy. Pero me voy para volver a verte, a buscarte o a esperar a que me encuentres. ¿Que acabo muerto en alguna de sus variantes? Seguramente, pero ésa no es la cuestión, al menos no para mí ni a estas alturas –notaba el sabor de la sangre algo distinto, como más visceral y compartido-. Trabajo en el burdel, para que te sigas descojonando un poquito de todo, así que no soy tan difícil de localizar.
¿Por qué? Y se pasaría eternamente por el forro sus razones de diosa ególatra que apestaban a mentira orgullosa, incluso para un ser tan arrebatador como ella. ¿Por qué él?
Contradiciendo un poco sus anteriores movimientos, Oscar comenzó a acercarse de nuevo a su silueta, despacio y sin dejar de mostrarle que estaba alerta, pero no para frenar cualquier ataque de sus dientes (que también), sino para denotar que, de algún modo, aunque no gozara de la divina posibilidad de matarla (todavía), la situación tenía gran parte de su control.
¿Que no eres predecible? Ya me voy dando cuenta, ya… ¿Empiezas a compartir secretos tan pronto? –le respondió, con ese cómoda torcedura en la sonrisa donde dejaba reposar la costumbre del sarcasmo. ‘Porque sabes que yo también puedo sorprenderte’ y eso no lo dijo, prefirió guardárselo ahí, en un regusto personal con el que vengarse sin tener que hacer nada más-. ¿Adónde vamos ahora?
Te has negado tú solita esa posibilidad, Aryel. Si querías saber mi nombre, no lo has demostrado y supongo que yo tengo mi orgullo. Me lo he ganado.
Quizá, en el fondo, no habían cambiado tantas cosas.
¿Soy libre? Supongo que en parte sí y en parte no. Hubiera sido libre por los restos de mi vida de no haberme reencontrado con la tuya (o la no-tuya), pero ya es tarde. Para ti o para mí; ya es tarde.
Alucinante. Tiempo y lugar trastocados por la memoria de una puta epifanía en su cerebro, reflexiones, reseñas mentales, análisis existenciales y la moldura prácticamente acabada para acoplar su carácter… y ahora, con ella allí, era capaz de cambiar todas sus preguntas por extorsiones del último momento. ¿No era puñetero, el ser humano del que la tipa continuamente echaba heces? Quería preguntarle mil cosas, relacionadas con lo que era, a qué se refería con cada comentario de su lengua bífida, cómo había acabado convirtiéndose en lo que ostentaba ser... Cualquier cosa que dejara para el final definitivo lo único de lo que aún no se había olvidado, ni se le olvidaría por muchos más shocks que hubiera en el menú Aryelesco.
No pienso abandonar mi rutina tan pronto, no te inquietes. Ahora que te he encontrado, ya sé que vives en París o que, al menos, cazas por aquí… –continuó, sacando un poco de la lengua para llevarse a su estómago los restos de su propia sangre que aún restaban en la comisura de sus labios-. La elección incluso puede meter ambas posibilidades en un mismo saco: me quedo, pero también me voy. Pero me voy para volver a verte, a buscarte o a esperar a que me encuentres. ¿Que acabo muerto en alguna de sus variantes? Seguramente, pero ésa no es la cuestión, al menos no para mí ni a estas alturas –notaba el sabor de la sangre algo distinto, como más visceral y compartido-. Trabajo en el burdel, para que te sigas descojonando un poquito de todo, así que no soy tan difícil de localizar.
¿Por qué? Y se pasaría eternamente por el forro sus razones de diosa ególatra que apestaban a mentira orgullosa, incluso para un ser tan arrebatador como ella. ¿Por qué él?
Contradiciendo un poco sus anteriores movimientos, Oscar comenzó a acercarse de nuevo a su silueta, despacio y sin dejar de mostrarle que estaba alerta, pero no para frenar cualquier ataque de sus dientes (que también), sino para denotar que, de algún modo, aunque no gozara de la divina posibilidad de matarla (todavía), la situación tenía gran parte de su control.
¿Que no eres predecible? Ya me voy dando cuenta, ya… ¿Empiezas a compartir secretos tan pronto? –le respondió, con ese cómoda torcedura en la sonrisa donde dejaba reposar la costumbre del sarcasmo. ‘Porque sabes que yo también puedo sorprenderte’ y eso no lo dijo, prefirió guardárselo ahí, en un regusto personal con el que vengarse sin tener que hacer nada más-. ¿Adónde vamos ahora?
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/10/2011
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Re: Remember me.
Aryel supuso la elección de él nada más mirarlo a los ojos. Parecía un humano obstinado. ¿Cómo iba a estar buscándola durante diez años y después dejarla marchar tan fácilmente como un par de amenazas de muerte? Supongo que sabía su elección incluso antes de formular la pregunta. Los humanos solían ser obstinados por naturaleza, ¿qué les quedaba en su corta vida si no conseguían lo que querían? Cenizas de ilusiones que quizá pudieron ser pero nunca llegaron a conseguirlo.
Entonces, solo había un camino. El que se había marcado desde que cruzaron la primera mirada, el primer roce, el primer beso, la primera sacudida en el burdel de Polonia. ¿Conocerse? Desde hacía mucho, Aryel consideraba a los humanos como seres inferiores. Es más, consideraba a los humanos como ellos pueden mirar a un perro, un maldito perro. Pero, ¿eran tan simples? ¿O es que Aryel había olvidado completamente su etapa como princesa, borrado de su mente todos los sentimientos, recordándose a si misma como un ladrillo que ni siente ni padece? Un punto estaba claro: El dolor y desconcierto en los ojos del moreno. Dolor.
Ni siquiera se tuvo que molestar en contener las ganas de cortar su verborrea para soltar algún comentario ocurrente. No le apetecía. No le apetecía seguir hablando. Quería dejarse de cháchara. Y, sin embargo, era lo que él necesitaba. Aunque... ¿qué más le daba a ella lo que él necesitara? "Para ti o para mí; ya es tarde". Tal vez en otro momento hubiese echado a perder toda esa frase con un "Para mí nunca es tarde, la eternidad se hace esperar", pero ese no era el momento, no era su momento.
¿En el burdel? ¿De verdad? Já, todo había dado un vuelco alarmantemente irónico. No estaba muerto por conservar su virginidad con diecisiete años y resultaba que ahora le regalaba a cualquiera un poco de sexo a cambio del dinero suficiente. Bah, lo único que eso le influía a ella era que el hombre debía tener una nada despreciable experiencia en la cama, cosa que podría disfrutar, ya que los únicos recuerdos que tenía de él eran más bien... De principiante, sí.
¿Tenía razón? ¿Había empezado a revelar sus secretos demasiado pronto? Y, otra pregunta muchísimo más importante... ¿Quién cojones era él para juzgar lo que ella soltaba por su boquita de oro? Aryel alzó las cejas como única respuesta ante su pregunta. Y, sin embargo, fue la expresión entera la que le cambió cuando el muchacho intentó acercarse. ¿Qué quería demostrar? ¿Qué sabía moverse? ¿Qué necesitaba acercarse a ella? Y, sin embargo, por muchas preguntas estúpidas que Aryel quisiese hacerse creer a sí misma, conocía la respuesta. Que tanto ella como él sabían que la situación no dependía solo de la vampiresa, si no también del humano, que no carecía de voz y voto, que también podía mover hilos, que en un caso muy hipotético, la divina figura podría ser mínimamente influenciada por el simple mortal.
La mente de Aryel trabajaba a velocidades alarmantes. ¿Qué a dónde iban? ¿Era esto una cita o qué? ¿Tendrían que ir acompañados de la mano? ¿Dándose mimitos? Aryel hizo rodar sus orbes esmeralda en las órbitas. Necesita despejarse. Necesitaba un sitio en el que despejarse. En el que el hedor de la sangre no atenazase su enternamente sedienta garganta. Donde poder hacer que el polaco se limpiase, y dejase de provocar en sobremanera su sed cada mísero instante. Y, ante todo, necesitaba un camino de ida para aclarar las ideas fundamentales.
-Estaré en el lago.- y, dicho esto, desapareció entre las sombras con un par de ágiles pasos de felino. Ninguna especificación de qué lago, ningún "te espero", ninguna invitación para acompañarla. Tan solo una última mirada que no prometía más que un ardiente infierno.
Entonces, solo había un camino. El que se había marcado desde que cruzaron la primera mirada, el primer roce, el primer beso, la primera sacudida en el burdel de Polonia. ¿Conocerse? Desde hacía mucho, Aryel consideraba a los humanos como seres inferiores. Es más, consideraba a los humanos como ellos pueden mirar a un perro, un maldito perro. Pero, ¿eran tan simples? ¿O es que Aryel había olvidado completamente su etapa como princesa, borrado de su mente todos los sentimientos, recordándose a si misma como un ladrillo que ni siente ni padece? Un punto estaba claro: El dolor y desconcierto en los ojos del moreno. Dolor.
Ni siquiera se tuvo que molestar en contener las ganas de cortar su verborrea para soltar algún comentario ocurrente. No le apetecía. No le apetecía seguir hablando. Quería dejarse de cháchara. Y, sin embargo, era lo que él necesitaba. Aunque... ¿qué más le daba a ella lo que él necesitara? "Para ti o para mí; ya es tarde". Tal vez en otro momento hubiese echado a perder toda esa frase con un "Para mí nunca es tarde, la eternidad se hace esperar", pero ese no era el momento, no era su momento.
¿En el burdel? ¿De verdad? Já, todo había dado un vuelco alarmantemente irónico. No estaba muerto por conservar su virginidad con diecisiete años y resultaba que ahora le regalaba a cualquiera un poco de sexo a cambio del dinero suficiente. Bah, lo único que eso le influía a ella era que el hombre debía tener una nada despreciable experiencia en la cama, cosa que podría disfrutar, ya que los únicos recuerdos que tenía de él eran más bien... De principiante, sí.
¿Tenía razón? ¿Había empezado a revelar sus secretos demasiado pronto? Y, otra pregunta muchísimo más importante... ¿Quién cojones era él para juzgar lo que ella soltaba por su boquita de oro? Aryel alzó las cejas como única respuesta ante su pregunta. Y, sin embargo, fue la expresión entera la que le cambió cuando el muchacho intentó acercarse. ¿Qué quería demostrar? ¿Qué sabía moverse? ¿Qué necesitaba acercarse a ella? Y, sin embargo, por muchas preguntas estúpidas que Aryel quisiese hacerse creer a sí misma, conocía la respuesta. Que tanto ella como él sabían que la situación no dependía solo de la vampiresa, si no también del humano, que no carecía de voz y voto, que también podía mover hilos, que en un caso muy hipotético, la divina figura podría ser mínimamente influenciada por el simple mortal.
La mente de Aryel trabajaba a velocidades alarmantes. ¿Qué a dónde iban? ¿Era esto una cita o qué? ¿Tendrían que ir acompañados de la mano? ¿Dándose mimitos? Aryel hizo rodar sus orbes esmeralda en las órbitas. Necesita despejarse. Necesitaba un sitio en el que despejarse. En el que el hedor de la sangre no atenazase su enternamente sedienta garganta. Donde poder hacer que el polaco se limpiase, y dejase de provocar en sobremanera su sed cada mísero instante. Y, ante todo, necesitaba un camino de ida para aclarar las ideas fundamentales.
-Estaré en el lago.- y, dicho esto, desapareció entre las sombras con un par de ágiles pasos de felino. Ninguna especificación de qué lago, ningún "te espero", ninguna invitación para acompañarla. Tan solo una última mirada que no prometía más que un ardiente infierno.
Aryel*- Vampiro Clase Media
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