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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Adonis Krischann Megalos Lun Oct 08, 2018 3:20 am

Sometimes a certain smell
Will take me back to when I was young
How come?

Mis manos restriegan mi rostro una vez y otra de arriba a abajo, terminan en mi nuca cuando las echo hacia atrás, las mantengo en la nuca abriendo los ojos en tanto enfoco al frente, a los cientos de documentos que tengo que revisar para seguir las pistas de ese enemigo en particular que se está volviendo imposible de seguir. ¿Qué se me escapa? ¿Qué está mal de todas mis investigaciones? ¿Dónde está el error? Miro la copa de vitae junto a mi escritorio que está insolente burlándose de mis aflicciones. Tengo un humor de perros como mínimo. De un manotazo, echo lejos a la rebelde estructura de vidrio que cae al piso haciéndose añicos desperdiciando el rojizo líquido. Observo mi obra con aburrimiento, me pongo en pie llamando con la campanilla a los sirvientes para que recojan el desastre.

Entonces, justo cuando entra la sirvienta, un reflejo en su aura me provoca tu recuerdo, Tara. Dulce y hermosa, etérea y fantástica. Apoyo mi cabeza sobre el siniestro puño cuyo codo soporta la estructura con el firme soporte del escritorio. ¿Qué estarás haciendo? Y como la pregunta empieza, ya estoy poniéndome en pie dejando todo atrás para ir directo a la tina y darme una ducha rápida. No quisiera que el olor a pólvora, vitae antigua y polvo, manche tu presencia. Observo el reloj, es temprano, ni siquiera son las cinco de la tarde, por lo que si me apresuro, podré estar en tu casa a las siete, justo después de que cenes y en el momento exacto donde puedo aparentar tomar un poco de bourbon en tanto disfruto de tu presencia y sobre todo, me consuelo con tu tacto.

Pantalones negros, camisa de cuello con holanes quizá pasada de moda, pero que sé, brinda una apariencia diferente a mi figura y una levita de un rojo quemado, son mi elección. Me coloco los guantes subiendo al carruaje. He enviado a un mensajero para que te informe de mi llegada, querida. Así no te sorprenderé y estoy seguro de que harás lo apropiado para conseguir unos cuantos minutos -espero no demasiado pocos- para tu novio. Esperando a que el vehículo me lleve contigo, tengo la ansiedad de fumar. Me contengo, ¿Cómo manchar tu presencia con el olor del cigarrillo? No. Ese aroma que desprende tu ser, no debe ser opacado con ningún otro que pueda ser pestilente.

Media hora después, el carruaje entra por el caminito de piedras que va de la verja hasta la puerta de tu hogar, verifico mi vestimenta, arreglo mi cabello, tomo el paquete a mi lado, largo, rectangular, lo pongo bajo mi siniestro brazo, abro la puerta y bajo sin esperar al cochero, es tal mi ansiedad por verte. No necesito tocar la madera cuando se abre la puerta siendo recibido por uno de tus sirvientes. Eficiencia es lo que se huele en este lugar y eso me agrada. Ocultando mi impaciencia, soy conducido hasta el saloncito donde la mayor parte de nuestras entrevistas tienen lugar con la puerta abierta para cuidar tu virtud. Jamás en la existencia me pareció más correcto que esto. No lo tomé a mal la primera vez, no empezaré ahora. Tomo asiento dejando el paquete a mi diestra con cuidado. Han pasado dos semanas desde que te viera la última vez pretextando estar fuera por negocios y espero que estés tan ansiosa como me siento, por este encuentro.

Tu aroma y tus pasos son lo primero que aprecio antes de que tu figura adorne el umbral de la puerta, me he puesto en pie desde que olí esa fragancia que hace mis delicias. Hago una reverencia como corresponde antes de tomar tu mano entre las mías depositando un beso en su dorso, galante. - Dulce Tara, hacía mucho que no me deleitaba con tu presencia, te extrañé demasiado en estas dos semanas que hemos estado separados. ¿Cómo has estado, pequeña mía? - sonrío con dulzura mirando tus facciones, ayudándote a tomar asiento para imitarte sentándome a tu lado. Durante instantes me dedico sólo a escuchar tu voz que adormece mis instintos agresivos, consuela mi alma y me da felicidad.

Justo cuando guardas silencio, alargo la mano para tomar el paquete, te lo ofrezco con un gesto de diversión - podría pensar que la mayoría de los contenidos están en tu poder, más peco de arrogante al decir que quisieras poseer éstos, más careces de los medios para obtenerlos y eso es decir mucho - desprendiendo el papel, está una caja de madera labrada pintada a mano con hermosas flores en sus costados. La caja, está dividida en veinticuatro compartimentos exactamente iguales y dentro de ellos, frascos de esencias con detalladas etiquetas cada uno de ellos - son fragancias de Grecia y las Américas. Pensé que serían adecuadas para tus perfumes - sonrío esperando tu reacción, me costó mucho conseguir algo así, puesto que el detalle no se compra en conjunto, si no que fue creado ex profeso para la mujer más bella que he tenido el gusto de conocer.


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Mensaje por Tara Moreau Vie Oct 12, 2018 12:21 pm



“A estas dos semanas de mi vida podría llamarlas: Soy una pequeña egoísta.

¿Cuántos días han pasado?
No lo sé, pero los he vivido entre la luz de la luna, estrellas, telescopios, libros, alguna que otra copa de vino, fragancias con sus intentos acertados y fallidos. Diría que con la cotidianidad de siempre, pero el siempre debe estar completo y él hace días que no está en París,así que tengo las costumbres a medias.

¿Cuándo dijo que regresaría?
En dos semanas.
¿Dos semanas dan por entendido que la décimo cuarto noche vendrá a mi o será a la décimo quinta?

La pregunta de si estará bien ha estado presente noche y día en mi vida, es difícil porque deseo que lo esté como una de las cosas que con más fuerza he querido en mi vida y lo único que puedo hacer en la academia es pensar en ello y no es una sensación tan agradable si al final del día, en mis noches no lo veo para comprobar que es así, menos si se repite por tanto y continuo tiempo.

Así que si sé cuánto tiempo ha pasado desde su partida. Hoy debería regresar a casa. O no lo sé.
Porque podría decir que el último día que lo vi, hacía mucho viento y que la constelación de Lyra brillaba en el cielo con su Vega más reluciente que nunca. Que cuando se fue me quedé la noche entera observándola desde la terraza de casa hasta que al final se perdió entre la claridad del amanecer.
Puedo enumerar los colores del cielo. Naranja, violeta, azul de un claro muy bello y un poco de verde.

¿Vendrá hoy?
¿Seré muy exigente y desconsiderada si digo que quiero verlo? Que debo… que lo necesito como a su sangre.
¿Está bien sentir tal necesidad por alguien y por algo? Vuelvo a hacerme la misma pregunta de hace algunos meses. ¿Se supone que está bien que confíe aún en él?

Estoy segura que si mi madre o mi nana leyeran lo anterior estaría en casa por años, muy lejos de todo, lejos de él. Tal vez debería prevenir y tachar lo comprometedor, pero  si sobrevivo a tal encierro y no sucede nada de lo que deba arrepentirme, sería bueno leer la bitácora de una Moreau. Tal vez sea la primera en hacer un diario de algo más que poemas o matemática y ser tan tonta de escribir aquí en lo que gracias a nosotros me he convertido.

¿Tengo queja alguna de eso?
No, pero quiero que estés aquí, conmigo y saber que estás bien aunque jamás llegue a leer esto.”


El crujir de la madera se hacía cada vez más cercano.
A parte de sus sentidos aumentados Tara es demasiado inteligente para saber quién se aproxima por el pasillo, porque la suavidad y firmeza en los toques que no demora en escuchar sólo indican que es su madre y bien sabe que pronto entrara, es su casa y su hija al fin y al cabo.
Inteligente y astuta, Tara mezcla sus libros de astronomía con el diario que desde hace varios meses se ha decidido a llevar, corriendo el riesgo de que su madre algún día decida dedicarse a la lectura de la ciencia que con tanto esmero una de sus hijas a elegido como vocación, o quizás quiera adentrarse en el mundo de la perfumería, saber de donde vienen las fragancias que con orgullo luce frente a sus amigas y que alaba su esposo día a día.

La puerta se abre y tal como lo ha anticipado ve la silueta de su madre, antes de eso, ya ha sentido su perfume, tanto el natural como el artificial y respiración, es la ventaja de la sangre de Adonís, porque aunque hace ya dos semanas que no la bebe, aún quedan rastros en su interior.
Como buena hija sonríe sincera, le alegra verla a pesar de sus temores sobre la curiosidad y lo que sabe sería capaz de hacer si se entera que el pretendiente de su hija es un vampiro. ¿Tendrá alguna idea de su existencia o lo que son ellos? ¿los vampiros?
-Buena tarde, madre.- responde como bienvenida mientras se levanta para recibirla, notando la carta en sus manos. El corazón le late por lo que espera sea.

- Buena tarde. ¿Interrumpo tu estudio?- pregunta la elegante mujer que no puede dejar de esconder la sonrisa pero alarga la espera. Ella sabe porque así se sentía con el padre de Tara, cómo es estar interesada como ve lo está su hija en el caballero que se ha ganado la confianza los Moreau por su respeto, encanto y garbo. - No, terminaba apenas. - la joven responde, sus labios han comenzado a curvarse al contagiarse con la travesura que ve en el rostro de su madre y sus ojos bajan hasta las manos que no se inmutan en esconder la correspondencia. - Veo que no ha escapado a tu atención, Tara.- dando un paso adelante extiende la carta.

- Monsieur Megalos ha regresado a la ciudad, vendrá hoy en algunas horas para encontrarse contigo. - el corazón vuelve a latir con fuerza bajo el pecho de Tara y un sus ojos brillan cuando entre sus manos se posa el mensaje de Adonis. -He pedido que organicen té, buen café, whisky para él y algunos bocadillos nocturnos. El baño ya casi está listo. Y sí aún estás a tiempo para arreglarte. - entregada la nota camina hacía la puerta y se detiene en el umbral para regresar a mirarla con dulce severidad. -Confío en ti, pero no está de más decir que espero que te comportes como lo has hecho hasta ahora, será en la misma sala de siempre.- sí y con las puertas abiertas como siempre, se ha olvidado decir.

- Gracias, madre, no te preocupes, así será. - lo es, no pretende decepcionarlos, ya demasiados secretos ha adquirido en los últimos meses, exactamente desde que lo conoció y acostumbrada al tradicionalismo de sus padres es ya algo normal.
Se mantuvo discreta para no mostrar de más lo feliz que la noticia la hacía, pero en soledad corre al armario para buscar qué vestido se pondrá para recibirlo, pronto encuentra el adecuado. Hoy no será blanco, rosa pálido es el encargado para exaltar su regreso luciendo una rosa inmaculadamente nívea a un lado de su pelo, el cual no recoge y cae libre por sus hombros y espalda. Impregna su piel una fragancia floral y muy suave que en el baño sus siervas han colocado en el agua.

Ya lista aguardó con una breve lectura junto a su madre en la sala principal por su invitado, el que tiene las puertas abiertas cuando el coche se acerca a la entrada y siempre hasta que algo novedoso le quite tales privilegios. Como su madre lo indica y como algo que no entiende, deja que pasen algunos minutos antes de hacer presencia ante él, pero mientras camina a su encuentro piensa en sí se verán diferentes o si serán los mismos de siempre. En si sabe que es imposible porque todo muta al ritmo del mundo, pero espera que no sean muy notorios o malos los cambios.

Al cerrar los ojos e inhalar profundo puede oler también el perfume masculino desde la distancia, la ausencia de un corazón latiendo sigue igual y el deseo de verlo es cada vez más fuerte en el suyo, pero están presentes otras fragancias que la agasajan, pero de las que no sabe el por qué de su presencia allí. La sala elegantemente iluminada hace que la galante figura del griego resalte en lo que normalmente sería una habitación más que conoce ya bien. Solo al verlo puede apreciar lo que lo ha extrañado y solo en momentos así tiene esa alegría peculiar que parece ser solo para él, sabiendo que en realidad lo quiere porque le roba sonrisas que están limitadas a la mayoría del mundo y se siente así, con una alegría que parece no poder acabarse por no tener fin.

Goza de volver a mirarlo y poder escuchar su acento que le hace pensar en cómo habrían sido los seres de su mitología de la que tanto disfruta leer, él incluso parece un dios.
Mientras tanto, responde a su bienvenida con otra elegante reverencia sin dejar de mirarlo, acercándose para permitirse sentir su mano y la frialdad que no le incomoda, ella siente un calor que nace de él y que va más allá de su tacto o lo físico. Toma asiento y responde. - Adonis. - susurra y sonríe con su propia dulzura. - Yo también te he extrañado. Aunque intente no contar los días han ido demasiado lento y yo que pensé que era una mujer paciente.baja la mirada por el rubor en sus mejillas. -¿Cómo estuvo tu viaje? ¿Todo fue leve?-esperaba que sí.  

Pronto volvió a retomar la intrepidez para mirar sus ojos, le gustan así como a lo indómito que nace de ellos. - Han sido buenos días. En la academia hicimos clases prácticas, al aire libre. Mis favoritas. - dijo emocionada, a veces la teoría sin algo que avivará sus sentidos eran solo letras. - Hicimos el calculo de que hoy será el último día que se pueda apreciar el Círculo del Verano, por lo menos en la noche. Y me harías muy feliz si deseas verlo conmigo antes de tener que esperar hasta una nueva primavera. Claro, si no estás cansado. - podría verlo ya que las siguientes estaciones se mostraría pero solo en el atardecer que estaba prohibido para los vampiros, pero sin él no sería igual, lo sentía.

Guarda silencio para esperar su respuesta, lo que no se da en el momento porque en sus manos fue entregado un paquete del que manaban los aromas que antes había percibido, solo que con mucha más fuerza mientras él hablaba. Lo observó con curiosidad pero no esperó demasiado para comenzar a retirar el papel con método, viendo como ante ella se mostraba una hermosa caja de madera ornamentada. Una pausa y una mirada más Adonis con los ojos resplandecientes tal como si fuera una niña a la que ofrecen su dulce favorito, mucho más al escuchar de qué se trataba.

Apresurandose a abrir encontraría lo prometido quedando inmovil, como hechizada.
¿Qué podía decir si era cierto? Era el mejor regalo, el más útil, el más bello y más exquisito. Comenzó como un viaje personal a través de las veinticuatro esencias sin poder evitarlo. - Omphacinon de aceitunas salvajes.- susurra con placer, olfateando profundo la primera. - Narciso, membrillo y lentisco, laurel...mirto. - se sintió en la misma Grecia con tal banquete de fragancias. - Granada, creo que este es...- inhala un poco más. - Semillas de roble. Cimbidium, anguloa, victorias regia. - esa era un milagro, todas lo eran.

Dejaría algunos por no conocer su nombre, disfrutando con el mismo gusto y entusiasmo de ellas. Una de sus manos acaricia los cristales, volviendo a observarlos y los colocó a un lado del mueble con el cuidado del mundo.
- Adonis, amor... - nunca había dicho a nadie más algo así tan dulce y se sentía bien, hermoso - no son adecuadas son maravillosas.- dijo mirándolo para acariciar su rostro queriendo permitirse algo más que solo eso. Gratitudes a medias cuando lo que en verdad deseaba era besarlo o poder siquiera abrazarlo muy fuerte.

En sus ojos fue claro ese sentimiento que mediaba entre la gratitud, la felicidad, el amor y el deseo. Retomó la compostura. - Debió llevarte días recolectarlas. Me siento sin tener nada a cambio que pueda darte para demostrar lo feliz que me haces.- más que el dinero era la dedicación lo que valoraba, aquella con la que él había logrado entrar a su vida y a su corazón, clavándose más adentro con el pasar de los días.


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Mensaje por Adonis Krischann Megalos Dom Oct 21, 2018 10:39 am

La belleza de su alma
es la mejor de las fragancias.

Hablar de tu persona, Tara, es un paseo por varios niveles, de los cuales no podría elegir uno que pudiera describir qué es lo que más me atrae de ti. Eres una criatura encantadora, subyugante desde los orbes que me observan con ese aire tan dulce y firme al mismo tiempo. Con la voz que eriza cada vello de mi piel y se instala en mis tímpanos para consolarme cuando nos encontramos distantes del otro. El tacto de tu piel es tan suave y sedoso, que no me canso de tener tus manos entre las mías por más que me digan que es inapropiado que un novio tenga tantas libertades para con una señorita del porte y la aristocracia que te caracterizan. Si no fuera porque tu aura quedó marcada después de mis avances y del intercambio de vitae, podría pensar que eres una hechicera porque juegas tan bien tus movimientos que me tienes encandilado y subyugado por tu presencia. Eres, en toda la extensión de la palabra, la mujer con la que querría compartir más que unas horas.

Tu dialéctica hace las delicias de mi oído educado en la universidad de Atenas. Es el acierto en tus elecciones lo que llama mi atención. Tus clases en la academia, nos permiten explayar la plática a temas menos mundanos, más de mentes inteligentes. En tanto escucho tu voz suave, con ese tono de soprano que hechiza a la cobra en mi mente, haciendo que todos mis movimientos se dirijan a ti, mi encantadora personal, detesto las razones del por qué te abandono por largas temporadas. es necesario. ¿Alcanza tu mente a entender las pequeñas letras del contrato que firmaste cuando la sangre que da vida a mi cuerpo, manchó tus labios de miel? Si tus padres supieran que no es necesario que pongan tantas cubiertas, que puedo deslizarme en silencio hasta tu balcón atravesando las puertas dobles que protegen su más preciado tesoro para introducirme en lo profundo de tu habitación buscando más de las migajas que recibo, palidecerían. Te enviarían de inmediato lejos, para que no te diera alcance. ¡Como si eso pudiera ser posible! En mi psique, está instalada el enunciado más fuerte de todos: eres mía. Mi adorada Tara.

Tus preguntas inocentes forman una sonrisa en los pliegues de mis labios. A diferencia de lo que sucede en el grueso de mi tiempo, esta vez es genuina. Me alegras con tu presencia, con tu olor indescriptible porque una fracción de éste envuelve mi mente en tanto tu piel, suave, sedosa, brillante, desprende otros aromas que para tu percepción olfativa pasan desapercibidos. Con mis sentidos desarrollados podrías apreciar por qué estoy la mayor parte del tiempo tocando tus manos. El calor de éstas, la manera en que reaccionas a mis caricias produce un cóctel que ni el mejor de tus perfumes -lamento decirlo- podría igualar. Esas hormonas incitan la otra parte de mi ser, la bestial que se deja hacer con el roce de tu mano. Me alegra que no entiendas todavía el poder que tienes sobre mí. Podrías matar a quien desearas sólo porque te miró de una manera que no te agradó y sería tu instrumento. De momento, voy descubriendo capa por capa mi ser ante tus ojos y tu mente. Yendo lento, es como debe ser para que no te asustes.

Mi naturaleza vampírica fue descubierta en su momento, la aceptaste y eso dio lugar al tan trascendental cambio en nuestra relación. Mi vitae se desplaza por tus venas, lenta y poderosa dando lugar a otras pequeñas modificaciones en tu ser. Tus sentidos aumentados te dan la ventaja en tus clases de perfumería. Nadie podrá saber nuestro secreto, arriesgué demasiado cuando te di las primeras gotas de mi vitae. No me arrepiento de ello, así conservaré a quien tanta paz me entrega con una sonrisa. Estoy tan perdido en el mundo sin tu presencia, que a través de ti puedo darle sentido. ¿Qué tienes para ser tan importante? Sigo investigando, como hago con mis enemigos. Apresurar el paso en ésto, no quiero. ¿Para qué? Disfruto los momentos a tu lado, odiaría que todo tenga sentido y aburrirme o peor aún, que no me guste decidiendo marchar. Sigue hablando, mi bella dama. Sigue hablando, korítsi mou. En tanto te entrego el obsequio, contesto a todo lo que me preguntaste con anterioridad - el viaje estuvo moderado, estuve yendo y viniendo buscando algunos negocios y concluyendo otros - si por "negocios" puedo referirme a los vampiros descarriados que busqué y otros tantos que maté, entonces estoy en lo correcto.

Mi existencia tiene correlacionado un aspecto que no tan fácil se desprende. Es como un babosa, una vez instalada en un sitio, te cuesta quitarla de ahí. Y a veces, te quedas sin nada al intentar despegar su cuerpo del suelo haciendo que repitas el proceso hasta tres o cuatro veces, si no es que más. Y la cacería es algo que es intrínseco a mi carácter. Ni tú sería capaz de alejarme de ello. - Digamos que sigo intentando encontrar el camino hacia el éxito y de momento, las musas se alejaron de mi vera decidiendo que mi mente mortal es capaz de encontrar la fuente de la vida por sí misma, como si la ayuda divina fuera un plus que se vende caro - la mitología griega es inherente a mi persona. Ese es otro aspecto que no varía. Por más que los católicos se aferren a demostrar que su Dios lo es todo, para mí, el panteón griego sigue primando. ¿Acaso no nací en Esparta? Mi país sigue siendo la piedra en los zapatos del Vaticano. Por cada hereje que queman con leña en medio de sus grandes espectáculos, existimos nueve más deseando venganza y creyendo en que nuestros dioses nos la darán tarde que temprano.

Martirizar tu credo con el mío, es malgastar saliva y crear un episodio ríspido, mejor lo obviamos y fingimos que el otro cambiará tarde que temprano. La diferencia, korítsi mou, es que tengo a mi lado el respaldo de la larga vida que tendrás como sigas ansiando el líquido que para ti, es la ambrosía y el pecado encarnado. - Lo que sí me interesa, son esos cálculos y el Círculo de Verano. ¿Está tu telescopio listo para hacer realidad mis leyendas? Bien sabes que mientras los astrónomos franceses se fascinan con las estrellas, mi cultura ya lo había descubierto y sus mitologías siguen llegando de voz a voz. ¿Hoy a quién emularemos, korítsi mou? - mi doncella, eso es lo que significan mis palabras. Ese es el apodo que te diera la segunda vez que nos reunimos y que permanece aún hasta hoy. Podrías pensar que es romántico, si conocieras algo de mi cultura, sólo una pizca, sabrías que toda doncella virgen, pura y bella, era ofrendada a los dioses como sacerdotisa o bien, sacrificio.

Podré ser un galante caballero, en mi psique, todavía existen vestigios de los guerreros espartanos y si he de elegir a alguien que me acompañe por la eternidad, no será cualquier mujer. Será una korítsi. Cada capa que pueda desprender, cual vulgar cebolla, esconde un corazón que pretendo poseer hasta el final de mis días. Por eso acepto estas exageraciones de entrevistarnos a solas. Sé que todos los demás tuvieron que soportar el proceso y que donde todos claudicaron, fui el triunfador. Probar tus labios vírgenes fue la primera de las proezas que ni Hércules podría igualar con sus doce trabajos. Ir destruyendo cada uno de tus tabúes fue el otro, hasta que mi sangre se posó en los embriagantes pliegues de tu boca dejando entrever la pasión que tu cuerpo me dará en su tiempo. Sí, Tara. Sé lo que sientes cada vez que el rojizo líquido cual ambrosía se desliza por tu paladar. Conozco en carne propia cómo sube la temperatura de tu cuerpo, puedo apreciar sin necesidad de roce, la forma en que se eriza tu piel, produciendo estremecimientos que van desde tu gusto expandiéndose hasta la parte más ínfima de tu ser, posicionándose en ese lugar que custodia tu virtud cual león, obligando a que pienses en mí como un hombre y desesperes por el momento en que me convierta en tu amante y haga realidad dándote el placer que sólo con mi sangre puedes rozar.

Para tomarlo, necesitarás llegar a un momento crucial donde tus barreras caigan y ahí, cual caballo de Troya, me sumergiré en tu ciudad sagrada, conquistando cada parte de ella, demostrando por qué soy un guerrero elegido y por qué me bendijo Eros y Afrodita con el regalo de la sensualidad, el erotismo y las artes del amante.

Eso, será a su tiempo, karitsí mou. Está más cerca de lo que imaginas.

Mis labios son derrotados con la llegada de otra sonrisa - ¿Cansado? Nunca. Y aunque lo esté, me soplas el aliento de vida cada vez que me pides algo, Tara. Ten por seguro que haremos lo que quieres, sabes que tus deseos son órdenes para mí - mi orbe izquierdo deja de mirarte cuando mi párpado se aprieta cual guiño en tanto mis labios despliegan más la sonrisa. Ver cómo te sumerges en los aromas se equipara a ojear los Campos Elíseos en la tierra. Cada aroma que llevas a tu nariz, te roba una sonrisa más grande que la anterior. Complacerte es un capricho personal que me tomo muy en serio. - ¿Y qué importa si con ello te hago feliz, karítsi mou? ¿No interesa el tiempo invertido si me complaces con cada sonrisa y el brillo de tus ojos - alargo la mano para tomar la tuya llevándola a mis labios para depositar un casto beso apropiado para nuestro vínculo, para los ojos que nos observan desde lejos porque puedo apreciar cómo late el corazón de quien está más allá sentado. Y por el olor, es tu madre que se complace con mis contenidos modales. Puedo escuchar cómo su ritmo cardíaco se altera, si fuera un Don Juan como mis compañeros piensan, podría tenerlas a ambas: tu madre y a ti.

La diferencia recae en que sólo tú me hipnotizas. En tanto tú eres una oruga que está transformándose en mariposa a cada visita que te hago, tu madre no deja de ser una babosa sin más aspiración que conseguir una bella coraza. Y ni tan bella porque los colores no son vivos como los tuyos. Su aura carece del brillo que tú posees y que tanto me encandiló. - El día que entiendas el poder que tienes sobre mí, Tara, el mismo Hades temblará de pavor - susurro con voz aterciopelada manteniendo mis labios contra tu piel, entrelazando nuestras miradas con el fuego de la determinación creciendo en mis pupilas. He aquí la verdad de tu destino, que me atrapa como la Dyktion, la red de cacería por excelencia de la diosa Artemisa. - ¿Quieres regalarme algo? Sólo tócame, ríe, mantén tu presencia ante la mía. Ese es el regalo que más valoro y por el cual, me enfrentaría al mismo ejército de Xerxēs en el desfiladero de las Termópilas - exclamo con vehemencia. Poco a poco vas reconociendo que lo que prima en mi interior es la pasión y la fuerza de mis palabras no es sólo una fantasía. Espero que nunca me tengas que ver como soy en realidad, que para ti, siga siendo un caballero y no deformes la manera romántica en que me aprecias porque la noche en que mi Xiphos tenga que ser empuñada ante tus ojos, sé que temerás.

Tomo el regalo para colocar éste sobre la mesa, en un espacio disponible. Me incorporo arreglando la levita para ofrecer mi siniestra mano extendida - Korítsi mou, ¿Qué te parece si vamos a ver el Círculo de Verano? Es hora, quiero pensar - así al menos alargo la hora del té. Si no consumimos nada, tu madre se negará a dejar que me marche. Soy demasiado astuto en ocasiones y con sinceridad, buscaré todos los entresijos y pondré todas las cartas a mi favor a cambio de disfrutar tu compañía todo el tiempo debido. Ya me ocuparé, en cuanto nos "separemos", de regresar más tarde y asediar como Grecia hizo con Troya, las murallas que te protegen para hacerlas caer y entrar a tus aposentos donde dará lugar al intercambio de besos, caricias y sí, quiero tu sangre con tanta urgencia como sé, korítsi mou, que quieres la mía.


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Adonis Krischann Megalos
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