AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
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Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Hope is the only thing stronger than fear.
Decir que su dinámica cambió desde el momento en que Ezequiel O'Claude apareció en su vida, es poco comparado al terremoto que cimbró la casa cuando se sintió bien de la pierna y pudo caminar a la perfección. Tres días después de su "compromiso", Dáire está enfurruñada porque no cesa en preguntar qué más tiene que hacer, qué más hay por reparar, que si la ayuda, que si va, que si viene y un sinfín de cuestiones le persiguen con ello: ¿Y si arreglamos ésto? ¿Y si pintamos lo otro? ¿Y si mejor cambiamos la madera de las escaleras porque si el tercer escalón se rompió y se repara no significa que los otros estén bien? Justo está escuchando el último "Y si" de la tarde, cuando alza la mirada con un brillo asesino en sus orbes azules - ¿Y si te callas, te sientas y te pones a dibujar dejando que pueda estar tranquila mientras reviso mis provisiones médicas para que no pierda la cuenta? Digo, porque ya me tienes cansada con tus "y si" - resopla con ímpetu antes de mirar de nuevo el inventario de medicamentos que tiene sobre la mesa. A veces piensa que lo hace a propósito sólo para sacarla de sus casillas.
Parpadea como si algo le faltara y es cuando se fija de que justo, ¡Perdió la cuenta! - ¡Por dios, Ezequiel! Es la tercera vez que tengo que reiniciar la revisión de lo que tengo porque estás que no te aguantas sin hacer algo. Ya me demostraste que eres un hombre trabajador, comedido, atento y bastante impertinente porque no sabes dónde más meter mano. Ve a meter la mano dentro de tus pantalo... - está señalando justo su entrepierna cuando escucha una voz que la hace respingar - ¡Dáire Isobel MacKay! ¿No le estarás otra vez gritoneando a Ezequiel, verdad? - aprieta los labios mirando atrás de ella hacia donde su nana tiene las manos en jarras esperando una respuesta, con esa pose tan típica de "vamos a reprender a Dáire" que ya es costumbre en esa casa. La doctora cierra los ojos y va con la boca contando del uno al diez sin que se oiga sonido alguno. - Nana ¿Te has olvidado que soy yo a quien hay que cuidar y no a este hombre? - reniega porque el compañerismo entre las mujeres a veces es interrumpido y traicionado cuando la vieja le da su apoyo al otro.
La nana se sonríe de lado - vamos, Dáire, el hombre sólo quiere ayudar haciendo todo lo que dijiste que mandarías a reparar y llevamos casi un año sin que lo hagas, querida. Como veo que estás tan susceptible, me lo llevo. Venga, Ezequiel, le daré algo qué hacer - le llama con ella para llevarlo a la habitación de Dáire y que le ayude a reparar algunos de los cajones y de las puertas que con el uso empiezan a deteriorarse. Ésto se está haciendo costumbre: una unión entre vieja y hombre que deja a la cambiante con ganas de irse de ahí por un rato, cambiar a su forma perruna y estirar las patas en el bosque. Estando arriba, la nana no duda en advertir algo al hombre - Me pareció curioso que su salida a la propuesta de quedarse haya sido su compromiso con mi niña. Sólo le pido que cuando decida retirarse a dormir, intente que los lobos que están peleándose desde hace tres noches, no rechinen demasiado la cama porque no me dejan dormir y que apaguen sus gruñidos contra las almohadas. Ah y que se cuide bien en sus salidas nocturnas porque la última mordida que tiene, señor, es mucho más visible que las anteriores y ya empiezan los pacientes a chismosear. ¿No ha intentado con una mordaza? - dice muy ufana con una sonrisa de mal sana diversión al tiempo que va saliendo de la habitación - voy a hacer la cena, espero que esta vez sí pueda acudir - le restriega en la cara su ausencia la primera tarde que se quedó con Dáire.
Una Dáire que en silencio, sigue haciendo el recuento cuando la campana suena en el recibidor cortando la concentración. Blasfema echando atrás la cabeza. ¿Acaso no puede estar sola un minuto? Se dirige hacia la entrada con paso firme y rápido, abre la puerta para recibir a quien sea con una sonrisa -al menos- en la boca, cuando se le congela al ver quién es el que está en el umbral. Su gesto se torna adusto y serio - Jonathan, no te esperaba, no me avisaron que vendrías, creí que habíamos quedado que ya no nos ibamos a ver más - va preparando una buena respuesta para este hombre intentando por todos los medios no ceder al impulso de cerrar la puerta en sus narices. El primo en particular, recarga el hombro en el marco de la puerta admirando a la pequeña mujer a comparación de él. Es casi tan alto como Ezequiel, si no es que más. La cambiante no podría definirlo porque la sensación que le causa su pariente es equivalente al que le digan que la inyectarán.
- Dáire, estuve viniendo toda la semana pasada a diferente hora y Jacobina, tu nana me decía que no te encontrabas y que no sabía cuándo regresarías o a dónde habías ido. Vengo a que me perdones por lo abrupto de mis palabras la última vez, entenderás que la migraña pone irascibles a las personas y que sólo deseo tu bien, querida - le ofrece un bello ramo de rosas que seguro salió una fortuna. La doctora las mira así como a quien las entrega, como si le ofrecieran una caja de escorpiones. - No te preocupes, primo, entiendo que te hayas sentido mal y me alegra que estés mejor - por educación, toma el ramo sonriendo forzada - gracias, son muy bellas - le observa al rostro. Es atractivo, bastante. De no ser porque hay algo en él que le causa repelus. Los MacKenzie son familia por parte de su madre y de todos los primos a quien pudiera reencontrarse, que Jonathan la encontrara pudo haber sido su peor suerte.
Es terco, está empecinado en contraer nupcias con ella para que no esté sola porque eso es lo que demanda -según él-, la tradición familiar. - No tan bellas como tú, querida. ¿Me vas a invitar una taza de café o me tendrás en la puerta esperando? ¿Así se trata a las visitas? - la doctora querría mandarlo muy lejos con su educación hecha un rollito y bien metida en el culo. Sonríe forzada, justo cuando su Nana grita - DÁIRE, QUERIDA. ¿QUIÉN ES? - en tanto se oye con su fino oído cómo se queda al inicio de las escaleras. La mujer sonríe a Jonathan antes de voltear hacia atrás - ¡ES JONATHAN, NANA! - la anciana se queda sorprendida, voltea hacia la recámara de su muchacha para ir caminando sin mucho ruido - ¿LE DIJISTE QUE VAS DE SALIDA? - de inmediato se asoma a la puerta de la recámara donde está Ezequiel y bajito le dice - ese es el tipo que persigue a mi Dáire, corra, corra, finja que van a ir a conseguir más medicamento, ande - le palmea la espalda.
Dáire escucha la voz de su nana. - Ah, es cierto, tengo que ir a por un mandado que me solicitó mi nana -. si creyó convencerlo de que se fuera, se equivocó porque de inmediato sonríe - excelente, te acompaño. Así compro algo para mí. Ve a ponerte el abrigo y salimos juntos - ¡Pillada! Repasa los labios con su lengua nerviosa asintiendo - es que... no iba a ir sola - empieza a darle cerrones. - Dáire, iré contigo lo quieras o no. ¿Acaso estás intentando negarte a mi compañía? ¿Tan mal me he portado contigo que ya no quieres saber de mí? - esta vez va avanzando sin que la joven pueda evitar que su altura rebase la suya. Claro que es mucho más alto, con la musculatura tan desarrollada, propia de quien trabaja en el negocio del almacén, se nota que puede hacer que obedezca de una sola acción.
- Es que iba a ir con mi nana - se defiente como puede, dar un par de pasos atrás echando la cabeza atrás para tener fija su mirada - ¡Y yo te dije, Dáire, que iré contigo! ¡Deja a la vieja en la casa, ve a poner las rosas en la mesa, toma tu abrigo y vámonos! - Dáire respinga con molestia, los sonidos agudos la matan. - ¿Quién te crees para gritarme? - empieza a ponerse de pésimo humor. Es paciente, pero cuando la buscan, puede transformarse en una loba y atacar a mansalva. - ¡Soy tu prometido! ¡Te dije que te casarías conmigo! ¿Cuándo vas a entenderlo? - la doctora aprieta más los labios y niega con la cabeza - ¿No qué, Dáire, no qué? - exige con un tono más elevado y agresivo. - Tú no vas a ser mi prometido - suena terca y firme en sus convicciones.
No desea a alguien con quien tenga que temer a cada instante, si bien las disputas con Ezequiel son frecuentes, no pasa de un disgusto. Jamás con el cambiante sintió esta opresión en el pecho que le advierte del peligro. - Oh, Dáire, por favor. ¿Ya olvidaste a Brandon? ¿Tu ex prometido? ¿Que le dijiste quién eras y te traicionó? ¿Quién va a quererte como eres? ¿Quién va a aceptar una perra en su casa si no soy yo, Dáire? ¿Ah? ¡Dime, dime quién va a querer como esposa a una perra! - son sus gritos los que la descontrolan. Se lleva las manos a las orejas intentando contener los sonidos tan estridentes. Ésto es algo que Jonathan por supuesto, está aprovechando de su último encuentro en el burdel donde notó que si entonaba de cierta forma la voz, a ella le atudría. La tiene bien medida, vigilada y estudiada. Sabe de qué pie cojea. - ¡DIME DAIRE! ¿QUIÉN SI NO YO, VA A QUERER CASARSE CONTIGO? - esta vez le grita con ganas para que ella gima de dolor.
Le toma del brazo obligando a que deje descubierto el oído - ¿AH? ¿QUIÉN? ¿AH? DÉJATE DE TONTERÍAS Y ACEPTA MI PROPUESTA, ¡VAS A CASARTE CONMIGO LO QUIERAS O NO, PORQUE SI NO...! - la aprieta del brazo con fuerza en tanto la cambiante gime con los oídos sobresaturados. Odia los ruidos tan agudos y no los soporta muy cerca. Para su desgracia, la voz de Jonathan como la de su nana, están plagados de éstos.
Última edición por Dáire MacKay el Sáb Dic 29, 2018 3:51 pm, editado 1 vez
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/09/2018
Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”I will protect you from everything and everyone.
I don't care about anything else.”
I don't care about anything else.”
Que rápido fueron pasando los días, y peor aún que rápido había estado haciendo todo en la casa. Reparó en primera instancia la cerca del patio, la pintó con detalles y se aseguró que quedara firme para que no fuera tan fácil volver a romperla, aunque sospechosamente unas garras desbarataron la pintura, pero fue hecho desde adentro y Ezequiel supo inmediatamente a quien culpar, así como se enteró de que la cambiante también necesitaba sus momentos de soledad, y se había prometido a él mismo no seguirla, después de todo siempre volvía en un par de horas y él debía hacerse el dormido. Misma razón que no le llevó a reclamarle nada, ya que se dejaría en evidencia a él también.
Los otros arreglos, como los retoques de pintura dentro de la casa, el cambio de madera en la escalera, no le tomó más de dos días todo aquello, y él junto a la anciana debían ingeniárselas para inventar algo más que hacer. Si bien el plan marchaba bien hasta entonces, la doctora evidentemente estaba harta de que estuvieran sobre ella comentándole más y más modificaciones. Todo por querer ocultarle algo que tarde o temprano terminaría descubriendo, como si ambos creyeran que realmente era tan ilusa para soportar más de lo mismo, tarde o temprano comenzaría ella misma a hacer las preguntas correspondientes.
Si fue el mismo varón quien le aseguró que no había nada de que preocuparse, ¿Por qué tanto énfasis en seguir en la residencia? No era creíble.
Ezequiel se encontraba caminando por el consultorio mientras la castaña se empeñaba en contar sus implementos, fue cuando estuvo a punto de proponerle otra cosa en cuanto vino el regaño, y el castaño resopló, terminando por quedarse apoyado contra una pared a brazos cruzados. Que mal carácter podía llegar a tener la fémina.
Estuvo en silencio hasta que el segundo regaño llegaría por una linea que de no haber sido por la aparición de la anciana, le habría provocado un estallido de risa.
— Descuide, ya estoy más que acostumbrado al "delicado" carácter de la doctora. — le aseguró a la mujer y terminó por seguirle, no sin antes voltear y fruncirle el ceño a la castaña, imitando las facciones en su rostro cuando estaba molesta con él.
Llegaron hasta la habitación de Dáire y tomó asiento en el suelo, frente a una cómoda en la que ella guardaba su ropa, uno de los cajones estaba caído, era evidente que se había movido la madera bajo el mismo.
Mientras se dedicaba a sacar el cajón las palabras de la mujer consiguieron la risa que antes se contuvo, la vieja sabía perfectamente cada paso que daban, puesto que ella iba dos adelante.
— Al momento que intente con la amordaza, terminaré yo atado nuevamente con grilletes a la cama. No voy a tentar de tal forma mi suerte. — le aseguró, viéndola caminar hacia la puerta, y al escuchar el último comentario, negó rápidamente con la cabeza y volvió a sonreír ampliamente.
— No me perdería la cena por nada del mundo. — aclaró con voz firme y segura, al final había comenzado a encariñarse con la deliciosa comida de la anciana.
En cuanto se vio solo nuevamente, puso manos a la obra con el cajón, el cual le estaba dando pelea ya que tenía que ser cuidadoso al reacomodar el trozo de madera, ya que podía romperlo facilmente y sería otro problema mayor buscar uno que encajara.
Dejó la gaveta a un lado, y buscó doblar la tabla con las manos, la cual fue cediendo de a poco hasta quedar en un punto preciso y exhaló, antes de acomodar todo nuevamente, ¿Qué haría después? Ya habían pasado tres días, y él ya estaba completamente recuperado. Tarde o temprano la cambiante lo mandaría de vuelta, se lo había advertido muchas veces, aunque pareciera que por las noches, mientras volvían a disfrutar de los placeres más carnales, ella lo olvidaba, más aun cuando no regresaba a su habitación, si no que se quedaba durmiendo en sus brazos.
Ezequiel acercó ambas manos para frotar su rostro " Note acostumbres, no falta mucho para que te vayas". Él estaba muy consciente de ello, pero el solo pensarlo le revolvía el estómago de una forma que ni la misma cena conseguía abrirle el apetito.
Sacudió su cabeza y retomó su tarea, acomodando exitosamente el cajón en su lugar, dándole unos golpes suaves, para asegurarse de que resistiría.
— Perfecto.. ¿Y ahora qué? — se preguntó a sí mismo con una mueca de confusión, levantándose del piso. En segundos unas voces captaron su atención, alguien más estaba en la casa.
Se incorporó con más velocidad, arreglando su ropa cuando justamente la anciana apareció en la habitación confirmándole sus sospechas y encima asegurándole que aquel sujeto era el que acosaba a la castaña. Sintió las palmadas de la mujer y rápidamente salió de la habitación y fue entonces que escuchó como el tono de voz del hombre se fue elevando hasta convertirse en gritos, órdenes que iban dirigidas a la cambiante.
Y se habría controlado, de verdad que lo habría hecho de no ser por la frase que lanzó "¡Dime, quién va a querer como esposa a una perra!". Sintió como la sangre le hervía y sus músuculos comenzaban a contraerse como si su cuerpo le gritara que diera paso a su piel más fiera para arrancarle cada extremidad al infeliz.
— Hijo de puta. — masculló bajando las escaleras prácticamente corriendo en cuanto le vio por sobre todo la forma en que la sostuvo, la estaba lastimando y no solo físicamente. Ella misma le había comentado acerca de su rechazo a los tonos agudos, mismos que el bastardo estaba usando con ella.
Atravesó la recepción hasta ubicarse en medio de él sujeto y la fémina, y lo que vino luego fue un descargo que no pudo ni quiso controlar.
El puño del cambiante se cerró, llegando a estamparse con fuerza desmedida contra la mandíbula del hombre, el cual soltó de inmediato el brazo de la doctora y se llevó la mano a la zona herida, mientras por su barbilla se deslizaban las primeras linfas de sangre. Ezequiel sacudió su mano y le fulminó con la mirada, señalándole con el índice.
— No vuelvas a poner tus asquerosas manos sobre mi prometida, ¿Me escuchaste? O te juro que te irás de aquí sin ellas. — le advirtió, tal parecía que nunca había hablado tan en serio, su rostro se encontraba ensombrecido producto de la rabia. Su respiración estaba agitada, y luchaba contra sus ganas de partirle por completo la cara en dos.
Tomó una bocanada de aire y se volteó hacia la fémina, acercándose a ella para acariciar sus sienes con las yemas de los dedos, se imaginaba el dolor que le pudo haber causado tanto griterío. Él había sido testigo de los retos que le daba la anciana, y veía lo mal que se ponía luego de eso.
— ¿Estas bien, cariño? — le interrogó, acompasando su propia voz para solo llegara a sus oídos como un suave susurro, depositando su frente suavemente contra la de ella. Aguardaba por una afirmación, o incluso estaba dispuesto a recibir un nuevo regaño por su descontrolado actuar, pero necesitaba asegurarse de que ella no hubiera recibido daño alguno.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/05/2014
Localización : Entre los brazos de una cambiante ~
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
I try to make the worst seem better.
El escándalo en la casa de la doctora se escucha incluso en las vecinas de tan fuerte que grita Jonathan haciendo que la cambiante se aturda buscando por todos los medios que esos tonos agudos no penetren en su audición tan desarrollada que le martillea la cabeza iniciando una migraña que la enloquece. Gime con los párpados fruncidos y los labios hundidos dentro de la boca que los aprieta con los dientes, su cabeza está estremeciéndose por la violencia con que la castiga. - Basta - ruega con los lagrimales formando gotas salinas que resbalan por sus mejillas del maltrato vocal. Su cabeza no atina a reaccionar para huir de ahí, buscar a alguien que la apoye, se siente sola de momento, sabiendo que si su nana sale a su rescate, tendrá una descarga doble de sobreestimulación.
Arriba, la nana actúa con rapidez. Contundente, va a por el campeón que eligió para su niña, dándole palmadas para que vaya a la arena de batalla y presente cara. Lamenta tener que llegar a estos extremos, más sabe que de lo contrario, este familiar que intenta acomodarse no cesará en su empeño. Tiene que ver que el lugar está ocupado y que la persona que lo tiene, se niega a dejarle una fracción del espacio que ya considera suyo. A los ojos de Jacobina, Ezequiel tiene la fuerza para imponerse, así como un carácter demasiado agradable para ser un buen compañero de su niña por más que Dáire sea cabezota y se niegue a ver lo que la mujer mayor ya nota: esas miradas cómplices durante las cenas, las risas que se entregan, el compañerismo que ambos ofrecen a pesar de que su niña insiste en que se vaya. Es normal, son los miedos propios de quien fue lastimado.
Si fuera un poco sincera Dáire, notaría que sus acciones hablan más que las palabras. Es una pena que el cambiante todavía tenga poco tiempo de conocerla porque de lo contrario, iría a por lo que ya es suyo desde el momento en que se quedaron arriba juntos, durmiendo. La anciana no es tonta, en cuanto vio que tardaban y fue a tocar la puerta, el escuchar a Dáire hablar por el hombre, significa cuánto ganó en un instante. Su niña no tiene por costumbre dormir con alguien, compartir tanta intimidad, si no confía en él. Ver cómo estos tres días han sido importantes en su incipiente relación, cómo van enlazando los conceptos hasta formar una armoniosa convivencia, le da ánimos para pensar que por fin, Dáire consiguió alguien a su altura. Ni le molesta escuchar en la noche los pasos sigilosos de la cambiante, mucho menos los chirridos de la cama, los gemidos y jadeos de ambos porque ella también fue joven y disfrutó de un hombre. Además, es la única manera en que ellos se demuestran lo que sienten por el otro, su necesidad por el compañero reflejada en el sexo es muy normal.
Y ahora, al ver cómo las espaldas fuertes de Ezequiel salen por la habitación en completa tensión, en tanto la mujer le sigue, dejará una huella imborrable en su niña. Le hará saber que no está sola como piensa, que cuando la situación se sale de balance, tiene alguien quien la defiende. Y ni siquiera podría necesitar algo más para que Ezequiel deje vislumbrar su instinto protector, ya lo nota desde que Jonathan le grita perra y el cambiante lo insulta bajando las escaleras como un bólido haciendo que la nana tarde en seguirlo, no demasiado porque cuando llega a la planta baja, observa con emoción en el corazón la constitución física en tensión del cambiante que lleva atrás el puño para plantar tan tremendo golpe al gigante escocés que le obliga a dar pasos atrás, soltar su presa y desviar el rostro. - ¡Sí! - se le sale a la buena mujer que por fin ve cumplida su fantasía de que alguien lo ponga en su lugar.
Abusa de su niña, más le valiera mantener sus manos alejadas y Ezequiel hace realidad lo que por mucho tiempo deseó hacer ella y por su constitución física jamás pudo. Otro, seguiría golpeando, no este cambiante que tiene un carácter firme, que le gusta a Jacobina porque lo ve adecuado para el de su niña. Que no se ciega por la rabia porque así como sentencia, voltea a Dáire paliando su dolor. Ese hombre, es para la nana, el que debería quedarse con su niña. No meterá las manos con su relación, ya están grandecitos y tienen que comportarse como tal. En ocasiones, es bueno que den tumbos hasta que vean por ellos mismos la realidad. Hablar es igual a que se cierren como candados sin llave para abrirlos. O bien, crear falsas ilusiones. La vieja se queda callada mirando la escena complacida por tener el buen tino de obedecer su instinto.
En otro lado de la habitación, Jonathan estaba tan concentrado en Dáire, en castigar sus atrevimientos y sus afrentas, disfrutando de ver su dolor, de su desesperación, complacido con sus gemidos lastimeros que no vio más allá. Cuando la figura se plantó ante ellos, su inconsciente creyó que era la anciana, no la mole que desorbitó sus ojos de sorpresa y mucho menos que tuviera la fuerza de, con un puñetazo, voltear su rostro obligando a que soltara a su presa y que con el impulso, los dientes mordieran la lengua haciendo que sangrara. Se lleva la mano al golpe aturdido por unos instantes valiosos en los que el otro desconocido le suelta unas palabras incomprensibles. ¿Prometida? Es lo único que llega a su mente. ¡No, no puede ser! ¡Tiene que ser una broma! Él necesita el dinero de Dáire para pagarle a los italianos la deuda. ¡Ese dinero tiene que ser suyo! El advenedizo da media vuelta confiado en sus habilidades al parecer, le da la espalda creyendo que ésto se terminó. Oh no, Jonathan es traicionero como serpiente. Alarga la mano hacia lo primero que encuentra.
Aturdida con tanto grito, con los oídos pitando en señal de cómo sus células reclaman por la sobreestimulación, Dáire está limitada en sus capacidades. Entiende poco y nada, lo único que atina a registrar en medio de su dolencia, es una gran espalda que se interpone entre el sádico y ella, acabando de golpe -literal- su sufrimiento porque el silencio se instaura por un momento. La voz grave del cambiante le da un consuelo. Esos sonidos sí los puede aceptar. Apenas lleva ambas manos a los oídos, voltea hacia ella dando alivio a su migraña inicial con los movimientos dulces en sus sienes. Sus azules orbes se posan en los castaños buscando consuelo que es dado a manos llenas. Se estremece con un hueco en el estómago al sentir su frente contra la suya, su voz suave susurrante, cuidando de no dañar más su fino oído. Abre la boca liberando sus labios que también eran castigados por sus dientes como consuelo a su tormento. De su boca sale un gemido lastimero más cánido que humano.
El castigo se refleja en la forma en que sus ojos observan los de Ezequiel, queriendo refugiarse en sus brazos, baja los suyos. Un movimiento a la espalda del sobrenatural la alerta. Sus párpados se abren enormes al ver la acción antes de que su boca pueda decir lo que atrás ya están gritando - ¡CUIDADO! -. Ni siquiera la destreza de Ezequiel es suficiente para evitar que el enorme jarrón se estampe en su nuca con violencia inusitada. Con los ojos inyectados en sangre, Jonathan da muestra de las sádicas acciones que puede ejecutar como sea provocado. Los fragmentos de la cerámica se desperdigan por el piso, Dáire atina a recibir el cuerpo de su defensor con la boca desencajada - ¿ES QUE ESTÁS LOCO? - le recrimina. El peso del cambiante la lleva a caer de rodillas sosteniendo su humanidad como puede depositándola en el piso a duras penas. Algunos fragmentos cobrarán su precio con sangre desperdigados en el suelo, localizarán algunos lugares para albergarse.
La doctora mira a Ezequiel con mortificación - ¡Que aprenda a no meterse donde no es bien recibido! - grita el otro y para la cambiante, ésto ya se fue de mierda. Voltea hacia él con rabia en lo profundo de sus pupilas, intentando aguantar justo lo que no debe: el cambio. Siente cómo su cuerpo está empezando a pugnar por eso haciendo crecer el pelaje - ¡Te dije que eras mía! ¡MÍA, DÁIRE, MÍA! ¿O acaso crees que él te va a aceptar cuando le demuestres cuán perra puedes ser? - eso ya la descoloca más. Los gritos entran por sus oídos y esta vez, la doctora pierde la cabeza. Dirige todo su cuerpo hacia él en un grácil movimiento. Su piel se adorna con un pelaje tricolor, donde el blanco, negro son la base de un rojizo que predomina haciendo visible su origen escocés. Los músculos se desgarran, los huesos se adaptan y en cuestión de instantes, la loba sacude la cabeza mirando con rabia infinita al intruso interponiéndose entre Ezequiel y él, mostrando los colmillos ante el estupor del humano que mira cómo las ropas desgarradas caen al piso cuando ella se sacude.
- ¡Qué buena presa! - en su voz, puede apreciarse la codicia por tener a esta loba en su pared de trofeos. Y aún así, da un paso atrás cuando escucha los gruñidos de Dáire - tranquila, podemos arreglarlo. Tranquila, además, debes reconocer que loba o no, sigues siendo una perra - eso ya es la gota que rebasa el vaso, el ataque no se hace esperar, si Dáire advirtió a Ezequiel que era buena en pelea, lo demuestra ahora. No es que tenga la musculatura o la fuerza para mantener una batalla, es porque es una rastrera en los puntos que ataca: se va con los colmillos desenfundados hacia la única zona más desprotegida. Le muerde la entrepierna a Jonathan que lanza un alarido de dolor al sentir cómo le rasguña los genitales. - PUTA - en lugar de caer, azota contra la pared que le permite seguir de pie, alza los brazos con violencia a los lados de su cuerpo para golpear con dureza los oídos de la loba que suelta la presa sacudiendo la cabeza.
Jonathan gruñe sobándose las gónadas - ¿Acaso crees que no he peleado contra los tuyos? Todos los perros o lobos son iguales cuando les golpeas las orejas - Dáire da un par de saltos atrás, aún aturdida, más empieza a caminar rondando a la presa, buscando otro punto donde atacar. Está defendiendo a su pareja. Su cabeza no lo registra, su instinto clama por ello.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”We break our enemies with fear...
And we've seen how the tears come around.”
And we've seen how the tears come around.”
Para el cambiante los segundos fueron eternos hasta que finalmente los orbes de la castaña se abrieron, vidriosos y doloridos, en medio de aquel gemido sollozante que escapó de sus labios. Estaría bien, ya le había demostrado que podía recuperarse de aquella situación tan desagradable para ella. El varón comprendía, también gracias a su desarrollado oído, lo fastidioso que podían llegar a ser ciertos tonos utilizados contra ellos, pero en el caso de la doctora éstos le afectaban de sobre manera, hasta casi llegar a aturdirla. Por si fuera poco, el imbécil se había aprovechado de eso de la forma más baja.
Y por fin había dado con la presa, sus orbes observaron por un milésima de segundo a quien estaba tras los pasos de Dáire; Un humano, un simple humano aprovechado que lo único que buscaba era instalarse a la fuerza en la vida de la mujer.
No logró captar toda su contextura con detalle, sí que estaba bien desarrollado muscularmente y claramente le sacaba un par de centímetros de estatura, fuera de eso, no había nada más que se volviera relevante frente a su fugaz reconocimiento. Estaba demasiado preocupado por la fémina antes que del mismo hombre; Otro error.
El grito de la anciana le sobresaltó, sin tener el tiempo suficiente de cubrirse a si mismo, y solo cuando sintió el estallido contra su nuca y parte de la espalda, los brazos del cambiante rodearon a la fémina en un burdo intento de protegerle de los trozos que cayeron afilados que cayeron a su alrededor, mientras terminaba de rodillas contra ella.
El golpe le dejó un pito fulminante en los oídos, mientras su propia voz interna le recalcaba lo descuidado que había sido, "No le des la espalda a tu oponente, Ezequiel. Concéntrate y no seas idiota."
— De acuerdo, me lo merecía, fue mi error. — masculló, llevándose la mano a su nuca, removiendo un par de fragmentos que tenía incrustados. La sangre rápidamente se deslizó por su cuello, manchándole los altos bordes de la camisa, y quien sabe como se vería su espalda. En ese momento, ni le dolía ni le importaba.
Sacudió la cabeza y se incorporó justo a tiempo, la mujer se había ido de su lado y ahora ella quien estaba entre su cuerpo y el agresor. El castaño se movió rápido y estuvo a punto de hacerla a un lado, pero un detalle lo detuvo, dejándolo plantado al suelo analizando detalles que el contrincante pasó por alto. La respiración de la mujer era acelerada, su cuerpo tenía aquellos temblores característicos que bien conocía él. Y el cambió ocurrió.
Los ojos del varón se abrieron con absoluta sorpresa y admiración, y todas sus sospechas fueron confirmadas finalmente cuando tuvo a la loba frente a él, compartían sus pieles, aunque a diferencia de los suyos, las tonalidades de la fémina se decoraban con un precioso tono rojizo que resaltaba cada movimiento.
Consiguió ver el temor en los ojos del humano, incluso parte de su temperatura corporal había aumentado, el miedo y la adrenalina hacían de las suyas. Aunque se empeñaba en mostrarse tan seguro de si mismo que terminaba por asquearlo de sobremanera, y al parecer no era el único porque podía interpretar a la perfección los gruñidos de la loba.
El ataque por parte de ella fue ingenioso e impredecible, ya que por un momento Ezequiel aguardó a que se lanzara al cuello del humano, lo dejó desencajado cuando vio como terminó atacando la entrepierna ajena, lo cual sin duda fue un castigo aún mayor.
Y todo se resumió a lo que nuevamente ignoraron, los conocimientos del bastardo no eran menores, eso lo había dejado claro desde el principio, y las mayores debilidades de Dáire estaban en sus oídos o por defecto, las orejas.
Hecho por el cual, el cambiante avanzó rápido en dirección al humano, no la dejaría exponerse a más ataques, él terminaría de hacerle frente, sus razones de permanecer ahí finalmente serían justificadas.
Pasó caminando firme por el lado de la loba que se empeñaba en acechar, la diestra del castaño no perdió la oportunidad de acariciar gentilmente parte de su pelaje y sonrió sutilmente ante la suavidad que consiguió sentir, dedicándole una efímera mirada.
— Peluda hermosa. — le susurró, a modo de cumplido y admiración, continuando su camino hacia la rata que les había arruinado la tarde.
Las manos del cambiante se cerraron en el cuello de su camisa, sin antes darle un golpe con su propia frente hacia la de él, acertando en parte contra la ceja del contrario que terminó cortada frente al impacto y decoró al instante su mejilla con un fuerte tono carmesí.
— Yo también he peleado con cobardes como tú, cabrón de mierda, así que solo te lo diré una vez... — la advertencia comenzó con un tono embravecido, que si no fuera por la contención que estaba teniendo, solo serían gritos y más gritos.
Tuvo que poner algo más de esfuerzo para levantar el cuerpo ajeno, incrustando parte de sus dedos en la clavícula del humano, hasta voltearse con él, sacando su espalda de la pared y lanzarlo contra la baranda de la escalera, la cual crujió y cedió ante el impacto brutal del cuerpo masculino, del cual un ligero chirrido se escuchó, seguramente alguna costilla rota.
— ¡Lárgate de esta casa y deja en paz a Dáire! — le bramó, ubicándose frente a él.
Esta vez no le perdería de vista, si él se empeñaba en pelear le respondería con todo, no dejaría que su animal interno luchara sus batallas, lo haría él, de hombre a hombre, y todo por la mujer que se había jurado proteger sin importar de que o quien.
En medio de ésto se aseguró de ubicar puntos estratégicos de él, hacia donde podría moverse o que cosas tenía a su alcance; No muchas. Localizó a la nana y unos pasos más atrás junto a él a la loba, quien le gruñía de forma totalmente siniestra al humano.
Ambos luchaban por lo mismo, sin saberlo, sin siquiera ser consciente del lazo que estaban creando, pero ahí estaba, frente a sus orbes que ahora reflejaban a la misma presa.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
If you take me for an enemy,
I promise to be the worst of all you've known.
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Tres pares miradas, un mismo universo. Un solo protagonista: el cambiante que se levanta con los fragmentos de porcelana del florero favorito de la madre de Dáire que conservaran hasta este momento en que el bastardo decidiera usarlo como arma. El cuerpo masculino recupera la vertical haciendo notable su gran altura, su constitución marcada y firme, su determinación por terminar este episodio. La sangre que le adorna la nuca baja en pequeñas líneas manchando la parte alta del cuello de la camisa que perteneciera al doctor MacKay y que la nana, en complacencia de Dáire, le entregara para que tuviera ropa para permanecer ahí como el futuro señor de la casa como Jacobina lo mira a pesar de la ceguera de su niña. Algunas partes de la prenda están rotas por el impacto del objeto que le rasgara con lo filoso de sus fragmentos.
La primera mirada, es la de la nana, que se queda estupefacta al ver cómo el florero fue tomado por el primo de la doctora para usarlo como arma y sin poder advertir a tiempo, el resultado hizo que la pareja cayera al piso en su intento de proteger al otro. Sus pasos fueron cortos, sólo dos al frente sin saber qué hacer, pensando incluso en ir a por la escopeta. Con esa idea, se traslada con rapidez hacia detrás de las escaleras para abrir la compuerta y tomar el arma perdiendo parte del espectáculo. Cuando vuelve con ella, se queda más boquiabierta al ver a la enorme loba en mitad del recibidor luciendo sus colores con orgullo y más que fiereza. Dispuesta a defenderse sin importar las consecuencias. ¿A ella o a Ezequiel? Podría ser la pregunta hasta que la vieja nota que está bien puesta para que cada movimiento del primo, sea bloqueado por su cuerpo. Así que defiende al hombre. Esa conciencia es para la mujer más enternecedora que cualquier otro acto de amor entre ambos.
Los segundos pares de ojos, son los de Dáire, que gruñe con el pelaje del lomo erizado, mostrando los grandes colmillos y los punteagudos dientes en una franca advertencia de que no será perdonada su impertinencia en ese hogar nunca más. De sus tres pieles animales, ésta es la única que aparece cuando está decidida a matar. Tiene más de cuarenta años y en algunas ocasiones, tuvo que defenderse a garras y colmillos de una amenaza. Entiende que se juega la vida en ésto, por lo que un solo paso de Jonathan al frente, es suficiente para que ella ladre con fuerza haciéndolo respingar y retroceder. Puede que sea demasiado bueno golpeando sus orejas, más piensa la siguiente vez atacar más arriba para que no pueda moverse. Inmovilizar uno de sus brazos será suficiente. Saliva al decidir su paso, dejando que algunas gotas caigan en el piso con total descuido. Se agazapa con el morro bien tenso, las garras alargadas mostrando cuán filosas son. Siente una mano en su pelaje, por inercia voltea con rapidez para atacar, más la figura de Ezequiel le contiene. Esta vez, en tanto recorre otra parte de su pelambrera, se estremece de placer. Gruñe complacida con el halago del rumano, relamiéndose el hocico antes de ladrar de nuevo al ver que el otro se mueve una micra.
Justo el otro, Jonathan, es el último par de ojos de la escena. Estaba atento a los movimientos de la loba, más al ver al hombre avanzar, no duda en alzar un puño cuando escucha el ladrido. Da un respingo y es su perdición. El golpe en su sien lo deja viendo estrellitas. Se lleva la mano a la herida, atónito mira la sangre. Para Dáire, Ezequiel es un poema bélico hecho realidad. Le gustó la forma en que le golpeó la sien de un cabezazo. La deja con las orejas altas, sorprendida porque no creyó que tuviera tanta fuerza y sobre todo, supiera moverse con esa facilidad. Que elevara el cuerpo del otro, recibe un ladrido de entusiasmo y el movimiento del rabo pelirrojo. El primo incómodo, es obligado a salir de la casa, echado a empujones de la misma, con una loba que sigue al cambiante con algunos saltos efusivos. Jonathan cae de espaldas contra la baranda de la escalera, con un golpe que le fractura una de las costillas, abre los ojos para fijarlos en los dos enemigos con rabia y odio sin esperarse que Dáire tuviera a alguien que la defendiera. Ésto complicaba las cosas. Blasfema cuando nota a la hembra que sigue erizada, agazapada esperando a ver que el maldito haga algo para irse de nuevo sin dudarlo.
Haciendo equipo con Ezequiel, le muestra de nueva cuenta los colmillos. Con la costilla lastimada, seguro que esta vez no tendrá la fuerza para soltarse de un agarre de sus mandíbulas antes de que triture el cuello. - ¡De acuerdo, de acuerdo! Ya me largo - se pone en pie a trompicones, mirando a ambos, sobre todo a la cambiante. Da media vuelta yéndose, confiando en que no van a hacerle daño. Antes de salir del jardín, voltea a ver a Dáire con sonrisa torva. Es un excelente ejemplar y se verá hermosa en su pared de trofeos. La loba avanza hasta la altura de la pierna de Ezequiel, restregando la cabeza contra su extremidad hasta quedarse apoyada contra él. Sus ojos se entornan porque está inquieta, puede sentir que ésto no terminó. - ¿Soy yo o alguien cree que debería matarlo por la espalda como el cobarde que es? - nana ya trae la escopeta.
La loba mira a la mujer gruñendo y agitando la cabeza. Si bien no está a gusto con el resultado de este encuentro, no desea que su nana se manche las manos. No con esa sangre. La nana parece molesta, pero vuelve dentro para barrer los vidrios y que no se vaya a cortar la loba con éstos. De pie, apoyada en Ezequiel, mira atenta que el primo no desvíe el camino, esperando que nadie la hubiera visto. Si lo hicieron, ya verá qué inventar. Podría decir que es la loba de Ezequiel y no estaría mintiendo. Al menos no tanto.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”I'm with you, I will carry you through it all...
I won't leave you, I will catch you.”
I won't leave you, I will catch you.”
En el interior del cambiante habría preferido que el humano se levantara nuevamente con ganas de continuar la batalla campal que tenían en el recibidor, ansiaba quitarle del rostro aquella sonrisa burlesca y la mirada de posesión que mantenía intachable cuando observaba a la loba. Todo eso conseguía sacar de sus cabales al cambiante, pero reprimía sus impulsos por no fomentar más violencia en la residencia, ya había sido suficiente. Incluso el mismo bastardo lo supo cuando finalmente decidió retirarse, sin antes dedicar esa última mirada que les advertía que no sería la última vez que sabrían de él.
Ambos vigilaron que el camino escogido por el humano fuera el correcto, antes de desaparecer en una esquina que daba otro camino hacia el centro de la ciudad.
La voz de la mujer le hizo peso, y el cambiante tuvo que reprimir las ganas de decirle que lo hiciera, que sería un problema menos, pero no era correcto, mucho menos que fuera la anciana quien terminara con la tarea de una forma tan despreciable.
— Dáire tiene razón, déjelo que se escabulla como la rata que es. — respondió con calma, al ver que la loba también realizó una negación a las palabras de la vieja, aun en su adorable forma, no dejaba de ser autoritaria.
Segundos bastaron para que el agotamiento mental y físico hicieran presión, en ese momento, Ezequiel se dejó caer sentado en el suelo, dando un largo suspiro mientras sus músculos se relajaban y el dolor del jarrón estrellado en su nuca cobraba efectos.
La cabeza del castaño se apoyó contra el cuerpo peludo de la loba y se acomodó un segundo contra ella, le reconfortaba enormemente saber que estaba a salvo. Y por otro lado, aun estaba dichoso de la semejanza que tenían, tanto que por un momento tuvo el inconcebible impulso cambiar para igualarle y juguetear con ella.
— Estaba seguro de que tus pieles eran caninas, aunque por un momento luego de todos los arañazos que me diste durante el sexo, llegué a dudarlo. — comentó en voz baja, permitiendo que su sonrisa retomara aquel sutil lugar en sus labios.
La mano del varón fue a dar nuevamente contra su cuello, sintiendo la fría humedad de la sangre seca y los restos de porcelana más pequeños que aún tenía incrustados. Frunció la nariz al retirar un trozo, y lo mantuvo en su mano, ya suficientes había en el piso, y la misma doctora le había regañado por lanzar un fragmento filoso al suelo, en aquel acontecimiento de la taza.
— Voy a necesitar tu ayuda con ésto, peluda. — comentó, mostrándole el trozo del jarrón y exhaló. No pasaron más de tres días y nuevamente tendría que dejarse curar por ella. La sensación de ser un completo descuidado comenzó a molestarle.
Exhaló y se puso de pie rápidamente para cerrar la puerta del recibidor, ya suficiente espectáculo habían dado. Esperaba que, con mucha suerte, no hubieran testigos de la escena.
Su espalda se apoyó contra la puerta y sus orbes volvieron a enfocar a la loba, como si fuera lo más hermoso que hubiera visto en toda su vida, la sonrisa estaba instalada de forma imborrable en su rostro. En su mente nacieron sin permiso imágenes que le provocaban una cálida y agradable sensación del momento que por fin pudiera mostrarse de tal forma con ella. Ezequiel acostumbraba a ser muy cuidadoso de no dejar que nadie conociera sus pieles, evitaba los cambios a toda costa, y era necesaria una confianza enorme para dar paso a sus canes. Y ahora le había sorprendido lo rápido que la fémina lo había hecho, mostrándose con orgullo con la que, quizás, era su piel más fuerte.
Sacudió la cabeza, buscando concentrarse, aunque el movimiento le causó unas puntadas de dolor en su nuca y resopló. Tenían mucho que hacer, y bastante que limpiar ya que el piso del lugar había quedado hecho un desastre.
Caminó de vuelta hacia ella, cuidándose de no pisar los filosos fragmentos del jarrón, y le picó la nariz a la loba en un suave gesto de broma.
— Creo que hay que evitar levantar mas sospechas. — le comentó, quitándose la magullada camisa, prenda que sin embargo serviría muy bien para cubrir el menudo cuerpo de la mujer.
Se ubicó frente a ella con la camisa abierta aguardando que retomara su forma humana, observándola con mas seriedad que antes.
El castaño tenía muchas preguntas que hacer, ya que la única ocasiones que tuvieron para hablar de su primo fue una en la que la doctora estaba prácticamente dormida y eso no le daba muchos detalles, con suerte le explicó quien era y lo que pretendía.
Ya no era solamente protegerla de un hombre cualquiera, ese humano la conocía bastante bien y a pesar de su condición, Ezequiel se sentía inútilmente en desventaja, y la idea de que ese infeliz volviera a buscarla y terminara dañándola en serio, despertaba en el cambiante sus instintos más protectores y posesivos. Poco le importaba si aquello no tenía sentido, no se quedaría de brazos cruzados frente al peligro inminente que les acechaba.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
I have to get used to remembering,
that the days of solitude have come to an end.
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Dáire tiene más preocupación por el hombre a su lado, que por cualquier amenaza que pueda venir de su pariente. Entiende que los momentos en que debió callar pasaron y deberá enviar una misiva al clan MacKay para informar al Duque de lo que sucede. No para que venga a rescatarla como príncipe montado en un caballo blanco, si no para que advierta al líder del clan MacKenzie lo que está haciendo uno de sus miembros y exija que le llamen a su hogar a rendir cuentas. Así, podrá deshacerse de él sin necesidad de que su nana o bien, Ezequiel, paguen las consecuencias. Hablando del gordo, éste se deja caer a su lado, sentado como si de pronto las piernas dejaran de funcionar. El olfato de la loba no pasa por alto la herida que de momento parece estar "bien". El golpe que le dio debe ser atendido de inmediato. Entrar a la casa es lo primordial, pero él no parece estar tan en condiciones todavía.
Se echa en el piso con las patas delanteras estiradas y las traseras flexionadas, cuando él se acomoda contra su cuerpo, voltea la cabeza mirando su expresión dolida, lo lamenta por el cambiante. Acaricia su mejilla con la suya, intentando no lastimarle. Cambia de opinión con eso de ser cuidadosa cuando le dice de sus rasguños, le muestra los colmillos con un gruñido que en esta apariencia es más feroz que con sus humanos dientes. Observa todos sus movimientos, concentra los oídos en el palpitar de su corazón, analiza todo en Ezequiel procurando estar lista por si hay un bajón de presión. Teme eso, por lo que no le apresura hasta que él se da cuenta de que debe ser atendido poniéndose en pie. Le imita siguiendo su paso a su lado, por si tiene que apoyarse, lo haga sobre ella.
Paso a paso, va siguiendo su progreso, valorando el daño. Cuando la puerta se cierra al mundo exterior dándoles intimidad, en tanto la nana está ya con la escoba barriendo los pedazos de cerámica y de paso, tomando las flores para echarlas a la basura, la cambiante sigue con los ojos fijos en él. Se tensó al ver que sacudía la cabeza, le echa un ladrido para negar con la cabeza. Lo único que hará será perder el poco equilibrio que tiene. Siente cómo le pica la nariz y sacude la cabeza por instinto. En cuanto se va quitando la camisa y la deja al frente, ella hace el cambio a su forma humana sin pensarlo. Se coloca la prenda sin abrocharla siquiera, pasando un brazo del cambiante por sus hombros con movimientos diligentes - vamos poco a poco, paso a paso, Ezequiel. Me gustaría llevarte al consultorio, pero vamos a subirte mejor a la recámara, porque si te me desmayas, no tengo que desplazarte más - se muerde el labio inferior. - Tendrás que ayudarme - lento, acorta el trecho a las escaleras, con ayuda de su nana, van subiéndolo escalón por escalón.
Dáire a su lado, la nana detrás empujando su espalda para darle soporte. Logran después de unos diez minutos, llegar a la recámara donde la nana se apresura a hacer a un lado las mantas de la cama donde es sentado con cuidado. Dáire le quita las botas, le desabrocha el cinturón quitándoselo y luego de ello, le recuesta boca abajo. Revisa la herida en tanto la nana sale corriendoa por el maletín. Dáire se dirige al baño, abrochándose la camisa en el proceso, sólo tres botones, los de abajo dejando el escote abierto por puro descuido, le preocupa más atender a Ezequiel. Utiliza algunas toallas para humedecerlas y vuelve a la habitación. - Tranquilo, ya estás en buenas manos - le limpia la sangre primero, la de los hombros y la nuca, luego de ello, abre las ventanas y corre las cortinas para que entre más luz. Toma el maletín de las manos de la nana que lo lleva diligente - gracias nana, ¿Podrías prepararle a Ezequiel ese té que le gusta tanto? Necesito recuperar la sangre y apenas íbamos por buen camino y volvimos al inicio - la buena mujer asiente palmeando el brazo de Ezequiel - le pondría un poco de miel, niño, pero sabe peor, así que lo lamento - la señora sale de la habitación.
Dáire ya está sentada al lado de Ezequiel, revisando la herida de Ezequiel con ojos expertos, sacando las pinzas, empieza a quitar las esquirlas de porcelana, dejándolas sobre el mueble al lado. Intenga contener la hemorragia con algunas y otras, la ignora. - Este imbécil te tiró a matar - maldice con rabia en la voz. Aclara la zona con un paño. Una vez segura de que no hay restos visibles, pasa la yema de los dedos cuidando de concentrarse para detectar cualquier pico - ¿Sientes que te corta algo? - cuando la respuesta es negativa, limpia la zona, aplica el antiséptico y revisa la zona para valorarla. - Ve el lado positivo, no necesitarás puntos, ve el lado negativo, no puedes acostarte boca arriba al menos por dos días. Ni modo, de ladito o boca abajo - le palmea el culo con fuerza mordiéndose el labio inferior.
Le coloca una gasa en la herida, para evitar que se roce con el cabello. - Bueno, creo que ya estamos, deberás comerte todo lo que te dé la nana, hablaré con ella para que te dé algo de carne y te traiga hígado. El hierro te ayudará, sobre todo porque estás perdiendo mucho - hacía cinco días que le encontró herido. Dos días después se comprometieron. Tres días después, estaban con él en la cama y un golpe en la cabeza - no sé por qué presiento que cuando te encontré, gordo, mi tranquila vida se terminó - sigue limpiando su nuca, sus hombros y su espalda, verificando que los rasguños de los vidrios sean superficiales y poniendo antiséptico. Cuando termina, va dejando todo el instrumental en la mesa de a lado, - estamos listos, me sigues debiendo gordo, ahora creo que te pondré a limpiar la chimenea, a acomodar las tejas del techo que se han zafado en el invierno pasado y también pensé agrandar el consultorio. Hay que edificar ¿Sabes hacerlo? - calla la mente que le grita que todo eso no lo tenía pensado hacer hasta el próximo año.
Se ha dado cuenta de cuánto miedo le tiene a Jonathan a pesar de todo, hasta que no lo manden llamar de Escocia, le tendrá rondando y ella prefiere que Ezequiel se quede en su casa en tanto finge que tiene que pagar. - Así que, prometido mío, tienes mucho por hacer. Deberás recuperarte pronto - sacude la cabeza con fuerza suspirando un poco - sigo aturdida, mis oídos están muy dolidos, a ver, házme espacio en lo que está la cena, duerme un rato - se levanta, se quita la camisa y cambia de nuevo a una de sus formas animales sin pena alguna. La diferencia es que a diferencia de sus dos más grandes bestias, la pequeña zorra roja que queda en el piso es esponjosa y su pelaje sedoso. Corre y de un salto, sube a la cama. Sabiendo lo que produce, va caminando por la espalda de Ezequiel. Sus ocho kilos hacen maravillas en los músculos de la columna, apretando en zonas donde libera tensiones, acostumbrada a hacer este ritual con su nana cuando se duele de esa zona. Baja del cuerpo del hombre cayendo al lado para subirse a la almohada, se estira toda, hasta levanta las patas traseras para elongar su cuerpo.
Bosteza profundo dando vueltas en círculos en la almohada antes de echarse y hacerse bollito. Cierra los ojos y baja las orejas, está bastante agotada por toda la adrenalina de día y sus orejas necesitan reposo. Al menos así, puede cubrir sus conductos auditivos y relajarse.
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”Here I lay, still and breathless.
Just like always, still I want some more.”
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Fue paciente, pero aun así no perdió detalles del cambio ajeno. Era fascinante poder apreciar como en ella existía una confianza tan marcada en su propia naturaleza, que los cambios no eran fuente de conversación. Mientras que él se empañaba inútilmente de mantener alejados todos los ojos curiosos sobre sus propias pieles, ¿Lo hacía de cuidadoso o porque sencillamente necesitaba sentirse completamente en confianza para aquello?
Sin darse cuenta era él mismo quien no se dejaba ser con la castaña, reprimía sus ganas de abrirse con ella, mostrarle quien era realmente, su pasado, sus vivencia e incluso su propia naturaleza, ¿Por qué? Por ciego, por no darse cuenta que ambos estaban remando hacia la misma dirección.
Le ayudó a acomodarse la camisa, mientras ella estaba mucho más preocupada de sostenerle a él, como si en cualquier momento su cuerpo fuera a desplomarse.
— Estoy bien, no te preocupes, solo fue una pequeña caricia con un jarrón. — comentó sonriente, observando como ambas mujeres buscaban auxiliarle. El varón realmente sentía que exageraban, pero no emitiría juicio con respecto a eso, sí se sentía algo mareado y ahí, la experta era la doctora, así que como buen paciente que antes había sido - o al menos lo intentó - se comportaría y le haría caso a ella. Por lo que avanzó con cuidado escaleras arriba siendo respaldado por la anciana, que aún mantenía aquella expresión preocupada y temerosa.
Se dejó hacer en cuanto la fémina le quitó un par de prendas y le ayudó a recostarse. El rostro contra la almohada, inhalando con tranquilidad, aun se mantenía tan fuerte el aroma ajeno mezclado con el propio contra las telas, y aquel efímero detalle logró relajar aun más su cuerpo.
Él sabía que en mejores manos jamás estaría, por ende se mantuvo quieto mientras la cambiante iniciaba algo que ya se le estaba volviendo familiar. Sentía la frialdad de la toalla contra su nuca, erizándole el vello de los brazos y suspiró con descontento al escuchar que nuevamente tendría que beber la "medicina" especial que por poco le había provocado vómitos la primera vez.
— No se preocupe, creo que nada superará el primer sorbo que le dio a ese té. — le aseguró a la anciana, haciendo un esfuerzo por sonreír, aunque estaba claro que era lo último que hubiera querido.
Al encontrarse nuevamente solo con la castaña, dejó que su mano tanteara hacia atrás, acomodándola cerca de la pierna ajena, buscando un mínimo consuelo en medio de todo.
— No podrá deshacerse de mí tan fácil, y seamos honestos, fue mi culpa el recibir el cobarde ataque, nunca debí perderlo de vista, pero te vi tan abatida que no supe que más hacer... — murmuró con pesar, recordando la expresión en el rostro femenino, como el humano le taladraba los oídos con cada grito. No volvería a permitir algo así.
Negó con la cabeza en cuanto sintió totalmente despejada la zona, pensando que después de todo no había sido algo tan serio, aunque el hecho de dormir en las posiciones que mencionó tampoco le hacía gracia. Lo que sí consiguió arrancarle una sonrisa fue la nalgada que le mandó, cosa que se había vuelto habitual en ella y él había terminado por acostumbrarse sin objetar su actuar. Pequeños detalles cómplices que mantenían.
Ladeó la cabeza para mirarla en cuanto tuvo el parche en su lugar. Tenía mejor aspecto, su corazón estaba acompasado aunque en su rostro el agotamiento no se ocultaba ni siquiera por aquella fina sonrisa que le ofrecía.
— No solo su vida, Doctora. — usó la formalidad en un tono que dejó entrever la broma en sus palabras, aunque compartían el mismo pensamiento.
Si bien la vida del cambiante nunca fue fácil, esta vez había dado un giro inesperado que le tenía herido cada dos por tres, y por alguna misteriosa razón poco le importaba, menos aun si después de terminar herido la tenía a ella a su lado, sana y salva.
— Lo que no sepa, lo aprenderé. No pienso dejarlas solas con ese imbécil rondando por aquí. — su voz fue más seria, materializando sus pensamientos sin importar que ella lo viera como un territorial en un lugar que ni siquiera le pertenecía.
Exhaló al escuchar la frase "prometido mío", restregando la cabeza en la almohada, sintiéndose como un idiota al pensar en cuanto le gustaba como sonaba aquella frase. La farsa, es una farsa, no lo olvides.
Las palabras que emitió al fémina llamó su atención, mientras sus ojos seguían el cambio ajeno hasta el suelo, en donde se presentaba una zorra absolutamente adorable y esponjosa, a la cual le daría las gracias una y otra vez ante en relajo que significó tenerla de paseo sobre su columna.
— Hasta tus animales tienen un efecto analgésico. — comentó satisfecho del masaje, observando como el animal terminaba ubicado sobre la almohada como si fuera el lugar más cómoda para dormir.
Los orbes de Ezequiel se negaban a perder de vista a la pequeña bola de pelos, misma que no tardó más de cinco minutos en caer dormida. La diestra del varón se acercó con suavidad para acariciar su pelaje, recorriendo desde el lomo hasta la esponjosa cola.
Los minutos pasaban veloces, y él no fue capaz de conciliar el sueño, disfrutaba de ver como subía y bajaba el pecho de la zorra junto a él, dejándola que recuperara energía, de seguro todo los acontecimientos habían sido demasiado para ella. El cambiante por su lado estaba empeñado en vigilar la residencia, el primo les había dejado en claro que volverían a tener noticias de él, y lo mejor era que estuvieran preparados.
Los pasos de la anciana subiendo por las escaleras, sacaron al castaño de su letargo y sonrió al escuchar como tocaba con suavidad la puerta del cuarto, por razones obvias, siempre lo hacía para no encontrarse con alguna embarazosa situación de ambos cambiantes. La mujer estaba dispuesta a traerle la cena a la habitación a lo que inmediatamente el castaño se negó.
— No, bajaré a cenar con ustedes. Iremos enseguida, despertaré a Dáire. — respondió con un tono justo para que llegara a escucharles, y luego de una afirmación algo dudosa de la mujer, su mano fue a dar contra la nariz de la pequeña zorra.
— Peluda, vamos, la cena está lista. — susurró, picándole la panza para continuar el proceso de hacerla volver. Mientras lo hacía y observaba como se estiraba, movimientos que le recordaron a los de su misma forma humana, cuando tardaba incontables minutos para volver en si.
Por su parte el varón se incorporó como pudo, sentándose en la orilla de la cama, observando por sobre su hombro a la criatura, acariciándose los bordes de la herida de su nuca.
— Sé que no serás la más feliz porque siga quedándome, pero realmente deseo hacerlo, no quiero que... — exhaló, sintiendo como las palabras por tener que reconocer algo como lo que estaba a punto de decir, le quemaba la garganta.
— No quiero que salgas lastimada, no soportaría ver que ese idiota te pusiera las manos encima. Déjame cuidarte. — finalizó aquella petición, bajando la mirada, así como sus propias manos a sus muslos.
El confesar aquel temor al pequeño animal que le observaba con las orejas en alto, fue claramente más sencillo que decírselo a la misma doctora. Se sentía aliviado, y en medio de un suspiro se irguió, tomando una camisa que mantenía a los pies de la cama. No se calzó las botas, solo por sentirse más cómodo sin ellas.
— Tenemos que bajar y no hagas hacer más esfuerzo para llevarte en brazos y tampoco me mires mal, no pienso comer en la cama, me sentaré a la mesa como es debido. — le advirtió con una sonrisa más amplia y se cruzó de brazos, esperando por ella. Estaba empeñado en no pasar más tiempo en cama, ya había descansado lo suficiente.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Y ahora estás tú sin mí
¿Y qué hago con mi amor? El que fuera para ti.
¿Y qué hago con mi amor? El que fuera para ti.
Acomodada en esa almohada acojinada y esponjosa, su cuerpo tiene el descanso necesario. A últimas fechas duerme tan bien que realiza sus actividades sin problema alguno. Sabe cuál es el origen de todo este bienestar. Todo proviene de este cambiante que se torna arisco al parecer con sus formas, egoísta y desconfiado. En tanto ella le enseña a manos llenas que en este hogar es bienvenido todo él, Ezequiel se mantiene receloso de corresponder a esta muestra de confianza de la doctora mostrándose en todo su esplendor sin temor a represalias. ¿Cómo si en Escocia es parte natural ser ella sin tapujos o tabúes? Para que él pudiera entender la magnitud de su proceder, debería estar en el ducado del cual proceden los MacKay. Donde su Duque es aquél que cumpla dos condiciones: ser varón y cambiante. Ahí podría quizá, relajar su postura dejándose llevar por las facilidades que se tienen y ser simplemente él.
Eso podría dar lugar a una nueva faceta del rumano que desconoce hasta ahora. Para ello, falta avanzar un gran trecho en esta relación que a veces parece más un cuantioso cristal tan endeble que cualquier pisada fuerte podría fisurar una de sus caretas. Y en tanto la mente de la cambiante viaja al mundo onírico, mantiene esa relajación por el olor combinado de ambos conservado en la almohada y de paso, por el tacto de esos dedos masculinos que le recorren el pelaje como hiciera con su piel humana después de los encuentros pecaminosamente sexuales que desde que perdieran las inhibiciones, son necesarios cada noche. En este instante, no está apoyada contra su cuerpo, con la cabeza reposada en su pecho, la mano que le rodeara el tórax y el muslo que se posiciona sobre las caderas de Ezequiel pegando el resto de su femenina distribución corporal contra su similar masculina. Dejando un contraste entre sus estaturas, con el castaño cabello regado sobre ambos o bien, peinado por esos dedos del varón contra su espalda. Más la respuesta es la misma: su tacto contra su piel peluda o no.
Si es tan fácil dormir con él, ¿Por qué no convivir? La respuesta está que no es igual dejarse llevar por lo que el cuerpo expresa y la mente recela.
Una voz la saca de su sueño, un roce sobre la nariz es suficiente para que la zorra estornude y abra los ojos queriendo escapar de su torturador que la obliga a salir de esta cómoda posición entre mimos que le sumergen en el sueño y palabras que son como una red, que la atrapa y la saca obligando a que sus neuronas vuelvan a la acción. Algunas se quejan de que trabajaron mucho y merecen descansar. Otras se avivan intentando recuperar la línea de tiempo. ¿Qué estaba haciendo? Ah sí, lo atendía de forma médica. ¿Y luego? Ah sí, hay que ir a comer.
¡Mejor mañana! Exigen las adormiladas. Las precoces células cerebrales se unen a ese dedo que le picotea la panza. Gruñe un poco haciendo notar que puede que no se despierte de buen humor como insista. Las patas se alargan estirándose, el hocico se abre mostrando la dentadura afilada, más los ojos se niegan a abrirse. Los párpados son tan pesados que prefiere seguir en este sueño. Y siente la cama moverse cuando él se incorpora. Resopla molesta despertando por fin. Se talla el hociquito con las patas delanteras volviendo a abrir la boca para jalar aire con fuerza y oxigenar el cerebro asustando al sueño. Se estira desde adelante hasta atrás, elevando la cola firme antes de parpadear con fuerza poniendo sus ojos en Ezequiel. Su rostro, la expresión de éste, tiene como reacción en la zorra, que ladeé la cabeza hacia su siniestra. La confesión la deja sorprendida, respondiendo sus orejas quedándose levantadas y tiesas. Ahí sí despertó por completo. ¿Dejar que la cuide? ¿Eso significa que no quiere irse? Sus neuronas rápido corren a la parte de la memoria para exigir informes. Los memorándums son entregados uno tras otro: sí, dijo que quería quedarse. Parpadea varias veces con rapidez sorprendida por lo que confesó. El rabito se mueve con alegría sin que pueda hacer algo para detenerlo, traidor que es. Incluso, voltea a mirarlo como si fuera otro ente aparte de su cuerpo y da la tarascada para detenerlo.
Se alcanza el rabo con los dientes y por supuesto, respinga todo el cuerpo en consecuencia por el dolor que se irriga desde la zona hasta más arriba. Se lo suelta de inmediato y el desgraciado se sigue moviendo solo como si tuviera un resorte imposible de parar. Resopla con frustración en tanto Ezequiel toma su camisa, se incorpora y la espera con brazos cruzados. Bajan las orejas con resignación y el rabo se detiene en su alegre peregrinar de izquierda a derecha. Vaaaaale, hay que bajar a cenar. Más antes, hace una técnica que intenta sonsacarlo de su determinación. Se echa sobre el lomo mostrándole el pecho, alargando las patitas como si quisiera provocar a que le acaricie la panza. Por más adorable que se vea, se nota que él no tiene la menor intención de quedarse más tiempo en cama. Rezonga de nuevo poniéndose en pie, sus cuatro patas la sostienen en tanto se acerca a la orilla del lecho para bajar de un brinco. Se restriega contra sus pantalones por la pernera izquierda. Primero la cabeza, después el cuerpo. No, no logra hacerlo cambiar de parecer.
Regresa a su forma humana con expresión torva - eres un aguafiestas, Ezequiel. ¿Qué te costaba un poco de mimos y más descanso? No, el señor quiere demostrar que es fuerte - se acerca al placard para sacar unos pantalones y una blusa guardados ahí por si alguna mañana tiene que salir corriendo por una emergencia. Cubre su cuerpo con la prenda superior, abrochando lento los botones pensativa. - Así que quedarte en casa. ¿Por cuánto tiempo? ¿Sabes que si bien Jonathan puede atacar mañana, lo puede hacer en un año? - el último botón es colocado a través del ojal enganchando la prenda. Los pantalones son tomados, de espaldas a él, aspira aire muiy profundo en tanto extiende la prenda para meter la primer pierna - Podrías quedarte en casa si quieres, sólo que para ello, necesitaríamos hacer real tu fantasía. ¿Aceptarías ser mi prometido? - ni siquiera le dedica una mirada cuando lo dice.
De espaldas, es más fácil porque no ve así su expresión incrédula y su negativa. Está realmente loca de atar. Eso es lo que él trajo a su vida: insanidad mental. Su corazón está tan comprometido con el deseo de que él no se aleje, que hace estupideces como la que ahora se escucha decir antes de meditar siquiera - hacer real esta falacia podría ser una buena opción, piénsalo. Si tu deseo es cuidarme, acepto. Sólo que a cambio exijo que te conviertas en mi real prometido. Tendrás un techo, comida, puedes hacer lo que te plazca, trabajar en lo que desees, incluso dibujando. El sexo no está vetado y sé que te gusta tanto como a mí, así que... ¿Qué piensas, Ezequiel? ¿Te gustaría ser mi prometido? Incluso, si quieres, podrías estar con cualquier otra mujer si en algún momento te aburres de mi cama - esa frase le abre una herida en el corazón peor que infringida con bisturí.
¿Acaso está loca? Rebajarse a tal grado de permitir que él pueda tener a alguien más es ilógico. No es Dáire quien habla. Y en lo profundo de su ser, sabe que aunque sean migajas, con tal de tenerlo en su casa, a su lado y disfrutar de su cálida cama, es capaz de permitir que esté con otra. Y para que él no piense que las tiene todas de su lado, susurra muy bajo - incluso si yo me aburro, podría buscar a otro hombre. Libertad total ¿Te viene bien? Así podrás estar sin problemas y si se soluciona lo de Jonathan, veríamos qué hacer en ese momento. Prometo no mandarte a buscar para golpearte si no funciona. Suficiente tengo con curar tus heridas como para provocar otras. No soy así - le tiembla el cuerpo cuando termina de proponer lo que en cualquier otro momento sería la más grande estupidez de su vida. Sabe que después de probar sus labios, recibir sus caricias y permitir que la posea de la forma más íntima, será incapaz de soportar que otro siquiera le sonría. Más ésto es una gran apuesta y como tal, bloffea. Lo que sea con tal de que él deje de decir que se va pronto, si quiere protegerla, Dáire se aferra a ese deseo como si fuera un caño ardiente que utilizará para mantenerlo a su lado. ¡Será zorra!
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
“Let me know what you're like... Let me know what you're like.
In your place, your place.”
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Sin duda alguna la pequeña zorrita tenía sus técnicas para conseguir que le dieran más minutos de descanso, y no le sorprendería pensar que las usó con la anciana un par de veces. Era adorable y ella lo sabía, Ezequiel debió contenerse de no acariciarle la panza en cuanto la tuvo en frente, pero negó, y buscó mantener su intachable semblante para que ella se levantara.
La técnica de restregarse contra sus piernas fue buena, no lo negaría, pero ni así se dio el tiempo de bajar su mano para acariciarle, ya que si lo hacía volvería a recostarse con ella y terminaría por mimarla hasta que nuevamente cayera dormida y eso, ya sería perder un par de horas, mismas que luego la mujer le regañaría por no presentarse para cenar. No sería la primera vez, y ésta sería peor, ya que solo lo harían por ser un par de perezosos.
Aguardó paciente y serio mientras la castaña retomaba su forma humana y finalmente sonrió cuando comenzó a regañarlo, era obvio, él lo sabía y ya estaba acostumbrado a sus pataletas de muchacha consentida, siempre terminaba reclamando por una u otra cosa cuando no conseguía lo que deseaba. También la culpa era de él, ya que buscaba concederle inconscientemente todo lo que estuviera a su alcance.
— No se trata de eso, bicha. Tu Nana se esfuerza demasiado siempre que tú o yo estamos heridos, tenemos que devolverle la mano en alguna ocasión, y no dejarla cenando sola. — le regañó, observando como a duras penas la contraria se vestía, cada movimiento que realizaba era desganado, como si continuara molesta por no dejarla dormir más. Esa situación solo conseguía hacer reír al varón, a veces el comportamiento de la fémina no se ajustaba su edad, y se molestaba por las cosas más mínimas y desde ahí era capaz de armar un espectáculo monumental, el cual conseguía revitalizar a Ezequiel, quien buscaba calmarla de alguna forma.
La mente del cambiante se engañó, creyendo que ella no le había prestado atención a sus palabras y por un segundo se sintió en paz, como si realmente no las hubiera pronunciado en voz alta pero, error, ella estaba mucho más atenta de lo que él pensaba.
Hasta que las palabras ajenas no hicieron esperar y llegaron a sus oídos como un recordatorio que pesaba toneladas sobre sus hombros.
— Lo sé, estoy consciente que no tenemos un rango de tiempo a considerar, pero solo si estás de acuerdo me gustaría mantenerme cerca de ti... De ambas. — reconoció con algo de timidez, sintiéndose como un niño que no desea perder nada, se había acostumbrado a la sensación de tener una "familia", aunque no fuera propia.
Estuvo a punto de sonreír por aquella efímera y cálida sensación hasta que la propuesta de la doctora llegó como si hablaran del mismísimo clima, algo totalmente poco relevante, sin sentido.
— ¿Qué? Disculpa, creo que... No estoy entiendo. — su tono fue de absoluta sorpresa, ni siquiera se esforzó en sonar desinteresado, ya que aquello era lo último que hubiera esperado escuchar de ella... Ella que cada día lanzaba una "cariñosa" frase, refriéndose a lo ansiosa que estaba porque él saliera de su vida, ¿Y que había pasado ahora?
Los oscuros orbes del varón se mantuvieron observando la espalda ajena sin llegar a realizar ni el mas mínimo movimiento mientras le escuchaba. Al parecer ella tenía todo muy planeado, o quizás solo improvisaba, de alguna forma u otra, sonaba muy segura, ¿Y por qué él debería dudar?
— Acepto. — fue lo primero que pudo procesar, aquella sencilla frase que nació sin permiso, veloz como si temiera que ella se arrepintiera de la opción que había puesto sobre sus manos.
El cambiante se frotó el rostro con ambas palmas, buscando asimilar incluso sus propias palabras, era como si su mente y su cuerpo actuaran por su cuenta y él era solo era un títere que debía contener ambas cosas.
Aguardó a que la tranquilidad volviera a posicionarse en sus latidos y avanzó hasta a ella, rozando su espalda con los dedos, acariciando parte de su brazo, bajando por el mismo hasta tomar su mano para que volteara a observarle.
— Pero no acepto estar con nadie más, así como no soportaría ver que tú lo hicieras. Lo lamento, pero no voy a mentir con algo así. — se encogió de hombros, acercando su diestra para acomodar uno de los mechones de la mujer tras su oreja.
— Ya ni siquiera sé la veracidad que tendrá lo que me estás proponiendo, pero ten por seguro que me lo tomaré muy en serio, desde ahora, y si en algún momento sientes que no es lo que quieres realmente, debes decírmelo por favor. Ese día tomaré mis cosas y me iré de aquí. — la petición fue honesta, el temor estaba más presente que nunca.
Estaba demoliendo una de las paredes de su propio bienestar, se arriesgaría a continuar ahí, con un compromiso real, ¿Que tan real? ¿Sentimientos? No, no podía exponerse tan pronto, ya que ni él estaba seguro, jamás había sentido semejante atracción, esa necesidad por mantenerla a salvo, verla sonreír. Saber que estaba haciendo las cosas bien durante su estadía, por más que las discusiones fueran constantes, no pasaban de ser eso, una simple discusión.
— Mi prometida. — murmuró, inclinándose hacia ella para apoderarse de sus labios de forma delicada, afianzando el menudo cuerpo ajeno contra su torso. La calidez le reconfortó de forma automática, terminando por sonreír contra sus pétalos.
— Podré acostumbrarme a ésto. — le aseguró, pegando su frente contra la de ella, descansando su mirada en los claros ojos que le observaban . Tal vez la fémina no esperaba que el cambiante aceptara sin más, sin poner alguna regla, sin que existiera una petición de por medio, nada. Él simplemente se cansó de nadar contra la corriente.
Una idea se le vino a la mente, y tuvo que bajar la mirada manteniendo esa sonrisa cómplice que habían creado hace solo unos segundos. Había otra persona en medio y debía estar al tanto de la situación que los cambiantes decidido.
— ¿Vas a decírselo tú o se lo digo yo? — le preguntó con algo de nerviosismo, indicando con su cabeza la puerta. Ella sabría a quien se refería. Y ambos desconocían la reacción que podría tener la anciana, sin siquiera imaginarse que de los dos, su Nana sería la más dichosa.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Entrégame esos labios rotos,
los quiero besar, los quiero curar.
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"Bicha", ella se esfuerza en que le quite el mote y él sigue diciéndoselo. ¿Tendrá algo que ver con que ella cada dos por tres y cada cinco por cuatro le dice "gordo"? Seguro que es su venganza. Son como niños pequeños buscándole las cosquillas al otro para hacer que caiga derrotado por sus artes. Aunque las de Dáire son triquiñuelas de las más bajas de todas. No por nada tuvo una hermana con quien "practicar" durante todos los años juntas. Ni porque tenga sus cuarenta y largos años, deja de ser una díscola muchacha. Que aparente veintipocos, ayuda poco y a veces, nada. Su comportamiento distaba de ser el adecuado, mas cuando se está con la tensión sobre los hombros todo el tiempo y las vidas de sus pacientes en sus manos, Dáire se da a la tarea de ignorar lo que la sociedad le exige para hacer de su vida un papalote. A quien le guste, bien, puede estar a su lado. A quien no, malo, pero tiene la opción de que la puerta está abierta de par en par y la doctora tiene un par de buenas piernas para echarlo a patadas de su vida.
Frunce los labios con el regaño y las razones son de peso. Su nana se desvive por ambos, curioso porque la vieja limón le gruñía a su ex prometido y a Ezequiel le cuida como si fuese su crío. Casi podría sentir celos de las atenciones que le brinda de no ser porque comprende que también ella hace lo mismo. Procura tener lo que a él le gusta en casa para que coma porque es un buen tipo. Quizá por eso las palabras que se le escapan son materia de una pregunta que genera un silencio sepulcral. ¿Exageró al proponerle ser su prometido, su real prometido? Una cosa era un novio, pero él parecía tan seguro al defenderla de Jonathan, cuando parecía que le importaba que por una fracción de segundo creyó que era lo adecuado. ¿No? La boca cerrada a cal y a canto del cambiante son su respuesta. Aprieta los párpados sintiendo incomodidad en sus ojos. Erró y de forma descomunal. ¿Ahora cómo lo arregla? Por más que intenta darle razones para que él acceda, se da cuenta que es una locura. ¡No ha pasado una semana desde que se conocieron!
Se restriega la palma contra la nuca después de ponerse los pantalones y abrocharlos ansiosa. Abre la boca para cambiar toda la temática y darle la seguridad de que no está buscando marid. La pregunta de Ezequiel parecía extrañada, casi asustada. Metió la pata al fondo. ¿Cuándo aprenderá a mantener la boca cerrada? - Lo que quería decir es... - va a deshacer la propuesta cuando él acepta. ¿De verdad? ¿Escuchó bien? La boca se le abre y el labio inferior tiembla cual hoja al viento. La tensión es palpable, si aceptó entonces el siguiente paso es ¿Casarse? "Dáire, idiota, debiste decirle que fueran novios primero, estúpida"; su mente está histérica. Sus neuronas se dividen en dos cámaras como de conservadores y radicales, pero en este caso son las que están a favor y las que no. Discuten como locas en tanto el cuerpo de la cambiante aprecia cómo el varón se acerca. La caricia contra su espalda disipa la disputa campal. Separa a todas las neuronas que escapan en estampida al ver quién llega a tomar el control: el corazón.
Su mano se entrelaza con la suya, voltea para observar su rostro al que ya se acostumbró en estos muy pocos días de convivencia. Es tal la intensidad de su mirada, que se sobrecoge. Se siente más pequeña e indefensa de lo que es. Le sucede la mayor parte del tiempo cuando Ezequiel entra a una habitación o le sonríe. Peor es cuando entra y le sonríe. Se le escapa de la mente todo lo que está ahí, con tal de corresponder a esa sonrisa y por ello, es que su carácter indómito reacciona mandando al hombre tan lejos de ella física y emocionalmente. Es su forma de protegerse, de mantener esa coraza que pocos lograron mellar y él, con facilidad imposible, la desprende con movimientos lentos como hace con sus ropas para buscar en su desnudez, lo que quiere. Si es sexo, Dáire se ve con la penosa necesidad de corresponder. Penosa, ¡Ja! Ya hace mucho, desde su primera vez, que la timidez no se presenta en casa cuando las manos del cambiante recorren su cuerpo y sus labios dejan cicatrices en su piel.
Su comentario sobre no compartir o buscar a alguien más, la sorprende. No atina a reaccionar cuando le acomoda los cabellos tras la oreja. ¿Está diciendo que ella le es suficiente? ¿Que le será fiel? Eso habla demasiado del hombre. En realidad, lo dice absolutamente todo. ¿Acaso se da cuenta de lo que habla? ¿De cómo se muestra vulnerable con esa simple frase? Se lo tomará muy en serio. El corazón se le detiene, un estremecimiento nace de su vientre y se extiende por su cuerpo al razonar lo que significa. Será su prometido en toda la extensión de la palabra. Está seguro de ello, luchará por ello y si Dáire se sintiera nerviosa o intranquila, él tomaría sus cosas y se iría. No porque sea él quien decida terminar, si no porque ella lo determine. La boca se le seca, un nudo se le forma en la garganta. ¿Será que es cierto lo que deduce? ¿Estará equivocándose?
Su afirmación de lo que ahora les une, la desarma. Tira por la ventana todas sus inhibiciones y sus dudas para entrelazar su vida a la del varón que sella este compromiso con un beso en el que la necesidad por él se aprecia en la manera en que sus labios le buscan y le provocan. Una urgencia que es aceptada por Ezequiel cuando la estrecha contra su gran cuerpo. Aplasta sus senos contra su tórax en tanto demanda más, lo que ella entrega sin tapujos. Sí, lo quiere a él. Lo acepta a él. Lo necesita a él. Si ésto no es amor, no sabe qué será en realidad porque con nadie se sintió así. Ni con su ex. Sus manos corren a sujetar sus hombros para no caer, aún sabiendo que no lo permitiría. Eso es este cambiante. Su sostén, la pareja que buscó durante tantos años y por fin, en un callejón mugriento, le encontró. Abre los ojos, sintiendo su frente pegada a la suya, dejando que la subyugue con su mirada limpia y cálida.
Se sonríe de lado divertida - sí, podría acostumbrarme a ésto - concede repitiendo sus palabras. Acaricia su mejilla cuando escapa a su roce mirando hacia la puerta y la pregunta se queda en el aire. Se ríe a carcajadas negando con la cabeza de izquierda a derecha - ¿acaso crees que no lo sabe ya? ¿Por qué te piensas que te dio toda la ropa de mi padre, incluso te permite descansar en el sillón favorito de papá cuando a mi ex, ni siquiera dejaba que lo mirara? Mucho me temo, Ezequiel, que ella es la que provocó todo ésto al pedir que te quedaras - lleva su boca a la mejilla del varón, depositando un suave beso - no caí en la cuenta hasta ahora - sigue un reguero de ósculos por su barba sintiendo sus vellos que le estimulan y pican en la epidermis - es una vieja mañosa - aspira su aroma sintiéndose reconfortada.
Recarga su cabeza en el hombro masculino en silencio, meditando toda la situación. Tenerlo con ella es una fantasía hecha realidad. Encontró al hombre que le conviene a su lado. El egoísmo aquí no tiene cabida. Es más bien que para comprender a alguien como Dáire, se necesita ser como Ezequiel. Un cambiante, un hombre cabal, responsable, protector, compañero, de noble corazón. Se queda unos cortos instantes antes de sonreír tomando su mano - vamos a cenar, que debes tener hambre ya - le incita a seguir sus pasos, no sin antes ponerse las botas y abrocharlas. Justo recuerda su episodio en el living - tendré que ir a comprar ropa y otras botas. Diablos, eran mis favoritas - con la transformación tan a flor de piel, se olvidó de que las traía puestas y ahora son historia.
Una vez abajo, la nana les mira alzando una ceja - creí que me dejarían cenar sola de nuevo - sonríe contenta empezando a servir los platos. Dáire mira a Ezequiel y sonríe besándole la cabeza a su vieja madre - nana, Ezequiel y yo decidimos hacer real el compromiso que fingíamos. ¿Te parece bien? - la anciana mira a uno, mira al otro, le tiembla la mano y al final, aplaude complacida - ah, creí que tendría que amarrarlos para que se vieran las caras y entendieran que el uno es para el otro. ¡Qué gusto mi niña! - la abraza y la besa con efusividad. Luego, mira a Ezequiel - a ver si ahora va a por sus cosas a su casa y las trae acá que ya me cansé de estar mirándolo con la ropa del doctor MacKay - celebra entusiasta abrazando y besando al hombre. Justo, se da cuenta de algo - ¡Nos falta vino para festejar! Tenga, vaya a la tercera casa de la calle de Rue Cambon, está pintada de azul, dígale que quiere un vino para la doctora MacKay, se la darán sin dudar, tenemos que celebrar, ande, ande, mi niño - le da las monedas que saca de sus bolsillos y palmea la masculina espalda contenta, antes de mirar a su pequeña y abrazarla. - ¡Y quiero nietos! - es lo último que Ezequiel escucha antes de que salga de la puerta.
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
“And we know what we feel, is so pretty...
And we don't care, thereand's no point”
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Al parecer la decisión de dar el paso para volver real algo que no tenía ningún sentido, que fue una idea del momento solo porque el cambiante buscaba proteger a la castaña, no fue del todo difícil, al contrario y contra todo pronóstico, se volvió el acto más sencillo dentro de todo lo que había hecho hasta ahora. Un compromiso relámpago que había llegado a formalizarse en menos de una semana luego de conocerse, una semana desde que la doctora le había encontrado desbaratado en un callejón y ya sea, por lástima o beneficencia, le había traído a su hogar, ¿Podría terminar de agradecerle sus acciones en algún momento? ¿Qué habría sido de él si ella no hubiera aparecido en su vida? Quizás la muerte habría sido lo más viable, en lugar de continuar una vida mediocre y deprimente.
La cambiante sin saberlo le estaba devolviendo la ilusión de compartir su vida con alguien. Los sentimientos que le albergaban al tenerla entre sus brazos eran desmedidos, sinceros, y su cuerpo se negaba a dejar ir su reconfortante compañía.
Disfrutó de los besos contra su rostro, mientras la fémina terminaba por darle una noticia que él realmente había pasado por alto, demostrando lo despistado que podía ser.
— Eso me dice que tendré que agradecerle a ella por ésto, nunca pensé... Nunca consideré siquiera que podríamos estar juntos de esta forma. — reconoció con la voz dichosa, devolviéndole un par de besos sobre su mejilla, como si cada beso que le entregaba no era suficiente, la fémina despertaba las ganas en él de entregarle una cantidad interminable de atenciones.
Acurrucó el cuerpo ajeno contra él, dejándola que descansara contra su hombro, rodeando la diminuta cintura de la cambiante mientras dejaba que el aroma de su cabello le embargara. Le fue inevitable recordar aquel contacto que tuvo con su pelaje, misma suavidad.
— Lograste que olvidara incluso el hambre que tenía. — bromeó, mientras el tiempo que mantenía el abrazo con la mujer se pasaba demasiado rápido, y era su mente la que deseaba atesorar cada efímero segundo junto a ella.
Desganado la dejó ir para que continuara arreglándose, viendo en su rostro el descontento al comentarle lo de su ropa.
— Si quieres puedo acompañarte cuando decidas ir, no tendría problemas con eso. — le aseguró, buscando entrelazar su mano para salir de una vez por todas de la habitación.
La mirada de la anciana fue de completa armonía al verlos, y por el comentario pareciera que se estaba acostumbrando a que ellos desaparecieran para la hora de cenar. Mantuvo silencio mientras Dáire era quien le daba la noticia, confirmando lo que ella misma le había comentado solo minutos atrás. Que bien la conocía.
Recibió sonriente la efusividad de la anciana, correspondiendo el abrazo e incluso alzando a la mujer mientras ésta le regalaba un beso con tanta calidez como lo haría una madre emocionada.
— Descuide mañana mismo voy por mi ropa, o por al menos una parte. Dejaré tranquilas las pertenencias del Doctor MacKay. — le aseguró, recibiendo las monedas, y sin ser capaz de decir una palabra, salió por la puerta recibiendo aquel último comentario.
¿Nietos? Ezequiel avanzaba por la calle mientras esa idea continuaba en mente e inmediatamente llegó a su memoria su familia, sus padres, sus raíces en Rumanía. Él había nacido cambiante de padres que no lo eran, algo sumamente extraño y jamás recibió una explicación para ese relevante detalle, quizás sus abuelos, sus ancestros, o simplemente un giro del destino que lo escogió y le dio tan hermoso regalo.
Con la castaña era diferente, ella venía de un mundo aparte, en donde poseer pieles animales era un hecho, con mínimas excepciones, ¿Qué pasaría si ellos tenían descendencia? Era lógico suponer que sus herederos serían cambiantes. La idea de aquello, de ver a los pequeños cachorros corriendo por la residencia le causaba una enorme ternura.
Él jamás había llegado a plantearse el tener hijos, o casarse... O incluso comprometerse, ¿Qué pasó? La sonrisa incrédula que llevaba en los labios era el único indicio de los acontecimientos, decisiones que comenzaban a tener peso, uno que quizás no consideró de lleno en la residencia, ¿Arrepentido? En lo absoluto, se sentía venturoso y de haber podido correr por la calle sin parecer un completo desquiciado, lo habría hecho sin dudar.
Llegó al lugar señalado, intentando mantener su semblante serio y solo al mencionar el apellido de la doctora el vendedor le observó con cierto aire de curiosidad, pero finalmente le regaló una sonrisa servicial, entregándole en sus manos el vino que de seguro habían comprado en innumerables ocasiones.
Regresó a la residencia con el encargo, dando un largo suspiro antes de entrar, encontrándose con ambos mujeres que al verlo llegar guardaron silencio y sonrieron entre ellas, quien sabe que habrían hablado en su ausencia.
— Bien, aquí está el vino, espero que sea el que me indicó. — se acercó a la anciana ofreciéndole la botella, y el gesto de ella demostró que no se había equivocado. Le daba cierta paz saber que podía ayudarla con detalles como esos, hacer las compras por ella, o ayudarla con las cosas de la casa. Estaba claro que los tiempos libres para ella no existían.
Asintió en cuanto les dijo que tomaran asiento, pero el varón tenía otros planes antes. Avanzó hasta la cambiante rápidamente y antes de que se moviera de su lugar, abrazándola por su espalda, besando su cuello con regocijo, afianzando cada vez más sus brazos alrededor de ella.
— Voy a tener que controlar ciertas muestras de afecto contigo, no quiero agobiarte. — susurró en su oído, dejando que su cabeza descansara en el hombro femenino, mientras ambos observaban como la Nana servía la cena, se le veía tan contenta, por lo que era imposible no contagiarse.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Nada causa más miedo,
que la lengua de una vieja.
que la lengua de una vieja.
Ezequiel se va dejando atrás a alguien que se queda mirando a la vieja con la boca abierta de par en par incitando a las moscas a entrar. La nana ríe subiéndole la mandíbula inferior a la cambiante, - como si no supieras que siempre busqué tener nietos. Para mí, tú eres una hija, así que espero que pronto tengas la bendición de ser madre y ese hombre tiene buena herencia, te lo digo yo. Es grande, es fuerte, tiene buena salud, unos ojos increíbles, ah, si tuviera unos años menos, te prometo que estaría intentando casarme con él - eso hace que ella reaccione - ¡¡Nana!! ¿Qué estás diciendo? ¿Te oyes siquiera? - la vieja ríe a carcajadas mirando a su escandalizada pequeña. Le acaricia el rostro, haciendo a un lado los mechones de sus cabellos - escucha cuando te digo, Dáire. No te separes de ese hombre, te hará más bien que mal. Y si por alguna razón te das cuenta que algo anda mal, ten la paciencia de hablarlo porque haciéndole daño, lo único que lograrás es que él decida irse - al ver que la joven baja la mirada se queda callada.
Dáire frunce los labios pensativa, en su interior hay demasiadas dudas - me siento inquieta, nana. Sí, es un hombre demasiado atractivo, que se preocupa por nosotras, no sólo por mí, también por ti y eso no tiene precio en mi mente. Me cuida, es capaz de ir a plantar cara a Jonathan sin tener miedo, es valiente, aguerrido, toma mis comentarios como lo son: una forma de mantener a las personas a distancia y él ni siquiera se da cuenta porque me los contesta de una manera que es casi perfecto para mí. Casi porque - se queda callada en tanto la anciana se sienta a su lado tomando sus manos para apretarlas - porque - la incita a hablar - casi porque algo le pasa por la cabeza, lo sé. Algo le preocupa, lo puedo sentir y no me dice nada - la vieja asiente con la cabeza - ¿Has pensado que él también debe tener dudas, Dáire? Piénsalo bien, no lleva una semana en casa y ocupó un lugar determinante. Nunca te vi tan contenta como con él. Descansas a su lado, ríes, incluso discutes una y otra vez cuando en realidad lo que quisieras es estar bromeando como lo hacían tus padres. ¿No es así? - la respiración de la joven se hace más intensa.
Se suelta de sus manos para llevarse las falanges a los cabellos y se los peina con éstas - vamos, nana. Mis papás jamás discutieron en su vida - exclama con aprensión - falso, sí discutían, pero nunca frente a ustedes, si lo sabré yo. Tu madre tenía esa costumbre de tomar los cojines y echárselos a la cabeza a tu padre. Si el carácter de tu hermana y tuyo salió de tu madre, por supuesto - al ver la expresión noqueada de Dáire, se ríe - les costó mucho acoplarse, pero entendieron que lo que no funcionaba era callarse. Y tú y él hacen eso. Debes aprender a hablar, que el diálogo es la mejor forma de mantener una relación y tú te guardas secretos como él también lo hace. ¿Y cómo si tienen cinco días conociéndose? No quieras comerte el mundo a puños, niña. Debes ir paso a paso - eso parece que funciona mejor porque la cambiante asiente con la cabeza más tranquila.
- Ni siquiera sabes sus gustos, qué le preocupa, a qué le teme, cómo es que le gusta despertar en las mañanas o bien, qué es lo último que piensa antes de acostarse. Qué es lo que siente respecto a todo ésto. Mira, si eres observadora, notarás que es más lo que tienes ganado que lo que temes perder. Él está muy a gusto aquí y no es porque le das todo, al contrario, eso lo presiona para ayudarte. ¿Las escaleras? Cualquiera habría tardado dos o tres días, él lo hizo en uno. Y todo para seguir viendo en qué más ayudar para pagar en cierta forma su estancia. No es un egoísta, no es un hombre violento. Tiene la fuerza y sabe usarla con sabiduría. No veo en él aspectos que pudieran ser nocivos para ti, niña. Por eso lo dejé quedarse, para verlo más de cerca. Y es buena persona, me ayuda, nos cuida. Fue tan sencillo distinguir su alma, cuando vi que hizo su mejor esfuerzo dándote esos puntos en la palma ¿Recuerdas? No cualquiera se calla su rechazo hacia las heridas y él lo hizo sin dudar. Te contuvo y sé por experiencia que cuando estás herida eres insoportable. Deja de estar reflejando tus miedos en él, porque así, sólo lograrás que se aleje y empieza a integrarlo a tu vida. Si decidiste dar el paso y comprometerte con él, entonces sigue la vereda y haz de él un buen compañero, tu esposo, tu amante, tu todo. ¿Entendido? - calla esperando que la joven entienda todo lo que le dijo que es demasiado.
Justo, antes de que Dáire pueda respingar, la puerta se abre y el hombre llega. Ambas se miran cómplices y en tanto la nana va a agradecer a Ezequiel, asintiendo al ver que el vino es lo que solicitó e ir a descorcharlo, Dáire se incorpora para ir a por las copas, que seguro que su nana las querrá para celebrar como debe de ser. El cambiante la atrapa por detrás, le pasa las manos por la cintura rodeando su cuerpo, dejando que se apoye en él y deposita un suave beso en su cuello que causa escalofríos en la epidermis femenina y un ligero gemido que escapa de su boca. Rodea sus manos con las suyas, sabiendo que en todo lo que su nana dijo, hay algo de verdad. Hubiera querido alejarlo, más ahora ya sólo queda seguir la vertiente que eligió y estar a su lado. Es tan fácil, que le aterra. - ¿Y quién dijo que me agobias? Controlar tus impulsos es igual a dejar de ser como eres - aprovechando que la nana está tardando, cosa rara en ella, que es una experta en el descorche, voltea su cuerpo para anclar sus manos tras la nuca, hasta recordar su herida y sujetarse de sus hombros - si eres mi prometido, las muestras de afecto son recurrentes. ¿No es así? Y si estás pensando en hacer de ésto algo serio, ¿Quién soy yo para negarte nada? Además - se acerca a su oído para susurrar.
Su tono de voz es más íntimo, más ronco al pensar en lo que exclama: - cada caricia tuya, cada beso, cada abrazo, me hacen saber qué tan tuya puedo ser y eso me agrada - deposita un suave beso ahí, donde el pulso late en su cuello, aspirando su aroma, regodeándose con su presencia y sus brazos fuertes alrededor de ella - me gustas, Ezequiel. Y si ni siquiera sé tu apellido, deberemos remediarlo ¿No crees? - muerde su piel dejando una ligera marca de sus dientes en ésta. - Si por mí fuera, exigiría tus brazos alrededor de mi cuerpo todo el tiempo, tus labios sobre mi piel y tu cuerpo moviéndose contra el mío cada instante, cada segundo de tu vida porque es en ese momento que me siento completa - oculta su rostro de su vista, fingiendo restregar la mejilla contra su cuello. Su nana tiene razón, como no le diga lo que siente, poco a poco, conforme el tiempo avance, él no se sentirá anclado a seguir a su lado.
Se irá porque la desconfianza es peor que la traición. - Y ya te aviso, que quiero conocerte al completo, mientras más peludo, mejor - se sonríe antes de que la anciana vuelva con alegría - dejad de estar acaramelados que al rato voy a exigir mis tapones de oídos porque se escuchan los gemidos hasta la casa del señor del vino. Dáire, las copas. Ezequiel, siéntate y empieza a comer. Creí que tenían hambre y sólo los veo comiéndose el uno a la otra. No me den envidia y dejen los platos limpios - sí, es cierto, la lengua de una vieja es más mortal que el veneno de la serpiente más ponzoñosa. La doctora obedece trayendo las copas, la nana le pasa la botella a Ezequiel para que sirva el vino y la cena empieza entre comentarios sobre los arreglos de la casa, lo que falta, incluso sobre la curiosa falta de pacientes que llegan a horas inconvenientes. Pareciera que todo se va arreglando para bien o para mal. Ruega la vieja que sea lo primero, pero hay algo que le dice que ésto todavía tiene que empeorar para obtener la felicidad. En tanto, Dáire mastica sus alimentos entre risas y pláticas jocosas donde la gordura de Ezequiel tiene el papel principal y las constantes pugnas por ver quién es más bruto con los comentarios da lugar entre los cambiantes, dejando a la vista que, si se trata de mordacidad e ironías, la nana sigue siendo la ganadora indiscutible.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
"Through the dark, through the door.
Through where no one's been before... But it feels like home".
Through where no one's been before... But it feels like home".
Estando junto a la fémina todo se volvía demasiado atractivo, demasiado fácil. Una situación a la que el cambiante no tardaría en acostumbrarse, si es que no lo había hecho ya. Su recibimiento en la casa hasta esta noche que compartían había crecido a pasos agigantados, había logrado crear una cercanía con la anciana, convirtiéndola en la sombra de una madre que tanta falta le hacía en momentos que se sentía tan confundido respecto a lo que sentía. El no saber si estaba haciendo lo correcto le carcomía por dentro, quizás iba demasiado rápido caminando sobre espinas o bien, insoportablemente lento.
Por otro lado no podría culpar a la doctora de su comportamiento, ya que si de poner en una balanza se trataba, él conocía mucho más de ella que viceversa. Ezequiel era demasiado reservado con su vida, tanto que podría verse como alguien esquivo y misterioso, mientras que la única verdad era la protección que se daba a si mismo, por el único y justificado deseo de no volver a sufrir. Ya había tenido suficiente y si ahora, había encontrado una familia, estaba ansioso de cuidarla con todas sus fuerzas, se necesitaban mutuamente, ya que tomando en cuenta como se encontraban las cosas, con el primo de la mujer rondando, y quien sabe la cantidad de peligros para las mujeres, todo era válido para que él se ubicara a la cabecera, mientras recibía el calor hogareño.
El rostro del castaño se ladeó, dejando a un costado todos los pensamientos que le golpeaban exigiendo atención, porque ahora debía concentrarse en la fémina que se ubicaba de frente a él, sonriendo satisfecha al recibir su contacto.
— Si estás tan de acuerdo con eso, prometo que me dejaré llevar contigo, no me negaré lo que sea que me nazca hacer. — le aseguró, besando su frente mientras la contraria buscaba esconderse entre su cuello, en donde, como era de esperarse, se aseguró de dejarle otra pequeña marca, detalle que el cambiante ya había interiorizado hace días, desde la primera vez que se dejaron caer en la absoluta tentación y la mujer había demostrado cuanto disfrutaba de verlo marcado por ella.
— Conóceme, si tienes dudas con respecto a mí no temas preguntarme todo lo que se te venga a la cabeza. No quiero tener secretos contigo, mucho menos ahora, Dáire. — le aclaró con una sonrisa más amplia, misma que creció aún más al escuchar a la anciana, ella siempre tendría una frase que les recordaría como una madre le llama la atención a sus críos.
Los brazos del varón liberaron a la doctora, sin antes besar su mejilla y tomar asiento en la mesa, seguido por ambas mujeres. Sirvió el vino con cuidado mientras la conversación se daba más animada que nunca, y él se mantenía atento a no perder detalles, era evidente que tenía que estar a la defensiva para cuando Dáire le llamara gordo, y poder devolverle la jugada para lanzarle una frase y contrarrestar la ternura de la fémina, mientras sus inocentes agresiones terminaban por hacer reír a la vieja, que con solo una palabra los aplastaba a ambos. Tenían tanto que aprender de ella.
Era el retrato perfecto de un momento familiar que deberían guardar en su memoria, ya que desconocían lo que se les vendría encima.
Al terminar su plato, Ezequiel se llevó la diestra al cuello, demostrando que aunque quisiera no podría comer otro bocado, la anciana siempre terminaba haciendo comida para un ejercito y ellos se esmeraban en complacerla, comiendo lo que más podían.
— Estuvo delicioso, y como siempre un placer compartir con ustedes. Yo levanto los platos, al menos déjeme ayudarla con eso. — le pidió, levantándose antes de que la mujer lo hiciera, él debía apresurarse a ocupar cualquier momento para sentirse útil, no le gustaba que lo atendieran demasiado mientras él se quedaba de brazos cruzados.
Al terminar su tarea, la doctora ya estaba acomodando la mesa con las flores y el mantel, el tiempo había pasado volando y siempre terminaba siendo así cuando se divertían con conversaciones de lo más elocuentes.
El castaño estiró su columna y exhaló, observando a la castaña y sin decir una palabra solo una cómplice sonrisa le alzó una ceja y volvió el rostro a la anciana, a la cual se acercó hasta darle un abrazo y hablarle en voz baja.
— Gracias por todo lo que ha hecho. — murmuró con sinceridad, era a ella que le debía gran parte de su estadía, la idea desde un inicio fue de la vieja, como si ahora sus planes hubieran terminado a la perfección.
Dejó caer sus brazos y se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón con un gesto más bien agotado.
— Ha sido un placer, como todos lo días, paso a retirarme. Muy buenas noches. — anunció, dedicándole una reverencia exagerada a la anciana, quien terminó por reír antes el gesto, y pasando por el costado de la cambiante, le besó la mejilla.
— Te espero en la cama. — le susurró en voz baja y continuó su camino hacia el segundo piso.
Abrió la puerta de la habitación, y se dirigió al baño, en donde se despojó de sus ropas y se lanzó sin más un balde de agua que descansaba en una esquina, mismo que seguramente ya se encontraba fría, pero poco le importó, el líquido se deslizó desde la mollera a los pies, haciéndolo estremecer, aunque el relajo que sintió luego fue instantáneo. Se frotó el rostro con ambas manos, tomando la toalla sobre la madera junto a él para secar su cuerpo y el cabello con unos bruscos movimientos, mismos que le recordaron la molestia en su nuca, la cual había disminuido considerablemente. No había sido nada serio.
Estuvo a punto de tomar el pantalón que usaba para dormir, pero sus impulsos lo llevaron a cometer lo que sin dudas en otro momento, se habría restringido a toda costa.
Caminó hasta el centro de la habitación y suspiró, ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?, aquella voz en su cabeza fue alertada inmediatamente, a lo que el castaño solo asintió creyendo que nunca había estado más seguro de algo.
Su cuerpo crujió y un jadeo humano fue lo último que escapó de él antes de terminar sobre las cuatro patas peludas y sacudiéndose el pelaje. Era considerable el tiempo que había pasado sin adoptar ninguno de sus animales, situación que en un inicio le hizo sentirse mareado, pero ya estaba hecho, sentía que era justo, necesario para el paso que había decidido dar, ¿Por qué debía ocultar sus pieles a su prometida? Eso no tenía sentido. El husky agitó la cola un par de veces con ansiedad, y saltó a la cama, en donde dio un par de vueltas antes de sentarse y aguardar expectante, hasta que el sonido del cerrojo le hizo levantar las orejas.
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Can you love me?
Show me.
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La cena transcurre con la tranquilidad que está caracterizando a los integrantes de este pequeño hogar donde la nana encabeza la comitiva, seguida por sus dos pequeños compañeros que la hacen reír durante el tiempo que se mantienen consumiendo los alimentos, dejando los platos vacíos algunos y otros no tanto, porque demasiada comida causa estragos en sus estómagos. Las risas sazonan la reunión. Algunas veces Jacobina tiene que callar a alguno de los dos cuando se les están yendo de las manos las bromas. Más lo que sí es un hecho, es que cada vez que se sientan a degustar la comida, parecen más compenetrados y hoy, después de la visita de Jonathan, hay una diferencia. Dáire se permite ser tocada de vez en vez por el hombre, compartir alguna mirada cómplice por el borde de las copas, reír sin dudar cuando le contesta alguno de sus comentarios que buscan ofenderle. Sí, la doctora aprendió con lo que su nana le dijo que no hay de malo en confiar en él.
Si lo eligió para ser su pareja, su compañero, su prometido, deberá poner todo su empeño para salir avante. Y al término de la cena, cuando las copas se vacían, él se pone en pie asegurando de que se hará cargo de levantar la mesa. Las miradas de las féminas se intercambian y la menor asiente sabiendo que tiene razón. Es un magnífico hombre. Colabora sin dudar, no se queja, lo hace con ganas y no es por ser el primer día. Lo hace siempre que puede. Dáire arregla la mesa, sacudiendo el mantel, limpiando la zona, reacomodando todo con cuidado de que las flores queden como a su nana le gusta. Alza la mirada para ver cómo él estira el cuerpo. Se le va la sonrisa admirando su musculatura marcada en la tela. Se relame los labios pensando en que todo eso se come todas las noches. ¡Que la envidien! ¿Qué importa si lo miran si ella es la que le muerde marcando su piel, la que recibe sus besos, sus caricias y es el refugio para esa parte de su masculinidad que se hunde en sus profundidades? Quisiera pensar eso, que es correspondida, que él le da seguridad y le es fiel.
Mira que se esconde con su nana, seguro para hacerse una confesión sin ser vistos, lo que le causa una risa divertida. Él se despide en apariencia, con las manos metidas en los bolsillos - Descansa Ezequiel, buena noche - recibe su beso en la mejilla con una enorme sonrisa. El dato informativo de que la espera, le hace ampliar la sonrisa, le observa con ese gesto íntimo que comparten, asintiendo con la cabeza. En cuanto marcha para subir las escaleras, ella se sube las mangas de la camisa para ir a lavar los platos. - Ahí deja, niña, mañana lo hago - Dáire niega - no, vete a descansar, ¿Crees que no te he visto que estás más encorvada que de costumbre? Te duele la columna otra vez. Tómate uno de los medicamentos, nana, no quiero oír quejas. Hazlo y ve a dormir - es justo que ahora ella arregle la cocina. - De acuerdo y gracias, buenas noches, mi niña - recibe el beso en la mejilla de la mujer quien se retira.
- Buenas noches, nana y pónte tus tapones para los oídos - se despide provocando las risas de la abuela que va subiendo las escaleras en tiempos. Dáire recoge bien todo, limpia las zonas con ahínco, lava los trastes y los seca. Una vez terminado y ordenado, se pasa la mano por la frente. Se seca las manos revisando las puertas delanteras y del consultorio, cerrándolas bien. Las ventanas, bajando las persianas, cuidando de que estén todas en perfecto cierre. Un olor en el patio trasero le llama la atención. Se acerca con extrañeza revisando una parte de la zona, jala un extremo de una tela que casi podría reconocer. ¿Una sábana? El olor que se levanta cuando mete presión para sacar un poco más, es suficiente para que se detenga. Se pone en pie cruzándose de brazos. Así que ésta era la razón del por qué Ezequiel se quedó. Ahora lo entiende todo. Huele a animal muerto y no quiere excavar más para saber lo que va a encontrar.
Ésto es obra de su nana, por supuesto. Por no alterarla, calló. Lo mismo que Dáire hizo antes, cuando encontró al zorro rojizo muerto. Corrección, zorra. Por el tamaño de la tierra removida, quizá sea un animal más grande que un cánido pequeño. Mira al cielo, la luna menguante le envuelve con su luz. Exhala con fastidio y cierto pesar. La nana ya está vieja para estos sustos y mortificaciones. La respuesta del por qué el cambiante se ofreció a fingir su compromiso, está aquí. Se pasa la mano por los cabellos de la nuca exasperada. Ahora entiende por qué no encontró la sábana que iba a lavar cuando estuvieron juntos la primera vez. Está aquí, enterrada y por supuesto, inservible. No va a poner en su cama, ni en ninguna otra, una tela que cubre el cuerpo de un ser muerto. Su fino olfato es tan bueno como desagradable como en estas ocasiones.
Se asegura de que no haya otra sorpresita antes de entrar, cerrar bien la puerta y subir las escaleras. El silencio de su recámara la recibe, se mete al baño para tomar las dos cubetas de agua fría, se quita la ropa con rapidez pensando que quizá Ezequiel ya se durmió. A veces tiene días pesados y hoy, se llevó las palmas. Se lava el cuerpo a conciencia, detesta llegar a su lecho con algún aroma diverso o suciedad. Es demasiado meticulosa en eso. Terminado el ritual de limpieza, toma un aceite para dejar su piel suave y sedosa al tacto. Lo dispersa bien, dejando que se absorba. Unas gotas de perfume y su bata envolverá su desnudez. ¿Para qué vestirse si él se ocupará de deshacerse de las prendas? Se deja el cabello suelto, cayendo parejo a sus espaldas, de cuan lacio que es. Sale de su habitación para ir a la del cambiante, apretando el nudo de la bata que la envuelve, alarga la mano en el picaporte para abrir y entrar cerrando tras ella. No es hasta que vuelve la mirada a la cama, esperando ver al hombre, que nota el cambio. Sus ojos se abren sorprendidos, enormes, quedándose sin habla.
¡Un Husky!
Su boca abierta va cerrándose en tanto sus ojos se entrecierran como si no comprendiera, antes de sonreír con alegría. - Cuando dijiste que compartíamos pieles, no creí que fuera literal. ¡Eres un husky! Awww - ¿Cómo es que él sabía que también ella lo era? Su nana no es de las que estén hablando. Y una sábana le hace recordar. Primero le entregó una zorra, después un Husky. Ese hombre que está enviándole señales es muy detallista. Y le conoce sus cambios. Por un instante piensa en Jonathan. Más cuando su mano acaricia el pelaje de la forma animal de Ezequiel, se olvida de él. En tanto el de Dáire es más largo y sedoso, el del macho es corto y suavecito. Gruñe contenta sentándose a su lado, para ocultar el rostro en su pelaje, acariciando la mejilla contra éste. - ¡Qué bello eres! Y qué grande - pasea sus manos por su cuerpo, apreciando los detalles, la firmeza de las patas, los músculos bajo la piel. Firmes, fuertes. - Me encantas, Ezequiel - sigue acariciando su cuerpo hasta detenerse en su cabeza, paseando las manos detrás de las orejas para hacerle cosquillas, - ¿Te gusta aquí? ¿Ah? - le abraza dejando que él recargue la cabeza en su hombro, oliendo su aroma con deleite.
Podría quedarse ahí por siglos - un husky ¿Y un lobo? - pregunta mirando sus enormes ojos, sus orejas atentas, se sonríe divertida y enternecida. - Gracias por la confianza - le atrapa la cabeza de las mejillas para besarle el hocico sin aspavientos - gracias, Ezequiel. No sabes lo que significa para mí - se le llenan los ojos de agua antes de sacudir la cabeza. - Bueno, si hoy va a ser eso, que sea - se incorpora deshaciendo el nudo de su bata con rapidez - sólo que yo soy muy bruta, te aviso - sonríe divertida antes de dejar caer la tela, sacude la cabeza un poco por el frío que se cuela antes de dejar caer el cuerpo. En cuanto sus manos van a tomar el suelo, son sus patas las que se posan y la husky pelirroja se sacude de nuevo. Subiendo una pata, luego la otra e impulsar con las traseras subiéndose, haciendo crujir la cama un poco.
Se queda quieta esperando que la cama los soporte y cuando está segura, da pasitos hacia él. El rabo se le mueve sin dudar, bien alto demostrando su alegría. Las orejas se ponen tiesas cuando da un golpe con las patas delanteras, echando atrás el cuerpo en franca posición de jugueteo, incitando al macho. Da un ladrido y vuelve a golpear el colchón como si fuera a atacarlo, pero se vuelve a echar atrás, tiesa, esperando. Esta vez, en la tercera invitación, abre el hocico y se apodera de su oreja apretándola un poco, acostumbrada al juego en su forma cánida, contiene la presión antes de soltarlo y buscar esta vez su cuello para morder y ver si puede dominarlo. Es la actitud propia del animal, al escuchar la cama protestar, ladra y salta al piso, alejándose un poco, dando el siguiente ladrido para llamarlo a venir. "Veamos de qué estás hecho, gordo. Ven a por mí, si puedes" le comunica en su mente, ladrando de nueva cuenta, corriendo un poco hacia él y deteniéndose a mitad del camino. El rabo está bien parado, en franca posición de reto. "Vamos, vamos, ¿A qué esperas?" exige impaciente.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”This is what I am, all I can offer to you...
Is in here in front of your eyes.”
Is in here in front of your eyes.”
Decir que se encontraba ansioso era poco, la adrenalina le corría por las venas de manera desenfrenada, se encontraba completamente nervioso, lo suficiente para llegar a temblar un par de veces antes de que la luz del pasillo ingresara con fuerza a la habitación que mantenía solo una vela encendida, luz tenue que le resguardaba en silencio.
Su cuerpo se paralizó en cuanto los orbes femeninos se clavaron en él, y en cuanto vio la enorme sonrisa de la castaña comenzó a menear la cola prácticamente por inercia. Había olvidado la sensación cómica que le provocaba aquel gesto, y simplemente se dejó llevar por las características tan marcadas que poseía su naturaleza.
Terminó acurrucado junto a la castaña en cuanto ésta restregó su mejilla contra su pelaje, su tacto estaba siendo ansioso, y sentía como le recorría con las manos, acariciándole y descubriendo sus extremidades. Incluso las atenciones cerca de sus orejas le llevaron a cerrar los ojos y disfrutar de sus atenciones, estaba claro que nadie mejor que ella sabría lo bien que se sentía aquello. Caricias que le relajaron al punto de terminar con su cabeza apoya sobre el hombro ajeno cuando le abrazó, sintiéndose reconfortado por la estrechez que mantenía a su cuerpo.
Aunque asintió rápidamente en varias ocasiones cuando la fémina mencionó su otra piel, misma que hace años no utilizaba, sentía que era demasiado invasiva, incluso para él, y le costaba trabajo mantenerla con serenidad.
El cambiante sabía que ella necesitaba conocerle más y, ¿Qué mejor forma que ésta? Él también se sentía pleno mostrándole parte de lo que ocultaba tras su humanidad, se sentía más transparente y más seguro de sus decisiones. Ella lo valoraba a tal punto de llegar a emocionarse, no pudo pasar por alto aquel detalle, a lo que solo se apresuró a lamer su mejilla como consuelo, bajando las orejas, no le gustaba ver cristalizados los preciosos orbes de la fémina, no importaba cual fuera la razón.
En cuanto le soltó, supo de inmediato lo que venía, y se animó, poniéndose de pie en la cama, con el rabo en alto, esperándola.
Ella tenía una gracia única a la hora de realizar el cambio, rápida y delicada, aunque una vez que la husky se hizo presente, demostró lo descontrolada que podía ser. En cuanto saltó a la cama, Ezequiel retrocedió unos pasos, viéndola como saltaba y le invitaba a jugar con ella. Encima tiene el poco recato de comenzar a ladrar, mientras que él intenta guardar silencio para dejar descansar a la anciana. Reclamó con un jadeo ante las mordidas, y con su pata se restregó la misma, mientras que su compañera seguía corriendo y saltando en el piso.
— Deja de ser tan bulliciosa, despertarás a toda la cuadra. — le regañó con un gruñido y saltó tras de ella, solo para ver como la otra se lanzó a correr fuera de la habitación. El husky solo ladeó la cabeza confundido, ¿Realmente quería que la correteara? Estaba tan desfamiliarizado con su piel que le costaba trabajo responder a sus demandas.
Decidió dejar de darle tantas vueltas al tema y se apresuró a perseguir a la pelirroja que continuaba corriendo por el segundo piso. Era más pequeña que él, por ende no dejaba de ser rápida, sin mencionar lo alocada que era su forma de escapar. La observó unos minutos, haciendo un ademan de que iría por ella y en cuanto la cambiante le dio la espalda para escapar, bajó las escaleras sigilosamente y corrió a ocultarse tras uno de los sofás de la sala de estar. Estaba siguiendo el juego, ella le daba ganas de compartir esos momentos, mismos que tantas veces se restringió.
Agachó su cuerpo, y las orejas, ocultándose lo mejor que pudo y de haber podido reírse de la situación lo habría hecho con ganas.
— Deberías poner más atención a tu espalda, bicha. — le comunicó, solo para que ella notara que hace un par de segundos que ya no estaba tras sus pasos.
No tuvo que esperar demasiado, su aroma le delataría dentro de poco y en cuanto notó como las patas de la contraria se acercaban a su lugar se preparó. Justo cuando ella se subiera al sillón para buscarle, Ezequiel saltaría de su lugar, pasando sobre ella hasta el suelo, era más grande, claramente no podría con su peso y terminaría derribaba en el sofá, recibiendo un ladrido de burla de parte del husky gris.
— Ten cuidado, o terminarás lastimada, bola de pelos. — le anunció y partió corriendo a la cocina antes de que ella se incorporara.
Aunque su acelerada carrera le hizo desviarse, avanzando por el pasillo que daba hacia la puerta de la "libertad", la salida al jardín trasero. Se apresuró antes de que llegara su compañera y con cuidado de no dañar la pintura ni la madera consiguió pararse en sus patas traseras para bajar con las delanteras la manilla de la puerta, para luego empujar con su cabeza la puerta y salir corriendo a toda velocidad hacia el jardín.
La brisa fresca le removió el pelaje, haciendo que se sacudiera un par de veces. Corrió en círculos por el césped y se dejó caer sobre él, que sensaciones tan liberales se había perdido. Su mirada se fue al cielo, pequeños nubarrones cubrían el cielo, ocultado de forma ocasional la luna creciente en el manto nocturno. Pero fue la presencia de la pelirroja la que llamó su atención, estaba claro que aquello era una postal de deseaba compartir con ella.
— Ven aquí, ¿Qué haces parada ahí? — le regañó, ladrándole para que se acercara a él, ansiaba su compañía en todo momento, sintiendo que no existía ningún otro sitio en donde deseara estar, mas que en ese lugar junto a la cambiante.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
I'm not gon' give up
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Los ladridos podrían despertar a la nana, es algo que a Dáire la tiene sin cuidado. Se acostumbró a dejar que su bestia interna saliera a la superficie y al tocar tierra, nada la detiene. Las orejas y el rabo tieso, bien alto, denotan que está lista para todo lo que pueda suceder. "Te advertí que era una descocada" es lo último que le deja saber, él pone las patas en el piso provocando un ladrido de felicidad y luego, sale corriendo como alma que lleva el diablo hacia fuera de la habitación. Acostumbrada al corre que te pillo con su hermana, otra cánida, puede escapar a los intentos de Ezequiel de atraparla. Se detiene volteando a ver si la sigue, él emerge por fin "lento, lento, eres un lento" le exige a base de ladridos, ansiosa, golpeando el piso con las patas. Hace el mismo juego, intentando atrapar su atención, pero sigue parado.
Gruñe agazapándose, se lanza un par de ocasiones, deteniéndose a pocos centímetros de su posición original, sólo son amenazas y poca acción. Hasta que él se lanza a por ella, ladra de nuevo corriendo a toda velocidad al final del pasillo, cuando llega, voltea y... ¿Y Ezequiel? Las orejas se levantan sorprendidas, el rabo se mantiene igual, mira a un lado, al otro. ¿Para dónde se fue? Incluso, se mete en la habitación para ver si regresó aburrido. La opción es que bajó las escaleras muy sigiloso. Lo confirma con la telepatía. ¡Maldito! Fue tan silencioso que ni su fino oído le detectó. Va a la planta baja, buscando con su olfato, encuentra su aroma, se dirige presta a toda velocidad, buscando con la mirada sin hallarle. Alza las orejas con las patas tiesas, se deja llevar por el olfato y cae sobre el sillón ladrando "¡Te cojo, te cojo, te cojo!" y fue todo lo contrario.
Termina patas arriba en el sillón, ladrando de gusto, recuperando la vertical, azuza a sus patas a avanzar rápido tras él, ¿Tener cuidado? Ja, las MacKay nunca tienen cuidado. Y como tal, apenas llega a la bifurcación cocina-pasillo del patio trasero termina resbalando al procurar cambiar la dirección. Afirma las uñas de las patas logrando recuperar el ritmo para seguir al macho. Trae la lengua de fuera de la emoción, apenas rebasa el umbral de la puerta, se detiene ante la estampa que le brinda Ezequiel, corriendo en círculos antes de caer en el césped. Se le nota que hacía mucho que no se transformaba. Tiene demasiada energía. El llamado la hace ladrar de entusiasmo, corriendo hacia él, más el freno le falla, ni siquiera resbala o patina, cae directa sobre él, trenzándose en una pelea donde muerde su cuello, sus patas, girando en el césped hasta caer, separándose, en posición de ataque, con el morro tenso, las orejas gachas y los colmillos de fuera "peleapeleapeleapeleaaaa" se lanza de nuevo contra él.
Antes de tocarlo, las patas se alzan obligando a que caiga, buscando de nuevo su cuello, en franca búsqueda de dominarlo, se revuelven de nuevo, una y otra vez. Va por su pata diestra, siguen dando giros, a veces ella lo salta, cuando siente que va a dominar su cuerpo. Continúan hasta que se separan de nueva cuenta. El rabo se le agita feliz con la husky pelirroja a tres metros de distancia del macho, ladra un par de veces antes de que por el rabillo del ojo, aparezca un enemigo. Le persigue sin dudar. Ezequiel mira cómo se sigue la cola en varios giros cada vez más concéntricos hasta que se la alcanza. Y justo cuando la muerde... "Auuuuuuuuuuuuu" se la suelta de golpe mirando la cosa todavía agitarse. Resopla molesta "odio cuando pasa eso" sacude el pelaje desde la cabeza, siguiendo por las patas delanteras, las traseras y el rabo para quitarse la sensación. Una vez listo, alza las orejas "¿Te persigo, te persigo?" sí, su energía es excesiva, parece una cachorra. Quizá es porque en este aspecto, jamás maduró.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/09/2018
Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
"Teach me to enjoy like you.
Show me how to leave everything behind...”
Show me how to leave everything behind...”
Solo hizo falta aquel sencillo llamado para que la husky corriera a toda velocidad, algo que el cambiante no había considerado era la energía desbordante de la contraria, por lo que terminó siendo aplastado sin ningún tipo de cuidado y de paso dando vueltas con ella sobre el césped, en donde insistía con tratar de morderlo, pero claro ese era su trabajo, aunque en cuanto conseguía morderle, la pelirroja se escabullía entre sus patas con una habilidad envidiable. Estaba claro quien llevaba la ventaja entre ambos, la experiencia de ella en su piel canina era enormemente superior a la del varón.
Le siguió cada juego que inició, las revolcadas, la forma de aplastarle y morderle, todo, ella le hacía sentir vivo y con ganas de disfrutar cada segundo a fondo. Con solo mirarla conseguía animarlo, a la par que le regalaba una ternura inconmensurable solo con ver sus orejas en alto y la lengua afuera, con el cuerpo listo para atacarle de nuevo.
Ezequiel se dejó vencer un par de veces, solo por el gusto de verla mover el rabo orgullosa por haberlo derribado, mismo rabo que la contraria comenzó a perseguirse, visión que hizo reír internamente al husky.
— ¿Qué haces? Estás muy loca, ¿Lo sabías? — le acusó animado, volvió junto a ella, y le pisó la cola un par de veces, entre lo que fue un juego y una caricia.
Las orejas se le alzaron en cuanto la pregunta llegó a su mente, era como si bastara una simple invitación de ella para que su cuerpo instantáneamente respondiera afirmativamente, haciéndole mover el rabo con entusiasmo, pero se contuvo para mantenerse inmóvil y negar con la cabeza rápidamente.
— ¿No crees que fue suficiente juego? — le interrogó y antes de que respondiera, le pasó por encima, derribándole él ahora y seguir una acelerada carrera por el césped, levantando restos del mismo en donde sus patas le daban impulso.
— ¡Levántate, pareces un perezoso más que un Husky! — le desafió, y continuó corriendo a su alrededor, y de vuelta, hasta casi el borde de la reja, dándose con ella un par de veces cuando intentaba frenar muy encima, conteniéndose de saltarla, ya que eso significaría que terminaría corriendo prácticamente por toda la avenida y ahí quien sabe donde terminarían.
Aguardó a que la pelirroja se pusiera en marcha, y ladró ansioso escapando de ella, haciendo uso del espacio que tenían a su disposición. Estuvo mirando a su espalda para asegurarse de que estuviera correteándole, pero lamentablemente el terreno no era suficiente al parecer, o tal vez ella era inevitablemente más rápida que él y no tardó en alcanzarlo y caerle encima de una vez, haciendo que terminaran dando un par de vueltas nuevamente, quedando con algo más de rastros de tierra y pasto en sus pelajes.
— ¡Eres una bicha muy veloz, eso es trampa! — reclamó y le mordió la oreja que mantenía feliz en alto, y luego le dio un par de lamidas como consuelo, y de paso le lamió el hocico y la nariz.
Por su cuenta volvió a caer de espaldas solo por gusto de rascarse la misma, restregándose con las patas en alto, gimoteando en cada contorsión que hacía y lanzarse a un costado y mirar a su compañera que lo observaba con una atención que lograba ponerlo nervioso por momentos, como si estuviera haciendo algo malo.
— ¿Qué? — preguntó, en su relajada posición, y se lamió, y en cuanto tuvo la atención de ella en su rostro, comenzó a jugar con sus orejas, bajándolas y subiéndolas rápido, y haciéndolo intercaladamente con cada una. Era un gesto más de juego para hacerla reír, mientras esperaba a que ella respondiera a su interrogante.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/05/2014
Localización : Entre los brazos de una cambiante ~
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
I've got all my life to live
And I've got all my love to give.
And I've got all my love to give.
En Escocia, allá donde creció, los cambiantes son por completo libres de ir y venir a sus anchas, en cualquiera de sus formas pareciendo un zoológico europeo en lugar de un ducado. Los críos son capaces de transformarse y juguetear incitados por los adultos para que tengan comunión con su animal interno. Se sabe que así, son mejores cazadores, personas, guerreros e innumerables beneficios más. Dáire fue una díscola desde muy pequeña, después de que adoptara la primera forma de husky, fue el hecatombe hecho cachorro. Iba, venía, corría, saltaba, gruñía, se peleaba, hacía travesuras y eran constantes los regaños, castigos y hasta quejas porque la niña tenía demasiada energía. En algún momento, sus padres notaron que era su parte animal la que se desbordaba. Le prohibieron el cambio durante dos semanas. La notable manera en que la pequeña se deprimió dio lugar a que levantaran tal tormento.
Por lo que, a estas alturas de la vida, poco se puede escapar a la díscola Dáire que cuando está en su forma husky, no deja de tener energía. Va, viene, corre, se esconde, se persigue la cola, se pelea y un sinfín de más tareas que hasta a Ezequiel cansaría sólo de verla. La husky sigue pidiendo más y como él se lo dé, estará molido a la mañana siguiente y para eso, faltan pocas horas. "No puedo contenerlo, la energía es mil veces mayor cuando estoy transformada" baja las orejas como si su comentario fuese un regaño y ella dijera el mismo mantra durante toda su existencia. Saca la lengua cuando le pisa la cola, se remueve inquieta, le quita su objeto de diversión para encarar al macho, golpeando el piso, agachando el pecho dejando arqueada la parte trasera de su cuerpo, con la cola en ristre. Las orejas bien altas y tiesas. Gruñe un poco, es un llamado al juego.
¿Era suficiente? Para ella distaba de serlo. Cuando él le pasa por encima, ladra de ansiedad buscándole de inmediato afianzando las patas en el suelo, disfrutando del pasto y de la tierra tan comunes en Escocia. Le persigue, finta y es driblada. "Voy, voy, voy, ¡Voy!" mete velocidad, la fuerza que tienen sus patas es impresionante, la manera en que el cuerpo se mueve tan grácil da cátedra de que por algo está flaca. ¡Cómo no, si se mantiene en constante movimiento y al menos tres veces a la semana escapa como Husky al bosque! Y justo el correteo es suficiente para que ella esté feliz, yendo tras él hasta que la velocidad que impulsa su cuerpo se incrementa por una línea recta, salta hacia el macho con brutal inercia haciendo que caigan y se revuelquen en el pasto buscando morderlo en el camino. Lo deja boca arriba, ladrando feliz, dejando que le muerda la oreja, poniéndole una pata en la cabeza para someterlo, le permite que la lama como muestra de cariño. La cola se le agita demostrando su algarabía.
Tener a otro cambiante en casa, equilibra su estado de ánimo. Decir que es feliz por tener a un compañero que comparte sus pieles es poco. Lo observa restregarse el lomo contra el suelo en tanto se sienta sobre sus cuartos traseros y las patas delanteras tiesas. "No es trampa, es tu culpa porque estás fuera de forma" se relame el hocico sacudiendo su pelaje haciendo que los restos de pasto y tierra vuelen en diferentes direcciones. Si el vecindario se enteró de que la doctora consiguió otro perro, que renieguen en sus casas, Dáire está satisfecha. "Me alegra tenerte conmigo" mira el jugueteo con sus orejas, ladra contenta intentando imitarlo sin mucho éxito y peor coordinación. Se echa en el pasto, restregando su espalda en una imitación a los movimientos del macho, despegando la piel muerta con sus roces con las patas en lo alto, cual gato. Deja de hacerlo y se acomoda de lado, en dirección a su compañero.
Su pecho agitado se mueve intermitente, su estómago lo imita. "Hacía mucho que no jugueteaba con alguien más, quizá desde que falleció mi madre y nos mudamos de Escocia. El ducado donde nací, está lleno de cambiantes. Es común ver toda clase de animales por el lugar. Incluso, los humanos a veces se equivocan. Llegué a ver a un niño que le daba de comer a un zorro pensando que era yo" ladra emocionada recordando eso "igual, nos protegemos entre todos. Cuando hay un ataque, son los cambiantes los que salen a defender primero. Pocos sobrenaturales se atreven a acercarse a nuestro territorio, saben que si atacan a uno, seremos decenas los que vayamos a vengar la afrenta" levanta la pata trasera para rascarse tras la oreja con vigor. Tiene comezón "ay, picapicapicapica" cuando por fin se deshace de la sensación, sacude la cabeza feliz, "algún día tendré que regresar. Me parece que es el mejor lugar para criar cachorros. Ninguna persona se sorprenderá porque crecen lento o porque se transforman. Al contrario, papá dijo que le llegaron regalos cuando tuve mi primer cambio" se levanta para estirarse, primero echa el cuerpo atrás, alargando las patas traseras, sigue el movimiento apoyando en éstas para estirar las traseras llevando atrás la cabeza para crear tensión en toda la columna y al final, vuelve a sacudirse el pelaje.
Justo cuando pareciera que la algarabía termina y está más relajada, unas gotas caen sobre sus pelajes. Las orejas de la husky se levantan al tiempo que lo hace su cabeza hacia el cielo. Las nubes, como si fuera una cubetada de agua gratuita, se desarman dejando que las gotas sean más grandes, rápidas y haya poco que hacer para escapar sin quedar húmedo por lo menos. La cola de la cambiante se anima de nuevo "sí, sí, ¡Lluvia!" ladra al cielo dando brincos de un lado al otro, aprovechando que en poco tiempo, el suelo forma charcos, saltando sobre éstos haciendo que el agua salga en todas direcciones manchando su pelaje de lodo y agua. Le importa un bledo mojarse, le encanta la lluvia.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/09/2018
Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”If one day you decide to leave...
Are you going to let me go with you?”
Are you going to let me go with you?”
Que sencillo era todo con ella, el varón lograba abrirse con una sinceridad expedita, mientras se dejaba llevar por los impulsos más animales, los cuales se había esmerado en ocultar, solo llevándolos a la luz cuando consideraba que era estrictamente necesario. Jamás por jugar, jamás por disfrutar... Como lo hacía ahora.
Ella le despertaba los deseos de libertad de los que renegaba, iluso fue en creer que podría mantenerse tan alejado de sus pieles en una casa que consideraba a los cambiantes como algo del día a día. No tenía mas remedio que acostumbrarse y embriagarse con las costumbres de la castaña, y hasta ahora, lo estaba haciendo sin mayores problemas.
Ladró, dejando su lengua afuera y el hocico abierto, divertido en ver como intentaba imitar el gesto con las orejas, ella era mucho más nerviosa que él, por lo que pequeños detalles los realizaba de forma más acelerada. Aunque no perdía lo adorable de su esencia, misma que tantas veces vio en ella.
— Y a mí me encanta estar aquí, contigo. Me haces sentir vivo. — le aseguró, observando como era la husky quien hacía todo el proceso de espaldas en el pasto, comprendiendo porque se volvía algo cómico a la vista de la contraria cuando él lo hizo. Le ladró con más ánimo hasta que la vio acomodarse más cerca de su cuerpo, y pudo admirarle con más detenimiento. Continuaba encantándose con ella en todo sentido de la palabra, le parecía hermosa, y en su interior sentía el deseo de abrazarla en su forma humana para sentir la suavidad de su pelaje.
Las historias que Dáire tenía, eran sobre una infancia, una vida muy diferente a la suya, razón por la que ponía mucho más atención a sus relatos, divirtiéndose por la forma en que los abordaba, y asentía con su peluda cabeza en ocasiones, incitándola a seguir hablando. Ansiaba conocer más de ella, y por lo visto no existía nada que la obligara a guardar secretos con él.
— Suena increíble, deben tener vínculos muy fuertes todos los que pertenecen a esta raza, y eso explica también el por qué te sientes tan cómoda con tus animales, por mi parte nunca llegué compartir como lo estoy haciendo ahora contigo. En mi infancia, poco y nada me transformé. Conocí más cambiantes, sí, pero ya era mayor y encima muy cuidadoso de no mostrarme con ellos, siempre mantuve una distancia por seguridad. — explicaciones que no tenían mayores secretos, su vida había sido el reflejo opuesto de la ajena.
Hubo un comentario que no pasó por alto y tuvo que ladear su cabeza cuando le escuchó. "Algún día tendré que regresar", y los motivos no fueron menores, mencionó a los cachorros como si fuera lo más natural del mundo. Mientras Ezequiel recapitulaba en su mente aquello, y se dio por aludido, seguro de que no dudaría un segundo de irse con ella.
Roces en su pelaje le hizo alzar la cabeza y orejas, se acercaba otra lluvia. Si hubiera dependido de Ezequiel, habría vuelto a la casa para no terminar empapado, y estuvo a punto de hacerlo, pero se detuvo en cuanto la escuchó y observó con alegría como la pelirroja saltaba sobre los charcos, ensuciándose sin ningún tipo de cuidado, ¿Por qué no acompañarla en eso?
El husky corrió hacia ella, sintiendo como el tiempo cobraba intensidad y la lluvia se volvía más constante y densa, haciendo que sus orejas se volvieran mas pesadas al encontrarse mojadas. Saltó sobre el agua, alzando la cabeza al cielo, mientras el agua le daba golpeteos en la nariz, misma que rascó varias veces con su pata luego de estornudar.
Podrían considerarse una hermosa postal, estaban compartiendo como si se conocieran de toda la vida, no existían discusiones, frases sarcásticas, ni nada, todo fue expedito. El macho se movió buscando caerle encima mientras ella se encontraba entretenida correteando sobre los charcos que se formaron sobre el césped, y ahí, sin previo aviso le saltó encima, haciéndola caer por completo dentro, embarrándola de lodo.
— ¡Que mugrosa estás, peluda, no puedes entrar a la casa así! — le comunicó antes de salir disparado de regreso, ladrando con entusiasmo y con la esperanza que sus patas le acompañaran para dejarla atrás, ya que en más de una ocasión le dejó en claro que estaba mucho mejor acondicionada que él.
Cuanta razón tenía, ya podía escuchar como le alcanzaba a toda velocidad, y sencillamente se resignó y de paso, preparó, para el impacto de la bicha.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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