Zeither A. Van Croix

Un hombre elegante, cortés, de buenos principios y estrictos modales. Un caballero ante el ojo joven de una mujer y un prospecto prometedor para los padres codiciosos de las mismas. Con amabilidad deslumbrante y sonrisa encantadora. Difícil de imaginar y aún más de creer pero posible de existir. Ese mismo, el prototipo a príncipe mostrado en un sinfín de películas, no es verdad.

Alexander no es más que un hipócrita farsante con todos.

Los gusanos ocultos bajo la perfecta cascara roja de una manzana, las sobras de la comida dentro de un envase de helado, el calcetín dentro de una enorme caja envuelta en papel que tu tío compró como presente para tu cumpleaños... ese es él. Todo eso asqueroso pero con una capa externa tan bonita y elegante que te hace sentir la persona más dichosa del mundo con tan solo verla. Sus sonrisas, sus miradas de soslayo que aparentan coqueteo, sus palabras dulces y en ocasiones halagadoras, su carisma, movimientos suaves, andar elegante es mentira. Todo es mentira.

Es como una canción de cuna que te incita a quedarte dormid@ entre sus brazos, a confiar en él y rendirte ante sus palabras.— ¿Te hiciste algo nuevo en el pelo? ¿Usaste un perfume diferente? ¿Y esa marca de anillo en tu dedo anular? —Más que observador es obsesivamente celoso al punto de que en ocasiones llega a asustar. Odia compartir, no importa si es una aventura pasajera o algo más serio, mientras se está con él es con él, con nadie más. Sus juguetes son suyos y se rehúsa a compartirlos.

Manipulador, mentiroso y traidor, son las tres palabras con la que él mismo se describiría si le preguntaran aunque por supuesto que todos lo verían como una broma. Es bueno seduciendo a las personas, a hacerles confiar en él y luego ¡PUF! deja caer todo. Observa como lo entregado con tanto cariño se hace pedazos en lo mismo que dura un suspiro y luego las lágrimas: su parte favorita, además de los gritos que prometen venganza y dolor para su persona en un futuro. A veces con razones, a veces por mera diversión. No tiene escrúpulos que lo atormenten en la hora de engañar a alguien pues cree firmemente que así es como se mueve el mundo: a base de ilusiones.

Es inteligente, agudo y perspicaz, las adivinanzas son su fascinación y es un real amante de engañar a la mente. Desde cosas que pueden ser aplicadas a la vida real como confundir a un pobre con preguntas retorcidas y hasta sin sentido por el mero placer de dejar la duda plantada, hasta los juegos más simples como rompecabezas o ajedrez. Es astuto, es terco, si quiere algo se hace, si desea algo lo obtiene; eso sí, es realmente serio con su trabajo y justo con sus tratos.

Detallista, refinado, un hombre de grandes ideas y pensamientos. Si hay algo innegable en él, y que no pertenece a esa parte turbia de sí, es el ser apasionado pues ama lo que es. Se honra de sus virtudes y pecados.

Sin embargo no hay que asumir que eso es todo lo que se puede esperar de él, es un grave error el tratar de predecirlo ya que no es un hombre al que se le puedan leer los pensamientos fácilmente, mucho menos sus emociones y futuras acciones. Desde lo más simple hasta lo más complicado, hay mucho de él que puede llegar a sorprender.

Abrió los ojos con extrema lentitud accediendo poco a poco a su consciencia. Para su no tan grata sorpresa se da cuenta de que no hay nada ahí, y mientras se incorpora parsimoniosamente, un bálsamo de incertidumbre se riega sobre él con suma paciencia haciendo que sude frío. Parpadea, lleva una mano a su rostro y frota sus ojos sin saber del todo que hacer después. Inseguro, observa el suelo, ¿Qué hace ahí? Siente como un ligero piquete molesta a su cerebro y lo hace temblar. Más importante… ¿Quién o qué es?

Apoya las manos en el suelo para poder impulsar a sus piernas y se resbala hacia el lado derecho gracias al causante: Un tipo de  libro blanco con una enorme mancha roja en el centro de la portada. Automáticamente lo arrastra hacia él y con sumo cuidado lo abre después de analizar la tapa con unos ojos carentes de brillo, cegados por la inmensidad de su vacuidad.

Lentamente observa las letras formando palabras, luego oraciones y hasta párrafos enteros al posar sus pupilas sobre ellas. Lo entiende, al menos recuerda ese tipo de cosas y gracias a ello se da cuenta de que no es un libro sino  una libreta de notas la que se posa en sus pálidas manos.

“En este preciso momento tu mente debe estar sumida en un gigantesca oscuridad y un sentimiento vacuo debe estar instalado en lo más profundo de tu ser. Créeme, no puedo estar más feliz y satisfecha por lograr aquello, es la mejor sensación del universo aunque te frustre un poco al principio. Si más adelante se inicia una aporía, lo que te recomiendo hacer es simplemente distraerte de ello, piensa que es realmente reconfortante, crea un vínculo con esa sensación y piensa en un lado positivo, abrázalo con todo tu amor.

Dejando eso de lado, he de suponer que lo primero que te preguntaras es de tu persona: Ahora en adelante te llamaras Zeither no lo olvides nunca, si necesitas de vez en cuando un apellido usa Van Croix. ¿Por qué? La verdad no me tome el tiempo necesario para pensarlo, o más bien él no me dejo hacerlo, escribir esto de por si es complicado con él interrumpiéndome todo el tiempo… creo que tienes cara de llamarte de esa manera.

Si no te has fijado en tus alrededores, que lo dudo ciertamente, estas en una bella mansión un tanto oscura y gótica, si le das la oportunidad es realmente cálida y acogedora, ignora lo intimidante que puede llegar a ser, te agradara. Dentro de poco alguien estará contigo, no debes de temerle, es un gran amigo así que mantén la calma, no estarás solo. Si escuchas alguna voz aparte de la tuya susurrándote con pleno sigilo y timidez a tus espaldas, ignórala con todas tus fuerzas…pero tranquilo, sinceramente no creo que eso realmente suceda”

Zeither empieza a inquietarse, se siente inconforme y sumamente desorientado. Por su parte seguiría leyendo lo que sea que haya en esa libreta pero se ve interrumpido por la enorme figura que ahora está a unos cuantos pasos de distancia.

—Hasta que por fin has despertado. —Dice el sujeto con cautela, mientras lo observa desde arriba, arrogante.— Es hora de que nos vayamos de aquí, los…  —Se detiene bruscamente sin completar lo que sea que quería decir, un detalle que no pasa desapercibido e irremediablemente le llama la atención al joven.

Ese chico desconocido por alguna razón le generaba cierto temor y repugnancia, sobre todo temor ya que se quedó inmóvil cuando el joven se acercó y empezó jalarlo de la camisa para arrastrarlo hacia afuera de ese enorme salón.

—Espera. —Zeither abre la boca por fin, descubriendo su propia voz ronca y grave.— Tengo que llevar esto conmigo. —Gasta las pocas energías que le quedan en estirar su brazo izquierdo y cerrar los dedos sobre lo que deduce es la dichosa libreta debido al sonido que generaba, y con su diestra, aprieta contra su pecho la libreta.— ¿A dónde se supone que vamos? —Impetra el joven realmente adolorido y cansado, tanto, como para simplemente dejarse hacer e ignorar el comentario.

—A Francia. No preguntes más…

De eso hace 9 años.

Antes de esos sucesos, Zeither es incapaz de recordar algo.