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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Éferon Gianetti Vie Nov 16, 2018 5:19 pm

“Menti e dimmi che era tutto un sogno,
tu sei qui e mi costringerai a non lasciarmi mai andare.”
Traduzione:




De la noche del reencuentro, habían pasado los días suficientes para ordenar sus pensamientos y encontrarse con su yo del pasado a solas, preguntándole qué debía de hacer y cómo comportarse después de todo este espacio de tiempo. Anna Gilbert, la dama que lo había salvado de cometer como ella mismo dijo, una soberana estupidez; disfrutaba de la visión del italiano sentado al piano de cola. Desde niño le fascinaba la música, gracias a su madre aprendió a tocar el piano pero nunca compuso piezas propias, él se sentía más cómodo entre fogones y horas y horas cocinando con Nanna Gianetti.

La mujer sonrió, se había salido con la suya y aunque fue un chantaje emocional, surtió efecto. La anciana alegó encontrarse indispuesta y necesitar de su compañía pues a fin de cuentas, se tenían el uno al otro. No se le ocurrió decirle cuándo sería el almuerzo con la hermosa joven Lorette, seguramente en su intento de pensar en todos menos en él mismo, se terminaría marchando con alguna excusa y palabras en italiano para que la señora no preguntase, lo entendía  a medias y por no hacerse un lío, terminaba por no preguntar y dejar el tema en cuestión. Esos días, el italiano no fue el mismo, por mucho que intentó fingir para ella, no había secreto alguno, pensaba en ella, la mirada esmeralda se perdía tiznados de melancolía y tristeza, anhelo y …sí, amore.

-Se nota que te ha criado una gran mujer, sabes cómo querer y cuidar a las mujeres. No me mires así, niño, si por mí fuese te habría sacado de ese lugar donde trabajas y venirte aquí conmigo, hasta que te cases. Pagaría tus deudas, me sobra el dinero pero eres tan testarudo y modesto que prefieres seguir en tu empeño en hacerlo todo más difícil -pese a como el tono empleado al final de la frase fue brusco por parte de la fémina , la traviesa risa del italiano se camufló entre algunas notas sueltas provenientes del piano.

-Todo a su tempo, tempo al tempo. Ya haces demasiado por mí, llevo los pagos al día  y llegará un día en el que ya no tenga que hacerlo. No quiero que tu nombre y menos el apellido quede reflejado en ninguna parte, investigarán y si consiguen saber quién es el generoso donante…mejor no quiero ni pensarlo ¿no vamos a almorzar? Creía que era a la hora que sueles hacerlo -la mujer simplemente se encogió de hombros, dejando escapar un suspiro desanimado, todo sería tan diferente… -Pronto, tengo que hacer tiempo para tomarme la infusión con el brebaje de los mil demonios que me ha dado ese matasanos -Éferon volvió a reír por lo bajo, las notas sueltas fueron haciéndose una pieza y la señora Gilbert se mantuvo en silencio escuchándole, la hermosa imagen del italiano acariciando el piano con sus finas y delicadas manos, como si de una mujer se tratase. La luz que entraba por uno de los ventanales, lo iluminaba como el protagonista de la gran sala, Anna sonrió con ternura, esa canción se la había oído tararear alguna vez distraído y esa tarde, la tocaba a conciencia, estaba segura que se acordaba de alguien.

La puerta principal sonó de fondo, hicieron llamar a la dama quien abandonó la estancia sin que él se diese cuenta, siguió tocando, esa faceta seguramente Lorette no la conociese, eran unos críos y pese a la pasión y el amor, no se llegaron a conocer realmente. Fue la señora Gilbert quién la recibió con una sonrisa, no solía andarse por las ramas así que fue directa como ella solo podía serlo.

-Está en la biblioteca, almorzaremos cuando sea conveniente, gracias por venir, querida ¡tengo que preparar las cartas a Éferon! Si me disculpais, he de ausentarme un momento, en cuanto baje podremos disfrutar del almuerzo -como actriz no podría llevarse ni un mísero franco, se notaba a leguas que la guiaba a las puertas del pasado en donde ambos debían afrontar y escucharse de una vez, como de jóvenes fueron incapaces de serlo.

Canzone:


Última edición por Éferon Gianetti el Mar Nov 20, 2018 6:27 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Vie Nov 16, 2018 5:39 pm

Lorette se había levantado aquella mañana inusitadamente nerviosa e inquieta. Habían pasado unos días desde la fiesta de cumpleaños y aunque su tía había respetado su silencio al segundo día que se negó a bajar a comer subió a la habitación y la sometió a un interrogatorio de lo más profundo. Lorette no tenía intención de matarse de hambre ni nada parecido, pero el peso de aquel re-encuentro se le había agarrado al estómago, aunque se sintió algo mejor cuando su tía no solo no la juzgó, sino que la abrazó diciéndole que ella también sentía lo que era que te arrebataran a un amor. Por supuesto que lo sabía, pensó con tristeza, pues su tío había dejado este mundo siendo aún jóven.

Annisa se esmeró mucho aquella mañana para ayudar a Lorette y como sospechaba la joven estaba haciendo todo lo posible por dejarla bella. Le dieron un baño de flores, cepillaron su cabello con esmero hasta dejarlo brillante y suave, colorearon sus mejillas pálidas y su tía le recomendó que se pusiera el vestido blanco con los adorables guantes y el sombrero, ya que según ella le hacía parecer un lirio en flor. Lorette no era especialmente buena en moda pero apreciaba el amor y el buen gusto que su tía ponía en sus vestidos, que le compraba con toda la ilusión del mundo.

Así que arreglada y con un delicioso pastel casero que había hecho ella misma (dudaba mucho de que fuera exquisito, pero le habían enseñado a hacer repostería decente) se presentó en casa de los Gilbert y llamó a la puerta, sintiéndose bastante nerviosa. Llevaba días dándole vueltas en la mente a todo lo que quería explicarle a Éferon pero no sabía muy bien que iba a ocurrir en aquella visita o que podía esperar del joven. La puerta se abrió y una sonriente señora Gilbert la recibió.

-Señora Gilbert -dijo inclinándose como mandaba la etiqueta- le he traído un pastel de moras silvestres que he horneado yo misma, espero que sea de su agrado y le agradezco nuevamente que me haya invitado a su casa -y con delicadeza le entregó el paquete que venía cuidadosamente envuelto con un bello lazo azul. Cuando entró al recibidor pudo escuchar perfectamente la melodía de un piano, exquisitamente tocado y reproduciendo una canción que sin duda emocionaría hasta al hombre más frío del planeta. Cuando escuchó que Éferon estaba en la biblioteca asintió distraída y se encaminó hacia allí.

Se detuvo un momento en la puerta desde donde él no podía verla para escuchar un poco más la pieza que tocaba antes de adentrarse silenciosamente, toda de blanco, en la sala.
-Éferon, buenas tardes -dijo y un tímida sonrisa se le escapó, sabía que la situación no era precisamente un cuento pero no había podido retenerla al verle, estaba elegantemente peinado y sentado tocando. No recordaba haberle visto tocando el piano nunca pero sin duda era una melodía de lo más hermosa y con una punzada de ligero dolor se preguntó por qué nunca habría querido compartir su talento con ella. Tenía mucho que decir pero como no quería ser descortés espero a que él se acercara.
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Mensaje por Éferon Gianetti Vie Nov 16, 2018 6:12 pm

La mujer agradeció el considerado gesto de la joven, tomando el presente y no pudo evitar relamerse, olía delicioso, las frutas silvestres le encantaban al italiano por lo que su sonrisa se ensanchó más, podría recalcar la laboriosa elaboración de la joven y el esmero en la presentación, una muy detallada y exquisita.

Sin prestar más atención que a sus propios dedos bailar sobre el piano, Éferon se deleitó en cada nota haciéndola suya, recordando viejos momentos que no parecían ser tan lejanos. Cuando acabó, cerró los ojos aún perdido en la canción que acababa de interpretar, esperaba un halago u orden de la señora Gilbert pero otra voz lo devolvió a la realidad. El corazón del italiano comenzó a latir deprisa aunque su semblante permaneciese sereno, la contempló desde su posición como un idiota pues tuvo la tal desfachatez de no decir ni una palabra.

Bajó la tapa del piano y carraspeó maldiciéndose a sí mismo, esa maldita adorada mujer se la había vuelto a jugar de la mejor manera posible, devolviéndosela por unas horas o el tiempo que ella quisiera permanecer bajo el mismo techo que él. Se acercó a ella, retomando el paso y dedicarle una elegante reverencia con la cabeza, los felinos ojos del italiano se fijaron en cada detalle, lucía hermosa y por la breve sonrisa dedicada a la joven, pudo al menos no parecer un auténtico desconsiderado.

- Buon pomeriggio, digo buenas tardes -dejó un beso en el dorso de su mano enguantada, ese complemento que tan poco le gustaba, menos cuando deseaba tocar la piel ajena directamente, el muy atrevido se había dado el capricho de fantasear con ese simple detalle -Se lo afino, el piano. Una vez que me siento, me adueño de él… o creo que al contrario -tuvo que guardar las manos en su bolsillos e invitarla a caminar hasta el ventanal que daba al pequeño jardín trasero, un columpio danzaba impulsado por la brisa, recordándose a sí mismo intentando llegar al cielo en cada impulso -Me pasaba las horas muertas en ese columpio, incluso cuando llovía, cuando venía a París en los viajes con mi padre…solía pasar muchos días en esta casa, prácticamente ese a la única a la que puedo llamar hogar

Ella recordaría la bonita villa a las afueras de Roma, los incontables viñedos de los Gianetti, los navíos con su galardonado apellido ¿qué quedaba de eso? Nada. Se mantuvo en silencio un par de minutos, no sabía cómo seguir con la conversación, seguro que se sentía arrastrada por la señora Gilbert por la invitación, “te he echado de menos” volvió a resonar en su mente.

-Le cuento las anécdotas a Rufus, mi perro, ese que ves a lo lejos corriendo detrás de lo que parece ser…no lo tengo muy claro. Se me olvida de que no estoy solo y no creo que sea de mucho interés las veces que me caí del columpio en mi vano intento de tocar el firmamento -el majestuoso dálmata se movía con elegancia, tan parecido a su dueño, Éferon suspiró, el aroma a violetas volvía a inundar sus sentidos y lejos de molestarle, giró el rostro buscando su mirada clara como el cielo. -Os acostumbrasteis a llamarme Gerard que hasta olvidé cual era mi nombre, Gerard era un antiguo amigo de mi padre, el capitán de uno de sus barcos decía que me parecía mucho a él y así era, veía más ese hombre que a ese…a mi padre-rectificó, ese malnacido le había dejado en la estacada, aunque lucía impoluto, las fiestas y los eventos si no era con la invitación de alguna de sus clientas no le dejaban pasar -Puedo permanecer callado hasta que la señora Gilbert regrese -para él seguía pensando que molestaba su sola presencia, la luz se había apagado y con aquella esperanza, su muerto corazón.

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Rufus:
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Vie Nov 16, 2018 6:38 pm

Lorette se sintió ligeramente más aliviada cuando él le devolvió la sonrisa, le había gustado tanto la pieza que deseaba pedirle que tocara otra, pero no creía que fuera conveniente hacerlo, ella no era merecedora de aquella hermosa música. Le tendió la mano cuando quiso darle un beso, como mandaba la norma, sin embargo ya dentro y sintiéndose más cómoda decidió deshacerse de los guantes y del sombrero y los depositó sobre una suave butaca, haciendo que su cabello dorado y ondulado cayera sobre sus hombros y espalda. Ella sabía que era hermosa, pero no la clase de mujer segura que utilizaba su belleza a su antojo.

-Lo que tocabas era hermoso, ya sabes que yo siempre he sido algo más diestra con el violín pero también el piano es un instrumento fantástico -y acarició las teclas suavemente, casi como si pudiera sentir algo más allá del frío de las teclas. Tal vez luego pudiera tocar ella alguna pieza para ellos, aunque seguro que no con tanto talento. Siguió a Éferon hasta el ventanal y se apoyó ligeramente sobre el asiento que había debajo e invitó al hombre a que hiciera lo propio y se sentara también. Escuchó atentamente la historia y despertó en ella una leve sonrisa- Es increíble como un lugar puede atesorar tantos momentos especiales, sobre todo de la infancia, uno de los periodos más felices. Tu villa en Venecia era maravillosa -dijo, como adivinando sus pensamientos, en el tiempo que estuvieron juntos tuvo el placer de hacer una visita y conocer aquel maravilloso país lleno de sol y buena gente, pero no había vuelto y creía saber el por qué, porque dolía pensarlo.

Vio a Rufus por la ventana y se acordó de Bibou, su bichón maltés,tal que Éferon había visto hacía tantos años y al que le gustaría que volviera a ver. De pronto sintió un ramalazo de amargura en el pecho pues ni siquiera sabía si él querría volver a verla después de aquella tarde, al fin y al cabo había ido allí a decirle todo y tal vez sus palabras fueran la confirmación de la sentencia que de todas formas ya llevaba encima.
-Yo también tengo un perrito, se llama Bibou, ¿Te acuerdas de él? El bichón mimoso y vaguete -y se rió sinceramente al pensar en su perro, todo el día tumbado frente a la ventana y sin ninguna gana de correr o jugar como otros perros, era de lo más casero el tío.

-Y sobre tu nombre, da igual, Gérard, Éferon, lo importante es lo de dentro y nada más -dijo mientras depositó su dedo índice en el pecho de Éferon con suavidad, justo donde se situaba el corazón. Y después retiró la mano dándose cuenta de que tal vez su contacto no era bienvenido después de todo. Puso una cara de lo más dubitativa y comenzó a jugar con sus dedos, un tic que tenía desde siempre cada vez que se sentía nerviosa.- Bueno yo tengo mucho que decirte y me gustaría que me escucharas. Se que probablemente en tu corazón no hay sitio para el perdón, pero te debo la explicación que no te di hace 7 años y creo que es un momento igual de bueno que cualquier otro para decírtelo... -tomó aire, intentando armarse de valor pues sentía que lo que iba a decir era probablemente lo más duro y doloroso de su vida, pero se lo debía, así que con un dolor de pecho intenso comenzó.- Éferon antes de nada tienes que saber que yo te amaba con locura. Siempre lo hice, no hubo ni un solo momento en que tuviera la más mínima duda de mis sentimientos hacia ti. Cuando me pediste matrimonio y te dije que no, no solo te destrocé a ti en el proceso, si no también a mí misma. Sentí que mi alma se partía en aquel momento y que jamás podría volver a recomponerla. Fue una decisión muy dolorosa y algo de lo que me arrepentiré profundamente toda la vida pero quiero que entiendas mis motivos... yo era una cría, una niña tonta llena de sueños que pensaba que si se casaba contigo pronto vendrían los hijos y sus sueños morirían para siempre. Además no ayudó el creer que tu no me amabas igual, era imposible, como yo no podías quererme y... -dudó bastante pero no era el momento de secretos, estaba abriendo su alma y tenía que hacerlo con todas las consecuencias- tu padre me confirmó que tu no me amabas, que jugabas conmigo y que tenía que rechazarte, así que llevada por el egoísmo y el dolor de creer que no me querías, lo hice y te eché de mi vida. Se que estas palabras no supondrán ningún consuelo pues el daño ya nunca podrá ser reparado pero en mi corazón aún guardo una pequeña esperanza de que tal vez algún día puedas perdonarme y dejarme volver a ser parte de tu vida. Lo siento cada día desde hace tantos años, rememoro el momento una y otra vez. Intenté ir tras de ti días después, buscarte, pero cuando pedí ayuda a tu padre me dijo que era mejor que te dejara en paz para siempre... -y la última parte sonó casi ahogada pues espesas lágrimas habían comenzado a brotar de sus ojos, no pretendía dar pena o hacerle sentir mal, simplemente el torrente de emociones había sido demasiado intenso para contenerlo en ese punto.



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Última edición por Lorette D. Lefoy el Jue Dic 20, 2018 6:55 pm, editado 5 veces
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Mensaje por Éferon Gianetti Sáb Nov 17, 2018 2:45 am

La vida de Éferon Gianetti había sido una mentira hasta que su padre falleció, la señora Gilbert adoró a su madre tratándola como de su propia familia al igual que acabó haciendo con su hijo. Pocos recuerdos conservaba de su madre, apenas era un niño cuando falleció  y desde entonces su nanna lo crió bajo la sombra de su padre. Y él, cuando fue haciéndose mayor, le acompañaba a sus viajes para aprender el oficio, uno tan falso como lo había sido su progenitor, una buena vida que ahora el italiano debía pagar fuese como fuese.

Su fiel amigo, aquel quién no le había abandonado en ningún momento, jugaba feliz ajeno a lo que ocurría dentro de la casa. Éferon mostró una sonrisa al nombrar a su mascota, compartían más de lo que ninguno llegaría a pensar nunca. Se tensó al oírle mencionar que tenía algo que decir, en el pasado fue suficiente como para que ahora todo volviese en tropel y sin control, eran unos críos y aunque sus sentimientos fueron reales, el hecho de que apareciese en su vida de nuevo no le haría ningún bien a los dos. Bajó un instante la mirada, el reflejo de sus cristalinos ojos se perdió y dejó escapar un suspiro, negando con la cabeza, ¿sitio para el perdón?  Rezó mentalmente para que lo que tuviese que decirle no lo empeorase aún más, comprendió que tuviese una imagen de él que ya no le representaba, un joven que no le faltaba de nada cegado por la traición y por ésta dijo cosas que ni sentía ni padecía.

Sin perder la compostura, asintió para que prosiguiese, la sinceridad de la joven  siempre fue su punto fuerte y por ende, la creyó cuando rechazó su propuesta. Y ella fue la razón por la que era tan minucioso con sus sentimientos, alguien que alegaba no haberse enamorado porque ya lo había estado. Estático, parpadeó cuando nombró a ese malnacido ¿él fue capaz de hacerle esa treta?, no, no podía ser, hasta muerto le arruinaba la vida ¿qué le había hecho él que hasta lo admiró? Admirar a un mentiroso, un vividor repleto de deudas que ni dejó a su propio hijo buscar su propia felicidad, en el pasado no la hubiese creído pues su padre ocupaba el lugar más alto en el nivel de la confianza pero  en este momento ni se merecían pensar en él y menos nombrarlo.

Tuvo que cerrar los ojos para contenerse, no era un hombre que perdiese los nervios sin más pero el daño que ese hombre había causado lo acababa de destrozar por entero ¿cómo se atrevió? ¿cómo fue capaz de semejante hazaña? Y no sólo culpable de todo eso, si no de las presentes lágrimas de la joven, no odiaba a nadie pero en su pecho, ardía el más puro deseo de rencor, rabia y tristeza…y todo por el maldito sucio dinero. Recogió las pocas fuerzas que tenía y suspiró, al abrir los ojos centelleaban vidriosos presos de la tristeza y la decepción más absoluta.

-Yo no tengo que perdonarte nada. Ni antes ni ahora, no te odié pero sí quise olvidarte, éramos muy jóvenes cargados de sueños y si hubiésemos seguido adelante no podrías haber cumplido el tuyo -no habló de él, sólo se centraba en ella, intentó hablar con calma pero destapar tantos secretos le estaba reconcomiendo por dentro -Y me alegra de que le creyeras, te salvó aunque no lo entiendas. -no le salían las palabras, muy afectado, se giró quedando de frente hacia ella, no le estaba mintiendo por cómo la miraba  y tampoco tendría sentido mentirle -Yo te amé, era amor porque no he vuelto a sentir lo mismo, tuvo que serlo, sé que te amé más de lo que jamás podría amar a nadie y por ello, acepté tu felicidad, con el tiempo me di cuenta de que si hubieses permanecido a mi lado, tu vida habría sido un auténtico infierno. ¿Desearías la desgracia a la persona que amas? ¿Aceptarías todo lo demás por el simple hecho de que fuese feliz? Yo lo hice, pero mi padre te mintió, yo no quería tu dinero ni tus contactos, sólo quería que fueses feliz y estaba dispuesto a conseguir tal cosa, nunca te hubiese frenado en tus conocimientos, habrías sido una mujer libre pero señalada por la sociedad y aunque me digas que eso no te importa, cuando lo pierdes todo y estás solo, te alegras porque no has enterrado a nadie contigo. -por un momento no supo qué hacer, si ir al salón y pedir el almuerzo o simplemente seguir allí.

-Nunca te odié, no te perdoné porque no tenía nada que perdonarte. Lo mejor de todo esto es ver en la mujer que te has convertido, si hubieses ido tras de mí yo mismo te hubiese echado. -él  no pudo controlar que dos lagrimas cruzasen sus morenas mejillas, no fue un reproche o una venganza, realmente lo estaba pasando mal -Nunca jugué contigo, yo te amaba del mismo modo pero mi vida no era como creíamos ninguno de los dos, no te habría dado absolutamente nada y no te mereces eso, nadie lo merece. -acunó una de las mejillas de la joven en una de sus manos apartando las cristalinas lagrimas que empañaban su rostro -Yo también te eché de menos pero sabía que era mejor así-su corazón apenas le dejaba hablar, los sentimientos tampoco y dolía , dolía tener que admitir que perderla fue lo mejor porque la habría salvado.

-Nadie merece tus lágrimas, Lorie. -acarició con cariño su mejilla, sentía que de algún modo la estaba volviendo a alejar de su lado pero esta vez no iba a mentirle, fue sincero y si algo quedaba claro era que la amaba, por esa razón se sacrificaba él mismo.
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Sáb Nov 17, 2018 5:21 am

Las lágrimas corrían rápidas por sus mejillas en un torrente que ya era difícil detener. Todavía no podía creer que hubiera abierto su corazón y aunque hubiera dolido también sentía haber dejado salir un gran peso. No era ningún secreto que aquello le atormentaba, a menudo soñaba con Éferon desde hacía años, sueños dolorosos y aunque sabía que sus sueños muchas veces profetizaban cosas que ocurrían, con él eran sueños ordinarios y formas de recordarle a diario lo que había perdido y dejado atrás por su egoísmo.

Sostuvo la mirada empañada de él y le tomó la mano entre las suyas, entrelazando los dedos con suavidad, se podía hacer una idea de lo que había pensado cuando la escuchaba pero la respuesta no era como sospechaba. En algún lugar de sí misma siempre había pensado que él no la quería como ella a él, porque como iba a querer nadie a la bonachona, torpe y tímida Lorette, la mujer menos interesante del planeta.

-No debí hacerlo, creer a tu padre. Supongo que en el fondo siempre fui y seré alguien inseguro pero para mi fue real, Éferon, terriblemente real como te dije en la fiesta y no tenía que haber hecho las cosas así de mal -miró su mano, entrelazada a la de él y se preguntó por qué tenía que ser todo tan complicado, por qué la felicidad y el amor no eran a veces suficientes...- Y no, sabes que no me habría importado nada, sí que hubiéramos podido ser felices. Por el amor de Dios, me conoces, sabes que jamas juzgo a las personas, que acepto a todo el mundo porque tengo la capacidad de ver la bondad por encima de todo. No se que ha ocurrido en tu vida estos años, probablemente no merezco saberlo, pero estoy aquí para ti y siempre lo estaré si lo deseas -dijo con voz rota y anhelante, no sabía que secreto le guardaba y ella aún tenía uno, uno muy gordo, pero sabía que aquella tarde no era el lugar para otro secreto más que rompiera las cosas, tal vez habría tiempo en el futuro. Lo que si sabía seguro es que cuando amas a alguien no hay secreto lo bastante malo para que dejes de hacerlo.

Su mirada parecía perdida y se dio cuenta de que sufría igual que ella o más, desde luego aquello no estaba siendo nada ligero, cada instante que pasaba notaba como cercenaban un trocito nuevo de su corazón, la confirmación de que él también la había amado y de que fue el orgullo y el malentendido lo que los apartó, dolía el doble.
-Yo siempre seré esta mujer, también lo era entonces en menor medida. Mis sueños se han cumplido, sí, pero... ¿Por qué entonces siento este vacío tan profundo en mi pecho cada vez que te miro? -y formuló la pregunta esperando que él pudiera ayudarla, hacerle saber que no era una tontería lo que sentía. Sabía que la pregunta le haría daño, estaba forzando la situación, pero el torrente de lágrimas y de emociones no era fácil de detener ya.

Entonces él tomó su mejilla con la mano libre y se dejó hacer, notando como el pulso se le aceleraba salvajemente en ese momento. "Nadie merece tus lágrimas, Lorie", aquella frase parecía un sueño, ella sabía que él pensaba que la alejaba, lo notaba en la tortura de sus ojos pero nada más lejos de la realidad, la verdad siempre salía a la luz y la verdad no era nada malo, era un consuelo, un bálsamo para el dolor. Y como arrastrada por un invisible imán alzó la mirada, estaban a escasos centímetros el uno del otro, a penas a un suspiro, ya casi notando el aliento del otro en su piel, sus labios se acercaban peligrosamente y era incapaz de pensar en nada, pero...

El sueño se rompió cuando escucharon un sonoro carraspeo en la puerta, le señora Gilbert estaba ahí.

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Mensaje por Éferon Gianetti Sáb Nov 17, 2018 10:00 am

No tenía la culpa, no buscaba al culpable de lo sucedido en el pasado, no tenía sentido alguno buscar a los responsables de que todo se desquebrajase y rompiese en miles de pedazos. Entre ellos no sólo hubo amor y cariño, también amistad y depositaron la confianza el uno en el otro, el indomable italiano al que las mujeres llevaba de cabeza y él, al final se había perdido en unos ojos esmeralda centelleantes de pureza y sencillez, quizás no fuese la joven más exuberante o impulsiva como otras mujeres a las que había conocido y por ello, por su sonrisa, su entusiasmo, esa forma de ser que transmitía tanta paz conquistó al italiano desde el primer segundo.

Éferon negaba con la cabeza, no podía permitir que se castigase de esa manera. Siempre le había cuidado, como una delicada flor a la que consentir a conciencia, regalándole mil sonrisas y fantasear con una vida de ensueño que se quedó en simples sueños imposibles, amargos y dolorosos. Siempre estuvo ahí de algún modo, la recordaba y no había rencor, sólo nostalgia y arrepentimiento de haber sido un inmaduro que se le olvidó luchar y terminar ser un crío estúpido que el orgullo le pudo.

-No soporto verte llorar, per favore, no puedo -negó con la cabeza, apoyando su frente en la ajena, la mirada del italiano se dulcificó, si era preciosa en ese preciso instante le resultó lo más hermoso que había visto en su vida. Sonrió aún con los ojos empañados, él siendo vulnerable ante una mujer, a la única a la que había amado. No supo qué contestarle, ese mismo vacío lo sentía de igual manera y en mayor medida ahora que ella se había delatado -No podría culparte nunca, no te culpo de ello, no tuvimos la culpa ninguno de los dos y no podría hacerte daño, lo sabes pero deseaste tomar otro camino y frustrado me enfadé tanto que no medí mis palabras, no pensaba lo que decía -la punta de su nariz se paseó por el contorno de su mejilla y dejó un beso muy cerca en la comisura de sus labios, aventurándose a tomarlos , nada deseaba más hasta que ese carraspeó le detuvo cerrando los ojos con fuerza.

-El almuerzo está dispuesto en el jardín ¿vamos? -Éferon no soltó la mano de la joven, acompañándola con una breve sonrisa de lo que pudo haber sido y no fue. -Dispuse los caballos para dar un paseo, yo no por supuesto pero deduje que a la señorita le agradaría la idea-El italiano enarcó una ceja por el plan, no se lo esperó y sólo asintió , dependía también de la otra parte así que tras retirar la silla de ambas, tomó asiento entre ambas, la señora Gilbert a la izquierda y la señorita a la derecha. -Podríamos merendar fuera, nos preparen algo y… si lo deseas enseñarte los alrededores -tomó un poco de fruta, llamándole la atención algo que en la mesa destacaba entre lo demás -Una tarta de frutos rojos, ¿la has mandado hacer especialmente para mí? -sonrió como un niño, partiendo un trozo y llevárselo a los labios, estaba exquisita -Casi, la ha traído la señorita Lefoy -el dedo índice del italiano recogió los restos de frutos rojos de su labio inferior, relamiéndose, un gesto que hizo que la mujer riese por lo bajo.

-Está deliciosa -se preguntó de qué sabor serían sus labios, unos tan dulces como esa misma tarta y que se quedó en el olvido -A Rufus le gustará pero no le des demasiada , lo tendrás detrás de ti todo el tiempo reclamando más -el almuerzo fue tranquilo, se dedicó a comer y a guardar silencio, habían estado tan cerca, las confesiones y los recuerdos ocupaban su mente.

-Cuando desees podemos partir, iré a por lo pedido , un poco de fruta y algo de comer y beber -cuando el italiano desapareció , la mujer volvió a carraspear, tenía algo muy importante que decirle -Haz que olvide por una tarde todo, cuida a mi italiano -los pasos del veneciano regresaron a por Lorette, la señora Gilbert lo notó nervioso y no era para menos, todo era poco para él, ese día lo merecía no todo giraba en torno al burdel y los demás problemas -¿Vamos?

almuerzo:


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Mensaje por Lorette D. Lefoy Sáb Nov 17, 2018 10:34 am

Si ya sentía dolor en el pecho no fue nada parecido al que sintió cuando, a punto de ocurrir algo entre ellos, se vieron interrumpidos. Suspiró para sus adentros por su debilidad pues estaba segura de que la señora Gilbert pensaría que ella era una maleducada o desvergonzada... Se secó las lágrimas avergonzada con un pañuelo y se colocó aprisa los guantes y el sombrero. Finalmente se levantó con el chico y marcharon al jardín para tomar el almuerzo, el cual era sencillamente espectacular. Había toda clase de manjares deliciosos y aunque su pecho seguía atenazado por la situación, el alivio de haber soltado algunas verdades le había dado apetito.

-Gracias señora Gilbert, el almuerzo es sencillamente perfecto, hacía días que no comía tan bien -dijo desde su silla, teniendo a Éferon a la izquierda y algo más lejos a la señora Gilbert. En realidad no había podido comer demasiado en días anteriores pero ese es un detalle que decidió omitir- Me encantan los paseos a caballo, cuando voy temporadas al campo me paso la tarde encima de Jackie, mi yegua castaña -realmente sentía que un paseo a caballo podía venirle de perlas y además para que mentir, ella les estaba regalando tiempo a solas y Lorette había decidido aprovecharlo, como en un sueño maravilloso pues temía que cuando se marchara aquella tarde todo volvería a ser igual y la fantasía se habría roto en mil pedazos, llevándose un trozo de ella para siempre.

Su mirada terció entonces hacia Éferon para que supiera que la propuesta si había sido de su agrado. Los ojos esmeralda de Lorette estaban aún enrojecidos por las lágrimas, pero su expresión parecía más calmada y recompuesta.
-Me encantaría conocer la zona -y cuando escuchó los elogios hacia su tarta volvió a ruborizarse levemente e inclinó la cabeza.- Me alegra mucho que haya sido de vuestro agrado, fui yo misma a recoger las moras al campo y aunque no soy una repostera excelente me alegra que tenga buen sabor.

Rufus se acercó a la mesa a por un trocito de tarta y ella alargó la mano enguantada para acariciarle con delicadeza detrás de las orejas, algo que a su Bibou le encantaba y pareció que a Rufus también porque cerró sus ojitos y se dejó acariciar, mientras movía el rabo a toda velocidad. Un pensamiento un tanto extraño pasó por su cabeza "los perros suelen parecerse a sus dueños", Rufus era elegante, imponente e independiente como Éferon y ella se asemajaba mucho a Bibou, los dos todo cariño, afecto y pequeñitos. Tras acariciar al perrito comió en el mismo silencio que se había adueñado de todos, contestando de vez en cuando a preguntas de genuino interés por parte de la señora Gilbert sobre la salud y fortuna de sus padres.

Una vez acabado el almuerzo agradeció nuevamente a la señora Gilbert la invitación, tal vez por enésima vez y la invitó amablemente a que los visitaran a ella y a su tía algún día, pues también podrían preparar almuerzo y la señora Gilbert pareció aceptar la idea. Éferon se marchó entonces, seguramente a ensillar los caballos y la señora Gilbert se acercó a Lorette en tono confidente.
-Señora Gilbert, tiene mi palabra de que lo intentaré- y asintió con la cabeza intentando transmitirle a la dama que no pretendía volver a dañar a su querido Éferon, aunque presentía que aquella tarde ya le había hecho daño suficiente para una sola vida. Intentó quitar esos pensamientos de su cabeza, por hoy y solo por hoy se merecía olvidarlo todo y divertirse así que cuando él volvió, le tomo del brazo y le dijo sonriente- Vamos, tu guías -y se montó sobre su caballo con bastante maestría, como aquel acostumbrado a hacerlo casi a diario.


Última edición por Lorette D. Lefoy el Sáb Nov 17, 2018 12:59 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Éferon Gianetti Sáb Nov 17, 2018 12:34 pm

La dama se mostró satisfecha con la respuesta de la joven, el corto momento a solas al menos había servido para amenizar los ánimos, o avivarlos pues no pasó desapercibido para la mujer el acercamiento y la mirada del italiano, totalmente abatido y decepcionado pero esa sería una conversación que ya tendría lugar y en total confidencialidad.

Éferon había dispuesto los caballos y tomado algunos enseres por si por el camino les daba hambre aunque estuviesen por la zona, montarían un corcel blanco como la nieve y otro pardo, el blanco para ella sabía que la señora Gilbert no le importaría en absoluto que cabalgase con su caballo favorito. Giró el rostro hacia una de las ventanas donde sabía que ella los estaba observando minuciosa cada uno de sus movimientos, él le dedicó una sonrisa traviesa donde le había confiado más que cualquier secreto al oído, confiaba en que ese paseo le devolviesen al menos por esa noche a su Éferon, ese alegre y caballeroso joven que se merecía todo lo bueno y dejar los malos momentos a un lado.

-Recuerdo que me negaba a cabalgar porque me parecía una pérdida de tiempo absoluta y prefería quedarme en la cama durante todo el tiempo posible, aunque te sorprenda, ha cambiado ese aspecto…muchos -susurró con deje misterioso, incorporándose en la montura e iniciar la marcha a trote, disfrutando de la sensación…sí, era libertad, podía ser él mismo y no quién otros deseasen que fuese, en ese tiempo se convirtió en actor y fingir ciertos momentos que jamás capaz imaginaría que podría.

El cielo cincelado de nubes grises, quizás se avecinase un buen chaparrón pero eso no impidió en desistir en el plan de salir a caballo. Conservó el ritmo que ella marcaba, los dos habían cambiado pero seguían siendo los mismos, al menos en aquella biblioteca lo fueron. No se podía quitar las palabras de Lorie de la cabeza, ese hombre les había destrozado la vida, nunca sabrían lo que había ocurrido si se hubiesen casado pero en este caso, sí. su padre se habría llevado toda la fortuna de los Defoy, lo habría acusado de traición y echado a los perros como si nada más le importase , creyó que era una joven más a la que conquistar pero cuando vio que era serio… tuvo que intervenir.

-El vacío interno sólo puede llenarlo lo que realmente nos haga felices y nos haga realizarnos, ya sea una persona cercana, a lo que te dediques o…quizás no tenga ni idea de ello pero comparto…ese vacío, convivo con él desde hace años -miró hacia el cielo, la claridad provocaba que los ojos verdes del italiano se mostrasen aún más claros, giró el rostro para mirarla a los ojos y dedicarle una sonrisa, las orbes esmeraldas volvieron a acaparar el contorno de sus labios, relamiéndose como un felino hambriento…esa faceta pícara y juguetona parecía intacta.

-La ciudad no queda lejos, es una zona tranquila, la clase alta prefiere la zona residencial del centro y a mí, esa zona especialmente me agobia. Conseguí un ático donde todo estaba a mi alcance -“hasta que se me acabó el último franco”, ella nombraba su casa pero él parecía vivir donde la señora Gilbert, su habitación en el burdel era lo único que poseía como suyo, a Rufus y el vestuario que la dama disponía.

Bajó la mirada avergonzado, ojalá fuese ese hombre de clase alta donde el dinero solo suponía darle una vida acomodada a la persona con la que pasaría su vida.

-Me gustaría en breve visitar a nanna Gianetti con la señora Gilbert, ha insistido. Será unos días, los suficientes para convencerla y traerla a París por una temporada, no estoy tan seguro de que cambie su vida tranquila por el agotamiento que supone vivir en esta ciudad pero al menos creo que esos días que se encuentre aquí…todo se verá diferente -comenzaba a hablar demasiado por lo que rió por lo bajo -Perdona… hablo demasiado, mucho. -sonrió como ese joven del pasado, buscando su mirada cómplice.

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Mensaje por Lorette D. Lefoy Sáb Nov 17, 2018 1:42 pm

Encima del corcel blanco como la nieve que cabalgaba se dispusieron a salir por la zona, estaban cerca de las afueras. La casa de su tía donde residía también estaba en la periferia, pues a ella no le gustaba nada el ruido del centro de París así que se la compró en una zona más alejada. Pronto llegaron al borde de la ciudad donde empezaba el campo, era ya media tarde por lo que aunque había luz suficiente pronto empezarían los primeros rayos del atardecer. El campo era bastante bonito, no había flores porque era otoño, pero los árboles cubiertos de tonos naranjas y rojos era un espectáculo digno de ver. Mientras montaba en paralelo a Éferon le escuchaba con suma atención, Lorette nunca había sido excesivamente habladora pero todos decían que se le daban estupendamente escuchar.

-Lo recuerdo, era bastante difícil convencerte para montar si no era imprescindible. Pero a mi siempre me ha encantado, montar a lomos de Jackie es uno de los pocos momentos de libertad reales que tengo -y su mirada soñadora no mentía, su vida en el campo era feliz pero necesitaba espacio de su familia y por eso aunque prefería vivir en París con su tía, echaba de menos los momentos sencillos de tener la naturaleza y animales a su alrededor- Has cambiado si, lo noto en tu mirada, en tu forma de actuar... siete años son muchos años cuando eres un niño -y disimuladamente le observó, era cierto que había muchos cambios físicos en él, se peinaba el cabello de forma diferente, no como cuando los adolescentes lo llevan revuelto y despreocupado. También lo notaba en su forma de vestir e incluso de interactuar con ella, pero también notaba algo dentro de él, algo que probablemente no le contaba pero lo cual no se atrevía a preguntar. Prefería darle espacio, algún día seguro que lo haría.

Cuando miró al cielo ella hizo lo propio y apreció que se estaba nublando, le preguntó si les pillaría una tormenta en pleno camino y era posible, pero no podía desaprovechar el momento, además unas gotas nunca habían hecho mal a nadie, pensó convencida. Se había puesto un ligero abrigo del mismo color blanco antes de salir y esperaba que fueran prendas suficientes para no coger frío en caso de que comenzara a llover. Le estaba guiando hasta la linde del bosque, justo donde había un claro bastante amplio. Lo cierto es que el paseo estaba siendo de lo más agradable, casí podía sentir que tenía 17 años otra vez y olvidar todas las preocupaciones por un día.

-¿Quieres parar allí? Podemos sentarnos a conversar o si lo prefieres seguir cabalgando, como gustes- esperó encima de su corcel a que el eligiera pues había sido idea suya el paseo y quería que se sintiera cómodo y tomara las decisiones. Ella se quitó nuevamente el sombrero, pues aunque era muy bonito le molestaba y sin él su pelo dorado ondulado caía y se arremolinaba ligeramente con el viento- Mi tía tiene la casa en otra zona pero también da al campo, me gusta pensar que no estoy del todo atrapada en las calles grises y frías de París -y en ese momento perdió un poco la mirada aunque pronto recobró la sonrisa dulce y amable.- Oh, tu nanna se pondrá muy contenta de verte, eso seguro. Eras su niño mimado, igual que de la señora Gilbert. Pareces saber como ganarte el corazón de una mujer con facilidad... -dijo bajando el tono, casi con timidez- al contrario que yo, que soy insultantemente torpe en las artes del encanto. -Auuunque no pudo evitar pensar que mentía, sabía que si resultaba encantadora, pero no porque ella lo hiciera posible. Sabía que uno de sus poderes... bueno, hacía eso. Y de pronto sintió un frío tan grande en el pecho que se llevó la mano enguantada hacia ahí como acto reflejo, ¿Y si todo aquello no era más que eso? ¿Y si Éferon estaba simplemente otra vez bajo su influjo?

Intentó disimular enseguida y se preguntó si habría notado su malestar repentino pues de ser así preguntaría y no tenía respuesta. Desterró esa idea de su cabeza pues no quería ni siquiera planteársela, volvía a ser doloroso. Nuevamente forzó otra sonrisa y siguió cabalgado hasta el pequeño prado, esperando que siguiera su ritmo. Le gustaba que él hablara, era señal de que se sentía cómodo.- Seguro que un viaje a tu tierra te alegrará el alma, nuestras raíces siempre tiran de nosotros y nos llaman.
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Mensaje por Éferon Gianetti Sáb Nov 17, 2018 5:11 pm

Momentos de libertad, mencionaba esos pequeños remansos de paz de los que él carecía desde que el trabajo le absorbía el tiempo. El restaurante había cerrado sus puertas por reformas durante dos meses ¡dos meses! Y prescindir de ese sueldo se le haría más cuesta arriba, quizás debería dejarlo pues las horas no son pagadas como es debido pero…es su auténtica vocación. El negocio mercantil daba dinero si se sabía administrar bien pero si caía en unas manos rotas como las de su padre, terminaba con el fin de dicho negocio. Lo que él más ansiaba sería abrir un ristorante italiano, en el centro de París o en China, daba igual…el caso era abrirlo y dedicarte a lo que más adoraba.

-Un bambino insensato que sólo deseaba llenar su lista de conquistas, mi día era la noche y al amanecer, descansaba. No me tenía que preocupar por más, ya lo sabes pero ese bambino rebelde sigue en algún lugar de mí mismo, el Éferon responsable o al menos, intenta serlo es el que tienes ante tus ojos. Si se le puede llamar responsable, claro -el paisaje otoñal era uno de los que más le agradaba, no hacía excesivo frío excepto cuando el sol se ponía en el horizonte. Hacía tanto tiempo que no tenía un momento como aquel que se le hizo extraño, la señora Gilbert pagaría sus servicios, aún así no aceptaría su dinero ya estaba haciendo por él demasiado.

-Paremos un poco, ahora seguiremos con la marcha, el cielo parece haberse emborronado de repente, normal en días de otoño -detuvo el corcel, bajándose raudo y acercarse a ella para ayudarle a bajar, le mostró una breve sonrisa, tomándola con firmeza de la cintura y ayudarle a descender. Se tomó su tiempo para que ella no perdiese el equilibrio, una vez en el suelo no la soltó, las palmas del italiano rodeaban su cintura acercándole hacia sí con mucho tacto. Se dio el placer de contemplarla de cerca, conocerla de nuevo, comprobar en todo lo que había cambiado, lucía aún más hermosa y esa mirada tan pura seguía intacta, esos labios que le invitaban a cruzar las puertas de la perdición en donde en absoluto le importaría perderse.

-Me crió una gran mujer, eso dice la señora Gilbert y es cierto, mia nanna es la persona más especial para mí, la única que me queda y estoy muy agradecido por ello -no, no la soltaba, seguían anclados en un abrazo a medias. Agachó la mirada, no quería incomodarla pero lejos de su pensamiento, le hizo reír con cierto comentario ¿ella negada al encanto? -Estarás de broma, …I encandilaste con uno sguardo(me encandilaste con una mirada)-lo dijo en italiano y aún así no se dio cuenta, sonrió como un idiota, buscando su mano y tirar de ella hasta adentrarse más en el claro, alcanzar el punto más alto…costaba caminar y por ello, le ayudó apoyando la mano donde su espalda terminaba.

Sin aliento, llegaron hasta lo más alto donde un sol resplandeciente se escondía tras una cortina de nubes grises, poco a poco iba anocheciendo, en otoño los días eran más cortos y Éferon seguro de sí mismo, sonrió extendiendo la mano libre donde a lo lejos las farolas de la ciudad se encendían como pequeñas estrellas y ellos los astros que las observan. El paisaje se tornó en tonos azulados y anaranjados, los días nublados daban la sensación de ser ya de noche, seguramente tuviese frío por lo que la rodeó con el brazo que la sujetaba.

-De niño venía aquí, contemplaba la hermosa ciudad de París, la ciudad del amore, o eso dicen… no entendía ese término hasta que… -carraspeó sonriendo, sólo ella había sido capaz de volver a hacerle sonreír -Creo que hemos elegido el momento idóneo para que las nubes descarguen su furia -sonrió mirando hacia el cielo y dejar que la fina capa de lluvia cayese sobre su rostro, poco a poco la lluvia fue siendo más copiosa y lejos de salir corriendo como dos niños espantados, el italiano la rodeó con sus brazos, ocultándola en su pecho, qué poco le importaba mojarse en ese momento -Sólo un par de minutos, de todos modos…ya estamos empapad


Rió como un niño feliz, aquel que ella conoció...un Éferon ilusionado donde sólo veía lo maravilloso pero simple de la vita.


Última edición por Éferon Gianetti el Dom Nov 18, 2018 2:52 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Sáb Nov 17, 2018 7:25 pm

Lorette seguía escuchándole con suma atención, totalmente interesada por saber más de aquel nuevo Éferon que sin embargo seguía siendo el chico alegre de siempre, o al menos su sonrisa parecía más relajada que hacía unas horas. Sonrío al recordar como era de joven, por supuesto que lo tenía claro. Ellos se conocieron gracias a los negocios entre sus familias pero mientras él la cortejaba se habían encontrado en algunos eventos de sociedad y las mujeres siempre parecían rodearle como moscas a la miel y en aquellos momentos no se dio cuenta de que ella también había sucumbido totalmente a sus encantos.

-Hay que encontrar un punto intermedio, ¿sabes? Hay que ser responsables, sensatos, pero no podemos perder la chispa de la alegría y la vida porque entonces el mundo sería un lugar más oscuro -no pudo evitar mirar en ese momento al cielo, que estaba sumamente negro y más de un trueno retumbaba anunciando la llegada inminente de la tormenta.- Si, lleva un rato bastante nublado, pensaba que tal vez sería lluvia leve pero parece avecinarse una auténtica tormenta -y cuando el la bajó del caballo de nuevo sintió el palpitar en el pecho que esperaba que no hubiera notado. Era increíble como un hombre de porte tan serio podía ser a la vez tan delicado y considerado con una mujer. Sin embargo cuando terminó de bajar no la soltó y se preguntó Lorette a sí misma, en un momento de clara debilidad, cuantos gestos o miradas más así aguantaría sin echarle los brazos al cuello.

Intentando desterrar esos pensamientos, se apartó el cabello de la cara, el viento comenzaba a ser más fuerte y los zarandeaba con delicadeza. Se quedó ahí, quieta, escuchando.- Lo es, es una de las mujeres más especiales que he conocido en mi vida. Me recuerda a mi tía Anissa, ya sabes que mis padres... no me entienden ni aman como lo hace ella- decidió deshacerse nuevamente también de los guantes y poniendo fin al abrazo lentamente, los dejó en el zurrón del caballo, junto al sombrero. Nada de aquello serviría con lluvia intensa. No es que quisiera separarse pero empezaba a sentir su auto-control resquebrajarse- Sabes que no domino la lengua de Dante, Éferon, no es justo -se preguntaba sinceramente qué habría dicho cuando él tomó su mano y tiró de ella, le gustó mucho leer la Divina Comedia en su momento y rememoró una frase, no era capaz de citarla en italiano pero la recordaba perfectamente: "Cuanto más perfecto es algo, más dolor y placer siente." Sacándola de pronto de aquellas ensoñaciones subieron hasta la cima de la pequeña colina, que ofrecía una vista preciosa de París y del cielo otoñal.

La brisa cada vez era más fría, el sol se ponía y también el aire anunciaba que la tormenta estaba prácticamente encima de ellos por lo que agradeció enormemente el calor de aquel brazo sobre su espalda y se acurrucó un poco contra él. Miró fijamente la silueta de París frente a ellos, parecía una ciudad lejana, con sus luces y toda esa gente que seguramente corriera ahora mismo a resguardecerse de la tormenta. Y allí estaban ellos, en campo abierto, totalmente a merced del atardecer y las inclemencias de la lluvia. Primero fueron unas gotas finas pero pronto llovió más y más fuerte hasta que sus cabellos ya resbalaban agua. Pero no se movió, ni un solo ápice. Y cuando miró las nubes sintió que con la lluvia resbalando por su piel se iba un poco el dolor, la pena, la angustia, todo resbalaba y se perdía en la tierra mojada. Y Éferon se reía, una risa genuina y ella no pudo más que contagiarse y rió también.

Cuando él la abrazó, porque ahora si que era un abrazo, ella correspondió y rodeó con los brazos su ancha espalda, notando nuevamente la familiaridad de aquel gesto y disfrutando los recuerdos bellos que venían a su memoria, de sus risas en medio de la tormenta, como dos niños que han hecho una travesura, pero empezaba a sentir que los recuerdos no eran suficiente. Necesitaba saber, tal vez... tal vez si solo... -Éferon yo... -Depositó su mano mojada en la mejilla de él, un roce ligero, casi imperceptible y no llegó a terminar la frase porque en aquel momento, probablemente llevada por un impulso básico, por la lluvia empapándola entera, por el atardecer, por los truenos de fondo, por París a sus pies o por tener una tarde que nunca olvidar, un recuerdo que llevarse cuando sus vidas volvieran a separarse, lo hizo, se puso de puntillas con velocidad y puso sus labios sobre los de él.


Última edición por Lorette D. Lefoy el Jue Dic 20, 2018 7:07 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Éferon Gianetti Dom Nov 18, 2018 10:36 am

“I close my eyes and I can see
The world that's waiting up for me
That I call my own”





Las palabras en su idioma natal le salieron sin pensar, perdido en su mirada esmeralda tan clara y pura como la propia joven, desprendía un aura de pureza y paz , de la que él carecía y tanto le hacía falta. Le fue imposible no contagiarse de su sonrisa, el intercambio de miradas y la complicidad, desde que se conocieron tuvo esa conexión especial y la sensación de haberla conocido tiempo atrás. Nada había cambiado y todo al mismo tiempo, la vida le acababa de regalar una nueva oportunidad en la que sanar heridas del pasado y responder interrogantes que aunque él pensaba complicaba las cosas ahora que sabía ciertas verdades mostradas y sacadas a la luz, el gran peso de culpa y rencor a sí mismo, iba desapareciendo a la par que las gotas de lluvia golpeaban su rostro.

Cerró los ojos, disfrutando la sensación de tenerla entre sus brazos, una que había anhelado y extrañado a rabiar, el calor de su cuerpo, el olor a violetas se intensificó cuando la lluvia empapó su cabello. No, la imagen de la deliciosa visión de la joven francesa empapada y mirándole a los ojos, buscando y anhelando aquello que él mismo necesitaba recordar. Entreabrió los labios al oír su nombre, en ese momento no hacía falta decir nada, se conformaba sólo con contemplarla, qué ridículo ¡él conformándose con sólo mirar a una mujer!. El italiano del pasado, ni se habría mojado de casualidad, seguro estaría en la cama disfrutando de una noche de intimidad y al día siguiente sentirse tan vacío como siempre se sintió pero ahora era muy diferente.

Las manos del veneciano sostuvieron su rostro negándose a soltarla, memorizando cada centímetro de su rostro, retener ese recuerdo en su memoria. Los pétalos con sabor a moras de Lorie, se aventuraron a buscar los del italiano quién los tomó con suma suavidad, no cerrando los ojos en el proceso, quería admirarla mientras la probaba, rozó su nariz con suavidad, sonriendo al tomar su inferior y dejar un suave mordisco, apoyando la frente contra la ajena y atreverse a buscar su lengua, acariciándola despacio y dejar un dulce mordisco en su labio inferior, mucho más dulce que su tarta y de éstos jamás se cansaría de probar durante el tiempo que le fuese permitido.

No quería que el beso diese su fin por lo que al separarse, dejó besos cortos pero sentidos, volviendo a tomarlos con la misma delicadeza, cuando cerró los ojos pudo sentir el corazón de ambos latir apresurados, para asegurarse, apoyó dos de sus dedos en el lugar donde se encontraría el de Lorie y sonrió, acababa de detener el beso por el descubrimiento.

-Cocinas muy bien la tarta de moras pero me gusta más… -los ojos felinos de Éferon dibujaron el contorno de los pétalos de Lorie, tan hermosa, tan delicada y la que le había devuelto esos momentos olvidados -Mi sei mancata -rió por la segura expresión, volvió a hablar en italiano -Te he echado de menos… -peinó su cabello con los dedos y sonrió sin querer detenerse, moverse ni un ápice -Deberíamos volver… -la lluvia arreciaba con fuerza, no la dejó responder, la tomó en brazos ocultándola en su pecho para volver a tomar los caballos y volver -Pero no vas a poder regresar a casa -
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Dom Nov 18, 2018 12:41 pm

Había poca clase de besos que hicieran a alguien sentir que el tiempo se había detenido, pero aquel fue uno de ellos. Habían compartido besos similares en el pasado, pero ninguno tenía la fuerza del que compartían ahora. Se sorprendió a sí misma al darse cuenta de que ya a penas sentía la lluvia resbalar por su cuerpo pese a estar empapada, los truenos que eran intensos y resquebrajaban el cielo parecían solo un rumor lejano y el viento que aumentaba su fuerza, una leve caricia que les sacudía casi con delicadeza. Porque a pesar de las inclemencias del tiempo en aquel momento nada parecía importar más que aquel abrazo y aquel beso tan buscado.

Entrelazó sus brazos tras su cuello y se abandonó completamente a la sensación, no pensando absolutamente en nada más que en enredar sus dedos en el cabello del muchacho, que estaba rizado por la lluvia. El beso fue diferente, suave, intenso a momentos, luego otra vez tierno, pero sin ninguna duda era simplemente perfecto. Casi sentía como podían beber el uno del otro, intensificando el contacto como si la canción de aquella fiesta aun resonara en sus mentes "Never enough". Y así se sentía en ese momento, como si estar entre sus brazos completamente abandonada fuera una necesidad que nunca iba a acabar.

Y más pronto de lo que hubiera deseado, terminó. Fue entonces cuando tomó conciencia real de que estaba total y absolutamente calada, su pelo ahora lacio parecía oscuro por el agua y sus ropas estaban totalmente pegadas a su piel. Suspiró, incapaz de contenerse y notando como su pecho se movía con excesiva velocidad. Sus mejillas estaban rojas como la puesta de sol que era ya de un tono marcadamente rojo sangre, o al menos lo poco que dejaban ver las nubes que descargaban furiosas. Su analogía de la tarta hizo que se le escapara una risilla, solo un hombre como Éferon podía haber comparado sus labios con un postre, era simplemente ingenioso, la clase de ingenio natural del que ella carecía.

-Tienes razón, deberíamos volver ya, el sol está casi oculto y si seguimos mucho más bajo la lluvia es probable que acabemos enfermos -se dejó abrazar mientras descendían nuevamente la colina, en un momento del descenso resbaló un poco por la hierba mojada y tuvo que apoyarse en la tierra, manchándose bastante de barro. Como un niño que acaba de recibir un juguete nuevo, se rió con fuerza, su torpeza le resultó de lo más graciosa en aquel momento- Cuando tía Anissa vea el vestido blanco como las nubes lleno de barro me voy a meter en un problema de lo más gordo -y se dio cuenta de que tarde o temprano preguntaría como se lo había manchado, pero bueno, eso era algo que pensar otro día.

Llegaron hasta los caballos chorreando agua, los pobres estaban también empapados y un poco enfadados porque les hubieran dejado bajo la lluvia. Lorette acarició el cuello de su corcel intentando disculparse y el animal relinchó, por lo que interpretó que aceptaba su silenciosa disculpa. Sin decir nada, un poco abrumada por el peso de lo que acababa de ocurrir entre ellos, montó en sus lomos con cuidado, la lluvia era espesa y no podrían regresar más que al trote ya que no se veía muy bien y podían sufrir una caída.

-La señora Gilbert se va a sentir molesta cuando nos vea aparecer así, tal vez llegados allí debería tomar un carruaje hasta mi casa- la idea de que aquel día terminara tan pronto fue como si una pequeña estaca de hielo hubiera cruzado su pecho, sin embargo no manifestó nada en voz alta pues no quería estropear la hermosa atmósfera que les rodeaba con la llegada próxima del adiós. Sumida en sus pensamientos tomó las riendas de su corcel y solo logró articular- Apresurémonos.
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Mensaje por Éferon Gianetti Dom Nov 18, 2018 5:23 pm

Las notas de piano de la noche del encuentro, la voz femenina relatando una historia conocida para ambos, recordándoles lo que perdieron y creyeron no volver a recuperar. Nunca era suficiente, por más que Éferon en su día intentaba unir las piezas, ninguna encajaba hasta que se enteró de la verdad, de lo diferente que hubiese sido todo pero al fin y al cabo , su vida se resumía en un engaño. Portaba un apellido mancillado por ese ser despreciable que sólo se preocupó de sí mismo sin importarle dejarle ese legado a su hijo.

Engarzado en sus esmeraldas, bien podían haberse quedado allí pese a la tormenta, ajena al momento, tan esperado lo que no fue tan esperado fue la caída, si ella se manchó de barro, él que la portaba estaba irreconocible, más cuando le obligó a rodar y terminar de barro de los pies a la cabeza. Nadie les arrebataría ese instante, la sonrisa del italiano permanecía intacta en su rostro, ella le había ayudado a olvidar y no perder el tiempo en pensar en lo injusto que era la vida con él. El destino le acababa de dar tregua, no podía sentirse más dichoso, el sabor a moras aún perduraba en sus labios, como su nanna le decía “el sabor de un beso puede durar horas” y esperaba que así fuese, sólo con eso se conformaba…un hombre que lo podría tener todo, con un simple beso le había dado alegrías renovadas.

No mencionó nada sobre el pensamiento de su benefactora, la señora Gilbert seguramente estaría en su sillón observando la danza de las llamas en la lumbre con el gato blanco como la nieve en el regazo, siempre le mencionaba lo mucho que le recordaba el gato al italiano, tan majestuoso y elegante con ojos como pequeñas esmeraldas. La lluvia caía con rabia e ímpetu, no se encontraban muy lejos de la casa por lo que en cuestión de minutos llegaron a las caballerizas en donde los mozos les ayudaron a bajar. Él se acercó a Lorie y aunque se encontraba igual de empapado, la carrera hasta la puerta principal intentó que no se mojase demasiado.

La risa de Éferon, levantó de un salto a la dama sentada en el sillón quién acudió enseguida al hall, el italiano intentaba infundirle calor con las palmas de sus manos, frotando con suavidad los brazos de la joven Lorette a la que miraba fijamente sin perder la sonrisa. La benefactora se llevó la mano al pecho, preocupada por el aspecto de ambos pero esa sonrisa…esa sonrisa valía lo que fuese necesario, su Éferon volvía a sonreír y sabía que ella era la razón.

-El baño está dispuesto, mandé a preparar un baño caliente y preparar té para entrar en calor ¡por Dios! Estáis horribles, vais a coger una pulmonía -la mujer se echó a reír, él se la había contagiado, negó con la cabeza y sólo bastó cruzar la mirada con el italiano un segundo para saber lo que pensaba -Por supuesto se queda en mi casa esta noche, con lo que llueve no podrá llegar a casa en horas, no podemos arriesgarnos se quede atascado, además ya dispuse una de las habitaciones de invitados. La cena estará servida en media hora, querida no se preocupe, mis doncellas están a su disposición. No sé vuestra talla así que se lo dejé a mi costurera, si hace falta algún arreglo un par de puntadas y listo, y Éferon, niño…por favor, ya puedes recompensarme con bajar hecho un pincel

El italiano se mordió el labio inferior, como un niño que acaba de ser descubierto en una travesura, asintió y les dedicó una reverencia a ambas. Antes de subir le dedicó una mirada a Lorette, perdiéndose por las escaleras, una de las criadas se le escapó un grito al verlo aparecer como si fuese una estatua de barro viviente a lo que la señora de la casa se echó a reír.

-Este hombre… gracias, querida. -se lo agradeció de corazón, estaba tan contenta de que su Éferon estuviese por fin como pez en el agua. Y durante el baño, rememoró el beso una y otra vez, la risa de Lorie, la forma en la que lo miraba, su aterciopelada voz… no cambiaría nada de esa tarde, fue perfecta. La noche sería larga, más sabiendo que ella se encontraba bajo el mismo techo.

Media hora más tarde, bajó aseado y de buen porte, como bien le insistió la señora Gilbert, se adentró en el salón besando con cariño a la mujer en la mano pero no fue suficiente, él se lanzó a besarla en las mejillas entre risas de ambos, una imagen de lo más enternecedora.

-Me muero de hambre, tanta que…¿estoy a la altura? -se acordó de su condición,  estar impoluto pero esta noche no iba de traje -Tengo más cosas que en el…vale, benne, no digo nada sobre ese lugar, sé que lo odias. Me vendré una temporada aquí si eso te place pero no abusaré de tu amabilidad -sus esmeraldas brillaban de pura felicidad.

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Mensaje por Lorette D. Lefoy Dom Nov 18, 2018 6:00 pm

Mientras volvían a caballo iban en silencio porque a veces los silencios decían mucho más que las palabras y en ese instante no sentían la necesidad de hablar, era un silencio apacible y reconfortante. Lorette pensaba, rememoraba sus momentos favoritos de aquella tarde una y otra vez y cada vez que recordaba el roce de los labios de Éferon se sentía un poco más dichosa, así que se tocó el labio distraidamente preguntándose como había podido pasar 7 años enteros sin sentirse así. Nunca lo había pensado, pero sabía que su carencia de interés por otros hombres era un síntoma inequívoco de que había entregado su corazón tiempo atrás y no volvería a hacerlo.

Pronto estaban en la entrada de la casa de la señora Gilbert y depositaron los caballos en la cuadra. Seguían total y absolutamente calados y para más inri iban llenos de barro por el resbalón que habían sufrido mientras bajaban la colina, pero Lorette también sonreía de forma genuina, la clase de sonrisa que te deja un buen momento y que tarda en irse. Caminaron juntos hasta la puerta de la señora Gilbert y cuando ésta abrió la puerta pudo ver en su mirada horrorizada que debían tener unas pintas de lo menos elegantes. Se ruborizó levemente mientras echaba un vistazo a su vestido empapado y lleno de barro, además de su pelo mojado y lacio.

-Se lo agradezco de corazón, señora Gilbert, no creo que pueda agradecer en este mundo algo más que un baño cálido que me haga entrar en calor -pues era cierto, estaba tan contenta y dichosa que no se había dado cuenta de que llevaba desde que volvieron temblando de pies a cabeza por el frío- También le agradezco la invitación a permanecer en su casa, la lluvia es demasiado fuerte y aunque quisiera no habrá ningún carruaje disponible para volver esta noche. Ay mi pobre tía Anissa, espero que no se preocupe en exceso cuando vea que no vuelvo -sintió una punzada de culpa al pensar en su tía, que no sabía que ella no pasaría la noche allí y no tenía forma de avisarla, pero seguro que a la mañana siguiente podría explicárselo todo y su tía, toda bondad como ella, lo comprendería y aceptaría.

Su mirada siguió a Éferon cuando subió las escaleras, obedeciendo a la señora Gilbert, y cuando éste se giró para mirarla la muchacha le recompensó con una sonrisa que decía "nos veremos en nada". Se giró hacia la señora de la casa y al escuchar su gracias la única respuesta que hizo fue una reverencia, ella sabía que había cumplido su palabra así que subió también las escaleras hasta encontrar a dos doncellas que la condujeron a un amplio dormitorio. Allí se deshizo de sus ropas mojadas y manchadas y se introdujo en la bañera, frotó su cabello y su piel a conciencia y salió limpita y más calentita.

Las doncellas de la señora Gilbert se tomaron en serio el arreglarla, le cepillaron y recogieron el pelo y le pusieron un vestido de color azul oscuro discreto que ella misma pidió, era un vestido que le quedaba un pelín grande ya que Lorette, en parte por culpa del trabajo y porque nunca había sido una gran comedora, estaba bastante delgada para como estaban otras mujeres de su época. Se preguntó si con ese cuerpecito Éferon la encontraba atractiva pues cuando eran jóvenes su grado de intimidad no había llegado hasta el final... y chasqueó la lengua por semejante ocurrencia, su imaginación estaba volando ya a mucha velocidad. Así que preparada con el vestido azul bajó las escaleras para dirigirse al comedor, donde servirían la cena.

Cuando bajó se dio cuenta de que había sido muy rápida y no había nadie aún, así que se encaminó hacia la biblioteca ya que recordaba el camino y se sentó en el piano con delicadeza, ya le había explicado a Éferon que no era tan buena como él, pero comenzó a tocar una melodía bastante bella y triste, era muy compleja pero era una de las piezas que más controlaba ya que le gustaba a su tía y ella le había enseñado. Trataba el piano con sumo respeto y delicadeza pero le apetecía enormemente hacerlo y esperaba que no se ofendieran por haberse tomado semejante licencia.


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Mensaje por Éferon Gianetti Dom Nov 18, 2018 7:09 pm

-Niño…¿estás temblando? Debiste de estar más tiempo en la bañera, como te me enfríes y termines en la cama durante días sin poder levantarte…¡y no sonrías de esa manera que no van por ahí los tiros!-la risa de su italiano era vida para sus oídos, tan hermoso como solía recordarlo desde aquel desengaño, la muerte del padre del joven…todo de golpe para alguien que brillaba con luz propia, ¿cómo iba a ser el destino tan amargo? Ella era la esencia de su vida, siempre lo fue claro que él tan reservado alegaba no enamorar porque ya lo había estado.

-Ho paura (tengo miedo) -la dama no lo entendió, preguntándole con la mirada a lo que él negó sin perder la sonrisa, tanta felicidad era demasiado, alguien con quién se conformaba con lo mínimo bueno que le ocurriese. La mujer buscó su mano, él la apretó con cariño, deslizando el índice en la palma a modo cariñoso -Éferon -él buscó su mirada, no solía llamarle por su nombre por lo que le sorprendió, leyó en sus ojos esmeraldas la incertidumbre -Benne, no te preocupes -volvía a ser fuerte, no romperse y no dejar que su imaginación le jugase una mala pasada.

La música de fondo captó su atención y sonrió, sólo ella sería capaz de atreverse a tocar el piano en esa casa, usurpando el lugar del italiano y él, encantado…pidió permiso a la mujer para ir en busca de la joven. A medida que se iba acercando a la puerta de la biblioteca, la presión en el pecho impedía respirar con normalidad, de repente tuvo que detenerse… la escena le pareció tan surrealista que realmente creyó volver a estar soñando. ¿Y si abría la puerta y ella no se encontraba allí? Los sueños se convertían en pesadillas de angustia…la música seguía, elegancia, tacto…ella.

Abrió la puerta de golpe, temiendo que fuese un sueño y esa tarde sólo se había recreado en su mente pero allí estaba, tan bonita y delicada. Se acercó a ella a paso lento, contemplándola con el ventanal tras ella en donde se reflejaba la furia de la lluvia, lo más hermoso que había visto jamás, la imagen de la joven no se podía comparar con nada, era única.

-Nadie sabría captar la esencia de la tormenta con tanta elegancia, señorita Lefoy -aunque parecía tranquilo, aún seguía respirando de forma irregular…estaba tan asustado que tuvo que sentarse a su lado. -Tocas mejor que yo, eso es imperdonable, la señora Gilbert …te preferirá a ti y con razón -sonrió, acompañándola en las últimas notas, sus dedos se rozaron y volvió a sentir ese vértigo que hacía tanto no sentía y miedo, un terrible temor de que por su culpa pudiese ocurrirle algo, volviesen a arrebatársela.

-¿Vendrás? Antes de dormir, sé que es atrevido o no tanto , nos pasábamos las noches hablando sin parar, te reías tanto…y me dormía, sabía que cuando despertase estarías… -pero un día no fue así, el sólo recuerdo le atormentó tanto que se levantó de golpe, ofreciéndole la mano, aún temblaba, esos sueños parecían tan reales…
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Lun Nov 19, 2018 5:11 am

Lorette estaba tan concentrada en la absorbente melodía que no percibió que la observaban y siguió tocando con pasión y dedicación, intentando poner un pequeño trozo de su alma en aquella melodía que era bastante desgarradora. Frente a ella había un enorme ventanal a través del cual se veía la furia de la tormenta en todo su esplendor. El viento era ya huracanado y los rayos adornaban el cielo como si pretendieran iluminarlo, sin embargo aquella enorme tormenta parecía lejana cuando se veía desde el calor de un hogar en el que se sentía bien recibida.

Sintió a Éferon a su lado y escuchó su voz, él se sentó también en la banqueta del piano, estaba igual de limpio y radiante que ella. La muchacha sonrió levemente mientras continuaba tocando, moviendo sus dedos con delicadeza sobre las teclas, como si las acariciase.- Jamás osaría igualarme a tu talento, señor Gianetti -dijo empleando como él, su apellido.- Y no se preocupe, nadie le arrebatará jamás el afecto de la señora Gilbert -como nada podría arrebatarte el mío, pensó acongojada, pero no transmitió aquellas palabras en voz alta por miedo a pronunciarlas. Sintió el roce de sus suaves dedos cuando se unió a la melodía, si ya era hermosa, tocando ambos a la vez parecía salida de otro mundo. Y así estuvieron un rato, disfrutando de aquel momento de intimidad y música hermosa, nuevamente en el más absoluto silencio.

Pronto las últimas notas se disolvieron en el aire y la melodía acabó, por lo que retiró sus manos del piano y lo cerró con suavidad, sin levantarse de la banqueta en la que permanecía sentada junto a Éferon.- Por supuesto, si no esta noche sentiré miedo de la tormenta, no quiero estar sola en un cuarto que no conozco –admitió con delicadeza, pero aquella era una verdad a medias, también tenía una motivación muy egoísta y era el hecho de que quería más tiempo a solas con él, o ya no lo tendría en un tiempo. No sabía a ciencia cierta que pasaría cuando se marchara a la mañana siguiente pero algo en su corazón le decía que aprovechara, que se acercara a él todo lo posible ahora que le tenía a su alcance, por que tal vez no siempre fuera así.

La campanilla que anunciaba la hora de la cena resonó en el silencio y ambos se levantaron y se dirigieron al salon en el que se serviría la comida. Como a la hora del almuerzo, se sentaron en el comedor, ella a la izquierda del italiano y la dama a la derecha. - Señora Gilbert estos platos son deliciosos, el paseo a caballo me ha abierto el apetito. Creo que si comiera con usted más a menudo mi cuerpo no parecería tan flacucho -expresó Lorette contenta, parecía de especial buen talante. Conversó aun más cordialmente con la señora Gilbert durante la cena, probó un poco de todos los platos y apreció y congratuló las labores de sus cocineros. Sabía que a ella tenía que agradecerle el que aquella tarde hubiera sido posible, pues la dama parecía pensar que solo Éferon necesitaba de aquel re-encuentro y nada más lejos, Lorette lo necesitaba tanto o más. Sentía su corazón compungido, henchido, como cuando te duele pero a la vez te cosquillea de forma agradable. Solo hacía unos días que habían vuelto a verse y tenía la certeza absoluta de que su vida ya jamás sería la misma.

Observó a Éferon y conversaron de forma más animada que aquella mañana. Cuantas más horas pasaban juntos más volvía la familiaridad de dos personas que han llegado a conocerse bastante bien y más relajada se sentía ella. A veces parecía que nunca se habían separado, pero entonces algo le recordaba que habían sido 7 largos años sin verse. Y en otro gesto espontáneo aprovechó que la mano del italiano que daba a su lado estaba suavemente depositada sobre su pierna y con delicadeza y dulzura la tomó con su mano izquierda, entrelazando los dedos como había hecho horas antes en el ventanal. No le dijo nada, ni siquiera le miró, simplemente tomó su mano y disfrutó silenciosamente de aquel furtivo contacto mientras terminaban de cenar.
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Mensaje por Éferon Gianetti Lun Nov 19, 2018 6:26 am

El afecto de su benefactora no lo cambiaba por nada, esa mujer no le dejó caer en ningún momento y le auxilió cuando él lo necesitó, a ella le sobraba el dinero y mantener la imagen del caballero le suponía un gasto mínimo. Éferon tenía razón, en la mansión Gilbert  poseía más ropa y complementos que donde vivía ahora, evitaba dejar los trajes en la habitación del burdel por precaución. Se fiaba de sus compañeros pero era mejor no dar ciertos detalles, las malas lenguas y rumores se extenderían por toda París, él era discreto y por ello sus clientes también debían procurar serlo por su bien, se jugaban la reputación y su vida.

-Tendré que velarte hasta que Morfeo consiga arrebatarte de mis brazos -el tintineo coincidió con un trueno, la tormenta no parecía tener fin, se revelaba descargando su furia  y él, agradeció enormemente que así fuera así esa noche permanecerían bajo el mismo techo. La dama al verlos aparecer, sonrió ocultando la pícara sonrisa contra el filo de su copa de vino tinto, se veían muy bien juntos y le agradó ver cómo caballerosamente, retiró su silla con un susurro -Sei bellissima -no hizo falta traducir nada, por la forma en la que la miraba y el tono confidencial para que sólo ella lo oyese -Vino rosado, recuerdo que recoger uvas junto a mi nanna era uno de mis pasatiempos favoritos, solía contarme anécdotas familiares. Prométeme Anna que me ayudarás a traérmela cuando vayamos a por ella -la mujer asintió, le hacía gracia cuando la llamaba por su nombre de pila -Gracias querida, el postre creo que será del agrado de ambos, mandé hacer uno de esos postres italianos que Éferon cuando me consentía más me hacía él mismo, ¡demonios! Me revolucionaba la cocina, las cocineras y el servicio encantados con su presencia, se le hacía raro ver a un hombre y de su estatus en las cocinas…algo insólito pero que dice mucho de él -él negó con la cabeza, no suponía ningún problema ni inconveniente cocinar, al contrario pero últimamente cuando la visitaba falto de ganas y deseo por estar entre fogones , prefirió hacerle compañía.

Una rica sopa de verduras, pescado al limón con unas deliciosas patatas cocidas, canapés variados y panecillos rellenos especiados, éstos últimos le encantaban a Éferon. El postre, no pudo ser otro que un rico tiramisú, el italiano sonrió como un niño pequeño, sin poder evitar deslizar por el borde del recipiente su dedo índice y recoger un poco de café y nata sobrante, llevándosela a los labios y saborearla, un exquisito gesto que la señora Gilbert encontró de lo más divertido.

Éferon dejó la cuchara sobre el plato tras saborear el rico postre, relamiéndose los labios como un gato satisfecho, el gesto de Lorie fue devuelto, enredando los dedos en los ajenos y acariciarlos con suavidad, un gesto totalmente natural por ambos y al que a él arrancó una sonrisa. La mujer se levantó por lo que él se incorporó para dejar un beso en el dorso de su mano, a sus años a esas horas se encontraba cansada por lo que les pidió disculpas por retirarse. Éferon la acompañó hasta las escaleras, la contempló desde la puerta subir cada peldaño, la admiraba mucho y eso pudo reflejarse en la mirada esmeralda del veneciano.

-Te acompaño, mi dormitorio no queda lejos del tuyo, es uno de los principales pero cercano al de invitados, tengo más pertenencias aquí que…bueno, donde vivo -esperó tomase su mano y juntos, subieron los escalones vestidos con una bonita alfombra verde oscura, la casa estaba decorada al más estilo clásico pero no recargado, a la señora Gilbert no le gustaba tanta pomposidad -Pediré té, aún siento la sensación de frío -antes de dejarle paso a Lorie para entrar, dio el aviso del té y tras ella, se hizo paso en la habitación hasta acercarse a la ventana en donde volvió a contemplar la tormenta, quiso darle ese espacio por si quería deshacerse del vestido y encontrarse más cómoda -Me tendrás que contar un cuento o cantar una canción, soy un bambino difícil de dormir -buscó el reflejo de ella tras el cristal de una de las ventanas… no debía hacerlo por si se desnudaba pero no pudo evitarlo -Para mí te ves hermosa así, si quieres cocino para ti o juntos -un plan futuro que temió ser rechazado, supondría que una vez se fuesen al día siguiente cada uno por su lado.
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Mensaje por Lorette D. Lefoy Lun Nov 19, 2018 6:59 am

Cenaron y conversaron alegremente y cuando llegó la hora del postre y escuchó que había uno que Éferon sabía hacer se sintió contenta puesto que quería probar otro de los manjares de su tierra. Tomó un par de copas de aquel delicioso vino rosado y su sabor afrutado y las burbujas hicieron un poco de mella en sus mejillas, que estaban adorablemente sonrosadas en aquel momento. Durante un instante se imaginó a un Éferon cocinando para ella y aquella imagen le gustó, era encantadora, era bella y la hacía feliz. Además de que evocaba bellos recuerdos del pasado. Pero es otra imagen que alejó de su cabeza con temor, porque podría no cumplirse nunca y aunque ahora se hallaban de lo más ajenos en su pequeña burbuja de felicidad, la burbuja estallaría más tarde, aunque ella aún no lo sabía.

-Este postre está sencillamente exquisito -no fue capaz de decir nada más porque devoró su tiramisú, deleitándose con el suave sabor a café y el cacao. El postre en cierta medida estaba más que bueno y además era la culminación a una gran cena y a un gran día, cuando escuchó que la dama se retiraba ella misma sintió que también era hora de que ellos se marcharan a dormir.- Buenas noches, señora Gilbert -se despidió de la anciana con amabilidad y tomó la mano que el italiano le ofrecía para acompañarla a su dormitorio.

-Un té estaría muy bien, creo que aún siento como el frío me ha calado los huesos –aunque cada vez se sentía más cómoda, su mano en la de él era un alivio y la cercanía de ambos hacía que fuera difícil no sentir su calor corporal. Subieron las escaleras hasta las habitaciones y efectivamente la de invitados, en la que ella se había bañado, estaba justo en frente de la de él. Se disculpó un segundo y pasó a la habitación de invitados donde encontró sobre la cama ya preparado un hermoso camisón de seda y una bata de encaje. Enarcó una ceja, preguntándose si aquel detalle había sido obra de la señora Gilbert y una suave risa escapó de sus labios divertida.

No se percató entonces de que la puerta estaba entre abierta y de que se reflejaba ligeramente en una de las ventanas del cuarto. Con delicadeza desató el corsette y se quitó el vestido azul eléctrico, los faldones y demás. Finalmente se quedó solo cubierta con una suave prenda en su zona íntima y cubrió sus pechos con su brazo, una costumbre de aquel que es tímido hasta para ver su propio cuerpo. Se giró hacia la cama y se puso el hermoso camisón de seda y la bata de encaje, el cual dejaba poco a la imaginación, aunque Lorette nunca se percataba de esa clase de detalles. Soltó su cabello que había sido recogido y dejó que las bonitas ondas doradas cayeran sobre su espalda en cascada.

Salió y regresó al pasillo, donde Éferon estaba esperándola y entonces si le tomó de la mano para que pasaran a su habitación, en donde se quedó de pie a la espera de que les trajeran el té.- Bueno, he pensado que tal vez podría cantarte una canción, pero has de saber que mi voz es como yo, dulce, tímida pero te costará encontrar fuerza en ella -porque así es como se veía a sí misma, una persona insegura. Cuando el habló de cocinar para ella, justo como había fantaseado en la cena, sintió que casi pudiera leer su mente. E iba a responderle cuando la primera de las premoniciones que tendría aquella noche pasó por su cabeza, clara como el cristal.

"En ella vio a Éferon, sentado en una cama que era claramente la de aquella habitación. El muchacho estaba sentado y tenía una expresión de dolor indescriptible, podía notar perfectamente la angustia y el sufrimiento en sus ojos y se fijó que entre sus dedos, arrugada, había una carta. Parecía de día e iba vestido casi idénticamente a como estaba aquella noche. El muchacho no dijo nada, solo miraba la nota como si deseara que desapareciera y entonces una solitaria lágrima recorrió su mejilla." Y tal como vino la visión desapareció, Lorette volvió en sí, se llevó un dedo a la frente distraídamente, a veces las premoniciones le daban un agudo dolor de cabeza y aquella en concreto, no la comprendía.


Última edición por Lorette D. Lefoy el Jue Dic 20, 2018 7:15 pm, editado 2 veces
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