· Jeg er ikke en frelser ·

por **Skulð** Mar Dic 11, 2018 6:23 pm

El último encargo había llevado a la rubia a tener que salir de la ciudad por más de una semana, así que al regresar no le sorprendió mucho encontrarse con que la habitación que había estado ocupando hasta entonces en el motel ya había sido entregada a otro inquilino. Eso no hizo que se enfadara menos, sin embargo, y antes de salir del lugar se encargó de depositar parte de sus “trofeos” sobre el mostrador a modo de amenaza. O le devolvían el depósito o los dedos del dueño serian los siguientes en aparecer dentro de una bolsa. Salió exactamente con todo lo que había pagado por adelantado, además de unos francos más de propina “por las molestias”. Debía reconocer que la fama de matona se la había ganado a pulso, pero no era algo que la incomodara demasiado. De todas formas, sólo había regresado para descansar durante unas horas, antes de seguir con su cacería, así que las opiniones de alguien a quien no volvería a ver nunca (probablemente) le importaban un pimiento.

El próximo destino era la aldea a las afueras de París, la que se situaba más al sur, y rodeada por el denso bosque. Las pistas que había ido siguiendo desde Estrasburgo finalmente no la habían llevado a ninguna parte. El rastro se perdía en la nada, y luego reaparecía en otro punto u otra ciudad a varios kilómetros de distancia. Lo que estaba claro, era que estaba rodeando la aldea a la que ahora se dirigía. El por qué no lo tenía claro, pero estaba más que dispuesta a descubrirlo. La suma que le había sido entregada fue suficiente como para que ni siquiera le importara la escasez de datos y de respuestas que le habían sido dada ante sus preguntas. No era extraño que sus clientes no quisieran dar demasiados datos, ya que en caso de que saliera mal el objetivo lo tendría fácil para descubrir quién había puesto precio a su cabeza, pero Skulð solía ser bastante estricta al respecto. A pesar de que confiaba en sus habilidades y fortaleza, era plenamente consciente de su naturaleza humana. Menos datos significaba menos conocimiento acerca de a lo que se enfrentaba, y no era lo mismo ir tras un hechicero u otro humano, que contra un ser sobrenatural. Las armas que necesitaba eran distintas, y la astucia requerida para salir victoriosa también variaba. Pero en aquel preciso caso, el dinero ofrecido fue lo bastante cuantioso como para que la codicia la cegara. Y si eso en otro momento la hubiera hecho activar todas las alertas, en ese entonces simplemente la llevó a decir que sí sin siquiera pensárselo dos veces.

La desesperación también tuvo mucho que ver, a decir verdad. La última caza de un vampiro había tenido lugar hacia más de tres semanas, así que sus reservas de sangre estaban bajo mínimos. Secretismo y vampiros solían ir de la mano. Más que una misión, se lo tomó como una oportunidad.

Una hora más tarde, la cazadora llegó a su destino. La atmósfera pesada que cubría la zona en nada se parecía a la que había en la ciudad. Fuera lo que fuese que estaba cazando, su influencia estaba presente en casi todos los detalles. En el nerviosismo de los viandantes, en el terror de sus miradas. En la desconfianza manifiesta ante la presencia de la extraña joven que caminaba entre ellos, con la cabeza alta y apestando a sangre reseca. Aunque probablemente su aspecto tuviera bastante que ver en las reacciones provocadas a ese respecto, por más que se negara a admitirlo.