Clémentine Louis Delacroix

Es una mujer autosuficiente, de carácter irascible y conflictivo, hostil y rebelde, por eso en el pueblo la llaman "Tejona". Arisca hasta para discutir. Pocas cosas le molestan más que le digan lo que tiene que hacer. No tiene problema en resolver a golpes los conflictos.

A primera vista, y a pesar de su físico poco intimidante, se puede apreciar que trata de ocultar su fragilidad, así como su lado femenino, pero en el fondo tiene un gran corazón. Su familia no está unida por la sangre, sino por la supervivencia. Ha pasado de todo con su pandilla, desde hambrunas hasta enfermedades. Tiene una relación casi maternal con ellos. Si tienen que acurrucarse entre todos para pasar el frío, así ha de ser.

Con su gente nadie se mete. Esa es su ley. Sin embargo, esto se aplica principalmente a Aymeric, quien es su fiel amante y compañero. Tiene una relación casi de pertenencia, tras todos estos años luchando juntos. Lo considera suyo,y por lo mismo puede ser sumamente celosa. Además, y aunque ella no lo quiera reconocer, él es su pilar. No quiere imaginarse sin él; le quitarían el suelo que pisa. Es su mayor temor.

Siente rencor hacia los ricos, principalmente porque su padre es uno de ellos, y nunca fue más que una bastarda para él, ni aun viviendo bajo su mismo techo durante su temprana infancia. Se da cuenta de que él la manda a buscar o la ve a escondidas por culpa y no por un sentimiento real de amor fraternal de un padre hacia su hija.  

Era una jornada de arduo trabajo en una pesquera de Calais cuando una de las trabajadoras, Pierrette Delacroix, dejó de filetear y empezó a sufrir contracciones. Las demás supieron que el momento del parto había llegado, y despejaron una de las mesas para recibir al bebé. Desde el comienzo se intuía que aquella criatura traería problemas. Era un secreto a voces que la niña llamada Clémentine era hija del dueño, Alban Saint-Eloy. Una bastarda de padre bien conocido, pero que los demás fingían desconocer. Los padres de Clémentine no se amaban. Nunca lo hicieron. Sólo fornicaron algunas veces, sin sentir afecto el uno por el otro. Su hija creció sabiendo quién era su padre, pero teniendo prohibido llamarlo o tratarlo como tal.

Empezó a trabajar a los cuatro años, siempre pegada a las faldas de su madre. Pierrette no la perdía de vista, y le explicaba a su hija que no se quedara a solas con ningún hombre, porque estaban en el último escalafón y nadie velaría por su seguridad más que ella misma. Un año más tarde, Pierrette comenzó a padecer una fatiga crónica que le fue quitando las energías hasta que una jornada se desmayó. Rogó a Saint-Eloy que le permitiese reposar por un día, pero él se negó, acusándola de perezosa. Pierrette resistió una semana antes de morir.

Saint-Eloy sintió un fuerte remordimiento que lo impulsó a llevarse a Clémentine con él a su hacienda como sirvienta. Desarrollaron una relación cordial, Ellos pero distante. Él siempre sería el amo. Dentro de su estadía en esta casa, Clémentine hizo amistad con un vecino de su edad. Un pequeño llamado Aymeric. Dentro de todos los niños, él era el más bonachón. No parecía importarle el rudo carácter de la niña; hasta le favorecía, porque los chicos mayores no querían vérselas con esa rata que mordía.

Las cosas cambiaron cuando Alban se casó y trajo a su mujer a la casa. Ella se dio cuenta del parentesco entre Clémentine y su marido por el parecido entre ambos, por lo que exigió que echara a la chica. Alban aceptó.

Así fue que la bastarda fue a parar a la calle a los ocho años. Tuvo que aprender a buscar refugia, a robar, a usar lo que tuviera a la mano para poder comer. Algo así como una vez por mes veía a su padre paseándose a caballo por el lugar, dándole limosna como cualquier extraño. Vivió así por dos años, aguantando fiebres y la soledad, hasta que volvió a encontrarse con Aymeric y su madre cuando pedía limosna. Ellos la acogieron en su casa, y la paz volvió. Clémentine se colaba por las noches en el cuarto de Aymeric para sentirse a salvo, porque de la calle llevaba la costumbre dormir acompañada siempre. De otra manera no pegaba un ojo.

Fueron felices hasta que una enfermedad mortal se llevó a la madre de Aymeric. Clémentine prometió que no lo dejaría solo, que sobrevivirían juntos costara lo que costara, pero no podían seguir en Calais; tenían que ir a pastos más verdes. Fue así que Clémentine irrumpió en la hacienda de su padre y le montó un escándalo. Dijo que si no le ayudaba a llegar a París, haría una escena frente a sus nuevos hijos y les diría que era su hermana. Saint-Eloy soltó el dinero ante el desprecio de su hija.

Clémentine y Aymeric tomaron un tren y llegaron a París no a vacacionar, sino a la guerra. Vivían la guerra de la calle, haciendo trabajos esporádicos y robando cuando la oportunidad se presentaba. El miedo se apoderó de Clémentine cuando un día Aymeric amaneció con fiebre y mucha tos. Rehusándose a perderlo, tuvo que tragarse su orgullo y pedir ayuda a otros indigentes. La mayoría le dio la espalda, pero un grupo escuchó sus ruegos y se las arreglaron para aportar en todo lo que pudieran, ya fuera con conocimientos o consiguiendo suministros. No sólo se salvó Aymeric, sino que ambos ganaron una familia con los demás vagabundos. Fue la personalidad de Clémentine lo que terminó por convertirla en la cabecilla. Hoy protege a su gente y al hombre que es suyo porque ella lo ha reclamado para sí.

● Familia: Alban Saint-Eloy (Padre)
Pierrette Delacroix (Madre) †
● Datos Curiosos:
- No duerme si no tiene a Aymeric junto a ella.
- Una de sus frases cuando se enfrente a otra persona es “todavía no me conoces, yegua”.
- Tiene varias cicatrices cerca de las costillas y en las piernas.
- Nunca le da dicho “padre” a su padre; prefiere llamarlo Saint-Eloy.
- Guarda una navaja dentro de su escote.