AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bael - Ficha
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Bael - Ficha
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Bael.▲EDAD▲
Tiene una edad real de 100 años, pero por su especie aparenta 50 años.▲ESPECIE▲
Cambiante.▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Carece de alguna facción por el momento.▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Por ser un mero viajero sin hogar alguno, es tomado acertadamente como miembro de la clase baja.▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Su orientación es absolutamente heterosexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Nacio en el país nórdico .▲HABILIDADES/PODERES▲
Al ser un cambiante sus habilidades innatas son: Transformación (Úrsidos: Oso negro, oso frontino y oso polar), Sanación acelerada y Percepción del aura. Luego, de los opcionales posee: Fortaleza, Mimetismo y Ojo superior.Tomando en cuenta la distancia que normalmente posee con la gente, sumado a que no entabla conversaciones con facilidad, realmente puede pensarse que es alguien reservado, de pocas palabras y hasta antipático.
Nada más lejos de la realidad, si tiene esos comportamientos son por nada más que protección y precaución. Realmente es alguien que no teme a muchas cosas, mejor dicho, a casi nada, sus ojos vieron lo suficiente como para considerarse "Sabios". No le importa hablar con quiénes siente poca hostilidad, no es realmente muy amistoso como la propia palabra lo dice, pero tampoco es ofensivo o atacante, tan solo no le gusta conocer a desconocidos si no está obligado realmente.
Sin embargo, conoce la empatía, por lo tanto es capaz de ayudar a quien crea correcto hacerlo. Suele ser alguien que pasa desapercibido ante el público, jamás tomaría la iniciativa de atacar a alguien y mucho menos sería el portavoz de la fe en una persona.
Su odio no recae en nadie específico, tan solo detesta a quienes consideran no están bien en la sociedad que se vive. Por lo tanto puede tener algún tipo de roce con entes que sean hostiles, aunque evitará la pelea. Por lo demás, se le puede conocer más entablando conversación con el. .
Nada más lejos de la realidad, si tiene esos comportamientos son por nada más que protección y precaución. Realmente es alguien que no teme a muchas cosas, mejor dicho, a casi nada, sus ojos vieron lo suficiente como para considerarse "Sabios". No le importa hablar con quiénes siente poca hostilidad, no es realmente muy amistoso como la propia palabra lo dice, pero tampoco es ofensivo o atacante, tan solo no le gusta conocer a desconocidos si no está obligado realmente.
Sin embargo, conoce la empatía, por lo tanto es capaz de ayudar a quien crea correcto hacerlo. Suele ser alguien que pasa desapercibido ante el público, jamás tomaría la iniciativa de atacar a alguien y mucho menos sería el portavoz de la fe en una persona.
Su odio no recae en nadie específico, tan solo detesta a quienes consideran no están bien en la sociedad que se vive. Por lo tanto puede tener algún tipo de roce con entes que sean hostiles, aunque evitará la pelea. Por lo demás, se le puede conocer más entablando conversación con el. .
Nacido en Noruega, hace ya 100 años, Bael vivía humildemente en una casa humilde, en la ladera de una montaña. Nacido de la unión de dos personas que no quiere recordar, tan solo siendo destacable que su padre de origen israelí, más concretamente Jerusalén, fue un extranjero que tuvo la "Suerte" de casarse con una bella mujer de pueblo, enamorados perdidamente el uno del otro engendraron a un único niño, el cual por motivos meramente genéticos no heredó, al menos visualmente, los rasgos paternos. Esto, aunque suele tomarse mal, fue realmente una bendición. Pues, a pesar de no ser un pueblo racista, si se mostraban con una tendencia negativa para con los extranjeros, por lo tanto que su hijo no fuese discriminado como él lo fue, contentaba a su padre en gran medida.
Sin embargo, el matrimonio nunca se sintió del todo cómodo al convivir con aquellos que miraban mal a ambos, al padre por ser de una etnia distinta y a la madre por haberse casado con él.
Dado esto no tuvieron más opción que irse al punto más aislado del pueblo, la ladera de una montaña la cuál todos temían, pues se creía que un monstruo "Nevado" habitaba y deambulaba por la zona, este se alimentaba de humanos por lo que generaba un entendible miedo en los pueblerinos.
Esta zona era perfecta, alejada, con un lago congelado casi privado, un extenso bosque delante y algo de fauna bastante bella.
La vida para Bael fue relativamente simple, sin complicaciones, salir a jugar con la nieve, cazar de vez en cuando, pescar y leer un poco de lo que su madre tenía. Ella era de una lectura compleja y de libros importados, así que gran parte de los contextos y modismos le eran ajenos. El nunca fue alguien que se quedara quieto, pero tampoco era hiperactivo, disfrutaba más que nada del mundo, exploraba cada recoveco del lugar en su esplendorosa soledad, amaba perderse por el bosque, nadar en el río (Cuando la temperatura no congelaba las vértebras), trepar tanto árboles como montañas.
Con sus padres tenía una relación de mucho afecto, con su padre siempre fue allegado, el le enseñó todo lo que necesitaba para sobrevivir en el mundo, y su madre, una tan cautivadora como pocas, le enseñó como sobrevivir en sociedad. A pesar de no ser alguien poco desarrollado en el tema, realmente nunca supo del todo como realmente era estar con mucha gente, pues nunca lo estuvo, su vida eran su casa, su bosque, su lago y su montaña. Por lo tanto, no jugaba con otros niños o tenía a quien visitar. En ese momento esto jamás le había importado, y puede decirse que nunca lo ha hecho, pues lo que tenía era más que suficiente, la felicidad era inmensa.
A pesar de esto, siempre hubo un conflicto, cruzando el río, llegando a una zona central del bosque se había establecido otro pueblo, casi al mismo tiempo del que escapaba la familia, nunca habían llegado a un conflicto bélico, pero ambas comunidades se tenían cierto resentimiento gracias a algún tema más allá de la compresión de todos.
Esto no hacía sonar las alarmas de nadie, pues realmente nunca se había llegado a más que eso, hasta cierto día...
Como todas las mañanas el astro rey, radiante como ningún otro, se asomaba en el horizonte, anunciando la hora de ir a recolectar comida, el pequeño no dudaba nunca en salir, y este día no fue la excepción. Entusiasmado, pensando más con el estómago que con el cerebro, proyectaba cenas cálidas para el frío que hacía, más que nada relacionadas con pucheros y animales que pudiese atrapar.
Por lo tanto, a toda prisa, se adentro en el bosque aún acomodándose el pantalón mientras corría, con la mirada resplandeciente de su madre en el umbral de la puerta despidiendolo, riendo al no haber podido terminar de vestirlo, era un chico inquieto realmente.
Saltaba por todo lugar imaginable, sobre piedras o ramas, la fuerza de sus piernas jamás le había fallado, las carreras con su padre le habían dotado de músculos resistentes y gran velocidad.
Por algún motivo hacia cierto tiempo, un año tal vez, notaba que su visión había mejorado, por lo que no iba a molestarse en ocultarlo, al contrario, usaba el repentino desarrollo de sus globos oculares a su favor, por lo que buscaba con ímpetu animales para cazar. Su habilidad con la lanza rústica que su madre le construyó le valían para casi todo lo que allí se encontraba, desde una tierna liebre al más rudo de los ciervos.
Unas horas de casería luego, y ciertos cuellos de liebre, atados entre sí colgando de su hombro, decidió que era momento de partir hacia su hogar. Y eso hizo, dándose media vuelta fue corriendo a toda velocidad, para darle tiempo a su madre de preparar la comida, sin darse cuenta ya se estaba poniendo el sol. Tal vez distraerse nadando y trepando por ahí no era la forma más rápida de cazar, pero daba igual, siempre había tiempo... O eso creía.
Llegando a su casa, y para su sorpresa, pudo divisar algunas sombras que se alargaban por la distancia, parecían humanos de gran tamaño, o al menos eso decían sus siluetas. Esto le habría dado igual, si no fuese por la cantidad, se escabulló entre los arbustos para poder ver directamente a su casa, allí, frente a la puerta, había un grupo de hombres armados, lanzas y antorchas era lo que tenían. Saliendo del matorral, con una sospecha, y acercándose de a poco, notó que un hombre sostenía a su madre del cuello, levantandola como si no fuese más que una simple liebre.
Esto, con motivos más que obvios, causó la ira del chico, por lo que fue corriendo sin temor alguno hacia el agresor que a su madre sostenía. Dirigiendo la punta de su lanza a su espalda, justo en la zona dónde los hombros convergen. Esto habría sido la idea más sensata, si no hubiese omitido el detalle de que ese no era el único hombre. Antes de que siquiera pudiese acercarse, uno de los maleantes se encargó de golpear por un lateral aquella lanza, desviando la trayectoria y el caminar del chico, logrando que este cayese al suelo. Otro lo tomó de un brazo, como si no fuese más que basura, lanzandolo dentro de la casa, seguido de unas palabras tales como «Por si no había más basuras, llega el falso mestizo».
El chico cayó de espaldas junto a otro alguien, su padre. El mismo miraba con miedo la situación, aquel israelí no tenía la más mínima idea de que hacer, salvo seguir diciendo.
— Sueltenla, salvajes ¡Ya!
— Por favor - Mencionó el rubio de cabellera corta, ojos azules y profundos, un cuerpo grande y voz profunda, pero de tono y timbre estúpidos - ¿En serio crees que tú haz hecho algo con esta mujer? ¡Mira a tu hijo! ¿¡En qué se parecen tu y él!? En nada ¿Sabés por qué? Seguro que si... Todos lo saben ¿¡O no, muchacho!? - Aquel grito fue el inicio de gritos parecidos a la ovación por parte de los otros hombres, que más que eso parecía como si algunos monos copularan, sin ofender a los monos que copulan -.
— ¡Ese hijo es nuestro! - Replicó el padre, que no podía moverse pues tenía un cuchillo ensartado en la rodilla - ¡Y ella lo sabe bien! ¿¡Por qué no la sueltas y se lo preguntas!? ¿¡Te da tanto miedo admitir que tu pareja te dejo por un extranjero!?
Las palabras eran bastante fuertes, el chico nunca había visto a su padre hablar así, y mucho menos conocía esa historia. Por suerte a el tan solo lo habían lanzado unos metros, nada que un alce no hubiera hecho antes.
Nuevamente sin temor alguno, no dudó en correr hacia una silla de la estancia, tomarla de las patas y tomar carrera en contra de quien sostenía a su madre. Siendo suertudo en este caso, pudo asestar un impacto directo contra el estómago del agresor, consiguiendo así que su madre cayese al suelo, pues por muy grande que el hombre fuese, seguía siendo un humano que debía respirar, por lo que al perder el equilibrio dejó caer a la mujer. La cual claramente corrió hasta su esposo, revisando su herida antes que nada.
— Ese niño que te acaba de golpear nació de mí amor con él - Acotó la mujer con preocupación como con odio en sus palabras - Contigo nunca hice nada ni lo haré, acepta de una vez que solo fue un intento furtivo de pareja.
Los hombres que acompañaban a ese "Ex-Novio" casi rompen el marco de la puerta intentando entrar, pero ni bien esto ocurrió, el chico no dudó en sacarlos lanzando el resto del inmueble que tenía la casa. Volaron el resto de sillas, bancos y una estatuilla de madera, esto logró retener un poco a los matones. Los cuales todavía no tomaban en serio al chico. Y solo se detuvieron cuando el mandamás los detuvo, alzando la mano para que esperaran.
— Si vienes conmigo tendrás lo que mereces, no deberás vivir en esta montaña maloliente y no deberás soportar a ese horrible marido ni a este estúpido niño.
Alzando su mano, cruzando su brazo por sobre el hombro, asestó un golpe directo con el reverso de la mano contra el chico que obstaculizaba el camino, esto lo lanzó hasta la pared más pronta, estampando su silueta en la misma, quedando mareado y sin poder reaccionar.
El hombre se acercó hasta la pareja, quitando el cuchillo de la carne del esposo, clavandolo ahora velozmente en la pantorrilla de la mujer, dejando a esta nuevamente inmóvil.
— Y si no vienes... Te llevaré...
La situación conseguía desesperar hasta a las piedras cercanas, varios golpes por parte del marido fueron a parar contra la mandíbula y hombros del tipo, pero eran inútiles, aquel sujeto doblaba la fuerza del israelí asustado, el cual recibió un golpe directo en la herida que el arma blanca le provocó, gritando en un sollozo, sujetando ante todo un brazo de su mujer, manteniéndola a su lado entre tirones con el otro sujeto.
— ¡Sueltala! ¡Ella no irá a ningún lado, mucho menos con un simio como tú! - Exclamaba el marido asustado entre lágrimas de dolor -.
La mujer por su parte oponía resistencia para con el agresor, se aferraba fuertemente a las maderas de su hogar, sin intenciones de largarse.
Esto hasta que uno de los demás hombres recordó que se hallaba allí por una razón. Por lo tanto, fue corriendo hacia la escena, sujetando en el camino la lanza que antes había desviado, se perfiló contra aquel trío de personas y clavó la punta del arma en el brazo de la mujer que el marido sostenía, atravesando cada fibra del mismo hasta llegar contra el costado del ya herido padre de el joven Bael.
Está acción consiguió que nuevamente la mujer fuese raptada por aquel hombre, y sujetaba como a una muñeca de trapo.
— ¿¡Lo ves!? ¡Al final ha decidido venir conmigo!
Las risas del sujeto retumbaban en el lugar, mientras que el otro hombre partía con su rodilla la, ya llena de sangre inocente, lanza.
Quedando del tamaño de un puñal, su sonrisa desquiciada se le colocó en los labios, mirando a quien era su mayor.
— Oiga... Jefe ¿Cree que el chico pueda ser mío? - Decía mientras lamía el resto de sangre que quedaba en el filo del arma, mirando casi deseoso el cuerpo inerte del chico -.
— Haz lo que quieras, ya tengo lo que buscaba, ese chico me da igual.
Teniendo una aceptación, algo asqueada, la alimaña humana se acercó a Bael. Apuntando lentamente su afilada arma hacia este cuerpo. Flexionando su codo al estar suficientemente cerca, lanzando un impacto directo contra el pecho del inconsciente chico. El grito ahogado de su madre, junto con el sollozo adolorido del padre acompañaron esta trayectoria. La cual realmente si logró impactar, ensartando un par de centímetros dentro del pecho de aquel chico. Pero antes de que la herida fuese a más, el brazo del hombre fue detenido por otro algo más pequeño. Esto desconcertó al maleante, el cual asombrado seguía el recorrido del brazo ajeno hasta llegar al cuerpo que estaba por asesinar. La mirada del chico había cambiado absolutamente, sus ojos tenían una profundidad mayor, mientras que sus dientes poseían mayor tamaño. Lo más atemorizante era el odio en su mirar, casi como un animal al que le roban el territorio. Sin temor alguno, nuevamente la lanza se movió, pero ahora en sentido contrario. El joven se quitó los efímeros centímetros clavados en su cuerpo, desviando el mirar del filo hasta el cuerpo de la escoria, atravesando y desgarrando la garganta del sujeto.
Lanzó sin más el cuerpo recién fallecido contra el jefe del grupo, logrando nuevamente que este soltase a su madre, en este caso algo asustado.
Los demás hombres, realmente los tres que no se habían ido dando por sentada la victoria, miraban despavoridos a quien hace segundos era un chico. Ahora este estaba cubierto por un pelaje más oscuro que la noche en ciertas zonas, pecho, nuca, brazos, piernas y el propio de la cabeza había crecido un poco. Sus ojos se oscurecieron y tomaron un color azabache puro. Las boca del mismo se convirtieron en las fauces de un animal, estirándose como un hocico, con una dentadura más larga que sus dedos, que también adoptaron cierta forma de garra.
Esto causó que los pocos hombres que ahí quedaron se fueran corriendo aterrados ante la escena.
La criatura no dudó en saltar contra el hombre que hacía poco había caído al suelo, asestando desenfrenados golpes contra el pecho y el rostro del agresor, entre ciertos gritos más parecidos a rugidos que otra cosa.
— ¡¡Quítate, bestia!! - Asustado proclamaba el hombre, que con sus brazos intento lanzar nuevamente hacia otro lado a lo que sea que tuviese sobre el, pero este ahora era mucho más fuerte que el tipo, por lo tanto sus esfuerzos fueron en vano - ¡Te daré lo que sea en mí aldea! ¡Puedes tener todos los lujos sin necesidad de vivir en esta pocilga!
Ya no había forma de razonar, el chico se había sumido y perdido en las ansias de matar, cada golpe era más fuerte, y con cada golpe más partes del cuerpo que antes componía a un chico se transformaban y desfiguraban. Llegado el punto qué, sin nadie percatarse de como, el chico ya no era más esto, si no, que se había vuelto un oso negro de gran tamaño.
Esto tenía perplejos y asustados a los tres presentes, de los cuales el más era aquel que estaba debajo del úrsido, peleando por sobrevivir.
No obstante esto fue en vano, de un movimiento las zarpas del animal desgarraron el pecho del hombre, dejando al descubierto su carne y una que otra costilla. El hocico del animal se abrió en pos de hincar sus afiliados dientes contra la garganta del matón, el cual gritaba con todas sus fuerzas algo parecido a «Auxilió», cerrando su boca el negro animal arranco de cuajo la tráquea del sujeto, llevándose consigo una que otra vértebra, llenando los alrededores del cuerpo con la sangre que componía antes a una persona.
Se levantó del cuerpo ajeno, mirando con ojos de odio aún todo lo que lo rodeaba. Sus padres, anonadados por la situación no hicieron más que espantarse, y mirar asustados a la gran bestia delante de ellos.
Su padre atino a sostener una vasija, la cual lanzó contra la cabeza del oso, rompiendola en el acto.
— ¡¡Bael, Bael!! - Era la primera vez que quien adoptaría luego ese nombre lo escuchaba, su padre al ser israelí conocía el Ars Goetia, libro en el cual están los 72 demonios que el rey Salomón una vez invocó. Uno de estos, el rey de los mismos, llevaba ese nombre, el cual era sinónimo de maldad y repulsión -.
— ¡Sal de aquí, animal, no nos hagas daño! - Sollozaba la madre que había tenido suficiente para una vida -.
Alterado y realmente sin entender qué estaba ocurriendo, el animal gracias al golpe directo a su cara salió asustado de la casa, alejándose para siempre de la misma. Corrió y corrió adentrándose en el bosque ya dándole igual perderse. Algunas lágrimas salían de sus ojos, otras cuantas gotas de sangre fluían por su mandíbula. Buscaba y buscaba, intentando hallar algún lugar donde esconderse. Sin embargo, se encontró con el grupo de maleantes que habían corrido al verlo, esto, como el movimiento a un toro, volvió a enloquecerlo. Siendo así que corrió hacia los desprotegidos sujetos, que a pesar de merecerlo, tuvieron una horrible muerte. Con desmembramientos e incluso decapitaciones de por medio, uno por uno descendieron al infierno, dando fin a sus miserables e insípidas vidas.
Pero, eso no era todo, la bestia aún debía vengarse por esa noche ¡Quería hacerlo! Su correr no cesó hasta con la aldea en el bosque, en la cual su ira descargó. Le dió igual matar a cada guardia, a cada hombre que su casa intentó defender, a cada mujer que por sus hijos desconsolada velaba, a cada niño que dormía o bebé que lloraba. Eso era lo de menos, la extinción de cada rastro de vida en el lugar era lo primordial, necesitaba que ningún vestigio de la zona quedara en pie... Y así fue, ningún alma se salvó de ser liberada de su cuerpo, la sangre cubrió el negro pelaje del oso, ya sus zarpas estaban cubiertas de carne ajena y sus fauces tenían el sabor metálico característico de un cadáver recién asesinado.
Así fue como escapó, corrió y corrió, nunca miró a atrás, no le importaba y temía hacerlo. Aprovechó la noche para huir y lo consiguió, sobrepasó el bosque y nadó sin miedo el río, atravesó los prados y huyó de todo, dejándolo para que nunca pasase.
A la mañana siguiente, ya como un humano hecho y derecho, desnudo lo encontraron campesinos de la zona, realmente asustados por toda la muerte que parecía haber detrás del camino que éste había seguido. Pero era joven, no iban a dejarlo ahí tirado.
A la hora de despertar se encontraba acostado en el suelo, con una manta debajo de él, limpio y con un traje para el frío.
Dos hombres sentados cerca de acercaron aún más para poder hablar con el extraño turista.
— Al fin despiertas, hombre... ¿Qué demonios pa-...? - Llegó a decir unos de los sujetos antes de que el otro lo detuviese, tomando ahora el la palabra -.
— ... ¿Cómo te llamas? - Miró a los ojos adormilados del joven, que pronto se despertaron y abrieron como platos, al notar la situación -.
El chico agitó la cabeza y se sentó en el lugar, su mente estaba nublada, pero no olvidó absolutamente nada de lo de anoche, un tormento que odiaba haber sido consciente de hacer.
Su mirada chocó contra la de los hombres, y olvidó totalmente toda su vida antes de la noche anterior. Olvidó a sus padres, su origen, su razón, sus hábitos, sus gustos... Y olvidó su nombre, pero tenía que responder con algo, y dijo lo que consideró más indicado, sin temor al equivoco...
— Bael.
Desde entonces su vida no fue igual, el resto de años luego de abandonar a la semana siguiente esa cabaña, con no más que algo de comida y poco dinero, se basó en viajar y deambular por donde pudiese llegar, pareciendo que aún huía de algo.
Consiguió amasar cierto dinero, descubrió su naturaleza de cambiante gracias a cierta gitana que encontró en Alemania, gracias a esto desarrolló un poco este poder pero sin darle realmente la atención requerida, pues lograba hacerlo recordar a lo que él se refiere como "Aquella noche".
Siguiendo con la huida, que no parece tener fin, 88 años después de eso, llega a las tierras francesas, para seguir con la busquedad de una razón para seguir caminando..
Sin embargo, el matrimonio nunca se sintió del todo cómodo al convivir con aquellos que miraban mal a ambos, al padre por ser de una etnia distinta y a la madre por haberse casado con él.
Dado esto no tuvieron más opción que irse al punto más aislado del pueblo, la ladera de una montaña la cuál todos temían, pues se creía que un monstruo "Nevado" habitaba y deambulaba por la zona, este se alimentaba de humanos por lo que generaba un entendible miedo en los pueblerinos.
Esta zona era perfecta, alejada, con un lago congelado casi privado, un extenso bosque delante y algo de fauna bastante bella.
La vida para Bael fue relativamente simple, sin complicaciones, salir a jugar con la nieve, cazar de vez en cuando, pescar y leer un poco de lo que su madre tenía. Ella era de una lectura compleja y de libros importados, así que gran parte de los contextos y modismos le eran ajenos. El nunca fue alguien que se quedara quieto, pero tampoco era hiperactivo, disfrutaba más que nada del mundo, exploraba cada recoveco del lugar en su esplendorosa soledad, amaba perderse por el bosque, nadar en el río (Cuando la temperatura no congelaba las vértebras), trepar tanto árboles como montañas.
Con sus padres tenía una relación de mucho afecto, con su padre siempre fue allegado, el le enseñó todo lo que necesitaba para sobrevivir en el mundo, y su madre, una tan cautivadora como pocas, le enseñó como sobrevivir en sociedad. A pesar de no ser alguien poco desarrollado en el tema, realmente nunca supo del todo como realmente era estar con mucha gente, pues nunca lo estuvo, su vida eran su casa, su bosque, su lago y su montaña. Por lo tanto, no jugaba con otros niños o tenía a quien visitar. En ese momento esto jamás le había importado, y puede decirse que nunca lo ha hecho, pues lo que tenía era más que suficiente, la felicidad era inmensa.
A pesar de esto, siempre hubo un conflicto, cruzando el río, llegando a una zona central del bosque se había establecido otro pueblo, casi al mismo tiempo del que escapaba la familia, nunca habían llegado a un conflicto bélico, pero ambas comunidades se tenían cierto resentimiento gracias a algún tema más allá de la compresión de todos.
Esto no hacía sonar las alarmas de nadie, pues realmente nunca se había llegado a más que eso, hasta cierto día...
Como todas las mañanas el astro rey, radiante como ningún otro, se asomaba en el horizonte, anunciando la hora de ir a recolectar comida, el pequeño no dudaba nunca en salir, y este día no fue la excepción. Entusiasmado, pensando más con el estómago que con el cerebro, proyectaba cenas cálidas para el frío que hacía, más que nada relacionadas con pucheros y animales que pudiese atrapar.
Por lo tanto, a toda prisa, se adentro en el bosque aún acomodándose el pantalón mientras corría, con la mirada resplandeciente de su madre en el umbral de la puerta despidiendolo, riendo al no haber podido terminar de vestirlo, era un chico inquieto realmente.
Saltaba por todo lugar imaginable, sobre piedras o ramas, la fuerza de sus piernas jamás le había fallado, las carreras con su padre le habían dotado de músculos resistentes y gran velocidad.
Por algún motivo hacia cierto tiempo, un año tal vez, notaba que su visión había mejorado, por lo que no iba a molestarse en ocultarlo, al contrario, usaba el repentino desarrollo de sus globos oculares a su favor, por lo que buscaba con ímpetu animales para cazar. Su habilidad con la lanza rústica que su madre le construyó le valían para casi todo lo que allí se encontraba, desde una tierna liebre al más rudo de los ciervos.
Unas horas de casería luego, y ciertos cuellos de liebre, atados entre sí colgando de su hombro, decidió que era momento de partir hacia su hogar. Y eso hizo, dándose media vuelta fue corriendo a toda velocidad, para darle tiempo a su madre de preparar la comida, sin darse cuenta ya se estaba poniendo el sol. Tal vez distraerse nadando y trepando por ahí no era la forma más rápida de cazar, pero daba igual, siempre había tiempo... O eso creía.
Llegando a su casa, y para su sorpresa, pudo divisar algunas sombras que se alargaban por la distancia, parecían humanos de gran tamaño, o al menos eso decían sus siluetas. Esto le habría dado igual, si no fuese por la cantidad, se escabulló entre los arbustos para poder ver directamente a su casa, allí, frente a la puerta, había un grupo de hombres armados, lanzas y antorchas era lo que tenían. Saliendo del matorral, con una sospecha, y acercándose de a poco, notó que un hombre sostenía a su madre del cuello, levantandola como si no fuese más que una simple liebre.
Esto, con motivos más que obvios, causó la ira del chico, por lo que fue corriendo sin temor alguno hacia el agresor que a su madre sostenía. Dirigiendo la punta de su lanza a su espalda, justo en la zona dónde los hombros convergen. Esto habría sido la idea más sensata, si no hubiese omitido el detalle de que ese no era el único hombre. Antes de que siquiera pudiese acercarse, uno de los maleantes se encargó de golpear por un lateral aquella lanza, desviando la trayectoria y el caminar del chico, logrando que este cayese al suelo. Otro lo tomó de un brazo, como si no fuese más que basura, lanzandolo dentro de la casa, seguido de unas palabras tales como «Por si no había más basuras, llega el falso mestizo».
El chico cayó de espaldas junto a otro alguien, su padre. El mismo miraba con miedo la situación, aquel israelí no tenía la más mínima idea de que hacer, salvo seguir diciendo.
— Sueltenla, salvajes ¡Ya!
— Por favor - Mencionó el rubio de cabellera corta, ojos azules y profundos, un cuerpo grande y voz profunda, pero de tono y timbre estúpidos - ¿En serio crees que tú haz hecho algo con esta mujer? ¡Mira a tu hijo! ¿¡En qué se parecen tu y él!? En nada ¿Sabés por qué? Seguro que si... Todos lo saben ¿¡O no, muchacho!? - Aquel grito fue el inicio de gritos parecidos a la ovación por parte de los otros hombres, que más que eso parecía como si algunos monos copularan, sin ofender a los monos que copulan -.
— ¡Ese hijo es nuestro! - Replicó el padre, que no podía moverse pues tenía un cuchillo ensartado en la rodilla - ¡Y ella lo sabe bien! ¿¡Por qué no la sueltas y se lo preguntas!? ¿¡Te da tanto miedo admitir que tu pareja te dejo por un extranjero!?
Las palabras eran bastante fuertes, el chico nunca había visto a su padre hablar así, y mucho menos conocía esa historia. Por suerte a el tan solo lo habían lanzado unos metros, nada que un alce no hubiera hecho antes.
Nuevamente sin temor alguno, no dudó en correr hacia una silla de la estancia, tomarla de las patas y tomar carrera en contra de quien sostenía a su madre. Siendo suertudo en este caso, pudo asestar un impacto directo contra el estómago del agresor, consiguiendo así que su madre cayese al suelo, pues por muy grande que el hombre fuese, seguía siendo un humano que debía respirar, por lo que al perder el equilibrio dejó caer a la mujer. La cual claramente corrió hasta su esposo, revisando su herida antes que nada.
— Ese niño que te acaba de golpear nació de mí amor con él - Acotó la mujer con preocupación como con odio en sus palabras - Contigo nunca hice nada ni lo haré, acepta de una vez que solo fue un intento furtivo de pareja.
Los hombres que acompañaban a ese "Ex-Novio" casi rompen el marco de la puerta intentando entrar, pero ni bien esto ocurrió, el chico no dudó en sacarlos lanzando el resto del inmueble que tenía la casa. Volaron el resto de sillas, bancos y una estatuilla de madera, esto logró retener un poco a los matones. Los cuales todavía no tomaban en serio al chico. Y solo se detuvieron cuando el mandamás los detuvo, alzando la mano para que esperaran.
— Si vienes conmigo tendrás lo que mereces, no deberás vivir en esta montaña maloliente y no deberás soportar a ese horrible marido ni a este estúpido niño.
Alzando su mano, cruzando su brazo por sobre el hombro, asestó un golpe directo con el reverso de la mano contra el chico que obstaculizaba el camino, esto lo lanzó hasta la pared más pronta, estampando su silueta en la misma, quedando mareado y sin poder reaccionar.
El hombre se acercó hasta la pareja, quitando el cuchillo de la carne del esposo, clavandolo ahora velozmente en la pantorrilla de la mujer, dejando a esta nuevamente inmóvil.
— Y si no vienes... Te llevaré...
La situación conseguía desesperar hasta a las piedras cercanas, varios golpes por parte del marido fueron a parar contra la mandíbula y hombros del tipo, pero eran inútiles, aquel sujeto doblaba la fuerza del israelí asustado, el cual recibió un golpe directo en la herida que el arma blanca le provocó, gritando en un sollozo, sujetando ante todo un brazo de su mujer, manteniéndola a su lado entre tirones con el otro sujeto.
— ¡Sueltala! ¡Ella no irá a ningún lado, mucho menos con un simio como tú! - Exclamaba el marido asustado entre lágrimas de dolor -.
La mujer por su parte oponía resistencia para con el agresor, se aferraba fuertemente a las maderas de su hogar, sin intenciones de largarse.
Esto hasta que uno de los demás hombres recordó que se hallaba allí por una razón. Por lo tanto, fue corriendo hacia la escena, sujetando en el camino la lanza que antes había desviado, se perfiló contra aquel trío de personas y clavó la punta del arma en el brazo de la mujer que el marido sostenía, atravesando cada fibra del mismo hasta llegar contra el costado del ya herido padre de el joven Bael.
Está acción consiguió que nuevamente la mujer fuese raptada por aquel hombre, y sujetaba como a una muñeca de trapo.
— ¿¡Lo ves!? ¡Al final ha decidido venir conmigo!
Las risas del sujeto retumbaban en el lugar, mientras que el otro hombre partía con su rodilla la, ya llena de sangre inocente, lanza.
Quedando del tamaño de un puñal, su sonrisa desquiciada se le colocó en los labios, mirando a quien era su mayor.
— Oiga... Jefe ¿Cree que el chico pueda ser mío? - Decía mientras lamía el resto de sangre que quedaba en el filo del arma, mirando casi deseoso el cuerpo inerte del chico -.
— Haz lo que quieras, ya tengo lo que buscaba, ese chico me da igual.
Teniendo una aceptación, algo asqueada, la alimaña humana se acercó a Bael. Apuntando lentamente su afilada arma hacia este cuerpo. Flexionando su codo al estar suficientemente cerca, lanzando un impacto directo contra el pecho del inconsciente chico. El grito ahogado de su madre, junto con el sollozo adolorido del padre acompañaron esta trayectoria. La cual realmente si logró impactar, ensartando un par de centímetros dentro del pecho de aquel chico. Pero antes de que la herida fuese a más, el brazo del hombre fue detenido por otro algo más pequeño. Esto desconcertó al maleante, el cual asombrado seguía el recorrido del brazo ajeno hasta llegar al cuerpo que estaba por asesinar. La mirada del chico había cambiado absolutamente, sus ojos tenían una profundidad mayor, mientras que sus dientes poseían mayor tamaño. Lo más atemorizante era el odio en su mirar, casi como un animal al que le roban el territorio. Sin temor alguno, nuevamente la lanza se movió, pero ahora en sentido contrario. El joven se quitó los efímeros centímetros clavados en su cuerpo, desviando el mirar del filo hasta el cuerpo de la escoria, atravesando y desgarrando la garganta del sujeto.
Lanzó sin más el cuerpo recién fallecido contra el jefe del grupo, logrando nuevamente que este soltase a su madre, en este caso algo asustado.
Los demás hombres, realmente los tres que no se habían ido dando por sentada la victoria, miraban despavoridos a quien hace segundos era un chico. Ahora este estaba cubierto por un pelaje más oscuro que la noche en ciertas zonas, pecho, nuca, brazos, piernas y el propio de la cabeza había crecido un poco. Sus ojos se oscurecieron y tomaron un color azabache puro. Las boca del mismo se convirtieron en las fauces de un animal, estirándose como un hocico, con una dentadura más larga que sus dedos, que también adoptaron cierta forma de garra.
Esto causó que los pocos hombres que ahí quedaron se fueran corriendo aterrados ante la escena.
La criatura no dudó en saltar contra el hombre que hacía poco había caído al suelo, asestando desenfrenados golpes contra el pecho y el rostro del agresor, entre ciertos gritos más parecidos a rugidos que otra cosa.
— ¡¡Quítate, bestia!! - Asustado proclamaba el hombre, que con sus brazos intento lanzar nuevamente hacia otro lado a lo que sea que tuviese sobre el, pero este ahora era mucho más fuerte que el tipo, por lo tanto sus esfuerzos fueron en vano - ¡Te daré lo que sea en mí aldea! ¡Puedes tener todos los lujos sin necesidad de vivir en esta pocilga!
Ya no había forma de razonar, el chico se había sumido y perdido en las ansias de matar, cada golpe era más fuerte, y con cada golpe más partes del cuerpo que antes componía a un chico se transformaban y desfiguraban. Llegado el punto qué, sin nadie percatarse de como, el chico ya no era más esto, si no, que se había vuelto un oso negro de gran tamaño.
Esto tenía perplejos y asustados a los tres presentes, de los cuales el más era aquel que estaba debajo del úrsido, peleando por sobrevivir.
No obstante esto fue en vano, de un movimiento las zarpas del animal desgarraron el pecho del hombre, dejando al descubierto su carne y una que otra costilla. El hocico del animal se abrió en pos de hincar sus afiliados dientes contra la garganta del matón, el cual gritaba con todas sus fuerzas algo parecido a «Auxilió», cerrando su boca el negro animal arranco de cuajo la tráquea del sujeto, llevándose consigo una que otra vértebra, llenando los alrededores del cuerpo con la sangre que componía antes a una persona.
Se levantó del cuerpo ajeno, mirando con ojos de odio aún todo lo que lo rodeaba. Sus padres, anonadados por la situación no hicieron más que espantarse, y mirar asustados a la gran bestia delante de ellos.
Su padre atino a sostener una vasija, la cual lanzó contra la cabeza del oso, rompiendola en el acto.
— ¡¡Bael, Bael!! - Era la primera vez que quien adoptaría luego ese nombre lo escuchaba, su padre al ser israelí conocía el Ars Goetia, libro en el cual están los 72 demonios que el rey Salomón una vez invocó. Uno de estos, el rey de los mismos, llevaba ese nombre, el cual era sinónimo de maldad y repulsión -.
— ¡Sal de aquí, animal, no nos hagas daño! - Sollozaba la madre que había tenido suficiente para una vida -.
Alterado y realmente sin entender qué estaba ocurriendo, el animal gracias al golpe directo a su cara salió asustado de la casa, alejándose para siempre de la misma. Corrió y corrió adentrándose en el bosque ya dándole igual perderse. Algunas lágrimas salían de sus ojos, otras cuantas gotas de sangre fluían por su mandíbula. Buscaba y buscaba, intentando hallar algún lugar donde esconderse. Sin embargo, se encontró con el grupo de maleantes que habían corrido al verlo, esto, como el movimiento a un toro, volvió a enloquecerlo. Siendo así que corrió hacia los desprotegidos sujetos, que a pesar de merecerlo, tuvieron una horrible muerte. Con desmembramientos e incluso decapitaciones de por medio, uno por uno descendieron al infierno, dando fin a sus miserables e insípidas vidas.
Pero, eso no era todo, la bestia aún debía vengarse por esa noche ¡Quería hacerlo! Su correr no cesó hasta con la aldea en el bosque, en la cual su ira descargó. Le dió igual matar a cada guardia, a cada hombre que su casa intentó defender, a cada mujer que por sus hijos desconsolada velaba, a cada niño que dormía o bebé que lloraba. Eso era lo de menos, la extinción de cada rastro de vida en el lugar era lo primordial, necesitaba que ningún vestigio de la zona quedara en pie... Y así fue, ningún alma se salvó de ser liberada de su cuerpo, la sangre cubrió el negro pelaje del oso, ya sus zarpas estaban cubiertas de carne ajena y sus fauces tenían el sabor metálico característico de un cadáver recién asesinado.
Así fue como escapó, corrió y corrió, nunca miró a atrás, no le importaba y temía hacerlo. Aprovechó la noche para huir y lo consiguió, sobrepasó el bosque y nadó sin miedo el río, atravesó los prados y huyó de todo, dejándolo para que nunca pasase.
A la mañana siguiente, ya como un humano hecho y derecho, desnudo lo encontraron campesinos de la zona, realmente asustados por toda la muerte que parecía haber detrás del camino que éste había seguido. Pero era joven, no iban a dejarlo ahí tirado.
A la hora de despertar se encontraba acostado en el suelo, con una manta debajo de él, limpio y con un traje para el frío.
Dos hombres sentados cerca de acercaron aún más para poder hablar con el extraño turista.
— Al fin despiertas, hombre... ¿Qué demonios pa-...? - Llegó a decir unos de los sujetos antes de que el otro lo detuviese, tomando ahora el la palabra -.
— ... ¿Cómo te llamas? - Miró a los ojos adormilados del joven, que pronto se despertaron y abrieron como platos, al notar la situación -.
El chico agitó la cabeza y se sentó en el lugar, su mente estaba nublada, pero no olvidó absolutamente nada de lo de anoche, un tormento que odiaba haber sido consciente de hacer.
Su mirada chocó contra la de los hombres, y olvidó totalmente toda su vida antes de la noche anterior. Olvidó a sus padres, su origen, su razón, sus hábitos, sus gustos... Y olvidó su nombre, pero tenía que responder con algo, y dijo lo que consideró más indicado, sin temor al equivoco...
— Bael.
Desde entonces su vida no fue igual, el resto de años luego de abandonar a la semana siguiente esa cabaña, con no más que algo de comida y poco dinero, se basó en viajar y deambular por donde pudiese llegar, pareciendo que aún huía de algo.
Consiguió amasar cierto dinero, descubrió su naturaleza de cambiante gracias a cierta gitana que encontró en Alemania, gracias a esto desarrolló un poco este poder pero sin darle realmente la atención requerida, pues lograba hacerlo recordar a lo que él se refiere como "Aquella noche".
Siguiendo con la huida, que no parece tener fin, 88 años después de eso, llega a las tierras francesas, para seguir con la busquedad de una razón para seguir caminando..
— A pesar de su naturaleza mantiene impoluto su higiene, tal vez para cauterizar viejas heridas.
— Es adorador del arte, ya sea literatura o pintura. Tan solo no entiende la música.
— No tiene complejos contra nadie, mayoritariamente porque los demás le suelen ser indiferentes.
— Es adorador del arte, ya sea literatura o pintura. Tan solo no entiende la música.
— No tiene complejos contra nadie, mayoritariamente porque los demás le suelen ser indiferentes.
Bael- Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 11/05/2019
Re: Bael - Ficha
OBSERVACIONES
favor de corregir
BAEL, TU FICHA ESTÁ CORRECTA. SIN EMBARGO, PARA APROBARLA ES NECESARIO QUE AÑADAS POR FAVOR LINKS O IMÁGENES DE LOS ANIMALES QUE HAS MENCIONADO, EN LOS QUE TU PERSONAJE PUEDE TRANSFORMARSE. UNA VEZ QUE LOS HAYAS COLOCADO, POSTEA A CONTINUACIÓN PARA DARTE LA APROBACIÓN.
GRACIAS.
GRACIAS.
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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