You're living in a fantasy | Flashback [Ariadna Castiglione]

El sol se oculta entre las montañas y valles al oeste de la tierra consumido por el movimiento de rotación del planeta. En otros tiempos donde la leyenda era la verdad irrefutable, pues la ciencia carecía de presencia; el ocaso era la señal para que la humanidad se ocultara en sus cuevas u hogares, pues se creía que el gran dios de la noche devoraba al divino sol. Lo atrapaba entre sus garras, aruñaba su esencia y encajaba sus colmillos hasta que su sangre dorada, el icor, caía haciendo dormir a los hombres y levantando a las alimañas que caminan entre penumbras.

La palabra de los sacerdotes así lo señalaba. Los antiguos decían que mientras en el otro lado del mundo, la pelea entre los dioses del sol y de la noche tiene lugar; en este plano, la oscuridad intenta apoderarse de la tierra invocando a sus soldados. Monstruos que asoman las cabezas y salen de sus escondrijos. Así es, fue y será, pues mientras el sol enfrenta una pelea desgarradora por su libertad con la noche; asimismo, el humano debe demostrar su valía y lidiar con los nauseabundos engendros, aliados de las sombras. Pues el sacrificio de hombres o bestias inclina la balanza de esta batalla divina. Hay días en que el sol sale más tarde, significa que está agotado de la contienda y la humanidad perdió numerosos miembros en su pelea contra las bestias. Por el contrario, cuando emerge temprano y con fuerza, iluminando cada parte de la civilización, es que han triunfado los humanos y debilitaron a la noche, destruyendo a las alimañas que habitan en ella. Hasta la siguiente batalla vital...

Tiempos pues, de mito y leyenda perdidos en las memorias de las civilizaciones extintas, más no de la psique de la madre tierra, que abraza con la suavidad del viento a uno de sus milenarios hijos. Uno que fiel, permanece peleando por y para ella. Por y a favor de la gloria del divino sol y la sagrada luna, a quienes se apiada a la usanza perdida. Oculto entre las sombras, quiso el díscolo destino morder su corazón y perder su mente en los azares de los hilos humanos, extrayendo su esencia hasta llevar la misma a un punto sin retorno. La transformó, la consumió y bañó en oscuridad, en el petróleo aceitoso de los destinos malditos y él, aceptó su sino.

¡Oh, el gran Archon! Desgraciados los caminos que llevan hasta él, pues le está prohibido que sus iris de zafiro se posen en la luz del divino astro y al mismo tiempo, se baña en la luz de la luna que dignificó su estirpe, ungiendo su cabeza con aceites y óleos. Es pues, un guardián y un protector. Un justiciero, un verdugo. Y por ende, tiende a extender los brazos y rodear a los que le acompañaron en el pasado, le siguen en el presente y a los que guiará en las siguientes noches. Por ello y por su sangre mancillada, sus pies le llevan a París. Uno de su estirpe cayó en la gloria del combate y él acude a su último ruego para velar por las que huérfanas dejó.

¿Es necesario? No. Su presencia es impuesta por un juramento hacia el que, en las puertas de la muerte, recordó su progenie y bastó una voz, una oración, un ruego para que se movilizara. ¡Oh París, atente a las consecuencias, pues él viene y será tu tierra bañada en la sangre de sus enemigos! De aquellos que osen tocar lo que no es suyo hasta que entregue las palabras que consuelan el alma inmortal del que se anticipó a los caminos de la eternidad.

Atado a la oscuridad, paciente aguarda el momento adecuado para intervenir en los caminos mortales. Entiende las consecuencias probables de sus actos y en tanto acecha en las azoteas de los edificios siguiendo con la mirada a una mujer de apariencia indefensa, reconoce en sus movimientos el entrenamiento que él dio a una de sus antecesoras. Es su obligación adiestrar a los que seguirán sus pasos, independientemente de sus elecciones. En tanto la oscuridad pierda aliados, Archon mantiene la paciencia recorriendo con el brillo de la mirada zafiro, las facciones de Ariadna Castiglione quien enfrenta un juicio que desconoce y su proceder en esta contienda, será la que le lleve a la gloria o a la muerte.

Pues el antiguo movió los hilos para que dos engendros de las sombras, una dupla de vampiros le sigan el rastro a la humana para evaluar su desempeño. Es una gran tarea la que pone sobre sus frágiles hombros. La luna menguante los baña con su trémula luz y es testigo de que el antiguo colocó más peso sobre otras espaldas y puede dar testimonio de grandes proezas. Pues pequeño no es el enemigo o el ser que enfrenta la muerte, si no el espíritu que lo llena de ínfulas y le impulsa a salir corriendo o emerger bañado en la sangre de sus rivales.

- ¿Será que podrás reconocer la diferencia entre un titán y una alimaña? - su voz se eleva en el viento, sus cabellos se mecen con él. El brillo de su espada está oculto por la funda, el abrigo que lo cubre se agita con fuerza. Huele a humedad. Está pronto a llover. ¿Quién eres entonces, Ariadna? ¿Eres capaz de ayudar a derrotar al Minotauro o morirás bajo sus cuernos?