Maëlle Alana Sloan

No supero los 1.60 mts, característica algo extraña para alguien de mi raza. Mis ojos marrones estudian atentos el mundo y mi cabello castaño parece el marco indicado para facciones idénticas a las de mi madre. Mis manos de dedos largos se mantienen suaves pese al trabajo diario y mi cuerpo está contorneando gracias al mismo, pese a que para algunos debo lucir un poco delgada. Mi boca se mantiene en una constante sonrisa y mis brazos en un deseo de abrazo permanente.

La única transformación que tengo es en una suricata, se desconoce por qué me puedo transformar en esto ya que si bien mi padre es el mismo animal que yo, el resto de mis hermanos tienen las características de mi madre que es felina.

La interrupción no nos permite entender. Prefiero muchas veces oír antes que hablar, escuchar lo que quienes me rodean pueden aportar a mi vida. La templanza parece ser una de mis características aprendidas, he logrado hacerlo con el pasar de los años. Fue mi experiencia y capacidad de observación la que ahora me permite afrontar situaciones difíciles de manera tranquila.

Quizás es debido a lo que soy (una cambiaformas), que poseo una empatía un poco más desarrollada, tanto que a veces me afecta de sobremanera lo que le suceda o sienta alguien por quien me preocupo. He decidido comenzar conmigo misma mi idea de difundir en el mundo el respeto. Ser considerados con los más débiles, no pasar de largo cuando vemos que alguien nos necesita.

Intento mantener la alegría como parte fundamental de mi existencia, hacer del positivismo un estilo de vida sin dejar de estar conscientes de la realidad. Mantener mis sentidos alerta para captar sensaciones y sentimientos. Aprender a ceder y a reconocer cuando he cometido un error, poder pedir disculpas cuando es necesario y ayuda cuando lo necesite.

No pretendo hacer creer que he alcanzado la perfección, por el contrario, mi carácter está lleno de baches y quizás mi, a ratos, falta de él, sea uno de mis peores defectos. Me cuesta de sobremanera decir que no y he llegado a pensar que me postergo demasiado en pos de otros, tanto, que a veces creo que he vivido más sus vidas que la mía propia.

¿Es necesario que alguien sufra para que otro sea feliz? Espero que no, de otra forma reniego de mi vida. Suena algo radical, lo se, pero no deseo que alguien sienta dolor cuando yo siento alegría. No crean que mi vida ha estado llena de momentos de júbilo, es sólo que he aprendido a vivir con todos los sentimientos, ser capaz de encontrar en cada una de las distintas aristas de la vida algo para aprender y agregar a la larga lista de anécdotas que me ayudarán a crecer.

Nací como la primera de cincos hermanos. Mis padres tenían ya la dicha de contar un buen matrimonio, luego nacerían mi hermano Daithi, con varios años menos que yo y más tarde vendrían mis hermanitas Ailish, Mollie y Brenna. Somos animales de la naturaleza, pero los cambios en la sociedad nos han hecho asentarnos definitivamente en las ciudades. Mi infancia se desarrolló en Belfast, donde pudimos encontrar la paz necesaria para establecernos sin levantar sospechas por nuestro lento crecimiento.

¿Cómo llegué entonces a Paris? Debo remitirme a mis reales 20 años, cuando lucía como una niña de 12 años recibía educación en casa, mi madre nos enseñaba lo que creía debíamos conocer y saber para enfrentar la vida. Ya había aprendido a leer varios años antes, además de poder tocar el violín y conocer las labores de una niña educada para ser útil en sociedad. Mi padre procuraba mantenernos con los ojos abiertos, no dejar que creciéramos en una burbuja, mostrarnos los afortunados que somos, de tener una familia unida y llena de amor, de poder comer, reír y sonreír, sin tener que pensar como vivir el día a día.

Mi madre Erin y mi padre Shane tenían un lema: “Oscail do chroí agus iarracht a dhéanamh, gan slán ghrá” (Abre tu corazón e inténtalo, sin amor no sobrevivimos.). Fue bajo aquellas palabras que nuestra vida fue construida, fueron ellos quienes fundaron en mi la vocación de docente. El ejemplo de mis padres me dió el impulso para decidir ser profesora y decidir enseñar a quienes no tenían la opción de recibir educación, si tenía que hacerlo fuera de mi tierra y lejos de mis padres y mis hermanos debía hacerlo.

He visto pasar los años, cambiar los colores y las imágenes de la ciudad, más las personas parecen no hacerlo. La barbarie y la crueldad se mantienen como un sello imborrable y la falta de respeto por el prójimo nos sigue afectando. Llegar a Paris es parte del camino por intentar cambiar ésto. Espero encontrar a alguien, que me ayude a dirigir mis intenciones hacia algo concreto, poder plasmar mis ideas y toda mi esperanza en conseguir mi objetivo.

Educar, porque las personas al dejar de ser analfabetos tendrán más herramientas y podrán enfrentarse de mejor manera al mundo para poder construir juntos este cambio. No darles el pescado ya cocinado, sino que enseñarles a pescar para que puedan, con sus propias manos, conseguir la comida diaria y la satisfacción de la meta alcanzada.