Reclámame si lo deseas... [Leophrand Arlesse]

por **Alai** Sáb Ene 01, 2011 11:31 pm

Terminaba de peinar su largo cabello, recogiéndolo en un improvisado rodete, que dejaba su cuello por completo al descubierto. El corsé le ajustaba el torso, volviendo su pecho aún más turgente de lo que era, y afinando su cintura en forma asfixiante, pero estaba acostumbrada a todo eso. Repasó nuevamente, la expresión de su rostro, ensayando sonrisas vacías que debería de brindar.

La noche caía sobre parís, y aquel juego tan poco deseado comenzaba nuevamente. Alai suspiró, intentando alejar de su mente aquellas ideas, sabiendo que no pensando en ello todo sería más rápido.

Estaba a punto de incorporarse, para bajar al salón, cuando unos golpeteos en su puerta la sobresaltaron.

-Ya voy… enseguida bajo- se quejó, resignada.

-No es eso Alai, te buscan…- la voz fría de la Madama le respondió.

No comprendía, todas sus amistades sabían que aquel horario no era apto para visitas… los golpeteos volvieron, reclamando una respuesta, así que Alai se incorporó y abrió con lentitud la puerta.

- ¿Sabes quién es?- preguntó preocupada, a lo que la mujer solo negó con la cabeza.- Pues… que suba, aquí lo recibiré- decidió finalmente, esperando no llevarse ninguna sorpresa, sabiendo que el bar del burdel no era el lugar más adecuado para recibir a nadie.

por **Leophrand Arlesse** Dom Ene 02, 2011 1:03 am

- Pase por favor, ella lo atenderá en un momento.
- Muy amable Madamme.

El sujeto ingresó en aquel lugar mirando al frente, sin preocupaciones, vistiendo una camisa blanca de cuello alto y un largo abrigo de piel oscura sobre sus hombros que descendían hasta sus rodillas, tapándole el pantalón gris ceñidos a sus largas piernas. Caminó de largo, entrando a un pasillo que lo llevaba a un bar, el cual empezaba a llenarse de caballeros cuyas miradas repugnantes denotaban el deseo de obtener a cualquier medio la satisfacción del placer carnal.

No era difícil para aquel individuo leer los pensamientos de las personas, su naturaleza le había dotado de ese poder desde hacía siglos, e inclusive podía manipular algunas emociones de la gente que tenía delante. No encontraba otro pensamiento en las mentes de aquellos hombres; razón suficiente tenía para darse por convencido que estaba acudiendo a un burdel.

Todo parecía calmado. La música acompañaba las conversaciones subidas de tono de algunos clientes en mesas lejanas, el trago era repartido por hermosas mujeres de maquillaje escandaloso y poca ropa, mostrando los atributos por los cuales el animal de dos pies acudía a esos lugares.

Sin tomar importancia a lo que ocurría a su alrededor, el hombre abrió paso hacia los servicios, ocultándose unos segundos, luego cambiando de rumbo hacia las habitaciones traseras, donde daría el encuentro a su conocida, antes que ella saliera. Corrió sin que lo notarán, con esa habilidad singular que pocos poseían, subió unas escaleras sosteniendo el barandal de madera y se detuvo frente a una puerta de color caoba que tenía una pluma rosa y un pequeño cartel delante que decía “ALAI”, lentamente tocó la puerta tres veces por educación y esperó.

- Enseguida bajo. Dígale que espere un momento, por favor. – cantó ella con ese hermoso timbre de voz.

La puerta sonó otras tres veces tranquilamente y esta vez se abrió dando a conocer detrás del marco a la mujer humana más bella que aquel sujeto jamás había conocido. Aquellos ojos tan claros y azules como el mar, impactaron en los suyos, marcando una sonrisa leve y cordial.

- Bone Nuit Madmoiselle. – Espetó él al notarla sorprendida con su presencia detrás de su puerta.

por **Alai** Dom Ene 02, 2011 1:15 am

Sin dudas, no esperaba encontrar a aquel caballero tras abrir la puerta, no obstante una sonrisa se curvó en su rostro. Lo extrañaba, llevaba tiempo sin verlo... pero al mismo tiempo se sintió algo avergonzada e invadida, puesto que él nunca la había visto de aquel modo. Su atuendo la avergonzaba, más verlo nuevamente la alegraba demasiado como para cegarse con eso.

Lo abrazó con ansias, sin saber el motivo de su visita, y lo miró a los ojos tras unos segundos en sus brazos.

- Creí que te habías olvidado ya de mí- susurró sin despegarse de él, temiendo que al hacerlo se desvanezca. – ¿Puedo saber a qué se debe esta inesperada visita? ¿Me extrañabas también? ¿O solo pasabas y recordaste que aquí estaría?- una sonrisa pícara se instaló en el rostro de la cortesana, tras aquella última frase.

por **Leophrand Arlesse** Dom Ene 02, 2011 2:50 am

- Son muchas preguntas para una sola noche.

Su rostro se mostraba tranquilo, aún sorprendido de tanta belleza en aquella mujer vestida de forma diferente a aquellas pocas veces que pudo apreciarla con detenimiento. Sin embargo, el semblante de su presencia alegraba el vacío mundo interior del sujeto postrado allí, frente a la puerta.

- Sólo quería verte una noche más, antes de… -carraspeó- antes de que regrese a Inglaterra por un tiempo.

La bella cortesana quedó sin palabras, puso los ojos como platos un momento antes de poder hablar fue interrumpida.

- Serán unas semanas, tal vez un par de meses, no lo sé aún – decía él escrutando la mirada alrededor del lugar. – Necesitaba verte al menos una vez antes de mi partida y darte esto.

Metió la mano en uno de los bolsillos interiores de su abrigo y sacó una caja pequeña en cuyo interior se hallaba un hermoso collar de plata y un amuleto singular en forma de media luna del mismo material.

- Esto es para ti, deseo que te lo pongas hasta mi regreso. Sería un placer para mí que lo llevaras puesto hasta mi vuelta. Me harías tan feliz.

Sin titubear, caminó detrás de ella con el collar entre los dedos y se lo colocó sobre el cuello desnudo y fino que emitía un perfume a rosas.

-Antes de irme… te agradezco por los momentos felices que pasé junto a ti, prométeme que vas a cuidarte hasta mi regreso.

Diciendo esto, el hombre la besó con pasión posándola sobre una de las columnas de la habitación y la puerta se cerró tras ellos.

por **Alai** Dom Ene 02, 2011 3:09 am

No obtuvo respuesta, más no se sintió disgustada, el poder contemplar sus bellas facciones, y saber que había tomado la molestia de visitarla eran suficientes para alegrarla más que cualquier otra cosa. Cuando por fin le confió el motivo de su visita, el corazón de la cortesana amenazó con detenerse ¿Se marchaba? Sus ojos se empañaron, abiertos como platos ante la sorpresa, pero no derramaron lágrimas sobre su pálido rostro.

Quiso hablar, más Leo parecía convencido de terminar su discurso, antes de escucharla. Se sintió aliviada al saber que era una partida momentánea, más ahora que lo tenía frente a ella, temía el sufrir la despedida. Siguió con la mirada sus movimientos, al tiempo que le revelaba un hermoso collar, que colgó de su cuello. Sin palabras, se comprometió a llevarlo hasta reencontrarse, aunque tal vez debería reafirmarlo antes de dejarlo ir.

Su corazón no solo retomó ritmo, sino que amagó intentar salir de su pecho, golpeando con fuerza poco usual, cuando repentinamente se vio atrapada en un apasionado beso. Correspondió al roce de sus labios con ansiedad, recordando nuevamente cuánto lo extrañaba. El cuerpo de la cortesana, comenzó a reclamar por él, y ella tan solo pudo entregarse a aquel beso.

Sintió su espalda chocar contra una columna, y la puerta cerrarse con un ruido seco. Estaban solos... nadie los molestaría... Sonriendo sobre sus labios, decidió emprender aquella deseada aventura, entregando su cuerpo al hombre que tanto deseaba. Alzó suavemente su pierna, cruzándola con la del joven, pegando a éste más su cuerpo, al tiempo que sus brazos se cruzaban tras su nuca.

Prolongó aquel beso cuanto pudo, sin temer perder la respiración en el intento, su lengua se sumó sin hacerse esperar al encuentro, recorriendo la boca del muchacho con lentitud. Acababa de decidir, cómo acabarían ambos, y esperaba que la idea fuese aceptada por el músico pues, de lo contrario, estaba dispuesta a imponérsela.

por **Leophrand Arlesse** Lun Ene 03, 2011 10:59 am

Podía sentirse la pasión desbordante en aquel beso húmedo y desesperado en cuyos gemidos y caricias daban por entendido el adiós que se aproximaba. Los besos se hacían profundos a cada segundo en aquella habitación. Una cama de blancas sábanas se elevaba en un rincón, invitándolos al pecado carnal que sobre ella podían llevar a cabo.

El abrigo cayó rozando la pared tapizada con adornos estéticos y florales, una silla corrió unos centímetros raspando el suelo de madera produciendo un sonido sordo en la habitación rosa, donde Leophrand tropezó sin perder el equilibrio tomando en brazos a la bella joven y llenando cada línea de su cuerpo de caricias posesivas.

Las ropas caían una tras de otra sin llegar aún a posarse sobre las almohadas. El cálido parqué pulido aguantaba dos cuerpos sedientos de placer en su claro tono caoba, que al reflejarse en la luz, la piel de ambos amantes bronceaba tonos en diferentes partes de su anatomía, amarrándose a un solo ser al cruce de brazos y piernas poseídas del deseo más tentador.

Sin dejar de tocarse, se arrastraban por el piso como dos locos apasionados llegando a la alfombra que envolvía su desnudez. Besos largos y profundos procedían de ambos, las palabras sobraban en aquellos instantes en que las propias miradas hablaban a gritos en el preciso momento en que se erguían hacia las sábanas que arrugaban al reposar los cuerpos mojados.

- Te… te deseo tanto. – jadeaba entre susurros el atractivo hombre sin dejar de tocarla.
- Leo… Leo…

La calidez de sus cuerpos aumentaba el deseo al roce de la piel, sintiendo pecho a pecho como las ganas de devorarse crecían en suma intensidad.

por **Alai** Lun Ene 03, 2011 12:33 pm

Se besaron con pasión, mientras sus cuerpos comenzaban a reclamar aquel deseado encuentro, como si llevasen siglos buscándose y deseando reencontrarse, formar solo uno…

Su abrigo fue la primer prenda en caer, al tiempo que ambos comenzaban a moverse poco a poco hacia la cama que los aguardaba, con algo de torpeza pues solo eran consientes el uno del otro. La tomó en sus brazos, y ella se sintió completamente suya, al tiempo que sus manos la recorrían, como reclamando adueñarse de ella.

Apenas se separaba de sus labios, para deshacerse de las prendas que le impedían recorrer por completo el cuerpo del joven. Los botones de su camisa saltaron, y con torpeza la retiró, sintiendo sus manos temblar al hacerlo. Del mismo modo, su vestido había acabado en el suelo por obra del joven. Entonces fue su pantalón el nuevo objetivo, dejando de estorbarles en apenas segundos.

El trayecto hacia la cama se volvía interminable, mientras sus cuerpos se pegaban el uno al otro, y sus labios no dejaban de buscarse, intentando expresar el ardor que recorría sus cuerpos.

Cayó sobre las sábanas, con el músico sobre ella, susurrándole que la deseaba, deleitándose por saber aquello, y queriendo con todas sus fuerzas complacer aquel deseo. Susurrando su nombre entre placenteros gemidos, entregándose a aquellas hermosas caricias.

Se apartó un segundo de sus labios, y tomó una de las manos del joven, mirándolo fijamente a los ojos. Con mucha suavidad, posó la mano del muchacho sobre uno de sus pechos, disfrutando del excitante roce que estremeció todo su cuerpo, antes de hacerlo bajar la mano poco a poco, por su cintura, hacia su cadera, descendiendo por su costado hacia su pierna, flexionada a un lado del cuerpo del joven,

Escalofríos recorrían cada centímetro de su cuerpo, mientras incentivaba aquel suave roce. El tiempo parecía haberse detenido en aquel instante, en que la mirada de aquel caballero vagaba desde sus ojos hacia el recorrido de su mano, guiada aún con delicadeza por la dama.

- No imaginas cuánto te deseo, quiero pertenecerte… - susurró, invitando a su mano a subir lentamente por su cuerpo, emprendiendo el camino inverso.

Necesitaba hacer de aquel encuentro un momento único, no dejarse llevar solo por el mutuo deseo, sino involucrar la seducción y disfrutar cada momento del encuentro.

por **Leophrand Arlesse** Lun Ene 03, 2011 2:46 pm

Un temblor recorrió su espalda contrayéndola y formando sus músculos brillantes por el sudor al reflejo de la tenue luz de la alcoba que empezaba a ser testigo de un acto de amor. Su mano recorría cada centímetro de su cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel desde sus hermosos pies hasta la punta de sus pezones en sus suaves y formados pechos rosados. – Eres hermosa – susurraba en cada toque y en cada mirada marcada por el deseo de tenerla sólo para él aquella noche fugaz.

Con sus labios besaba sus pechos humedeciendo la punta de sus pezones que se erectaban ante el acto, haciendo que su sometida, curve la espalda poniéndose en una posición aún más provocativa a la vista del vampiro.

Los ojos de su dama se entrecerraban en cada caricia y sus labios perfectos ahogaban gemidos de placer cuando la piel de ambos rozaba una sobre la otra entre las partes más erógenas. Levantando la mirada, el hombre se fijó en aquellos ojos azulinos que lo llevaban a la locura y besó la boca de la mujer, mordiendo suavemente su labio inferior, apretando con delicadeza sus blanquecinos dientes vampíricos en el rostro de la joven, bajando hasta su cuello y besándolo aún más usando esta vez la húmeda lengua, con el temor de causarle el peor daño de todos pero tomando ese riesgo como algo más excitante. Sus manos y sus labios jugaban a devorarse el uno con el otro.

Sus largos dedos pellizcaban sus pezones de forma tierna, bajaban un poco más acariciando su cintura y la rodeaban pegándola a él con firmeza, los besos bordeaban su ombligo y su bajo vientre que temblaba al tacto de sus finas y cálidas manos.

Respirando sobre su rostro y jadeando por el placer de besarla, descansaba su mirada en la suya pidiendo permiso a través de sus reconfortantes besos y caricias para entrar en ella y calmar de una vez por todas tanta pasión que llevaba en su interior.

por **Alai** Lun Ene 03, 2011 3:18 pm

Aquel hermoso recorrido de sus manos, comenzó a tomar mayor confianza, recorriendo cada vez con mayor seguridad su cuerpo, haciéndola sentirse deseada. Su susurrante voz, la hacía estremecerse, sintiendo sus pezones endurecerse con cada de sus suaves manos, a los que no tardó en sumarse su lengua.

Su cuerpo respondía al regocijo de sus caricias, curvándose para poder sentirlo en totalidad, haciéndole proferir involuntarios gemidos de placer. Su mirada volvió a la de Alai, y ambos se fundieron en un nuevo beso. Las eróticas mordidas del vampiro en sus labios se sumaron al momento, y sintió su lengua bajó lentamente por el cuello. Confiaba plenamente en aquel hombre, sabiéndose segura en sus brazos como en los de ningún otro.

Las manos de Alai, por su parte, recorrían con ansiedad la espalda del joven, incitándolo a pegar su torso al de ella, para que el calor de su piel se instale en la del músico.

Sintió aquellas manos bajando por su cintura, abrazándola a aquel cuerpo tan perfecto, al tiempo que los labios de él se aventuraban por su pecho y abdomen, encendiéndola aún más, antes de volver a su rostro. Sus miradas volvieron a encontrarse, y pudo notar en la del joven aquel silencioso pedido.

Sonrió, antes de besarlo intensamente y empujarlo con algo de brusquedad, haciéndolo caer sobre su espalda. Riendo con tranquilidad, al observar el desconcierto del joven, se incorporó sobre sus rodillas, y pasó una a cada lado de su cuerpo, apresando la cadera del muchacho entre ambas piernas, y bajando lentamente sobre su pecho, para volver a besarlo.

No podía dejar de sonreír mientras lo besaba, se sentía feliz en aquel momento, como si hubiese esperado siglos en que aquello pasase.

-Anda… hazme tuya- dijo a su oído, dirigiendo sus besos hacia su cuello, y aventurando una de sus manos hacia la parte íntima del joven, intentando incentivarlo para que lo tan deseado por ambos ocurra.

por **Leophrand Arlesse** Vie Ene 07, 2011 3:06 pm

Sintiéndose preso de la pasión que le brindaba su dama, acostado sobre aquellas sábanas impregnadas del aroma que él tanto apreciaba sobre el cuerpo de la que en instantes sería su mujer en condición de corazón, acomodó su espalda en la cama abrazándose a ella besándola con efusión, logrando así unir sus cuerpos disfrutando de la tibieza de sus muslos y pechos que calentaban su frío tacto.

Un respingo de excitación bajó desde su nuca hasta su espalda en el momento en que ella tomaba su miembro, masajeándolo delicadamente. Sus piernas se encogieron tomándola de la cintura con uno de sus fuertes brazos, pronunciando la forma de sus músculos que se ocultaban a diario detrás de sus camisas. En un movimiento febril cambió su posición, sometiéndola bajo su pecho, quedado ella acostada sobre las suaves almohadas.

Acariciándole sus pechos lentamente, se arrodillaba frente a ella antes de posar de lado a lado los brazos rozando los finos costados de su pequeña cintura, alojando la seductora mirada a la altura de sus senos que con solo mirarlos, la tentación de succionarlos, morderlos, pellizcarlos y jugar con sus rozados pezones se hacía una acción posesiva e involuntaria.

Lentamente besaba el cuello de su mujer bajando poco a poco a sus pechos humedeciendo con su lengua aquellas montañas finamente esculpidas por algún dios de la belleza, brotando en ella la perfección hecha mujer. Un mojado beso descansó sobre el ombligo de la bella joven cuyo ardiente autor continuaba el vehemente descenso hacia el bajo vientre tibio atacándolo con infinitas caricias labiales hasta llegar al tesoro de su sexualidad, palpitante y húmeda ante la boca desposeída del amante.

Sus labios tocaron su sexo tan caliente y empapado provocándole una sensación de placer inigualable. Su lengua disfrutaba mezclando sus fluidos con los de ella bordeando los labios menores de su intimidad a tal punto que jugaba con su clítoris acariciándolo con la punta de ella para profundizar la excitación de ambos. Con las manos extendidas y dirigidas a sus pechos, el hombre besaba, chupaba y succionaba la vagina de la joven acariciando también sus pechos y pellizcando sus pezones una vez más, sintiéndose atrapado entre las piernas que lo enjaulaban por el cuello y los hombros.

por **Alai** Dom Ene 09, 2011 10:29 pm

Su fuerte brazola aferró por la cintura, al parecer reaccionando ante sus caricias. Repentinamente se vio nuevamente bajo su peso, aprisionada entre su pecho y las suaves almohadas. Lo notó apartarse, poco a poco, mientras sus frías caricias se centraban en sus senos, hasta quedar de rodillas frente a ella. Sus manos se dirigieron a ambos costados del cuerpo de la cortesana, quien apenas se inmutó ante aquel suave roce, regocijándose por aquella indiscreta mirada centrada en sus senos.

Cerró los ojos, al verlo abalanzarse nuevamente hacia su cuello, besando aquella zona, antes de bajar con lentitud a su pecho. La complacía sentir aquella suave humedad, que perduraba en su cuerpo luego de que sus besos siguieran camino. Un beso en su ombligo, la hizo presentir lo que llegaría, y no se hizo esperar. Aquel delicioso primer roce de sus labios en su parte íntima, logró hacerla perder el sentido.

La felicidad que sentía, no se aplacaba con nada, por el contrario, parecía incrementarse a cada segundo, mientras los labios del joven la recorrían. Estaba entregada por completo al placer que él le brindaba, sin poder hacer más que estremecerse con cada movimiento de sus labios y su lengua, que jugueteaba sin restricción con su clítoris.

Sus manos recorrían sus senos con insistencia, haciéndola sentir más entregada a sus acciones. Alzó suavemente una de sus piernas, aventurando su pie sobre la espalda del joven, recorriéndolo con mucha suavidad, al tiempo que llevaba sus manos hacia su cabello.

Aún le costaba creer que aquella hermosa fantasía estuviese realizándose, su cuerpo se entregaba sin oponer resistencia a su trato, al igual que Alai se entregaba por completa. Su mente, su alma, querían pertenecerle, al menos por aquella nocehe…

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Acto Primero: De visita

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Acto segundo: Regalo

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Acto tercero: Tentación

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Acto cuarto: Placer

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Acto quinto: Excitación

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