AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
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¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Uno de los castillos a las afueras de la ciudad, no era tan amplio como el que teníamos en casa pero servía mientras nos quedáramos en Paris. Acababa de casarme con una joven humana y al día siguiente de las nupcias habíamos partido a Paris, pensaba darle ese viaje de regalo a mi nueva esposa para que paseara por las elegantes tiendas y gastara en lo que quisiera la fortuna heredada desde mi primer mando hace años atrás. Ella aun no sabía que era un vampiro, llevábamos casi nada de conocernos y con el tiempo se enteraría si es que no moría antes de saberlo, mi humor cambiante a veces no prevenía ciertos advenimientos.
Dimitri me acompañaba como siempre, esa noche dormí en una habitación diferente a la de mi consorte o eso es lo que ella pensaba pues mientras ella cerraba sus ojos yo los abría para vivir durante la noche. Eran alrededor de las diez, no la había visto todo el día y pensé en pasar a saludarla pero antes una inusitada visita. Un par de nuestros guardias no traían un ser interesante, un inmortal como yo pero que encontrado en otro territorio dando información que no le competía venía a ser juzgado a mi puerta en lugar de ser llevado a Rusia, donde tendría un mejor trato del que se le daría.
Al ver el rostro de Dimitri el inmortal rogo piedad, sus ojos volvían a temer a la muerte y fue arrastrado hacia una de las torres mientras yo esperaba que mi joven esposa no se diera por enterada. Antes de pasar a saludarla envié a varias mucamas a que satisfacieran las necesidades de la ahora zarina, por no decirlo a distraerla. Dimitri me dijo que todo estaba listo y nos dirigimos a la torre este del castillo, al otro extremo de donde se encontraba mi reina.
-¿Sabes el precio que pagan los traidores a Rusia?- pregunté al entrar
-Piedad, lo hice por dinero- respondió el inmortal que se encontraba encadenado de manos y piernas sobre una mesa de tortura
-¿Por dinero?, que desperdicio y pensar que la vida de inmortal se supone debe enseñarle valiosas lecciones tu solo la has mal gastado, hubiera sido preferible escuchar que perseguías un ideal, por más estúpido que fuera- dijo Dimitri en su idioma natal
El inmortal temblaba de miedo, la verdad que no debería ni ser llamado como tal, muchos de los de mi especie eran solo carne de cañón, a uno se le había ocurrido transformarlo por juego o algo pero los de las últimos años eran especialmente débiles.
-Jugaste del lado equivocado. Mátalo- ordené a Dimitri que se encontraba con una sonrisa de satisfacción en el rostro, los guardias que habían capturado al traidor salieron de la torre cerrando la puerta detrás de ellos
Me senté en una silla a unos dos metros de donde estaba el próximamente muerto dos veces, esta la definitiva. Dimitri tomo una vara en cuya punta el fuego se conservaba cual antorcha y empezó a quemar partes del cuerpo de ese hombre, los gritos de dolor me hicieron torcer una sonrisa, no una fingida por su puesto. Después de una media hora de tortura le dije que parara.
-Creo que la lengua no la va a necesitar en el mas allá, después de todo está aquí porque ella lo vendió- comenté moviéndome hacia una ventana
Mi sirviente tomo un instrumento, de los muchos con los que le gustaba jugar en eses oportunidades y extrajo la lengua del inmortal ahogándolo en un grito con su propia sangre. Yo permanecí observando con tranquilidad mas empezaba a aburrirme. Me dirigí hacia los instrumentos tendidos sobre una mesa y tome un cuchillo acercándome a él. Mi idea era abrirle todo el torso, dejar expuestos sus órganos internos y dejarlo sumido en el dolor hasta que amaneciera, en ese momento llevarlo a que recibiera los primeros rayos de sol, se quemaría tanto por fuera como por dentro y yo disfrutaría de un digno espectáculo aunque lo viera desde las sombras. Pasaban décadas que no tenia una de esas diversiones pero no, de pronto todo se vio imposible, ¿Por qué?, por ella. No podía darme el lujo de torturar a mi manera si ella estaba en el mismo castillo, no quería volverla loca con algunas imágenes que para los humanos pudieran resultar desagradables.
El cuchillo se levanto sujetado por mi brazo, impulsado por este volvió a descender a una velocidad considerable encontrando el cuello del traidor y decapitándolo a la primera. Algo de sangre salpico en mi ropa, definitivamente eso era aburrido si se lo hacía tan rápido.
-Que lo quemen ahora- dije con un tono de aburrimiento
-De inmediato- respondió Dimitri y llamo a los guardias que esperaban afuera
Mientras preparaban el cuerpo salí de la torre, baje las escaleras en forma de caracol alrededor de esta y me encontré en la planta superior del castillo cuando una de mas sirvientes me llamo urgentemente diciendo que mi esposa preguntaba por mí. Volví al dormitorio donde había dormido día antes y me lave la cara, cambie mi ropa salpicada de sangre y salí a darle encuentro a la sala de música.
-Buenas noches Aleksandra- dije entrando en la sala y aproximándome a ella para depositar un beso en su frente
Dimitri me acompañaba como siempre, esa noche dormí en una habitación diferente a la de mi consorte o eso es lo que ella pensaba pues mientras ella cerraba sus ojos yo los abría para vivir durante la noche. Eran alrededor de las diez, no la había visto todo el día y pensé en pasar a saludarla pero antes una inusitada visita. Un par de nuestros guardias no traían un ser interesante, un inmortal como yo pero que encontrado en otro territorio dando información que no le competía venía a ser juzgado a mi puerta en lugar de ser llevado a Rusia, donde tendría un mejor trato del que se le daría.
Al ver el rostro de Dimitri el inmortal rogo piedad, sus ojos volvían a temer a la muerte y fue arrastrado hacia una de las torres mientras yo esperaba que mi joven esposa no se diera por enterada. Antes de pasar a saludarla envié a varias mucamas a que satisfacieran las necesidades de la ahora zarina, por no decirlo a distraerla. Dimitri me dijo que todo estaba listo y nos dirigimos a la torre este del castillo, al otro extremo de donde se encontraba mi reina.
-¿Sabes el precio que pagan los traidores a Rusia?- pregunté al entrar
-Piedad, lo hice por dinero- respondió el inmortal que se encontraba encadenado de manos y piernas sobre una mesa de tortura
-¿Por dinero?, que desperdicio y pensar que la vida de inmortal se supone debe enseñarle valiosas lecciones tu solo la has mal gastado, hubiera sido preferible escuchar que perseguías un ideal, por más estúpido que fuera- dijo Dimitri en su idioma natal
El inmortal temblaba de miedo, la verdad que no debería ni ser llamado como tal, muchos de los de mi especie eran solo carne de cañón, a uno se le había ocurrido transformarlo por juego o algo pero los de las últimos años eran especialmente débiles.
-Jugaste del lado equivocado. Mátalo- ordené a Dimitri que se encontraba con una sonrisa de satisfacción en el rostro, los guardias que habían capturado al traidor salieron de la torre cerrando la puerta detrás de ellos
Me senté en una silla a unos dos metros de donde estaba el próximamente muerto dos veces, esta la definitiva. Dimitri tomo una vara en cuya punta el fuego se conservaba cual antorcha y empezó a quemar partes del cuerpo de ese hombre, los gritos de dolor me hicieron torcer una sonrisa, no una fingida por su puesto. Después de una media hora de tortura le dije que parara.
-Creo que la lengua no la va a necesitar en el mas allá, después de todo está aquí porque ella lo vendió- comenté moviéndome hacia una ventana
Mi sirviente tomo un instrumento, de los muchos con los que le gustaba jugar en eses oportunidades y extrajo la lengua del inmortal ahogándolo en un grito con su propia sangre. Yo permanecí observando con tranquilidad mas empezaba a aburrirme. Me dirigí hacia los instrumentos tendidos sobre una mesa y tome un cuchillo acercándome a él. Mi idea era abrirle todo el torso, dejar expuestos sus órganos internos y dejarlo sumido en el dolor hasta que amaneciera, en ese momento llevarlo a que recibiera los primeros rayos de sol, se quemaría tanto por fuera como por dentro y yo disfrutaría de un digno espectáculo aunque lo viera desde las sombras. Pasaban décadas que no tenia una de esas diversiones pero no, de pronto todo se vio imposible, ¿Por qué?, por ella. No podía darme el lujo de torturar a mi manera si ella estaba en el mismo castillo, no quería volverla loca con algunas imágenes que para los humanos pudieran resultar desagradables.
El cuchillo se levanto sujetado por mi brazo, impulsado por este volvió a descender a una velocidad considerable encontrando el cuello del traidor y decapitándolo a la primera. Algo de sangre salpico en mi ropa, definitivamente eso era aburrido si se lo hacía tan rápido.
-Que lo quemen ahora- dije con un tono de aburrimiento
-De inmediato- respondió Dimitri y llamo a los guardias que esperaban afuera
Mientras preparaban el cuerpo salí de la torre, baje las escaleras en forma de caracol alrededor de esta y me encontré en la planta superior del castillo cuando una de mas sirvientes me llamo urgentemente diciendo que mi esposa preguntaba por mí. Volví al dormitorio donde había dormido día antes y me lave la cara, cambie mi ropa salpicada de sangre y salí a darle encuentro a la sala de música.
-Buenas noches Aleksandra- dije entrando en la sala y aproximándome a ella para depositar un beso en su frente
Invitado- Invitado
Re: ¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Había pasado uno de los días mas maravillosos de mi vida. Comprando toda la mañana, para despues volver a casa y ser atendida por varias mujeres como correspondía a una mujer de mi estatus social. Estando en la bañera, cogí el frasquito de perfume de Sadiq, el de esencia de jazmín.
¿Como había consentido que aquello pasara? Bueno, realmente todavía no había pasado nada, ni estaba segura de que fuera a pasar, pero la oferta de estar con él a solas era muy tentadora, quizá demasiado para una mujer como yo, demasiado apasionada y que quería vivir un amor real, cosas que mi esposo no parecía compartir ni desear.
Sumergí mi cabeza bajo el agua, tratando de aclarar mis ideas asi como el pelo ¿Sadiq o Alexei? ¿Alexei o Sadiq? ¿Realmente sería capaz de abandonar a mi esposo por un posible capricho pasajero? Todo indicaba a que si, pero esperaba que la conciencia terminase por tomar el mando en lugar del corazón.
Quizá, solo quizá él llegara a amarme, como había pasado entre mis padres... Quizá volvería todas las noches a darme un beso para desearme dulces sueños... Quizá tuvieramos hijos y viviríamos felices juntos... Había tantas dudas, tantos secretos. ¿Donde se pasaba él las noches? ¿Con alguna furcia? No tenía mucha practica en las artes amatorias, lo sé, pero es el precio de ser virgen.
Entre dudas y mas dudas pasó mi baño, comiendo sin parar onzas de chocolate, algo que me relajaba tanto como sabía que me haría engordar. Al fin y al cabo no sería una mala idea del todo, mucha gente me decía que tenía poco pecho, y caderas demasiado estrechas, poco fertil Que sabrán ellos lo fértil o no que soy... Estúpidas habladurías.
Salí del baño para vestirme con uno de los vatuendos que había adquirido tras haber estado comprando las sedas en el puesto de Sadiq. Era un hermoso vestido color blanco, vaporoso y realmente cómodo y favorecedor, con un lazo color champán... O bueno, champán mezclado con verde. O algo asi. Y por supuesto unas gotitas de esencia de jazmín en los puntos clave.
Tras ese reconfortante baño me puse a jugar al ajedrez, y se me pasó la tarde volando. Supe que había llegado mi esposo a casa cuando envió a varias criadas para aparentemente ayudarme con lo que necesitara, implícitamente tratando de distraerme de su ausencia. Debe creerse que soy tonta o algo por el estilo. Sin embargo no dije nada, y me dejé hacer un bonito peinado.
Pero el tiempo pasaba y comencé a impacientarme dando vueltas de un lado a otro de la sala en la que estabamos acomodadas todas, ellas charlando de los últimos cotilleos referentes a la hija de los reyes franceses y yo pensando como distraerme. Y se me ocurrió una idea... Me apetecía ir a tocar algo a la sala de música, por lo que se lo comuniqué a las mucamas, para que fueran a buscar a mi esposo, tenía algo que proponerle.
Recorrí pasillos decorados con tapices tan llenos de polvo que me hacían estornudar continuamente, debía enviar a alguien a limpiar aquello en cuanto me fuera posible. Al llegar a la sala de música la tranquilidad de la estancia me reconfortó, igual que hacía desde que tená uso de razón. Y aquel pano... era maravilloso, de los mejores que había tocado. Mis manos se deslizaban al azar tocando las teclas hasta que sin apenas darme cuenta comencé una melodía que me había enseñado mi madre.
Y en ese estado de trance me encontró mi esposo, que lejos de parecer sorprendido y/o enamorado se presentó tranquilo y hierático, como una estatua. Sin embargo me dedicó una muestra de cariño tras saludarme. Ahora tenía dos opciones, atacar y comenzar a recriminarle que nunca estaba conmigo o tranquilizarme un poco y hablar con serenidad. Me decidí por esta última, asi que con una sonrisa comencé a hablar:
-Buenas noches a ti también, Alexei. Supongo que alguna de las sirvientas habrá ido a llamarte, ya que si no dudo mucho que estuvieras aquí- ese es un mal camino Sasha, no le recrimines nada, es un hombre y como tal hará lo que le venga en gana.... Sabias palabras de mi madre- ¿Que tal has pasado el día, querido?
¿Como había consentido que aquello pasara? Bueno, realmente todavía no había pasado nada, ni estaba segura de que fuera a pasar, pero la oferta de estar con él a solas era muy tentadora, quizá demasiado para una mujer como yo, demasiado apasionada y que quería vivir un amor real, cosas que mi esposo no parecía compartir ni desear.
Sumergí mi cabeza bajo el agua, tratando de aclarar mis ideas asi como el pelo ¿Sadiq o Alexei? ¿Alexei o Sadiq? ¿Realmente sería capaz de abandonar a mi esposo por un posible capricho pasajero? Todo indicaba a que si, pero esperaba que la conciencia terminase por tomar el mando en lugar del corazón.
Quizá, solo quizá él llegara a amarme, como había pasado entre mis padres... Quizá volvería todas las noches a darme un beso para desearme dulces sueños... Quizá tuvieramos hijos y viviríamos felices juntos... Había tantas dudas, tantos secretos. ¿Donde se pasaba él las noches? ¿Con alguna furcia? No tenía mucha practica en las artes amatorias, lo sé, pero es el precio de ser virgen.
Entre dudas y mas dudas pasó mi baño, comiendo sin parar onzas de chocolate, algo que me relajaba tanto como sabía que me haría engordar. Al fin y al cabo no sería una mala idea del todo, mucha gente me decía que tenía poco pecho, y caderas demasiado estrechas, poco fertil Que sabrán ellos lo fértil o no que soy... Estúpidas habladurías.
Salí del baño para vestirme con uno de los vatuendos que había adquirido tras haber estado comprando las sedas en el puesto de Sadiq. Era un hermoso vestido color blanco, vaporoso y realmente cómodo y favorecedor, con un lazo color champán... O bueno, champán mezclado con verde. O algo asi. Y por supuesto unas gotitas de esencia de jazmín en los puntos clave.
Tras ese reconfortante baño me puse a jugar al ajedrez, y se me pasó la tarde volando. Supe que había llegado mi esposo a casa cuando envió a varias criadas para aparentemente ayudarme con lo que necesitara, implícitamente tratando de distraerme de su ausencia. Debe creerse que soy tonta o algo por el estilo. Sin embargo no dije nada, y me dejé hacer un bonito peinado.
Pero el tiempo pasaba y comencé a impacientarme dando vueltas de un lado a otro de la sala en la que estabamos acomodadas todas, ellas charlando de los últimos cotilleos referentes a la hija de los reyes franceses y yo pensando como distraerme. Y se me ocurrió una idea... Me apetecía ir a tocar algo a la sala de música, por lo que se lo comuniqué a las mucamas, para que fueran a buscar a mi esposo, tenía algo que proponerle.
Recorrí pasillos decorados con tapices tan llenos de polvo que me hacían estornudar continuamente, debía enviar a alguien a limpiar aquello en cuanto me fuera posible. Al llegar a la sala de música la tranquilidad de la estancia me reconfortó, igual que hacía desde que tená uso de razón. Y aquel pano... era maravilloso, de los mejores que había tocado. Mis manos se deslizaban al azar tocando las teclas hasta que sin apenas darme cuenta comencé una melodía que me había enseñado mi madre.
Y en ese estado de trance me encontró mi esposo, que lejos de parecer sorprendido y/o enamorado se presentó tranquilo y hierático, como una estatua. Sin embargo me dedicó una muestra de cariño tras saludarme. Ahora tenía dos opciones, atacar y comenzar a recriminarle que nunca estaba conmigo o tranquilizarme un poco y hablar con serenidad. Me decidí por esta última, asi que con una sonrisa comencé a hablar:
-Buenas noches a ti también, Alexei. Supongo que alguna de las sirvientas habrá ido a llamarte, ya que si no dudo mucho que estuvieras aquí- ese es un mal camino Sasha, no le recrimines nada, es un hombre y como tal hará lo que le venga en gana.... Sabias palabras de mi madre- ¿Que tal has pasado el día, querido?
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Ione Darkfrith- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/12/2010
Re: ¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Ella tocaba con una dore excepcional, debí suponerlo por la familia de la cual provenía, casarme con cualquier mujer sin ningún talento hubiera sido vano. Joven pero bien educada y la corona se veía bien sobre su cabeza por así decirlo. Después de tanto tiempo tenía que volver a acostumbrarme a una esposa, por un momento recordé la noche antes de que fuera transformado en vampiro, la última noche con mi entonces esposa que de alguna forma era tan joven como Aleksandra, claro que la muerte había sido su destino por los acontecimientos que siguieron a mi transformación en esa época y ahora ella, quien no tendría el mismo destino a menos que escogiera ese camino. Sería una perdida lamentable, después de todo empezaba a apreciarla, siempre me había gustado la música del piano.
Entré casi al mismo tiempo de que ella acabara la melodía, le acerque a darle un beso y Aleksandra me saludo dictando a sus palabras que se mostraran algo sorprendidas por mi presencia en el lugar de no llamarme alguna de las sirvientas para que estuviera aquí esta noche. Torcí una sonrisa y me apoye en el piano mientras la observaba detenidamente con una mirada fría y tajante.
-El día supongo que no tan bien como tú, sin embargo la noche recién comienza- respondí
Percibí un tono de recriminación en su voz, evidentemente las recién casadas estaban llenas de suposiciones, nuevo marido y lejos de sus padres tal vez se sentía algo sola aunque no habían sido muchas las noches que llevábamos de casados, no daba ni un mes de ello pero allí estaba, esperando a que cumpliera el papel de su marido. Hace un par de días le había estado dando vueltas a la idea de visitar su lecho, después de todo su virginidad aun permanecía intocable y probablemente esta noche eso cambiara. Debía darle un lugar en mi vida a mi nueva esposa, pero que haría ella al darse cuenta de que no era un mortal?, cuando tocara mi piel, cuando sus sentidos cedieran al magnetismo de los de mi raza y cayera en un profundo deseo de lujuria que yo colmaría hasta el amanecer para después abandonarle de nuevo, después de todo yo no podía vivir su día ni ella podía vivir mi noche.
-Te noto algo extraña Aleksandra- comenté cambiando de humor, me puse más tranquilo tratando que mi usual indiferencia no la hiciera sentir ignorada
Camine hacia ella, me acerque a su rostro examinando cada facción del mismo, se podía decir que esa era la primera vez que estábamos tan cerca después de casarnos, la tome del rostro con ambas manos, frías como el invierno en Paris. Mis labios se acercaron a los suyos rozándolos provocándolos a un beso que no llegaría pues después me detuve y la solté alejándome hacia el fondo del salón donde sobre una mesa de mármol reposaba una botella de vino de la cual serví dos copas y luego le acerque una a ella.
-De ahora en adelante te espera una vida conmigo, puedes decirme que te molesta- dije sabiendo que había algo que a ella le preocupaba, luego bebí un sorbo de mi copa y la deje sobre el piano, donde me había vuelto a apoyar.
Entré casi al mismo tiempo de que ella acabara la melodía, le acerque a darle un beso y Aleksandra me saludo dictando a sus palabras que se mostraran algo sorprendidas por mi presencia en el lugar de no llamarme alguna de las sirvientas para que estuviera aquí esta noche. Torcí una sonrisa y me apoye en el piano mientras la observaba detenidamente con una mirada fría y tajante.
-El día supongo que no tan bien como tú, sin embargo la noche recién comienza- respondí
Percibí un tono de recriminación en su voz, evidentemente las recién casadas estaban llenas de suposiciones, nuevo marido y lejos de sus padres tal vez se sentía algo sola aunque no habían sido muchas las noches que llevábamos de casados, no daba ni un mes de ello pero allí estaba, esperando a que cumpliera el papel de su marido. Hace un par de días le había estado dando vueltas a la idea de visitar su lecho, después de todo su virginidad aun permanecía intocable y probablemente esta noche eso cambiara. Debía darle un lugar en mi vida a mi nueva esposa, pero que haría ella al darse cuenta de que no era un mortal?, cuando tocara mi piel, cuando sus sentidos cedieran al magnetismo de los de mi raza y cayera en un profundo deseo de lujuria que yo colmaría hasta el amanecer para después abandonarle de nuevo, después de todo yo no podía vivir su día ni ella podía vivir mi noche.
-Te noto algo extraña Aleksandra- comenté cambiando de humor, me puse más tranquilo tratando que mi usual indiferencia no la hiciera sentir ignorada
Camine hacia ella, me acerque a su rostro examinando cada facción del mismo, se podía decir que esa era la primera vez que estábamos tan cerca después de casarnos, la tome del rostro con ambas manos, frías como el invierno en Paris. Mis labios se acercaron a los suyos rozándolos provocándolos a un beso que no llegaría pues después me detuve y la solté alejándome hacia el fondo del salón donde sobre una mesa de mármol reposaba una botella de vino de la cual serví dos copas y luego le acerque una a ella.
-De ahora en adelante te espera una vida conmigo, puedes decirme que te molesta- dije sabiendo que había algo que a ella le preocupaba, luego bebí un sorbo de mi copa y la deje sobre el piano, donde me había vuelto a apoyar.
Invitado- Invitado
Re: ¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Dios mio... me miraba igual que miraría a alguien a quien odiara profundamente, como si todo sentimiento se hubiese desvanecido de su alma para dejar cabida a todo el odio que pudiese albergar. No sabía si Alexei lo haría a proposito o fuera algo derivado del clima en el que se crió, sin embargo pude reprimir el escalofrio que amenazaba con sacudirme sobre mi asiento ante el piano.
Y creí que tan solo podría provocarme miedo, pero estaba claro que me equivocaba, como me pasaba últimamente con todo. Al decir aquello mi naturaleza mas desconfiada salió a la luz, diciendolo con fuerza e ironía, al tiempo que alzaba una ceja:
- ¿Lees el pensamiento o tienes una horda de espias para saber como me ha ido el día?-bien Sasha, ahi, metiendo la pata hasta el fondo. Pero no me importaba, consideraba que Alexei era demasiado frio y calmado como para que le molestara aquello. - ¿O acaso querías decir que tu día no había sido tan bueno como el mio porque me echaste mucho de menos?
Aquello no podía considerarse como una recriminación, si no mas bien como una broma. Y bien pensado lo era. Si apenas habíamos cruzado unas palabras ¿Como podría haberme echado de menos hasta el punto de haberlo pasado mal? Era practiamente imposible, a no ser que fuera muy celoso de sus posesiones y a pesar de que la esclavitud había sido prohibida, yo formaba parte de ella, al igual que este piano o el vestido que llevaba.
Mordí mi labio inferior cuando le escuché decir que me notaba extraña. ¿Extraña yo? Quizá tenía las mejillas mas sonrosadas que normalmente, quizá olía mejor que de costumbre gracias al perfume que me había regalado el comerciante Sadiq Annan, quizá fuese cierto que tenía una habilidad para leer mentes y sabía la cantidad de dudas que tenía comiendome por dentro, a pesar de que sabía que debía aprender a amar a mi marido.
Iba a contestarle cuando con unas manos frias como el hielo Alexei se acercó y tomó mi cara con ellas, al tiempo que se acercaba como para besarme, pero simplemente rozó sus labios con los mios, como queriendo prometer algo, el paraiso o peor, el infierno.
Tenía el corazón completamente desbocado, como si en lugar de haberse acercado mi esposo el cual estaba ahora cogiendo unas copas de vino hubiese sido la mismisima muerte.
-Realmente no hay nada que me moleste, y a la vez es todo.-bebí un pequeño sorbo del vino y seguí hablando-Por mucho que tengamos una inmensa fortuna, no puedo pasarme la vida yendo de compras porque tú no quieras estar conmigo o estés demasiado ocupado con cualquier otra cosa que prefiero ya ni saberla. Y por supuesto está el tema de que no has acudido ni una sola vez a mi lecho y, sinceramente, para tener que tocarme yo misma me hubiera hecho monja.- ¿Como eres capaz de decir esas cosas sin sonrojarte un poco siquiera? Pues supongo que sería por la intensidad de lo que sentí y debía expresar a alguien.
Y creí que tan solo podría provocarme miedo, pero estaba claro que me equivocaba, como me pasaba últimamente con todo. Al decir aquello mi naturaleza mas desconfiada salió a la luz, diciendolo con fuerza e ironía, al tiempo que alzaba una ceja:
- ¿Lees el pensamiento o tienes una horda de espias para saber como me ha ido el día?-bien Sasha, ahi, metiendo la pata hasta el fondo. Pero no me importaba, consideraba que Alexei era demasiado frio y calmado como para que le molestara aquello. - ¿O acaso querías decir que tu día no había sido tan bueno como el mio porque me echaste mucho de menos?
Aquello no podía considerarse como una recriminación, si no mas bien como una broma. Y bien pensado lo era. Si apenas habíamos cruzado unas palabras ¿Como podría haberme echado de menos hasta el punto de haberlo pasado mal? Era practiamente imposible, a no ser que fuera muy celoso de sus posesiones y a pesar de que la esclavitud había sido prohibida, yo formaba parte de ella, al igual que este piano o el vestido que llevaba.
Mordí mi labio inferior cuando le escuché decir que me notaba extraña. ¿Extraña yo? Quizá tenía las mejillas mas sonrosadas que normalmente, quizá olía mejor que de costumbre gracias al perfume que me había regalado el comerciante Sadiq Annan, quizá fuese cierto que tenía una habilidad para leer mentes y sabía la cantidad de dudas que tenía comiendome por dentro, a pesar de que sabía que debía aprender a amar a mi marido.
Iba a contestarle cuando con unas manos frias como el hielo Alexei se acercó y tomó mi cara con ellas, al tiempo que se acercaba como para besarme, pero simplemente rozó sus labios con los mios, como queriendo prometer algo, el paraiso o peor, el infierno.
Tenía el corazón completamente desbocado, como si en lugar de haberse acercado mi esposo el cual estaba ahora cogiendo unas copas de vino hubiese sido la mismisima muerte.
-Realmente no hay nada que me moleste, y a la vez es todo.-bebí un pequeño sorbo del vino y seguí hablando-Por mucho que tengamos una inmensa fortuna, no puedo pasarme la vida yendo de compras porque tú no quieras estar conmigo o estés demasiado ocupado con cualquier otra cosa que prefiero ya ni saberla. Y por supuesto está el tema de que no has acudido ni una sola vez a mi lecho y, sinceramente, para tener que tocarme yo misma me hubiera hecho monja.- ¿Como eres capaz de decir esas cosas sin sonrojarte un poco siquiera? Pues supongo que sería por la intensidad de lo que sentí y debía expresar a alguien.
Ione Darkfrith- Hechicero Clase Baja
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Re: ¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Su atrevimiento por poco me hace torcer una sonrisa, no podía esperar otra cosa de una mujer rusa, más bien lo veía como una osadía al hablarme con esas palabras, Aleksandra, tal vez no me aburriría de ti como en el pasado cuando aún era humano y la idea del matrimonio no era más que una obligación, no es que hubiera cambiado mucho pero por lo menos esta esposa tenía una personalidad más interesante, retadora, me gustaba su ardor.
-Así que esas son mis opciones, veamos la primera ¿Una horda de espías?, no creo que baste una horda pero lo tienes bien claro, desde que pasaste a ser una Romanov tu vida ya no es más tuya a menos que desees que te devuelva a tus padres. La segunda opción, esa me gusta más, echarte de menos sería lo más conveniente siendo que ahora eres mi esposa, puedes creer eso- respondí con la misma frialdad con la que la había mirado antes
Dejando por un lado esa máscara me acerque a ella lentamente para acunar su rostro entre ambas manos, su piel caliente en comparación a la mía, sus labios esperando un beso que solo había sido una vaga ilusión. Un momento de silencio me hizo caminar hacia donde estaba el vino y a servir dos copas, una para ella, otra para mí. Al regresar se podía decir que había cambiado ya por completo mi mirada inexpresiva y vacía, tal vez ahora podía fingir un poco el papel de esposo, no es que no sintiera un cierto agrado por ella de lo contrario no la hubiera escogido para que fuera mi esposa pero lo que supuse que ella quería de mi lo veía tan lejano que hasta podía concebirse de imposible. Todas quieren ser amadas, esa es la verdad, pero no todos tienen la facultad de amar en especial cuando han olvidado por completo o más bien nunca han creído en tal patraña.
Después de darle la copa y tomar yo el primer sorbo la escuchaba tranquilo aun apoyado en el piano, ella tenía mucho que decir, yo tenía mucho que ocultar, un extraño fenómeno. Tenía razón en cuanto a sus reclamos, era lo que cualquier esposa pediría sin embargo yo no era un mortal como ella imaginaba, ni un marido afectuoso que se pasara la vida regalándole versos y flores a su esposa, era lo que era, un demonio. Ella había bajado al infierno al convertirse en mi esposa, en el infierno encontraría un lecho caliente, encontraría pasión, desborde y lujuria pero nada más.
-Tienes razón, ahora que pides ser parte de mi vida lo serás, con todo lo que ello implica- dije luego rodeándola me pare detrás de ella y la tome por los hombros con ambas manos, di un beso en su nuca -Una piel como la tuya no está hecha para un convento, está hecha para el goce, dime Aleksandra, ¿conoces tus bajos instintos?- otro beso invadió el lado de su cuello, y otros más seguidos bajando por su hombro. Uno de mis brazos la rodeo y la tomo de un seno, el otro descendió por el contorno de su silueta hasta llegar a su muslo, el que apretó a través del vestido para sentirlo.
-Así que esas son mis opciones, veamos la primera ¿Una horda de espías?, no creo que baste una horda pero lo tienes bien claro, desde que pasaste a ser una Romanov tu vida ya no es más tuya a menos que desees que te devuelva a tus padres. La segunda opción, esa me gusta más, echarte de menos sería lo más conveniente siendo que ahora eres mi esposa, puedes creer eso- respondí con la misma frialdad con la que la había mirado antes
Dejando por un lado esa máscara me acerque a ella lentamente para acunar su rostro entre ambas manos, su piel caliente en comparación a la mía, sus labios esperando un beso que solo había sido una vaga ilusión. Un momento de silencio me hizo caminar hacia donde estaba el vino y a servir dos copas, una para ella, otra para mí. Al regresar se podía decir que había cambiado ya por completo mi mirada inexpresiva y vacía, tal vez ahora podía fingir un poco el papel de esposo, no es que no sintiera un cierto agrado por ella de lo contrario no la hubiera escogido para que fuera mi esposa pero lo que supuse que ella quería de mi lo veía tan lejano que hasta podía concebirse de imposible. Todas quieren ser amadas, esa es la verdad, pero no todos tienen la facultad de amar en especial cuando han olvidado por completo o más bien nunca han creído en tal patraña.
Después de darle la copa y tomar yo el primer sorbo la escuchaba tranquilo aun apoyado en el piano, ella tenía mucho que decir, yo tenía mucho que ocultar, un extraño fenómeno. Tenía razón en cuanto a sus reclamos, era lo que cualquier esposa pediría sin embargo yo no era un mortal como ella imaginaba, ni un marido afectuoso que se pasara la vida regalándole versos y flores a su esposa, era lo que era, un demonio. Ella había bajado al infierno al convertirse en mi esposa, en el infierno encontraría un lecho caliente, encontraría pasión, desborde y lujuria pero nada más.
-Tienes razón, ahora que pides ser parte de mi vida lo serás, con todo lo que ello implica- dije luego rodeándola me pare detrás de ella y la tome por los hombros con ambas manos, di un beso en su nuca -Una piel como la tuya no está hecha para un convento, está hecha para el goce, dime Aleksandra, ¿conoces tus bajos instintos?- otro beso invadió el lado de su cuello, y otros más seguidos bajando por su hombro. Uno de mis brazos la rodeo y la tomo de un seno, el otro descendió por el contorno de su silueta hasta llegar a su muslo, el que apretó a través del vestido para sentirlo.
Invitado- Invitado
Re: ¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Alexei seguía impasible ante lo que yo le decía, a pesar de que le estuviera acusando de espionaje cosa que no debía sentarle nada bien... O al menos en teoría, porque creía vislumbrar el nacimiento de una sonirsa que sea como fuere controló para volver a quedar con la máscara de piedra que tenía por cara. Le dediqué una sonrisa de medio lado para contestarle:
-Si como bien has dicho desde que soy una Romanov mi vida ya no es mia ¿Como podría decidir acerca de algún aspecto importante de la misma?-era lógica pura. Ya no soy dueña de mi vida ¿Como pedirle que me la devolviera?- Tienes razón, podría creer que me has echado de menos pero no me gusta autoengañarme, es un pequeño defecto que tengo.
No sabía que tal se tomaría aquella respuesta por mi parte, pero si que era cierto que daba igual la cantidad de veces que me repitiera lo poco correcto que era responderle a mi marido asi, estando en la situación que fuera, seguía haciéndolo y era un aspecto que me preocupaba.Siempre había sido una chica dificil de entender, comportándome en ocasiones como esperarían de un hombre y no de una mujer, y menos tan joven como yo. Era obstinada a mas no poder, y eso se reflejaba en mi forma de aprender a montar a caballo, el ensayo y error.
Daba igual la cantidad de veces que me cayera y las veces que me hiciera daño, tenía que conseguir montar a caballo como el mejor jinete de todo nuestro pequeño reino... Y asi fue, despues de dos años me era indiferente el llevar una yegua que un caballo de batalla, los manejaba a todos con maestría. Perdida en mis pensamientos me acerqué la copa a la boca, dando un largo sorbo de vino por el cariz que había tomado la situación. Y mas aun con lo que a continuación sucedió, con Alexei proporcionandome el primer signo de amor, o al menos de deseo en todo nuestro matrimonio.
Un gemido prácticamente inaudible escapó de mis labios al sentir sus besos por mi cuello terminando en mi hombro, mientras me tocaba de una forma que hacía que todo mi ser se estremeciese de una forma nunca antes sentida. Inspiré hondo y me dí media vuelta para contestar a su pregunta, para seguir con una guerra que ya estaba perdida:
- Que voluble eres en tus opiniones Alexei, ahora me dices que mi piel está hecha para el goce cuando nunca antes la habías tocado... -mojé mis labios secos con la lengua, mientra trataba de calmar los latidos de mi corazón, en un intento de dominarme a mi misma- ¿Mis bajos instintos...? No creo que mejor que tú.
-Si como bien has dicho desde que soy una Romanov mi vida ya no es mia ¿Como podría decidir acerca de algún aspecto importante de la misma?-era lógica pura. Ya no soy dueña de mi vida ¿Como pedirle que me la devolviera?- Tienes razón, podría creer que me has echado de menos pero no me gusta autoengañarme, es un pequeño defecto que tengo.
No sabía que tal se tomaría aquella respuesta por mi parte, pero si que era cierto que daba igual la cantidad de veces que me repitiera lo poco correcto que era responderle a mi marido asi, estando en la situación que fuera, seguía haciéndolo y era un aspecto que me preocupaba.Siempre había sido una chica dificil de entender, comportándome en ocasiones como esperarían de un hombre y no de una mujer, y menos tan joven como yo. Era obstinada a mas no poder, y eso se reflejaba en mi forma de aprender a montar a caballo, el ensayo y error.
Daba igual la cantidad de veces que me cayera y las veces que me hiciera daño, tenía que conseguir montar a caballo como el mejor jinete de todo nuestro pequeño reino... Y asi fue, despues de dos años me era indiferente el llevar una yegua que un caballo de batalla, los manejaba a todos con maestría. Perdida en mis pensamientos me acerqué la copa a la boca, dando un largo sorbo de vino por el cariz que había tomado la situación. Y mas aun con lo que a continuación sucedió, con Alexei proporcionandome el primer signo de amor, o al menos de deseo en todo nuestro matrimonio.
Un gemido prácticamente inaudible escapó de mis labios al sentir sus besos por mi cuello terminando en mi hombro, mientras me tocaba de una forma que hacía que todo mi ser se estremeciese de una forma nunca antes sentida. Inspiré hondo y me dí media vuelta para contestar a su pregunta, para seguir con una guerra que ya estaba perdida:
- Que voluble eres en tus opiniones Alexei, ahora me dices que mi piel está hecha para el goce cuando nunca antes la habías tocado... -mojé mis labios secos con la lengua, mientra trataba de calmar los latidos de mi corazón, en un intento de dominarme a mi misma- ¿Mis bajos instintos...? No creo que mejor que tú.
Ione Darkfrith- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/12/2010
Re: ¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Aleksandra Romanova, tal vez la habría menospreciado sin tener que haberlo hecho, después de todo empezaba a mostrar una audacia que mi anterior esposa no había poseído. Generalmente las mujeres agachaban la cabeza cuando sus maridos les hablaban, calladas aceptaban lo que se les decía así opinaran lo contrario pero ella era diferente, finalmente un cambio agradable, no sería la esposa sumisa y depresiva como pensaba que seria. Digamos que ahora llamaba mi atención más que antes, borraba de mi mente la imagen de niña buena de padres nobles con la que me había casado, tal vez llegara a interesarme más si la dejaba hablar.
-¿Defecto o virtud?, la verdad Aleksandra, me agrada que no me hagas fingir, una máscara menos que me ahorrare contigo, la del esposo cariñoso- respondí
Empezaba a quitar un rostro más de mi repertorio, la pregunta era, cuantas máscaras era ella capaz de quitarme, obviamente sería imposible que llegara a conocerme sin todas las que llevaba, ni yo mismo recordaba quien era en el tiempo cuando existía un Alexei, ese se convirtió solo en el nombre que me siguió a través de los años, no revelaba a la verdadera persona, no era una identificación, la verdadera se había perdido con el tiempo, escurrido entre los dedos, borrado de mi memoria. Lo que me quedaba era lo que era ahora, un ser de la noche cuya conciencia había sido consumida por la ponzoña de la maldición de la que era portador. Solo vivía para mi, solo vivía por la sed, o por sumergirme en los bajos deseos alguna vez, deseos que eran todo lo contrario del individuo que una vez fue humano, de quien me quedo solo el cuerpo.
El vino, bebida de los vampiros, a veces tan parecido a la sangre pero sin llegar a ser tan delicioso como el elixir de nuestra vida. El vino mojo mis labios, mojo sus labios cuando lo bebimos pero no era suficiente. Deje el vino, quería que mis labios se saciaran de algo mas delicioso, la piel virgen de mi esposa. De tal forma fue que me acerque a ella tocándola como no lo hice antes, manoseándola se podría decir porque mis manos recurrieron su cuerpo, su voluptuosidad perfecta encerrada dentro de ese vestido. Mis labios besaron su cuello, la piel que antes no fuera besada, ella se sobresalto cuando lo hice, lo sentí en su respiración y se dio la vuelta para encararme, la mire con una expresión de curiosidad cuando hablo y luego curve una media sonrisa.
-No tenía interés entonces, ya que estamos siendo honestos. Al ver que puedes expresar lo que realmente sientes, lo que realmente quieres has despertado mi atención hacia ti, debo confesar, más de lo que pensé que sería- respondí acercándome una vez más a ella y tomándola fuertemente por la cintura para pegarla a mi cuerpo.
Me acerque nuevamente a sus labios, rozándolos otra vez, esta vez invadiéndolos con un beso que demostraba el creciente deseo que surgía en mi por ella. Aleksandra Romanova, era más deliciosa de lo que creía. Me separe por unos segundos.
-Puede que sea hora de que los liberes, ¿quieres?- murmure y volví a besarla.
-¿Defecto o virtud?, la verdad Aleksandra, me agrada que no me hagas fingir, una máscara menos que me ahorrare contigo, la del esposo cariñoso- respondí
Empezaba a quitar un rostro más de mi repertorio, la pregunta era, cuantas máscaras era ella capaz de quitarme, obviamente sería imposible que llegara a conocerme sin todas las que llevaba, ni yo mismo recordaba quien era en el tiempo cuando existía un Alexei, ese se convirtió solo en el nombre que me siguió a través de los años, no revelaba a la verdadera persona, no era una identificación, la verdadera se había perdido con el tiempo, escurrido entre los dedos, borrado de mi memoria. Lo que me quedaba era lo que era ahora, un ser de la noche cuya conciencia había sido consumida por la ponzoña de la maldición de la que era portador. Solo vivía para mi, solo vivía por la sed, o por sumergirme en los bajos deseos alguna vez, deseos que eran todo lo contrario del individuo que una vez fue humano, de quien me quedo solo el cuerpo.
El vino, bebida de los vampiros, a veces tan parecido a la sangre pero sin llegar a ser tan delicioso como el elixir de nuestra vida. El vino mojo mis labios, mojo sus labios cuando lo bebimos pero no era suficiente. Deje el vino, quería que mis labios se saciaran de algo mas delicioso, la piel virgen de mi esposa. De tal forma fue que me acerque a ella tocándola como no lo hice antes, manoseándola se podría decir porque mis manos recurrieron su cuerpo, su voluptuosidad perfecta encerrada dentro de ese vestido. Mis labios besaron su cuello, la piel que antes no fuera besada, ella se sobresalto cuando lo hice, lo sentí en su respiración y se dio la vuelta para encararme, la mire con una expresión de curiosidad cuando hablo y luego curve una media sonrisa.
-No tenía interés entonces, ya que estamos siendo honestos. Al ver que puedes expresar lo que realmente sientes, lo que realmente quieres has despertado mi atención hacia ti, debo confesar, más de lo que pensé que sería- respondí acercándome una vez más a ella y tomándola fuertemente por la cintura para pegarla a mi cuerpo.
Me acerque nuevamente a sus labios, rozándolos otra vez, esta vez invadiéndolos con un beso que demostraba el creciente deseo que surgía en mi por ella. Aleksandra Romanova, era más deliciosa de lo que creía. Me separe por unos segundos.
-Puede que sea hora de que los liberes, ¿quieres?- murmure y volví a besarla.
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Re: ¿Realmente quieres saber? [Aleksandra]
Debería aprender a controlarme mejor a mi misma y a mi lengua, me dije mientras respiraba hondo de manera que solo yo lo podía sentir, no quería darle a Alexei la satisfacción de saber que hiciera lo que hiciese conseguía ponerme tan nerviosa como si estuviera camino al matadero, en lugar de en mi propia y confortable casa. Escuché con atención a mi esposo, mientras mi cara se volvía todo lo seria que era capaz de ponerme. Con una sonrisa irónica le respondí:
- Depende de como se mire. Sería un defecto si quisiera engañarme a mi misma pensando que eres lo que no eres, pero una virtud si por el contrario no me dejo engañar para poder verte tal y como eres, o al menos como dices ser... Y me alegra que no tengas que utilizar esa máscara comigo, asi también me ahorraré yo la de tímida y discreta esposa de un gran dirigente, por supuesto solo si te parece bien, querido- esto último lo dije en tono burlón. No parecía estar ni disgustado ni enfadado, para ser sincera, parecía que todo aquello le daba completamente igual.
Tal vez hubiera preferido una mujer menos testaruda y respondona, una auténtica muñequita de porcelana a la que poder contentar con un par de besos en la mejilla cada noche. Tal vez hubiera preferido vincularse a un gran imperio en lugar de a un pais tan minúsculo como mi Dinamarca natal. Había tantos factores cambiantes, tantas variables, tantas posibilidades por las que aquel hombre era de aquel modo que en mi cabeza no podía dar cabida a todas ellas.
En aquellos momentos, en los que mi copa de vino ya se encontraba recorriendo mi cuerpo, me maldije a mi misma y a mi padre, a mi por no soportar un poquito de alcohol y a mi padre por su insistencia en que solo podía beber agua, leche o zumo, igual que una niña pequeña. Me sentía extraña, como si mi cuerpo no fuera realmente mio, como si alguien me estuviera controlando con unos hilos invisibles que me impulsaban a acercárme a mi marido, el cual a cada minuto que pasaba se haía mas y mas apuesto y suplicarle que me hiciera suya.
Sus palabras resonaban en mis oidos como el cántico del coro en una iglesia. Al mostrarme como soy había atraído su atención, cosa que me demostró con un beso que hizo que mi cuerpo fuera sacudido por el deseo de que me diera algo mas, de arriba a abajo, de un lado a otro, arrasando como todo lo que creía cierto en mi misma. Pero mi caracter combativo no me había abandonado y volví a plantarle cara, tras otro de esos maravillosos besos que tomaban con avidez para mi:
-Alexei... Ya que estamos siendo honestos, según tus propias palabras, dejame decirte que no voy a ser una esposa que agache la cabeza y se abra de piernas cuando a ti te de la real gana. Yo no esperaré de ti ni cariño ni comprensión, tampoco esperes de mi algo mas que unas cuantas palabras amables cuando la situación lo requiera y una impecable presencia en los actos oficiales. Creo que es obvi que la respuesta es no...-eres una estúpida. Se marchará en cuanto oiga esa estúpidez que acabas de decir, que aunque era lo que por una parte sentía, tanbién había despertado en mi el deseo que dificilmente iba a poder refrenar yo misma. Encima estaba contradiciéndome, cosa que posiblemente le haría gracia, prácticamente le decá que no quería nada con él, y sin embargo no hacía mas que acercárme todo lo posible a su cuerpo, buscando un simple roce con una piel que parecía esculpida en mármol.
- Depende de como se mire. Sería un defecto si quisiera engañarme a mi misma pensando que eres lo que no eres, pero una virtud si por el contrario no me dejo engañar para poder verte tal y como eres, o al menos como dices ser... Y me alegra que no tengas que utilizar esa máscara comigo, asi también me ahorraré yo la de tímida y discreta esposa de un gran dirigente, por supuesto solo si te parece bien, querido- esto último lo dije en tono burlón. No parecía estar ni disgustado ni enfadado, para ser sincera, parecía que todo aquello le daba completamente igual.
Tal vez hubiera preferido una mujer menos testaruda y respondona, una auténtica muñequita de porcelana a la que poder contentar con un par de besos en la mejilla cada noche. Tal vez hubiera preferido vincularse a un gran imperio en lugar de a un pais tan minúsculo como mi Dinamarca natal. Había tantos factores cambiantes, tantas variables, tantas posibilidades por las que aquel hombre era de aquel modo que en mi cabeza no podía dar cabida a todas ellas.
En aquellos momentos, en los que mi copa de vino ya se encontraba recorriendo mi cuerpo, me maldije a mi misma y a mi padre, a mi por no soportar un poquito de alcohol y a mi padre por su insistencia en que solo podía beber agua, leche o zumo, igual que una niña pequeña. Me sentía extraña, como si mi cuerpo no fuera realmente mio, como si alguien me estuviera controlando con unos hilos invisibles que me impulsaban a acercárme a mi marido, el cual a cada minuto que pasaba se haía mas y mas apuesto y suplicarle que me hiciera suya.
Sus palabras resonaban en mis oidos como el cántico del coro en una iglesia. Al mostrarme como soy había atraído su atención, cosa que me demostró con un beso que hizo que mi cuerpo fuera sacudido por el deseo de que me diera algo mas, de arriba a abajo, de un lado a otro, arrasando como todo lo que creía cierto en mi misma. Pero mi caracter combativo no me había abandonado y volví a plantarle cara, tras otro de esos maravillosos besos que tomaban con avidez para mi:
-Alexei... Ya que estamos siendo honestos, según tus propias palabras, dejame decirte que no voy a ser una esposa que agache la cabeza y se abra de piernas cuando a ti te de la real gana. Yo no esperaré de ti ni cariño ni comprensión, tampoco esperes de mi algo mas que unas cuantas palabras amables cuando la situación lo requiera y una impecable presencia en los actos oficiales. Creo que es obvi que la respuesta es no...-eres una estúpida. Se marchará en cuanto oiga esa estúpidez que acabas de decir, que aunque era lo que por una parte sentía, tanbién había despertado en mi el deseo que dificilmente iba a poder refrenar yo misma. Encima estaba contradiciéndome, cosa que posiblemente le haría gracia, prácticamente le decá que no quería nada con él, y sin embargo no hacía mas que acercárme todo lo posible a su cuerpo, buscando un simple roce con una piel que parecía esculpida en mármol.
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