Sono io, la tua putt*nella veneziana

por **Nicoletta Abbruzzese** Dom Jun 25, 2023 7:05 pm

Véneto, Italia.
Enero, 1836.
21:00
16 °C

Corría la valdobbiadenesa sin mirar atrás, rápido como el viento, o lo que es igual a lo más rápido que sus piernas le permitían. El frío invierno azotaba en aquel momento y ya había oscurecido. Una joven Allegra había escapado de su casa días atrás. Y de pueblo en pueblo, había logrado alejarse lo mejor posible de su natal Valdobbiadene, ubicado en la región de Véneto. La muchacha no soportaba estar un día más en ese pueblo de porquería, pues la pobreza, las reses, las legumbres y el olor nauseabundo del estiércol de los animales, terminarían por enfermarle. Ella no estaba hecha para esa vida. Ella merecía y quería mucho más. Y era consciente de que su estancia en ese pueblo no estaría exento de carencias, desgracias y desde luego que pobreza.

En cada pueblo por el que había pasado, había robado dinero, comida y objetos los cuales intercambió por monedas para poder seguir avanzando en su escapatoria de sus padres y desde luego de su primero y único novio. Lo amaba, verdaderamente, pero era un humilde granjero y este no podría ofrecerle nada de lo que ella aspiraba. Puso la avaricia por delante de los sentimientos. La pelirroja aún era inmadura y muy joven, pero tenía muy claro cuál era su norte; la grandeza.

Así pues, la italiana, luego de robar un saco de monedas a un mercader quién le había llevado desde el pueblo anterior hasta donde se encontraba en ese momento, comenzó a correr cuando el otro advirtió su artimaña. Asustada pero llena de adrenalina, la valdobbiadenesa corría a gran velocidad a través de los matorrales, en dirección a un pequeño bosque que se encontró en la derecha, y se internó a través de este. Pudo escuchar, la verborrea del mercader quién la perseguía sin parar, y hacía sonar algunos disparos del arma que portaba anteriormente en su cintura. La muchacha se escondió entre algunos árboles, hasta que vislumbró una casa no muy lejos de la entrada del bosque. Era una vivienda de dos pisos, no tan humilde pero tampoco rayaba en la opulencia, pues al encontrarse en un bosque propiamente, su estilo era rústico. La italiana corrió hasta la puerta de la vivienda, cuyos candelabros se encontraban apagados, y comenzó a tocar la misma con fuerza.

― ¡Auxilio, por favor, ábranme! ― gritaba con desesperación, mientras golpeteaba a la puerta sin parar. A lo lejos, se escuchaban nuevamente los disparos del mercader quién continuaba en la búsqueda de su persona. Escuchó entonces, en el interior, que caminaba una persona a prisa rumbo hacia la puerta. Abrió la misma y rápidamente hizo entrar a la muchacha —He oído los disparos ¿Estás bien? ¿Te han herido? Debes estar muy asustada ―verbalizó una mujer de aproximadamente cincuenta años, quién con ropa de dormir, miraba extrañada y sorprendida a la muchacha. Esta última, entre llantos producto del susto, asintió perturbada ―Quieren matarme, es un ladrón. Me ha perseguido desde el pueblo ―fue lo primero que vino a su mente en respuesta a las palabras de la mujer.

―Descuida, aquí estarás a salvo. Ven conmigo ―con un tono de voz maternal, la desconocida posó uno de sus brazos por encima de los hombros de la valdobbiadenesa, adentrándola en la casa. Giró su mirada en la muchacha y se aseguró de que no estuviese herida ― ¿Cuál es tu nombre? ― preguntó con interés, mientras se desplazaban desde el salón de la casa, hasta lo que parecía ser una sala más pequeña pero con diferentes objetos curiosos y gran cantidad de frascos de vidrios. La pelirroja la miró, aún con sus ojos llenos de lágrimas y se encogió de hombros ― Allegra, Signora ― respondió con la voz trémula, mientras intentaba controlar su respiración.

Sin saberlo, esa casa y así mismo aquella mujer, cambiarían drásticamente el curso en la vida de la valdobbiadenesa.