Enfrentar el mundo sin ti

Volver a esa residencia, le ponía los cabellos de punta. Aún recordaba el día en que recibió la noticia de que su esposo e hijo, habían tenido un accidente de trafico. Ella se encontraba en la mansión de la Rue Saint-Dominique, preparando los últimos toque para que cuando sus dos amores llegaran del paseo, pudieran festejar el cumpleaños de su pequeño Michael. El pastel era de la mas afamada pastelería de la ciudad, los bocadillos habían sido preparado por su cocinera y toda la casa era inundada de risas de los sirvientes, quienes amaban a ésta pequeña pero feliz familia. Pronto los invitados comenzaron a llegar, los colegas de Eduard, que trabajaban con él en la universidad y llegaban con sus esposas e hijos de la edad de nuestro vástago. Mas las horas fueron pasando y no tenia noticias de ellos. El sol se había ocultado, cuando los amigos de mi esposo decidieron ir a buscarlos. Las mujeres intentaban darme animo, decirle que podían haberse retrasado comprando algún juguete o tomando algo en el café de París. Mas sabía bien que eso era imposible, - Eduard me lo hubiera dicho - había asegurado.

Dos horas después, y cuando todas las mujeres y los niños se habían retirado, tocaron a la puerta, Julia no esperó a que alguna de las doncellas atendiera la perta, desesperada corrió a la entrada, pero al abrir la puerta, se encontró con el semblante adusto del mejor amigo de su amado esposo. Sin que le dijera nada, supo que algo terrible había pasado. Entre las manos del caballero, estaba la galera de su esposo. la tomó y casi cae de rodillas, como si un rayo la hubiera traspasado. Comenzó a llorar desesperada, negándose a recibir la terrible noticia, aunque por su poder, había revivido lo que a su esposo le sucediera ese mismo día.  

Los días posteriores, los vivió como un autómata, realizando todo lo que se suponía debía hacer, comportarse y sufrir en silencio. Los entierros de sus dos amores, fueron interminable. Cuando luego de tres largos días, pudo estar sola nuevamente. Se dio cuenta que si no huía de allí, simplemente se quitaría la vida. Por esa razón, entró al convento, la madre superiora, era una amiga de la infancia, que la ver en el estado que ella se encontraba, decidió acogerla, haciéndola pasar como religiosa italiana, venida de Turin, aunque simplemente era una mujer destrozada mental y espiritualmente. Allí, fue curando sus heridas, hasta que luego de la visita de su querido Sebastian, supo que no podía seguir ocultándose del mundo y debería enfrentarlo, ya sin el amor y la presencia de su familia, sin su amado esposo y su adorado Michael.

Aquella madrugada de Verano, se preparó, tomó su pequeño bolso y cambió sus ropajes, por los de viuda, que una vez había usado, cuando entró al convento. Se despidió de su amiga, prometiendo volver a visitarla prontamente y tomó un carruaje de alquiler. El sol comenzaba a despuntar, cuando llegó a su hogar. Subió los escalones que daban a la puerta principal. Puso la llave en el picaporte, pero ésta se abrió. Sus doncellas, el ama de llave y la cocinera,, la esperaban, en fila, esperando que su ama regresara. Julia se emocionó, al igual que las mujeres, quienes rompieron el protocolo y la abrazaron, como si todas fueran hermanas, primas y sobrinas, sin división de castas y estratos sociales.


Continuará...