AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Delicada violencia {Aleeah y Lorraine}
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Delicada violencia {Aleeah y Lorraine}
Tenía ganas de perderlo todo, incluso la vida. El egoísmo se apoderaba de ella cuando la muerte parecía más interesante que una existencia que a ratos se volvía rutinaria y complicada. Necesitaba que algo extrajera de su mente el recurrente pensamiento de que una decisión debía ser tomada. Enamorarse es sólo un error, dejar que él se enamorara era otro incluso peor. Caminar de noche por París parecía un juego de niños cuando tu peor enemigo estaba dentro de tu propio pecho. Los pasos se sintieron más fuertes, ¿por qué antes no había notado el repentino silencio que había llenado el callejón? Están cerca, lo sé. Una sonrisa de lado apenas se asomó en su rostro cuando el viento movió la capa que traía sobre sus hombros, el escenario perfecto para lo que buscaba, y ella, que siempre era la atracción principal del espectáculo, necesitaba que así fuera. ¿Tendría ya fecha de vencimiento su tiempo como prostituta?
Vamos salgan, atáquenme, golpéenme, necesito algo, lo que sea, - mátenme…- lo último había salido como un susurro y en vez de espantarla había logrado otro efecto, sus pechos estaban duros como si la sola idea de verse desgarrada por dientes extraños pudiera excitarla. Era una enferma. Dos cosas la hacían sentir mejor cuando algún sentimiento negativo amenazaba con rondar por mucho tiempo. Uno, era una noche completa de sexo puro, salvaje, animal, escandaloso, que avergonzara incluso a quienes podrían escuchar en los alrededores del burdel. Otra, era estar demasiado cerca del peligro. Escuchar su propia respiración agitándose mientras se pregunta si el vampiro que bebe de ella la matará o no, sentir una daga rozando con su cuello cuando el cliente deseaba algo nuevo que incluía técnicas algo novedosas. La primera era imposible que pudiera obtenerla, la segunda, era lo que estaba buscando.
Era un bloque de piedra que después sería utilizado como banca para que las parejas disfrutaran de la vista en los atardeceres. A esta hora, en este lugar, parecía la exhibición de la mercancía en el mercado. Ella no era la única que estaba ahí, pero era la única que no lucía esa máscara de miedo en su rostro o por el lado contrario, facciones desgastadas por el tiempo que tenían las pocas prostitutas que seguían paseándose en busca de un hombre que pagara lo poco que cobraban. Las miró despreciativamente, mujeres como ellas era la real lacra de la sociedad, quienes ni siquiera eran capaces de darse un precio mayor para lograr el poder que aquella profesión les otorgaba. Era demasiado para personas que no podían manejarlo. El aire se llenó de su propia risa cuando recordó la gran suma que había dejado el cliente de la noche anterior sólo por que ella estuviera los apenas tres minutos que él había durado, triste, y al mismo tiempo, la mejor manera de gastarse el dinero.
Dejó caer la capa mientras el frío erizaba cada uno de sus folículos capilares, parecían como una exclamación aguda a la estupidez que estaba a punto de realizar. La luz de la luna iluminaba justo la pálida piel que se asomaba sobre algo que podía ser llamado un vestido. Claire era de esas mujeres que mostraba más de lo que vestía. Pero no esta vez, ahora el negro del terciopelo se mezclaba con los detalles en carmesí y algunas piedras bordadas completaban una pieza que en otras no hubiera lucido tan elegante. Lo mejor, era el corsé que aquellas telas escondían, todo en ella estaba siempre preparado para ser sacado con facilidad, prefería estar desnuda que seguir con todo eso que sólo la hacía sentir asfixiada. Soltar su cabello significó una ráfaga del olor a rosas con que solía lavarlo, dos noches atrás, uno de aquellos clientes de los que prefería no conocer su verdadera naturaleza, había pasado horas oliéndolo, metiendo la nariz y recorriendo con los dedos sus brillantes ondas castañas.
Tin, tin, tin. Un goteo. Hace semanas no llovía pese a estar en pleno invierno. Otro tin, tin, tin. No eran gotas suaves, caían como si fueran provenientes de un líquido espeso. – Sangre…- y una sonrisa iluminó su rostro. Levantó su nariz al cielo intentando captar algún rastro de aquel olor a fierro que pudiera llenar el aire. Nada, el viento parecía querer llevarse todo dejándola sólo con las ganas de la acción que andaba buscando. Se levantó olvidando la capa en el improvisado banco que había estado ocupando momentos antes. Necesito encontrarlos… ¿cuál era la real urgencia? Deshacerse de sus pensamientos antes de que la imperiosa necesidad de aquel hombre siguiera carcomiéndole las entrañas. La piel entre sus pechos comenzó a picarle recordando como aquella barba había estado ahí tantas veces. No, debía encontrar algo que pudiera evitar tener que ir a buscarlo y romper así con todas aquellas convicciones que había predicado siempre. –Prefiero morir…-
Vamos salgan, atáquenme, golpéenme, necesito algo, lo que sea, - mátenme…- lo último había salido como un susurro y en vez de espantarla había logrado otro efecto, sus pechos estaban duros como si la sola idea de verse desgarrada por dientes extraños pudiera excitarla. Era una enferma. Dos cosas la hacían sentir mejor cuando algún sentimiento negativo amenazaba con rondar por mucho tiempo. Uno, era una noche completa de sexo puro, salvaje, animal, escandaloso, que avergonzara incluso a quienes podrían escuchar en los alrededores del burdel. Otra, era estar demasiado cerca del peligro. Escuchar su propia respiración agitándose mientras se pregunta si el vampiro que bebe de ella la matará o no, sentir una daga rozando con su cuello cuando el cliente deseaba algo nuevo que incluía técnicas algo novedosas. La primera era imposible que pudiera obtenerla, la segunda, era lo que estaba buscando.
Era un bloque de piedra que después sería utilizado como banca para que las parejas disfrutaran de la vista en los atardeceres. A esta hora, en este lugar, parecía la exhibición de la mercancía en el mercado. Ella no era la única que estaba ahí, pero era la única que no lucía esa máscara de miedo en su rostro o por el lado contrario, facciones desgastadas por el tiempo que tenían las pocas prostitutas que seguían paseándose en busca de un hombre que pagara lo poco que cobraban. Las miró despreciativamente, mujeres como ellas era la real lacra de la sociedad, quienes ni siquiera eran capaces de darse un precio mayor para lograr el poder que aquella profesión les otorgaba. Era demasiado para personas que no podían manejarlo. El aire se llenó de su propia risa cuando recordó la gran suma que había dejado el cliente de la noche anterior sólo por que ella estuviera los apenas tres minutos que él había durado, triste, y al mismo tiempo, la mejor manera de gastarse el dinero.
Dejó caer la capa mientras el frío erizaba cada uno de sus folículos capilares, parecían como una exclamación aguda a la estupidez que estaba a punto de realizar. La luz de la luna iluminaba justo la pálida piel que se asomaba sobre algo que podía ser llamado un vestido. Claire era de esas mujeres que mostraba más de lo que vestía. Pero no esta vez, ahora el negro del terciopelo se mezclaba con los detalles en carmesí y algunas piedras bordadas completaban una pieza que en otras no hubiera lucido tan elegante. Lo mejor, era el corsé que aquellas telas escondían, todo en ella estaba siempre preparado para ser sacado con facilidad, prefería estar desnuda que seguir con todo eso que sólo la hacía sentir asfixiada. Soltar su cabello significó una ráfaga del olor a rosas con que solía lavarlo, dos noches atrás, uno de aquellos clientes de los que prefería no conocer su verdadera naturaleza, había pasado horas oliéndolo, metiendo la nariz y recorriendo con los dedos sus brillantes ondas castañas.
Tin, tin, tin. Un goteo. Hace semanas no llovía pese a estar en pleno invierno. Otro tin, tin, tin. No eran gotas suaves, caían como si fueran provenientes de un líquido espeso. – Sangre…- y una sonrisa iluminó su rostro. Levantó su nariz al cielo intentando captar algún rastro de aquel olor a fierro que pudiera llenar el aire. Nada, el viento parecía querer llevarse todo dejándola sólo con las ganas de la acción que andaba buscando. Se levantó olvidando la capa en el improvisado banco que había estado ocupando momentos antes. Necesito encontrarlos… ¿cuál era la real urgencia? Deshacerse de sus pensamientos antes de que la imperiosa necesidad de aquel hombre siguiera carcomiéndole las entrañas. La piel entre sus pechos comenzó a picarle recordando como aquella barba había estado ahí tantas veces. No, debía encontrar algo que pudiera evitar tener que ir a buscarlo y romper así con todas aquellas convicciones que había predicado siempre. –Prefiero morir…-
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Delicada violencia {Aleeah y Lorraine}
Plegarias
El demonio le susurra infernales versos al oído, sus palabras juegan con su mente, retorciendo sus sentidos, aspira el maldito aroma que se esparce a sus alrededores y nada… Ni siquiera ese estridente silencio le hace aparcar sus pensamientos de ese hombre. Esas torpes cadenas que sujetaban su cuerpo, que asfixian su ser; colapsan sin sentido ante una inhóspita mirada, su mirada. La melodía abismal se introduce hasta sus entrañas enloqueciendo su juicio, esta a punto de estar en un miserable alarido, en un grito despiadado que arrancará de su pecho la incertidumbre que vive allí, sin él… La posesión nuca fue más que un capricho, esta vez se le ha convertido en la única razón para continuar, y las carcajadas socarronas del maldito Hades resuenan en las cuatro paredes de su habitación, su eco regresa profesando los temores de una lamia ¿Puede el condenado sentir miedo? Para esa mujer, todo era posible… Un golpe en seco fragmenta en miles de piezas el espejo que se encontraba frente a Lorraine, su mano deja caer unas cuantas gotas sobre la mesilla tenuemente iluminada por el candil suspendido en el techo. El ruido llama la atención de sus sirvientes, esclavos que esperan ser más que una comida esta noche – ¡Largo! – Exclama aún cuando ni siquiera se han asomado por el umbral de la puerta, pero ella ya sabía que corrieron hasta sus aposentos. Los pasos se escabullen entre los pasillos, esa mujer derrotada por un ente diabólico, por su propio reflejo; suspira en la melancolía. Una serie de memorias se arremolinan en su cabeza, viajan desde el día en que llego a París, la laguna, el bosque… Sherant ¡Maldición! Su pensar era un mar infinito tan lleno de bestias, hambre y sed, que no puede ignorar. “Vamos de paseo Lorraine, lo necesitas…” Se dijo a si misma, al verse los residuos del espejo impregnarse en sus nudillos, los aparta de allí con un rugir en su pecho. La obscenidad de su lengua absorbe las gotas púrpuras de su piel, las saborea, se deleita con su propio veneno, mientras el bramido de sus recuerdos aún azota su espalda.
Se pone de pie en un estruendoso movimiento, la silla se cae al suelo y se parte en dos. Afuera parece ser que el viento ha adivinado sus acciones, le aúlla a un sol inexistente, suplica por las vidas que serán sacrificadas a cambio de su paz, de su tranquilidad ¿Cuántas cabezas serán suficientes para calmar a la bestia esta noche? Sin respuesta. Las cosas nunca ocurren como se planean y esta vez no sería excepción. Lorraine…. Su nombre se escapo entre los alaridos desconsolados de las ánimas atrapadas en su mansión al verle escapar de esa tonta cárcel. Su prisión diurna se había muerto en el crepúsculo, era hora del juego de su cacería, sin reglas, sin inhibiciones, sin sentido… ¿Existe algo más patético que dejarse corromper por la maldad para sentirse vivo? Sea cual fuese la respuesta, llegaría demasiado tarde. Su silueta atravesó la penumbra, su atavío se enredo entre las ramas de esos malditos árboles y la nieve se le impregno en los pies. Indiferente ante cualquier cambio de estación, sin sentir más nada que el ardor en su garganta; ignora el grito de la noche. Huele a miedo, los animalejos perciben el efluvio de la muerte que destila su cuerpo, esa pestilencia a sangre desde sus labios, ese maldito hedor que jamás desaparecerá de alguien como ella. “Uno, dos, tres…“ Cuenta. Inicia ese juego macabro en donde sólo una persona puede ganar y no se trata de un humano, lo cual nos deja únicamente con su fúnebre ritual. Su vagar le deposita en las zonas más alejadas de la ciudad. Un rastro, un perfume, una silueta y… el murmullo.
Sigue sus pasos de cerca, es la primera en ese laberinto de ruinas, no hay nadie más que la mirada de su presa. Dibuja una sonrisa en sus labios, ese estúpido perfume le atrae a sobre manera. No, no es el aroma que destila la fragancia utilizada sobre su cuerpo, es su propia esencia “Humanos, insisten en arruinar su propio efluvio, bañándose con uno artificial” Sabe que no hay nada mejor que el derroche en sus corazones, el sonido de su respirar y la ausencia de toda esperanza. Escucha sus palabras, son como el susurro del viento en una tarde de lluvia ¿Tarde? Aún las puede recordar sin esforzarse tanto, todos y cada uno de esos anocheceres en donde Lorraine simplemente era una humana siguiendo las ordenes de su “familia” ¡No más! A estas alturas de su existencia había aprendido que no tiene por que arrodillarse ante nadie, ahora era diferente y todos perecían ante ella. Solo un hombre la pudo dominar ¿En verdad la flagelo o es que ella se dejo? Un humor negro se ve en su rostro, el mismo que ahora se saboreaba con cada nueva brisa que le bañaba. Lleva hasta su boca esos dedos que acarician sus labios, endulzando, preparando el terreno que pronto se verá plagado con la sangre de un humano, ese líquido tan insignificante para algunos y la muerte para otros. Las suplicas que el demonio arrojaba hasta el cielo, a un Dios en el que nuca creyó fueron ignorados por completo, pero al parecer las plegarias de esa mujer extraña, si fueron escuchadas… No por Dios o la divinidad, los milagros no existen, las maldiciones sí y Lorraine, también ella es real. – Como prefieras linda – Se aparece tras su cuerpo, su vaho choca contra el cuello de la fémina, ese gélido aliento que eriza la piel y congela hasta el más valiente. Sus colmillos no desgarran la piel, su boca no se aferra a ella. Demasiado rápido como para disfrutar, su lema. El dedo índice de Lorraine dibuja una línea que va desde el hombro de la chica hasta su muñeca, la levanta con brutalidad y la muerde.
Se pone de pie en un estruendoso movimiento, la silla se cae al suelo y se parte en dos. Afuera parece ser que el viento ha adivinado sus acciones, le aúlla a un sol inexistente, suplica por las vidas que serán sacrificadas a cambio de su paz, de su tranquilidad ¿Cuántas cabezas serán suficientes para calmar a la bestia esta noche? Sin respuesta. Las cosas nunca ocurren como se planean y esta vez no sería excepción. Lorraine…. Su nombre se escapo entre los alaridos desconsolados de las ánimas atrapadas en su mansión al verle escapar de esa tonta cárcel. Su prisión diurna se había muerto en el crepúsculo, era hora del juego de su cacería, sin reglas, sin inhibiciones, sin sentido… ¿Existe algo más patético que dejarse corromper por la maldad para sentirse vivo? Sea cual fuese la respuesta, llegaría demasiado tarde. Su silueta atravesó la penumbra, su atavío se enredo entre las ramas de esos malditos árboles y la nieve se le impregno en los pies. Indiferente ante cualquier cambio de estación, sin sentir más nada que el ardor en su garganta; ignora el grito de la noche. Huele a miedo, los animalejos perciben el efluvio de la muerte que destila su cuerpo, esa pestilencia a sangre desde sus labios, ese maldito hedor que jamás desaparecerá de alguien como ella. “Uno, dos, tres…“ Cuenta. Inicia ese juego macabro en donde sólo una persona puede ganar y no se trata de un humano, lo cual nos deja únicamente con su fúnebre ritual. Su vagar le deposita en las zonas más alejadas de la ciudad. Un rastro, un perfume, una silueta y… el murmullo.
Sigue sus pasos de cerca, es la primera en ese laberinto de ruinas, no hay nadie más que la mirada de su presa. Dibuja una sonrisa en sus labios, ese estúpido perfume le atrae a sobre manera. No, no es el aroma que destila la fragancia utilizada sobre su cuerpo, es su propia esencia “Humanos, insisten en arruinar su propio efluvio, bañándose con uno artificial” Sabe que no hay nada mejor que el derroche en sus corazones, el sonido de su respirar y la ausencia de toda esperanza. Escucha sus palabras, son como el susurro del viento en una tarde de lluvia ¿Tarde? Aún las puede recordar sin esforzarse tanto, todos y cada uno de esos anocheceres en donde Lorraine simplemente era una humana siguiendo las ordenes de su “familia” ¡No más! A estas alturas de su existencia había aprendido que no tiene por que arrodillarse ante nadie, ahora era diferente y todos perecían ante ella. Solo un hombre la pudo dominar ¿En verdad la flagelo o es que ella se dejo? Un humor negro se ve en su rostro, el mismo que ahora se saboreaba con cada nueva brisa que le bañaba. Lleva hasta su boca esos dedos que acarician sus labios, endulzando, preparando el terreno que pronto se verá plagado con la sangre de un humano, ese líquido tan insignificante para algunos y la muerte para otros. Las suplicas que el demonio arrojaba hasta el cielo, a un Dios en el que nuca creyó fueron ignorados por completo, pero al parecer las plegarias de esa mujer extraña, si fueron escuchadas… No por Dios o la divinidad, los milagros no existen, las maldiciones sí y Lorraine, también ella es real. – Como prefieras linda – Se aparece tras su cuerpo, su vaho choca contra el cuello de la fémina, ese gélido aliento que eriza la piel y congela hasta el más valiente. Sus colmillos no desgarran la piel, su boca no se aferra a ella. Demasiado rápido como para disfrutar, su lema. El dedo índice de Lorraine dibuja una línea que va desde el hombro de la chica hasta su muñeca, la levanta con brutalidad y la muerde.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/02/2010
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Re: Delicada violencia {Aleeah y Lorraine}
La penumbra que cobija a los desposeídos, la tristeza que carcome a los desvalidos, la desesperación que embarga a los indebidos; el anhelo de los que sueñan, la alegría de los que saben y el deseo de los engreídos, se manifestaban a través de palabras, gritos, gemidos, murmullos y desvaríos que despotricaban siempre lo mismo, nada excitante, sorprendente o abrasivo y la monotonía comenzaba a aburrirle, las mismas miradas de pánico que adquirían los inútiles humanos que morían en sus manos y que no despertaban en ella el sanguinario deseo, se encontraban vacíos mucho antes de que ella los drenara.
Algo le faltaba y la ansiedad la carcomía por dentro, la desesperación se apoderaba de su cuerpo sin encontrar salida, matar ya no era suficiente para calmar la sed que le quemaba las entrañas y en definitiva los inmundos humanos que se cruzaban en su camino ya no tenían la vivacidad en la mirada que la provocaba para escuchar sus suplicas de caricias, sus ruegos de atención y sus plegarias para terminar con sus vidas.
Y así fue el demonio en pos de su propia satisfacción, del egoísmo de su cuerpo y emoción de su alma; ningún sonido la hacía vibrar, ningún aroma la enloquecía y ningún cuerpo la atraía lo suficiente; aspiró el espeso aire parisino intentando percibir, rebuscando de forma desesperada una nueva estela un halo delgado que… ¡ahí estaba!, respiró más profundo para no dejar escapar ni una mísera partícula del volátil aroma que jugueteaba a esconderse; enredándose en el sutil perfume de una creatura sin igual se apelmazaba la esencia de una igual, excitantes, únicas… lo que esperaba.
Apresuró su paso marcándolo como una estela que apenas roza el suelo, no perdería más tiempo, el unisono del tum-ta tum-ta cada vez iba acelerandoce; palabras al aire, súplicas de muerte esperando ser escuchadas y tomadas en cuenta ¿acaso aquella inocente creatura estaba realmente consciente de lo que pedía?, el oleaje que se formaba en la tela de su vestido le daba un aire fantasmal, su rojiza cabellera flotando al viento quemándolo a su paso, sonrió dejando ver sus afilados colmillos que refulgieron en las pupilas de la vampireza que se encontraba frente a la inocente mujer. Se posó a espaldas de la que firmaba su condena acariciando sus cabellos apartándolos de su cuello mirando la celestial figura del cuerpo de la nocturna.
-Haz hablado…hemos escuchado ¿qué tanto lo deseas?
Sonrió mirando la escena, no habría riñas sobre territorio puesto que lo que le importaba era tanto la mujer como la lamia, recorrió con su lengua sus labios esperando, ansiando sentir sobre ellos y por su garganta el dulzón sabor de la sangre que ahora cubría la piel de la muñeca lacerada que la bestia sostenía en alto.
Algo le faltaba y la ansiedad la carcomía por dentro, la desesperación se apoderaba de su cuerpo sin encontrar salida, matar ya no era suficiente para calmar la sed que le quemaba las entrañas y en definitiva los inmundos humanos que se cruzaban en su camino ya no tenían la vivacidad en la mirada que la provocaba para escuchar sus suplicas de caricias, sus ruegos de atención y sus plegarias para terminar con sus vidas.
Y así fue el demonio en pos de su propia satisfacción, del egoísmo de su cuerpo y emoción de su alma; ningún sonido la hacía vibrar, ningún aroma la enloquecía y ningún cuerpo la atraía lo suficiente; aspiró el espeso aire parisino intentando percibir, rebuscando de forma desesperada una nueva estela un halo delgado que… ¡ahí estaba!, respiró más profundo para no dejar escapar ni una mísera partícula del volátil aroma que jugueteaba a esconderse; enredándose en el sutil perfume de una creatura sin igual se apelmazaba la esencia de una igual, excitantes, únicas… lo que esperaba.
Apresuró su paso marcándolo como una estela que apenas roza el suelo, no perdería más tiempo, el unisono del tum-ta tum-ta cada vez iba acelerandoce; palabras al aire, súplicas de muerte esperando ser escuchadas y tomadas en cuenta ¿acaso aquella inocente creatura estaba realmente consciente de lo que pedía?, el oleaje que se formaba en la tela de su vestido le daba un aire fantasmal, su rojiza cabellera flotando al viento quemándolo a su paso, sonrió dejando ver sus afilados colmillos que refulgieron en las pupilas de la vampireza que se encontraba frente a la inocente mujer. Se posó a espaldas de la que firmaba su condena acariciando sus cabellos apartándolos de su cuello mirando la celestial figura del cuerpo de la nocturna.
-Haz hablado…hemos escuchado ¿qué tanto lo deseas?
Sonrió mirando la escena, no habría riñas sobre territorio puesto que lo que le importaba era tanto la mujer como la lamia, recorrió con su lengua sus labios esperando, ansiando sentir sobre ellos y por su garganta el dulzón sabor de la sangre que ahora cubría la piel de la muñeca lacerada que la bestia sostenía en alto.
Aleeah Cappelletti- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/10/2010
Edad : 347
Localización : Donde tu sombra se forme
Re: Delicada violencia {Aleeah y Lorraine}
¿Qué le importaba a ella seguir viviendo si en todo lo que creía parecía estar mal? ¿Para que seguir lamentando su existencia si desde antes de nacer estaba condenada? Tenía la piel escrita por todas partes, plumas de distintos dueños se había posado sobre ella para dejar la marca de su historia, sólo era cosa de ir quitando las capas que la cubrían y saber leerlas, nadie lo sabía, ese era el principal problema, nadie nunca había estudiando ese idioma para intentar poder lograrlo. Nadie tampoco quería hacerlo. Nigel. Nadie, mil veces nadie, a nadie le importaría si ella no vuelve a aparecer, nadie notaría hasta muchas horas después su ausencia, nadie iría a su funeral, nadie lloraría su pérdida, nadie culparía a Dios por habérsela llevado, nadie impediría que ella buscara lo que tanto deseaba. Nigel. Nadie es siempre nadie, aunque a ratos queramos darle un nombre y una cara. Nadie seguirá no teniendo ojos de océano profundo, sonrisa torcida, detalles únicos en el rostro, nadie no dejará de vivir mientras ella ruega porque alguien le permita morir.
Podría estar el mismísimo diablo vestido de mujer frente a ella y apenas si podría notarlo, podría ser Dios intentando hacerla cambiar de opinión, podría ser su madre, su hermana, el padre siempre ausente, el amor inexistente, podría haber sido cualquiera quien tomara su muñeca y comenzara a beber, ella a todos diría que sí, incluso sin escuchar una verdadera pregunta. Claire lo había pedido y estaba acostumbrada a recibir cada una de sus peticiones, a que alguien saltara antes incluso de terminar de nombrar sus caprichos. Claire sabía que mientras mantuviera la juventud en el rostro y las finas líneas en el cuerpo, podría conseguir cuanto quisiera. Casi podía escuchar las succiones de la vampira, pero ella sólo podía fijarse en sus gráciles movimientos, en esa pálida piel que parecía brillar por si misma y en la belleza de cada uno de sus detalles, las ganas de morir se vieron opacadas sólo un segundo por la envidia, sólo bastaba ese segundo para terminar de tomar una decisión de la que nunca se tuvo dudas.
Nunca antes había sido capaz de tocar el fuego sin quemarse, éste ni siquiera calentaba su piel, éste la congelaba y hacía que un escalofrío descendiera por el centro de su columna vertebral, logrando que sus dientes castañetearan una única vez, nervios, venas, vénulas, arterias, arteriolas, capilares y vasos linfáticos, hasta las dendritas de sus neuronas parecían estar poseídas por el frío, ese cabello tenía el color de las brazas ardientes y aquel cuerpo parecía haber salido del horno luego de haberse moldeado por manos expertas, ¿Por qué no se quemaba entonces? ¿Qué capricho de la misteriosa naturaleza no le dejaba morir calcinada por ese fuego que además pedía respuestas? Los labios secos deseaban encontrar la calma a la sed, a esa ansiedad de la misma forma en que lo hacía la mujer que tomaba aquel líquido de ella. –Déjame seca… el deseo no alcanza a cubrir lo que todo en mí lo implora… ¡Hazlo! ¡Háganlo! ¡Mátenme de una puta vez! – Risas sardónicas abandonaron sus labios que parecían hincharse más con la acidez de sus pensamientos - ¡Perdonen! Acá la puta soy yo…-
Levantó la otra muñeca y se la tendió a la nueva figura que la rodeaba, no era lo ideal, sabía que la cantidad de sangre ahí perdida sería menor, ella quería morir rápido pero aún así seguía sin ofrecerles su cuello, ¿será que su decisión aún no estaba del todo clara? – Vamos, tómala, ábreme las venas y toma lo que te doy, ¿para que quiero tanta sangre después de todo? – volvía a reír como si hubiese pronunciado lo más divertido que alguna vez escuchó en su vida. La silueta de esa mujer despertaba en Claire otra clase de sensaciones, podía sentir perfectamente claro el cosquilleo entre sus piernas, la forma en que su cuerpo reaccionaba como si ella por si misma fuera un estímulo, pretendía pensar que era eso más la mordida lo que la tenían así, siempre las había disfrutado especialmente cuando los colmillos se enterraban en esas venas que ahora su ropa interior cubría, tenía las marcas y tenía a algunos favoritos para que las hicieran, las ideas que rondaron su humana y frágil mente ahora fueron otras, ¿cómo sería tenerlas a las dos en la misma cama y dejar que su propia sangre cubriera su cuerpo y las blancas sábanas? Un gemido de oscuro y necesitado placer se escapó de su garganta desgarrando el silencio del aire.
Podría estar el mismísimo diablo vestido de mujer frente a ella y apenas si podría notarlo, podría ser Dios intentando hacerla cambiar de opinión, podría ser su madre, su hermana, el padre siempre ausente, el amor inexistente, podría haber sido cualquiera quien tomara su muñeca y comenzara a beber, ella a todos diría que sí, incluso sin escuchar una verdadera pregunta. Claire lo había pedido y estaba acostumbrada a recibir cada una de sus peticiones, a que alguien saltara antes incluso de terminar de nombrar sus caprichos. Claire sabía que mientras mantuviera la juventud en el rostro y las finas líneas en el cuerpo, podría conseguir cuanto quisiera. Casi podía escuchar las succiones de la vampira, pero ella sólo podía fijarse en sus gráciles movimientos, en esa pálida piel que parecía brillar por si misma y en la belleza de cada uno de sus detalles, las ganas de morir se vieron opacadas sólo un segundo por la envidia, sólo bastaba ese segundo para terminar de tomar una decisión de la que nunca se tuvo dudas.
Nunca antes había sido capaz de tocar el fuego sin quemarse, éste ni siquiera calentaba su piel, éste la congelaba y hacía que un escalofrío descendiera por el centro de su columna vertebral, logrando que sus dientes castañetearan una única vez, nervios, venas, vénulas, arterias, arteriolas, capilares y vasos linfáticos, hasta las dendritas de sus neuronas parecían estar poseídas por el frío, ese cabello tenía el color de las brazas ardientes y aquel cuerpo parecía haber salido del horno luego de haberse moldeado por manos expertas, ¿Por qué no se quemaba entonces? ¿Qué capricho de la misteriosa naturaleza no le dejaba morir calcinada por ese fuego que además pedía respuestas? Los labios secos deseaban encontrar la calma a la sed, a esa ansiedad de la misma forma en que lo hacía la mujer que tomaba aquel líquido de ella. –Déjame seca… el deseo no alcanza a cubrir lo que todo en mí lo implora… ¡Hazlo! ¡Háganlo! ¡Mátenme de una puta vez! – Risas sardónicas abandonaron sus labios que parecían hincharse más con la acidez de sus pensamientos - ¡Perdonen! Acá la puta soy yo…-
Levantó la otra muñeca y se la tendió a la nueva figura que la rodeaba, no era lo ideal, sabía que la cantidad de sangre ahí perdida sería menor, ella quería morir rápido pero aún así seguía sin ofrecerles su cuello, ¿será que su decisión aún no estaba del todo clara? – Vamos, tómala, ábreme las venas y toma lo que te doy, ¿para que quiero tanta sangre después de todo? – volvía a reír como si hubiese pronunciado lo más divertido que alguna vez escuchó en su vida. La silueta de esa mujer despertaba en Claire otra clase de sensaciones, podía sentir perfectamente claro el cosquilleo entre sus piernas, la forma en que su cuerpo reaccionaba como si ella por si misma fuera un estímulo, pretendía pensar que era eso más la mordida lo que la tenían así, siempre las había disfrutado especialmente cuando los colmillos se enterraban en esas venas que ahora su ropa interior cubría, tenía las marcas y tenía a algunos favoritos para que las hicieran, las ideas que rondaron su humana y frágil mente ahora fueron otras, ¿cómo sería tenerlas a las dos en la misma cama y dejar que su propia sangre cubriera su cuerpo y las blancas sábanas? Un gemido de oscuro y necesitado placer se escapó de su garganta desgarrando el silencio del aire.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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Re: Delicada violencia {Aleeah y Lorraine}
Dichoso es aquel que prueba bocado cuando esta hambriento, el que bebe agua cuando tiene sed, el que es alentado cuando necesita apoyo… el que muere en brazos de un ángel apiadándose de su miseria. Claro está, que Lorraine nunca ha sido una criatura con la compasión como carta de presentación. El río de sangre que fluye sobre el cuerpo de la cortesana, alimenta a los gusanos en la tierra cuando las gotas de ese líquido carmesí caen a esta, tiñendo con su apetecible color el suelo, envenenando el aire con su apreciable aroma. Los colmillos de Las entrañas de la vampiresa agradecen el alimento que ha de fortalecer su maldita existencia. Sus labios acaparan la muñeca de la humana, sus colmillos se aferran a su piel, sus pensamientos buscan el punto de comparación con esa sangre y los orgasmos que… No, no existe, pero aún así es buena y la comida no se desperdicia, entonces en este caso tampoco es prudente jugar con la comida, bueno esto es básico… a conveniencia de la fémina.
Las lenguas de fuego de un infierno no muy lejano a la realidad, se aparecen frente a ella. Tan llenas de vida que parecen quemar de verdad, pero no siente el calor cerca de su cuerpo, no hay ardor en su piel, entonces ese fuego no quema o ¿Si? Levanta la mirada, una vampiresa con belleza descomunal osa en aproximarse hasta su víctima, arremete contra ella como lo hizo Lorraine, esta al ver el atrevimiento deja de succionar la sangre de la cortesana. Observa con desdén a la pelirroja, increíble pero cierto… Existen mujeres en el mundo que son más hermosas que ella ¿más hermosas? No, no, no… se puede decir que igual, pero más. “oh vamos Lorraine, no te ciegues, lo sabes, acéptalo” Se dice a si misma, relamiendo sus labios para limpiar los residuos de la sangre que pudieron haberse destilado de sus fauces. En otro instante, habría decapitado a esa mujer con sus garras, pero le ha fascinado la osadía que tuvo, eso merece ser reconocido. Estuvo a punto de correr a los labios de la vampiresa para reclamarla como suya al igual que al mortal, pero fue interrumpida por las palabras de esta última – cállate desgraciada, te voy a hacer el favor y ¿me das ordenes? – La toma del cabello y la estruja con brutalidad, logrando que su cuello se coloque en una posición incomoda. Esto deja libre el camino hasta su yugular ¡Maldición! Lorraine quería jugar un poco más con el títere que le salió de la nada. Su lengua rosa con obscenidad el arco de su cuello, saboreando esa joya escondida bajo su piel – La muerte es una recompensa, independientemente de quien o que te mate… - Hace girar su cuerpo para que su rostro quede frente al suyo – No soy de las que dan obsequios – Un puchero y una sonrisa.
La decadencia se escribe de formas diferentes y se aprecia de distintas maneras. ¿Cuál es la correcta? No importa la respuesta, nadie puede decirlo si no le ha sobrevivido y Lorraine, vaya que si se trataba de una criatura con experiencia en ese aspecto. Suelta el cuerpo de la mujer con cierto desprecio, sus orbes se clavan en las pupilas de la otra vampiresa, no será difícil adivinar su pensamiento, en casos como este Lorraine es un libro abierto, descifrable para todo aquel que se atreva a hojearlo. El berrido de esa puta, le ha dado ideas que son un tanto descabelladas… ¿Morir en pleno orgasmo cuenta? ¿Qué tan condescendiente es eso? ¿Regalar una sonrisa cuando se decapita a alguien es permitido? No importa, no busca complacer a nadie más que a ella misma. ¿No es así como actúan todos los vampiros, egoístamente? Oh, no sólo ellos… Esa débil mujer con el deseo de morir inscrito en sus pensamientos, también es egoísta, pues estaba pensando en ella y su escape a este jodido mundo tan cruel… Curioso, la mayoría de las mujeres que critican a las cortesanas es porque envidian la libertad de lascivia que ellas poseen y esta… ¿Se quiere morir? Patético.
Las lenguas de fuego de un infierno no muy lejano a la realidad, se aparecen frente a ella. Tan llenas de vida que parecen quemar de verdad, pero no siente el calor cerca de su cuerpo, no hay ardor en su piel, entonces ese fuego no quema o ¿Si? Levanta la mirada, una vampiresa con belleza descomunal osa en aproximarse hasta su víctima, arremete contra ella como lo hizo Lorraine, esta al ver el atrevimiento deja de succionar la sangre de la cortesana. Observa con desdén a la pelirroja, increíble pero cierto… Existen mujeres en el mundo que son más hermosas que ella ¿más hermosas? No, no, no… se puede decir que igual, pero más. “oh vamos Lorraine, no te ciegues, lo sabes, acéptalo” Se dice a si misma, relamiendo sus labios para limpiar los residuos de la sangre que pudieron haberse destilado de sus fauces. En otro instante, habría decapitado a esa mujer con sus garras, pero le ha fascinado la osadía que tuvo, eso merece ser reconocido. Estuvo a punto de correr a los labios de la vampiresa para reclamarla como suya al igual que al mortal, pero fue interrumpida por las palabras de esta última – cállate desgraciada, te voy a hacer el favor y ¿me das ordenes? – La toma del cabello y la estruja con brutalidad, logrando que su cuello se coloque en una posición incomoda. Esto deja libre el camino hasta su yugular ¡Maldición! Lorraine quería jugar un poco más con el títere que le salió de la nada. Su lengua rosa con obscenidad el arco de su cuello, saboreando esa joya escondida bajo su piel – La muerte es una recompensa, independientemente de quien o que te mate… - Hace girar su cuerpo para que su rostro quede frente al suyo – No soy de las que dan obsequios – Un puchero y una sonrisa.
La decadencia se escribe de formas diferentes y se aprecia de distintas maneras. ¿Cuál es la correcta? No importa la respuesta, nadie puede decirlo si no le ha sobrevivido y Lorraine, vaya que si se trataba de una criatura con experiencia en ese aspecto. Suelta el cuerpo de la mujer con cierto desprecio, sus orbes se clavan en las pupilas de la otra vampiresa, no será difícil adivinar su pensamiento, en casos como este Lorraine es un libro abierto, descifrable para todo aquel que se atreva a hojearlo. El berrido de esa puta, le ha dado ideas que son un tanto descabelladas… ¿Morir en pleno orgasmo cuenta? ¿Qué tan condescendiente es eso? ¿Regalar una sonrisa cuando se decapita a alguien es permitido? No importa, no busca complacer a nadie más que a ella misma. ¿No es así como actúan todos los vampiros, egoístamente? Oh, no sólo ellos… Esa débil mujer con el deseo de morir inscrito en sus pensamientos, también es egoísta, pues estaba pensando en ella y su escape a este jodido mundo tan cruel… Curioso, la mayoría de las mujeres que critican a las cortesanas es porque envidian la libertad de lascivia que ellas poseen y esta… ¿Se quiere morir? Patético.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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