Familiarizándonos con el entorno [Gabriela Di Vicenzo - Libre]

Fue un día nublado, creo que era invierno, o quizás verano. Lo único que se, es que estaba en París.

Había conseguido abrirme paso por las sucias calles de aquella inmunda ciudad que tanto me fastidiaba, y, milagrosamente, mi carga se mantenía intacta. Tuve suerte, había conseguido que un buen samaritano me llevara hasta mi destino en su carro, a cambio de todas las monedas que me quedaban en el bolsillo. Joder, y como si de por si no tuviera hambre... Extraño los emparedados que probé cuando pase por las tierras de Sandwich, algún día espero volver a hacerme otro. Y seguro que podría, pues ahora que me habían contratado como el nuevo sepulturero en Montmartre, y considerando la cantidad de muertes que hay hoy en día en este lugar, seguro que no tardare en recuperar mi "fortuna". Aun así, eso no me parecía suficiente como para establecerme en un lugar como este. Quiero abandonar esta inmunda ciudad. Quiero irme de este país. Quiero volver a casa.

Mientras me debatía mentalmente, pude sentir como el pequeño Black olfateaba a su alrededor, acurrucado junto a mi equipaje, tratando de acostumbrarse al nuevo "hogar temporal". Las nubes anunciaban lluvia, así que lo mejor seria moverse rápidamente. Avance de a poco hacia el portal de Montmartre. Había nevado hace poco, así que el lugar tenia un hermoso, y a la vez lúgubre, aspecto invernal. Los pequeños faroles, apagados pues la temperatura impedía que las llamas en ellas se mantuvieran encendidas, brillaban por el hielo cristalizado en su metálica estructura, mientras que las tumbas eran ahora meros cúmulos de blanca, y en ocasiones amarilla, nieve. La casa del celador, en la que por el momento iba a alojarme hasta que encontraran a uno, era una pobre estructura de madera, al parecer diseñada solo para mantenerse en pie, sin ningún afán artístico. Deje mis cosas adentro de la única habitación de aquella casona, a un lado de la andrajosa cama y la estufa apagada, y le ordene al pequeño Black que buscara leña. El perro respondió con un refunfuñido y se alejo rápidamente de la casa, mientras que yo, armado solamente con un bastón largo y algo mohoso, me dispuse a inspeccionar un poco las tumbas.

Quizás no todos podían verlo, pero en aquel desolado paisaje, las almas de cientos de personas, sobre todo niños, vagaban tranquila y tristemente, algunas solo para salir de la rutina, otras para acostumbrarse a la idea de estar muertos; y un pequeño grupo de ellas aun no conseguia asimilarlo. Intentaban llamar la atencion de las personas que pasaban cerca del lugar, ignorando mi presencia, ya sea por el aura que me rodeaba. Todo era inútil, parecia que yo era el único que podia percibirlas. Sonreí algo amargamente, y luego me sente sobre una tumba, que al parecer se encontraba desocupada por el momento.

- Supongo que estoy bien aquí -musite- Siempre he pertenecido mas a los muertos que a los vivos...

El aparente silencio del cementerio no podía durar mucho. Al menos eso pensaba, y tenia razón pues fue roto rápidamente por un fuerte chapoteo, seguido de un murmullo de molestia. Iba a ir a investigar, pero aparentemente Black se me adelanto, corriendo a toda velocidad hasta llegar a la fuente del ruido, ladrando incesantemente. Con algo de pereza, como si estuviera obligado por algún desconocido código moral, fui a investigar, encontrándome con una joven que se encontraba tirada en el suelo, y que se levantaba lentamente. La mire de arriba a abajo, buscando alguna peculiaridad. A parte de su cabello rubio, no conseguí ver algo fuera de lo común, quizás solo una pequeña chispa de torpeza en sus ojos. Me acerque de a poco, tratando de ser caballeroso, mientras alejaba a Black usando mi bastón.

- Eh ¿estas bien? Vaya golpazo que te diste -reí un poco, divertido-

Mientras hablaba, las nubes habían cubierto por completo el cielo, pudiéndose escuchar varios truenos a lo lejos. Al parecer, estaba por llover. Los espíritus que creían estar vivos huyeron rápidamente a buscar refugio en MI casa, cosa que me molesto secretamente. Los demás, solo miraron al cielo, melancólicos y continuaron caminando. A veces desearía tener su indiferencia.

No esperaba encontrar a un hombre a estas horas del día en el cementerio, lo mas seguro es que fuera un empleado.
Sonrió con cierta vergüenza reflejada en su rostro a la vez que dejaba de luchar contra la tierra en su vestido, esas manchas serian casi imposibles de quitar, lo que la hizo lamentarse ya que era su prenda preferida.

- Creo que si ¿al menos no estoy muerta, verdad? - bromeo como respuesta a su pregunta, era muy común en ella pasar por situaciones como esta ya que solía caerse a menudo.

El cielo paso de estar completamente despejado a nublado en un solo instante, el ruido de los truenos daba cuenta de la fuerte tormenta que se avecinaba.

- El clima esta realmente loco últimamente - sonrió, abrazándose así misma debido al rápido descenso de la temperatura - lo mejor sera buscar pronto un lugar donde resguardarnos de la lluvia, por cierto soy Gabriella

- Ñeh, todos están locos en este país -suspire levemente, quitándome la gabardina que llevaba y poniéndola sobre ella, para evitar que se resfriara- hecho de menos a la madre Italia, allí al menos las calles no huelen a orina... oh, y perdona mi osadía, soy Solomon -hice una reverencia casi exagerada, como era mi costumbre- para servirte

Suspire, mirando la lluvia, mientras conducía a la joven hasta mi "casa", si es que podía llamarse así a esa pseudo-cabaña, y abría con cuidado la puerta. El pequeño Black, totalmente empapado, continuaba dando vueltas a nuestro alrededor, acostumbrándose de a poco a la presencia de la chica. Deje que ella entrara y me acerque lentamente a la estufa de un rincón, tratando de encenderla, sin éxito. Mientras lo hacia, intentaba con todas mis fuerzas ignorar a la gran cantidad de fantasmas que estaban en la casa, tratando de refugiarse de la lluvia. Lancé una mirada de molestia a mi espalda, ordenandoles en silencio que se fueran. No estoy seguro de que aura estuve emanando, pero los espectros obedecieron al instante, saliendo por la puerta con una expresión que casi alcanzaba para romperme el corazón... pero no alcanzaba.

- Ponte cómoda por ahí, no te preocupes, yo no voy a hacerte nada -suspire- estoy algo viejo para eso

- Di Vicenzo... me suena conocido -sonreí un poco, dejando en paz la estufa para sentarme en el suelo frente a ella- Aunque no estoy seguro la verdad, ha pasado mucho desde que me fui de Italia

Mientras conversábamos, algunos de los espíritus continuaban rondando por la casa, quizás tratando de que nos apiadáramos y los dejáramos entrar. Yo no quería, por lo menos no todavía, compartir mi hogar con un espectro, y dudaba bastante que esta joven pudiera ver todo lo que ocurría, así que simplemente trate de ignorarlos.

- Mmm... sip, yo trabajo aquí -suspire, mirando por una ventana- soy el nuevo sepulturero, desde hace... 10 minutos -deje escapar una risa leve- no es el trabajo mas agradable que hay, pero bueno... supongo que esta bien

Pude ver como los espíritus empezaban a golpear las ventanas, enojados. Algunos simplemente no tenían la fuerza como para hacerse notar, pero un par de ellos logro hacer un molesto ruido en los cristales. Trate de disimular mi molestia, carraspeando un poco y fingiendo inclinarme para toser. Aproveche un momento en el que el ruido de las ventanas y los truenos eran tales que no podía oírse nada con claridad, para pronunciar un par de frases en Latin y a continuación lanzar una furibunda mirada a las ventanas, apuntando con un solo dedo hacia los "entes" que se habían reunido allí. Con una especie de "onda de energia", repeli rápidamente a todos los seres espectrales que estaban a nuestro alrededor, los cuales, al observar esa fuerza, se alejaron aterrados a toda velocidad. Espero que la joven no haya visto eso.

- Estos bandalos de hoy... -suspire- ... ¿Y que me dice usted, Srta. Gabriela? ¿En que trabaja?

- ¡Cualquier trabajo es digno! concuerdo en que tal vez no sea de lo mas agradable, pero en estos tiempos es muy difícil conseguir algo mejor y mas siendo extranjero - respondió seguido de un suspiro, era la cruda realidad.

Un insistente ruido comenzó a hacerse presente, se escuchaba como golpeaban con furia las ventanas, pero no había nadie fuera y definitivamente no era tan tonta como para creer que solo era el viento.
Dentro de esa cabaña, podía sentir la fuerte presencia de unos poderes, Gabriella miro al hombre con curiosidad, todo emanaba de el.

Se inclino aparentemente para toser, pero tan rápido como lo hizo los golpes cesaron.

- Parecían bastante molestos - todavía no iba a decir nada de lo que sabia, quería comprobar que mas podía hacer - ¿Ir por las calles preguntándole a las personas si quieren saber su futuro puede ser considerado un empleo? - rió - en realidad creo que no soy tan diferente a esos "bandalos" que tu nombras, he llegado incluso a robar - confeso sin un rastro de arrepentimiento en su rostro, todo fuera por sobrevivir.

- Pero puedes quedarte tranquilo, que no voy a quitarte nada - le aseguro casi en un tono cómico.

- Oh, así que estoy en presencia de una oráculo ~ -reí un poco mas, mirándola- Eso si que parece interesante, me gustaría poder ver el futuro... y, sobre lo de robar, descuida -le sonreí- no hay nada mas que puedan quitarme

El ruido de la lluvia inundaba todo el cementerio. Las gotas caían suavemente desde el cielo, limpiando la nieve de cada rincón del lugar. Sonreí levemente, algo calmado por el ruido del agua, y me levante de a poco para acercarme nuevamente a la estufa. Dedique un par de miradas disimuladas hacia Gabriela, aun pensando en lo que me había dicho ¿Ver el futuro? Bueno, eso es algo que mucha gente dice poder hacer, aunque tenia deseos de averiguar si ella solo era una estafadora mas.

- Y dime... ¿Es cierto eso de que vez el futuro? ¿O solo es un truco de tu repertorio? -le hablaba sonriendo, como si su actuar en realidad no me afectara demasiado- ¿Tienes hambre? Creo que aun tengo algo por ahí que podría servir para comer.

Hurgue algo ansioso en mi gran maleta, aprovechando para desempacar las cosas que traía. Un par de ropajes, de no muy buena calidad, que había dejado a un lado, algunos recuerdos que había tomado durante el viaje por Asia, y un saco con comida, dentro del cual solo quedaban algunas rebanadas de queso, mortadela y un pan francés. Afortunadamente todo continuaba relativamente fresco, y había conseguido salvarlo de la lluvia. Separe el saco de alimentos del equipaje, dejando en mi maleta todos los libros de Alquimia, Nigromancia y Hechizeria que habia logrado recolectar. No me importa lo confiable que me pareciera esta chica, esas eran cosas que no podian ser mostradas a nadie.

- ¿Que te parece un sandwich? -prepare rápidamente el empareado, partiendo el pan en 2 mitades y luego dividiéndolas otra vez por la mitad, poniéndoles mortadela y queso a cada uno y luego dejándolos sobre un rudimentario plato de madera, que acerque de a poco a la señorita- Este si es un curioso invento, se le ocurrio a un Conde por allá en Gran Bretaña ¿ Irónico, no? Que los nobles por fin hagan algo por el pueblo -reí irónicamente, para luego darle una mordida a mi sándwich- mmm... no es lo mejor del mundo, pero calma el hambre.

Se removió del sillón al escuchar su pregunta, seguramente sospechaba que era una estafadora y no lo culpaba por eso, no seria la primera persona que lo pensara.

- La típica pregunta, yo puedo decirte que si, si puedo verlo, pero esta en ti el creerme o no - sonrió.

Su estomago respondió antes que ella misma, no había comido nada en todo el día y la verdad es que si, estaba hambrienta.

- Ahora que lo mencionas, podría comerme cualquier cosa - mientras Solomon se encargaba de preparar el tan famoso "sándwich" la rubia mantenía su mirada fija en la maleta, presentía que dentro de ella podrían haber un par de cosas sumamente interesantes.

- Gracias - acepto el emparedado terminado e inmediatamente le dio la primera mordida, tenia que admitir que estaba realmente delicioso - es de lo mejor que he probado últimamente.

Después de meditarlo durante varios minutos en silencio, se le ocurrió una forma para revisar el interior de aquella maleta, ya luego le diría toda la verdad, primero quería calmar su curiosidad.

- ¿Sabes? creo que he olvidado algo ahí afuera, tu conoces este lugar mejor que yo ¿podrías ir a buscarlo? - como toda buena gitana, también sabia persuadir.

Me reí levemente, sonriendo ante la aparente "torpeza" de esta joven. No hice mas comentarios sobre sus poderes, por lo ultimo que había dicho, puedo sospechar que la pequeña se había sentido algo mal con mi pregunta. Suspire, levantándome y mire a Black, que dormía perezosamente a un lado de Gabriela. Lo tome en mis brazos y luego lo deje en el suelo, justo abajo de una gotera. El contacto con el agua lo obligo a despertar.

- Puede que la lluvia arruine su olfato, asi que no se si pueda encontrar tus cosas a ciegas... Si me dijeras que necesitas que busque, quizás sea algo mas fácil ~~

Sonreí sarcásticamente, mientras la lluvia continuaba golpeando el débil techo de la casa. Afortunadamente, y a pesar de las múltiples goteras, la casa parecía resistir. Aun así, compadezco al pobre sujeto que tuvo que estar aquí antes que yo. Me levante perezosamente, terminándome mi Sandwich, mientras tomaba mi bastón y llamaba a Black, que nuevamente se había ido a olfatear a Gabriela, para que regresara a mi lado. Su insistente interés en ella, despertaba una gran curiosidad en mi. Empezaba a creer que realmente había algo extraño en ella.

Lo cortes no quita lo valiente. Al menos eso es lo que se decía mucho por mi casa.

Si lo pienso bien, no creo que muchos de los grandes héroes de la guerra hayan sido personas en extremo caballerosas, de ese tipo de hombres capaces de aventurarse en un lluvioso paisaje para darle una sonrisa a su dama. Si es así, entonces ¿Porque demonios hago yo esto? No tengo ni la menor idea...

Estaba lloviendo, y realmente a cantaros, y yo caminaba como estúpido por los senderos del cementerio, tratando de no resbalar con la nieve derretida. Llegue hasta el lugar donde habíamos encontrado a la joven tirada. Black olfateo, al parecer el agua no influía en como el percibía el entorno, y luego camino lentamente, a travez de las tumbas, siguiendo el camino que ella debió haber tomado. Llegamos hasta el portón del cementerio, sin rastros de ninguna joya o collar perdido. Hipótesis, 2: Primero, la muy torpe pudo haberlo perdido antes de llegar, o, Segundo, La muy desgraciada me quería fuera de la casa.

- Jeh... amo a esa chica

Camine con rapidez, mas sin hacer mucho ruido, intentando llegar a la casa sin que ella se diera cuenta. Abrí lentamente la puerta, y mire hacia adentro, sonriendo.

- ¿Te gusta lo que vez, linda?

Gabriella carecía de escrúpulos, sobre ella regia la curiosidad y la impulsividad y por eso una vez que se entusiasmaba con algo, era difícil conseguir que lo dejara, este era un caso.
No paraba de leer linea por linea de cada libro, todo aquello le parecía increíble, no esperaba que existieran tantas clases de hechizos.

- Como quisiera poder hacer aunque fuera una mínima parte de todo esto - termino con el libro de Hechicería y se dispuso a comenzar con el de nigromancia cuando entonces la característica voz de Solomon se hizo presente en toda la casa, no había escuchado el ruido de la puerta al abrirse.
Se apresuro a meter todo en la maleta de forma casi desesperada, aunque ya era demasiado tarde.

- Veras - sonrió nerviosa, yendo hacia el - en realidad ya sabia que tu bueno...tenias ciertos poderes, desde el momento en que hiciste ese conjuro para que los ruidos de las ventanas pararan - se revolvió el cabello con fuerza, no tenia idea de que excusa dar.

Engañado por una mujer... Bueno, no es la primera, ni la ultima ocación en la que va a pasar. Digo, uno por lo general se emboba con estas brujas... oh vaya, que ironía que yo diga eso.

- ¿Has oído del refrán "La curiosidad mato al gato"? -me le acerque poco a poco, mostrando, quizás por primera vez en mucho tiempo, una gran seriedad en mi rostro- ¿Porque estas hurgando en mis cosas?

Ella decía haberse percatado de mis "poderes" desde antes de todo el asunto. Eso comprobaba que no era una chica cualquiera, pero me seguía molestando el hecho de que decidiera hurgar ella misma en mis cosas sin considerar mi opinión en el asunto. Suspire, arrebatandole el libro que tenia entre sus manos y luego mostrándoselo, para ver si es que ella podía ver en lo que se estaba metiendo. Era un texto bastante antiguo, de tapas de cuero animal, y que se titulaba con letras doradas "Nigromancia aplicada", de Johann Fausto I.

- Mira... No me molesta que me pillaras "In fragganti", pero si que no me pidieras permiso antes... Puedes leer lo que quieras de los otros libros -sonreí un poco mas abiertamente- pero nunca, NUNCA, toques los de Nigromancia. Estas advertida -guarde nuevamente el libro en la maleta- No seré yo el que responda si lo haces ¿Entiendes?

Me aleje un poco, dándole la espalda y mirando por la ventana, pensativo. Quizás sea la primera persona que tenia pruebas contundentes para decir que yo era un Brujo. No tenia mucho miedo a que se las diera de pregonera y dijera lo que había visto ahora a todo el mundo, ya he huido de muchos pueblos donde me acusaban de herejía con pruebas menores que esta. Suspire pesadamente, pensando en que ya tendría que abandonar nuevamente este pueblo para seguir viajando... el problema es que ahora no tenia mucho con que ayudarme.

- Ah, y por si aun lo dudas, si... -la mire, sonriendo sinceramente- Soy un Brujo.

- Bueno... he de creer en tu palabra -le sonrei, tranquilo- pues si no lo haces, me veré obligado a matarte e incluirte en mi legión de Zombies ... muahahahahahaha... -fue una coincidencia divertida que, justo en el momento en que me reía, un trueno se hizo sonar estruendosamente- ... vaya, que oportuno... como sea, solo es una broma, no me van los zombies...

Sonreí y me deje caer en el sofá, aun mirando a Gabriela y pensando bien en mi decisión. Bueno, en contra tenia que ya me había mentido una vez, y que había admitido que le gustaba embaucar a la gente. Y a favor... bueno, tenia ese rostro de cachorro arrepentido y mojado. Quizás fue eso, y el hecho de que si mentía tenia mas argumentos para eliminarla y tomar su alma cual juguete en estantería, lo que me hizo decidir el creerle definitivamente.

- Mmm.. pero aun hay algo que me escama.. dime -la mire, seriamente- ¿Como es que supiste que era un Brujo? Digo, no todos se dan cuenta de los hechizos que hago

- Vaya gitana que resultaste ser, otra persona en tu lugar hubiera tomado el libro y huido -reí nuevamente- Me caes bien, Gabi~~

Observe por la ventana, distraído. La lluvia empezaba a cesar lentamente, y las nubes avanzaban de a poco por el cielo, dejando algunos fragmentos de cielo sin cubrir. En aquellas zonas, se podía ver claramente el cielo nocturno, y varias estrellas. Al parecer ya había anochecido. Sonreí de oreja a oreja, abriendo las puertas y ventanas y observando como los espíritus empezaban a movilizarse mas animadamente por el cementerio. Algunos incluso se sentaban y charlaban, como si fueran meros seres vivos.

- Vaya, ya se ha hecho tarde ¿ Volverás a tu casa de noche? No se si sea una buena idea, digo... si hay algo a lo que se debe temer es a los propios seres humanos

Con el tiempo, las nubes finalmente se retiraron del cielo por completo, dejando a Paris iluminada por las estrellas, y la luna llena que se podía ver desde casi cualquier lugar. La temperatura había disminuido bastante, aunque la verdad, no estaba seguro que si era por el clima, o por el hecho de que los espíritus se habían arremolinado nuevamente alrededor de Gabriela, pasando de mi e intentando llamar su atención con gestos y gritos. Me pregunto si debería decirle... Nah, se asustaría. Simplemente observe la situación, sonriente.