AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
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Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
En el pórtico del palacio se erguían imponentes los guardianes de la corte, impávidos en los almidonados uniformes, comandaban la seguridad de una de las residencias Fontaine. Adentro… en los lúgubres confines de mármol, oro y estampa… a lo largo de un interminable alfombrado, se alzaba una gruesa puerta doble de madera tallada, donde atrás aguardaba el barroco despacho del líder de una nación de históricas prosapias.
Versalles… cuna de líderes desde épocas atemporales, enclaustraba un nuevo pero nefasto secreto, un soberano de contaminada esencia. De humildad aparente, pero primitivo espíritu, se hallaba descansado en el sillón de terciopelo, y faltaban un par horas para que los sirvientes pudieran abrir los vastos cortinales del cuarto, cuando de los tensos labios del monarca surgió una imperiosa petición:
-Traed la cena…- ordenó a uno de los sirvientes que se hallaban de pié a un lado de la puerta en predispuesta utilidad, el insípido sujeto ante el temor atinó a dar un trago de saliva, a sabiendas de lo que la órden implicaba... el líquido vital que saciaría el apetito del rey. Solo pocos miembros del personal de servicio, al igual que la soberana compañera del Abélard, eran los únicos que se hallaban al tanto de los últimos acontecimientos dentro del palacio, lo cual era apropiado, dadas las funestas circunstancias.
Con semblante exacerbado, Abélard apretujaba una pluma con la que hacía girones de tinta en un importante documento a firmar, algunos títulos de propiedad a alguna que otra familia acaudalada que promovían inversiones dentro de sus negocios. Mientras la oscuridad de la habitación se veía interrumpida por la improlíja luz de los altos candelabros que pendían cristales tintineantes, una turbia premonición invadía su mente, al mismo instante en que trazaba la firma real seguida del sello lacrado.
Sintió los pasos del mayordomo aproximarse aun cuando se hallara a dos pisos de distancia, y acumulando el documento en la cima de la pila, giró el sillón en dirección al ventanal cubierto.
-Marcus… habéis cedido tanto… y en vano - pensó mientras jugaba con la pluma entre los dedos, viendo ínfimos rayos del sol filtrarse en las aberturas de las telas, sin que llegaran a tocar su cuerpo -Pensasteis que tu maldición acarrearía desgracias sobre la nación… no he perdido más que la luz del día, y a cambio… he ganado perenne existencia, conservado el amor de mi familia, y obtuve los medios para perpetuar mi reinado- Una curva sonrisa se dibujó en los alargados rasgos de Abélard, quien recordaba complacido el altercado con su guillotinado hermano, quien en rumor de conspiración intentó arrebatarle el trono.
El empleado ingresó a la habitación cerrando cuidadosamente las puertas, y con tembloroso pulso acercó la bandeja con la copa de líquido carmesí haciendo una pequeña reverencia.
-Aquí tiene, su Majestad – repuso sin levantar la mirada.
Abélard tomó la copa entre sus dedos y poniéndose de pié, se dirigió fuera del despacho, dejando como última orden que abrieran las cortinas. En amplios pero pausados pasos, caminó por el castillo, deseando hallar en el transcurso a la soberana de su consumida alma, o quizás a alguno de sus amados hijos. Sabía que en algunas horas debía partir a una de sus reuniones aristócratas nocturnas, pero únicamente agrietaba sus agendas a favor de su tan amada familia.
Versalles… cuna de líderes desde épocas atemporales, enclaustraba un nuevo pero nefasto secreto, un soberano de contaminada esencia. De humildad aparente, pero primitivo espíritu, se hallaba descansado en el sillón de terciopelo, y faltaban un par horas para que los sirvientes pudieran abrir los vastos cortinales del cuarto, cuando de los tensos labios del monarca surgió una imperiosa petición:
-Traed la cena…- ordenó a uno de los sirvientes que se hallaban de pié a un lado de la puerta en predispuesta utilidad, el insípido sujeto ante el temor atinó a dar un trago de saliva, a sabiendas de lo que la órden implicaba... el líquido vital que saciaría el apetito del rey. Solo pocos miembros del personal de servicio, al igual que la soberana compañera del Abélard, eran los únicos que se hallaban al tanto de los últimos acontecimientos dentro del palacio, lo cual era apropiado, dadas las funestas circunstancias.
Con semblante exacerbado, Abélard apretujaba una pluma con la que hacía girones de tinta en un importante documento a firmar, algunos títulos de propiedad a alguna que otra familia acaudalada que promovían inversiones dentro de sus negocios. Mientras la oscuridad de la habitación se veía interrumpida por la improlíja luz de los altos candelabros que pendían cristales tintineantes, una turbia premonición invadía su mente, al mismo instante en que trazaba la firma real seguida del sello lacrado.
Sintió los pasos del mayordomo aproximarse aun cuando se hallara a dos pisos de distancia, y acumulando el documento en la cima de la pila, giró el sillón en dirección al ventanal cubierto.
-Marcus… habéis cedido tanto… y en vano - pensó mientras jugaba con la pluma entre los dedos, viendo ínfimos rayos del sol filtrarse en las aberturas de las telas, sin que llegaran a tocar su cuerpo -Pensasteis que tu maldición acarrearía desgracias sobre la nación… no he perdido más que la luz del día, y a cambio… he ganado perenne existencia, conservado el amor de mi familia, y obtuve los medios para perpetuar mi reinado- Una curva sonrisa se dibujó en los alargados rasgos de Abélard, quien recordaba complacido el altercado con su guillotinado hermano, quien en rumor de conspiración intentó arrebatarle el trono.
El empleado ingresó a la habitación cerrando cuidadosamente las puertas, y con tembloroso pulso acercó la bandeja con la copa de líquido carmesí haciendo una pequeña reverencia.
-Aquí tiene, su Majestad – repuso sin levantar la mirada.
Abélard tomó la copa entre sus dedos y poniéndose de pié, se dirigió fuera del despacho, dejando como última orden que abrieran las cortinas. En amplios pero pausados pasos, caminó por el castillo, deseando hallar en el transcurso a la soberana de su consumida alma, o quizás a alguno de sus amados hijos. Sabía que en algunas horas debía partir a una de sus reuniones aristócratas nocturnas, pero únicamente agrietaba sus agendas a favor de su tan amada familia.
Abélard Fontaine2- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 10/12/2010
Re: Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
Tres días habían sido los transcurridos desde la charla que con la soberana Geraldine y aun así, todavía albergaba la desazón de aquel encuentro. Me había lanzando a largas cabalgatas matutinas, paseos de improviso con la primera condesa que me topara, había faltado a las oraciones y a cualquier comida familiar excusándome de mi labor de organizadora de un baile. Pareciera que tratara de huir de la mirada santa de mi madre mientras las marcas de mis perfidias recientes aun sangraran.
Esta misma actitud evasiva de mi parte provocaba que el conocimiento sobre la respuesta del rey en cuestión a mis deseos, se mantuviera anónima. Dudaba mucho que hubiera rechazado nuestro deseo de realizar el baile, jamás lo hacia. Sin embargo las invitaciones ya estaban sobre mis manos… y se requería del sello real.
Escoltada por mis damas de antaño, marche a los aposentos de trabajo del monarca. Pasaba de la puesta de sol, y era la hora que todos sabíamos los consejeros y embajadores podían llegar a exponer sus problemáticas u disposiciones, era la hora de tomar decisiones... Como era de esperarse dos guardias custodiaban la entrada real, cual gárgolas de Notre Dame con sus cuerpos en tensión y sus expresiones frías. Me acerque a ellos y recibí con cierta impaciencia sus reverencias.
--- Su Majestad Fontaine, recién se ha retirado de su despacho, Princesa--- Me anuncio uno en tono humilde, mis labios inevitablemente se tensaron creando una mueca disconforme --- Se ha marchado en aquella dirección--- Señale el pasillo izquierdo---, rumbo a los jardines, si gusta…
---No--- Respondí tajante, volviéndome a una de mis damas y entregándole el cumulo de invitaciones---. Llévaselas a la Reina. Dile que requieren del sello y que es importante que se envíen a más tardar mañana. Yo misma iré a buscar a mi padre--- La palabra sonaba extraña, casi chusca viniendo de unos labios que pocas veces la pronunciaban. Marche con cierta premura, pasando por varias estancias hasta llegar a la Salón de la Paz, donde una figura elegante y oscura le pasaba de largo --- ¡Su majestad! --- Le llame con voz humilde, deteniéndome a medio pasillo y esperando una señal de reconocimiento---. Me sorprende verle solo y fuera de su despacho a estas horas, le he estado buscando.--- Explique, tomando un poco mi vestido para permitirme darle una reverencia muy breve.
En otro tiempo, el estar solo era casi una broma de mal gusto, de tiempo en adelante el rey había comenzando a permitirse mas privacidades. Seguramente muchos lo criticaron, pero nadie se atrevía a contradecir sus órdenes. Todo Versalles casi se había resignado a las excentricidades de sus soberanos.
Esta misma actitud evasiva de mi parte provocaba que el conocimiento sobre la respuesta del rey en cuestión a mis deseos, se mantuviera anónima. Dudaba mucho que hubiera rechazado nuestro deseo de realizar el baile, jamás lo hacia. Sin embargo las invitaciones ya estaban sobre mis manos… y se requería del sello real.
Escoltada por mis damas de antaño, marche a los aposentos de trabajo del monarca. Pasaba de la puesta de sol, y era la hora que todos sabíamos los consejeros y embajadores podían llegar a exponer sus problemáticas u disposiciones, era la hora de tomar decisiones... Como era de esperarse dos guardias custodiaban la entrada real, cual gárgolas de Notre Dame con sus cuerpos en tensión y sus expresiones frías. Me acerque a ellos y recibí con cierta impaciencia sus reverencias.
--- Su Majestad Fontaine, recién se ha retirado de su despacho, Princesa--- Me anuncio uno en tono humilde, mis labios inevitablemente se tensaron creando una mueca disconforme --- Se ha marchado en aquella dirección--- Señale el pasillo izquierdo---, rumbo a los jardines, si gusta…
---No--- Respondí tajante, volviéndome a una de mis damas y entregándole el cumulo de invitaciones---. Llévaselas a la Reina. Dile que requieren del sello y que es importante que se envíen a más tardar mañana. Yo misma iré a buscar a mi padre--- La palabra sonaba extraña, casi chusca viniendo de unos labios que pocas veces la pronunciaban. Marche con cierta premura, pasando por varias estancias hasta llegar a la Salón de la Paz, donde una figura elegante y oscura le pasaba de largo --- ¡Su majestad! --- Le llame con voz humilde, deteniéndome a medio pasillo y esperando una señal de reconocimiento---. Me sorprende verle solo y fuera de su despacho a estas horas, le he estado buscando.--- Explique, tomando un poco mi vestido para permitirme darle una reverencia muy breve.
En otro tiempo, el estar solo era casi una broma de mal gusto, de tiempo en adelante el rey había comenzando a permitirse mas privacidades. Seguramente muchos lo criticaron, pero nadie se atrevía a contradecir sus órdenes. Todo Versalles casi se había resignado a las excentricidades de sus soberanos.
Lydia Sforza- Humano Clase Alta
- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 30/12/2010
Edad : 32
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Re: Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
El estampar de las zuelas de aquellos satinados zapatos repiqueteaban el eco de pasos tranquilos a lo largo de un ala casi vacía de Versalles. El monarca había solicitado que a determinado horario del día, la zona baja del palacio fuera deshabitada por la servidumbre, no solo para poder gozar de una efímera privacidad consigo mismo, sino cuando aquellas relajantes caminatas de la mano de su amada, se permitieran ser...
El protocolo que rodeaba sus costumbres, afectaban con precisión hasta los deseos de vivir un romance simple, es por ello que cuando el ocaso hacía su entrada triunfal, se permitían escapar de las reglas de pompa y estampa. Aún cuando su esencia hubiera mutado, los sentimientos hacia su amada familia eran férreos y puros, tanto así que sacrificaba aquellos imperiosos deseos de frecuentarlos a diario, por el temor de que su nueva realidad pudiera dañarlos... era un precio que no deseaba pagar.
Había pasado por alto la petición de un baile, pues su aparición en público no parecía conveniente dado los últimos rumores de conspiración, pero internamente consideraba la opción de que sus aliados acudieran, quizás allí se develarían los siguientes pasos a seguir...
Una vez cruzó el umbral hacia los jardines, el rumor de que no se hallaba solo se hizo presente casi de manera instantánea... Su vampírico instinto podía percibir un aroma de mancebía salvaje pero cálida, de impavidez juvenil impreso por un alma noble pero aventurera, Abélard transformó la mueca en sonrisa al hallarse seguro de quien lo seguía, haciendo que la dulce y serena voz confirmaran su alegría:
-¡Su majestad! Me sorprende verle solo y fuera de su despacho a estas horas, le he estado buscando.-
Giró en dirección a su hija, y observando la sutil reverencia, sonrió ampliamente. Desde su acaecer como humano, nuevas concepciones habían tocado de cerca su visión, mucho de lo protocolario le parecía ridículo, aunque a veces necesario a la hora de imponer liderazgo, pero dentro de su círculo particular ver a sus hijos y a su amada hacer reverencias frente a su persona, le impedían dejar de contemplar tales actos como curiosos.
Inclinó el rostro en señal de aceptación, no deseaba contagiar con inseguridades a su hija por lo que respondió sin vacilar:
-Princesa mía...- dijo sonriente... allí, como una flor de loto, se hallaba varada en una distancia acuosa entre ambos, hubiera deseado ser más elocuente frente a ella, puesto que hallaba debilidad en su hija, el cariño lo cegaba, pero se mantenía lejano aun en contra de sus más internos deseos.
-¿Qué puedo hacer por ti...?- repuso caminando hacia ella.
Imaginaba el motivo podría que enclaustraba la joven para que lo hubiera estado buscando, le parecía extraño que sus escoltas no la estuvieran rodeando, pero ante tanta extrañeza, también consideró que ella encontraría estrafalarias sus nuevas actitudes.
El protocolo que rodeaba sus costumbres, afectaban con precisión hasta los deseos de vivir un romance simple, es por ello que cuando el ocaso hacía su entrada triunfal, se permitían escapar de las reglas de pompa y estampa. Aún cuando su esencia hubiera mutado, los sentimientos hacia su amada familia eran férreos y puros, tanto así que sacrificaba aquellos imperiosos deseos de frecuentarlos a diario, por el temor de que su nueva realidad pudiera dañarlos... era un precio que no deseaba pagar.
Había pasado por alto la petición de un baile, pues su aparición en público no parecía conveniente dado los últimos rumores de conspiración, pero internamente consideraba la opción de que sus aliados acudieran, quizás allí se develarían los siguientes pasos a seguir...
Una vez cruzó el umbral hacia los jardines, el rumor de que no se hallaba solo se hizo presente casi de manera instantánea... Su vampírico instinto podía percibir un aroma de mancebía salvaje pero cálida, de impavidez juvenil impreso por un alma noble pero aventurera, Abélard transformó la mueca en sonrisa al hallarse seguro de quien lo seguía, haciendo que la dulce y serena voz confirmaran su alegría:
-¡Su majestad! Me sorprende verle solo y fuera de su despacho a estas horas, le he estado buscando.-
Giró en dirección a su hija, y observando la sutil reverencia, sonrió ampliamente. Desde su acaecer como humano, nuevas concepciones habían tocado de cerca su visión, mucho de lo protocolario le parecía ridículo, aunque a veces necesario a la hora de imponer liderazgo, pero dentro de su círculo particular ver a sus hijos y a su amada hacer reverencias frente a su persona, le impedían dejar de contemplar tales actos como curiosos.
Inclinó el rostro en señal de aceptación, no deseaba contagiar con inseguridades a su hija por lo que respondió sin vacilar:
-Princesa mía...- dijo sonriente... allí, como una flor de loto, se hallaba varada en una distancia acuosa entre ambos, hubiera deseado ser más elocuente frente a ella, puesto que hallaba debilidad en su hija, el cariño lo cegaba, pero se mantenía lejano aun en contra de sus más internos deseos.
-¿Qué puedo hacer por ti...?- repuso caminando hacia ella.
Imaginaba el motivo podría que enclaustraba la joven para que lo hubiera estado buscando, le parecía extraño que sus escoltas no la estuvieran rodeando, pero ante tanta extrañeza, también consideró que ella encontraría estrafalarias sus nuevas actitudes.
Abélard Fontaine2- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 10/12/2010
Re: Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
era ya de noche y como siempre había ido a la cama temprano, sin embargo aquella noche no podía dormir así que con ropas ligeras abrigo; el cabello suelto, largo rubio hasta la cintura en ondas perfectas siempre hasta a esas horas de la noche despedía un aroma a rosas con el cual yo me perfumaba siempre y una vela salí a caminar por el castillo como alma errante.
Versalles era mas lúgubre de noche sin embargo sus sus recovecos siempre eran hermosos, quise ir al jardín pero hacia mucho frío así que segui caminado por los pasillos hasta que a lo lejos oí pasos y la voz melodiosa de mi hija me quedé en la esquina del pasillo sin saber si acercarse o no hasta donde ellos se encontraban
-¡Su majestad! Me sorprende verle solo y fuera de su despacho a estas horas, le he estado buscando.-
seguido de las palabras del monarca de Francia, no sabia si llegar a ellos o quedarme en la vuelta del pasillo ocultando la luz de mi vela escuchando en silencio solo mi respiración casi inaudible me acompañaba mientras escuchaba
Versalles era mas lúgubre de noche sin embargo sus sus recovecos siempre eran hermosos, quise ir al jardín pero hacia mucho frío así que segui caminado por los pasillos hasta que a lo lejos oí pasos y la voz melodiosa de mi hija me quedé en la esquina del pasillo sin saber si acercarse o no hasta donde ellos se encontraban
-¡Su majestad! Me sorprende verle solo y fuera de su despacho a estas horas, le he estado buscando.-
seguido de las palabras del monarca de Francia, no sabia si llegar a ellos o quedarme en la vuelta del pasillo ocultando la luz de mi vela escuchando en silencio solo mi respiración casi inaudible me acompañaba mientras escuchaba
Géraldine Fontaine2- Realeza Francesa
- Mensajes : 91
Fecha de inscripción : 28/11/2010
Re: Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
La respuesta a mi llamado no tardo en aparecerse a manera de sonrisa, que aunque siempre grata me produjo un siniestro escalofrió que no pude pasar por alto. Me acerque con más confianza, correspondiendo a su aceptación con una sonrisa de costado. La iluminación, la elegancia de su expresion, el sobrio atuendo que engalanaba su figura lo hacían ver mucho mejor que en otras ocasiones. Más imponente, mas digno, incluso más gallardo. O quizás lo que me hacia verlo tan majestuoso ahora solo era el considerable tiempo transcurrido desde que no le veía. Un par de semanas, si mi memoria no fallaba. Nada inusual, en otros tiempos pase mucho más tiempo así. Las familias en Versalles no solían ser unidas, mucho menos la real. Pese a lo mucho que Geraldine se esforzara por romper tan férrea tradición. De pronto no pude evitar reírme en voz alta. De mi misma, pareciera que los pequeños reclamos de infante harían eco por siempre.
--- ¿Tiene que haber una fuerte razón para que guste de verle, su alteza? ---Pregunte juguetonamente, disimulando así la verdadera intención de mi risa inicial y no pareciera fuera de contexto con la charla--- Mi madre hallaría reprobatorio tal pensamiento --- Añadí con el humor satírico aun vigente ---. Aunque si bien… sea cierto. ¿Te placería dar un paseo conmigo mientras charlamos?
Le sonreí una vez mas, como quien le sonríe al espejo. Ahora que lo tenia frente a mi, bullían las preguntas cual caldero de bruja, pero había que ser prudente. El tacto siempre aseguraba la verdad.
---Entiendo que debas estar ocupado estos días. Muchos nobles de Inglaterra, España… incluso New Orleans, han venido a Paris. Y dudo mucho que de paseo ---Razone---. Aun así es necesario que atiendas a mis palabras. El castillo se ha mantenido muy tranquilo desde…--- Vacile unos instantes, no por temor a decir “desde la decapitación de mi Tío” sino porque no era conveniente la brusquedad y crudeza en una petición. Esperaba que mi mirada hablara por si misma--- desde hace tiempo. Es necesario cumplir con las pautas sociales. Unir a la realeza, mantenerla tranquila… es por ello que mi madre y yo organizamos un baile para fechas proximas, este fin de semana quizas...--- Tente, atenta a su rostro---. Esperamos tu aprobación, y no conforme con ella… dignarnos de tu presencia en el.
--- ¿Tiene que haber una fuerte razón para que guste de verle, su alteza? ---Pregunte juguetonamente, disimulando así la verdadera intención de mi risa inicial y no pareciera fuera de contexto con la charla--- Mi madre hallaría reprobatorio tal pensamiento --- Añadí con el humor satírico aun vigente ---. Aunque si bien… sea cierto. ¿Te placería dar un paseo conmigo mientras charlamos?
Le sonreí una vez mas, como quien le sonríe al espejo. Ahora que lo tenia frente a mi, bullían las preguntas cual caldero de bruja, pero había que ser prudente. El tacto siempre aseguraba la verdad.
---Entiendo que debas estar ocupado estos días. Muchos nobles de Inglaterra, España… incluso New Orleans, han venido a Paris. Y dudo mucho que de paseo ---Razone---. Aun así es necesario que atiendas a mis palabras. El castillo se ha mantenido muy tranquilo desde…--- Vacile unos instantes, no por temor a decir “desde la decapitación de mi Tío” sino porque no era conveniente la brusquedad y crudeza en una petición. Esperaba que mi mirada hablara por si misma--- desde hace tiempo. Es necesario cumplir con las pautas sociales. Unir a la realeza, mantenerla tranquila… es por ello que mi madre y yo organizamos un baile para fechas proximas, este fin de semana quizas...--- Tente, atenta a su rostro---. Esperamos tu aprobación, y no conforme con ella… dignarnos de tu presencia en el.
Lydia Sforza- Humano Clase Alta
- Mensajes : 355
Fecha de inscripción : 30/12/2010
Edad : 32
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
A pesar del recurrente rumoreo sobre la muerte de Marcus, Abélard se había mantenido gélido en sus actitudes y comentarios ante la vista externa. Irreverente a las opiniones ajenas se reservaba las ocultas razones del deceso únicamente al tablero que había estado puliendo desde la oscuridad de su psiquis.
Ante tanta elocuente dulzura jovial, e inocentes respuestas de su hija, solo pudo asentir sin dubitación y con una sonrisa. Después de todo la promesa de cambio era prioritaria si deseaba mantener unida y consigo a su familia, una vez los futuros sucesos acontecieran. Repentinamente percibió desde los oscuros recovecos de los pasillos, el fortuito aroma a cera consumida, sabía que no se hallaban solos, pero era aún más predecible el otro aroma que se confundía con el previo... más aún cuando se hallaba tan grabado en él... rosas.
Sonrió en dirección a Dominique, pues era lo hilarante de la situación lo que lo llevó a desear saber como terminaría. Tanto tiempo en su despacho lo habían alejado de las dulces y risibles cotidianidades que tanto le agradaban. Y ofreciendo su brazo a la joven, dirigió la postura en señal de aceptación a dicha caminata... pues, quizás la dueña del aroma tan conocido los seguiría de incógnito hasta los jardines.
Muy pronto, entre tranquilos pasos, la conversación amena fue tornándose inquieta...
-Entiendo que debas estar ocupado estos días. Muchos nobles de Inglaterra, España… incluso New Orleans, han venido a Paris. Y dudo mucho que de paseo... Aun así es necesario que atiendas a mis palabras. El castillo se ha mantenido muy tranquilo desde… -
Quizás la pausa en la inquietud de Dominique y la propia falta de aceptación en sus razones, hubieran enmudecido aún mas la plática, pero el tiempo... hado indefectible, retornaría la certeza de sus actos si la nación resistiese las mutaciones a llegar. Recordó haberle confiado a Géraldine cada detalle en lo sucedido con Marcus, pues en un ataque de paranoia e inseguridad, severas pesadillas lo azotaron antes y después del suceso, robando el sueño de ambos en la extensa cama matrimonial. Aún así, ante tanta algarabía emocional, se permitía alejar a sus hijos de tantos detalles siniestros que podían opacar la vida como la conocían, o quizás desbaratar la imagen que sus amados hijos conservaban de él.
Para su alivio aquella pausa que hizo la joven, consciente de que tocaba el nervio de una complicada conversación, fue aplacada por aquellos ojos que lo debilitaban en agradable ternura.
-...desde hace tiempo. Es necesario cumplir con las pautas sociales. Unir a la realeza, mantenerla tranquila… es por ello que mi madre y yo organizamos un baile para fechas proximas, este fin de semana quizás... Esperamos tu aprobación, y no conforme con ella… dignarnos de tu presencia en el.-
Abélard sonrió... quizás nunca se había permitido exteriorizar su impresión sobre la joven, pues si hubiera dejado que su mente hablase, hubiera develado desde los inicios de su carácter que su hija poseía férrea madera de líder, estratega y más aún... fiel creyente de la privacidad ante tanta habladuría. Si ella hubiese conocido los detalles de las "Reales Alianzas" que sucedían debajo de Versalles, no hubiera procedido a alentar a tal baile como evento general en la clase alta y realeza... pues tórridos encuentros podían llegar a azotar la monarquía Fontaine si aquella propuesta social no se dirigía con cuidado.
La presencia de Abélard en aquel baile, sería innegable, pues ese sería el centro de encuentro para ponerse formalmente de acuerdo con su aliado más influyente.
-¿Habría forma de negarte algo, pequeña?- dijo con una amplia y amorosa sonrisa, mientras tomaba con la otra mano, la de su hija que se hallaba enlazada a su brazo izquierdo. El rey contenía el miedo de que alguna vez ella preguntara de la frialdad en su cuerpo, y porque el pulso era inexistente -Por supuesto estaré presente... estoy seguro que bajo tu organización, y la de tu madre, será un acontecimiento digno de ver y presenciar...- dijo mientras su pálida piel se mimetizaba con el invernal aspecto del jardín.
Aún presentía cerca a Géraldine, pues aquel hipnótico aroma era una de las delicias que amaba de ella, por lo que decidió hacer la advertencia lo suficientemente sonora, para que ambas pudiesen estar atentas.
-Dominique... - dijo en tono grave - ...más allá de un acontecimiento social, debo tener la certeza de que serás prudente en cada acción, salutación, e incluso en el más inocente baile que decidas aceptar de algún caballero... con el tiempo sabrás lo que sucede detrás del telón... pero por el momento, te pido que tengas cuidado -
El monarca dirigió la vista al frente, manteniendo estoica postura, observó los capullos congelados de las flores, los paredones de enredaderas que formaban el laberinto y las quietas hamacas que pendían de los altos árboles alrededor... quizás ellas no sabían cuan importantes eran.
-No suelo hacerte prohibiciones de ningún tipo...- dijo pausado por un profundo suspiro...- Y en éste caso tampoco pretendo hacerlo... solo considéralo como una temerosa sugerencia- repuso mientras bajaba la mirada hacia el rostro de la princesa.
Ante tanta elocuente dulzura jovial, e inocentes respuestas de su hija, solo pudo asentir sin dubitación y con una sonrisa. Después de todo la promesa de cambio era prioritaria si deseaba mantener unida y consigo a su familia, una vez los futuros sucesos acontecieran. Repentinamente percibió desde los oscuros recovecos de los pasillos, el fortuito aroma a cera consumida, sabía que no se hallaban solos, pero era aún más predecible el otro aroma que se confundía con el previo... más aún cuando se hallaba tan grabado en él... rosas.
Sonrió en dirección a Dominique, pues era lo hilarante de la situación lo que lo llevó a desear saber como terminaría. Tanto tiempo en su despacho lo habían alejado de las dulces y risibles cotidianidades que tanto le agradaban. Y ofreciendo su brazo a la joven, dirigió la postura en señal de aceptación a dicha caminata... pues, quizás la dueña del aroma tan conocido los seguiría de incógnito hasta los jardines.
Muy pronto, entre tranquilos pasos, la conversación amena fue tornándose inquieta...
-Entiendo que debas estar ocupado estos días. Muchos nobles de Inglaterra, España… incluso New Orleans, han venido a Paris. Y dudo mucho que de paseo... Aun así es necesario que atiendas a mis palabras. El castillo se ha mantenido muy tranquilo desde… -
Quizás la pausa en la inquietud de Dominique y la propia falta de aceptación en sus razones, hubieran enmudecido aún mas la plática, pero el tiempo... hado indefectible, retornaría la certeza de sus actos si la nación resistiese las mutaciones a llegar. Recordó haberle confiado a Géraldine cada detalle en lo sucedido con Marcus, pues en un ataque de paranoia e inseguridad, severas pesadillas lo azotaron antes y después del suceso, robando el sueño de ambos en la extensa cama matrimonial. Aún así, ante tanta algarabía emocional, se permitía alejar a sus hijos de tantos detalles siniestros que podían opacar la vida como la conocían, o quizás desbaratar la imagen que sus amados hijos conservaban de él.
Para su alivio aquella pausa que hizo la joven, consciente de que tocaba el nervio de una complicada conversación, fue aplacada por aquellos ojos que lo debilitaban en agradable ternura.
-...desde hace tiempo. Es necesario cumplir con las pautas sociales. Unir a la realeza, mantenerla tranquila… es por ello que mi madre y yo organizamos un baile para fechas proximas, este fin de semana quizás... Esperamos tu aprobación, y no conforme con ella… dignarnos de tu presencia en el.-
Abélard sonrió... quizás nunca se había permitido exteriorizar su impresión sobre la joven, pues si hubiera dejado que su mente hablase, hubiera develado desde los inicios de su carácter que su hija poseía férrea madera de líder, estratega y más aún... fiel creyente de la privacidad ante tanta habladuría. Si ella hubiese conocido los detalles de las "Reales Alianzas" que sucedían debajo de Versalles, no hubiera procedido a alentar a tal baile como evento general en la clase alta y realeza... pues tórridos encuentros podían llegar a azotar la monarquía Fontaine si aquella propuesta social no se dirigía con cuidado.
La presencia de Abélard en aquel baile, sería innegable, pues ese sería el centro de encuentro para ponerse formalmente de acuerdo con su aliado más influyente.
-¿Habría forma de negarte algo, pequeña?- dijo con una amplia y amorosa sonrisa, mientras tomaba con la otra mano, la de su hija que se hallaba enlazada a su brazo izquierdo. El rey contenía el miedo de que alguna vez ella preguntara de la frialdad en su cuerpo, y porque el pulso era inexistente -Por supuesto estaré presente... estoy seguro que bajo tu organización, y la de tu madre, será un acontecimiento digno de ver y presenciar...- dijo mientras su pálida piel se mimetizaba con el invernal aspecto del jardín.
Aún presentía cerca a Géraldine, pues aquel hipnótico aroma era una de las delicias que amaba de ella, por lo que decidió hacer la advertencia lo suficientemente sonora, para que ambas pudiesen estar atentas.
-Dominique... - dijo en tono grave - ...más allá de un acontecimiento social, debo tener la certeza de que serás prudente en cada acción, salutación, e incluso en el más inocente baile que decidas aceptar de algún caballero... con el tiempo sabrás lo que sucede detrás del telón... pero por el momento, te pido que tengas cuidado -
El monarca dirigió la vista al frente, manteniendo estoica postura, observó los capullos congelados de las flores, los paredones de enredaderas que formaban el laberinto y las quietas hamacas que pendían de los altos árboles alrededor... quizás ellas no sabían cuan importantes eran.
-No suelo hacerte prohibiciones de ningún tipo...- dijo pausado por un profundo suspiro...- Y en éste caso tampoco pretendo hacerlo... solo considéralo como una temerosa sugerencia- repuso mientras bajaba la mirada hacia el rostro de la princesa.
Abélard Fontaine2- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 10/12/2010
Re: Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
les seguí siempre unos metros mas atrás, la luz de la luna guiaba mi camino así que pude apagar mi vela, no era mi intención espiarles pero aun que lejano deseaba ver a mi esposo.
Desde hacia meses que mis encuentros con el eran menos y mas distantes o al menos eso sentía, sabia de algunas cosas que le pasaban al monarca de mi querida Francia pero su frialdad me hacían pensar otras cosas, en el fondo pensé que él ya no me quería que tendría a una cortesana o peor aun una noble a quien mi amado rey mi universo entero diera su favor y su cariño y que al final me olvidase.
Así que pensé que tal vez solo tal vez le dijese algo a mi querida hija que confirmara mis sospechas o las eliminase, era por ese motivo que salia a caminar de noche, que me perdía horas orando y sobre todo era por la razón que los seguía
Desde hacia meses que mis encuentros con el eran menos y mas distantes o al menos eso sentía, sabia de algunas cosas que le pasaban al monarca de mi querida Francia pero su frialdad me hacían pensar otras cosas, en el fondo pensé que él ya no me quería que tendría a una cortesana o peor aun una noble a quien mi amado rey mi universo entero diera su favor y su cariño y que al final me olvidase.
Así que pensé que tal vez solo tal vez le dijese algo a mi querida hija que confirmara mis sospechas o las eliminase, era por ese motivo que salia a caminar de noche, que me perdía horas orando y sobre todo era por la razón que los seguía
Géraldine Fontaine2- Realeza Francesa
- Mensajes : 91
Fecha de inscripción : 28/11/2010
Re: Hilos de luz en una elegante oscuridad (Libre)
¿Habría forma de negarte algo, pequeña?
Una semana atrás, aquel comentario me habría hecho temblar de rabia. Resonando en mi memoria la única vez en que me había arrodillado ante Abelard implorando por la vida de Lucían. Desde un principio la petición estaba destinada al rechazo, pues un rey de principios como Abelard no jugaría con los beneficios de su posición para satisfacer la petición excéntrica de su joven hija. Me había hecho saber que lo que demandaba era ilícito no solo para el, sino para el reino entero. ¿Perdonar a un asesino cuando casi diario la cabeza de alguno rodaba por el pódium siniestro?
La respuesta había sido un rotundo “No” y la prohibición de asistir a la decapitación publica. Y aunque una parte de mi lo habría comprendido por completa, la otra… que era mas grande y fuerte, jamás se lo perdono. Hasta el martes pasado cuando volví a ver a Lucían y supe que me había engañado. Que le habían perdonado la vida y desterrado de Francia. Las comisuras de mis labios se extendieron en una mueca de satisfacción que intentaba ser discreta, pero no podía negar que la existencia de Lucían había expurgado muchos de los rencores que tenia hacia mi padre y ahí mismo, tomada de su brazo, parecía que mi cortesía y complacencia eran una disculpa que jamás pronunciaría de verdad.
Me acurruque ligeramente en el, sosteniendo un poco la cola de mi vestido para andar con mas facilidad sobre la nieve. Mi atuendo, un vestido ligeramente ancho de mangas largas y mis guantes aunque delgados bastaban para aplacar de ellos el frio. Me torne aun mas satisfecha cuando accedió de forma tan solicita, la presencia de el siempre llenaba de euforia a las personas. Era como si se sintieran mejores consigo mismos sabiendo que respiraban el mismo aire que el rey. Verlo, escucharlo, incluso tocarlo era una experiencia sublime, como estar en la presencia de un dios.
Respingue cuando me llego su advertencia y me atreví a mirarle directamente para contemplar su perfil estoico. En su prudencia había un aire de severidad, y en la selección de sus palabras una nota cómplice. Estaba pidiendo excesiva prudencia, ¿Qué fundamentos tenia para considerar que yo podría cometer alguna precipitación? Para leyes de etiqueta, yo siempre había sido una eminencia, siempre y cuando mis compañias fueran dignas de dichos tratos. Era con mi hermano con el que llegaba a perder el porte de doncella, pero solo con él.
Con el ceño fruncido atendí a sus palabras, las faltas cometidas en estas últimas semanas, la muerte del cochero que me ayudaba a escapar de noche, me habían creado una sutil paranoia a la idea de ser descubierta… pese a que me mantuve silenciosa y atenta, caí irremediablemente escandalizada. En el momento en que me toco abrir los labios, hizo un esfuerzo por aparentarme en un estado de inocencia, lleno de curiosidad y sensatez
--- Una petición que nunca está de más... Por supuesto que tendré cuidado, tu sabes que soy muy elitista con las personas que serán parte de mi circulo y con el resto siempre prefiero mantenerme en una distancia cortes y sutil--- Respondí, casi cerrando el tema---. En cuanto a lo otro… Tu excesiva prudencia siempre es un ejemplo a seguir para todos, aunque para aquellos que te conocemos resulte más sospechoso que admirable--- añadí vigilando de reojo su expresión silenciosa---. Ahora me aseguras que hay una trama detrás del telón pero no me la cuentas… ¿es que no estoy lista para ello o porque aun falta determinado montaje? --- jugué con las metáfora un poco más.
Una semana atrás, aquel comentario me habría hecho temblar de rabia. Resonando en mi memoria la única vez en que me había arrodillado ante Abelard implorando por la vida de Lucían. Desde un principio la petición estaba destinada al rechazo, pues un rey de principios como Abelard no jugaría con los beneficios de su posición para satisfacer la petición excéntrica de su joven hija. Me había hecho saber que lo que demandaba era ilícito no solo para el, sino para el reino entero. ¿Perdonar a un asesino cuando casi diario la cabeza de alguno rodaba por el pódium siniestro?
La respuesta había sido un rotundo “No” y la prohibición de asistir a la decapitación publica. Y aunque una parte de mi lo habría comprendido por completa, la otra… que era mas grande y fuerte, jamás se lo perdono. Hasta el martes pasado cuando volví a ver a Lucían y supe que me había engañado. Que le habían perdonado la vida y desterrado de Francia. Las comisuras de mis labios se extendieron en una mueca de satisfacción que intentaba ser discreta, pero no podía negar que la existencia de Lucían había expurgado muchos de los rencores que tenia hacia mi padre y ahí mismo, tomada de su brazo, parecía que mi cortesía y complacencia eran una disculpa que jamás pronunciaría de verdad.
Me acurruque ligeramente en el, sosteniendo un poco la cola de mi vestido para andar con mas facilidad sobre la nieve. Mi atuendo, un vestido ligeramente ancho de mangas largas y mis guantes aunque delgados bastaban para aplacar de ellos el frio. Me torne aun mas satisfecha cuando accedió de forma tan solicita, la presencia de el siempre llenaba de euforia a las personas. Era como si se sintieran mejores consigo mismos sabiendo que respiraban el mismo aire que el rey. Verlo, escucharlo, incluso tocarlo era una experiencia sublime, como estar en la presencia de un dios.
Respingue cuando me llego su advertencia y me atreví a mirarle directamente para contemplar su perfil estoico. En su prudencia había un aire de severidad, y en la selección de sus palabras una nota cómplice. Estaba pidiendo excesiva prudencia, ¿Qué fundamentos tenia para considerar que yo podría cometer alguna precipitación? Para leyes de etiqueta, yo siempre había sido una eminencia, siempre y cuando mis compañias fueran dignas de dichos tratos. Era con mi hermano con el que llegaba a perder el porte de doncella, pero solo con él.
Con el ceño fruncido atendí a sus palabras, las faltas cometidas en estas últimas semanas, la muerte del cochero que me ayudaba a escapar de noche, me habían creado una sutil paranoia a la idea de ser descubierta… pese a que me mantuve silenciosa y atenta, caí irremediablemente escandalizada. En el momento en que me toco abrir los labios, hizo un esfuerzo por aparentarme en un estado de inocencia, lleno de curiosidad y sensatez
--- Una petición que nunca está de más... Por supuesto que tendré cuidado, tu sabes que soy muy elitista con las personas que serán parte de mi circulo y con el resto siempre prefiero mantenerme en una distancia cortes y sutil--- Respondí, casi cerrando el tema---. En cuanto a lo otro… Tu excesiva prudencia siempre es un ejemplo a seguir para todos, aunque para aquellos que te conocemos resulte más sospechoso que admirable--- añadí vigilando de reojo su expresión silenciosa---. Ahora me aseguras que hay una trama detrás del telón pero no me la cuentas… ¿es que no estoy lista para ello o porque aun falta determinado montaje? --- jugué con las metáfora un poco más.
Lydia Sforza- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/12/2010
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