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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Tristan Rêveur Miér Feb 16, 2011 9:02 pm

Aún podía sentirse el caluroso eco de los cientos de aplausos que había recibido esa noche gracias a su magnifica actuación, una como pocas. Pero el seguía sintiendo frío, calaba en los huesos. La calidez que los vitoreos de su público le daban en cada espectáculo lograban erizarle la piel, pero era tan transitorio, tan desechable. No, no era falta de gratitud a sus grandes admiradores, era falta de pasión a la vida y consiguiente, a todo lo que se le relacionara.

Sintió paz en cuanto se vio solo en esa habitación, no quedaba ni el eco de las almas que se habían dado cita en el lugar en espera de ser espectadores de un espectáculo fuera de este mundo, la sala que hacia apenas unos minutos se había visto atestada de personas, ahora no era mas que cuatro paredes sin sentido alguno, ni siquiera la elegante decoración lograba interesarlo un poco en los detalles que se abrían paso frente a sus ojos. Se quedo de pie frente a la sala, dando la impresión de ser un hombre en la espera de algo o de alguien. Pero no, no había nada por lo que el aguardara. Por unos minutos dio la impresión de ser un ente inmóvil, hasta que sus ojos cobraron vida nuevamente, mismos que se pasearon por la enorme sala, deteniéndose sobre un artefacto musical que yacía al fondo de la sala. Sus pies se movieron sobre la decorada alfombra, con movimientos mudos, negligentes y pronto la distancia entre el y el instrumento fue casi nula.

Pocas cosas lograban apasionarlo hoy en día. El ilusionismo era una de ellas, la mayor, la que mejor le salía, sin duda. El piano era la segunda. Hacia tanto que no tocaba…

Su mano rogó por sentir la textura de aquel piano de cola de prestigiosa marca y procedencia, la superficie lisa y fría le agolparon recuerdos en la mente. Buenos y malos, pero recuerdos al fin, un hombre no seria nada sin sus recuerdos. Se sentó sobre el banquillo colocado frente al instrumento y levanto la tapa con sumo cuidado, sin proferir un solo sonido en desierto salón donde se encontraba. Sus dedos volvieron a acariciarlo y entonces el más bello recuerdo se dio paso en su cabeza: Antoinette, su prometida, la que la injusta vida le había arrebatado sin piedad alguna. Imagino su rostro frente a el, imagino su pelirroja cabellera coronando su dulce rostro y su sonrisa, esa sonrisa que solía ser su ancla en este mundo. La joven había sido sin duda su más grande admiradora, no solo en sus prácticas ilusionistas, si no también del noble arte de la música, había sido ella quien tantas veces le había pedido que tocara alguna melodía en su honor, ella habría podido pasar horas escuchándole, soñando, perdiéndose entre las notas musicales que su amado le dedicaba.

Por alguna extraña razón ese recuerdo no le causo pena, si no todo lo contrario. Quizás en algún lugar de su perturbada mente imaginaba que esa visión que estaba teniendo no era una ilusión que su cabeza recreaba. Era real, en ese momento lo era. Coloco sus manos sobre el instrumento una vez más y sin dejar de mirar los ojos color verde de su amada, comenzó a tocar una melodía que había compuesto para ella. Sus dedos la sabían de memoria, no hacia falta prestar atención a lo que hacia, su amor era la guía y la inspiración…




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Mensaje por Invitado Vie Feb 18, 2011 11:24 pm

Las escaleras de la entrada al Palacio Royal iluminadas por un halo azulado de la luz del crepúsculo le conferían un aspecto sedoso al mármol que las recubría, su pie se movía impaciente mirando a la inumerable cantidad de personas que pasaban junto a ella, topandose con algunas miradas impertinentes que parecían reprocharle el hecho de que estuviera allí parada, no porque estorbara ya que se encontraba casi unida a la pared de la entrada, si no porque no daban cabida a la escena de una mujer joven y delicada... sin ningún acompañante.

- Anda, esperame allá... prometo llegar a tiempo
- Nona, no quiero dejarte ir sola, no quiero aparecerme por ahí sola

*agachó la mirada jugando con el reloj de su padre entre sus manos*
- No tardaré, además, tienes que irte acostumbrando a que no esté contigo
- ¡No me gusta que insinues esas cosas!
- Calma, no dije que sería hoy

*sonrió depositando delicadamente un beso en la frente de Charleen*

- Lo prometiste... jamás debí dejarte ir sola
Charleen frunció un poco el ceño, se reprochaba el haber accedido a que su Nona recorriera la ciudad de París sin su compañía en pos de buscar mil y un cosas que a ella, se le hacían poco importantes, recorrió una vez más con impaciente mirada la galería de atuendos, sombreros de copa forrados de seda, brillantes joyas que parecían luceros mismos, entre tanta pasarela ¿dónde estaba su Nona? nada, ni rastro de ella.

- Lo has hecho apropósito... lo sé
Una mirada profunda hacia las farolas de gas que tintineaban en el comienzo de la obscuridad, sus oidos se inundaban con el sonido del choque de arnéses, tacones chocando contra el mármol de la entrada resonando en todo el lugar, los murmullos se aglomeraban, tenía ganas de salir huyendo de ahí ¿y si lo hacía?... giró sobre sus talones intentando no enredarse para comenzar a caminar hacia la entrada zurcando entre olas de personas ansiosas por ver el espectáculo, aquel vestido de pompa y gala le incomodaba no estaba acostumbrada a tener movimientos tan pesados y limitados, era sencillo si, pero no dejaba de ser estorboso.

Se detuvo en seco al oír el repicar de campanas indicando a los presentes la apertura de la puerta a la sala, giró la cabeza levemente mordiendose el dedo meñique, tomó aire, cerró los ojos e ignoró las curiosas miradas que se posaban sobre ella; no podía perderse a "Eisenberg: El Ilusionista" había oído demasiado sobre él, y ya que poseía el boleto aferrado a su mano, entraría a encontrarse con un destino ficticio; amaba la verdad disfrazada de fantasía, amaba la sensación de misterio... su propia vida era así.

Volvió a maniobrar con el enorme vestido encaminandose hacia la puerta custodiada por lacayos, entregó el boleto y buscó su asiento...

***

Se quedó estática, con las manos aferradas al filo del asiento y los ojos nublados, maravillas habían anonadado su mente, fantasías se habían vuelto reales ante su ilusa alma, había valido la pena el tomar coraje para entrar sola, aún resonaban en sus oidos los aplausos unisonos que hacían eco en la sala, aún escuchaba como clamaban al gran Ilusionista, su propia garganta quería hacerlo pero se encontraba completamente cerrada ¿miedo?¿tristeza?¿alegría? todo, todo se confluctuaba en ella en esos instantes... tenía que conocerle, tenía que agradecerle.

Cerró los ojos intentando aclarar su mente y obligar a su cuerpo a obedecerla, separó uno por uno los delicados dedos que aún se aferraban al asiento, se puso de pie y camino hacia el área de camerinos, el santuario de los artistas que pisaban el escenario de tan reconocido lugar; poseer el apellido Rumsfeld le otorgaba ciertos beneficios de los cuales ella no gustaba utilizar, pere éste acontecimiento era especial, necesitaba estar frente al creador de nuevas ilusiones en su soñadora alma.

- Disculpe... ¿Podría indicarme el espacio de Lord Eisenberg?
- Podría si... ¿pero quien es usted? *el tono burlón en su voz le hacía sentir que era indigna de su presencia, que una "niña" como ella, no debería estar ahí*
- Charleen... Charleen Rumsfeld
Pronunció su apellido con mas fuerza, lo usaría, usaría el renombre del alto funcionario Rumsfeld que tantas veces había pisado ese lugar, la cara de aquel hombre viró de la burla a la sorpresa y de ahí a la sumisión, no dijo nada solo afirmó con la cabeza indicandole una puerta al final del pasillo, estaba entre abierta dejando que se colara juguetona una tenue luz que moría entre el claro-obscuro del lugar.

Se disponía a golpear la puerta a preguntar su existencia pero una hermosa melodía le impidió tal acto, no podía interrumpirle ese sonido la extaciaba, su mente se desconectó de lo demás y su cuerpo vaciló como si tuviera vida propia, abrió lentamente la puerta sin hacer ruido alguno, avanzó guiada por la melodía que desbordaba mil y un sentimientos, era pura y sincera ¡era simplemente maravillosa!; se detuvo a unos pasos del banco del pianista mirando los movimientos de sus brazos al plasmar el contexto en las teclas de tan bello instrumento, mantuvo sus pulmones quietos, el aire que tenía en ellos sería suficiente... y disfrutó.
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Mensaje por Tristan Rêveur Miér Mar 02, 2011 2:47 am

Y la ilusión de vio interrumpida. Si, así era, el gran Eisenberg era tan talentoso en lo que hacia que incluso podía darse el lujo –o la desgracia- de crear ese tipo de ilusiones, de imaginar por minutos, horas o el tiempo que el desease, a la mujer que tanto había amado y le había sido arrebatada por el celoso destino. Sus dedos que se movían con destreza sobre las teclas del instrumento perdieron la coordinación en el momento en que escucho la respiración que se llevaba a cabo a sus espaldas. Raro, bastante raro. ¿Podía un humano común y corriente escuchar una respiración que parecía proferir ningún sonido? Quizás no. Pero Eisenberg no era un simple humano, no a partir de esa noche en la que lo habían dejado marcado, no solo físicamente…

La melodía fue desfigurada por los mismos dedos que la habían creado, causando un sonido que seguramente había lastimado los oídos de la joven que yacía de pie tras el joven músico. Se sintió un poco confundido luego de haber sido sacado de su ensueño de esa manera tan abrupta, entrecerró los ojos y en medio de una serie de parpadeos rápidos se puso de pie luego de cerrar la tapa del piano de una manera brusca, hecho que causo un eco en el salón y que seguramente también había logrado alterar los nervios de la muchacha espectadora. Una vez de pie fue innegable la gran estatura que este poseía a diferencia de la joven. Le miro con el ceño levemente fruncido a causa de la molestia que había surgido a través de su interrupción. Carraspeo con discreción antes de hablar.

- ¿Y usted es…? – Los castaños ojos de clavaron con poco interés en la joven. No es que Tristan fuera un hombre de pocos modales, era solo que la vida lo había tratado tan mal últimamente, que el no tenia otra opción que desquitarse con quien menos lo merecía en muchas ocasiones y esta parecía ser una mas de ellas. – ¿No tiene usted modales señorita? – Añadió sin darle oportunidad de responder su primer cuestionamiento, esta vez añadiendo un tanto de soberbia en sus palabras. – ¿Quien le ha dado autorización de entrar aquí?

Mientras esperaba por una respuesta fue victima de la mayor de sus inseguridades: la cicatriz que le surcaba el rostro, el más grande –y doloroso- recuerdo de esa noche en la que su vida había dado un cambio radical, un cambio tan magnánimo, mismo que aun siquiera imaginaba. A eso se debían los extraños sucesos que estaban aconteciéndole recientemente, esa capacidad de escuchar sonidos que el oído humano no puede captar; esa vista que parecía haberse agudizado a un doble de lo normal y ese olfato que lo hacia incluso volver el estomago cuando pasaba cerca de algún lugar que contuviera desperdicios o alguna otra cosa roída. La licantropía corría por sus venas, el no tenia idea de lo cruel que había sido el destino al maldecirlo de esa manera, la cicatriz era lo de menos…

Se sintió molesto por la manera en que la joven presente le miraba a la cara aun sin responder a sus preguntas, odiaba que le gente le mirara de ese modo, como sorprendidos, fijamente a esa dermis abultada a lo largo del lado izquierdo de su rostro. El sabia que seguramente no era nada agradable ver semejante aberración, el mismo no soportaba observarla, evitaba a toda costa los espejos.
- ¿Le sorprende? – Pregunto tocándose la cicatriz, una sonrisa fingida apareció en sus labios, provocando una risa torcida. – Apuesto a que no esperaba encontrarse con algo así cuando acudió a este lugar. Lamento desilusionarla madame. – Dio media vuelta dispuesto a salir del lugar, sin esperar siquiera por una respuesta, sin tener la minima preocupación en disculparse por la manera en la que acababa de tratar a una inocente. ¿Cuan herido estaba Tristan para comportarse de esta manera…?


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Mensaje por Invitado Miér Mar 30, 2011 8:38 pm

Estaba completamente embelesada, ensimismada, ilusionada y emocionada; un sin fin de palabras que se le ocurrieron podrían definir la situación que se llevaba a cabo en ese momento, se dejo llevar a lugares inimaginables permitiendo que su mente y su alma flotaran y se alejaran de donde estaba...hasta que un estridente sonido interrumpió cualquier sueño vívido que hubiera tenido, debió de haber percibido el cambio en en el ritmo de los movimientos de los brazos de tan excelente pianista, debió haber notado como la velocidad y la concentración en él desaparecían, peroe staba demasiado absorta como para darse cuenta del ambiente en si; cerró los ojos con fuerza sintiendo como el aire regresaba de golpe a ella intentando tirarla para que tocra el suelo, pero se mantuvo firme respirando de nuevo y alzando la mirada hacia el hombre que se erguía frente a ella.

Miró cada uno de los movimientos del ilusionista como una secuencia en cámara lenta, sintió sus pies pesados como el plomo y creyó que el corazón se le saldría desbocado mientras la piel de la cara se volvía de un tono más pálido de lo habitual; pero se mantuvo quieta, realmente erguida y con la cabeza en alto, ninguna expresión de miedo surcó su fino rostro solo serenidad a la espera de una bien merecida reprimenda.

-Me llamo...
No puedo terminar la oración de presentación puesto que fué bombardeada con preguntas con un tono algo egocéntrico, se había creado mil imagenes de como sería hablar con aquel hombre que admiraba y ninguna se había acercado al trato que ahora le mostraba, intentó abrir de nuevo la boca para completar al menos una respuesta pero le fué imposible puesto que, en lo que tomaba aire para hablar y respiraba para tranquilizar su propia molestia, no encontraba espacio para emitir sonido alguno solo atinaba a mirarle fijamente Y vaya que te has topado con todo un ejemplar se repitió a si misma al ver desbaratadas sus ilusiones, pero de pronto vió un brillo diferente en la mirada de aquel hombre tan vanidoso, orgulloso y narcisista ¿miedo?¿vergüenza?...

Temor, coraje y sentimiento de ¿inferioridad? no alcanzó a comprender las nuevas preguntas que le eran planteadas hasta que los finos dedos de aquel hombre recorrieron la que en teoría debería de deformar su rostro, y que sin embargo le daba un aire mas enigmático y atractivo, no era que la hubiese pasado por alto ya que ha decir verdad fué lo primero que notó cuando lo tuvo de frente, pero lo que había atrapado su atención fué ese brillo inusual en su mirada, esa vivacidad opacada.. como si se tratase de una ventana sucia que entre deja ver un hermoso paisaje del otro lado.

- Mi nombre es Charleen Rumsfeld y lamento haber irrumpido de esta forma en su recinto
Atinó a contestar en cuanto le sintió pasar de largo junto a ella para dirigirse a la salida, almenos lograría hablarle al viento y que el escuchara anter de que la puerta se azotara - Pregunté a uno de los telonistas por su localización, debo admitir que no me fué fácil obtener una respuesta... pero no me iría de aquí sin haberle visto en persona -le hablaba al piano, puesto que no giró para seguir con la mirada al hombre que admiraba - Lamento mucho mi indiscreción y mi falta de educación... y si, tiene usted razón, no esperaba encontrarme con algo así -giró para mirar la espalda del hombre que se disponía a abandonar el lugar pero que por "caballerosidad" o "diversión" se había detenido al escucharle hablar - Esperaba encontrarme con una persona si bien no sencilla...no tan egocéntrica -se refería al trato que le había dado, porque la marca en su rostro no era algo que a ella le impresionara, causara morbo o miedo, si había visto a la muerte a la cara, lo de ahora eran simples vanalidades.
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Mensaje por Tristan Rêveur Sáb Abr 16, 2011 6:28 am

La determinación de irse de aquella habitación estaba más que obvia y sus pies se pusieron en marcha desde el momento en que lo había decidido, no dejando de caminar hasta que había llegado hasta la puerta que cruzaría para finalmente librarse de esa visita no esperada. Pero se detuvo o lo detuvieron. Al inicio había hecho caso omiso a las palabras que aquella joven decía, como si de verdad estuviera acostumbrado a que lo molestaran cada vez que se presentaba en algún lugar, como si de verdad se viera siempre rodeado de admiradores aclamando alguna firma o que les hablara un poco de si mismo y esa vida tan maravillosa que la cual seguramente la mayoría pensaba que era privilegiado. La palabra egocentrismo no era algo que fuera con el y por lo tanto le había molestado el que lo señalaran como tal. Había sido siempre un hombre sencillo, amable con todos, siempre sonriente ante la vida, jamás reprimiendo alguna sonrisa sincera. Pero todo eso había cambiado hacia tan poco tiempo. Y todo había ocurrido tan rápido, que ni siquiera tiempo de asimilarlo se le había dado. Tristan no era un verdugo, era una victima más. Nadie podía acusarlo o recriminarle la forma en la que ahora estaba actuando, por que no era más que producto de la frustración que llevaba consigo día a día, como la más pesada de las cruces. Y no había nadie que le ayudara con ella, nadie que se ofreciera al menos o mostrara un poco de intención.

Se quedo inmóvil cerca de la puerta, aun dándole la espalda a la muchacha que acababa de relatarle todo lo que había pasado para finalmente estar ahí, frente a el y que el la tratara de esa manera. La culpa pareció descender desde sus pies y pronto lo tenia envuelto, cubriéndole el cuerpo entero. Movió el cuello, haciendo que su cabeza mirara al techo de la habitación y dejo escapar un suspiro bastante audible, uno que estuvo seguro que ella escucharía. Dicho suspiro no era mas que la prueba factible de que intentaba recapitular en su mente lo que acababa de hacer y ponerle un orden y quizás una solución…si es que la había. Se giro finalmente y le dio la cara, camino hacia ella volviendo a recorrer el mismo camino y se poso frente a ella, pero sin mirarle a la cara, la vergüenza aun hacia de las suyas. – No lo soy. – Aseguro, posando los ojos castaños sobre el piano que había tocado anteriormente. Luego la miro a ella. – No soy…”egocéntrico” –meneo la cabeza, como quien no puede creer el que le hayan adjudicado tal cosa- solo que…bueno…- Un nuevo suspiro salio de su boca, dudaba en que decir por que sentía que nada de lo que dijese seria tomado como su defensa. – Esta bien, soy un idiota. – Acepto con pesimismo, llevándose una de las manos al cabello, rascando en repetidas veces su cuero cabelludo, tan solo como una muestra de lo embarazoso que se había tonado la situación. – No ha sido un buen día, ni hoy, ni ayer, ni anteayer… Usted no tiene la culpa, lo admito y lo lamento…Charleen. –Pronuncio dudoso su nombre, en el fondo temía que no fuera el correcto, ya que casi había ignorado las palabras que ella había dicho anteriormente.

Permítame recompensar el mal momento que acabo de hacerle pasar, ¿lo haría? – No tenia por que hacerlo en realidad, pero quería hacerlo. – No se… ¿que puedo hacer por usted? ¿a que ha venido realmente? Ya se, permítame invitarla a cenar, ¿aceptaría? – ¿No era suficiente con un lo siento”? - Se que todo esto puede ser contradictorio, primero la trato mal, luego la invito a cenar, pero créame, lo hago con la intención de demostrarle que no soy lo que esta pensando. Ademas...me vendria bien un poco de compañia, ultimamente he pasado demasiado tiempo conmigo mismo. Sálveme. – Intento hacer que todo aquello tomara un ligero tinte de humor, pero lo cierto es que lo que acababa de decir era real. Necesitaba alguien que lo sacara de sus fantasías, de la penumbra y de todo ese rencor hacia la vida.


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