Solitaria noche (François)

-Esto es mierda, una completa mierda.- Caminaba malhumorado hacia el filo del lago, con las manos estiradas lo más lejos que le era posible de su cuerpo para ni siquiera olerlas. ¿Y cómo iba a querer hacerlo si se encontraba embarrado, literalmente, de mierda? Y ni siquiera era mierda de gato como para al menos consolarse con la idea de: “Vaya, es de algún familiar”, sino que era mierda de perro. Y no era que él sabía a qué olía la mierda de perro pero, estaba seguro que eso no era mierda de gato porque aquellos lindos animalitos se alimentaban saludablemente. Y bueno, también cabía la posibilidad de que sea de un humano, pero la idea de que un humano acostumbrase a hacer sus necesidades en las esquinas de los callejones era bastante grotesca. Eso no podía ser posible.

Dejó de refunfuñar y de recordar la escena –ya que para ser sinceros había sido bastante estúpida la forma cómo había terminado embarrado- y se acuclilló en la tierra, justo al frente del lago. Introdujo rápidamente ambas manos en el agua logrando que los vellos de su nuca se erizaran por completo: estaba realmente helada. –Uff…- Se quejó encogiéndose un poco como un movimiento reflejo de búsqueda de calor. Pero el calor no llegó, y el frío continuaba taladrándole la piel así que era mejor empezar a limpiarse antes de terminar muerto por hipotermia.

Comenzó por los dedos y se deshizo –con muchas muecas de naúseas- de aquella sustancia tan desagradable. Frotó cientos de veces la palma de su mano y luego el dorso de su mano, las sacó para examinarlas pero aquella aparente limpieza y buen olor seguía sin convencerlo del todo. Volvió a sumergirlas y a repetir los frotes que segundos atrás había hecho. Las sacó para una nueva supervisión y en eso, un sonido se apoderó de sus finísimos oídos obligando a sus ojos a recorrer toda la estancia a gran velocidad. –Shh…- Silenció a un ente imaginario y dilató sus pupilas para obtener una mejor visión. Algo o alguien estaba allí. Un paso, madera, otro paso, agua. ¡El bote!

Sacudió las manos para deshacerse de un poco de agua y se puso de pie para dirigirse inmediatamente hacia la embarcación que yacía abandonada al filo de la laguna. Nadie lo estaba llamando, y seguramente el intruso ni siquiera estaba haciendo algo malo; pero así era él, curioso hasta la última vena de su cuerpo, siempre metiendo sus narices en donde no debía.

-Bonjour.- Saludó cuando se encontraba a pocos metros. Se trataba de un joven, algo alto y de cabellos castaños. Cuerpo bien formado, lindos labios; sí, era atractivo. -¿Qué está haciendo?- Preguntó con entusiasmo mirando la embarcación, luego al lago y luego a él. -¿Acaso piensa usarlo?- Se refería al bote. –No se lo recomiendo, la madera está bastante podrida en la parte del suelo.- Sí, él había intentado lo mismo que él en una ocasión y había terminado sufriendo un naufragio. Los pescadores lo habían arreglado pero últimamente aquel bote estaba tan abandonado que se había vuelto a dañar.

Esperó por su respuesta: alguna sonrisa a modo de saludo, un gracias por haberlo salvado de una posible inundación, un simple “Hola”. Pero… no fue nada de eso lo que recibió. Recibió una pregunta, una ácida pregunta llena de resentimiento contra la vida. ¡Oh!, ¡qué bien conocía él esas preguntas! Las hacía todo el tiempo pero la gente jamás le respondía como él esperaba, siempre buscaban ser condescendientes y “comprenderlo” cuando lo que realmente necesitaba era una buena sacudida que lo bajase de su nueva en donde la idiotez abundaba. ¿Quería saber si importaba mucho lo que le suceda?

-Pues no.- Respondió sonriente, tan sereno y tranquilo como jamás lo había estado. Y ni siquiera tenía razones para estarlo ya que acababa de pasar por un episodio bastante desagradable. O bueno, quizá sí tenía razones para estarlo: tenía frente a él a alguien que lo entretendría. Nada como una agradable discusión para liberar tensiones. –En realidad estaba preocupado por el bote, es de madera de sauce no sé si sabía.- Se acercó un paso más y estiró el cuello fingiendo estar analizando el estado del artilugio flotante.

–Si se queda trepado allí más tiempo debilitará la madera y aún tiene arreglo pese a estar algo podrida. Pueden… limpiarla, pulirla, no sé.- Se encogió de hombros y lo miró directo a los ojos. ¿Le había gustado su respuesta? Esperaba que sí, porque se había esforzado mucho para dar una excelente primera impresión. –François Grand, por cierto, ¿con quién tengo el gusto?-