Feliz Cumpleaños Mi Amor... (+18)

Plumas negras, plumas blancas, plumas teñidas de colores, plumas por todos lados, alguien estornuda y otra persona grita que no abran las ventanas, todo es un caos cuando esa orden no es escuchada a tiempo. La señora necesita escoger sólo una, ¿de qué pájaros provienen? ¿Desde dónde han sido traídas? ¿Son las mejores que han podido encontrar? Tiene en la mano la elegida, en ella el color del chocolate y un azul intenso se mezclan, la luz la hace brillar como si pequeños diamantes se aferraran a cada una de sus fibras. Ella la mueve, prueba si funcionará, la roza en su propia piel y el vendedor mira en silencio. Esa es, la indicada.

Debajo del abrigo hasta llegar a casa, ojos brillantes como los de una niña haciendo una travesura miran al cielo esperando que esas nubes sean sólo una amenaza, la han envuelto bien pero aún así es frágil. Gente la saluda al llegar a esa mansión que parece tan fría, le dan la bienvenida hace poco más de un año, le informan lo necesario, el señor no está, el niño sigue dormido, gotas caen y ella agradece estar en su hogar a tiempo. Camina rápido hasta una habitación conocida, antes mira que su pequeño León siga ronroneando tranquilo, todo está dispuesto y una nueva emoción nace en su estómago, ¿nerviosismo? ¿Así es como se siente?

En cualquier minuto él llega, el reloj acaba de sonar a la hora indicada, sabe que Nigel por esta vez será puntual y Claire sabe que por él haría lo que fuera. Sobre la cama que parece tan grande y tan vacía hay un pequeño papel, debe seguir las indicaciones porque sabe que al final conseguirá el premio. Se escuchan unos pasos y ella se deshace de la ropa, sólo el perfume acompaña su cabello suelto mientras corre donde debe estar. Alguien grita su nombre y luego puede mirar una sonrisa al encontrar la nota, dice que está dispuesto a jugar y se quita los zapatos. Ella sigue corriendo, intentando no hacer ruido pero las risas la delatan, él llegó al siguiente lugar y se quita la camisa como lo dice la instrucción, ahora el único sonido es el roce de la tela y su respiración agitada.

Justo ahí un dibujo los muestra juntos, Claire y Nigel detenidos en el tiempo y en esa mirada, esa cuando olvidan al resto del mundo y prefieren perderse en los ojos del otro. Él se queda inmóvil, pero otros saltitos le indican que debe continuar, que esto sólo está comenzando, ella da un grito cuando casi corre en la dirección equivocada, una puerta se cierra pero muchas otras se han abierto para ellos, apenas entra luz por las ventanas detrás de las gruesas cortinas, las velas iluminan la improvisada tienda que ha creado para él. Afuera de esa habitación el último trozo de papel, uno que contiene más tinta negra escrita y no sólo son pasos a seguir, es agradecimiento, pasión, deseo, entrega, palabras motivadas por el tiempo, por algo que crece aunque ya lo ocupa todo. Una firma seguida de cinco letras que cambian las facciones del hombre que la cambió a ella. Te amo.

Las telas cuelgan y sólo una mano sujetando la pluma se ve, el contorno del cuerpo desnudo insinúa, las risas invitan, - Feliz cumpleaños amor… -

Su corazón latía muy rápido, cada vez más, en cualquier minuto saldría por su boca con unos pequeños pies y se iría corriendo dejándola muerta, se sentía como una niña a punto de ser pillada en una travesura. Los pasos de Nigel siempre eran firmes, seguros y esa era una de las cosas que ella más amaba de su esposo, como pasara lo que pasara, sin importar el caso, la hacía sentir como si el suelo jamás se derrumbaría bajo sus pies mientras él estuviera ahí. Sabía que estaba más cerca, de alguna forma siempre podía sentirlo incluso antes de verlo, su estómago se contraía y su sonrisa se amplió al notar como entraba en aquella tienda preparada para él. Estaba desnudo y así era como a ella más le gustaba, así se habían conocido y descubierto, habían recorrido cientos de veces la piel del otro, dejando marcas que no era necesario fueran visibles, sólo verdaderas y grabadas en el recuerdo. Dejó que las risas se escaparan al escuchar sus palabras, a sus ojos él seguía igual de guapo que el primer día en que lo había visto, sin ninguna marca visible que evidenciara el paso del tiempo menos algún atisbo de estar ‘viejo o arrugado’, para ella Nigel simplemente era perfecto por mucho que para otros tuviera miles de defectos, Claire apenas si podía notarlos.

Parecía deslizarse sobre las mantas que ella misma había escogido para cubrir la improvisada cama armada dentro de esa tienda, seda suave ayudaba a que ambos se movieran casi como si fueran líquido fluyendo entre los dedos de alguien que intenta manejarlo todo. El calor se hace presente donde ellos quieren decirlo todo sin tener que hablar, un suspiro se escapa y ella toma aquel rostro entre sus manos, le deja un beso en una mejilla, luego otro en la otra, se detiene un poco más en su frente y le pide que cierre los ojos para besar sus párpados, recorre todas esas facciones antes de llegar a la boca que tanto ansía, - ¿cómo logras que cada día te ame más? – se sonroja como pocas veces lo hace, todas aquellas veces que sólo él consigue, sólo con él y para él logra expresar lo que realmente siente, de su mano ha crecido a través de los años, dentro de él aprendió lo que otros creen que no existe, tiene el recuerdo siempre presente de la primera noche, aquella en que se sentía como una niña jugando a ser adulta, aquella que cambió apenas lo tuvo entre sus brazos.

Pasa los dedos por detrás de su cuello y los entrelaza atrayéndolo más hacia ella, no quiere dejar que se separe ni siquiera para respirar, la necesidad se hace cada vez más intensa y el deseo crepita en su interior como brasas que él se encarga de ir avivando con el fuego que significan sus besos. Recorre con su nariz su cuello mientras rodea su cintura con las piernas, quiere tenerlo cerca unos minutos para jamás olvidar su esencia, esa que de seguro tiene impregnada en la piel aunque sea otro el perfume que la baña en las mañanas. Se gira para estar sobre él y lo mira a los ojos entre esa cascada de cabello castaño que dejó suelta para que sea una improvisada cortina que esconde sus rostros del mundo, de una sociedad cruel que al salir los apunta con el dedo y aún no comprende como pueden alzar la barbilla y mostrarse sin tener culpa alguna. Aquel sentimiento no existe cuando hay otros que lo llenan todo.

Sabe que su cuerpo aún tiene signos del milagro que ambos crearon pero nunca duda de entregarse a él una y mil veces, sus pechos ahora más grandes rozan el torso de quien es el festejado esta noche, ella baja besando su cuello deteniéndose en el hueco entre sus clavículas, quiere sentir aquel salado sabor de su piel y dejar pequeños mordiscos como si fuera el plato principal del mejor banquete que alguna vez hubiese probado. Sus manos se van hasta las de él y las toman firmes, poniéndolas a cada lado de su cabeza, evitando así que él pudiera intervenir en lo que ella tenía planeado, ese era su regalo por simplemente existir, Claire no necesitaba excusas para querer complacerlo en todo, pero quería que este día fuera inolvidable aunque para ella cada momento juntos lo fuera. Levantó los ojos para jamás perder las emociones que pasaban por esos dos azules puntos que más que hielo eran un cielo abierto y despejado, mar profundo y calmo pero que en cualquier minuto puede arrasar con todo. Aunque ahí, dentro de aquellas telas que los aislaban estaban a salvo, incluso de ellos mismos.

Ejerció presión en sus manos dejando incluso que sus uñas se enterraran levemente en aquella piel que de seguro estaba ansiosa de poder tocarla, la sonrisa sólo se borraba cuando usaba su boca para seguir recorriendo su piel, ahora su abdomen estaba también lleno de sus besos, podía simplemente transitar por el espacio entre sus caderas muchas veces sin cansarse, los labios eran pies que corrían rápido para no perder el tiempo, - Soy tuya… - lo repetía como lo había hecho desde esa noche en que aceptó esa nueva vida juntos, - esta y todas las noches, estoy para ti, soy para ti… - le soltó las manos para poder usar las suyas y hundirlas en su cabello de una forma casi exigente, - ¿vas a dejar que consienta amor? – detuvo sus movimientos esperando su respuesta, ella deseosa de que él sintiera el placer que podía darle, quería escuchar su nombre de sus labios, quería por sobre todas las cosas retribuirle de alguna forma la felicidad que él le hacía sentir sólo con mirarla a los ojos.

Intentar contar el tiempo en segundos, meses, minutos o días parece bastante lógico, la mayoría del tiempo puede servir cuando tienes al menos claro el comienzo de todo, ¿en qué día exactamente Claire amó por primera vez a Nigel? Al primer beso quizás, a la primera mirada, a la primera vez juntos o al primer orgasmo, probablemente a todas esas, al primer susurro de su nombre y a la primera petición o tal vez a la última, esa acompañada del primer sí, del primer acepto, del que había cambiado todo. ¿Cómo podría pasar siquiera por su cabeza la idea de que alguna vez ella pudiera dejarlo? Imposible, ni siquiera esa frase debería poder ser dicha, porque a veces cuando pones algo en palabras eso toma fuerza y puede convertirse en realidad, nunca, ni siquiera frente a los peores escenarios, ni con lo peor rondando en su cabeza. Ella sabía que con él todo su orgullo y lo que alguna vez la hizo tan conocida desaparecía, la altanería y la presunción, aquella petulancia, insolencia, incluso la ironía y el sarcasmo tan común cada vez que hablaba, todo eso desaparecía cuando era Nigel el destinatario de sus actos. Es muy difícil decir no cuando todo en ti grita tan fuerte sí que incluso los rasgos y la voz terminan delatándote.

Cada uno de los que la miraban mal por haber cambiado tenían razón pero no del todo, ella lo había hecho, no era la misma y jamás lo sería, ¿pretendía alguien que toda su vida se mantuviera en un estado de latencia? Él la hacía crecer y querer ser diferente, fuera eso bueno o malo, su ahora esposo la conocía como nadie más lo hacía, de una forma distinta a lo que podía hacerlo su gemela o ese puñado de amigos casi inexistente, con él todo era distinto porque jamás había tenido que mentir o actuar de otro modo, incluso ahora, cuando ambos dentro de esa tienda hecha por ella intentan encontrar la forma de saciar el ansia que significa el deseo desesperado por el otro. Claire maldice mirando por un segundo al cielo, lamenta las limitaciones que las letras le dan, ¿existe acaso alguna palabra que pueda describir lo que Nigel es para ella? Intenta encontrarla pero sólo ‘todo’ llega a su cabeza una y otra vez, aunque incluso esas cuatro letras parecen insuficientes. Lo que ve, lo que oye, lo que toca, lo que huele, lo que siente en su paladar y aquello que no puede tocarse, todo, en el idioma que sea aunque ella apenas conoce ese y otro más, sabe que aunque las palabras tuvieran otro sonido el significado sería el mismo, porque un ‘te quiero’ o un ‘te amo’ podía gritarse aunque nadie elevara la voz.

-No cambiaría nada ahora que estás aquí, nada, ¿cómo podría siquiera imaginar mi vida de otro modo? Eres mi vida, lo eres todo… mi vida y lo que siga después de ella es tuya… tú eres todo para mí – detuvo lo que hacía porque esperaba que él sólo se fijara en sus labios, en como se movían para él, en esas palabras que parecía haber tenido guardadas por demasiado tiempo, - Nigel… Nigel y amor son tus nombres, así es como suenas para mí, así es como quiero llamarte cada vez que pueda y cuando no estés, cuando mis ojos no puedan verte seguirán siéndolo. – Y cada beso parecía sólo dejarla cada vez más sedienta, sabía que aunque estuvieran besándose días, semanas, meses o años, ella cada vez querría más de él y sólo de él, sabía que necesitaba esta y otras vidas más para seguir amándolo, - Tú eres el motivo por el cual me despierto cada mañana, por lo que siempre deseo ser mejor… ser mejor para ti, tú y León, ustedes son las razones por las que hago cada una de las cosas, si tú no estuvieras Nigel, yo tampoco lo estaría, - Esas palabras que para otros sonarían demasiado cursis o quizás sacadas de algún libro romántico, eran para ella o ellos, para alguien que lo vive en carne propia, para alguien como ella cada palabra por simple o compleja que fuera no era otra cosa más que la verdad, -Me siento vacía sin ti, como si fuera sólo la cáscara seca de mí misma, - lo miró a esos ojos que conocía de memoria, azules e intensos, pestañas que bailaban sin dejar que ella pudiera contarlas para realmente conocer todo de él, - Lléname… Márcame amor y que todo el mundo sepa que soy tuya. –

Animal y salvaje, suave también, besos lentos y pausados como si estuviera recién aprendiendo a besar, quería creer que cada primera vez había sido con él, que sólo él había estado siempre en su vida aunque fuera gracias a lo que había hecho antes que se habían conocido, no podía alejarse de su boca ni aunque lo quisiera, ilógico pensarlo, ella jamás dejaría esos labios a menos que algo le recordara que aún tenía que respirar. Estaba desnuda y él también lo estaba, eso no era un cambio pero si una ventaja, ese era sin dudarlo su Nigel favorito, la faceta favorita de su esposo, el que estaba siempre listo para ella, -¿Me vas a dejar amarte? ¿Podré hacerlo cada día de mi vida? ¿Lo aceptas? – Y era realmente ese acepto el que más le importaba, más que el que había escuchado hacía más de un año en una iglesia vacía, aquel parecía sólo el comienzo de algo que cada noche se consolidaba. Ojos abiertos y una sonrisa que gracias a él se había acostumbrado a dar, secreta aún porque sólo dentro de esa casa era cuando salía cada vez más seguido, en su nariz aún picaba el olor del hombre frente a ella haciéndose cada vez mas intenso y mezclándose con el de las velas que fuera de esa tienda eran la única iluminación que tenían, las palabras venían y ella jamás dudaba en que las repetiría las veces que fuera necesario, una, cien, dos mil, infinito, - Soy tuya… Nigel, amor, soy tuya.- y sonó fuerte porque la voz no le temblaba, sonó fuerte porque todo pareció silenciarse para que él pudiera mantener cada una de esas letras grabadas a fuego bajo la piel.

¿Tú tienes claro como es Nigel? ¿Sabes que antes de que te des la vuelta ya podría estar engañándote? Incluso en peores palabras se lo habían dicho, directamente y sin ningún tipo de sutilezas, ella no las necesitaba porque conocía al hombre que había elegido para el resto de su vida, lo amaba de esa forma y con todo lo que aquello significaba. Claire lo tenía y lo tiene claro, lo sabe y el sonido del carruaje alejándose de la mansión que comparten se lo recuerda cada vez que ella se siente más vacía. Él sale de casa y ella intenta ocupar su mente en otra cosa, dejar de pensar para comenzar a confiar, de todas formas siempre vuelve a mi cama buscándome. Es más simple intentar de pensar en otra cosa en vez de aumentar la inseguridad. Abre un poco más los ojos y recuerda que está ahí, en la tienda que ella misma preparó, con el amor de su vida que cumple un año más y son sólo unas pocas palabras las que necesita para volver a reír y sentir que está todo tal como siempre debe estarlo, perfecto. Soy tuya. Y con eso no parece notar los cambios en él o la sensación que si comienza a sentir su estómago, sospechas. Los mismos miedos que ella tantas veces había sentido en poco tiempo ahora los escuchaba en voz alta, ¿será que estaban en ese punto donde no necesitaban las palabras para poder comunicarse?

Claire miraba sin entender del todo a lo que su esposo decía, parecía asustado y también distinto, eso simplemente la llenaba del más puro terror, toda la base de su vida estaba firme gracias a que él era los cimientos, si Nigel caía, ella lo haría sin dudarlo tras él, ¿estaría enfermo quizás? Lo más probable es que fueran sólo las aprensiones de padre primerizo, ella también las vivía repetidamente aunque no siempre las expresaba por temor a parecer paranoica o sobre protectora. – Nunca, jamás, nunca amor, nunca vas a perderme, siempre seré tuya, siempre estaremos contigo, jamás nos perderás, jamás nos alejaremos de ti. – Demasiados absolutismos que iban sonando cada vez más extraños, la voz le salía rasposa casi imitando lo que él hacía. Lo abrazaba más fuerte porque verlo así la tenía sorprendida, ni siquiera en alguna de esas tantas noches que compartieron juntos lo había sentido tan vulnerable frente a ella, lo acunaba en silencio tal como creía haría con León cuando estuviera mayor, cada minuto que pasaba hacían todo más confuso como cuando el cielo se llena de nubes grises, algunas casi púrpuras y esconden en ella el caos que pronto viene amenazando con destruirlo todo, ¿sería eso quizás lo que Lord Quartermane creía que pasaría? ¿Un final terrible para toda una historia que va demasiado llena de felicidad?

Incluso antes de que él lo preguntara ella ya sabía la respuesta, lo tenía claro porque se lo había cuestionado muchas veces, cada vez que sentía como la inseguridad volvía, cada vez a espacios más alejados pero aún presentes, siempre era consciente de con quien se había casado, Nigel tenía una personalidad que ella amaba, pero sabía que también esa podía ser la causa de sus más grandes dolores. Las nubes se iban y ahora el cielo era azul claro, despejado como cuando permite que el sol brille sin problemas. Sus ojos jamás la engañaban, aunque el resto de su cuerpo si lo hiciera, aunque ella supiera que podría haber estado con otras mujeres, sabía que finalmente llegaba a casa y sólo la miraría de ese modo a ella. – Lo que fuera… - apenas lo susurraba al interior de su boca, esos besos demandantes cortaban el hilo de los pensamientos que cada vez parecían más terribles, imaginándose siempre el peor escenario, preparándose para decirle una y otra vez que le perdonaría todo, que sólo a él le permitía todo, porque lo que sentía era más fuerte que cualquier error que pudiera cometer. – También te amo Nigel, te amo tanto… no lo olvidaré, no olvidaré que me amas porque para eso tendría que dejar de ser quien soy, tú tampoco olvides amor, te amo y no me alejaré de tu lado pase lo que pase… - inútiles palabras, no alcanzan para todo lo que realmente quiere decir, nada alcanza ni siquiera lo hace el tiempo, - ámame esta noche y todas las noches, ámame Nigel pero déjame amarte. – su cuerpo se mueve y se acopla a él, tan bien como lo hace siempre, tal cual como parece calzar perfectamente, toda suya.

Otro hijo… otro hijo conmigo, ¿quieres tener otro hijo conmigo? La garganta decide cerrarse justo cuando ella parece necesitar más aire, ¿por qué ahora no salen las palabras? ¿Por qué su boca no grita lo que su mente y el resto de su cuerpo ya hace? Pensar en León, pensar en los meses esperando su llegada, en la mañana en que nació, en el día en que comienza la primavera, cuando no sabía si calmarse a si misma o calmar al futuro padre que no dejaba de dar ordenes y fruncir el ceño de preocupación, pensar en cada día cuando su hijo sonríe o logra algo nuevo, pensar en todo eso y sentir que de golpe el oxígeno entra a sus pulmones, comenzando a respirar agitadamente, ¿era eso o el hecho de sentir a Nigel dentro de ella? – Si quiero, uno, otro, muchos, los que quieras, los que queramos. – Ni siquiera tenía claro lo que estaba diciendo o si estaba al menos un poco segura de que era la respuesta correcta, - quiero tener otro hijo contigo Nigel, una familia enorme como la que tú y yo nunca tuvimos. – y esa última frase salió seguida de una carcajada que hizo titilar la luz de las velas que iluminaban el interior de la tienda donde estaban, no podía hacer nada más que reír y comenzar a mover sus caderas para continuar el gesto que su esposo había comenzado, llenándolo de besos mientras la punta de sus pechos rozaba arriba y abajo el torso desnudo de un Nigel que para Claire lucía diferente, quizás eso era, sólo eran esos miedos los que lo hacían actuar de ese modo, extraño y pareciendo frágil, entrecruzando las piernas en su espalda logró que él entrara más profundo en ella, nada le sacaría la sonrisa que ahora tenía, nada y muchos menos nadie, ni los rumores, ni siquiera una prueba concreta de la falla que él pudo haber cometido, todo eso parecía tan mínimo cuando sentía como él se movía a su mismo ritmo, quizás incluso engendrando en ese minuto al próximo hijo de ambos.

El pecho de Claire sube y baja, rápido y a ratos más lento cuando deja escapar un suspiro, dos palabras logran que vuelva a sentirse viva, ¿es posible que algo que parece abarcarlo todo pueda seguir creciendo? La voz de Nigel toma una tonalidad diferente que vuelve a encender aquello que pudo quizás comenzar a querer decaer, ya no hay dudas ni tampoco miedos, aquel que está sobre ella, ese que se dedica a recorrer su cuerpo como si fuera primera vez que la viera, vuelve a ser el mismo de antes, vuelve a ser el mismo hombre del que se enamoró, o quizás no, tanto tiempo atrás cuando vio por primera vez a ese muchacho que tenía sólo unos pocos años más que ella ni siquiera imaginaba que ya comenzaba a formar parte de su vida, que extrañarlo apenas se iba si era un síntoma de lo que se gestaba, que darle minutos extra cada noche no era sólo por ser un buen cliente y que el mal humor que aparecía en las jornadas en que no se asomaba por el burdel no era porque necesitara su dinero. Claire llevaba tanto tiempo enamorada de él que ni siquiera era capaz de decidir si lo había hecho al primer instante de verlo, al primer beso o la primera en que estuvieron juntos. Claire ama a cada Nigel que conoció y que conoce, al que le rogaba que fuera sólo suya pese a recibir una y otra vez una negativa, al que aceptaba a regañadientes pisar una iglesia sólo porque ella se lo pide, a ese que despierta con el ceño fruncido cuando el llanto de un bebé se escucha en la habitación de al lado y por sobre todo a ese que besa sus labios como si fueran el manjar más exquisito que hubiese probado alguna vez.

Sólo necesitaba apenas cerrar un poco los ojos y las imágenes van formándose solas, cada una como si fueran pequeñas capas que al final logran una mayor que conoce muy bien. Cada rincón del cuerpo de su esposo está grabado en su mente aún cuando él es capaz de sorprenderla a cada instante, conoce cada pequeña mancha, cada cicatriz, los lugares secretos que puede tocar para hacerlo sentir de todo modo, la ubicación de sus lunares favoritos e incluso algunos que ni él sabía existían. Son los pequeños detalles que para otros serían imperfecciones los que ella consideran que hacen de su amor alguien único, todo eso que lo separa del común de las personas, de todos aquellos allá afuera que siguen modas y buscan ser tan similares a otros. Claire lo ama por ser quien le demostró que si merecía ser alguien que puede convertir al amor en el protagonista silencioso de su historia, esa que aún va escribiendo sobre ambos. Una afortunada sin dudarlo, no tenía nada de que quejarse, ni siquiera mínimas cosas del día a día la afectaban cuando bastaba una mirada de él para saber que estaba exagerando y que mejor dedicaba ese tiempo a seguir entre sus brazos. Después de tanto tiempo juntos a ella aún le reconfortaba saber que puede encontrar en un gesto tan simple como un abrazo el consuelo que necesita cuando el día es pesado o su humor está un poco bajo. Nigel no es alguien que muestre sus sentimientos a luz pública, Claire tampoco lo es del todo, pero apenas están entre las paredes de su hogar todo cambia y ella puede llegar a convertirse en alguien completamente distinto.

Las putas tienen formas únicas para poder evitar quedar embarazadas, ¿tendrían también tácticas para lograr lo contrario? Para eso sólo existe un método que ella conoce bien y que no se cansa de repetir una y otra vez con su esposo, ambos parecen querer convertirse expertos en ese arte, aquellos que consiguen ser maestros luego de mucha práctica. La tela que los envuelve se mueve apenas, como si no existiera aire en su interior que pudiera lograr algún roce con ella, todo parece concentrado en el mínimo espacio entre esos dos cuerpos unidos, queriendo ser uno solo, moviéndose al mismo ritmo que lo han hecho tantas veces pero sin saber, al menos de parte de ella, que esta será la última vez que pueda tenerlo de ese modo, vivo. Claire lo toca apenas con los dedos casi como si lo hiciera sobre las teclas de un piano, interpretando una pequeña pieza que recién comienza a aprender, tantas veces entre sus brazos pero cada noche, tarde, mañana, cada vez que lo hace algo nuevo aparece, una nueva forma de hacerlo sentir mejor, un nuevo lugar donde ella quiere llenar de besos o quizás ese punto en el que una caricia distinta es capaz de hacer nacer cosas que hasta entonces no eran posibles. Si antes, tiempo atrás apenas lo conocía y ya lo amaba, ¿cómo no hacerlo ahora?, - Nigel… - su nombre favorito, ese nombre que le recuerda lo que es su vida, todo lo que realmente llena cada espacio de su vida encerrado en lo que vuelve a repetir, - Nigel… - podría decirlo mil veces y nada sería suficiente, - ¿cómo podría olvidarlo? –

Y esa última pregunta lanzada al aire no esperaba obtener respuesta, no necesitaba que enumerara razones para que todo lo que sentía desapareciera ya que simplemente no lo cree posible. – Jamás podría olvidarlo… - Claire responde a la demanda de sus labios, no existe nada más en ese momento que esa boca tan suya aunque al salir de la casa que comparten bese otras ajenas. Este es el regalo que tiene para él al cumplir un año más, ella es el regalo que quiere entregarle, completa, total, cada parte de su cuerpo, su mente e incluso el alma ya que el corazón hace mucho no le pertenece, todo es de él. – Te amo, - podría repetirlo hasta que la garganta se le secara y la voz dejara de salir, - nunca lo dudes y jamás lo olvides, - le hacía la misma petición con igual intensidad pero sin el mismo significado. Claire no sabe que sucederá a continuación ni tampoco quiere saberlo, va dando los pasos con pequeños pies como los de su hijo, construye con cada minuto el tiempo de su vida, hace mucho dejó de planear el futuro para poder vivir un presente que fácilmente pueden arrebatarle de las manos. Ella puede quizás haber perdido la cuenta sobre la cantidad de hombres que pasaron por su cama o quizás cuantos han pedido que diga las mismas palabras que acaba de pronunciar, pero está segura de una cosa, sólo hay uno que la ha hecho sentir de ese modo, sólo hay uno con quien ha hecho el amor, sólo a un hombre puede llamar el amor de su vida, sólo a ese que tiene tan cerca de ella le diría mil veces sí a la petición que por tanto tiempo dijo no. – Te quiero. – un susurro, no necesita más que eso.