AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Paso por el puerto
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Paso por el puerto
Había amanecido una hermosa mañana de primavera con los pájaros cantando de forma armoniosa y el brillante sol colando sus rayos por las escasas nubes que jugaban por el cielo a ocultarlo. Una ligera brisa fresca hacía que la intensa luz solar no fuera nada sofocante y, como tantos otros, Gilbert pensó que debía aprovechar tan buen día.
Se había pasado toda la mañana de un lado a otro haciendo recados que le mandaban sus padres y que basicamente consistían en ir a comprar alimentos y especias para aprovisionar el restaurante. Pero aquel era un día laborable como solía decirse y no pasaba tanta gente por el local familiar como lo hacían los fines de semana cuando casi siempre había alguna cena suntuosa que atender. Era en cierto modo irónico que cuando los demás trabajaban ellos tenían mucho menos trabajo y viceversa.
Acabada ya su jornada de trabajo por aquella mañana dejó la bolsa de pimienta en la cocina, lo último que le habían mandado buscar ese día, y partió hacia el puerto para dar un paseo relajante. No sabía si era por el buen día o que pero se había levantado lleno de energía y aún la sentía bullendo en su interior a pesar de todo lo que había caminado esa mañana. De no ser porque las calles estaban realmente concurridas habría echado a correr hacica el puerto, pero si lo hacía seguramente acabaría chocando contra alguien y cayendo al suelo por lo que caminar tranquilamente le pareció mejor idea.
No tardó mucho en llegar al destino que se había propuesto, el puerto era una de las zonas más ajetreadas de París desde que el mundo entero se había embarcado al comercio y casi todos los días llegaba un barco nuevo cargado de provisiones extranjeras o se iba uno a hacer fortuna en otras tierras.
El joven pelirrojo siguió caminando bordeando todo el puerto esquivando lobos de mar cargando pesadas cajas y viajeros que desmbarcaban hasta llegar a una zona algo alejada cercana a un precipicio desde donde tenía una magnífica vista. La brisa marina hondeaba con gracia sus reveldes cabellos y llenaba de aroma salado sus pulmones mientras sus ojos se fijaban en cada detalle de el más llamativo barco de los que en esos momentos estaban allí anclados.
Se había pasado toda la mañana de un lado a otro haciendo recados que le mandaban sus padres y que basicamente consistían en ir a comprar alimentos y especias para aprovisionar el restaurante. Pero aquel era un día laborable como solía decirse y no pasaba tanta gente por el local familiar como lo hacían los fines de semana cuando casi siempre había alguna cena suntuosa que atender. Era en cierto modo irónico que cuando los demás trabajaban ellos tenían mucho menos trabajo y viceversa.
Acabada ya su jornada de trabajo por aquella mañana dejó la bolsa de pimienta en la cocina, lo último que le habían mandado buscar ese día, y partió hacia el puerto para dar un paseo relajante. No sabía si era por el buen día o que pero se había levantado lleno de energía y aún la sentía bullendo en su interior a pesar de todo lo que había caminado esa mañana. De no ser porque las calles estaban realmente concurridas habría echado a correr hacica el puerto, pero si lo hacía seguramente acabaría chocando contra alguien y cayendo al suelo por lo que caminar tranquilamente le pareció mejor idea.
No tardó mucho en llegar al destino que se había propuesto, el puerto era una de las zonas más ajetreadas de París desde que el mundo entero se había embarcado al comercio y casi todos los días llegaba un barco nuevo cargado de provisiones extranjeras o se iba uno a hacer fortuna en otras tierras.
El joven pelirrojo siguió caminando bordeando todo el puerto esquivando lobos de mar cargando pesadas cajas y viajeros que desmbarcaban hasta llegar a una zona algo alejada cercana a un precipicio desde donde tenía una magnífica vista. La brisa marina hondeaba con gracia sus reveldes cabellos y llenaba de aroma salado sus pulmones mientras sus ojos se fijaban en cada detalle de el más llamativo barco de los que en esos momentos estaban allí anclados.
Gilbert Gervais- Humano Clase Media
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 14/04/2011
Re: Paso por el puerto
La noche se había hecho larga entre cliente y cliente y apenas había llegado a mi casa me había dejado caer sobre la cama sin quitarme la ropa y me había quedado dormida profundamente hasta hacía una hora aproximadamente. Había despertado algo malhumorada pero el desayuno caliente que yo tuve que preparar con mis propias manos y el largo baño que me di para volver a ser persona me regresaron a mi habitual buen humor más rápido de lo que pensaba. No importaba que me hubiera levantado realmente tarde, en realidad mi hora de trabajo comenzaba después de las nueve cuando el burdel ya estaba lleno así que sería una buena ocasión para salir a dar una vuelta. Me puse un vestido sencillo, evidentemente no de los que usaba para trabajar, sino de los que me había regalado algún encantador cliente para poder salir a la calle sin delatar mi profesión a cualquiera.
Mis pies me habían llevado al puerto, puerto que justamente me recordaba el paseo con Louis. ¿Hacía cuánto de eso? Me había recogido el cabello en un moño alto que dejaba caer unos cuantos mechones rubios que enmarcaban mi rostro sin maquillar. Odiaba maquillarme cuando no estaba trabajando, prefería salir al natural y así podía camuflagearme con la gente. ¿Dónde estaba Magnolia Velvet? A saber. Sonreí con la sonrisa de la mujer que guarda un secreto y caminé mirando las embarcaciones que llegaban y que zarpaban y a los pescadores y a los marineros y al montón de gente que había por ahí tan sólo mirando el mar. Caminaba a pasos lentos pero seguros y contoneaba las caderas, hábito que tenía desde siempre, estuviera en el burdel o no, muchos de mis clientes podrían haberme reconocido tan sólo por la forma en que caminaba. Era algo así como un sello personal.
Me sobresalté al sentir el jalón suavecito de algo en mi vestido y agaché mi mirada para ver a una chiquilla que estiraba la mano para pedir una moneda. Pobrecilla. Sonreí agachándome a su altura y le pasé la mano por la cabeza, cualquiera pudo haber puesto el grito en el cielo, con las epidemias y las enfermedades mortales podías contagiarte de cualquier cosa en cualquier momento pero no me importó. Saqué un par de monedas de entre los pliegues de mi vestido y se las puse en la palma de la mano cerrándola después sobre éstas. -Ve a comprarte algo de comer- Le dije en mi perfecto francés y dejé que se fuera corriendo después de agradecerme. COn qué facilidad uno podía hacer feliz a un niño.
Fijé la mirada en el lugar por donde había desaparecido y luego me dirigí hacia otro lado para alejarme de la muchedumbre. El viento arreciaba en esta parte del puerto pero la vista era envidiable, no me importó despeinarme o que el vestdo revoloteara, ni siquiera cuando el pañuelo que llevaba atado al cuello salió volando hacia el mar pasando justamente junto a la cabeza de un joven pelirrojo que estaba ahí desde antes que yo.
Mis pies me habían llevado al puerto, puerto que justamente me recordaba el paseo con Louis. ¿Hacía cuánto de eso? Me había recogido el cabello en un moño alto que dejaba caer unos cuantos mechones rubios que enmarcaban mi rostro sin maquillar. Odiaba maquillarme cuando no estaba trabajando, prefería salir al natural y así podía camuflagearme con la gente. ¿Dónde estaba Magnolia Velvet? A saber. Sonreí con la sonrisa de la mujer que guarda un secreto y caminé mirando las embarcaciones que llegaban y que zarpaban y a los pescadores y a los marineros y al montón de gente que había por ahí tan sólo mirando el mar. Caminaba a pasos lentos pero seguros y contoneaba las caderas, hábito que tenía desde siempre, estuviera en el burdel o no, muchos de mis clientes podrían haberme reconocido tan sólo por la forma en que caminaba. Era algo así como un sello personal.
Me sobresalté al sentir el jalón suavecito de algo en mi vestido y agaché mi mirada para ver a una chiquilla que estiraba la mano para pedir una moneda. Pobrecilla. Sonreí agachándome a su altura y le pasé la mano por la cabeza, cualquiera pudo haber puesto el grito en el cielo, con las epidemias y las enfermedades mortales podías contagiarte de cualquier cosa en cualquier momento pero no me importó. Saqué un par de monedas de entre los pliegues de mi vestido y se las puse en la palma de la mano cerrándola después sobre éstas. -Ve a comprarte algo de comer- Le dije en mi perfecto francés y dejé que se fuera corriendo después de agradecerme. COn qué facilidad uno podía hacer feliz a un niño.
Fijé la mirada en el lugar por donde había desaparecido y luego me dirigí hacia otro lado para alejarme de la muchedumbre. El viento arreciaba en esta parte del puerto pero la vista era envidiable, no me importó despeinarme o que el vestdo revoloteara, ni siquiera cuando el pañuelo que llevaba atado al cuello salió volando hacia el mar pasando justamente junto a la cabeza de un joven pelirrojo que estaba ahí desde antes que yo.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
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Re: Paso por el puerto
La madera bien pulida brillando al sol, las velas recogidas hondeando ligeramente por la brisa, las pequeñas ventanillas que delataban donde se encontraban los cañones. Gilbert se fijaba en todos esos detalles del poderoso barco que en esos momentos reinaba el puerto dejando como pequeños o demasiado sencillos a todos los demás que allí reposaban.
Inspiró profundamente estirando sus brazos hacia arriba para seguidamente pasarse una mano por los cabellos en un vano intento de ponerles un poco de orden. Bastó que los soltara para que de nuevo se pusieran a hondear agitadamente como si de fuego se trataran. Su camisa también hondeaba con furia pero la sensación de la tela golpeando contra la piel desnuda que ocultaba se le hacía bastante agradable. La tela no era demasiado suave pero tampoco era nada áspera lo que las convertía en unas buenas caricias. Aunque nunca sustitutas de las que le podía proporcionar unas cálidas manos ajenas. Lanzó un largo suspiro recordando las suaves manos que le habían acariciado con cariño por última vez. Hacía tiempo que no veía a esa amiga que en tan alta estima tenía aunque tampoco era de extrañar. Tenían horarios muy diferentes por culpa de su trabajos y también por esto solían estar la mayoría del tiempo realmente ocupados. Aunque en ese rato libre que tenía pensaba que le gustaría estar compartiéndolo con alguna amistad.
Casi como si algún tipo de divinidad escuchara su muda petición un pañuelo pasó volando junto a él tapándole la vista que hasta entonces tenía dirgida hacia el barco. Haciendo uso de sus buenos reflejos se inclinó tan solo un poco hacia un lado y extendiendo un brazo logró atrapar la prenda antes de que esta siguiera su camino y se perdiera en el mar.
- Un pañuelo de mujer...-
Susurró muy bajo para sí acercando la tela a su rostro aspirando el aroma que desprendía. Ese perfume... ese aroma tan delicioso lo reconocería en cualquier lado.
Con una sonrisa adornando ahora su rostro giró la vista hacia la dirección de donde había venido el pañuelo y allí la vio. Una estilizada figura femenina con su vestido hodeando y sus cabellos bailando con el viento. Una estampa demasiado hermosa como para no pararse a contemplarla unos instantes. Pero pasado dicho momento se acercó con sigilo e hizo algo que muchos habrían mirado como poco educado y decoroso. Pero que importaba, allí arriba solo parecían estar ellos dos.
Atrapó a la mujer por la cintura con un brazo pegándola a su cuerpo mientras que con la otra mano tapó con cuidado los ojos de la rubia. Pegando su cuerpo al de la mujer acercó sus labios al oído ajeno para susurrar bajito pero con un tono cantarín.
- Quien soy?.-
Inspiró profundamente estirando sus brazos hacia arriba para seguidamente pasarse una mano por los cabellos en un vano intento de ponerles un poco de orden. Bastó que los soltara para que de nuevo se pusieran a hondear agitadamente como si de fuego se trataran. Su camisa también hondeaba con furia pero la sensación de la tela golpeando contra la piel desnuda que ocultaba se le hacía bastante agradable. La tela no era demasiado suave pero tampoco era nada áspera lo que las convertía en unas buenas caricias. Aunque nunca sustitutas de las que le podía proporcionar unas cálidas manos ajenas. Lanzó un largo suspiro recordando las suaves manos que le habían acariciado con cariño por última vez. Hacía tiempo que no veía a esa amiga que en tan alta estima tenía aunque tampoco era de extrañar. Tenían horarios muy diferentes por culpa de su trabajos y también por esto solían estar la mayoría del tiempo realmente ocupados. Aunque en ese rato libre que tenía pensaba que le gustaría estar compartiéndolo con alguna amistad.
Casi como si algún tipo de divinidad escuchara su muda petición un pañuelo pasó volando junto a él tapándole la vista que hasta entonces tenía dirgida hacia el barco. Haciendo uso de sus buenos reflejos se inclinó tan solo un poco hacia un lado y extendiendo un brazo logró atrapar la prenda antes de que esta siguiera su camino y se perdiera en el mar.
- Un pañuelo de mujer...-
Susurró muy bajo para sí acercando la tela a su rostro aspirando el aroma que desprendía. Ese perfume... ese aroma tan delicioso lo reconocería en cualquier lado.
Con una sonrisa adornando ahora su rostro giró la vista hacia la dirección de donde había venido el pañuelo y allí la vio. Una estilizada figura femenina con su vestido hodeando y sus cabellos bailando con el viento. Una estampa demasiado hermosa como para no pararse a contemplarla unos instantes. Pero pasado dicho momento se acercó con sigilo e hizo algo que muchos habrían mirado como poco educado y decoroso. Pero que importaba, allí arriba solo parecían estar ellos dos.
Atrapó a la mujer por la cintura con un brazo pegándola a su cuerpo mientras que con la otra mano tapó con cuidado los ojos de la rubia. Pegando su cuerpo al de la mujer acercó sus labios al oído ajeno para susurrar bajito pero con un tono cantarín.
- Quien soy?.-
Gilbert Gervais- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/04/2011
Re: Paso por el puerto
Había perdido el amanecer por estar dormitando en mi cama sin querer moverme de ahí pero ver un atardecer en el puerto era igual de envidiable, incluso más. La tarde se teñía del color del fuego por un breve instante y luego el sol se despedía de los mortales como si la función hubiera terminado. Manchones de color rojo, naranja, insluso rosa se entremezclaban con los rayos del sol dando un espectáculo digno de verse. Y yo estaba en primera fila. No pude evitar sonreír por el pensamiento, y continué mirando hacia el horizonte sin darme cuenta de que mi cabello estaba revoloteando por todos lados habiendo perdido las horquillas que lo sujetaban. Tan sólo me hizo reparar en el mundo real una corriente de aire inesperada que invadió el interior de mi falda haciéndola elevarse, una mano rápida para evitar la catástrofe y la distracción perfecta para detener la función un momentito, o al menos para dejar de verla porque los actores no estaban muy dispuestos a esperarme.
Bajé la vista un segundo y fue cuando lo sentí, un brazo tomándome de la cintura, un cuerpo esbelto contra mi espalda y una mano suave sobre mis ojos. Por un momento mi corazón dio un vuelco en su sitio y mi garganta expresó el movimiento en un grito ahogado, mi cuerpo se tensó completamente e instintivamente aferré mis manos a cada uno de los brazos que me sostenían. ¿Un secuestrador? Por muy caballerosos que fueren no creía que me tomara así de... delicadamente, además de que estábamos en plena tarde en la vía pública. ¿Entonces quién? Sentía mi corazón tan acelerado que no había manera de que él no lo notara, golpeando contra todo y haciendo que la reverberación del sonido viajara hacia mi espalda y siguiera por su pecho como si el mío y el suyo quisieran encontrarse en un abrazo.
Intenté aspirar un aroma conocido, sentir tela especial bajo mis dedos que me diera una pista de alguien más a quien hubiera tenido bajo las palmas de mis manos pero estaba tan aturullada que no lograba encontrar a nadie en mi memoria. Tantas caricias. Deslicé mi mano correspondiente por el brazo que me ceñía llegando hasta donde la tela desaparecía y la piel se exponía libre escuchando su susurro y quedándome como si mi cuerpo entero se hubiera quedado suspendido en el aire. Esa voz. Ese tono. Ese francés perfecto que ya había yo escuchado muchas otras veces pero, ¿podía ser?, ¿Hacía cuánto que no lo veía, que no estaba con él? Llené mis pulmones de aire porque hasta ahora no me había dado cuenta de que había dejado de respirar en mi intento por descubrir a quien trataba de sorprenderme, una sonrisa llenó mis labios y apreté la mano del hombre con la mía.
-Va a ser que los milagros existen, ¿No es cierto, Gilbert? Todavía se podía escuchar mi voz vacilante por el susto pero eso había quedado atrás, estaba segura de que era mi amigo Gilbert Gervais a quien por compromisos de trabajo, tanto suyos como míos, había dejado de ver hacía tanto tiempo. No me hubiera arriesgado a decir cualquier nombre si no lo hubiera reconocido en el momento en que su aliento golpeó mi oreja. La tela de su camisa, el aropa, el tacto de sus manos y de su pecho contra mi espalda. Ahora todo encajaba de pronto. -Déjame verte, hombre... ¿O vas a seguir privándome del privilegio?
Bajé la vista un segundo y fue cuando lo sentí, un brazo tomándome de la cintura, un cuerpo esbelto contra mi espalda y una mano suave sobre mis ojos. Por un momento mi corazón dio un vuelco en su sitio y mi garganta expresó el movimiento en un grito ahogado, mi cuerpo se tensó completamente e instintivamente aferré mis manos a cada uno de los brazos que me sostenían. ¿Un secuestrador? Por muy caballerosos que fueren no creía que me tomara así de... delicadamente, además de que estábamos en plena tarde en la vía pública. ¿Entonces quién? Sentía mi corazón tan acelerado que no había manera de que él no lo notara, golpeando contra todo y haciendo que la reverberación del sonido viajara hacia mi espalda y siguiera por su pecho como si el mío y el suyo quisieran encontrarse en un abrazo.
Intenté aspirar un aroma conocido, sentir tela especial bajo mis dedos que me diera una pista de alguien más a quien hubiera tenido bajo las palmas de mis manos pero estaba tan aturullada que no lograba encontrar a nadie en mi memoria. Tantas caricias. Deslicé mi mano correspondiente por el brazo que me ceñía llegando hasta donde la tela desaparecía y la piel se exponía libre escuchando su susurro y quedándome como si mi cuerpo entero se hubiera quedado suspendido en el aire. Esa voz. Ese tono. Ese francés perfecto que ya había yo escuchado muchas otras veces pero, ¿podía ser?, ¿Hacía cuánto que no lo veía, que no estaba con él? Llené mis pulmones de aire porque hasta ahora no me había dado cuenta de que había dejado de respirar en mi intento por descubrir a quien trataba de sorprenderme, una sonrisa llenó mis labios y apreté la mano del hombre con la mía.
-Va a ser que los milagros existen, ¿No es cierto, Gilbert? Todavía se podía escuchar mi voz vacilante por el susto pero eso había quedado atrás, estaba segura de que era mi amigo Gilbert Gervais a quien por compromisos de trabajo, tanto suyos como míos, había dejado de ver hacía tanto tiempo. No me hubiera arriesgado a decir cualquier nombre si no lo hubiera reconocido en el momento en que su aliento golpeó mi oreja. La tela de su camisa, el aropa, el tacto de sus manos y de su pecho contra mi espalda. Ahora todo encajaba de pronto. -Déjame verte, hombre... ¿O vas a seguir privándome del privilegio?
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
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Re: Paso por el puerto
El joven notó con delicia como la femenina figura que había atrapado entre sus brazos se tensó y estremeció cuando lo tomó. No era de extrañar ya que se había acercado con la suficiente ligereza como para que la otra no se percatara antes de su presencia y el agarre debía haberle tomado totalmente por sorpresa. En su pecho notaba el acelerado latir del corazón ajeno a través de la fina espalda de la mujer a una velocidad casi el doble del propio latir. Aunque el suyo también brincaba en su pecho emocionado por aquel agradable reencuentro que no esperaba que fuera a producirse tan pronto.
Una amplia sonrisa se dibujó en sus labios mientras esperaba que la chica adivinara su identidad pero para relajarla había hecho más suave el agarre en su cintura, como medio abrazándola, y movía ligeramente el pulgar sobre la tersa piel de su frente en una sutil caricia como para tranquilizarla por el susto que le había dado.
Al notar el ligero apretón en su mano supo que ya había sido descubierto y, a pesar de no poder verla, pudo intuir la sonrisa en el rostro de la chica solo por el tono de voz que usó al hablarle. Aspiró por última vez el delicioso aroma que despedía el rubio cabello de la mujer antes de soltarla haciendo que esta se girara un poco y haciendo él lo mismo para quedar frente a frente. La recibió con un brillo emocionado en sus pupilas verdosas y una amplia sonrisa que mostraba casi la totalidad de sus blancos dientes.
- Y la señorita acertó! Aquí tiene su premio.-
Sujetó el pañuelo con ambas manos hondeándolo sobre la cabeza de la mujer para dejarlo caer sobre sus hombros rodenadole el cuello haciendo un nudo suelto que además de lucir bastante bonito impediría que el pañuelo se volviera a volar.
Una vez lo colocó dejó a un lado el decoro y saludó a su querida amiga como "correspondía" dándole un cariñoso beso en su suave mejilla.
- Veo que hoy no llevas maquillaje mi querida Magnolia. Me alegro, estás muchísimo más bella al natural. Las mujeres tan hermosas como tú no debería cubrir su rostro con esos potingues.-
Comentó mirando de arriba a abajo a la mujer y asintiendo con la cabeza como si aprobara el aspecto de la joven, aunque a él siempre le parecía que era radiante.
Una amplia sonrisa se dibujó en sus labios mientras esperaba que la chica adivinara su identidad pero para relajarla había hecho más suave el agarre en su cintura, como medio abrazándola, y movía ligeramente el pulgar sobre la tersa piel de su frente en una sutil caricia como para tranquilizarla por el susto que le había dado.
Al notar el ligero apretón en su mano supo que ya había sido descubierto y, a pesar de no poder verla, pudo intuir la sonrisa en el rostro de la chica solo por el tono de voz que usó al hablarle. Aspiró por última vez el delicioso aroma que despedía el rubio cabello de la mujer antes de soltarla haciendo que esta se girara un poco y haciendo él lo mismo para quedar frente a frente. La recibió con un brillo emocionado en sus pupilas verdosas y una amplia sonrisa que mostraba casi la totalidad de sus blancos dientes.
- Y la señorita acertó! Aquí tiene su premio.-
Sujetó el pañuelo con ambas manos hondeándolo sobre la cabeza de la mujer para dejarlo caer sobre sus hombros rodenadole el cuello haciendo un nudo suelto que además de lucir bastante bonito impediría que el pañuelo se volviera a volar.
Una vez lo colocó dejó a un lado el decoro y saludó a su querida amiga como "correspondía" dándole un cariñoso beso en su suave mejilla.
- Veo que hoy no llevas maquillaje mi querida Magnolia. Me alegro, estás muchísimo más bella al natural. Las mujeres tan hermosas como tú no debería cubrir su rostro con esos potingues.-
Comentó mirando de arriba a abajo a la mujer y asintiendo con la cabeza como si aprobara el aspecto de la joven, aunque a él siempre le parecía que era radiante.
Gilbert Gervais- Humano Clase Media
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 14/04/2011
Re: Paso por el puerto
Todavía esperaba que mi corazón volviera a la normalidad después de semejante susto, aún así podía estarse combinando lo que quedaba de la sorpresa recibida con la emoción de mirar a mi amigo a la cara nuevamente, dando como resultado un ritmo cardíaco apresurado. No solté su mano ni siquiera cuando se separó, haciendo parecer a cualquiera que pasara que estábamos en medio de un baile que sólo nosotros dos sabíamos, la estampa de dos enamorados en el puerto bajo la luz del atardecer y siendo azotados por el viento. Romántico. Mi corazón comió ansias cuando lo miré, fue como si de pronto mi piel quemara por sentir sus manos y los roces de sus dedos cuando anudó mi pañuelo en mi cuello fueron sólo un aliciente para que estuviera más ansiosa. Ni siquiera me había fijado en que mi pañuelo me había sido arrebatado, en ese momento con sinceridad ni siquiera me acordaba que había llevado un pañuelo anudado al cuello. -Tu voz me estremece, mi querido Gilbert, hubiera sido un pecado no reconocerte- Comenté con delicadeza y elegancia tocando con mis manos el nudo del pañuelo como si lo aprobara al cien por ciento esperando su siguiente movimiento, anticipando cualquier gesto y mordiéndome las ganas de lanzarme a sus brazos como tantas otras veces.
El beso en mi mejilla fue lo que desató el ritmo cardíaco de nuevo, esta noche iba a morir de un infarto, o al menos tendrían que llevarme al hospital. Me emocionaba tanto verlo que en el momento menos esperado y después de que se hubiera separado de mi, le lancé los brazos al cuello para atraparlo en un abrazo que probablemente yo necesitaba más que él apretándolo contra mi cuerpo por un momento y riendo por sus ocurrencias. Un trazo más en la estampa romántica que cualquier escritor hubiera descrito pobremente, debían estar en mi lugar para saber cómo todos los poros de mi cuerpo rezumaban felicidad. -Eres un adulador- Me separé acariciando sus mejillas sin quitar la sonrisa de mi rostro, mi verdadero premio había sido justamente encontrarme con él. ¿Qué importaba en ese momento el pañuelo? Era sólo un pedazo de tela. -Dime más cosas...-
Noté su mirada de aprobación hacia mi aspecto deslizando mis manos de sus mejillas hacia sus hombros y luego a su pecho sin dejar de mirarlo como si quisiera grabármelo en la mente. Cada rasgo, cada cabello rojo que volaba al viento, sus ojos verdes, su sonrisa, sus dientes, sus labios, esos labios. Había aprobado su aspecto desde antes de verlo, tan sólo teniendo su pecho contra mi espalda y sus brazos alrededor, era increíble cómo por no saber quién era me había perdido la oportunidad de saborear ese momento. Tuve que esconder por un segundo a la cortesana que llevaba dentro y que saltaba por que la dejara libre con él y concentrarme tan solo en la amiga que estaba teniendo el mejor día de su vida, ni siquiera podía hablar de la emoción pero sabía una cosa de entre todo lo que me recorría la mente. -Esto tenemos que celebrarlo-
El beso en mi mejilla fue lo que desató el ritmo cardíaco de nuevo, esta noche iba a morir de un infarto, o al menos tendrían que llevarme al hospital. Me emocionaba tanto verlo que en el momento menos esperado y después de que se hubiera separado de mi, le lancé los brazos al cuello para atraparlo en un abrazo que probablemente yo necesitaba más que él apretándolo contra mi cuerpo por un momento y riendo por sus ocurrencias. Un trazo más en la estampa romántica que cualquier escritor hubiera descrito pobremente, debían estar en mi lugar para saber cómo todos los poros de mi cuerpo rezumaban felicidad. -Eres un adulador- Me separé acariciando sus mejillas sin quitar la sonrisa de mi rostro, mi verdadero premio había sido justamente encontrarme con él. ¿Qué importaba en ese momento el pañuelo? Era sólo un pedazo de tela. -Dime más cosas...-
Noté su mirada de aprobación hacia mi aspecto deslizando mis manos de sus mejillas hacia sus hombros y luego a su pecho sin dejar de mirarlo como si quisiera grabármelo en la mente. Cada rasgo, cada cabello rojo que volaba al viento, sus ojos verdes, su sonrisa, sus dientes, sus labios, esos labios. Había aprobado su aspecto desde antes de verlo, tan sólo teniendo su pecho contra mi espalda y sus brazos alrededor, era increíble cómo por no saber quién era me había perdido la oportunidad de saborear ese momento. Tuve que esconder por un segundo a la cortesana que llevaba dentro y que saltaba por que la dejara libre con él y concentrarme tan solo en la amiga que estaba teniendo el mejor día de su vida, ni siquiera podía hablar de la emoción pero sabía una cosa de entre todo lo que me recorría la mente. -Esto tenemos que celebrarlo-
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
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Re: Paso por el puerto
El joven pelirrojo notaba que su acompañante no quería romper el sutil contacto que tenían con sus manos agarradas y deseando lo mismo entrelazó sus dedos con los de la dama acariciando ligeramente el dorso con el pulgar. Ante su comentario no pudo reprimir una leve risa producto de la alegría y de la emoción haciendo una leve reverencia con su cabeza agradeciéndole el cumplido sobre su voz.
- Me alegra oir que mi voz os produce tal emoción mi lady.-
Comentó con un tono elegante y ligeramente seductor justo antes de que la joven se lanzara a sus brazos. El gesto le tomó ligeramente por sorpresa pero lo vio venir lo suficientemente a tiempo como para recibirla con los brazos abiertos correspondiendo a su abrazo y llevando un pie hacia atrás para no perder el equilibrio y caer por tan efusivo gesto. Aún cuando se separó para acariciar sus suaves mejillas aún imberbes él mantuvo sus brazos aún en su cintura sin acabar de romper el abrazo en el que estaban. Su sonrisa se ensanchó ligeramente y soltando de nuevo unas alegres y escandolosas carcajadas tomó su cintura con ambas manos y la alzó del suelo. Gilbert era más fuerte de lo que aparentaba a simple vista y le encantaba notar el peso ligero de su amiga entre sus brazos. Dio un par de vueltas haciendo hondear su vestido antes de bajarla abrazándola contra sí.
- Adoro cuando te pones así de coqueta. Vas a acabar robándome el corazón de nuevo.-
Le dio otro beso esta vez directamente sobre sus sonrosados labios pero demasiado fugaz como para poder pararse a saboreralo.
- Por supuesto que hay que celebrarlo! ¿Hoy es tu día libre? Por que me temo que vas a tener que ponerte a trabajar para satisfacer las solicitudes de este cliente que piensa exigir tus servicios todo el día. Y para empezar el cliente exige invitarla a comer!.-
Comentó de forma efusiva e intentando ponerse serio pero sin acabar de conseguirlo y acabando por reír otra vez. Al salir esa mañana no se había ni imaginado las buenas espectativas que podría depararle ese día. Hacía demasiado tiempo que no veía a su querida amiga y ya podía llamarle egoísta todo el mundo que tenía la má firme intención de robarsela para él solo todo el día, y por supuesto también toda la noche.
- Me alegra oir que mi voz os produce tal emoción mi lady.-
Comentó con un tono elegante y ligeramente seductor justo antes de que la joven se lanzara a sus brazos. El gesto le tomó ligeramente por sorpresa pero lo vio venir lo suficientemente a tiempo como para recibirla con los brazos abiertos correspondiendo a su abrazo y llevando un pie hacia atrás para no perder el equilibrio y caer por tan efusivo gesto. Aún cuando se separó para acariciar sus suaves mejillas aún imberbes él mantuvo sus brazos aún en su cintura sin acabar de romper el abrazo en el que estaban. Su sonrisa se ensanchó ligeramente y soltando de nuevo unas alegres y escandolosas carcajadas tomó su cintura con ambas manos y la alzó del suelo. Gilbert era más fuerte de lo que aparentaba a simple vista y le encantaba notar el peso ligero de su amiga entre sus brazos. Dio un par de vueltas haciendo hondear su vestido antes de bajarla abrazándola contra sí.
- Adoro cuando te pones así de coqueta. Vas a acabar robándome el corazón de nuevo.-
Le dio otro beso esta vez directamente sobre sus sonrosados labios pero demasiado fugaz como para poder pararse a saboreralo.
- Por supuesto que hay que celebrarlo! ¿Hoy es tu día libre? Por que me temo que vas a tener que ponerte a trabajar para satisfacer las solicitudes de este cliente que piensa exigir tus servicios todo el día. Y para empezar el cliente exige invitarla a comer!.-
Comentó de forma efusiva e intentando ponerse serio pero sin acabar de conseguirlo y acabando por reír otra vez. Al salir esa mañana no se había ni imaginado las buenas espectativas que podría depararle ese día. Hacía demasiado tiempo que no veía a su querida amiga y ya podía llamarle egoísta todo el mundo que tenía la má firme intención de robarsela para él solo todo el día, y por supuesto también toda la noche.
Gilbert Gervais- Humano Clase Media
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 14/04/2011
Re: Paso por el puerto
No era solamente su voz, era todo en él, el tono de sus preguntas, la sinceridad en sus palabras, la forma en que me miraba sin solamente posar sus ojos en mi sino yendo siempre más allá, eran cosas que no obtenía tan fácilmente en cualquier lado. "Mi lady" Ese tipo de cosas. Por eso mismo había ansiado tanto su presencia y por eso mismo ahora mismo no podía quitar la sonrisa de mi rostro, como si alguien la hubiera pegado en mis labios, como si hilos invisibles estuvieran tirando de las comisuras de los mismos hacia arriba.
Con los gestos que siguieron bien pude haberlo abrazado de nuevo y besarlo en los labios pero me contuve. Al menos por un momentito. Habia que esperar el momento exacto, el momento perfecto para que todo saliera bien y las emociones fueran las mejores para ambos. Disfruté su risa, esa risa tan fácil, tan estruendosa, tan sin tapujos que ahora mismo era completamente para mi. Absolutamente para mi, nadie más podía disfrutarla más que yo. ¿Egoísta? Si y lo sabía pero no me importaba en lo más mínimo. Él era mío por hoy. Dejé que levantara en brazos y me abracé a su cuello mientras básicamente hacía conmigo lo que él quisiera. No pude evitar soltar una carcajada por mi parte, un poco de diversión entre los días grises que me habían envuelto últimamente, enterarme de lo de Lucian, el trabajo, tantas cosas. Gilbert era sinceramente un respiro entre todo el caos que era mi vida.
Hice un puchero sin soltarme de él, un puchero sacando mi labio inferior y poniendo ojos de cachorrito abandonado. -¿De nuevo? Pensé que una vez que lo hubiera robado, tu corazón siempre sería mío- La voz que usé fue apenas un susurro pero con nuestra cercanía no se necesitaba absolutamente nada más, él me escuchaba y yo me había inclinado hacia su oído para hacer el gesto mucho más sugerente. Su beso me tomó desprevenida, apenas un toque en mis labios que no me puse a profundizar porque había sido demasiado rápido. El había dado el primer paso pero si la tarde continuaba así entonces ya tendrían tiempo de más. Sonreí de lado alzando las cejas y esperando su contestación antes de abrir la boca en plan entre asombrada e indignada antes de volver a hablar. -¿O es que ya hay alguna damita que me haya robado tu corazón mientras no tenía el ojo puesto en ti? Una punzada de celos en el fondo de mi estómago, era el defecto de ser tan posesiva con mis amigos.
Cuando puse de nuevo los pies en el suelo me mantuve todavía aferrada a su cuello, casi podía palpar el temor debajo de mi iel de perderlo si me soltaba o si tardaba medio segundo más parpadeando. ¿De dónde salía tanta inseguridad? Titubeé un poco antes de soltar mi agarre escuchando sus palabras y asintiendo. No era mi día libre ni por asomo pero por él estaría dispuesta a no trabajar ni hoy ni mañana, ¿qué podía perder? Un poco de dinero, en cambio si él se iba, sabía que me iba a sentir muy sola y vacía por dentro, necesitaba celebrarlo, necesitaba celebrarlo con él. -¡Todo el día!- Hice como si lo pensara pero acabé por reirme y encogerme de hombros delicadamente. -Tu eres especial, así que ni siquiera tienes que pedirlo-
Era cierto. Si no hubiera pedido quedarse conmigo todo el día, yo me habría quedado revoloteando a su alrededor todo el tiempo que pudiese, era esa forma de atraerme que tenía, su forma de ser, su forma de mirarme, como si yo fuera especial, su forma de hacerme sentir. Enganché su brazo con el mío y pegué mi mejilla en su hombro. -¿A dónde vamos a comer?-
Con los gestos que siguieron bien pude haberlo abrazado de nuevo y besarlo en los labios pero me contuve. Al menos por un momentito. Habia que esperar el momento exacto, el momento perfecto para que todo saliera bien y las emociones fueran las mejores para ambos. Disfruté su risa, esa risa tan fácil, tan estruendosa, tan sin tapujos que ahora mismo era completamente para mi. Absolutamente para mi, nadie más podía disfrutarla más que yo. ¿Egoísta? Si y lo sabía pero no me importaba en lo más mínimo. Él era mío por hoy. Dejé que levantara en brazos y me abracé a su cuello mientras básicamente hacía conmigo lo que él quisiera. No pude evitar soltar una carcajada por mi parte, un poco de diversión entre los días grises que me habían envuelto últimamente, enterarme de lo de Lucian, el trabajo, tantas cosas. Gilbert era sinceramente un respiro entre todo el caos que era mi vida.
Hice un puchero sin soltarme de él, un puchero sacando mi labio inferior y poniendo ojos de cachorrito abandonado. -¿De nuevo? Pensé que una vez que lo hubiera robado, tu corazón siempre sería mío- La voz que usé fue apenas un susurro pero con nuestra cercanía no se necesitaba absolutamente nada más, él me escuchaba y yo me había inclinado hacia su oído para hacer el gesto mucho más sugerente. Su beso me tomó desprevenida, apenas un toque en mis labios que no me puse a profundizar porque había sido demasiado rápido. El había dado el primer paso pero si la tarde continuaba así entonces ya tendrían tiempo de más. Sonreí de lado alzando las cejas y esperando su contestación antes de abrir la boca en plan entre asombrada e indignada antes de volver a hablar. -¿O es que ya hay alguna damita que me haya robado tu corazón mientras no tenía el ojo puesto en ti? Una punzada de celos en el fondo de mi estómago, era el defecto de ser tan posesiva con mis amigos.
Cuando puse de nuevo los pies en el suelo me mantuve todavía aferrada a su cuello, casi podía palpar el temor debajo de mi iel de perderlo si me soltaba o si tardaba medio segundo más parpadeando. ¿De dónde salía tanta inseguridad? Titubeé un poco antes de soltar mi agarre escuchando sus palabras y asintiendo. No era mi día libre ni por asomo pero por él estaría dispuesta a no trabajar ni hoy ni mañana, ¿qué podía perder? Un poco de dinero, en cambio si él se iba, sabía que me iba a sentir muy sola y vacía por dentro, necesitaba celebrarlo, necesitaba celebrarlo con él. -¡Todo el día!- Hice como si lo pensara pero acabé por reirme y encogerme de hombros delicadamente. -Tu eres especial, así que ni siquiera tienes que pedirlo-
Era cierto. Si no hubiera pedido quedarse conmigo todo el día, yo me habría quedado revoloteando a su alrededor todo el tiempo que pudiese, era esa forma de atraerme que tenía, su forma de ser, su forma de mirarme, como si yo fuera especial, su forma de hacerme sentir. Enganché su brazo con el mío y pegué mi mejilla en su hombro. -¿A dónde vamos a comer?-
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
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Re: Paso por el puerto
Gilbert esbozó una sonrisa entre misteriosa y enigmática cuando formuló esa pregunta. Notó el toque de celos en cada palabra formulada por la hermosa mujer y también la captó en ese gesto de pequeña rabieta tan encantador. Esa parte de ella tan celosilla también le parecía parte de su encanto, ya que unos celos moderados era el signo más indicativo de que la otra persona te apreciaba y no quería separse de ti.
No es que fueran ninguna pareja totalmente exclusiva. Gilbert sabía de sobra que Magnolia no era solo suya, tenía otros amantes ya fuera por decisión propia o porque lo exigía su profesión. Y él tenía también la libertad de tener otros encuentros. Ellos dos no eran pareja, eran amigos.. amigos muy especiales.. amigos amantes se atrevería a decir. Pero por muchos otros encuentros que pudiera tener el pelirrojo con otros hombres o mujeres Magnolia siempre tendría un puesto muy especial y querido en el corazón de Gilbert. Además en realidad era casi realmente la única mujer con la que ser permitía tener contactos tan íntimos como esos besos y abrazos que los dos tanto disfrutaban... con los hombres ya era otra historia... pero eran basicamente necesidades que atender.
- Magnolia.. mi querida y hermosa Magnolia...-
Tomándola con una mano en la cadera y otra agarrando la mano de la mujer hizo que girara en un paso de baile improvisado pegándola de nuevo muy cercana a él, ligeramente inclinada hacia abajo y con los labios a punto de rozar los ajenos.
- Sabes de sobra que tú eres la única dama que goza de una habitación fija en el pequeño hotel que albega mi pecho. Solo era una forma de hablar porque me gustaría tener mil corazones para que fueras robándomelos uno a uno con cada encuentro y así volver a experimentar la sensación de prenderme de ti para siempre.-
El pelirrojo estaba hecho todo un seductor, pero rara vez decía halagos o promesas que no considerara ciertas y con su querida amiga era totalmente sincero.
- A comer iremos por supuesto donde la dama deseé.. pero antes.. déjame degustar estos labios...-
Susurró bajando un poco el tono a cada palabra que decía antes de acabar rompiendo ya la distancia que les separaba jutando sus labios contra los rosados de la mujer en un beso largo.. sin prisas...
No es que fueran ninguna pareja totalmente exclusiva. Gilbert sabía de sobra que Magnolia no era solo suya, tenía otros amantes ya fuera por decisión propia o porque lo exigía su profesión. Y él tenía también la libertad de tener otros encuentros. Ellos dos no eran pareja, eran amigos.. amigos muy especiales.. amigos amantes se atrevería a decir. Pero por muchos otros encuentros que pudiera tener el pelirrojo con otros hombres o mujeres Magnolia siempre tendría un puesto muy especial y querido en el corazón de Gilbert. Además en realidad era casi realmente la única mujer con la que ser permitía tener contactos tan íntimos como esos besos y abrazos que los dos tanto disfrutaban... con los hombres ya era otra historia... pero eran basicamente necesidades que atender.
- Magnolia.. mi querida y hermosa Magnolia...-
Tomándola con una mano en la cadera y otra agarrando la mano de la mujer hizo que girara en un paso de baile improvisado pegándola de nuevo muy cercana a él, ligeramente inclinada hacia abajo y con los labios a punto de rozar los ajenos.
- Sabes de sobra que tú eres la única dama que goza de una habitación fija en el pequeño hotel que albega mi pecho. Solo era una forma de hablar porque me gustaría tener mil corazones para que fueras robándomelos uno a uno con cada encuentro y así volver a experimentar la sensación de prenderme de ti para siempre.-
El pelirrojo estaba hecho todo un seductor, pero rara vez decía halagos o promesas que no considerara ciertas y con su querida amiga era totalmente sincero.
- A comer iremos por supuesto donde la dama deseé.. pero antes.. déjame degustar estos labios...-
Susurró bajando un poco el tono a cada palabra que decía antes de acabar rompiendo ya la distancia que les separaba jutando sus labios contra los rosados de la mujer en un beso largo.. sin prisas...
- Spoiler:
- Disculpa el restraso preciosa! como ya informé esoy de examenes pero practicamente he acabado así que volveré a ser más constante. Por cierto me encantó tú ultima respuesta tienes un personaje realmente encantador.
Gilbert Gervais- Humano Clase Media
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 14/04/2011
Re: Paso por el puerto
Existían cosas de mi que eran de pertenencia exclusiva, sólo a gente muy importante le permitía saber ciertas cosas. Mi historia pasada no era algo que contara apenas conociera a la gente. Mis noches enteras eran solamente de unos cuantos, dos hasta ahora. Mis sonrisas verdaderas, mis melodías en el violín, mi casa, mis vestuarios recatados, los siete libros que rescaté del incendio, todo eso lo puedo compartir con sólo unas cuantas personas. Contadas probablemente con los dedos de una sola mano. Si he de agregar algo más a la lista, serían mis celos. Generalmente el hecho de que un hombre ande de mujer en mujer demostrando así su valía no me importa en lo absoluto, de hecho me parece bastante... inseguro de su parte pero puedo decir que en este mundo existen ciertas personas que logran que las tripas se me retuerzan si los veo estando con otra mujer. Uno de ellos es precisamente Gilbert. No eran celos enfermizos que te hacen gritarle en plena calle que se termina su relación porque para empezar, ni siquiera teníamos una relación propiamente dicha, al menos no una sentimentalmente hablando. Somos amigos, amigos con derecho a roce y probablemente a más de un roce, si saben a lo que me refiero.
Tuve que sonreír con cómo me movía con sus manos, por cómo me hblaba y por cómo me decía cosas que me llegaban directo al alma, bañánandome como un bálsamo reparador, eso era lo que tenía él, eso era lo que me hacía celarlo, contarle cosas y dejar que hiciera conmigo lo que fuera. Gilbert me hacía sonreír. Parecía que de pronto me elevaba hasta alguna dimensión totalmente fuera de este mundo do de yo solamente era yo y él solamente era él y podíamos querernos de la forma que nos fuera más placentera. -Ya... si solamente me aseguraba, no me gustaría nada que otra mujer gozara de ti o contigo de la forma en que yo lo hago- Gilbert era peligroso para cualquier mujer que se le atravesara en el camino, sus palabras eran flechas destinadas al corazón y a veces con tan sólo escuchar una que otra, caías rendida a sus pies, enamorada sin opción a recuperarte, y él sabía lo que podía hacer con tan sólo decir lo correcto en el momento oportuno, eso lo hacía aún más peligroso. Pero a mi me gustaba el peligro, ¿Qué podía hacer más que dejar que me cautivara con lo que me decía y me enamorara una y otra vez haciéndome sentir la única mujer en el mundo?
-Calidad antes que cantidad... si me lo permites, puedo robarte el mismo corazón que adoro, todas las veces que tu quieras- Mi mano en su pecho y un guiño travieso para acompañar mis palabras. Levanté la mano libre para acariciar el cabello rojo que tanto me gustaba y así dejar mis labios libres para su contacto. Sonreí contra ellos mientras devolvía el beso, uno de esos besos que te va cautivando despacio, que te embriaga haciéndoete temlbar como una hoja desde las puntas de los dedos de los pies hasta el más largo de tus cabellos, un gesto que cava profundo dentro de ti y que te hace disfrutar de cada contacto, cada movimiento, cada sensación que te lanza hacia el cuerpo.
Probablemente la gente que pasaba y nos miraba pensaba que éramos una pareja, y es que besarnos en el puerto a la vista de todos no era precisamente recatado pero para ese punto en que me robaba la cordura con su boca, no me importaba en absoluto lo que pensara la gente, no me importaba ni siquiera a dónde iríamos a comer, ni tampoco lo que haríamos después, me importaba que siguiera acariciándome los labios con los suyos y me importaba que lo hiciera para siempre. Tuvimos que separarnos cuando los pulmones nos gritaron que necesitaban aire, el cuerpo dolía por un poco de oxígeno pero el alma gritaba que podríamos morir ahí mismo de asfixia, siempre y cuando siguiéramos besándonos. Le sonreí todavía con la mano en su cabello. -No vuelvas a desaparecer tanto tiempo, mira que me haces extrañarte...-
Tuve que sonreír con cómo me movía con sus manos, por cómo me hblaba y por cómo me decía cosas que me llegaban directo al alma, bañánandome como un bálsamo reparador, eso era lo que tenía él, eso era lo que me hacía celarlo, contarle cosas y dejar que hiciera conmigo lo que fuera. Gilbert me hacía sonreír. Parecía que de pronto me elevaba hasta alguna dimensión totalmente fuera de este mundo do de yo solamente era yo y él solamente era él y podíamos querernos de la forma que nos fuera más placentera. -Ya... si solamente me aseguraba, no me gustaría nada que otra mujer gozara de ti o contigo de la forma en que yo lo hago- Gilbert era peligroso para cualquier mujer que se le atravesara en el camino, sus palabras eran flechas destinadas al corazón y a veces con tan sólo escuchar una que otra, caías rendida a sus pies, enamorada sin opción a recuperarte, y él sabía lo que podía hacer con tan sólo decir lo correcto en el momento oportuno, eso lo hacía aún más peligroso. Pero a mi me gustaba el peligro, ¿Qué podía hacer más que dejar que me cautivara con lo que me decía y me enamorara una y otra vez haciéndome sentir la única mujer en el mundo?
-Calidad antes que cantidad... si me lo permites, puedo robarte el mismo corazón que adoro, todas las veces que tu quieras- Mi mano en su pecho y un guiño travieso para acompañar mis palabras. Levanté la mano libre para acariciar el cabello rojo que tanto me gustaba y así dejar mis labios libres para su contacto. Sonreí contra ellos mientras devolvía el beso, uno de esos besos que te va cautivando despacio, que te embriaga haciéndoete temlbar como una hoja desde las puntas de los dedos de los pies hasta el más largo de tus cabellos, un gesto que cava profundo dentro de ti y que te hace disfrutar de cada contacto, cada movimiento, cada sensación que te lanza hacia el cuerpo.
Probablemente la gente que pasaba y nos miraba pensaba que éramos una pareja, y es que besarnos en el puerto a la vista de todos no era precisamente recatado pero para ese punto en que me robaba la cordura con su boca, no me importaba en absoluto lo que pensara la gente, no me importaba ni siquiera a dónde iríamos a comer, ni tampoco lo que haríamos después, me importaba que siguiera acariciándome los labios con los suyos y me importaba que lo hiciera para siempre. Tuvimos que separarnos cuando los pulmones nos gritaron que necesitaban aire, el cuerpo dolía por un poco de oxígeno pero el alma gritaba que podríamos morir ahí mismo de asfixia, siempre y cuando siguiéramos besándonos. Le sonreí todavía con la mano en su cabello. -No vuelvas a desaparecer tanto tiempo, mira que me haces extrañarte...-
- Spoiler:
- No te preocupes, a mi también me encantó tu respuesta. Y perdona la tardanza, he estado peleándome con mi musa xD
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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