Simplemente Vulnerable

Los últimos días habían sido muy bipolares, el tiempo en Paris estaba sumamente cambiante, el ultimo día que vi a Caroline fueron hace 3 días, luego el sol no pudo evitar hacer su presencia en las tierras parisianas, y fueron dos días más de espera…
No tenía prisa por querer salir, todo estaba aquí, en mi mansión, todo ocurría en este sitio, las administraciones, mis pensamientos, mis obras, mis sueños, etc.

En la mañana del día jueves había amanecido sumamente nublado, las cortinas de mi habitación se abrieron por primera vez en 100 años… Se ilumino por completo mi habitación, al igual que el resto de la mansión. Le había pedido a Albert que las abriera todas, el sería el encargado de cerrarlas si fuese necesario, un hombre responsable por supuesto.

¿Cómo invitaría a Caroline nuevamente? Quería demostrar lo mejor de mi delante de ella, esta era mi oportunidad. La invitaría a cenar.

- Albert… - su característico olor me había llevado al jardín – necesito que me hagas un favor.
- ¿un favor señor? Lo que usted diga… - se sentía confundido.
- Necesito que mandes una carrosa en busca de la señorita Caroline Van de Vallery.
- ¿quiere que mande a alguien o prefiere que sea yo el mensajero?
- Pensándolo bien, serás tú quien deba asegurarse de convencer a Caroline a que asista.
- ¿a la fuerza señor Lindemann? – pregunto con una media sonrisa en su boca.
- Obvio mi querido Smith – respondí colocando una palmada en su hombro.
- ¿a qué hora necesita que haga ese favor por usted?- pregunto atento
- Antes de la hora de cenar.
- ¿estará bien las 7 pm? así no tendrá por qué preocuparse por el sol
- ¿sol? A estas alturas ya no veras el sol Albert.

Me aleje de mi fiel mayordomo, cuantas cosas hemos pasado juntos… llevamos 20 en esta mansión, el es el único que sabe cada detalle de mi vida, pero que gran amigo, un Ingles debía ser.

Me fui a la biblioteca, busque el último libro que había comenzado a leer hace ya 5 días, Romeo y Julieta de William Shakespeare. Dejaría que pasaran las horas para poder alistarme y recibir a Caroline a mi mansión.

Albert:

Albert se encontraba frente al gran edificio que le había indicado su señor, Lindemann.
Le pidió al criado que se mantuviera allí, esperando a que volviera.
Pregunto por el nombre de la invitada de su señor, y lo llevaron al departamento respectivo.
Toco la puerta del departamento de la señorita *mira nuevamente el sobre de la dirección que le había dado Gregori* Carolina Van De Vallery.
Afortunadamente se encontraba allí, la puerta de había abierto inmediatamente por la joven rubia. – Madame, buenas tardes, en nombre del Señor Gregori Lindemann, vengo a dejarle esta invitación – le hizo entrega de una carta muy particular, estaba sellada y firmada por Lindemann – espero pueda asistir. Esteré dispuesto a esperarla abajo, por favor, tómese el tiempo que desee.

Justo en el momento en que iba a pasar a la pagina que determinaría la mitad del libro, comencé a escuchar las ruedas de una de mis carrosas, estaban por llegar… iban entrando por el largo camino de piedras que los traería a la entrada de la mansión.
Deje el libro en la mesa y me levante del cómodo sillón de terciopelo rojo escarlata. Estaba preparado y listo para recibir a Caroline…
Mi color favorito era el protagonista de mi atuendo, un color azul, pero esta vez más oscuro, muy elegante por cierto, vestía un abrigo con botones que aparentaban ser se plata, pero no lo eran, se veían muy plateados, y los diseños, eran de un color blanco. Mi cabello bien ordenado hacia atrás como me gustaba.

Baje por las escaleras rápidamente, Albert y Carolina se encontraban bajando de la carrosa. Las puertas estaba abiertas de par en par, me fije inmediatamente en el ambiente, aun no obscurecía totalmente, las nubes aun estaba allí, favoreciéndome en todo sentido. Había lámparas encendidas al comienzo de las escaleras de mármol. Bajé las escaleras y me encontré inmediatamente con el delicioso aroma y esencia de Caroline Van Vallery, mi mano se convirtió de pronto en un puño, me sentí ansioso.

Por fin… mis ojos se encontraron con los de ella, sonreí mostrando mis blancos dientes, demostrando que verdaderamente estaba contento y a gusto. – buenas noches madame… - me acerque a ella con toda confianza, tome su mano con cuidado y acerque su dorso para dejar un tierno y delicado beso, sin dejar de mirarla por cierto, era… inevitable.

- Te ves… muy hermosa. – el color fue lo primero que me sorprendió luego… en su perfecta y esculpida figura, que mostraba todo lo que verdaderamente era Caroline, una belleza de mujer, una perfecta vampiresa. - …esplendida – agregue luego.
Ofrecí mi brazo para que ambos subiéramos las escaleras, mientras que Albert se quedo junto con el chofer.

Entramos juntos al Hall, frente nosotros se encontraban las blancas escaleras. - ¿Cómo te has estado? – pregunte colocando una de mis manos sobre la suya. - … espero que te halla molestado que no avisara con anticipación mi invitación, pero… nadie sabe cómo estará el tiempo al día de mañana…

Lo preparado estaba arriba, en el segundo piso, en el balcón más amplio de la mansión. Le había pedido a Albert que organizara algo agradable y simple, no quería una cena, no era propio de Vampiros, a no ser que nos traigan la más pura sangre criolla, pero no.

- …Ese hombre… - sonreí y mire la pintura - … ese hombre soy yo. Fue hace bastante tiempo. Es una característica especial de esta mansión, ya que, me pintaron al inaugurar la mansión. Cuando se llamaba Pemberly… ahora simplemente es la mansión Lindemann. -
Admire el cuadro, no lo había hecho en siglos, peor gracias a Caroline, recuerdos habían vuelto a mi memoria, en un lapso tan corto, llegue a colapsar mi mente de recuerdos, muchas cosas sucedieron ese día, era el comienzo de una nueva vida…

- Así que, trabajas en una nueva obra… - coloque mis manos hacia atrás y mi postura era la más erguida - … ¿sería posible escuchar más sobre ese trabajo, Carolina?
Me apoye sobre la baranda que había en el segundo piso, preferí hacer que las cosas fueran con calma, espero que nuestros temas de conversaciones no acaben, y que no se detuviese hasta la eternidad…
Como era de increíble… que persona pudiera cambiarte el ánimo de un momento a otro, pero no era cualquier persona, era una hermosa mujer, una vampiresa, una pianista, una amante de la música, y muchas más cosas que espero conocer esta noche, saber más sobre ella… y que es lo que me ha encantado. ¿Sería el placer que ofrecen un par de bellos ojos en el rostro de esta bella joven?

- Trabajas para… ¿el teatro? - ¿y cómo lo hacía?, como será trabajar con humanos, yo no podría…
Recuerdo que se hacia difícil el trabajo, inclusive con hombres, eran celosos, otros demostraban más afecto de lo normal, otros concentrados en lo que hacía, en como hablaba, en cómo era… se daban cuenta de todo, estaba pendientes, me sentía observado. Y qué decir de las damas, desesperadas cada una de ellas por compartir una palabra conmigo, siempre fui amable, siempre cortes, nunca negué una conversación, haciendo que las cosas fuesen más difíciles para mí. Pero bueno… el trabajo de Caroline no debía ser al aire libre, ni tampoco tenía que trabajar en conjunto. Ahora que recuerdo, su piano, sus papeles, la tinta que estaba en su escritorio… ella trabajaba en esa sala, sola, sin que nadie la molestara.

- Me siento ansioso por poder escucharla, ¿Cuándo se estrena la obra? ¿estarás usted allí? Me encantaría poder escuchar su magnífico trabajo. Y debo decirle que es admirador.
Mi sonrisa fue interrumpida por Albert, camino hasta nosotros e inclino su cabeza, señalando que lo que habían preparado arriba, estaba todo listo. - ¿pasemos? – nuevamente ofrecí mi brazo para llevar a Caroline.

- Danke Sehr… - invite a la vampiresa que tomara asiento primero que yo. No la dejaría apartarse de mí, viendo esta alargada mesa, me desesperaba, así que optaré por sentarme a su lado. Ella tomo asiento asistida por mí. Quedamos frente a frente, la luz de la velas jugaban un buen papel, iluminaban mucho más que la lámpara de arriba, una enorme con cristales

- ¿Vino? – pregunte antes de servirle en su copa… era lo que había en la sema, dos copas y dos botellas de vino, tinto y blanco.

Deje mi copa, ya llegaría el momento de tomar un sorbo – Caroline… - mi rostro parecía serio, como si el tema de conversación fuese delicado, pero no fue así de no ser por esa leve sonrisa, que desde que conocí a Caroline, no me había quitado de encima. – Agradezco nuevamente su tiempo, y su asistencia. – no quitaba mis ojos pardos de esos azules tan bellos que de seguro a la luz del sol tendrían otro color, pero eso nunca podre saberlo. – vera que soy un hombre… - “hombre”? – solo… tan sólo tengo a mi servicio mi fiel mayordomo, Alfred, y los encargados de mantener a esta mansión de pie. – no salgo mucho, no soy muy partidario de estar en la ciudad… me gusta este sitio… me trae, muchos recuerdos, los buenos y los malos. – aparte mis ojos y los dirigí a mi copa de vino tinto, quien tenía un brillo particular, debido a la luz de arriba. – creo que personas, como nosotros… estamos dados para esta solos. – una afirmación no muy cierta, pero creo que en mi caso, era la pura verdad.