Apollymi Xiamara Parthenopaeus

Ella es arrogante, fría y letal. Una asesina sin escrúpulos, reservada con sus sentimientos y difícil de descifrar. Piensa una cosa, dice otra pero hace una tercera totalmente diferente. En resumen, como digna hija de su padre, también heredó su carácter despiadado e indiferente a la hora de matar e incluso de relacionarse. Su confianza es algo totalmente difícil de conseguir. ¿Sentimientos? Claro que tiene, pero bien enterrados y guardados bajo llave. Su mejor arma, el doble filo de las palabras. El sarcasmo es su aliado y lo utiliza con elegancia y precisión. Ante todo es calmada y calculadora, no usa la violencia así porque sí pero cuando su carácter sale a relucir, pobre del infeliz que se haya cruzado en su camino puesto que no volverá a contarlo otra vez. Sabe el poder que ejerce su exótica y felina belleza y no duda en utilizarlo en su propio beneficio, ¿en el de quién sino?.

La historia del nacimiento de Apollymi no es nada fuera de lo normal. Fue fruto del amor fugaz entre dos personas, Urian y Selene quienes se conocieron, enamoraron y a los pocos meses tuvieron una hermosa hija, Apollymi Xiamara Parthenopaeus.
Y hasta ahí duró la tranquilidad de su vida puesto que antes de nacer su padre las abandonó para no volver jamás. Nunca supo nada de él, ni su nombre ni siquiera su imagen. Su madre nunca quiso volver a mencionarlo pues era tanto el dolor que la embargaba con su solo recuerdo que ambas decidían eludir el tema e incluso se trasladaron a París. Apollymi por su parte guardo rencor a su padre por aquel abandono sin precedentes. Aquel rencor se fue instalando en su interior haciéndose cada vez más fuerte e influyendo de forma notable en su carácter. Quienes la rodeaban y llegaron a conocer a su padre no dejaban de repetirle que ambos tenían el mismo carácter y rasgos.

Apollymi creció convirtiéndose en una hermosa y exuberante joven A la edad de 18 años, su madre le dio la terrible noticia de su matrimonio concertado. Había sido comprometida con un Conde de los Países Bajos en pro de poder aumentar el patrimonio familiar y asegurar a Apollymi un buen futuro puesto que su vida hasta ahora había sido sencilla. El Conde, un hombre joven y entusiasta aceptó sin pensárselo dos veces en cuanto comprobó la belleza felina de la mujer cerrando aquel trato que los unía irremediablemente.

La joven nunca quiso que aquello pasara, nunca se quejó del nivel de vida pero aún así sus opiniones nunca fueron tomadas en cuenta por nadie y los arreglos continuaron. Un año después, todos los preparativos, invitaciones y reservas estaban terminados y con ellos su último aliento de libertad, aquello que más valoraba sobre todo. Siempre había llevado las riendas y por mucho compromiso que hubiera, Apollymi tenía seguro que eso no cambiaría.
Pero la noche antes del casamiento… su vida dio un giro inesperado.

Caminaba de noche, sola y distraída por las céntricas calles de la ciudad cuando no muy a lo lejos vio a su prometido con sus amigos, conversando y celebrando alegre y pomposamente la fiesta del día siguiente. La instaron a ir, llamándola de extremo a extremo de la calle y con tal de no llamar más la atención lo hizo, lo que fue un error fatal. Entre todos la rodearon y empezaron a “jugar” con ella, tocándola y zarandeándola como si de una muñeca se tratara acabando por golpearla y herirla hasta dejarla sangrando herida de gravedad en mitad del parque en el que estaban. Los hombres, completamente ebrios la dejaron a su suerte dándola por muerta.

Entonces, un observador oculto emergió desde donde había observado toda la escena acercándose a la mujer. Se trataba de una mujer, alta y oscuramente atractiva que no conocía, pero que por el contrario ella si sabía quién era. De fondo escuchó sus palabras nítidas a pesar de creerse ya muerta.

- Querida, eres exactamente igual que tu padre, en carácter y físico. Tú no debes morir al igual que él, tu belleza debe conservarse hasta el final de los tiempos. A partir de ahora serás inmortal, un ser de la noche.

Apollymi solo alcanzó a mirarla de forma borrosa al escucharla hablar de su padre para acto seguido recibir aquel beso de plata que le otorgó la inmortalidad. Nunca más volvió a ver ni a saber de la mujer. Después de su transformación y descubrir lo que le había ocurrido, cosa que no tardó en averiguar aquella misma noche cuando, por culpa de aquella sed abrasadora, se cobró su primera víctima humana.

Sin más demora fue hasta la casa de su prometido, donde le encontró aún reunido con sus amigos. Perfecto para sus planes. Llevó a cabo su venganza de forma limpia y eficaz, apareciendo ante ellos como la peor de sus pesadillas y su última imagen antes de pasar a mejor vida.

Sin embargo, una vez que volvió a casa se encontró con otra amarga sorpresa. Su madre se estaba muriendo víctima de altas fiebres. El médico las dejó a solas en su habitación para poder despedirse y en aquella última conversación fue que la joven al fin, obtuvo algunas de las respuestas por las que tanto había esperado.

- Madre, quiero saber quién es mi padre. Sé que está vivo y quiero encontrarle. Ya ha llegado la hora.

- Lo sé cariño. Tu padre es Urian Parthenopaeus y por lo último que sé, sigue viviendo en los Países Bajos.

- ¿Y cómo podré saber que es él? ¿Cómo podré demostrarle que soy su hija?

- Cielo, ambos compartís una marca de nacimiento. Sí, la misma sobre la que tantas veces me has preguntado. Ahora mi niña, ha llegado mi hora de dejarte. Te has convertido en una hermosa señorita. Adiós mi vida.

- Adiós mamá, gracias por todo.

Tras darle un beso en la frente esperó hasta que su madre exhaló su último aliento. Días después abandonaba su hogar para viajar a los Países Bajos donde encontró algunas respuestas más sobre él, su nueva familia y su actual paradero.

Finalmente, tras muchos años de búsqueda, encontró su último lugar de residencia. Sabía que era temporal por lo que no podía esperar más a ir a Roma. Allí nuevas sorpresas se destaparían y nuevos caminos se cruzarían de formas tan retorcidas que solo con el tiempo se sabía cómo acabarían… y tiempo era lo que le sobraba.