AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuídalo por mí. {Jazhara Elsbeth}
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Cuídalo por mí. {Jazhara Elsbeth}
¿Era demasiado descabellado el que su mejor amiga fuese una niña de tan solo ocho años? Si, bastante pequeña en realidad, ¡pero no lo parecía! Jazhara daba la impresión de tener mas años de los que en realidad tenia, podía ser mas madura que muchas de las personas que Emiliano conocía, quizás era la razón por la que el se había encariñado tanto con ella. Conocía su historia, ella misma de la había contado, sabia que vivía sola, que había huido, que trabajaba para sacar un poco de plata y mantenerse día a día y lo admiraba, era una niña digna de ejemplo para muchos, incluso para el.
No la busco en la zona de los gitanos, por que sabía que era poco lo que se pasaba por esa área, la busco mejor en el bosque, donde había un lago donde Jazhara disfrutaba de nadar y bañarse cada que tenia la oportunidad. Y esta vez Emiliano no iba solo, llevaba con el a un pequeño felino, un gatito que había llegado a la iglesia y que el no podía mantener ahí por obvias razones, pues lo tenían prohibido. Había decidido que ella era la mejor persona para cuidar de el, seria como un obsequio, el primero que le daría y que estaba seguro que le alegraría la tarde a la pequeña. Metió al gato en una cajita, la cual envolvió y finalmente puso un moño rojo y grande, no tenía nombre, prefirió que ella lo eligiera.
Camino mas lentamente cuando al fin la visualizo entre los árboles, justamente estaba sentada sobre una roca en el lago, lanzando piedritas al agua, mismas que rebotaban y llegaban casi al otro lado. Procuro pasar desapercibido y lo logro, pronto estuvo tras de ella y ella ni siquiera se dio cuenta de ello. Con una mano libre tapo el rostro de la niña. – Adivina quien soy. – Pronuncio fingiendo una voz mas ronca de lo normal para hacerle mas difícil el identificarlo.
No la busco en la zona de los gitanos, por que sabía que era poco lo que se pasaba por esa área, la busco mejor en el bosque, donde había un lago donde Jazhara disfrutaba de nadar y bañarse cada que tenia la oportunidad. Y esta vez Emiliano no iba solo, llevaba con el a un pequeño felino, un gatito que había llegado a la iglesia y que el no podía mantener ahí por obvias razones, pues lo tenían prohibido. Había decidido que ella era la mejor persona para cuidar de el, seria como un obsequio, el primero que le daría y que estaba seguro que le alegraría la tarde a la pequeña. Metió al gato en una cajita, la cual envolvió y finalmente puso un moño rojo y grande, no tenía nombre, prefirió que ella lo eligiera.
Camino mas lentamente cuando al fin la visualizo entre los árboles, justamente estaba sentada sobre una roca en el lago, lanzando piedritas al agua, mismas que rebotaban y llegaban casi al otro lado. Procuro pasar desapercibido y lo logro, pronto estuvo tras de ella y ella ni siquiera se dio cuenta de ello. Con una mano libre tapo el rostro de la niña. – Adivina quien soy. – Pronuncio fingiendo una voz mas ronca de lo normal para hacerle mas difícil el identificarlo.
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Re: Cuídalo por mí. {Jazhara Elsbeth}
Mi cabello estaba húmedo de haberme bañado en el lago y las gotitas que se desprendían de éste me caían en los hombros, en el regazo y en las manos cada vez que tiraba una piedra a la superficie del agua haciendo que mi cuerpo se sacudiera todo. La ropa mojada se me pegaba al cuerpo pero estaba aprovechando el vientecillo que soplaba para secarme antes de irme de ahí. Me había levantado temprano para poder bañarme, así también podría ocupar el mayor tiempo posible bailando para conseguir algo de dinero, creía haber visto que en la canasta de víveres ya no quedaba gran cosa así que lo mejor sería ir a comprar provisiones para la semana pronto, al menos una hogaza de pan.
Estaba concentrada en los saltos que daban las piedras cuando las lanzaba, perfeccionando la técnica, usando piedritas de diferentes formas, buscando las más planitas para que funcionara, poniendo mi brazo en distintos ángulos, tomando anotaciones inconscientes en mi memoria como generalmente hacía cuando estaba aprendiendo a hacer algo, anotaciones que después utilizaría para perfeccionarme aún cuando esto que estaba haciendo podía parecer una pérdida de tiempo para cualquier persona normal. Había dejado mis sandalias a un ladito y mis pies llenos de tierra se frotaban uno contra el otro despacito, quitándome la tierra o ensuciándome más, eso no lo sabía. El mundo parecía haberse detenido y nada más existía, nada más que el lago, las piedrecillas y yo, sentada en esa piedra. Probablemente me iba a pasar ahí todo el día y me diera cuenta cuando la noche llegara y tuviera que correr de regreso a mi "casa".
De pronto parecía haberme quedado ciega, y de no haber sentido una mano que me cubría el rostro, habría pensado que iba a morirme en ese instante del susto. ¿Iban a robarme? Si yo no tenía nada que pudieran robar y nadie que pagara por que me regresaran, yo era sólo un mal negocio, pero si me preguntaban, prefería que me robaran a que me quedara ciega, había tantas cosas bonitas en el mundo que yo no había visto que perder ese sentido a los ocho años se me hacía bastante injusto. Había saltado sin poder evitarlo y había llevado mis manos a esa mano que me cubría la visión con todo y piedra como si con ese gesto pudiera adivinar quién era.
La voz no era la verdadera, estaba fingiéndola pero aun así se me antojó entretenido intentar adivinar, tenía que ser alguien que conociera, no podía ser un vampiro porque su mano estaba caliente, o al menos no parecía que estuviera hecha de hielo, ¿Anuar? Pero la voz fingida no parecía la de mi amigo. Fruncí el ceño y me reí por pura anticipación. -¿Y si me equivoco? Dame una pista pequeñita- Era en parte trampa por no hablarme con su voz de verdad pero también era parte para hacerlo aun más emocionante, como si fuera un concurso, un concurso en el que el gran premio sería saber quién era.
Estaba concentrada en los saltos que daban las piedras cuando las lanzaba, perfeccionando la técnica, usando piedritas de diferentes formas, buscando las más planitas para que funcionara, poniendo mi brazo en distintos ángulos, tomando anotaciones inconscientes en mi memoria como generalmente hacía cuando estaba aprendiendo a hacer algo, anotaciones que después utilizaría para perfeccionarme aún cuando esto que estaba haciendo podía parecer una pérdida de tiempo para cualquier persona normal. Había dejado mis sandalias a un ladito y mis pies llenos de tierra se frotaban uno contra el otro despacito, quitándome la tierra o ensuciándome más, eso no lo sabía. El mundo parecía haberse detenido y nada más existía, nada más que el lago, las piedrecillas y yo, sentada en esa piedra. Probablemente me iba a pasar ahí todo el día y me diera cuenta cuando la noche llegara y tuviera que correr de regreso a mi "casa".
De pronto parecía haberme quedado ciega, y de no haber sentido una mano que me cubría el rostro, habría pensado que iba a morirme en ese instante del susto. ¿Iban a robarme? Si yo no tenía nada que pudieran robar y nadie que pagara por que me regresaran, yo era sólo un mal negocio, pero si me preguntaban, prefería que me robaran a que me quedara ciega, había tantas cosas bonitas en el mundo que yo no había visto que perder ese sentido a los ocho años se me hacía bastante injusto. Había saltado sin poder evitarlo y había llevado mis manos a esa mano que me cubría la visión con todo y piedra como si con ese gesto pudiera adivinar quién era.
La voz no era la verdadera, estaba fingiéndola pero aun así se me antojó entretenido intentar adivinar, tenía que ser alguien que conociera, no podía ser un vampiro porque su mano estaba caliente, o al menos no parecía que estuviera hecha de hielo, ¿Anuar? Pero la voz fingida no parecía la de mi amigo. Fruncí el ceño y me reí por pura anticipación. -¿Y si me equivoco? Dame una pista pequeñita- Era en parte trampa por no hablarme con su voz de verdad pero también era parte para hacerlo aun más emocionante, como si fuera un concurso, un concurso en el que el gran premio sería saber quién era.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: Cuídalo por mí. {Jazhara Elsbeth}
La mano de Emiliano se humedeció con el tacto de la piel mojada de su amiga, estaba seguro que ya se había dado un buen chapuzón y ahora seguramente estaba ahí sentada, esperando a secarse un poco para luego irse a su casa o a hacer alguna travesura por ahí. Quizás si hubiese demorado un poco más no habría tenido la suerte de encontrarla. Presiono un poco su mano sobre los ojos de Jazhara, solo para asegurarse de que no podía ver nada, pero sin llegar a lastimarle y sonrío al escuchar lo que esta le decía. Le pedía una pista y no supo que decir, había tantas cosas que podía darle como mención a el, pero todas serian demasiado fáciles de adivinar, no podía decirle que era su amigo “el sacerdote” por que seria demasiado obvio, de hecho no pudo evitar sorprenderse al ver como la niña, su propia amiga no lograba reconocerlo, según el la voz que estaba fingiendo no era del todo distinta a la suya real, pero ya que le estaba dando resultado, decidió seguir con el juego e incluso modularla todavía mas. – Una vez te salve de morir en las garras de un dragón que lanzaba lumbre por la boca, mismo que después resulto no ser tan malo y nos permitió montarlo. Ese día volamos todo el día sobre el, nos dejo ver la ciudad desde su lomo, en lo alto, hasta el anochecer. – Emiliano tuvo que aguantarse la risa que le provocaban su propio relato utópico, en ocasiones solía juguetear con ella de esa manera, recreando escenas surrealistas donde metían elementos inexistentes como rocas parlantes, sapos que se convertían en personas, nubes que bajaban del cielo y los llevaban a dar un paseo… Era bueno escapar de la realidad muchas veces, era mucho más placentero vivir en un lugar ilógico, que resultaba ser más agradable que el real.
Espero unos instantes, permitiéndole a la infante que pudiera meditar un poco aquel mini relato que acababa de darle, pero al ver que no había respuesta, opto por contar y descubrirse solo. - Uno, dos, tres….se acabo tu tiempo, me has decepcionado…ahora no se si darte el obsequio que traía para ti. – Aparto su mano del rostro de la niña, dejándola que lo viera por primera vez y se diera cuenta que se trataba solo de Emiliano, su amigo, ese que conocía no había mucho, pero con quien sin duda había hecho una buena amistad. Se sentó a su lado, sobre la roca sin importarle que su ropa pudiera mojarse o mancharse de tierra y alzo la cajita envuelta para que su amiga pudiera verla y llenarse de intriga. – Dejo de visitarte unos cuantos días y te olvidas de mí, eres una niña muy cruel, Jaz. – En ocasiones así era como le llamaba de cariño: “Jaz”. – No lo se…no se si merezcas este regalo… - Por supuesto que sus palabras eran falsas, el gatito seria para ella, siempre y cuando ella estuviera dispuesta a cuidarlo. – Por cierto…que talento. – Movió su barbilla, señalando con ella la piedrita que Jazhara aun sostenía en sus manos, haciéndole saber que era buena en eso de la lanzada.
Espero unos instantes, permitiéndole a la infante que pudiera meditar un poco aquel mini relato que acababa de darle, pero al ver que no había respuesta, opto por contar y descubrirse solo. - Uno, dos, tres….se acabo tu tiempo, me has decepcionado…ahora no se si darte el obsequio que traía para ti. – Aparto su mano del rostro de la niña, dejándola que lo viera por primera vez y se diera cuenta que se trataba solo de Emiliano, su amigo, ese que conocía no había mucho, pero con quien sin duda había hecho una buena amistad. Se sentó a su lado, sobre la roca sin importarle que su ropa pudiera mojarse o mancharse de tierra y alzo la cajita envuelta para que su amiga pudiera verla y llenarse de intriga. – Dejo de visitarte unos cuantos días y te olvidas de mí, eres una niña muy cruel, Jaz. – En ocasiones así era como le llamaba de cariño: “Jaz”. – No lo se…no se si merezcas este regalo… - Por supuesto que sus palabras eran falsas, el gatito seria para ella, siempre y cuando ella estuviera dispuesta a cuidarlo. – Por cierto…que talento. – Movió su barbilla, señalando con ella la piedrita que Jazhara aun sostenía en sus manos, haciéndole saber que era buena en eso de la lanzada.
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Re: Cuídalo por mí. {Jazhara Elsbeth}
Fruncí el ceño al escuchar la pista que me daba riéndome al final porque por fin había resuelto el enigma. -¿Qué clase de dragón era ese?- Preguntaba por seguir el juego pero fue una mala idea porque él se había desesperado. Di un bote cuando empezó a contar y negué con la cabeza intentando retener la mano que tenía sobre mis ojos para que solamente me diera tiempo de decir su nombre. -¡No, no, no, no, nooooo! ¡Ya iba a decírtelo, Emiliano!- Lo había dicho con los ojos todavía acostumbrándose a ver de nuevo lo que tenía alrededor sin la barrera de su mano. Me giré para verlo cuando mencionó el obsequio y parpadeé un par de veces para por fin enfocar la vista que fue de su rostro a la caja que llevaba y de nuevo a su rostro. Hice un gesto agarrándome a su brazo en actitud suplicante, no por el regalo, eso no era lo importante, sino por la decepción y por no haberlo reconocido pegando mi mejilla a su hombro. -Ya iba a adivinarlo, no me diste tiempo suficiente, no vale- Me quejé amargamente abriendo los ojos grandes cuando incluso me dijo que era cruel.
Cruel. Tal vez. Me agaché hacia delante para buscarle la mirada y me encogí de hombros. -Es que he crecido un poquito- Cuando uno crece, siempre se vuelve cruel, eso es algo que todo el mundo sabe, a lo mejor los días que no me había visto habían terminado por hacerme crecer y volverme más como cualquier adulto pero gracias a que me lo había dicho pensaría mejor las cosas antes de hacerlas o decirlas para volver a ser como era yo. Me mordí el labio y miré la cajita que me causaba muchísima curiosidad, luego a Emiliano alzando las cejas e intentando que mi amigo me dijera que me perdonaba y que el regalo era mío. -Mmmmm... y... ¿Si no me lo merezco dejarás que lo vea al menos?- Le puse los mismos ojitos que Honey me hacía cuando tenía hambre para convencerlo, al menos podría saber qué era y satisfacer mi curiosidad.
Su último comentario hizo que me desconcentrara en mi intento por hacer que me mostrara lo que había en la caja. Miré hacia dnde señaló con la barbilla y miré mi mano cerrada alrededor de la piedrecilla que había dejado sin lanzar al lago, la abrí y sonreí, había estado practicando un buen rato y me hacía feliz que mi amigo me dijera que tenía talento para ello, aunque fuese un talento que no servía para nada. -¿Tu sabes?, ¿Quieres intentar?, ¿Te enseño?- Sostuve la piedrecilla con el dedo índice y el pulgar dejándola a la altura de sus ojos para que decidiera si quería intentarlo, moví mi mano apenas unos centímetros de arriba abajo y luego miré la caja de nuevo. -Mientras tu lanzas, yo sostengo la caja, ¿si?, ¿me dejas?- El último intento. Valía la pena intentarlo.
Cruel. Tal vez. Me agaché hacia delante para buscarle la mirada y me encogí de hombros. -Es que he crecido un poquito- Cuando uno crece, siempre se vuelve cruel, eso es algo que todo el mundo sabe, a lo mejor los días que no me había visto habían terminado por hacerme crecer y volverme más como cualquier adulto pero gracias a que me lo había dicho pensaría mejor las cosas antes de hacerlas o decirlas para volver a ser como era yo. Me mordí el labio y miré la cajita que me causaba muchísima curiosidad, luego a Emiliano alzando las cejas e intentando que mi amigo me dijera que me perdonaba y que el regalo era mío. -Mmmmm... y... ¿Si no me lo merezco dejarás que lo vea al menos?- Le puse los mismos ojitos que Honey me hacía cuando tenía hambre para convencerlo, al menos podría saber qué era y satisfacer mi curiosidad.
Su último comentario hizo que me desconcentrara en mi intento por hacer que me mostrara lo que había en la caja. Miré hacia dnde señaló con la barbilla y miré mi mano cerrada alrededor de la piedrecilla que había dejado sin lanzar al lago, la abrí y sonreí, había estado practicando un buen rato y me hacía feliz que mi amigo me dijera que tenía talento para ello, aunque fuese un talento que no servía para nada. -¿Tu sabes?, ¿Quieres intentar?, ¿Te enseño?- Sostuve la piedrecilla con el dedo índice y el pulgar dejándola a la altura de sus ojos para que decidiera si quería intentarlo, moví mi mano apenas unos centímetros de arriba abajo y luego miré la caja de nuevo. -Mientras tu lanzas, yo sostengo la caja, ¿si?, ¿me dejas?- El último intento. Valía la pena intentarlo.
off: Perdona la tardanza u_u
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: Cuídalo por mí. {Jazhara Elsbeth}
Emiliano se echo a reír ante la reacción que su amiguita había tenido luego de perder ese juego de adivinación, era obvio que no estaba molesto con ella, jamás se molestaría por algo una tontería como esa, pero le encantaba hacerle creer que así era y hacerse el indignado. Alzo la cajita a la altura de su rostro, moviéndola un poco, sin llegar a hacerle daño al gatito que se encontraba oculto dentro, solo para tentar a Jazhara a que le rogara que le dejara ver que había dentro. – Mmmmm…no lo se, tendrás que convencerme. – Le advirtió ante su petición de dejarle ver por lo menos lo que había en la caja, aun cuando no se lo regalara como el le había dicho. – Y es verdad lo que dices, estas más grande, ¡la próxima vez que te veía quizás me rebases en altura!, eso no es justo, todos se burlaran de mi por ser el enano, ¿no te da vergüenza? – Bromeo colocando su mano sobre el cabello de la niña que aun permanecía húmedo, revolviéndolo un poco a modo de hacerle saber que la había extrañado.
- Esta bien, tengo un trato para ti. Si yo logro hacer llegar esa piedra al otro extremo del río, la caja es tuya, si no, entonces tendré que obsequiársela a alguien mas, ¿hecho? – Le ofreció su mano para sellar el pacto que acababan de forjar, luego coloco la caja a un lado con cuidado, tomo la piedrita de la mano de Jazhara y se adelanto un poco al río para colocarse a llevar a cabo el reto. Se movió un par de veces, hasta que encontró la posición exacta, alzo su mano, observo el trayecto que la piedra tendría y movió la piedra en el aire como si estuviese practicando antes de lanzarla, hasta que finalmente la soltó, haciéndola que rodara en el aire de manera rápida y eficaz, llegando hasta el otro extremo, estrellándose con una roca de mayor tamaño. – ¡Mira eso! – Exclamo gustoso de haber logrado su objetivo y de no haber olvidado como hacerlo, pues hacia tiempo que no hacia eso de la lanzada de piedras, hacia mucho que el había crecido y tal y como la misma Jaz había dicho en alguna ocasión, las personas cuando crecen se vuelven mas crueles y se olvidan de todo, incluso de disfrutar de pequeñas cosas como el lanzar piedritas al río.
Tomo la caja nuevamente del suelo y se la entrego sin poner mas excusas, luego de depositarla en sus pequeñas manos, se sentó en la roca nuevamente y espero a que ella abriera el regalo. Un pequeño gatito de color marrón y una mancha blanca en la cabeza maulló con intensidad en el momento en que la niña destapo la caja, dejándolo completamente a la vista de ambos y luchando por salir de la caja en la que había permanecido durante todo el trayecto hasta el bosque. – ¿Te gusta?, lo encontré esta mañana, estaba rondando por la iglesia y supuse que alguien lo había abandonado, así que pensé que la mejor persona para hacerse cargo de el eras tu, Honey tendrá compañía ahora y ah, no tiene nombre, eso te toca a ti. – Sonrío observando la reacción de la niña que sostenía a animalito entre sus manos.
- Esta bien, tengo un trato para ti. Si yo logro hacer llegar esa piedra al otro extremo del río, la caja es tuya, si no, entonces tendré que obsequiársela a alguien mas, ¿hecho? – Le ofreció su mano para sellar el pacto que acababan de forjar, luego coloco la caja a un lado con cuidado, tomo la piedrita de la mano de Jazhara y se adelanto un poco al río para colocarse a llevar a cabo el reto. Se movió un par de veces, hasta que encontró la posición exacta, alzo su mano, observo el trayecto que la piedra tendría y movió la piedra en el aire como si estuviese practicando antes de lanzarla, hasta que finalmente la soltó, haciéndola que rodara en el aire de manera rápida y eficaz, llegando hasta el otro extremo, estrellándose con una roca de mayor tamaño. – ¡Mira eso! – Exclamo gustoso de haber logrado su objetivo y de no haber olvidado como hacerlo, pues hacia tiempo que no hacia eso de la lanzada de piedras, hacia mucho que el había crecido y tal y como la misma Jaz había dicho en alguna ocasión, las personas cuando crecen se vuelven mas crueles y se olvidan de todo, incluso de disfrutar de pequeñas cosas como el lanzar piedritas al río.
Tomo la caja nuevamente del suelo y se la entrego sin poner mas excusas, luego de depositarla en sus pequeñas manos, se sentó en la roca nuevamente y espero a que ella abriera el regalo. Un pequeño gatito de color marrón y una mancha blanca en la cabeza maulló con intensidad en el momento en que la niña destapo la caja, dejándolo completamente a la vista de ambos y luchando por salir de la caja en la que había permanecido durante todo el trayecto hasta el bosque. – ¿Te gusta?, lo encontré esta mañana, estaba rondando por la iglesia y supuse que alguien lo había abandonado, así que pensé que la mejor persona para hacerse cargo de el eras tu, Honey tendrá compañía ahora y ah, no tiene nombre, eso te toca a ti. – Sonrío observando la reacción de la niña que sostenía a animalito entre sus manos.
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Re: Cuídalo por mí. {Jazhara Elsbeth}
Una sonrisa se me escapó sin querer cuando dijo que tendría que convencerlo, eso definitivamente era mucho mejor que un 'no' rotundo. Además se había reído, lo que quería decir que por mucho que no hubiera adivinado el tacto de su mano, no estaba taaaan molesto conmigo. O no estaba molesto en absoluto y todo era uno de sus juegos para hacer entretenido el rato. Pude sentir que mis ojitos brillaron cuando movió la caja frente a mí y yo me mordí las ganas de levantar las manos y quitársela, siempre la educación por delante. La poca educación. La caja era suya y él tenía la última palabra para decidir si podía ver lo que había dentro o no así que lo mejor sería que tratara de convencerlo por otros medios.
Reí cuando dijo que estaba más grande, yo no tenía mucha oportunidad de saber si había crecido o no, solamente darme cuenta de a dónde llegaba mi mirada de la altura de alguien más. Al ombligo, un poco más arriba, ¿qué tanto tenía que alzar la mirada para ver a mi interlocutor a los ojos? Sinceramente no creía que dentro de poco fuera a rebasarlo en altura, yo era pequeñita, más aún por no comer lo que cualquier niño normal con más recursos que yo, debería comer para tener un crecimiento normal y una vida sana. Me encogí de hombros mirándolo fijamente y llevé una de mis manos a su cabeza dándole un par de palmaditas aplastándole un poco el cabello. -Pues no... porque si soy más grande, te defenderé de los que se burlen de ti y te cuidaré de todo mal- Bajé la mano para hacer un gesto de promesa con ésta, levantándola con la palma abierta y viendo hacia él. Sinceramente no necesitaba crecer para cuidarlo, ya tenía muy en mente que cualquiera que se metiera con mis amigos se arriesgaría a sufrir por la gran furia de... una niña de ocho años. Bueno, eso no importaba, si no podía defenderlo, al menos lo consolaría y le haría poner una sonrisa nuevamente en su rostro. Para eso me tenía a mi. Por siempre.
Puse atención al trato que tenía para mi, una pequeñísima oportunidad para obtener el regalo. Asentí con la cabeza aceptando el trato, yo confiaba completamente en él así que bien podría darme la caja ahora. -Hecho- Me mordí el labio mientras sellábamos el trato que acabábamos de hacer, incluso me levanté de la piedra quedándome a su lado muy atenta a la trayectoria de la piedrecilla para saber si podría ver el regalo. A esas alturas creo que ya ni siquiera pensaba en tener el regalito, en realidad me moría de la sola curiosidad de saber qué era lo que contenía la caja. -Pero me dejas verlo primero- Susurré sin dejar que escuchara y siguiéndolo mientras se acomodaba en la orilla del río para tirar la piedrita mientras casi me daba un ataque de nervios por la anticipación de saber si lo lograría o no. El interés cambiaba por segundos, primero tener el regalo, después saber lo que había dentro de la caja aunque no fuera para mi, al final, sólo quería que lograra lanzar la piedrita hasta el otro lado.
Di un salto con las manos en el aire cuando lo logró habiéndome olvidado un poco de todo el tema del regalo, tan sólo alegrándome por el triunfo de Emiliano porque así era yo, siempre alegrándome por las cosas pequeñas que a mi se me hacían tan importantes. -¡Que buen tiro!- Aplaudí un par de veces viendo a la distancia el lugar donde había rebotado la piedrita y sólo desperté de mi emoción para meterme en otra mucho más grande. La caja descansaba en mis manos y mi corazón dio un vuelco. Era como si lo hubiera ganado para mí, un doble regalo si te ponías a pensarlo. Lo miré como pidiendo autorización y me senté junto a él para abrir el regalo despacito, sin rasgar la caja, sin apresurarme tontamente, tomándome mi tiempo para levantar la tapa y maravillarme con el regalo quedándome sin palabras. -Ois...- Dejé la tapa a un lado y usé ambas manos para tomarlo con cuidado y alzarlo por encima de mi cabeza antes de bajarlo para pegar mi nariz con la suya. Pobre. Un gatito tan mono abandonado. -¡Si que me gusta!, ¡Muchísimo!, ¡Gracias, Emiliano!- Honey iba a tener un hermanito desde ahora.
Lo acomodé en mis brazos acariciándole la cabeza más emocionada que nunca, tenía otro gatito. -Es tan bonito...- Y podría ponerle nombre como a Honey. La parte más importante de toda adopción gatuna, el nombre del gatito en cuestión. Tendría que ser uno que le combinara y que fuera fácil de pronunciar. Tenía que ser un nombre bonito como el gatito. Me mordí el labio dándole un besito justo sobre la manchita blanca y me encogí de hombros. -No sé... déjame pensar... ¿Es niño o niña?-
Reí cuando dijo que estaba más grande, yo no tenía mucha oportunidad de saber si había crecido o no, solamente darme cuenta de a dónde llegaba mi mirada de la altura de alguien más. Al ombligo, un poco más arriba, ¿qué tanto tenía que alzar la mirada para ver a mi interlocutor a los ojos? Sinceramente no creía que dentro de poco fuera a rebasarlo en altura, yo era pequeñita, más aún por no comer lo que cualquier niño normal con más recursos que yo, debería comer para tener un crecimiento normal y una vida sana. Me encogí de hombros mirándolo fijamente y llevé una de mis manos a su cabeza dándole un par de palmaditas aplastándole un poco el cabello. -Pues no... porque si soy más grande, te defenderé de los que se burlen de ti y te cuidaré de todo mal- Bajé la mano para hacer un gesto de promesa con ésta, levantándola con la palma abierta y viendo hacia él. Sinceramente no necesitaba crecer para cuidarlo, ya tenía muy en mente que cualquiera que se metiera con mis amigos se arriesgaría a sufrir por la gran furia de... una niña de ocho años. Bueno, eso no importaba, si no podía defenderlo, al menos lo consolaría y le haría poner una sonrisa nuevamente en su rostro. Para eso me tenía a mi. Por siempre.
Puse atención al trato que tenía para mi, una pequeñísima oportunidad para obtener el regalo. Asentí con la cabeza aceptando el trato, yo confiaba completamente en él así que bien podría darme la caja ahora. -Hecho- Me mordí el labio mientras sellábamos el trato que acabábamos de hacer, incluso me levanté de la piedra quedándome a su lado muy atenta a la trayectoria de la piedrecilla para saber si podría ver el regalo. A esas alturas creo que ya ni siquiera pensaba en tener el regalito, en realidad me moría de la sola curiosidad de saber qué era lo que contenía la caja. -Pero me dejas verlo primero- Susurré sin dejar que escuchara y siguiéndolo mientras se acomodaba en la orilla del río para tirar la piedrita mientras casi me daba un ataque de nervios por la anticipación de saber si lo lograría o no. El interés cambiaba por segundos, primero tener el regalo, después saber lo que había dentro de la caja aunque no fuera para mi, al final, sólo quería que lograra lanzar la piedrita hasta el otro lado.
Di un salto con las manos en el aire cuando lo logró habiéndome olvidado un poco de todo el tema del regalo, tan sólo alegrándome por el triunfo de Emiliano porque así era yo, siempre alegrándome por las cosas pequeñas que a mi se me hacían tan importantes. -¡Que buen tiro!- Aplaudí un par de veces viendo a la distancia el lugar donde había rebotado la piedrita y sólo desperté de mi emoción para meterme en otra mucho más grande. La caja descansaba en mis manos y mi corazón dio un vuelco. Era como si lo hubiera ganado para mí, un doble regalo si te ponías a pensarlo. Lo miré como pidiendo autorización y me senté junto a él para abrir el regalo despacito, sin rasgar la caja, sin apresurarme tontamente, tomándome mi tiempo para levantar la tapa y maravillarme con el regalo quedándome sin palabras. -Ois...- Dejé la tapa a un lado y usé ambas manos para tomarlo con cuidado y alzarlo por encima de mi cabeza antes de bajarlo para pegar mi nariz con la suya. Pobre. Un gatito tan mono abandonado. -¡Si que me gusta!, ¡Muchísimo!, ¡Gracias, Emiliano!- Honey iba a tener un hermanito desde ahora.
Lo acomodé en mis brazos acariciándole la cabeza más emocionada que nunca, tenía otro gatito. -Es tan bonito...- Y podría ponerle nombre como a Honey. La parte más importante de toda adopción gatuna, el nombre del gatito en cuestión. Tendría que ser uno que le combinara y que fuera fácil de pronunciar. Tenía que ser un nombre bonito como el gatito. Me mordí el labio dándole un besito justo sobre la manchita blanca y me encogí de hombros. -No sé... déjame pensar... ¿Es niño o niña?-
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