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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Antha Feuer Dom Jun 05, 2011 9:40 pm

Antha se detuvo frente de la entrada de la catedral, admirando y sobrecogiéndose al mismo tiempo por su imponencia. Se encontraba parada justo en el portal central, donde las figuras talladas en piedra permanecían inamovibles al paso del tiempo y a las desdichas de los pobres desgraciados que alguna vez se santiguaran frente a ellas antes de hacer su ingreso al sagrado recinto. Podía haber escogido uno de los portales laterales, los cuales eran custodiados por figuras y representaciones menos inquietantes, pero era el central el que siempre había llamado su atención y por el cual prefería ingresar. Le gustaría poder mentirse a sí misma y asegurarse que se trataba de alguna necesidad espiritual la que la movía a permanecer contemplando la perturbadora fachada, pero ella sabia la verdad, y aunque ésta le disgustara, no podía negar que se trataba de una razón puramente estética, que lo que la atraía de esa entrada era la exquisitez del trabajo y la perfección con la que cada una de las figuras habían sido inmortalizada.

Permaneció de pie en el lugar por algunos minutos, con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás y el rostro elevado mientras con sus ojos recorría las figuras, prestando especial atención a la representación de los demonios que arrastraban las almas culpables hacia su próximo y último destino. Locura… lucidez… ¿Quién podría decirlo? Lo único cierto para ella era que si tuviese la oportunidad de conocer al artificie de tal obra no dudaría en arrojarse a sus brazos y regalarle el más sincero abrazo de agradecimiento.

Movió con suavidad su cabeza en gesto de negación mientras una sonrisa se extendía por sus labios, era una bendición que sus pensamientos no pudiesen ser conocidos por nadie más pues, de ser así, seguramente ella ya estaría ocupando una de las habitaciones del sanatorio mental. “Tal vez no… tal vez todos tengan pensamientos extraños y erráticos, solo que nadie los menciona en voz alta” pensó permitiendo que sus ojos vagaran ahora por las personas que pasaban caminando junto a ella. Sería estupendo poder saber lo que corría por sus mentes, poder ingresar por un momento en la locura colectiva que permanecía testarudamente oculta tras una eterna máscara de normalidad y coherencia.

Acompañada por estos pensamientos, avanzó a través del portal. No podía recordar ninguna oportunidad en la cual encontrara el lugar vacio y ésta vez no era excepción, siempre había algún parisino o extranjero en el interior. Si bien se suponía que el objetivo de acudir a un lugar sagrado como éste debía rondar razones religiosas, muchos de ellos solo lo hacían con el fin de observar la “decoración” de la magnífica estructura. Con la intención de perturbar lo menos posible a quienes se encontraban dedicando sus plegarias al altar central, avanzó con lentitud hacia una de las naves laterales, tratando que el sonido del choque de sus pasos no resonara en demasía.

No estaba entre sus planes haber terminado paseando entre esculturas y feligreses pero, después de una mañana ocupada y un almuerzo bastante reducido, sus pies la habían guiado a través de las calles parisinas hasta que se encontró frente a la edificación. Ahora que lo pensaba, tal vez se tratase de un deseo reprimido pues, inconscientemente, había escogido un atuendo poco llamativo y de un color azul oscuro que resultaba perfecto para la ocasión.

Si bien ella no era una fanática religiosa, su madre se había encargado de criarla bajo las creencias católicas y, antes de su partida hacia Italia, había sido una costumbre familiar asistir a la catedral como mínimo una vez a la semana. A pesar de que el lugar se mantenía en píe, muchos de los ornamentos que Antha recordaba con fascinación y cariño había desaparecido. Este hecho la entristeció profundamente pero decidió que no por ello iba a perder la oportunidad de maravillarse con aquellos que perduraban.

Posó su mano desnuda sobre la primera columna que alcanzó y permitió que sus ojos se dirigieran hacia los vitrales que descansaban en los muros, sintiendo fascinación por la forma en cómo la luz de la tarde se filtraba a través de ellos dándole un toque de misterio al lugar. Se sintió observada pero no le importó, no sería raro que alguien se interesara en su extraña conducta pero, como siempre, era cuestión de segundos para que aquel que la estuviese mirando se hartara y regresara su atención a sus intereses particulares.
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Mensaje por Noah Dómine Mar Jun 07, 2011 4:01 pm

De todos los feligreses que se hallaban postradas en las banquetas, había al menos uno que no estaba rezando, pero su pose era idéntica a la de los demás creyentes. Con la mirada perdida en un rosario de cuentas, el sujeto se hallaba sumido en sus meditaciones. Vestía prendas de color oscuro, una decisión más que acertada para ese lugar, a sabiendas que no debía desentonar en ese tipo de ambiente por mucho que prefiriera unos cómodos atuendos que le proporcionaban una imagen más rebelde y no tan asceta.

Los pensamientos se sucedían a toda velocidad por la mente del falso orante. Supuestamente, alguien de su naturaleza no debería poder entrar en recintos sagrados. Siendo poco más que meras bestias dominadas por el impulso no se diferenciaban apenas de los humanos que con tanta devoción adoraban a un ser que lo significaba todo para ellos. Noah desconocía cuál podía ser el verdadero motivo que llevaba a los fieles a confiar su serenidad a esa entidad superior. Incluso menos cuando semejante poder celestial guardaba una crueldad sin límites que muy pocos conocían.

Aquí me tienes, postrado como cualquiera de los hijos de Caín, que tu repudiaste y no obstante, los acoges en el seno de tu comprensión… ¿Qué te he hecho yo para que decidieras privarme de todo cuanto quería, arrebatándome la virtud de tu perdón?, pensaba para sus adentros, cerrando los ojos mientras meditaba.

En otras ocasiones había acudido allí en busca de la sensación de alivio que otros religiosos podían sentir en el sanctasanctórum. Otrora fue uno más, y su extinto linaje predicaba con el ejemplo. Pero años de tradición, décadas de devota visión… todo ello, extinguido como una pequeña llama ante una leve brisa. El vivo recuerdo de la familia que vivía en la actualidad y que respondía al nombre de Noah, perdía su esperanza por momentos al ver que sus súplicas no tenían respuesta. No por ello había dejado de intentarlo, pero apenas tenía fe en que pudiera ayudarle como solía hacer con los parroquianos.

Además, ahora había conseguido que su maldito don le permitiera recordar un simple detalle de la fatídica noche que le marcó para siempre. Pero no era capaz de indagar más en sus recuerdos. No habían sido de ayuda los años que había pasado –y sufrido– poniendo a prueba sus capacidades, pues parecía que tuvieran personalidad propia y le dieran esquiva.

Para que luego otro licántropo se atreviera a decirle que aún era un cachorro, cuando no sabían nada acerca de él.

Abrió los ojos y suspiró con resignación mientras se pasaba el rosario de cuentas por el cuello, un rosario peculiar porque poseía perlas de marfil y de ébano, además del hecho que carecía de crucifijo en un extremo. Posteriormente, alzó su mirada y optó por deleitarse con las magníficas vistas que ofrecía la catedral por dentro. Se sintió insignificante, como si volviera a no ser más que un chiquillo expuesto ante la inmensidad del universo. Si bien eso tampoco sirvió para animarle o aliviarle lo más mínimo.

Cada paso que daba hacia su pasado, parecía alejarle aún más de él. Instantes después se levantó, y la capa oscura que llevaba en los hombros se desplegó como una cascada y ondeó al compás de sus movimientos. La serenidad asomaba a su rostro aunque internamente se sintiera completamente desamparado. Apenas recorrió la distancia de unos pasos cuando un repentino dolor asaltó sus sienes, y para cuando fue consciente de haber colocado una de sus manos en su rostro, le vino a la mente un recuerdo.

No era demasiado lejano, aunque no por ello careciera de interés. La imagen que pudo vislumbrar le entregó el rostro grácil de una joven damisela con la piel levemente bronceada y de cabellos tan oscuros como el café recién molido. Y sus ojos… sus ojos parecieron quemarle en lo más profundo de los suyos, con el característico matiz que poseería un ponto exótico.

El recuerdo se esfumó en el aire. Cuando quiso alejar mentalmente la bruma que aún le dificultaba pensar, pudo ver la joven de nuevo. En esta ocasión se hallaba de perfil, apoyadad con elegancia en una de las columnas, y no por ello parecía haber perdido el dulce encanto de su atractivo. Su mente (maldita fuera su memoria) sólo le evocó el apellido de la doncella, pues ya había cumplido con su función de confiarle ese recuerdo, a pesar que no fuera el que el varón estuviera bucando.

Noah caminó, con paso titubeante, hacia ella. Parecía ensimismada por la espléndida vidriera y no quería romper ese embrujo de forma tan abrupta. Quizás se confundía. Tal vez no sería ella o era posible que ni se acordara de él. Después de todo, apenas habían cruzado unas pocas palabras.


− ¿Mademoiselle… Feuer…? –preguntó con su tan característica voz melodiosa y dulce.

El joven dudaba de su capacidad de recordar, ya que la Mnemonismo casi parecía más una enfermedad que un don. Temía que fuera otra persona distinta, que se giraría hacia él y lo miraría con una expresión extraña por haberla confundido. A fin de cuentas, sólo se había visto con esa damisela en una ocasión, seguramente haría dos o tres años, justo después de finalizar una obra de teatro en la capital. Sucedió antes de que Noah decidiera mudarse a la ciudad, de modo que se asemejaba a una gira por el país.

Permaneció a escasos metros de la joven dama, puesto que aun dejando de lado que se pudiera haber confundido podía causarle un pequeño susto por haber aparecido por su flanco y, para colmo, tener la osadía de interrumpir en su contemplación.
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Mensaje por Antha Feuer Jue Jun 09, 2011 12:19 am

Antha giró hacia el lugar de donde procedía aquella melodiosa voz. No pensó que el hecho de que la sensación de ser observada se mantuviera un poco más de lo previsto, significase que alguien fuese a tener la intensión de dirigírsele; pero las sorpresas siempre eran bienvenidas en su vida, así que una tímida sonrisa afloró en sus labios. En un primer momento no reconoció el rostro que tenía ante sí pero, después de unos segundos de duda, recordó haberlo visto unos años atrás. Además, el hecho de que el apuesto y exótico joven que tenía delante suyo conociese su apellido, confirmaba que debía ser alguien que había conocido en el pasado.

Uno de los momentos sociales más incómodos se presenta cuando no se recibe la respuesta esperada a un saludo; la mente empieza a jugar con las posibles causas o implicaciones de una reacción negativa a tan constante y cultural gestó de reconocimiento y afecto, y el alargue innecesario de una contestación puede causar más efectos de lo que podría la lógica pronosticar. Esto era lo que Antha pensaba al respecto así que, sabiendo que ya se había extendido demasiado, se apresuró a acercarse al joven un par de pasos e inclinar ligeramente la cabeza – Monsieur – le saludó, pues a pesar de haber reconocido su rostro, su mente aún no daba con un nombre o un apellido con los cuales relacionarle.

-Me alegra encontrarle de nuevo, bueno, o más bien que usted me encontrase a mi pues, he de confesarle, que me hallaba tan absorta, perdida entre mis pensamientos, que si no se me aproxima yo jamás me hubiese percatado de su presencia – Ahora, después de haberle observado durante ese corto tiempo, su mente empezó a recordar las circunstancias de su pasado y único encuentro.

Dándose cuenta, debido a las miradas molestas de algunos de los feligreses, que había hablado en voz demasiado alta para el lugar donde se encontraban, ella se aproximó aún más al joven. Su mente aún no ubicaba su nombre y, aunque le causara gran vergüenza, sabía que era algo que tenía que solucionar de manera inmediata– Espero que sepa usted disculparme pero lamento decirle que mi mala memoria me está jugando una mala pasada en este momento – a pesar de que un ligero sonrojo se posicionó sobre sus mejillas continuó – y por más que lo intento, y a pesar de que bien recuerdo el lugar donde le conocí, no puedo dar con su nombre – Ella le obsequió una sonrisa que expresaba la culpabilidad que sentía por aquello que no recordaba.

Como si de una reacción involuntaria se tratase, dirigió sus manos a su suelta cabellera para de esta forma aplacarla y organizarla sobre uno de sus hombros. Luego mordisqueo ligeramente su labio inferior y volvió a hablarle utilizando un tonó suave pero juguetón -Con el fin de superar este impase, y acudiendo a su caballerosidad y gentileza… - enarcó ligeramente una de sus cejas - le propongo realizar una nueva presentación antes de poder pasar a los temas imprescindibles para una conversación de reencuentro – inclinó de nuevo la cabeza con suavidad para después mirarle directamente a los ojos– Antha Feuer, es un placer re-conocerle Monsieur…– bromeó esperando que él comprendiera su intención y que, en el mejor de los casos, le siguiese el juego que le salvaría de continuar avergonzándose por su propio e imperdonable olvido.
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Mensaje por Noah Dómine Lun Jun 13, 2011 1:19 pm

Fue un golpe de fortuna que la damisela se girase, pues temía que estuviera confundiéndose de persona. Pero, de algún modo, parecía que tampoco ella le recordara con exactitud, debido a que era más que obvio que no podía evocar en su mente el nombre del caballero. Tampoco podía recriminarle nada a la damisela, ya que resultaba imposible de olvidar que aquella representación, que tuvo lugar años atrás, era tan mediocre que ni siquiera la increíble capacidad interpretativa, excepcional como siempre había poseído, del joven actor pudo evitar que dicha obra fuera avasallada por las críticas y muy poco personal pudiera quedar satisfecho.

Claro que en unos pocos años, la forma de visualizar, de comprender y de vivir en la atmósfera de las artes había evolucionado. A un escalón más distinguido, por suerte.

Sin ninguna duda debió de sobresaltar de sobremanera a su interlocutora, puesto que la forma en que le respondió fue un tanto… entusiasta. No fue lo suficiente como para tomarlo en cuenta como si se tratara de un comportamiento indecoroso, pero al parecer bastó para ganarse las −no precisamente bienintencionadas− miradas de los presentes; hecho que no importunó lo más mínimo a Noah, que obsequió a la joven dama con una más que encantadora sonrisa, procurando con semejante sutil gesto que ella no prestase excesiva atención a los feligreses mientras decidía acercársele unos pasos. Como si cualquiera de los presentes no hubiera alcanzado a hacer cosas de las que su propia religión se avergonzase.

Me temo entonces que ambas mentes parecen haber pactado que ninguno de los dos pudiéramos reencontrarnos de una forma absolutamente normal –bromeó sin albergar intención alguna de hacer broma a costa de la joven, más bien procurando borrarle esa sonrisa de culpa y hacerle aparecer una que le hiciera más justicia a su rostro.


Verla le hacía pensar lo diferentes que podían llegar a ser y, al mismo tiempo, lo cercanos que se encontraban: como si fueran los dos extremos de una cuerda, alejados en distancia y unidos por composición y naturaleza.
Pero en realidad, la naturaleza del varón distaba mucho de ser simplemente humana. Precisamente eso hacía que los momentos de calma no se sucedieran con frecuencia, incluso menos cuando se hallaba cerca de otros miembros de su propia especie. Tendía a encontrarse más cómodo entre otros seres, pero los vampiros tendían a desconfiar de él por ser quién era, del mismo modo que otros seres sobrenaturales o los cazadores. Sin embargo, aún quedaban algunos humanos que parecían ser felices en su bendita ignorancia o, sencillamente, no les importaba en demasía qué podían ser.

La damisela aún no sabía qué era él, pero eso también se debía a que apenas habían compartido más que unos instantes, y la idea de ir proclamando la verdadera existencia de uno a los cuatro vientos era, cuanto menos, ridícula.

Observó en silencio los movimientos de la damisela, sin hacer nada para evitar que una de sus propias cejas trazara un arco ante tan amable, y travieso, inicio de petición. No cabía lugar a dudas que la damisela siempre había sabido despertar en el varón cierta curiosidad por la forma tan natural de expresarse; sin rodeos ni medias tintas.

De modo que aguardó a su presentación –esta vez procuraría esforzarse en que su caprichosa memoria no le volviera a fracasar− para, después, dar un paso más hacia la joven e inclinarse con sumo respeto en una cortés reverencia, al tiempo en que tomaba una de las manos de mademoiselle Antha con una de las propias, depositando en el dorso de la delicada mano de la doncella un beso propio de un galán.

Noah. Noah Dómine, a su completa disposición y servicio, mademoiselle Antha –susurró con dulzura y cierto tono pícaro−. Pero insisto en que el placer es exclusivamente mío. Queda claro que el mundo es un pañuelo, pero aún así, resulta excesivamente difícil reencontrarse con aquellas personas con las que apenas hemos cruzado unas pocas palabras –recuperó su compostura gradualmente, deshaciendo con suavidad la caballerosa presa con la que había sujetado la mano de la joven momentos antes−. Esta vez, me aseguraré de no volver a olvidar tan bello nombre, puesto que no sería lo adecuado volver a asaltarla del modo en que lo he hecho hoyle pido disculpas por ello, aun sintiendo curiosidad acerca de lo que debería rondar por su mente mientras contemplaba semejantes obras de arte.

Se refería a las cristaleras de la catedral, las mismas que ella había estado observando apenas unos momentos previos a la interrupción del varón. Como queriendo remarcar sus palabras, volvió su vista hacia las vidrieras, demostrando que lo que había comentado no eran palabras vacuas, si bien tal vez se podrían considerar no del todo adecuadas para la breve relación que había entre ellos. Aunque Noah no consideraba que, la forma en que se lo había sugerido, así como la melodía que de forma sempiterna había en su voz, pudieran hacer sentir de forma incómoda a su interlocutora.
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Mensaje por Antha Feuer Miér Jun 15, 2011 12:07 am

Fue una agradable sorpresa el encontrarse con una sonrisa en su rostro a pesar de las miradas que se posaban sobre ellos dos debido a su imprudencia al momento de hablar. Ese era un fuerte indicativo para ella sobre el carácter del joven y la forma como enfrentaba las situaciones de escrutinio y desaprobación pública. Un detalle que no tendría mayor relevancia para aquellos que seguían rigurosamente las protocolarias normas de comportamiento, pero, en el caso de Antha, resultaba ser una cualidad indispensable debido, principalmente, a su impulsividad.

Rio con suavidad ante la gentileza del joven por reconocer que él tampoco la recordaba con precisión –Ah!, pero se debe tener en cuenta que usted al menos recordó mi apellido – comentó en tono juguetón. No estaba segura de si las palabras ofrecidas se debían a un decoroso intento de mitigar su falla, o si en verdad la memoria de él fallaba tanto como la de ella. En realidad lo único que importaba era el gesto, y fue de esa manera que ella decidió asumirlo finalmente.

hum, que galante” pensó al verle realizar un saludo con tal nivel de deferencia y elegancia, mientras que la calidez emitida por la piel de la mano del joven a la suya, contrarrestaba rápidamente el frió que había adquirido por haberla posado sobre la yerta superficie de la columna ante la cual él la había encontrado. Era una sensación placentera y reconfortante, superada solo por el breve contacto de la textura de sus labios sobre el dorso. Escuchó y memorizó concienzudamente su nombre, prometiéndose no volver a incurrir en tan vergonzosa falla, a la vez que le obsequiaba a él una sincera sonrisa. No solo poseía unos modales impecables, también tenía la capacidad de incluir entre sus gentiles palabras el punto justo de picardía que convertía una presentación convencional en algo mucho más divertido y personal.

Lamentablemente, el contactó con aquella cálida piel fue interrumpido con demasiada rapidez, según su parecer. Claro que no había de esperar nada distinto de alguien con quien había tenido hasta ese momento un relacionamiento tan corto y limitado.

-Es un poco presuntuoso de su parte el pretender llevarse todo el placer que este reencuentro pueda generar – bromeó entornando ligeramente los ojos – Pues debe considerar que si no me alegrara en nivel alguno el verle de nuevo, no habría causado en mí la reacción que tantas miradas de enojo nos han acarreado – señaló con un suave movimiento de su mano hacia las bancas más cercanas antes de volverle a mirar – Aunque tengo que admitir que me alaga usted profundamente al reconocer que también le causa cierto placer – “Vanidosa” la palabra se formó en su mente como si fuese otra persona quien estuviere susurrándola a su oído. Pero eso no la incomodaba, lo sabía y aceptaba, y esperaba que el toque hilarante que trataba de imprimir en sus conversaciones ayudara a compensar aquella virtud que, para muchos, era un craso defecto –Y tiene usted razón al sugerir lo pequeño que resulta el mundo algunas veces, aunque tengo que solicitarle, humildemente, que evite usar del popular comparativo pues mi mente reacciona con rapidez cuando lo escucha, y me es imposible refrenar la siguiente inequívoca y desagradable comparación sobre sus habitantes– Tal vez alguien debería enseñarle a callar de vez en cuando, eso le ahorraría muchos problemas y malentendidos con aquellas personas que eran incapaces de comprender su peculiar sentido del humor.

Le observó detenidamente por unos segundos e, incluso, inclinó ligeramente la cabeza hacia un costado, como si estuviese evaluándole en alguna medida –Podría decirle que observaba la belleza en la composición visual de tal obra, la cual considero, sin lugar a duda, como maestra… o tal vez referirme a la exquisita combinación de color y forma que no solo son un placer para los sentidos, también son un bálsamo para el alma– hablaba sin tomarse la molestia de mirar el lugar al que él había dirigido sus ojos, seguramente para aclarar la intención de sus palabras –O, quizás, llegar a sugerir alguna teoría sobre el significado de la figura misma y su relación con la edificación, pero – esta vez sí giró su rostro hacia los vitrales por donde los rayos de luz se filtraban hacia el sagrado recinto – La verdad es mucho más simple, pues lo que mi mente rondaba en aquellos instantes se reducía a la forma como las partículas de polvo cabalgan sobre los rayos de sol antes de fundirse con la oscuridad artificial de los muros de la catedral – levantó ligeramente una mano y permitió que ésta se extendiera hacia la débil luz, como si intentara tocarle, para después retornarla a su posición original.

Después de una breve pausa le miró inquisitivamente – ¿Le he decepcionado Monsieur Dómine? – le preguntó sin estar segura de qué respuesta esperar, pues no le conocía lo suficiente como para poder pronosticar la posible inclinación de la misma.
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Mensaje por Noah Dómine Lun Jun 20, 2011 4:25 pm

Pese a que no llegó a responder a la juguetona réplica de la joven, mentalmente creyó que era un ínfimo detalle, además que eso seguía suponiendo una ofensa para una damisela. Que alguien no lograra recordar el nombre, con o sin apellidos, de un varón no era demasiado importante, pero era una de las más terribles afrentas para con una dama.

El varón era vagamente consciente de la impresión que, quizás, podía llegar a causar en las demás personas debido a sus modales y su forma de ser; o al menos, cuando tenía ocasión de mostrarse así, puesto que internamente sufría una condena tortuosa que a veces le hacía caer sin remedio en una espiral impulsiva de bajos instintos. Menos mal que procuraba poner cierto remedio a esas ocasiones… aunque no siempre lo conseguía.
Pero, por lo general, así solía tratar a las damiselas, confiando en que no lo vieran como una amenaza, y con algo más de respeto hacia los varones. Eso no evitaba que en ocasiones se granjeara enemistades, pero eso ya no dependía de él. Allá cada cual con su actitud: era consciente que no podía ser de agrado para todo el mundo.

Después de tan atento saludo, casi le pareció notar un apenas leve rubor en las mejillas de mademoiselle Antha, pero desechó la idea tan pronto como ella contraatacó con un sarcasmo tunante. Clase y picardía, junto con una voluntad que se antojaba fuerte. Sin duda, esa curiosa y nada discordante mezcla de características despertaba el interés del joven lícano.

Sólo por esta ocasión, cejaré en mi empeño y estaré dispuesto a reconocer como mutuo el placer de este reencuentro –susurró con picardía para evitar estallar en carcajadas por el comentario de la joven. No la consideraba vanidosa por lo que dijo, después de todo, sería irónico que alguien del mundo del espectáculo pudiera juzgar a otra persona de vana. En cualquier caso, le hizo reír al varón y éste tuvo que esforzarse para no profanar más aquél ambiente sagrado −. Ruego acepte mis más sinceras disculpas por tener la osadía de compararla con el resto de la gente cuando es más que evidente que usted es única.

No esperaba respuesta a ese halago. O, al menos, no de forma verbal ni de forma física alguna. Otro juego peligroso, ya que parecía que le gustase poner a prueba a quienes le halagaban en demasía, como si quisiera hacer un concurso de florituras.

Aguardó en silencio, escuchando con suma atención y dedicación las palabras que empleaba la joven para describir lo que había pasado por su mente cuando contemplaba las vidrieras. Suspiró de forma imperceptible, dándose cuenta de lo mucho que aún le quedaba por vislumbrar, y aprender, acerca seres tan maravillosos como la joven. Por un instante quiso volver atrás, a no ser más que un joven humano, algo alocado y con vida, que se dejaba llevar por el momento sin pensar en las consecuencias y verlo todo de una forma tan… humana.

Seguramente fue debido a esa reflexión interna, o eso pensó él, que la damisela le inquirió acerca de si ella le había decepcionado. Apenas había reparado en el sutil movimiento de ella, como si pretendiera atrapar la luz entre sus delicados dedos.

− ¿Y por qué habría de decepcionarme, mademoiselle? –respondió a su vez con otra pregunta− Ni yo mismo habría sido capaz de expresarlo con mayor naturalidad de la que usted ha hecho gala. Hay quienes poseen la capacidad de describir el arte que crean otros, y hay quienes simplemente se deleitan con la exquisitez que se halla en la poesía de la vidao de las miradas de otros individuos.

Su voz seguía siendo dulce y hasta seductora, pero no había en ella indicio de chanza alguna. Él podía ver el “arte” en otros seres, pero no conseguía traducir, por así decirlo, la belleza que podían llegar a crear.
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Mensaje por Antha Feuer Miér Jun 22, 2011 7:58 pm

Ella exhibió una enorme sonrisa de satisfacción al oírle ceder ante su solicitud de no llevarse la exclusividad del momento. Era un buen comienzo que, no solo accediera a una petición poco convencional, pues estaba prácticamente segura que cualquier otra mujer habría aceptado el halago sin solicitar enmendaciones al mismo, sino también poder percibir que le había divertido y no disgustado, al parecer, en lo más mínimo.

-No se preocupe Monsieur Dómine, todos solemos cometer el error de calificar antes de evaluar y eso, muy seguramente, nos priva de infinidad de placeres que otras personas podrían brindarnos – comentó pensando en que tan ciertas eran sus palabras, y en como cambiaría su vida si tan solo se escuchara a sí misma de vez en cuando – En todo caso no debería precipitarse pues, dicho “calificativo”, podría cambiar después de que tenga usted el infortunio de compartir más que algunos pocos minutos conmigo – bromeó riendo muy bajito -¿Estaría usted dispuesto a pasar por tal trance Monsieur… cuenta con el tiempo necesario para ello? – le preguntó en tono ligeramente coqueto, pero dándole el espacio necesario para que reconsiderara, en el caso de que necesitase hacerlo, la posibilidad de buscar una rápida salida – y por favor, considere la dicotomía que la palabra “única” puede acarrear… - le pidió en medio de un guiño de complicidad.

Durante su vida Antha no podía recordar haber conocido a ninguna mujer que no disfrutase de los halagos, y ella, por supuesto, no era ninguna excepción. Por supuesto que ese tipo de comportamiento, como otros tantos, requería de una medida milimétrica y una destreza muy desarrollada para no generar en el receptor la equivoca impresión de zalamería y, para su completa alegría, era evidente que el joven frente a ella era un experto en el tema. Ahora, en el caso del sexo contrario, no tenía ningún tipo de seguridad, pues los hombres no eran tan abiertos al momento de expresar sus preferencias sociales, así que siempre le había resultado un misterio saber hasta que punto responder cortesía con cortesía y cuando simplemente limitarse a disfrutarlas.

Le miró con curiosidad mientras él hablaba. Había algo en la cadencia de su voz que se le antojaba fascinante, podría simplemente quedarse escuchándole por horas sin importar el tema. Mordisqueó brevemente su labio inferior y pasó una de sus manos por su cabello aplacándolo y acomodándolo antes de replicar.

Bueno, Monsieur, debe usted saber que la sociedad siempre espera respuestas convencionales y decorosas. En este caso hubiese sido aludir sobre el arte en sí de los vitrales pero, debo admitir que, aunque me agrade en suma medida la composición, en realidad son las cosas simples las que tocan mi alma y alegran mi espíritu… como un rayo de sol ingresando a un templo… o un reencuentro fortuito con alguien con quien no he podido relacionarme tanto como quisiera – le obsequió una sonrisa entre traviesa y anhelante antes de continuar - En todo caso me alegra que usted pueda ver las cosas de una manera similar. De esa forma será más sencillo para mí el hacerme entender… aunque, por favor no dude en informarme si mi conversación lo abruma, inquieta o confunde – rio ligeramente – O si, simplemente, desea que me silencie por un rato – a pesar de que la petición fue desarrollada bajo el velo de una broma más, en realidad ella esperaba que él tomase sus palabras a conciencia y que, cuando su charlatanería hubiese copado su paciencia, tuviese la entereza de expresárselo abiertamente.

-Puedo preguntarle, si no es demasiada impertinencia, ¿Qué lo atrae un día como hoy a la catedral? - ¿Pregunta tonta? Tal vez para otros, para ella no lo era pues resultaba más que obvio que existían otras razones por la cual estar en la sagrada estructura que solo orar.
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Mensaje por Noah Dómine Dom Jun 26, 2011 6:35 pm

En ese momento, le costó serios esfuerzos el no prorrumpir a carcajadas. Era evidente que aquella damisela sabía bien lo que se decía, y que, por encima de todo, sabía tomarse las cosas con humor y sin un ápice de altanería.

− ¿Y si decidiera precipitarme todo cuanto quisiera? Dudo que suceda la situación hipotética de considerar que el tiempo que paso a su lado pueda tacharse de infortunado –le respondió, medio en broma medio en serio, con el matiz de picardía bien presente− De modo que sí, estoy dispuesto a pasar por semejante “mal” trago y, por suerte, dispongo de todo el tiempo necesario para superar esa ordalía. Ahora bien, ¿estaría la Mademoiselle dispuesta a seguir en compañía de una mala influencia? Podría terminar arrepintiéndose. A fin de cuentas, está muy por encima de mí

A medida que iban intercambiando palabras y halagos, Noah se daba cuenta de lo verdaderamente interesante que comenzaba a resultarle esta joven. Poseía un carácter fuerte y resolutivo, y parecía el tipo de dama a la que sería difícil de hacerla sentir completamente cómoda en su presencia, pero algo le decía que trabar amistad con ella merecería la pena. Lo mismo que había podido vislumbrar en la joven años atrás, pues resultaba que mademoiselle Antha era una damisela muy expresiva sin necesidad de emplear palabras.

Para mí es todo un honor volver a tener ocasión de mantener una conversación con usted, de modo que descuide que le comunicaré inmediatamente si la conversación me sobrepasara, aunque dudo que eso pueda llegar a suceder. Además –prosiguió, con su melodiosa y juguetona voz− ¿por qué iba a pretender que guardara silencio, cuando su voz se me antoja como si de ambrosía para mis oídos se tratara?

Había entendido completamente lo que se ocultaba tras otra broma más, y con esa respuesta daba a entender que no tendría reparos si la verborrea de ella terminaran por causarle agotamiento o pesadez. La sonrisa que asomaba por su rostro acompasaba el brillo de sus ojos añiles, denotando en conjunto la empatía y la reciprocidad de todo ello.

Ohsencillamente, un poco de consuelo para mi conciencia, aunque no me ha servido en absoluto –confesó, con un matiz de pesar en su voz. En cierto modo, no quería revelarle el motivo verdadero de su visita, ya que el rostro de la mademoiselle no le sentaría bien un rictus. Además, tampoco le podía revelar muchos detalles sin terminarle confesando lo qué él era.

¡Ah!¡ Suponía todo un reto mantener ese tipo de conversaciones tan triviales…!
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Mensaje por Antha Feuer Jue Jul 07, 2011 10:09 pm

Antha soltó una risita suave y muy baja. De seguro, si estuviesen en otro ambiente, ya hubiese proferido algunas carcajadas pues resultaba que el joven frente a ella no solo comprendía su sentido del humor, sino que además lo correspondía con una elegancia, sencillez y precisión que hacía que ella mantuviese toda su atención sobre cada palabra pronunciada.

Inclinó ligeramente la cabeza en señal de rendición mientras le miraba divertida – Esa decisión es solo suya Monsieur pero no podrá quejarse más delante de no haber sido advertido a tiempo. Por otro lado me alegra escucharle tal declaración pues mis propios intereses me alientan a permanecer junto a usted el tiempo necesario para conocerle mejor - ¡Que desfachatez! Ella misma se encontraba un poco asombrada por la soltura con la que se atrevía a departir con aquel desconocido, pero el cariz de la conversación le estaba resultando sumamente emocionante y estaba dispuesta a extender aquella sensación lo que más pudiese.

Sonrió antes de continuar – Tengo que confesar que no hace usted más que impelerme con tales preguntas. Nada resulta más excitante que el reto de discernir si la compañía, al final del día, ha resultado ser en realidad una mala influencia, además, tiene usted que valorar contra que parámetros compararíamos para poder calificarle… Es decir, usted no me conoce y yo no le conozco, así que creo que ninguno de los dos cuenta con argumentos suficientemente sólidos como para decidir, desde tan temprano, quien resultará siendo la mala influencia de la relación – se encogió ligeramente de hombros – ¿Le parece si, dado que los dos hemos manifestado poseer una irrefutable disponibilidad de tiempo, nos tomamos el resto de la tarde para conocernos y evaluarnos mutuamente? A cambio le prometo que cuando el momento de la despedida llegue le comentare, con total honestidad, mis conclusiones sobre decepciones, infortunios y malas influencias – Le propuso en tono travieso. Sabía que se trataba de una promesa un poco osada, pero contaba con que su instinto no le fallara con respecto a la compañía y así el cumplimiento a su propuesta resultara siendo una tarea bastante sencilla de adelantar.

Sintió como los colores ascendían una vez más a su rostro ante el halago. Algunas frases ingeniosas acudieron a su mente como replica ante las galantes palabras, pero alcanzó a retenerse y reconsiderarlo para decidir finalmente que este cumplido lo aceptaría sin lanzar comentarios inapropiados – Merci – agradeció entre una deslumbrante sonrisa. Aún faltaba esperar un poco para confirmar que ella no le agotara con su interminable parloteo, pero era una buena señal el que él hubiese comprendido el significado de su broma y, además, que manifestara no tener mayor problema con ello.

Los ojos de ella vagaron brevemente por la catedral mientras escuchaba la respuesta a su pregunta. A pesar de la frialdad que transfería la apariencia del lugar, siempre había algo que se le antojaba acogedor. Era más una idea que una percepción verdadera por supuesto, pero eso no impedía que cientos de personas se congregasen en el edificio en busca de un poco de consuelo… y si, calidez. Así, la respuesta de Monsieur Dominé podría encajar a la perfección en la normalidad, excepto por la última parte, la cual despertó inmediatamente la curiosidad de Antha – Eso es inquietante Monsieur, pues podría atribuirse a que lleva usted una carga muy grande sobre su conciencia… - realizó una pausa preguntándose mentalmente de que podría tratarse pero sin atreverse a realizar la pregunta de manera abierta… por ahora.

La chica se aproximó un poco más al joven y, en medio de un movimiento fluido y elegante, se aventuró a tomarle de gancho mientras le lanzaba una mirada inocente y una sonrisa invitadora - ¿Le gustaría acompañarme por un corto paseo entre el arte que esta sacrosanta estructura contiene?... Confío, por supuesto, en que mi invitación no le perturbe pero, si interfiriera de alguna manera con sus creencias y/o costumbres espirituales, siempre podríamos buscar otra alternativa… – No estaba segura de que su contacto no le disgustara, así que le observó atentamente para identificar cualquier atisbo de incomodidad de su parte que le indicara si debía soltarle y apartarse.
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Mensaje por Noah Dómine Dom Jul 17, 2011 7:12 pm

Que consiguiera arrancar más de una sonrisa a su interlocutora era algo que aseguraba el hecho que, la próxima vez que se encontraran, se acordara de su nombre y no lo relegase al olvido. Además, a Noah no le quedaba más opción que admitir que Antha poseía una gracia natural y una clase que él tendía a admirar, ya que le recordaban a todo aquél universo que resultaba ser exclusivo de las altas esferas.

Con una diferencia más que evidente: ella no hacía gala de tan característica soberbia que solía acompañar a los nobles dirigentes. Eso resultaba en un ambiente casi familiar para el varón, ya que casi se podía respirar entre ambos individuos una atmósfera benévola y carismática, en absoluto irritante o decadente. Esos eran los valores que se habían sembrado en el linaje extinto al que pertenecía –o había pertenecido− Noah, creciendo y reafirmando las creencias en el seno de tan noble legado. Aunque ahora no le quedara más que una pobreza para su alma, el joven descendiente había ocultado su identidad en busca de una nueva brisa de aire fresco: la libertad que le quitaron por la fuerza. Pero esos valores no los hbía perdido, por décadas que hubieran pasado, y era algo que sabía apreciar en los demás.

Al menos, en aquellos que sintieran algo parecido.

La propuesta de la joven fue de su completo agrado, pues al menos así podía garantizar la grata compañía para ambos sujetos. Cabía destacar, además, que al haber sido ella quién sugiriera semejante idea, él no debía de tener prejuicios por si tal comportamiento podía ser considerado indecoroso. A fin de cuentas, ambos formaban parte de aquella pícara, y sana, diversión.

Ah… resultaba toda una delicia para su vista poder captar en ella aquél tímido rubor. Ya casi podía palpar una respuesta a la altura de las circunstancias, pero por lo visto la bella dama decidió concederle esa victoria momentánea. De todos modos, el varón dudaba que pudieran salir de sus labios palabras indignas o inapropiadas; al igual que él, ella parecía poseer una labia de oro.

Le devolvió la sonrisa a su acompañante, dejando que por unos instantes considerase su muda respuesta, pero antes de poder proporcionarle una, Antha le cogió del brazo en un gesto medido y con expresión incitante. ¿Cómo iba a poder negarse a ello? Casi se sentía manipulado, como si estuviera atrapado en su propia red y en la de ella. Estaba claro que ambos conocían bien ese juego, lo suficiente como para dejarse llevar y no causar incomodidad alguna en el otro.

De ningún modo podría negarme a semejante petición, Mademoiselle, pero no quisiera importunarla tan pronto con mis cavilaciones y desvaríos. No cuando me arrulla con sus delicadas palabras y me honra con su espléndida compañía. Sé que apenas conoce detalles sobre mí, pero mucho me temo que la historia de mi vida no, ni de lejos, tan interesante como la suya

Su voz, dulce y tentadora, la incitaba a dejar ese tipo de preguntas para más adelante. No porque no quisiera contarle qué era lo que le causaba al varón semejante peso en su conciencia, sino por evitar que aquella actitud tan arrebatadora se desvaneciera del carácter de la joven dama. En respuesta, afianzó la presa de gancho con la que Antha le invitaba a hacerle compañía, colocando su brazo de tal forma que cubría su extremidad con cierta protección, además de elegancia y ternura. Aguardó a que ella se pusiera en movimiento, pero su voz, su porte, el brillo de sus ojos añiles y la seductora sonrisa le daban a entender que estaba conforme a las sugerencias que momentos antes ella había pronunciado.
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