La dama y el viento

por **Bufon** Miér Jun 08, 2011 9:45 am

Nunca en sus vida imagino que un lugar así existiese, cuando vivía en la iglesia siempre veía muchos libros, algunos en el pequeño estante del obispo y otros en su escritorio, sin embargo ellos tenia prohibido tocar cualquiera menos uno, un tomo grueso de tapa dura y desgastado que ponía en la portada “La biblia”, el sabia un poco de letras debido a aquel hombre que le leía y le enseñaba a leer aquel viejo libro, sin embargo no podía evitar trabarse debido a la falta de costumbre, por otro lado jamás en su vida había tocado una pluma hasta que conoció a su actual maestro. Sin embargo, lo que había ahí adentro era muy diferente a la oficina de su obispo, todo estaba repleto de libros, las paredes, los estantes las mesas e incluso había algunos tomos apilados en las sillas los cuales estaban a punto de ser archivados y acomodados en sus respectivos lugares.

En su mano apretaba un pedazo de papel con la dirección de aquel lugar al que llamaban biblioteca, ya había entrado a aquel lugar unos días antes sin embargo no dejaba de sorprenderse cada vez que entraba, sus pies habían comenzado a moverse despacio a través de los pasillos creados por estantes y hojas viejas mientras buscaba algo, le habían dicho que se hiciese un espacio para practicar su pobre lectura, sin embargo como siempre no sabia por donde comenzar, todos parecían tan llamativos, con portadas de diferentes colores y gruesos variados, colocados en diferentes posiciones, algunos mas desgastados que otros, era un mar de tinta y hojas de donde escoger, sus dedos se pasaron por los lomos de aquellas obras como tratando de descubrir algo en ellas aunque no estuviese muy seguro de que, y como siempre que se ponía a pensar abrió los labios para comenzar a tararear una canción

- Shhhh…-se dijo a si mismo colocando su dedo índice sobre los labios al darse cuenta de lo que estuvo a punto de hacer, ya le había advertido hacia unos días cuando fue por primera vez que no se debía cantar ahí adentro porque las personas que llegaban a leer se molestarían. Una mueca de confusión apareció en el rostro del bufón, ¿Por qué habrían de molestarse? ¿Qué tenia de malo que cantase? ¿Acaso nunca había escuchado una canción en su vida?. .. esta y muchas preguntas pasaron por su cabeza al pensar en aquella, a su parecer, absurda regla. Mientras estaba metido en sus pensamientos pudo notarlo, arriba, en una estantería sobre su cabeza se encontraba el libro “perfecto” para el, era uno pequeñito pero muy grueso, de color café… el cual se encontraba un poco mas arriba de lo que podía alcanzar… su mirada se quedo clavada en el libro mientras su cerebro pensaba en los trucos que podría inventarse para alcanzarlo