AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Adriana Paola Gregoletto
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Adriana Paola Gregoletto
Nombre del Personaje:
Adriana Paola Gregoletto
Edad:
Es una vampiresa joven de apenas 88 años de edad, aparenta 23 que es a la edad que fue convertida
Especie:
Vampiro
Tipo y Clase Social:
Clase Media-Baja
Orientación Sexual:
Heterosexual o… lo que surja
Lugar de Origen:
Venecia, Italia
Habilidad/Poder:
Agilidad y reflejos sobrehumanos
Sentidos aumentados
Encandilamiento
Persuasión
Telepatía
Descripción Física:
Descripción Psicológica:
¿Humanidad? ¿Qué es eso cuando se puede disfrutar de los mejores placeres del mundo al no tener sentimiento alguno? Adriana no dudará en demostrar ante cualquiera lo poco que le importa la humanidad en sí y lo mucho que le importa ella misma. Egoísta, caprichosa, impulsiva y orgullosa son las cuatro palabras que mejor describirían a Adriana, pero no las únicas por desgracia para muchos. Es toda una manipuladora y siempre consigue lo que quiere, sino, se enfada y no tiene piedad alguna. Disfruta con la muerte y el sufrimiento de quienes, según ella, lo merecen que, básicamente, son la mayoría de la población mundial y la gente que osa meterse en su camino o que intenta impedir que consiga exactamente lo que ella quiere. Como cualquier vampiro joven, se cree invencible por tanto es normal que rebose ego y prepotencia, que lo hace, pero la verdad es que en exceso y puede resultar demasiado excesivo en algunos casos, por no decir casi siempre. Uno de sus principales objetivos es divertirse, disfrutar y crear un poco de caos y descontrol allá por donde pasa, le encanta jugar con los humanos antes de cazarlos y beber su sangre pero solo cuando no es estrictamente necesario hacerlo. Es una vampiresa bastante solitaria, desconfía de todo y de todos y eso la hace quizá peor puesto que se adelanta a que le hagan algo planeando una venganza aún peor aún cuando ni siquiera la han traicionado… Aunque eso no quiere decir que no le guste la compañía pues le encantan los hombres y son una de sus pequeñas debilidades. Altos o no tan altos; morenos, rubios e incluso pelirrojos; con músculos o sin ellos; nobles o simples mercaderes; no le importa porque en cuanto un hombre le llama lo suficientemente la atención no duda en llegar hasta él por el medio que sea y conseguirlo… Hasta que se cansa de él. En cuanto lo hace si son simples humanos los mata y si son vampiros y puede utilizarlos en su favor simplemente los deja de lado y se va a por otro mejor. Esto no quiere decir que se fije exclusivamente en los hombres aunque sí la mayor parte de las veces. A todo esto hay que añadirle algunas pequeñas manías suyas como son que deteste a la realeza pese a venir de una familia de clase bastante alta y que no soporte a los hombres que, básicamente, son como ella.
Historia:
Adriana, desde antes de nacer, tuvo la vida hecha. Sus padres tenían grandes planes para ella y debía de ser perfecta, fina, recatada, tener buenos modales, ser pura y casta… Y así creció, rodeada de pomposidad, de falsedad y de hipocresía en un mundo en el que solo le importaba a la gente por lo que pudieran conseguir de ella o gracias a ella. El único que siempre estaba ahí para ella, cuidándola y protegiéndola de todo y de todos, incluidos sus padres, fue su hermano mayor, Pietro Gregoletto, un joven libertino cuyos padres habían renegado de él hacía mucho tiempo pues, sus esperanzas, estaban ahora puestas en su hermana pequeña aunque nunca le negaron un techo bajo el que vivir y un poco de comida que llevarse a la boca, después de todo, eran sus padres no unos simples monstruos aunque a veces pudieran parecerlo. Así, desde muy joven, Adriana solo podía confiar en su hermano mayor pues era el único que era sincero con ella y, junto a su compañía, fue creciendo y madurando rápidamente hasta convertirse en una adolescente algo “problemática”. Venecia es conocida por sus fiestas, sus bailes y sus carnavales, llenos de perversiones y excesos y ella descubrió muy pronto el gusto por todos esos excesos, especialmente, ese tipo de excesos que la llevaron a convertirse en algo parecido a su hermano, una libertina que por las mañanas se mostraba en el palacio ducal como un ángel venido del cielo, casta, pura y sin maldad y que, por las noches en los callejones más oscuros y las zonas más recónditas de la pequeña Venecia, cambiaba, dejando ver su lado más brutal y más pasional… Y eso que apenas era una adolescente pero, desde siempre, Adriana le ha gustado a los hombres y a ella le han gustado. Ha sabido controlarlo y dominarlos conseguir de ellos lo que quería aunque, al principio, tuvo que sufrir un poco para que las cosas fueran mejorando y, gracias a su hermano, consiguió mantener esas dos vidas: la de dentro de la corte y la de fuera de ella y, por suerte para ella, sus padres nunca llegaron a descubrirlo porque de haberlo hecho las consecuencias habrían sido nefastas. Adriana y Pietro eran como uña y carne e incluso iban a tabernas y locales de mala muerte juntos y se utilizaban mutuamente para atraer a la gente con la que querían estar esa noche… Las cosas fueron bien para Adriana un tiempo hasta que, sin más, sus padres obligaron a su hermano a marcharse de Venecia, con la excusa de que tenía que casarse con una mujer de Florencia y, desde que Pietro se marcho, nunca más se volvió a saber de él… Al menos no en unos años.
Con su marcha, Adriana apenas consiguió llevar sus dos vidas y tuvo que dejar el libertinaje y los excesos para no acabar peor por cosa de sus padres y, así, estuvo reprimiéndose y controlándose, aguantando toda clase de estupideces y cultos religiosos que todos allí cumplían pero de los que se olvidaban cuando llegaban las fiestas importantes… Adriana se sentía cada vez más cautiva, como si fuera prisionera en su propia casa y aquello solo le hizo sentir deseos de escapar. Llevaba años de tormento, sin su hermano, no podía con aquello, no lo soportaba y necesitaba más libertad así que… Lo intentó. Una vez, no más. Tras sus intentos de escapar de Venecia y de sus padres, estos la castigaron duramente y es que, en aquella época, no había nada peor que deshonrar a los padres y los latigazos que le dieron fueron lo menos que podían hacerle… Aún así, sus gritos no llegaron a escucharse porque justo en ese momento se celebraba uno de los desfiles que anunciaban que los carnavales estaban próximos…. Y esos serían unos carnavales que Paola nunca olvidaría pues, en ellos, la convirtieron. Era el gran baile de máscaras que se celebraba siempre en la Piazza San Marco, toda Venecia y parte del extranjero estaban reunidos allí, con máscaras, pelucas e increíbles vestidos, entre ellos, Adriana. Aquel día ella estaba de caza, buscando a algún hombre, a alguien especial, a alguien que la ayudara… Y no fue hasta la noche cuando lo vio, sus ojos eran verdes, muy parecidos a los suyos pero más intensos y cristalinos, su piel era pálida y no dejaba de mirarla. Él fue quien se acercó y él fue quien la besó, dejándola prendada al instante, pues, después huyó. Adriana lo siguió y lo buscó por todas partes hasta que encontró en un callejón a un hombre con ese mismo disfraz, estaba acompañado por otra mujer, pero no se estaban besando, no habían pasado a mayores, ella estaba en sus brazos, con la cabeza hacia atrás y los ojos en blanco mientras él atacaba su cuello. Adriana se quedó paralizada y cuando aquel hombre la miró, ahora sin máscara lo reconoció: Era su hermano. Tres años después, había vuelto, pero no era el mismo. Tenía la boca manchada de sangre, de la sangre de aquella pobre mujer y cuando Adriana fue a gritar él la frenó, moviéndose con una velocidad sobrehumana y poniéndola contra la pared, apretando su cuello con fuerza y casi ahogándola pero, después, la tiró al suelo, sobre un barril de vino que destrozó con su peso y mientras ella intentaba escapar, arrastrándose, él se le puso encima y la forzó. Esa fue la primera vez que lo han hecho y la última.
Cuando terminó, su hermano la mordió en el cuello y bebió su sangre, alimentándose de ella, debilitándola y casi matándola… Solo casi. Pietro le ofreció su sangre al final, mordiéndose en la muñeca y obligándola a beber de ella, con las primeras gotas, comenzó a notarlo… Aquel terrible dolor, aquello que sentía no era normal, se quedó en el suelo retorciéndose de dolor, gritando, llorando y, simplemente, muriendo. A los pocos minutos despertó convertida en un ser inmortal, su piel era aún más pálida, le dolía la cabeza y era extraño como el mundo, a sus ojos, parecía haber cambiado… Pero lo único que había cambiado había sido ella. En aquel momento, Adriana dejó de confiar en nadie, una vez su hermano la había matado, no podía fiarse de nadie que no fuera ella misma por lo que, mientras él la observaba, maravillado, diciéndole que debían ir juntos a Paris, dónde había oído historias que había más como ellos, donde podían pasar desapercibidos… Donde no los acabarían cogiendo, pues Venecia era un sitio muy pequeño y, tarde o temprano, los apresarían y los matarían. Mientras Pietro le contaba todo eso a su hermana, hablándole de los cambios que había sufrido su cuerpo y de algunos de los riesgos, ella solo podía pensar en una cosa: Sangre. El brazo de su hermano seguía sangrando y el olor, junto al de la chica a la que había matado, inundaba el callejón y la tentaba, y no dudó en atacarlo, en beber su sangre y en alimentarse de él, mientras su hermano se defendía, se revolvían por el suelo y ella no tenía nada con qué defenderse más que los trozos de aquel barril destrozado que había por allí, cogió uno de los trozos de madera con un fortísimo olor a vino y se lo clavó por la espalda, escuchando el grito de dolor de su hermano y aún lo clavó más profundo, atravesándolo desde detrás y matándolo. Esa fue su primera muerte, la única que nunca olvidaría…
Justo después de aquello se marchó de Venecia aunque la primera lección que aprendió fue que los vampiros NUNCA han de exponerse a la luz del sol así que no pudo hacerlo hasta la noche siguiente en la que lo planeó todo perfectamente hasta que, finalmente, cumplió lo que desde siempre había deseado: Marcharse de Venecia para no volver nunca. Durante los años siguientes desarrolló su carácter, su odio y su sadismo, no le importaba nadie más que ella y asesinó a sangre fría, se alimentó y torturó cuanto quiso, recorriendo toda Italia y aprendiendo sobre la marcha cuáles eran sus poderes, sus necesidades y sus limitaciones. Y así pasó años encontrándose con vampiros, conociendo mejor su especie e incluso a otras hasta que, un día, alguien le recordó lo que su hermano le había dicho: Paris. Sonaba demasiado bien en su cabeza, Paris era sinónimo de diversión, de fiesta, de libertad, de muerte y de destrucción… y Esa se convirtió en su meta y no paró hasta que no consiguió llegar a Paris, causando estragos allá por donde pasaba pues cada ver era más inteligente, cada vez controlaba mejor sus poderes… Y cada vez resultaba más irresistible ante ojos ajenos. Una vez consiguió llegar a Paris, era exactamente lo que se imaginaba: libertinaje, sangre, excesos, muerte… Todo un paraíso para alguien como ella con un único propósito en su inmortal vida que no era más que satisfacer todos y cada uno de sus caprichos. Se instaló en Paris y desde entonces es donde vive, donde mata, donde caza y, sobretodo, donde más tarde o temprano te acabará encontrando… Así que procura no cruzarte en tu camino si aprecias tu vida porque ella no dudará en usarte y matarte de la peor forma posible.
Datos Extras:
*-Solo su familia o gente muy allegada la llama Paola. No suele dar ese nombre a nadie.
*-Gracias a su hermano, aprendió a utilizar armas blancas como espadas largas o cortas, dagas y puñales con una maestría envidiable más propia de cualquier guerrero que de una mujer como ella.
*-Tiene especial apego a los felinos. Sobre todo a un gato que la sigue desde que llegó a Paris y que es como si fuera suyo.
*-A veces suele hacerse pasar por cortesana o incluso prostituta para acercarse a sus víctimas y poder cazarlas.
*-Odia las noches de luna nueva, la ponen nerviosa y especialmente violenta.
Adriana Paola Gregoletto
Edad:
Es una vampiresa joven de apenas 88 años de edad, aparenta 23 que es a la edad que fue convertida
Especie:
Vampiro
Tipo y Clase Social:
Clase Media-Baja
Orientación Sexual:
Heterosexual o… lo que surja
Lugar de Origen:
Venecia, Italia
Habilidad/Poder:
Agilidad y reflejos sobrehumanos
Sentidos aumentados
Encandilamiento
Persuasión
Telepatía
Descripción Física:
Descripción Psicológica:
¿Humanidad? ¿Qué es eso cuando se puede disfrutar de los mejores placeres del mundo al no tener sentimiento alguno? Adriana no dudará en demostrar ante cualquiera lo poco que le importa la humanidad en sí y lo mucho que le importa ella misma. Egoísta, caprichosa, impulsiva y orgullosa son las cuatro palabras que mejor describirían a Adriana, pero no las únicas por desgracia para muchos. Es toda una manipuladora y siempre consigue lo que quiere, sino, se enfada y no tiene piedad alguna. Disfruta con la muerte y el sufrimiento de quienes, según ella, lo merecen que, básicamente, son la mayoría de la población mundial y la gente que osa meterse en su camino o que intenta impedir que consiga exactamente lo que ella quiere. Como cualquier vampiro joven, se cree invencible por tanto es normal que rebose ego y prepotencia, que lo hace, pero la verdad es que en exceso y puede resultar demasiado excesivo en algunos casos, por no decir casi siempre. Uno de sus principales objetivos es divertirse, disfrutar y crear un poco de caos y descontrol allá por donde pasa, le encanta jugar con los humanos antes de cazarlos y beber su sangre pero solo cuando no es estrictamente necesario hacerlo. Es una vampiresa bastante solitaria, desconfía de todo y de todos y eso la hace quizá peor puesto que se adelanta a que le hagan algo planeando una venganza aún peor aún cuando ni siquiera la han traicionado… Aunque eso no quiere decir que no le guste la compañía pues le encantan los hombres y son una de sus pequeñas debilidades. Altos o no tan altos; morenos, rubios e incluso pelirrojos; con músculos o sin ellos; nobles o simples mercaderes; no le importa porque en cuanto un hombre le llama lo suficientemente la atención no duda en llegar hasta él por el medio que sea y conseguirlo… Hasta que se cansa de él. En cuanto lo hace si son simples humanos los mata y si son vampiros y puede utilizarlos en su favor simplemente los deja de lado y se va a por otro mejor. Esto no quiere decir que se fije exclusivamente en los hombres aunque sí la mayor parte de las veces. A todo esto hay que añadirle algunas pequeñas manías suyas como son que deteste a la realeza pese a venir de una familia de clase bastante alta y que no soporte a los hombres que, básicamente, son como ella.
Historia:
Venecia, 1710
“La mayor parte de los miembros de la corte de los duques de Venecia está realmente emocionada pues pronto tendrán un nuevo bebé que cuidar. Mikaela y Francesco Gregoletto, dos de los miembros más influyentes de la corte, están a punto de tener a su segundo hijo, esta vez, será una niña, la llamarán Adriana Paola Gregoletto y ella será su vía de escape, gracias a ella dejarán de ser unos simples cortesanos y pasarán a ser miembros de la realeza, en ella, están puestas todas las esperanzas de la familia… En ella y en su matrimonio con el hijo de los duques de Venecia.”Adriana, desde antes de nacer, tuvo la vida hecha. Sus padres tenían grandes planes para ella y debía de ser perfecta, fina, recatada, tener buenos modales, ser pura y casta… Y así creció, rodeada de pomposidad, de falsedad y de hipocresía en un mundo en el que solo le importaba a la gente por lo que pudieran conseguir de ella o gracias a ella. El único que siempre estaba ahí para ella, cuidándola y protegiéndola de todo y de todos, incluidos sus padres, fue su hermano mayor, Pietro Gregoletto, un joven libertino cuyos padres habían renegado de él hacía mucho tiempo pues, sus esperanzas, estaban ahora puestas en su hermana pequeña aunque nunca le negaron un techo bajo el que vivir y un poco de comida que llevarse a la boca, después de todo, eran sus padres no unos simples monstruos aunque a veces pudieran parecerlo. Así, desde muy joven, Adriana solo podía confiar en su hermano mayor pues era el único que era sincero con ella y, junto a su compañía, fue creciendo y madurando rápidamente hasta convertirse en una adolescente algo “problemática”. Venecia es conocida por sus fiestas, sus bailes y sus carnavales, llenos de perversiones y excesos y ella descubrió muy pronto el gusto por todos esos excesos, especialmente, ese tipo de excesos que la llevaron a convertirse en algo parecido a su hermano, una libertina que por las mañanas se mostraba en el palacio ducal como un ángel venido del cielo, casta, pura y sin maldad y que, por las noches en los callejones más oscuros y las zonas más recónditas de la pequeña Venecia, cambiaba, dejando ver su lado más brutal y más pasional… Y eso que apenas era una adolescente pero, desde siempre, Adriana le ha gustado a los hombres y a ella le han gustado. Ha sabido controlarlo y dominarlos conseguir de ellos lo que quería aunque, al principio, tuvo que sufrir un poco para que las cosas fueran mejorando y, gracias a su hermano, consiguió mantener esas dos vidas: la de dentro de la corte y la de fuera de ella y, por suerte para ella, sus padres nunca llegaron a descubrirlo porque de haberlo hecho las consecuencias habrían sido nefastas. Adriana y Pietro eran como uña y carne e incluso iban a tabernas y locales de mala muerte juntos y se utilizaban mutuamente para atraer a la gente con la que querían estar esa noche… Las cosas fueron bien para Adriana un tiempo hasta que, sin más, sus padres obligaron a su hermano a marcharse de Venecia, con la excusa de que tenía que casarse con una mujer de Florencia y, desde que Pietro se marcho, nunca más se volvió a saber de él… Al menos no en unos años.
Con su marcha, Adriana apenas consiguió llevar sus dos vidas y tuvo que dejar el libertinaje y los excesos para no acabar peor por cosa de sus padres y, así, estuvo reprimiéndose y controlándose, aguantando toda clase de estupideces y cultos religiosos que todos allí cumplían pero de los que se olvidaban cuando llegaban las fiestas importantes… Adriana se sentía cada vez más cautiva, como si fuera prisionera en su propia casa y aquello solo le hizo sentir deseos de escapar. Llevaba años de tormento, sin su hermano, no podía con aquello, no lo soportaba y necesitaba más libertad así que… Lo intentó. Una vez, no más. Tras sus intentos de escapar de Venecia y de sus padres, estos la castigaron duramente y es que, en aquella época, no había nada peor que deshonrar a los padres y los latigazos que le dieron fueron lo menos que podían hacerle… Aún así, sus gritos no llegaron a escucharse porque justo en ese momento se celebraba uno de los desfiles que anunciaban que los carnavales estaban próximos…. Y esos serían unos carnavales que Paola nunca olvidaría pues, en ellos, la convirtieron. Era el gran baile de máscaras que se celebraba siempre en la Piazza San Marco, toda Venecia y parte del extranjero estaban reunidos allí, con máscaras, pelucas e increíbles vestidos, entre ellos, Adriana. Aquel día ella estaba de caza, buscando a algún hombre, a alguien especial, a alguien que la ayudara… Y no fue hasta la noche cuando lo vio, sus ojos eran verdes, muy parecidos a los suyos pero más intensos y cristalinos, su piel era pálida y no dejaba de mirarla. Él fue quien se acercó y él fue quien la besó, dejándola prendada al instante, pues, después huyó. Adriana lo siguió y lo buscó por todas partes hasta que encontró en un callejón a un hombre con ese mismo disfraz, estaba acompañado por otra mujer, pero no se estaban besando, no habían pasado a mayores, ella estaba en sus brazos, con la cabeza hacia atrás y los ojos en blanco mientras él atacaba su cuello. Adriana se quedó paralizada y cuando aquel hombre la miró, ahora sin máscara lo reconoció: Era su hermano. Tres años después, había vuelto, pero no era el mismo. Tenía la boca manchada de sangre, de la sangre de aquella pobre mujer y cuando Adriana fue a gritar él la frenó, moviéndose con una velocidad sobrehumana y poniéndola contra la pared, apretando su cuello con fuerza y casi ahogándola pero, después, la tiró al suelo, sobre un barril de vino que destrozó con su peso y mientras ella intentaba escapar, arrastrándose, él se le puso encima y la forzó. Esa fue la primera vez que lo han hecho y la última.
Cuando terminó, su hermano la mordió en el cuello y bebió su sangre, alimentándose de ella, debilitándola y casi matándola… Solo casi. Pietro le ofreció su sangre al final, mordiéndose en la muñeca y obligándola a beber de ella, con las primeras gotas, comenzó a notarlo… Aquel terrible dolor, aquello que sentía no era normal, se quedó en el suelo retorciéndose de dolor, gritando, llorando y, simplemente, muriendo. A los pocos minutos despertó convertida en un ser inmortal, su piel era aún más pálida, le dolía la cabeza y era extraño como el mundo, a sus ojos, parecía haber cambiado… Pero lo único que había cambiado había sido ella. En aquel momento, Adriana dejó de confiar en nadie, una vez su hermano la había matado, no podía fiarse de nadie que no fuera ella misma por lo que, mientras él la observaba, maravillado, diciéndole que debían ir juntos a Paris, dónde había oído historias que había más como ellos, donde podían pasar desapercibidos… Donde no los acabarían cogiendo, pues Venecia era un sitio muy pequeño y, tarde o temprano, los apresarían y los matarían. Mientras Pietro le contaba todo eso a su hermana, hablándole de los cambios que había sufrido su cuerpo y de algunos de los riesgos, ella solo podía pensar en una cosa: Sangre. El brazo de su hermano seguía sangrando y el olor, junto al de la chica a la que había matado, inundaba el callejón y la tentaba, y no dudó en atacarlo, en beber su sangre y en alimentarse de él, mientras su hermano se defendía, se revolvían por el suelo y ella no tenía nada con qué defenderse más que los trozos de aquel barril destrozado que había por allí, cogió uno de los trozos de madera con un fortísimo olor a vino y se lo clavó por la espalda, escuchando el grito de dolor de su hermano y aún lo clavó más profundo, atravesándolo desde detrás y matándolo. Esa fue su primera muerte, la única que nunca olvidaría…
Justo después de aquello se marchó de Venecia aunque la primera lección que aprendió fue que los vampiros NUNCA han de exponerse a la luz del sol así que no pudo hacerlo hasta la noche siguiente en la que lo planeó todo perfectamente hasta que, finalmente, cumplió lo que desde siempre había deseado: Marcharse de Venecia para no volver nunca. Durante los años siguientes desarrolló su carácter, su odio y su sadismo, no le importaba nadie más que ella y asesinó a sangre fría, se alimentó y torturó cuanto quiso, recorriendo toda Italia y aprendiendo sobre la marcha cuáles eran sus poderes, sus necesidades y sus limitaciones. Y así pasó años encontrándose con vampiros, conociendo mejor su especie e incluso a otras hasta que, un día, alguien le recordó lo que su hermano le había dicho: Paris. Sonaba demasiado bien en su cabeza, Paris era sinónimo de diversión, de fiesta, de libertad, de muerte y de destrucción… y Esa se convirtió en su meta y no paró hasta que no consiguió llegar a Paris, causando estragos allá por donde pasaba pues cada ver era más inteligente, cada vez controlaba mejor sus poderes… Y cada vez resultaba más irresistible ante ojos ajenos. Una vez consiguió llegar a Paris, era exactamente lo que se imaginaba: libertinaje, sangre, excesos, muerte… Todo un paraíso para alguien como ella con un único propósito en su inmortal vida que no era más que satisfacer todos y cada uno de sus caprichos. Se instaló en Paris y desde entonces es donde vive, donde mata, donde caza y, sobretodo, donde más tarde o temprano te acabará encontrando… Así que procura no cruzarte en tu camino si aprecias tu vida porque ella no dudará en usarte y matarte de la peor forma posible.
Venecia, 1733
“La tragedia cae sobre la ciudad de Venecia, Adriana Paola Gregoletto ha desaparecido y todos los miembros de la corte la buscan sin descanso durante días hasta que, finalmente, desisten, dándola por desaparecida y, quizá, por muerta. Adriana nunca se casará con el hijo de los duques y no le servirá a su familia de trampolín hacia las clases más altas. Sin hijos, casi marginados socialmente tras tantas tragedias a sus espaldas, los Gregoletto suben al Campanile una noche de luna nueva y ponen fin a sus vidas tirándose desde lo más alto. Sin duda, la tragedia siempre perseguirá a esta familia o, al menos, a lo que quede de ella si es que algo queda en algún rincón del mundo…”Datos Extras:
*-Solo su familia o gente muy allegada la llama Paola. No suele dar ese nombre a nadie.
*-Gracias a su hermano, aprendió a utilizar armas blancas como espadas largas o cortas, dagas y puñales con una maestría envidiable más propia de cualquier guerrero que de una mujer como ella.
*-Tiene especial apego a los felinos. Sobre todo a un gato que la sigue desde que llegó a Paris y que es como si fuera suyo.
*-A veces suele hacerse pasar por cortesana o incluso prostituta para acercarse a sus víctimas y poder cazarlas.
*-Odia las noches de luna nueva, la ponen nerviosa y especialmente violenta.
Adriana P. Gregoletto- Vampiro Clase Media
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