Ana Bessette

por **Ana Bessette** Sáb Jun 11, 2011 10:38 am

Nombre del Personaje: Ana Bessette
Edad: 22
Especie: Cambiaformas
Tipo y Clase Social: Clase Alta. Ex-Cortesana
Orientación Sexual: Bisexual
Lugar de Origen: Francia
Habilidad/Poder: Se transforma en toda clase de felinos, siendo la pantera y el puma con los que más cómoda se siente. Tiene los sentidos y reflejos agudizados y es poseedora de una gran agilidad.

Ana transformada en puma, pantera y gata.

Descripción Psicológica:
Desconfiada y observadora debido a la dura vida que ha tenido desde niña. A primera vista puede parecer distante y algo hosca, pero es simplemente un escudo ante la gente, ya que teme que la hagan daño. Normalmente no se acerca a nadie, espera a que sean otros los que muestren interés en conocerla.

Con la gente que ama es dulce, cariñosa y sobre todo leal. Tiene una parte salvaje debido a su condición de cambiaformas que la puede convertir en una persona algo agresiva ante cualquier ataque.

Desde su adolescencia ha despertado la curiosidad del sexo opuesto y eso la he llevado a tener un lado seductor que no pasa desapercibido ante los ojos de nadie.

Historia:
Nací y me crié en Paris. Cuando cumplí los dos años me transladé con mis padres a una pequeña casa cerca de la mansión de los Lautrec. Mis padres Antoine y Anne trabajaban en dicha mansión como parte del servicio. Él se encargaba de las cuadras y de mantener el jardín impecable, mientras ella realizaba tareas de limpieza y cocina.

Yo me dedicaba a ayudar a mi madre con el orden de nuestra casa y en los ratos libres corría hasta la mansión, donde me perdía entre sus recovecos jugando con el único niño que vivía allí. El heredero. André Lautrec.

Cuando le conocí me pareció muy mayor, al sacarme dos años de diferencia. Empezamos jugando al escondite, juego al que siempre ganaba yo por mi condición de cambiaformas. Me transformaba en gato y conseguía que no me encontrara, jamás le he confesado a nadie esa parte de mi. Gracias a André su madre accedió a que yo recibiera clases en la mansión, consiguiendo así culturizarme. Algo que mis padres no podían permitirse darme.

Con el paso del tiempo mi amistad con “el señorito” aumentó. No pasaba un solo día en el que no jugáramos. Él era el caballero y yo la princesa, siempre conseguía rescatarme de las bestias que intentaban atraparme y lo adoraba por ello.

Realmente era el único amigo que tenía. Aunque al cumplir mis 16 mi relación con él ya no era una simple amistad. Pasábamos tardes enteras leyendo o conversando, pero en ocasiones los silencios se volvían incómodos. Su cuerpo se había transformado tanto que no quedaba resto del niño que conocí hacía 13 años. Era alto, de espalda ancha, los músculos de los brazos se le marcaban cada vez que hacía algún esfuerzo con ellos… mis ojos le observaban cada vez que él no miraba.

Tras una tarde como muchas otras paseando por los alrededores del lago, comenzó a llover con fuerza. El refugio más cercano era una casita donde guardaban las armas. Nos quitamos la ropa mojada y nos acercamos el uno al otro como si supiéramos que los dos deseábamos lo mismo. Nos besamos y nos entregamos el uno al otro. Nunca en mi vida me había sentido tan feliz como la temporada que estuvimos juntos en secreto.

Pero la vida se ocupó de estropearlo todo. Aceptaron a André en la Universidad de Harvard como estudiante de medicina y me quedé sola. Una tarde llegué a casa después de unos de mis paseos y me recibió una bofetada de mi padre. Jamás me había puesto la mano encima. Retrocedí asustada y lo mire con la mano en mi mejilla y los ojos llenos de lágrimas. El ama de llaves nos había visto a André y a mi compartir besos y caricias el día de su partida y no había dudado en decírselo a mis padres. Según mi padre había deshonrado a la familia de la peor manera posible. A día de hoy se me pone la piel de gallina al recordar los golpes que me dio antes de echarme de casa y jurarme que ya no era su hija.

Desde entonces me dediqué a trabajar como cortesana, el único empleo que encontré y que me aportaba suficientes beneficios como para poder vivir tranquila. Uno de los días que me dirigía a trabajar al burdel un hombre me siguió por las calles empedradas que pisaban mis tacones. Al llegar a la habitación vi al desconocido que había seguido mis pasos. André estaba ante mi. El corazón se me salía del pecho tanto por las ganas de lanzarme a sus brazos como por la vergüenza de que me viera en aquel lugar. Tras unas charlas eternas, confesiones y promesas de amor eterno fui a vivir con él. La vida por fin me daba lo único por lo que había pasado noches en vela. La vida junto a él era perfecta, nos casamos y me quedé embarazada de la que ya es mi niña Sofie.

Pero no todo iba a salir bien, una noche de luna llena André consiguió zafarse de las ataduras que le retenían en el sótano por su transformación y huyó hacia los bosques. Un cazador le disparó y por la mañana se descubrió al que era mi marido, desnudo tirado en un claro entre los árboles.

Datos Extras:
· Jamás se quita la alianza de casada.
· Va todos los días a la tumba de André a dejar una rosa blanca. Está en el jardín de la casa.
· Quiere a su hija por encima de todo.
· Al haber pasado un tiempo fuera de París nadie sabe lo ocurrido.
· Le encanta pasar tiempo en el campo. Es el único sitio donde se siente libre.