Requiescat in Pace.

por **Rejèan de Valois** Miér Jun 15, 2011 2:31 am

Abrí los ojos de repente como un susurro en medio de la nada. Despegué mi piel que parecía unirse a aquel asiento de piedra, mármol y oro.
Caminante me dirigí hacia la salida, probablemente mis sentidos se hubiesen atrofiado con el paso de los tiempo pero seguía siendo la misma, la primera. Tomé lo que era mi vestido y salí de aquellas catacumbas con paso lento, pues no había ninguna prisa en nosotros los inmortales, me moría por ver a alguno de mis hijos, los antiguos, pues aunque estuviese enterrada bajo metros de tierra y hormigón, en las paredes se oían rumores, los nuevos vampiros no eran dignos de llamarse así, y tenía que comprobarlo con mis propios ojos. Debía de palpar el nuevo terreno que se abría frente a mí, quizás reclutando personas para ser mis sirvientes, o esclavos de sangre que satisfaciesen mi snecesidades o cuerpos esbeltos con que saciar mi sed mas primarias...

En un abrir y cerrar de ojos, lechos de sangre me rodeaban, cuerpos de jóvenes con un dulzor extraño, provenían de unas botellas que habían a sus lados. Insaciable como era de esperar, necesitaba algo mas.. algo con fuerza.. aunque no saciase.. como sangre de vampiro.

por **Carmmine Von Misson** Jue Jun 16, 2011 3:20 am

Había llegado al cementerio, no sabía exactamente por qué pero de pronto sintió la imperiosa necesidad de estar ahí, como si alguien la estuviese esperando. Se había bajado de su carruaje algo más lejos, quería estar ¿Sola? O más bien en paz, ya que desde que había llegado y sola había comenzado a formar su nuevo hogar deseaba con ansias encontrar un sentimiento de pertenencia, quizás no en el sentido tradicional de familia pero si gente en la que apoyarse.

- Esta demasiado fresco hoy – dijo frotándose los brazos por el frío, aunque en realidad no le molestara tanto – Casi no parece primavera –

El cementerio de Montmartre albergaba muchas historias sobre los de su especie, el lugar tenía cierto encanto por ello, el lugar de descanso de muertos e inmortales. Ella sin duda prefería la comodidad de su mansión a un lugar como este, pero en cierto modo debía ser pintoresco.

De pronto, sintió una presencia con la que nunca se había encontrado pero que le resultaba extrañamente familiar, no sabía mucho de la historia de su especie, más que por libros, así que tampoco sabía que hasta los inmortales tenían una verdadera realeza primigenia, los más antiguos.

- ¿Quién está ahí? – pregunto ya que sin duda el ser que emanaba esa presencia tenía la suficiente fuerza como para ocultarse de ella y sus sentidos –

Quizás había importunado el sueño de uno de los inmortales que supuestamente habitaban en el cementerio, de ser así daría las disculpas correspondientes y se retiraría para no causar más molestias. Pero Carmmine jamás imaginó que se encontraría con la reina, la primera de su especie. Un sentimiento de sumisión se apoderó de ella ¿Sería acaso esa presencia la que la había atraído hasta aquí? Bajo la mirada en señal de respeto, aunque no sabía por qué ni a quien le estaba rindiendo honores.

por **Rejèan de Valois** Jue Jun 16, 2011 4:49 am

Ladeé la cabeza, siguiendo el rumor del ambiente que me rodeaba. Como imaginaba, la curiosidad de las personas era tal que ni siquiera que libraban de ella después de la muerte. Cerca de dónde estaba, se encontraba uno de mis hijos, al parecer tan novicio como su presencia me permitía adivinar. Aquello era un juego de niños.

Mis pasos eran lentos, pausados con una elegancia señorial en cada uno de ellos que decían directamente sin rodeos quien era yo. La primera, la madre, el orígen de nuestra raza, aniquiladora y segadora de almas como la nuestra, los vampiros.

Mis pasos menguaron cuando la presencia de aquella mujer se hizo palpable ante mis ojos. Una mujer de cabellos color rojo sangre. Casi deliciosa de no ser que era una recien convertida. Podía escuchar el casi miedo que tenían sus palabras al pronunciarse sobre la nada.

- Nombre. - Ordenéa la mujer, alzando la cabeza de una forma altiva, como acostumbrada estaba en mi olvidada fase humana.

por **Carmmine Von Misson** Vie Jun 17, 2011 10:47 pm

Carmmine comenzó a sentir un horrible temor reverencial, era algo que no había sentido ni siquiera cuando siendo mortal su padre la reprendía hasta llegar a los golpes, no, aun en ese entonces tenía un orgullo que no le permitía doblegarse ante él sino que preferir aquellos golpes. Pero esta vez era diferente, al escuchar aquella única palabra sintió que debía someterse a la dueña de aquella voz.

- Carmmine Von Misson – dijo bajando la cabeza en señal de respeto – ¿Q… Quién es u… usted? –

Tenía miedo de preguntar, sin embargo pesaba que en su interior tenía la respuesta a aquella pregunta, solo que no podía recordarlo por más que lo intentaba.

- Yo no… yo no quería perturbar su sueño – dijo cayendo de rodillas al gélido y empolvado suelo del cementerio – Pero sentía que debía estar aquí esta noche –

Aquella presencia que le infundía miedo era de su especie, pero al mismo tiempo era diferente, tenía un aroma distinto, uno que no había sentido nunca antes. Estaba asustada pero no deseaba salir corriendo, no es que estuviese buscando morir siendo asesinada, pero su respeto y curiosidad era más.

Sabía que los inmortales podían sentir ciertas conexiones de otros de su misma especie si bebían de su sangre, pero ella jamás había bebido de nadie que no fuese su creador mismo como tampoco había bebido de otro inmortal que no fuese él. Y esa persona que estaba frente a ella sin duda no era Azael, había escapado de él y ahora debía estar lo suficientemente lejos.

Seguía con la mirada dirigida hacia el suelo y no la levantaría a menos que recibiera la orden de hacerlo, se quedaría hasta que la salida de sol estuviese peligrosamente de ser necesario hacerlo.

por **Rejèan de Valois** Miér Jun 22, 2011 4:58 am

Sonreí con un leve matiz de tristeza, o nostalgia? No sabía diferenciar los sentimientos pues yo carecía de ellos como muy bien me enseñaron mi spredecesores.

- Soy Akasha, la reina de los condenados, la primera, la madre de todos los vampiros, la diosa nocturna... tengo muchos nombres, todos iguales.

Alcé mi barbilla con soberbia. La mujer, postrada ante mí sabía muy bien lo que hacía, había captado velozmente como tenía que dirigirse hacia mí, ni siquiera se podía permitir el lujo de mirarme directamente a los ojos a menos que yo le ordenase lo contrario. Aprendía bien, aprendía rápido.

- Puedes levantarte.

Alcé una de mis manos, relajando mi postura levemente, acercándome a la mujer, rodeándola a a vez que contoeaba mi cuerpo, como si se oyese entre la niebla una infinita melodía que acompañase a mis movimientos, sutiles, pero mortíferos.
La voz de la mujer me dio mucho que pensar, era perspicaz, algo miedosa, pero siempre respetuosa a sus superiores, quizás un buen peon en ésta guerra a la que algunos llamaban vida.

- ¿Qué haces en esta ciudad...? Quien te convirtió y a que edad.

Mis palabras, tajantes, pero menos duras que las de antes. Sabía que la mujer era tan solo una novicia en nuestro mundo, el de los vampiros, hija de mis hijos a penas la acababa de conocer y a pesar de ser tan... "nueva" podría ser un gran potencial para el futuro que nos aguardaba.

por **Carmmine Von Misson** Miér Jun 22, 2011 11:56 pm

Aquella soberbia pero radiante voz se presentó a sí misma como Akasha, la madre de todos los inmortales, en el fondo de su consciencia sabía que era cierto, conocía aquel nombre que estaba tatuado en el código genético de su sangre, y era esta última la que le obligaba a rendirle respetos a aquella marmolada figura que ahora le ordenaba que se levantase.

Lentamente asintió y comenzó a incorporarse pero sin levantar la cabeza, se sacudió el polvo que se le había impregnado a su vestido, mientras la madre creadora se movía su alrededor como escudriñándola en cada uno de sus detalles.

La bombardeó con tres preguntas que iban disminuyendo su dificultad mientras se sucedían, comenzó a trastabillar en las primeras palabras… y aunque la persona que tuviese en frente fuese Celeste, su mejor amiga, hubiese sucedido lo mismo pues era una pregunta compleja, que seguramente no le gustaría oír a la reina que encabezaba la jerarquía de su especie.

- Yo… yo estoy aquí porque… huí de mi creador – dijo aterrada de la reacción de que la verdadera reina podría tener al oír aquello – Él se llama Azael Midgard y me transformó cuando apenas había cumplido los diecisiete años –

Había respondido lo más precisa y formalmente posible, después de todo no trataba con cualquier inmortal, sino con la primera, la madre de toda su especie, y por ello merecía aún más respeto que las dichosas autoridades temporales de los diferentes países. Si ella quisiese podría hacerse del mundo…

¿Por qué se había presentado ante ella, una vampiresa relativamente nueva? ¿Tendría ciertos planes para sus hijos?

Nuevamente esperó pasivamente que volviese a preguntarle u ordenarle algo, no quería hacer ningún movimiento en falso pues sabía lo peligroso que podía ser dar un paso en la dirección equivocada pues ella podría acabar con su existencia con la misma facilidad con que se podría aplastar a una mariposa.

por **Rejèan de Valois** Jue Jun 23, 2011 3:41 am

Su sonrisa petrificada se presentó en el momento adecuado. Posiblemente aquel hombre había tenido la desfachatez de ir convirtiendo por ahí gente verdaderamente débil.
El asombro de Ella, era fácil de explicar; desde los comienzos sus primeros hijos también huyeron de su lado, lo que odiaba profundamente era que existiese gente imitándola siendo como era. Humanos despreciables queriendo pretender ser dios en éste mundo infiel. La única que podía hacerlo era Ella. Nadie podía arrebatar la vida de humanos por diverdión, simplemente debería haber sido como siempre, por necesidad.

- Acompáñame.

La mujer lanzó su lengua viperina hacia la muchacha. Quizás con algo en mente que la pudiese hacer cambiar de opinión, hacerla volverse contra su amo. No se merecía el ser llamado vampiro. Ella, mientras caminaba con tranquilidad por la profunda y oscura noche, maquinaba posibles modods de poner a prueba a la mujer. En aquella época estaba muy infravalorada, pero Ella misma era prueba de que las mujeres poseían un gran poder, salvo por su esposo, Enkil. Ella supo superarle en todos los aspectos, salvo en uno: Siempre estaba sublevada a él, pero ahora descansaba en su trono duro y frío como el mármol, petrificado y Ella ahora tenía toda la eternidad de sus "hijos" entre sus manos.

- Cuénteme de su vida en París.

Ella era curiosa ante todo, auna actitud mortal se mire por donde se mire. Pero le gustaba aprender cosas de las épocas modernas, para poder acoplarse así a ella, todo de camino a un punto equilibrado, dónde la mujer tendría que pasar una prueba de fuego frente a la reina de los condenados.

por **Carmmine Von Misson** Vie Jun 24, 2011 1:24 am

Su cuerpo estaba en un estado de tensión que creyó no podría soportar por mucho tiempo, no sabía si había comenzado a temblar o era solo su imaginación jugándole una mala pasada, en el momento en que le pidió que la acompañara tuvo que hacer frente con todo el valor que le quedaba para seguirle los pasos, ahora con una postura perfecta, sin bajar la mirada, pero a un par de prudentes pasos de distancia.

Estaba aterrada de que le pidiese explicaciones que no iba a poder darle, las cosas habían cambiado mucho desde la época de la que se tenían las primeras constancias históricas de los modos de vida, al liberal París de la época, quizás habrían cosas que se prestarían para una malinterpretación si no escogía las palabras adecuadas.

¿Su vida en París? ¿Por qué quería la reina de su especie saber de la vida de una joven inmortal? Tal vez solo fuese curiosidad, tal vez solo estaba aburrida, no había forma de saberlo, aunque en realidad no había necesidad de especular sobre ello pues debía obedecerle sin dudarlo.

- Mi vida transcurre entre las lecciones de mi maestro y algunos compromisos sociales, por negocios – dijo ya algo más calmada pero no por ello bajando la guardia – Filosofía, astronomía, literatura y… kendo – dudó al momento de mencionar esto último pues contrastaba notablemente con el resto de las ciencias que estudiaba, más aun por el motivo que había detrás de ello.
-
Carmmine tenía curiosidad de lo que pensaría de ello la reina de los inmortales, pero no tendría motivos para preguntarle ya que si ella tenía alguna otra pregunta se la haría saber.

- Mi familia… mi antigua familia – dijo refiriéndose a sus padres mortales – Eran de la nobleza alemana, y cuando… cuando recibí este don y tuve la madurez suficiente me ocupé de los negocios de mi familia – dijo pensando en que la forma en que los había tomado no había sido la más correcta, pero eso no tenía importancia ahora.

Ya le había explicado las dos cosas que gastaban la mayor parte de su tiempo, el resto era cosa de cavilaciones, paseos y encuentros con otros seres; cosas que consideró no dignas de mencionarle. Se preguntó a si misma por qué estaba interesada en aquellas cosas, quizás de vez en cuando se dejaba caer en la vida de alguno de sus hijos para sobrellevar el tedio de todos esos años de existencia que habían tenido el honor de ser contemplados desde su trono.

por **Rejèan de Valois** Mar Jun 28, 2011 3:01 am

Oí todos y cada uno de sus estñupidos pensamientos, cada uno mas humano que el anterior. ¿Qué pretendía aquella mujer con aquellos pensamientos? ¿Jugar al pilla pilla con niños? ¿Cazar conejos? Todo era absurdo, tan solo esperaba que el resto de mis hijos no estuviese en las mismas condiciones mentales que aquella mujer.
Sentí verguenza de estar relacionada con ellos, simplemente por el hecho de que uno de mis hijos huyese de su creador. Mal hecho por el hijo, pero tambien por el padre. Todo castigo llegaría en su momento. Ahora tan solo quedaba esperar, la eternidad era algoo fácil de sobrellevar, tan solo necesitaba mostrarle a aquella persona una prueba de fuego para saber si era digno de tener el don que se le había concedido.

- Kendo... - Mi rostro permaneció con una mueca de desprecio. ¿Qué eran aquellas nuevas artes...? Tan solo la música era el idioma universal, algo que hasta yo, la reina de los condenados podría amar sobre todo. Algo había cambiado desastrosamente el curso del tiempo. Quería conocer a todos, o al menos cada uno de los hijos que vivían en ésta ciudad. Mi mayor deseo era juzgarlos a todos, y quien no acatase las normas principales de nuestra jerarquía sería sentenciado a morir a la luz del sol.

Torcí la sonrisa, mostrándome lo mas "comprensiva" posible.

- Deberás pasar una prueba. - Sentencié.

- Si quieres seguir con vida, deberás hacer cada una de las cosas que yo te ordene.

Seguí caminando hacia el punto que esperaba. Aquel olor me era totalmente familiar, hacía siglos que había estado por estos lugares, aunque en otras épocas, los hubiese encontrado en cualquier sitio, ahora se alojaban en carros o en la playa mientras se reunían con los de su calaña. Hablaba de los Gitanos.
Gente que siempre se reunía en los mismos sitios, canturreaban a la luz de la luna,o confeccionaban melodías, capaces de conmoverme.

Paré mi paso entre las sombras, y giré mi cabeza, al tiempo que mi cabello ondeaba sobre la brisa, observando a la mujer. Señalé una hoguera que estaba mas apartada de los demás, simple entretenimiento para una novata, pero no para ella seguramente.

- Deberás atacarles, pero primero dáles una muestra de tu confianza, así no gritarán demasiado... Torné mi serio rostro en una suave risa, que no podían oir aquellos humanos que moldeaban la música a su antojo. Bellísima música, pero patéticas e insignificantes personas. Tan solo un toque de advertencia para pronunciar quién había despertado de su largo sueño.

por **Carmmine Von Misson** Mar Jun 28, 2011 8:58 am

Al parecer nada de que lo Carmmine le había contado era de su agrado dada la mueca forzada en el rostro de la reina. Ya estaba comenzando a temer por su vida, y aunque todo eso era su culpa después de todo ¿Qué iba a hacer? ¿Mentir descaradamente? Si iba a ser condenada por aquello que era, adelante, porque sabía con certeza que se puede adornar la naturaleza propia pero no domarla.

Aquella única palabra la sacó de su estupor, “kendo”, estuvo a punto de abrir la boca para explicarle de que se trataba aquel arte marcial nipón pero se mordió los labios para evitar hablar pues efectivamente no le habían preguntado nada. Aquel deseo casi irrefrenable por huir de ese lugar comenzaba a hacer patente en su mente cuando le comentó algo sobre una prueba. ¿Una prueba? ¿De sus poderes?

Ya no tenía nada en sus manos, simplemente obedecer en la medida de lo posible. Después de todo quizás resultaría como cazar ¿No? Mera sobrevivencia alimentándose de meros humanos ¿Qué otra cosa podría ser? Asintió mientras el despojos de lo que parecía ser un sí salía de sus labios.

No se dio cuenta cómo fue que llegaron a aquel bohemio campamento gitano, sino hasta que vio aquella fogata iluminando los rostros de los presentes que estaban alrededor. La vio voltearse hacia ella al tiempo en que habría los ojos de sobremanera al abrir los ojos… ¿Matar? ¿Matar por mero placer? ¿Era eso? Carmmine jamás había matado más que por sobrevivencia, para alimentarse, y eso ya le ocasionaba grandes problemas de consciencia… No podría…

Hasta de que pronto un pensamiento fulminante llego a su cabeza ¿Aquello era por sobrevivencia también no? ¿Su vida dependía de la muerte de otros? En el fondo era lo mismo, aunque no aliviara por completo a su consciencia, serviría.

Respiró profundo mientras entornaba la vista para acercarse a la fogata con más facilidad, no sabía bien a que se refería con eso de demostrarles su confianza. Carmmine quizás no era tan fuerte en comparación a otros de los de su especie, pero si era astuta, lo suficiente como para usar sus dotes que se habían quedado estancadas en el tiempo.

Miró a todos lados mientras caminaba, fingiendo estar perdida, fingiendo ser un blanco fácil para ellos. Eso siempre era una buena carta de presentación.
Mataría, mataría si su vida dependía de ello… ¿Acaso no tenía intenciones de acabar con una casta completa? ¿Con su propia familia? No, ellos ya no eran su familia.

por **Rejèan de Valois** Jue Jun 30, 2011 2:39 am

Akasha, desde las sombras la observaba, e incluso sintió cierta evocación de su pasado, cuando la pasaba junto aquellos seres que se hacían llamar personas. Aunque para ella tan solo fuesen indicios de una raza inferior. No había ordenado a la mujer pasar aquella prueba por simple gusto, sino quería ver de qué era capaz, de hasta que punto podría llegar aun siendo una jóven aprendiz de vampiro, si persuadía, y sabría tomar sabias decisiones conforme su forma de actuar quizás la dejase sobrevivir. La madre no podía ver a nuevas sangres a partir de la suya que actuasen como simples y modernos chupasangres (que era como en la sociedad actual, se referían a la raza vampírica), quería saber si aquellos podrían ser por así decirlo "reformados" en su actitud. Sus lados salvajes saldrían a la luz, y sin necesidad de una caótica matanza serían capaz de dominar a las demás razas, ser dominantes en todos los aspectos, si ser sublevados por otras razas.

La madre podría referirse como una persona cruel, pero desde un punto de vista completamente distinto podría verse como alguien que quería las cosas en su sitio.

Simplemente se dejó embriagar por el aroma a sal que provenía del mar, que a su vez acariciaba la arena en un incesante balanceo; al mismo tiempo, la música de violines agitados en el viento la hacían sonreir, quizás porque sabía lo que iba a ocurrir aquella noche en el campamento, o quizás si aquella mujer de cabello color sangre sabía manejar la situación, no tendría que intervenir para ayudarla. Todo debía de ser sutilmente manejado a la perfección, como un plan trazado desde días de anterioridad, bajo el juicio y la supervisión de La Madre, La Primera. Había oido algunos rumores desde su trono de futuras guerras o enfrentamientos. Desde cualquier punto de vista aquello podría ser visto de la misma manera, un simple entrenamiento para que ninguno de sus hijos pereciera en la primera batalla o simple y llanamente un acto de pura crueldad.

Mi presencia se había vuelto menos peligrosa que antes. Su traje simplemente podría pasar desapercibido como una de las mujeres mas exóticas de la ciudad, y no simplemente por el hecho de tener piel dorada, sino por aquellas finas telas que el viento acariciaba en su cintura y pecho. Con el pelo completamente suelto y con sus colmillos escondidos tras una falsa sonrisa se acercó a las espaldas de la mujer, fingiendo ser de naturaleza "normal" aunque sabía que tarde o temprano delatarían su naturaleza ya que las sangres de un gitano y de un vampiro estaban estrictamente separadas, como el agua y el aceite que se repelían en su contacto.

Me senté en una fogata cercana, invitando con la mirada a Carminne a que se sentase con nosotros. Tan solo se trataba de una muchacha y su padre que tocaban el violín con sonrisas cómplices, una de ellas dirigida a nosotras, para que formásemos parte del encuentro. Desde aquella postura sería mejor ver como actuaría la mujer, ver sus defectos y virtudes, que quizás la salvarían la vida en un intento frustrado por sobrevivir.

por **Carmmine Von Misson** Lun Jul 04, 2011 6:54 am

Al parecer no tendría que escoger por ella misma a las futuras víctimas ya que la reina tenía ya aun par a la vista, un padre y su hija, que tocaban el violín frente a una de las hogueras del campamento. Sabía que la estaban invitando a sentarse con ellos, sabía que debía acercarse, pero su cuerpo simplemente no respondía ya que nuevamente sentía como si se hubiese desconectado de su cerebro.

- El mar… - pensó mientras se llevaba una mano a la boca – El aroma de la sal… - dijo mientras hacía acopio de todas sus fuerzas para no comenzar a tambalearse.

No se había dado cuenta de que estaban tan cerca ¿Es que no habían estado en el cementerio hace unos cuantos minutos? ¿Cómo demonios llegaron tan cerca del mar sin que ella se diera cuenta? De pronto un pensamiento fulminante llenó su mente, podría ser que La Madre conociera de su debilidad, su pequeño secreto. De ser así eso explicaría porque había decidido escoger aquel camino. Aunque claro, todo ello era mera especulación de su parte.

Cerró los ojos y respiró profundamente tres veces, tratando de aislar los recuerdos de ese pequeño trauma, imaginando que ya no sentía aquellas nauseas que la invadían cuando estaba en o cerca del mar y comenzó a moverse hacia ellos por inercia. La sangre… mezclada con el salado aroma de la brisa marina…

Aquellos recuerdos del pasado no tardaron en llegar a ella mientras caminaba para sentarse al lado de la muchacha que entusiasmada recibía la compañía de La Madre con sus exóticas prendas. Pero ya no era Carmmine quien estaba ahí, era solo su cuerpo controlado por aquella función tan básica, el instinto. Y ello se podía notar en sus azules orbes, que en estos momentos habían perdido todo su brillo para pasar a ser dos opacos ojos de muñeca, ya que en el fondo, era eso lo que era.

Abrió lentamente los ojos para encontrarse con la mirada de La Madre y así hacerle saber que estaba lista. Si ella quería ver una función de horror, le daría exactamente eso, la mejor de todas las funciones, tal como sucedió en el Victoire el día en que ella fue transformada.

Puso su mano sobre la de la muchacha para indicarle que le entregase el violín por unos momentos, eso con la mejor de sus sonrisas, sin saber que la melodía que Carmmine tocaría serían probablemente las últimas que escucharía. Ingenuamente lo hizo, le entregó el instrumento que comenzó a tocar simplemente por instinto, regalándoles la más caótica pero armoniosa de las melodías. La última que oirían.

por **Rejèan de Valois** Vie Jul 08, 2011 2:20 am

www.youtube.com%2Fwatch%3Fv%3D0t0P_BcTFV8

"Un pequeño regalo, para que te inspires..."

Akasha vio todos y cada uno de los movimientos que la muchacha provocaba, hasta el más minimo detalle no pasaba desapercibido ante sus ojos. Podía sentir como la muchacha casi sentía arcadas, nauseas al observar el mar. Algún trauma, pero nada importante a mi parecer, siepre podría ser un método de tortura en el caso que la mujer no acatase las convenientes normas que se les estaban impuestas.
Akasha, simplemente permanecía como espectadora. Espectadora de una divertida obra dramática, en el que los protagonistas no tendrían el final que esperaban, sino un giro drástico en sus vidas, algo envidiable, pero así eramos nosotros. Teníamos cada vida en nuestras manos, y podíamos, y debíamos decidir qué hacer con ellos al respecto.

- Toca querida.

Se limitó a comentar. Lo próximo no estaba lejos de comenzar, y las palabras que pronunciase serían leves matices incomprensibles en el aire, palabras susurradas a través del viento hacia mi hija, aquella que haría lo que estuviese de su mano para honrar el nombre de nuestra raza.

La Madre tomó su vestizo, y se alzó de aquel tronco que tomaban por asiento alrededor de la fogata. Comenzó a contonear su cuerpo, de una forma tanto deliciosa como tentadora, pero igual de peligrosa como excitante. Sus pies se amoldaban a la arena de la playa, sintiendo aquella naturaleza bajo sus pies, suave, fresca como era su propia piel. Sin dejar de prestar atención a aquella fantástica melodía que su hija producía, se acercó al gitano para pedirle que la acompañase en aquel baile. Tan solo para ellos era un modo de festejar un dia caluroso con sus semejantes, pero para nosotros era como volver a la vida, una vida que no nos pertenecía. Akasha siguió con su juego, engatusando a aquel hombre viudo, pero sus intenciones no eran aquellas, sino una leve distracción.

por **Carmmine Von Misson** Vie Jul 15, 2011 12:44 am

El hecho de verla bailar frente a ellos terminó tomándolo como un gesto de aprobación de su parte, si no le hubiese agradado la melodía, de un modo u otro se lo hubiese hecho saber, quizás regañándola o con algo peor. Aunque nada de ello importara realmente, ya que aun en ese estado de estupor, estaba consciente de que cualquier nota fuera de lugar podría costarle su no-vida.

Carmmine aún no sabía controlar sus poderes por completo a pesar del entrenamiento que había recibido de su maestro, pero tenía la suerte de que se entrometieran en su entorno cuando los necesitaba. Y de ellos, era su instinto el que ahora le decía que la única que desencajaba en el lugar era ella y no solo por sus ropas, sino que era la única con una mirada de indiferencia que contrastaba horriblemente con la felicidad del resto de los presentes.

Sintió una escudriñadora mirada sobre ella, era la hija de aquel gitano que ahora rozaba el sacro aire de La Madre. Tenía que hacer algo antes de que la gitana acabase por sospechar de ella y de las intenciones, que por cierto aun no tenía claras. La miró fijamente a los ojos para inducirle un estado de euforia que la obligara a levantarse y bailar al son de su melodía, supo que había funcionado cuando escuchó que el tintineo de las pulseras que llevaba en sus muñecas comenzaba a chocar con los hilitos de la brisa marina.

- ¿Qué desea que haga ahora? – preguntó a La Madre, pero sin dejar de tocar con maestría el violín, aunque en el fondo no fuese uno de sus instrumentos predilectos.

Se levantó y comenzó a mover la cabeza hacia los lados, tras lo cual la joven gitana comenzó a imitar ese movimiento, y acercándose a ella, empezó a bailar a su alrededor, haciendo que Carmmine esbozara una aterradora sonrisa ladina como si quisiera demostrarle que sería capaz de acabar con ella en el momento en que se lo hiciera saber.

Aun con los labios juntos, llevó su lengua a sus colmillos para comprobar que éstos se habían extendido al tamaño en que usaba para alimentarse, y la verdad, no sabía si podría contenerse hasta que se le ordenara que atacase… si es que eso era lo que realmente esperaba de ella.

por **Rejèan de Valois** Vie Jul 15, 2011 12:15 pm

Akasha no dejaba de moverse al son de aquella melodía, encandilando hasta límites a aquel gitano que ella misma había invitado a tomar el baile como suyo. Akasha, sintiendo una terrible deebilidad por lo perjudicial, vió que Carminne estaba pendiente de la muchacha mas que de ninguna otra cosa. La Madre, tomó un camino hasta las espaldas de aquel hombre, y susurró unas palabras en su oido que solo él podría oir, aquellas que escudriñaban un maquiavelico plan para poner a prueba a aquella muchacha una vez mas, ya que sentía que no iba a ser fácil aquello, su intuición escasamente le fallaba.

"Tómala... baila con ella... encántala, guíala hacia el mar sin que se de cuenta..."

Akasha señaló al jóven un espigón no muy alargado, un lugar perfecto para hacer cuenta de ello, una buena actuación a tiempo sería digno de ver y de comprobar hasta donde podían llegar los miedos de aquella muchacha. Aquellos que por el simple hecho de tenerlos La Madre se viese obligada a retarlos, pues sus hijos no debía de tenerle miedo a nada, en tiempos de guerras todo peon debía ser entrenado para combatir sus miedos y así llegar a tener la victoria asegurada.

Sintió una leve pena por ello, sintió una divertida melodía a lo lejos,, que era cual se contoneaban ellos. Una vez el hombre tomaba la mano de Carmmine para comenzar un nuevo baile, akasha dirigió su atención hacia la muchacha de negros cabellos y ojos verdes.

- Acércate querida, no muerdo...

Akasha sonrió con los labios finamente sellados, para no sacar a relucir aquello que la hacía ser quien era.

por **Carmmine Von Misson** Dom Jul 17, 2011 7:13 am

Carmmine seguía concentrada en mantener a la joven gitana distraída, hasta parecía que aquellos profundos ojos verdes imploraban por piedad, intuyendo el destino que le correspondía a ella y a su padre. Pero no podía hacer nada, y ahora no era tan solo porque fuese una orden de La Madre, sino que ella ya había comenzado a sentir la forma en la sangre bullía al interior de la gitana, turbándola al extremo de ponerla en un estado listo para alimentarse de ella.

Tan concentrada estaba en aquello, que no se percató de cuando La Madre se había acercado al que en esos momentos hacía de su pareja de baile, para darle una orden, probablemente valiéndose de sus dones. No haber notado ese sutil movimiento iba a costarle bastante caro en unos momentos más.

De pronto el gitano se acercó a ella, invitándola a bailar, de inmediato pensó que habría sido por orden de La Madre, pues de haber sido voluntariamente probablemente lo habría matado de un golpe por aquella descortesía. Así que no le quedó más remedio que aceptar, soltando con cuidado aquel violín sobre la arena, lugar que tal vez sería su último destino si es que nadie pasaba por ahí guiado por la curiosidad.

Comenzó a danzar con aquel sujeto, mientras observaba que la joven se acercaba para hacer lo mismo con la que otrora había sido la pareja de baile de su padre. Ya más calmada, cerró los ojos para dejar de bailar guiando los movimientos con su mente, y comenzar a hacerlo con los sentidos, con el instinto, dándole así más fluidez. Hasta que finalmente se dejó llevar, desconociendo lo peligroso que aquello terminaría siendo.

Sentía como sus pies se hundían levemente en la arena de la playa, sin notar lo incomodo que sería con aquellos zapatos de tacón, no, ya no podía sentir nada a su alrededor, apenas estaba consciente de su propio cuerpo. Había entrado nuevamente a aquel estado de estupor en el que se encerraba inconscientemente para bloquear sus sentidos de aquellos dolorosos y traumáticos recuerdos de sus últimos días de vida como humana.

Un pequeño gemido salió de sus labios cuando abrió los ojos nuevamente, recuperando de golpe la consciencia que yacía casi dormida dentro de ella. Se encontró con que estaba en la orilla de uno de los espigones que habían en la playa, siendo acorralada por aquel gitano. Por lo que le dirigió una triste mirada a su madre, como disculpándose por lo que iba a hacer.

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