AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Les Vampires [Privado]
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Les Vampires [Privado]
Conquistado por la alta sociedad parisina que lograba conmover ese pedazo de piedra o lo que tuviese por corazón, aclamado por la incontinente necesidad de una muchedumbre mundana, orgullosos de aparcar su dignidad para dejar paso a mi divinidad, un designio catastrófico, un pecado sanguinario, la cúspide de un utópico paraiso exento de enfermedades, de dolores, de la rutinaria y limitada existencia mortal...me había decantado por visitar a unos condenados, ¿O debería decir amigos? uno, pronto descubre, que la soledad transforma a tus enemigos en compañeros de experiencias.
Para esta ocasión tan especial, lo que tal vez supondría un encuentro con el genuino Armand, puede que supiera que en mi mente yacía el deseo de volver a verlo, incluso a ellos, sus rufianes con cara de demonios, cuyas ambiciones se limitaban a jugar deliberadamente con sus fanáticos muchachos de diferentes clases a los que cautivar, hacerles el amor como si fueran un simple objeto sexual, para despues saciar la más inevitable y suculenta de nuestras pasiones, la sed de sangre, ese líquido espeso con olor metálico, con un sabor tan dulce para nosotros, tan revitalizante, por suerte, no hace mucho que había tomado una fantástica merienda, para este momento de posibles reencuentros, había escogido un atuendo muy propio a mis gustos, ni más ni menos que unos zapatos oscuros de cuero, acompañado de una casaca y chupa de color azul, con botones de latón, unas medias blancas que recorrian mi pantorrilla para darle un toque característico, también mi peculiar bastón de plata acabado en estoque, me había acostumbrado a pasear con escrupulosa armonía de aquella forma.
Sabía que la función no tardaría mucho en comenzar, ya había reservado un buen asiento en el centro de la primera fila para tal acontencimiento, mi agente era muy espavilado para según que asuntos, me sentía orgulloso de él, tal vez le ascendería el sueldo.
Con una morbosa nostalgia me adentré en el lugar, un par de acomodadores acudieron a para guardar las pertenencias que considerará oportunas, así pues me deshice del bastón, que guardaron con habilidad.
Me sentía muy acomodado, muy vago, perezoso para tratar de percibir los pensamientos de los demás, parejas, familias, cortesanas, y demás jarana, hasta extranjeros provenientes de oriente, los había que me miraban con envidia, otros con deseo, uno de los niños hiper-activos que merodeaba por el lugar, casi pisa mi zapato, mon dieu, ¿Qué clase de educación ofrecían hoy en día?, sentí un atroz deseo de mostrarle mis colmillos afilados, pero si hiciera eso, todos se me echarían encima, pidiendo que los tomara, o incluso que los fornicara, desdichados e insensatos, ¿Qué esperaban encontrar en un lugar cómo este? El miedo, el morbo, la desesperación, su fanatismo no tenía parangón, la mayoría venía a eso, otros simplemente eran cautivos de una curiosidad que podría llegar a traumarlos.
Poco después, llegamos hasta la sala de las funciones, todo seguía igual, esa incertidumbre antes del comienzo podía respirarse en el ambiente, sin más dilación, me senté en mi asiento asignado, ignoro a quien tendría a mi lado, pues los dos asientos respectivos a mis laterales aún estaban vacíos, hasta que un señor mayor con un bigote trepidante se sentó a mi izquierda, su olor a nicotina incrustada en su bello facial lograba incomodarme, pronto daría comienzo la función, ¿Armand? ¿Estás ahí? Pregunté mentalmente, casi inconscientemente.
Para esta ocasión tan especial, lo que tal vez supondría un encuentro con el genuino Armand, puede que supiera que en mi mente yacía el deseo de volver a verlo, incluso a ellos, sus rufianes con cara de demonios, cuyas ambiciones se limitaban a jugar deliberadamente con sus fanáticos muchachos de diferentes clases a los que cautivar, hacerles el amor como si fueran un simple objeto sexual, para despues saciar la más inevitable y suculenta de nuestras pasiones, la sed de sangre, ese líquido espeso con olor metálico, con un sabor tan dulce para nosotros, tan revitalizante, por suerte, no hace mucho que había tomado una fantástica merienda, para este momento de posibles reencuentros, había escogido un atuendo muy propio a mis gustos, ni más ni menos que unos zapatos oscuros de cuero, acompañado de una casaca y chupa de color azul, con botones de latón, unas medias blancas que recorrian mi pantorrilla para darle un toque característico, también mi peculiar bastón de plata acabado en estoque, me había acostumbrado a pasear con escrupulosa armonía de aquella forma.
Sabía que la función no tardaría mucho en comenzar, ya había reservado un buen asiento en el centro de la primera fila para tal acontencimiento, mi agente era muy espavilado para según que asuntos, me sentía orgulloso de él, tal vez le ascendería el sueldo.
Con una morbosa nostalgia me adentré en el lugar, un par de acomodadores acudieron a para guardar las pertenencias que considerará oportunas, así pues me deshice del bastón, que guardaron con habilidad.
Me sentía muy acomodado, muy vago, perezoso para tratar de percibir los pensamientos de los demás, parejas, familias, cortesanas, y demás jarana, hasta extranjeros provenientes de oriente, los había que me miraban con envidia, otros con deseo, uno de los niños hiper-activos que merodeaba por el lugar, casi pisa mi zapato, mon dieu, ¿Qué clase de educación ofrecían hoy en día?, sentí un atroz deseo de mostrarle mis colmillos afilados, pero si hiciera eso, todos se me echarían encima, pidiendo que los tomara, o incluso que los fornicara, desdichados e insensatos, ¿Qué esperaban encontrar en un lugar cómo este? El miedo, el morbo, la desesperación, su fanatismo no tenía parangón, la mayoría venía a eso, otros simplemente eran cautivos de una curiosidad que podría llegar a traumarlos.
Poco después, llegamos hasta la sala de las funciones, todo seguía igual, esa incertidumbre antes del comienzo podía respirarse en el ambiente, sin más dilación, me senté en mi asiento asignado, ignoro a quien tendría a mi lado, pues los dos asientos respectivos a mis laterales aún estaban vacíos, hasta que un señor mayor con un bigote trepidante se sentó a mi izquierda, su olor a nicotina incrustada en su bello facial lograba incomodarme, pronto daría comienzo la función, ¿Armand? ¿Estás ahí? Pregunté mentalmente, casi inconscientemente.
Invitado- Invitado
Re: Les Vampires [Privado]
Había llegado días atrás, encerrada en un pútrido ataud demadera de cerezo, metida en el almacén de un triste barco plagado de ratas. Yo, la heredera de Rusia había acabado nada más y nada menos que en un mísero barco cenando sangre de ratas, pero por suerte, solo fue porun corto periodo de tiempo.
Ahora ya me encontraba instalada en mi dulce y tétrico hogar, junto a Sebastian, mi más fiel y leal sirviente, el cual me brindaba beber de su nectar cuando la ocasión lo requería.
Los dos, nos encontrabamos en París, la bella París, una ciudad mágica y llena de misterios, sabía de algún modo u otro podría encontrar lo que buscaba en aquel lugar y así fue, mis sospechas no tardaron en esfumarse cuando vi aquel anuncio en una de las calles que anunciaba una próxima actuación de un grupo misterioso. Eran conocidos en todo París, y yo pronto les conocería. De modo que esperé la noche con entusiasmo y nerviosismo, bien era sabido que mi gusto por el teatro era exquisito por ello Sebastian había logrado una de las entradas tan codiciadas por la gente para ver aquella obra por desgracia no en el sitio más apropiado para una dama de la realeza rusa.
-¡Sebastian! ¿Como quiere que vea desde última fila a esos excelentes actores realizar su trabajo? Le dije que si era oportuno trajera a mi casa al hombre, mujer o niño que tuviera un asiento mejor que el mio.No sirves de nada, algún día matarás mi paciencia y yo te mataré a ti.-dije casi en un susurro ya que mis conversaciones con Sebastian a oidos de los mortales podían resultar algo atípicas.-Perdona sebastian, ya arreglaré yo con mis propias manos este pequeño contratiempo.
Me dispuse a andar por el pasillo principal de la sala, con aquellos andares elegantes y vistosos, dignos de toda una princesa, con los ojos a acecho de un asiento libre que pudiera servirme o algún hombre bonachón que me cediera su asiento por simplemente acompañarme después a mi casa.
Y allí estaba, sus cabellos rubios y rizados era como los hilos de oro que adornaban las cortinas del Palacio de Invierno, su tez palída y su dulce aroma me incitaban a acercarme a él, era uno de los mios, un inmortal que disfrutaba del buen arte y seguramente sabría apreciar la buena compañía.
Uno de los acomodadores me pidió que me sentara en el asiento que me había asignado, me quedé extrañada porque un simple y mísero mortal me cortara el paso.
-Señor, mi entrada la tiene mi marido, ¿Ve? es aquel joven de cabellos dorados que está sentado en primera fila.-dije en un tono suave y dulce, el chico trago saliba.
-Lo siento,pero no puedo dejarla pasar.- contesto mientras que sus mejillas se tornaban de un color rosado.
-Ох Из-за любви бога!*- dije en ruso mientras me hacía la ofendida.- Mire señor, no tengo tiempo que perde, la obra comenzará pronto, mi marido me espera se va de viaje mañana a Rusia, estaré sola unos meses, dejeme pasar.-dije de forma sugerrente imponiendome a las ordenes que me había dado un plebeyo.El chico pareció convencido de aquella actuación tan mágnifica y se hizo a un lado. Yo con una mano llamé a Sebastian quien en menos de lo que esperaba se puso a mi lado.-Asegurate de que la persona que tenga ese asiento no entre en el teatro, y al ser posible, llevelo a casa. Yo me encargaré de ofrecerle una buena actuación cuando temrine esta y haga lo mismo con el acomododador.
Sebastian se retiró y yo me senté al lado de aquel joven inmortal de cabellos dorados. Su rostro era tenía una mezcla entre hombre y niño a la vez, unos ojos profundos y muy expresivos, llenos de experiencias y pasiones. Cada vez que veía a uno de los mios sentía respeto y al mismo tiempo odio,pero nunca mostraba ninguna de mis dos emociones. Por supuesto aquel joven no era el único inmortal en la sala, algunos de los trabajadores del teatro también lo eran, entre el público había alguno más camuflado entre el aroma de la deliciosa sangre humana.
Me senté con aires de realeza y mirando el telón rojo que me separaba del escenario comenté.
-Si esperaba a alguien, temo comunicarle que su asiento a sido ocupado por una persona mejor.-mi voz dejaba ver un tono humorístico, malvado y narcisista.-¿Había visto alguna vez z este grupo actuar? Yo es la primera vez, espero no solo disfrutar del teatro si no también de su compañía.
Un silencio sepulcral invadió la sala, por ello supe que la obra daría comienzo en breve.
Ahora ya me encontraba instalada en mi dulce y tétrico hogar, junto a Sebastian, mi más fiel y leal sirviente, el cual me brindaba beber de su nectar cuando la ocasión lo requería.
Los dos, nos encontrabamos en París, la bella París, una ciudad mágica y llena de misterios, sabía de algún modo u otro podría encontrar lo que buscaba en aquel lugar y así fue, mis sospechas no tardaron en esfumarse cuando vi aquel anuncio en una de las calles que anunciaba una próxima actuación de un grupo misterioso. Eran conocidos en todo París, y yo pronto les conocería. De modo que esperé la noche con entusiasmo y nerviosismo, bien era sabido que mi gusto por el teatro era exquisito por ello Sebastian había logrado una de las entradas tan codiciadas por la gente para ver aquella obra por desgracia no en el sitio más apropiado para una dama de la realeza rusa.
-¡Sebastian! ¿Como quiere que vea desde última fila a esos excelentes actores realizar su trabajo? Le dije que si era oportuno trajera a mi casa al hombre, mujer o niño que tuviera un asiento mejor que el mio.No sirves de nada, algún día matarás mi paciencia y yo te mataré a ti.-dije casi en un susurro ya que mis conversaciones con Sebastian a oidos de los mortales podían resultar algo atípicas.-Perdona sebastian, ya arreglaré yo con mis propias manos este pequeño contratiempo.
Me dispuse a andar por el pasillo principal de la sala, con aquellos andares elegantes y vistosos, dignos de toda una princesa, con los ojos a acecho de un asiento libre que pudiera servirme o algún hombre bonachón que me cediera su asiento por simplemente acompañarme después a mi casa.
Y allí estaba, sus cabellos rubios y rizados era como los hilos de oro que adornaban las cortinas del Palacio de Invierno, su tez palída y su dulce aroma me incitaban a acercarme a él, era uno de los mios, un inmortal que disfrutaba del buen arte y seguramente sabría apreciar la buena compañía.
Uno de los acomodadores me pidió que me sentara en el asiento que me había asignado, me quedé extrañada porque un simple y mísero mortal me cortara el paso.
-Señor, mi entrada la tiene mi marido, ¿Ve? es aquel joven de cabellos dorados que está sentado en primera fila.-dije en un tono suave y dulce, el chico trago saliba.
-Lo siento,pero no puedo dejarla pasar.- contesto mientras que sus mejillas se tornaban de un color rosado.
-Ох Из-за любви бога!*- dije en ruso mientras me hacía la ofendida.- Mire señor, no tengo tiempo que perde, la obra comenzará pronto, mi marido me espera se va de viaje mañana a Rusia, estaré sola unos meses, dejeme pasar.-dije de forma sugerrente imponiendome a las ordenes que me había dado un plebeyo.El chico pareció convencido de aquella actuación tan mágnifica y se hizo a un lado. Yo con una mano llamé a Sebastian quien en menos de lo que esperaba se puso a mi lado.-Asegurate de que la persona que tenga ese asiento no entre en el teatro, y al ser posible, llevelo a casa. Yo me encargaré de ofrecerle una buena actuación cuando temrine esta y haga lo mismo con el acomododador.
Sebastian se retiró y yo me senté al lado de aquel joven inmortal de cabellos dorados. Su rostro era tenía una mezcla entre hombre y niño a la vez, unos ojos profundos y muy expresivos, llenos de experiencias y pasiones. Cada vez que veía a uno de los mios sentía respeto y al mismo tiempo odio,pero nunca mostraba ninguna de mis dos emociones. Por supuesto aquel joven no era el único inmortal en la sala, algunos de los trabajadores del teatro también lo eran, entre el público había alguno más camuflado entre el aroma de la deliciosa sangre humana.
Me senté con aires de realeza y mirando el telón rojo que me separaba del escenario comenté.
-Si esperaba a alguien, temo comunicarle que su asiento a sido ocupado por una persona mejor.-mi voz dejaba ver un tono humorístico, malvado y narcisista.-¿Había visto alguna vez z este grupo actuar? Yo es la primera vez, espero no solo disfrutar del teatro si no también de su compañía.
Un silencio sepulcral invadió la sala, por ello supe que la obra daría comienzo en breve.
- Spoiler:
- Ох Из-за любви бога!
*¡Por el amor de Dios!
Invitado- Invitado
Re: Les Vampires [Privado]
Una presencia singular agujereó mi estado ensimismado, vaticinando como sería las monótonas y cruentas funciones de los secuaces condenados del apuesto Armand, no se trataba de los neófitos encargados de montar el escenario con una extremada torpeza para evitar ser reconocidos por los demás, mi ego incluso me hizo pensar que me estaban siguiendo, pues tal vez estuviera siendo vigilado por un vampiro que resultaba ser todo un maestro en aquello del espionaje.
Miré de inmediato el atrevimiento de aquella joven, su tez pálida, ese embrujo siniestro en su frenética mirada inmaculada, con un cabello rojizo que homenajeaba el color de la sangre, poseía un rostro extremadamente angelical, totalmente fuera de lo normal para ser una simple humana, me fijé en que tenía un siervo a su merced, un esclavo más humano, deduje que se trataría de una de las vampiras más mimadas por los muchachos de Armand, pues no lograba penetrar en su mente para hayar datos que facilitarían mi curiosidad.
Sus palabras impertinentes, hacian que cerrara el puño con un ápice de rabia ¿Quién se había creído que era para tacharme de su marido?¿Había perdido el juicio? O simplemente me había reconocido y osaba burlarse de mí, de Lestat de Lioncourt, su tono ruso era un detalle a tener en cuenta, dotando de una gran agresividad y convicción preternatural en su argot, en su fonética viperina.
De pronto, la misteriosa condenada, tomo asiento justo a mi lado diestro, mis intentos por permanecer desapercibido se esfumarían con premura, dos vampiros sentados en la primera fila, los desalmados trabajadores de Armand no dejaráin de mandarnos mensajes mentales en el trancurso de su macabra actuación, la muchacha no titubeó a la hora de dirigirse a mí.
- ¿Qué os hace pensar que vuestro difunto trasero es mejor que el de cualquier persona de aqui? - respondí con el mismo descaro que había ofrecido al mencionar que yo era su marido para lograr introducirse en la sala, gozaba del atrevimiento que tanto me había fascinado, incluso me recordaba a mí, esa manera tan despreocupada de afrontar la realidad, ese ego astronómico, era como si tratara de burlarse de mi, como si supiera por qué estaba aqui, como si mi marcha de éste lugar tambien la hubiera afectado, ahora venía a martirizarme por ello, ¿Sería una mandada por Armand? fruto de su rechazo hacia a mí.
- Asi que es la primera vez que acudís a este sitio, seguramente os hayáis percatado de lo abominable que resulta este lugar, aún asi, no contaba con la presencia de una noctámbula de las tinieblas de vuestro talante, !por desgracia he visto esto más de una vez¡, vamos ponte cómoda ma cherie, ¿Crees en los vampiros? la función va a comenzar - la dije en un tono que rozaba el sarcasmo, dando una pequeña palmada con mis manos entre una sonrisa diabólica, arqueando levemente mi cabeza hacia atrás.
La función dio comienzo, los lacayos de Armand vestían de negro, recitando sus palabras de actores de patibulario, donde narraban la historia de un cuento macabro, en la que como era costumbre, una persona del público sería la elegida por Armand, pronto llegaría ese momento glorios, el summun de toda la esencia, vivir para morir, los muy inpetos morían a colmillos del lider, una mujer del público que desprendía un impactante olor a inocencia y fanatismo, se lanzó a correr por los pasillos, llegando a subir al escenario, los vampiros presentes que actuaban, no dejaban de mandar mensajes mentales, de por qué habia vuelto, si me gustaba lo que veía, y un largo ect.
De pronto las llamas que refulgían de pasión, se apagaron tras un soplido espectral, una leve oscuridad acontencía la función, los vampiros encapuchados, comenzaron a quitar la ropa violentamente a la muchacha, para despues apartarse simetricamente, dando lugar al lider, al que bebería la sangre de la virgen que daría su vida por ser mordida por un vampiro, me sorprendió, no era Armand, era un chico de pelo corto de punta, ojos verdes esmeralda, vestía de una manera al más puro estilo del conde Drácula, cuya capa le llegaba hasta los zapatos, las llamas de los candelabros se encendieron de repente, los latidos de los corazones adyacentes retumbaban en mi cabeza, los invitados se estremecían por la situación, éste vampiro, mostro a la chica com si fuera su ganado, para despues hincar sus colmillos con ferocidad sobra la dama que mediante un leve gemido perdía el aliento de su vida, la muerte vendría enseguida a llevarse su alma, tras aquel panorama macabro, frente a mi gesto de intriga, los gritos de terror se hicieron notorios en la sala, los lloriqueos, los aplausos, las risas, he aqui la gracia del teatro de los vampiros.
Entonces me dirigí hacia la muchacha.
- ¿Te ha gustado? Ha sido como ver un show sobre tu vida, ¡En este asqueroso cubil de gusanos chupasangres! siempre hacen la misma función, me aburre, realmente depravado y seguro que sabes quien es el culpable de todo esto ¿O me equivoco?, señorita.... - dejé mi última palabra a espensas de que me dijera su nombre, su mente era realmente impenetrable, lo cual deducía que no era una vampira de la nueva generación.
Miré de inmediato el atrevimiento de aquella joven, su tez pálida, ese embrujo siniestro en su frenética mirada inmaculada, con un cabello rojizo que homenajeaba el color de la sangre, poseía un rostro extremadamente angelical, totalmente fuera de lo normal para ser una simple humana, me fijé en que tenía un siervo a su merced, un esclavo más humano, deduje que se trataría de una de las vampiras más mimadas por los muchachos de Armand, pues no lograba penetrar en su mente para hayar datos que facilitarían mi curiosidad.
Sus palabras impertinentes, hacian que cerrara el puño con un ápice de rabia ¿Quién se había creído que era para tacharme de su marido?¿Había perdido el juicio? O simplemente me había reconocido y osaba burlarse de mí, de Lestat de Lioncourt, su tono ruso era un detalle a tener en cuenta, dotando de una gran agresividad y convicción preternatural en su argot, en su fonética viperina.
De pronto, la misteriosa condenada, tomo asiento justo a mi lado diestro, mis intentos por permanecer desapercibido se esfumarían con premura, dos vampiros sentados en la primera fila, los desalmados trabajadores de Armand no dejaráin de mandarnos mensajes mentales en el trancurso de su macabra actuación, la muchacha no titubeó a la hora de dirigirse a mí.
- ¿Qué os hace pensar que vuestro difunto trasero es mejor que el de cualquier persona de aqui? - respondí con el mismo descaro que había ofrecido al mencionar que yo era su marido para lograr introducirse en la sala, gozaba del atrevimiento que tanto me había fascinado, incluso me recordaba a mí, esa manera tan despreocupada de afrontar la realidad, ese ego astronómico, era como si tratara de burlarse de mi, como si supiera por qué estaba aqui, como si mi marcha de éste lugar tambien la hubiera afectado, ahora venía a martirizarme por ello, ¿Sería una mandada por Armand? fruto de su rechazo hacia a mí.
- Asi que es la primera vez que acudís a este sitio, seguramente os hayáis percatado de lo abominable que resulta este lugar, aún asi, no contaba con la presencia de una noctámbula de las tinieblas de vuestro talante, !por desgracia he visto esto más de una vez¡, vamos ponte cómoda ma cherie, ¿Crees en los vampiros? la función va a comenzar - la dije en un tono que rozaba el sarcasmo, dando una pequeña palmada con mis manos entre una sonrisa diabólica, arqueando levemente mi cabeza hacia atrás.
La función dio comienzo, los lacayos de Armand vestían de negro, recitando sus palabras de actores de patibulario, donde narraban la historia de un cuento macabro, en la que como era costumbre, una persona del público sería la elegida por Armand, pronto llegaría ese momento glorios, el summun de toda la esencia, vivir para morir, los muy inpetos morían a colmillos del lider, una mujer del público que desprendía un impactante olor a inocencia y fanatismo, se lanzó a correr por los pasillos, llegando a subir al escenario, los vampiros presentes que actuaban, no dejaban de mandar mensajes mentales, de por qué habia vuelto, si me gustaba lo que veía, y un largo ect.
De pronto las llamas que refulgían de pasión, se apagaron tras un soplido espectral, una leve oscuridad acontencía la función, los vampiros encapuchados, comenzaron a quitar la ropa violentamente a la muchacha, para despues apartarse simetricamente, dando lugar al lider, al que bebería la sangre de la virgen que daría su vida por ser mordida por un vampiro, me sorprendió, no era Armand, era un chico de pelo corto de punta, ojos verdes esmeralda, vestía de una manera al más puro estilo del conde Drácula, cuya capa le llegaba hasta los zapatos, las llamas de los candelabros se encendieron de repente, los latidos de los corazones adyacentes retumbaban en mi cabeza, los invitados se estremecían por la situación, éste vampiro, mostro a la chica com si fuera su ganado, para despues hincar sus colmillos con ferocidad sobra la dama que mediante un leve gemido perdía el aliento de su vida, la muerte vendría enseguida a llevarse su alma, tras aquel panorama macabro, frente a mi gesto de intriga, los gritos de terror se hicieron notorios en la sala, los lloriqueos, los aplausos, las risas, he aqui la gracia del teatro de los vampiros.
Entonces me dirigí hacia la muchacha.
- ¿Te ha gustado? Ha sido como ver un show sobre tu vida, ¡En este asqueroso cubil de gusanos chupasangres! siempre hacen la misma función, me aburre, realmente depravado y seguro que sabes quien es el culpable de todo esto ¿O me equivoco?, señorita.... - dejé mi última palabra a espensas de que me dijera su nombre, su mente era realmente impenetrable, lo cual deducía que no era una vampira de la nueva generación.
Invitado- Invitado
Re: Les Vampires [Privado]
¿Había osado aquel imprtinente a faltarme el respeto? ¿A mi? A Ekaterina Ivanov Dologoruki, hija del zar Pedro II y Catalina, me estaba tratando como a uno de aquellos inmortales preopotentes que lo único que deseaban era vivir el momento. Me sentí en cierto modo algo ofendida, forcé una media sonrisa y contesté:
-Difunto o no, se que, de todos las posaderas que hay sentadas en esta sala, la mia es con diferencia la mejor.Pero eso es algo que tu solo puedes imaginar, no lo sabrás nunca.
Continué en silencio, escuchando cada una de aquellas palabras dichas con un tono de prepotncia y superioridad,¡Pobre de él! Si supiera con quien hablaba se tragaría todas sus palabras una a una, mientras yo disfrutaba viendole limpiar mis preciosos zapatos y teniendole como sirviente.
-Es la primera vez que acudo a una representación de este tipo, llevo viajando relativamente poco tiempo, de modo que todavía estoy en un gran proceso de aculturización. Pero a decir verdad, vine aquí por simple y puro hastio.¿No crees que tanto tiempo viendo los mismos rostros, las mismas cosas, viviendo...?-al decir aquella palabra no pude evitar sonreir con malicia y nostalgia, pues nosotros no vivamos, más bien estabamos condenados a no morir.-¿Viviendo todos los días la misma rutina es algo aburrido? Quizás, este tipo de emociones den un pizca de humor y diversión a nuestros pálidos rostros.
La función no tardo mucho en empezar, todo estaba saliento tal y como aquellos condenados disfrazados de artistas tenían previsto, el fanatismo de los presentes mortales alimentaba el ego de los actores y actrices que no interpretaban nada.
Entonces aquella chica joven, ataviada con un halo de inocencia, de virginidad, fue escogida para subir al escenario. ¿Improvisación? No, todo estaba meticulosamente planificado, ya que un joven que recordaba a un conde vestido con capa que rozaba el suelo, estóico ante los gritos de la joven que pronto caería muerta entre sus brazos, mostrando a su público el último aliento de su miserable vida.
Yo por otra parte simplemente había visto mi pasado, y también mi presente, había presenciado y había sentido lo que aquella joven mortal sentía: el miedo por perderlo todo, la inccertidumbre. También sentía el sabor dulce de su sangre corriendo por mi garganta, la satisfacción que sentía aquel condenado, mi rostro dibujó una risa de satisfacción.
La obra finalizó entre gritos de espanto y adulación, caras somprendidas, interesadas, aplausos frenéticos e indiferencia. El hombre que se sentaba a la izquieda de mi "acompañante" se levantó desprendiendo su aroma a nicotina por toda la sala. Yo por mi parte me levanté esccuchando las palabras de condenado.
-Me a gustado, si, me a resultaod interesante y nostálgico al mismo tiempo, pero sigue siendo una burla a nuestra ocupación, y sigue siendo una advertencia de lo peligroso que somos para los mortales. ¿Te aburre? ¿Si tanto hastio te produce la obra por que vienes a verla? ¡Oh!- dije al ver que aún no me había presentado.-¡Que desastre! Ni mi propio marido sabe como me llamo.- dije mostrando una sonrisa de satisfacción.
-Soy Ekaterina Ivanov Dologoruki, más conocida en la historia como Ekaterina I, hija de Pedro II y Catalina Dologoruki, zares de Rusia.- dije con aires majestuosos.-Ahora, entenderás lo que me hace saber que mi difunto trasero, es mejor que cualquiera de los que había en la sala señor...¿Cómo se llama usted?- hice una pausa.-¡Sebastian! ¿Has logrado organizar la reunión?
Sebastian, ataviado con un traje completamente negro se acercó como un perro fiel a mi en cuando pronuncié su nombre.
-Да, моя леди*- dijo el joven que desapareció dejandome de nuevo con aquella mundana conversación.
-¿Por donde iba? ¡Ah si, si, ya recuerdo!. Las presentaciones. ¿Usted es? Bueno no importa, ¿Le gustaría acompañarme a mi finca? Tengo preparado un banquete de bienvenida, ya sabe, para inagurar mi modesta mansión.. dije mientras me atusaba el cabello a la espera de una respuesta por aquel joven de cabellos dorados y rizados.
-Difunto o no, se que, de todos las posaderas que hay sentadas en esta sala, la mia es con diferencia la mejor.Pero eso es algo que tu solo puedes imaginar, no lo sabrás nunca.
Continué en silencio, escuchando cada una de aquellas palabras dichas con un tono de prepotncia y superioridad,¡Pobre de él! Si supiera con quien hablaba se tragaría todas sus palabras una a una, mientras yo disfrutaba viendole limpiar mis preciosos zapatos y teniendole como sirviente.
-Es la primera vez que acudo a una representación de este tipo, llevo viajando relativamente poco tiempo, de modo que todavía estoy en un gran proceso de aculturización. Pero a decir verdad, vine aquí por simple y puro hastio.¿No crees que tanto tiempo viendo los mismos rostros, las mismas cosas, viviendo...?-al decir aquella palabra no pude evitar sonreir con malicia y nostalgia, pues nosotros no vivamos, más bien estabamos condenados a no morir.-¿Viviendo todos los días la misma rutina es algo aburrido? Quizás, este tipo de emociones den un pizca de humor y diversión a nuestros pálidos rostros.
La función no tardo mucho en empezar, todo estaba saliento tal y como aquellos condenados disfrazados de artistas tenían previsto, el fanatismo de los presentes mortales alimentaba el ego de los actores y actrices que no interpretaban nada.
Entonces aquella chica joven, ataviada con un halo de inocencia, de virginidad, fue escogida para subir al escenario. ¿Improvisación? No, todo estaba meticulosamente planificado, ya que un joven que recordaba a un conde vestido con capa que rozaba el suelo, estóico ante los gritos de la joven que pronto caería muerta entre sus brazos, mostrando a su público el último aliento de su miserable vida.
Yo por otra parte simplemente había visto mi pasado, y también mi presente, había presenciado y había sentido lo que aquella joven mortal sentía: el miedo por perderlo todo, la inccertidumbre. También sentía el sabor dulce de su sangre corriendo por mi garganta, la satisfacción que sentía aquel condenado, mi rostro dibujó una risa de satisfacción.
La obra finalizó entre gritos de espanto y adulación, caras somprendidas, interesadas, aplausos frenéticos e indiferencia. El hombre que se sentaba a la izquieda de mi "acompañante" se levantó desprendiendo su aroma a nicotina por toda la sala. Yo por mi parte me levanté esccuchando las palabras de condenado.
-Me a gustado, si, me a resultaod interesante y nostálgico al mismo tiempo, pero sigue siendo una burla a nuestra ocupación, y sigue siendo una advertencia de lo peligroso que somos para los mortales. ¿Te aburre? ¿Si tanto hastio te produce la obra por que vienes a verla? ¡Oh!- dije al ver que aún no me había presentado.-¡Que desastre! Ni mi propio marido sabe como me llamo.- dije mostrando una sonrisa de satisfacción.
-Soy Ekaterina Ivanov Dologoruki, más conocida en la historia como Ekaterina I, hija de Pedro II y Catalina Dologoruki, zares de Rusia.- dije con aires majestuosos.-Ahora, entenderás lo que me hace saber que mi difunto trasero, es mejor que cualquiera de los que había en la sala señor...¿Cómo se llama usted?- hice una pausa.-¡Sebastian! ¿Has logrado organizar la reunión?
Sebastian, ataviado con un traje completamente negro se acercó como un perro fiel a mi en cuando pronuncié su nombre.
-Да, моя леди*- dijo el joven que desapareció dejandome de nuevo con aquella mundana conversación.
-¿Por donde iba? ¡Ah si, si, ya recuerdo!. Las presentaciones. ¿Usted es? Bueno no importa, ¿Le gustaría acompañarme a mi finca? Tengo preparado un banquete de bienvenida, ya sabe, para inagurar mi modesta mansión.. dije mientras me atusaba el cabello a la espera de una respuesta por aquel joven de cabellos dorados y rizados.
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Re: Les Vampires [Privado]
Ahora entendía mucho mejor su manera de ser, me quedé fascinado por unos instantes pensando en las palabras que había mencionado, ¿Seguiría burlándose de mí? No, aquella mujercita poseía la mirada endiablada y fina de un podería sofisticado, de nobleza, majestuoso y hermoso, una reliquia con forma humana, Ekaterina Ivanov era su nombre, un nombre agresivo como su propia personalidad felina.
- Yo soy el vampiro Lestat, y no me gustan las presentaciones repentinas, ni mucho menos ser el marido de alguien que ni siquiera conozco, sin embargo debo reconocer que gozáis de un porte digno de alabanza, incluso hasta vuestro siervo sabe seleccionar un buen modelo para una situación tan....espeluznante, no negaré que me atrae la idea de vuestra invitación, si seguís asi hasta puede que me convierta en vuestro marido temporal, pero creo que deberéis esperar, pues he venido a visitar a un viejo amigo que al parecer no está por estos lares - respondía mientras me levante de un movimiento tan coordinado como elegante, inmóvil, con la mirada fija en el telón cerrado, cuando toda la gente ya se había marchado, el acomodador intimidado no se atrevió a echarnos, pues dudaba de nuestra existencia humana o vampírica, podía leerlo en su mente.
Entonces aquel ser hizo aparición, sus pasos finalizaron justo en la puerta de la entrada, el fulgor de sus ojos enrojecidos no supe como tomarlo, como una bienvenida, o como un rechazo.
- Aquel que buscáis, ha marchado, ¿En qué puedo ayudar al desertor por excelencia, estimado señor de Lioncourt? ¿Y quién es la mademoiselle que os acompaña? Por lo que veo, París es ahora un centro de reunión de demonios con un mismo objetivo...permitid que..oh...si, permitid que me presente, soy Igniz, discípulo y mano derecha de el lider Armand, se mucho de usted Lestat, y tambien me gustaría saber de ....déjadme adivinar....¿Ekaterina?, sóis bienvenidos a nuestro humilde hogar, seguidme pues, no aceptaré un no como respuesta, ah ah ah...solo podréis entrar vosotros, no hay cabida para...uhmmm ¿Adrian? no, no, ¿Sebastian quizás? el no... - dijo con energía Igniz, tras un gesto espectacular moviendo de extremo a extremo su capa gótica con toques magistrales.
- Las damas primero- pronuncié inclinando mi mano hacia delante, dando un trato cortés a Ekaterina.
Igniz, había olvidado quien era, quizás un nuevo aprendiz de Armand, cansado de vagar encontrando un alma digna de su respeto, no llegué a pensar que mi visita al teatro de los vampiros fuera tan singular, conocería a dos vampiros más, solo esperaba que no me defraudaran, anque como la mayoría de los vampiros con los que me he encariñado, han sido especiales.
El vampiro sucesor de Armand, sujetando una pequeña antorcha, comenzó a llevarnos por lo que parecía una espiral con forma de calabozo, la pared rocosa desprendía un olor a hongo demasiado evidente, las catacumbas en donde habitan los vampiros nefastos que dan magia a las obras, donde comparten diversos festines de la manera más grotesca, matan por matar, ni siquiera apreciaban su vidas antes de morir, como para intentar apreciarlas ahora, los no muertos nos miraban con una envidia notable, como todo vampiro nuevo, la novedad causa morbo, cierta fascinación, los cuchicheos eran inminentes, varias vampiras con atuendos de cortesanas pasaron sus manos delicadamente por mis hombos, volcando su aliento neófito sobre mi cuello, pude observar que tambien se lo hicieron a Ekaterina, las furcias seguirían siendo furcias, incluso despues de la muerte, pensé mientras me reía con atisbos de picaresca.
Al final, en un pequeño salón improvisado, oscuro, si no fuera por las tenues llamas de las velas, Igniz se sentó en un sillón digno de un trono épico, cruzo sus piernas, nos invitó a sentarnos con ademán, con otro ademán, su esclavo personal, una joven albina de ojos rojos, con una sangre tan llamativa que podía olerse a kilómetros nos brindo su muñeca llena de orificios.
Fugazmente propiné un pequeño mordisco, para empapar mis colmillos de su sangre juvenil, la otra muñeca sería para Ekaterina.
- Una vez bienavenidos, me intriga vuestra presencia, ¿Habéis venido a acompañarnos? El teatro os ha llamado, y vosotros habéis acudido ¿Qué tenéis que decir a eso? Ekaterina, poseéis la más salvaje de las miradas, sóis impresionante, hay tantos misterios que nos encantarían resolver contigo, y mi querido Lestat, deciros que nos honra con vuestra presencia, aun bien sabiendo que no somos del agrado esperado, cuyo único vínculo me temo que es con mi Maestro... - Igniz era un tipo muy inteligente, seductor, con un tono de voz pausado y discreto, como si fuera el susurro de un alma, entendía perfectamente mi postura, sus manos permanecían entrelazadas recostadas sobre sus rodillas, su pelo corto bajo la luz de las llamas demostraba un tono miel, cuyos ojos acompasados de un marrón tan avellana que era imposible no quedar minimamente enfrascado en su mirada, me pregunté si Ekaterina conocería a Armand de antes.
Los demás vampiros se alejaron, sabían que eran momentos íntimos, cuyas presencias solo serían un estorbo, esperé la respuesta de mi acompañante por sorpresa, pues notaba a Igniz más interesado en Ekaterina, sabía que yo no tenía mucho que hacer allí, ni mucho que decir que no supiera.
- Yo soy el vampiro Lestat, y no me gustan las presentaciones repentinas, ni mucho menos ser el marido de alguien que ni siquiera conozco, sin embargo debo reconocer que gozáis de un porte digno de alabanza, incluso hasta vuestro siervo sabe seleccionar un buen modelo para una situación tan....espeluznante, no negaré que me atrae la idea de vuestra invitación, si seguís asi hasta puede que me convierta en vuestro marido temporal, pero creo que deberéis esperar, pues he venido a visitar a un viejo amigo que al parecer no está por estos lares - respondía mientras me levante de un movimiento tan coordinado como elegante, inmóvil, con la mirada fija en el telón cerrado, cuando toda la gente ya se había marchado, el acomodador intimidado no se atrevió a echarnos, pues dudaba de nuestra existencia humana o vampírica, podía leerlo en su mente.
Entonces aquel ser hizo aparición, sus pasos finalizaron justo en la puerta de la entrada, el fulgor de sus ojos enrojecidos no supe como tomarlo, como una bienvenida, o como un rechazo.
- Aquel que buscáis, ha marchado, ¿En qué puedo ayudar al desertor por excelencia, estimado señor de Lioncourt? ¿Y quién es la mademoiselle que os acompaña? Por lo que veo, París es ahora un centro de reunión de demonios con un mismo objetivo...permitid que..oh...si, permitid que me presente, soy Igniz, discípulo y mano derecha de el lider Armand, se mucho de usted Lestat, y tambien me gustaría saber de ....déjadme adivinar....¿Ekaterina?, sóis bienvenidos a nuestro humilde hogar, seguidme pues, no aceptaré un no como respuesta, ah ah ah...solo podréis entrar vosotros, no hay cabida para...uhmmm ¿Adrian? no, no, ¿Sebastian quizás? el no... - dijo con energía Igniz, tras un gesto espectacular moviendo de extremo a extremo su capa gótica con toques magistrales.
- Las damas primero- pronuncié inclinando mi mano hacia delante, dando un trato cortés a Ekaterina.
Igniz, había olvidado quien era, quizás un nuevo aprendiz de Armand, cansado de vagar encontrando un alma digna de su respeto, no llegué a pensar que mi visita al teatro de los vampiros fuera tan singular, conocería a dos vampiros más, solo esperaba que no me defraudaran, anque como la mayoría de los vampiros con los que me he encariñado, han sido especiales.
El vampiro sucesor de Armand, sujetando una pequeña antorcha, comenzó a llevarnos por lo que parecía una espiral con forma de calabozo, la pared rocosa desprendía un olor a hongo demasiado evidente, las catacumbas en donde habitan los vampiros nefastos que dan magia a las obras, donde comparten diversos festines de la manera más grotesca, matan por matar, ni siquiera apreciaban su vidas antes de morir, como para intentar apreciarlas ahora, los no muertos nos miraban con una envidia notable, como todo vampiro nuevo, la novedad causa morbo, cierta fascinación, los cuchicheos eran inminentes, varias vampiras con atuendos de cortesanas pasaron sus manos delicadamente por mis hombos, volcando su aliento neófito sobre mi cuello, pude observar que tambien se lo hicieron a Ekaterina, las furcias seguirían siendo furcias, incluso despues de la muerte, pensé mientras me reía con atisbos de picaresca.
Al final, en un pequeño salón improvisado, oscuro, si no fuera por las tenues llamas de las velas, Igniz se sentó en un sillón digno de un trono épico, cruzo sus piernas, nos invitó a sentarnos con ademán, con otro ademán, su esclavo personal, una joven albina de ojos rojos, con una sangre tan llamativa que podía olerse a kilómetros nos brindo su muñeca llena de orificios.
Fugazmente propiné un pequeño mordisco, para empapar mis colmillos de su sangre juvenil, la otra muñeca sería para Ekaterina.
- Una vez bienavenidos, me intriga vuestra presencia, ¿Habéis venido a acompañarnos? El teatro os ha llamado, y vosotros habéis acudido ¿Qué tenéis que decir a eso? Ekaterina, poseéis la más salvaje de las miradas, sóis impresionante, hay tantos misterios que nos encantarían resolver contigo, y mi querido Lestat, deciros que nos honra con vuestra presencia, aun bien sabiendo que no somos del agrado esperado, cuyo único vínculo me temo que es con mi Maestro... - Igniz era un tipo muy inteligente, seductor, con un tono de voz pausado y discreto, como si fuera el susurro de un alma, entendía perfectamente mi postura, sus manos permanecían entrelazadas recostadas sobre sus rodillas, su pelo corto bajo la luz de las llamas demostraba un tono miel, cuyos ojos acompasados de un marrón tan avellana que era imposible no quedar minimamente enfrascado en su mirada, me pregunté si Ekaterina conocería a Armand de antes.
Los demás vampiros se alejaron, sabían que eran momentos íntimos, cuyas presencias solo serían un estorbo, esperé la respuesta de mi acompañante por sorpresa, pues notaba a Igniz más interesado en Ekaterina, sabía que yo no tenía mucho que hacer allí, ni mucho que decir que no supiera.
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Re: Les Vampires [Privado]
Lestat, había oido hablar de él en algunas ocasiones durante mi viaje, pero nunca había dado ni si quiera un uno por cinto de credibilidad a dichas palabras. La sociedad tiende a mentir mucho y la mentira no tenía cabida en mi persona, claro siempre y cuando no fuera yo la que la pronunciara.
La sala estaba completamente vacia a excepción de nosotros dos y también de aquel botones que no se atrevía ni a pronunciar una palabra, era como si su corazón supiera lo que le deparaba el destino si se entrometiera en la conversación que estabamos llevando a cabo.
-Lestat, ¿Aceptarías ser mi marido temporal?- dije con una sonrisa en los labiosos. - Pero eres una persona entregada a si misma, no sabrías comportarte como un marido temporal. Sin embargo las habladurias dicen que eres un buen amante...-dejé mi frase a medias, ya que la voz conocida de una ctor ppenetro en mi mente mientras que su mirada se clavaba en nuestros cuerpos condenados.
Por lo visto Lestat bucaba a alguien, la verdad no e importaba demasiado lo que quisiera o no ese condenado, solo quería irme a mi casa y darme alquel festín que con tanto amor Sebatian me hbía preparado. El inmortal ataviado con capa continuó hablando hasta presentarse, su nombre era fuera de lo común. Todo en él estaba fuera de lo normal, su belleza su voz, pero en mi no despertaba demasiado interés aquella persona, si no Lestat.
Sin decir una palabra acepté aquella invitación ¿Que más podía hacer? Solo preocuparme por que a sebastian no le pasara nada, por que no me pasara a mi nada allí dentro. Andé entre Igniz y Lestad, mi rostro era iluminado por la antorcha que el primero sujetaba en alto mientras bajabamos hacia los subterraneos del teatro. Muy típico de un grupo de vampiros. Al llegar al sitio indicado, los demás condenados se agruparon para ver nuestra entrada, varías de las nuevas vampiras osaron tocar mis ropajes. Yo incomoda le ensñé los colmillos ¿Cómo osaban a tocar a la hija del zar? impertinentes, furcias baratas, que incluso muertas seguían ejerciendo su profesión. Que depravado, que poco amor propio, me indignaban.
Igniz se sentó en un trono digno de un rey, sentado en el su magestuosidad solo aumentó. Lestat parecia estar en su salsa mientras yo estaba algo tensa e intentaba ocultarlo en la medida posible. La verdad era que no me gustaba estar rodead de mi...familia,por llamarlos de alguna manera.
Una humana albina con ojos rojos como la sangre se acercó a nostros y nos brindó su delicioso licor de la vida . Lestat no dudó ni un momento beber de su muñeca desgastada, yo fui algo más precavida y bebí unos sorvitos mientras mis ojos no dejaban de mirar a Igniz. Una vez hubimos terminado, Igniz se puso a hablar de nuevo, mostrando un interés superficial en mi.
-Perdone mi impertinencia, pero no a sido el teatro elq ue me a llamado, si no mi afán por aculturizarme de una manera sobrenatural.-dije sin dejar de mirar con intensidad al vampiro.-¿Qué quereis de mi? Es Lestat quien os buscaba, no yo. Y deir que mi tiempo al igual que el suyo, es oro y no lo puedo perder. Daba una festín de inaguración de mi finca esta ncohe, pero ahora debido a su interés mi criado deberá anularla y aplazarla a mañana. Espero que tengais una buena razón para arruinar mis planes y también los de Lestat.
Guardé silencio duranté unos segundos, en los cuales miré a Lestat con cierto interés.¿Qué andaba buscando entre un grupo de condenados que ejercian de profesión la falsedad de sus vidas?
-¿Y bien? ¿Tenéis, mi señor algo que decir al respecto sobre arruinar mis planes y mi llegada a París? Sabéis de sobra quien soy, no puedo malgastar mi tiempo en reuniones clandesinas insustanciales.
La sala estaba completamente vacia a excepción de nosotros dos y también de aquel botones que no se atrevía ni a pronunciar una palabra, era como si su corazón supiera lo que le deparaba el destino si se entrometiera en la conversación que estabamos llevando a cabo.
-Lestat, ¿Aceptarías ser mi marido temporal?- dije con una sonrisa en los labiosos. - Pero eres una persona entregada a si misma, no sabrías comportarte como un marido temporal. Sin embargo las habladurias dicen que eres un buen amante...-dejé mi frase a medias, ya que la voz conocida de una ctor ppenetro en mi mente mientras que su mirada se clavaba en nuestros cuerpos condenados.
Por lo visto Lestat bucaba a alguien, la verdad no e importaba demasiado lo que quisiera o no ese condenado, solo quería irme a mi casa y darme alquel festín que con tanto amor Sebatian me hbía preparado. El inmortal ataviado con capa continuó hablando hasta presentarse, su nombre era fuera de lo común. Todo en él estaba fuera de lo normal, su belleza su voz, pero en mi no despertaba demasiado interés aquella persona, si no Lestat.
Sin decir una palabra acepté aquella invitación ¿Que más podía hacer? Solo preocuparme por que a sebastian no le pasara nada, por que no me pasara a mi nada allí dentro. Andé entre Igniz y Lestad, mi rostro era iluminado por la antorcha que el primero sujetaba en alto mientras bajabamos hacia los subterraneos del teatro. Muy típico de un grupo de vampiros. Al llegar al sitio indicado, los demás condenados se agruparon para ver nuestra entrada, varías de las nuevas vampiras osaron tocar mis ropajes. Yo incomoda le ensñé los colmillos ¿Cómo osaban a tocar a la hija del zar? impertinentes, furcias baratas, que incluso muertas seguían ejerciendo su profesión. Que depravado, que poco amor propio, me indignaban.
Igniz se sentó en un trono digno de un rey, sentado en el su magestuosidad solo aumentó. Lestat parecia estar en su salsa mientras yo estaba algo tensa e intentaba ocultarlo en la medida posible. La verdad era que no me gustaba estar rodead de mi...familia,por llamarlos de alguna manera.
Una humana albina con ojos rojos como la sangre se acercó a nostros y nos brindó su delicioso licor de la vida . Lestat no dudó ni un momento beber de su muñeca desgastada, yo fui algo más precavida y bebí unos sorvitos mientras mis ojos no dejaban de mirar a Igniz. Una vez hubimos terminado, Igniz se puso a hablar de nuevo, mostrando un interés superficial en mi.
-Perdone mi impertinencia, pero no a sido el teatro elq ue me a llamado, si no mi afán por aculturizarme de una manera sobrenatural.-dije sin dejar de mirar con intensidad al vampiro.-¿Qué quereis de mi? Es Lestat quien os buscaba, no yo. Y deir que mi tiempo al igual que el suyo, es oro y no lo puedo perder. Daba una festín de inaguración de mi finca esta ncohe, pero ahora debido a su interés mi criado deberá anularla y aplazarla a mañana. Espero que tengais una buena razón para arruinar mis planes y también los de Lestat.
Guardé silencio duranté unos segundos, en los cuales miré a Lestat con cierto interés.¿Qué andaba buscando entre un grupo de condenados que ejercian de profesión la falsedad de sus vidas?
-¿Y bien? ¿Tenéis, mi señor algo que decir al respecto sobre arruinar mis planes y mi llegada a París? Sabéis de sobra quien soy, no puedo malgastar mi tiempo en reuniones clandesinas insustanciales.
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Re: Les Vampires [Privado]
No cabía la menor duda que la pelirroja de carácter indomable era hija de un zar, su prepotencia irradiaba un halo de narcicismo que no pude ignorar, un detalle exquisito de su personalidad, me aburría la humildad en su mayor grado, me deprimían las condolencias humanas, como aquel vampiro Louis, tan...vivo, pero tan muerto, logró aplacar todo su encanto, despues de un largo proceso de selección, aquellos recuerdos se formaron minusculamente, mientras miré a Igniz para ver como respondía a la doncella de las fiestas.
Igniz escuchó sus palabras con atisbos de melancolía, despues cerró sus ojos, para dejar reposar su cabeza sobre el respaldo, alzó su mano, lentamente, como si estuviera santiguando a un civil.
- Os necesito...Ekaterina, Lestat, no siento el más mínimo apego por las actuaciones insulsas a las que someto a mi enriquecedor público, desde la marcha de Armand, el teatro de los vampiros sufrió la caída más atroz, ellos son incapaces de sentir, de ir más alla de la gota que exprimen a sus víctimas, no comprenden nada, vosotros sóis dos ángeles en este reino de muertos vivientes, os envidian, quieren ser como vosotros, necesitan ....¡NE CE SI TA MOS! que nos enseñéis a calmar este dolor, la eternidad es mucho tiempo ¿No creéis? - al acabar su discurso gravemente sobreactuado, volvió a abrir sus ojos para mostrarnos una de las más cálidas miradas, como si confiara en que nos quedariamos en aquel tugurio de mala muerte, al menos por mi parte la respuesta sería un no rotundo, si ni siquiera Armand me mantuvo a su lado, por muy atractivo que me resulte Igniz, por muy elocuente e intrépido, no me enfrascaría en su destino.
Sin embargo no abrí mi boca para responder aún, era como si Ekaterina estuviera respondiendo por mí, asi pues decidí que continuará ella.
Igniz escuchó sus palabras con atisbos de melancolía, despues cerró sus ojos, para dejar reposar su cabeza sobre el respaldo, alzó su mano, lentamente, como si estuviera santiguando a un civil.
- Os necesito...Ekaterina, Lestat, no siento el más mínimo apego por las actuaciones insulsas a las que someto a mi enriquecedor público, desde la marcha de Armand, el teatro de los vampiros sufrió la caída más atroz, ellos son incapaces de sentir, de ir más alla de la gota que exprimen a sus víctimas, no comprenden nada, vosotros sóis dos ángeles en este reino de muertos vivientes, os envidian, quieren ser como vosotros, necesitan ....¡NE CE SI TA MOS! que nos enseñéis a calmar este dolor, la eternidad es mucho tiempo ¿No creéis? - al acabar su discurso gravemente sobreactuado, volvió a abrir sus ojos para mostrarnos una de las más cálidas miradas, como si confiara en que nos quedariamos en aquel tugurio de mala muerte, al menos por mi parte la respuesta sería un no rotundo, si ni siquiera Armand me mantuvo a su lado, por muy atractivo que me resulte Igniz, por muy elocuente e intrépido, no me enfrascaría en su destino.
Sin embargo no abrí mi boca para responder aún, era como si Ekaterina estuviera respondiendo por mí, asi pues decidí que continuará ella.
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Re: Les Vampires [Privado]
Escuché con decepción el silencio pronunciado por la boca de Lestat, creía que con el caracter con el que le habían pintado en mis numerosos viajes podría contestar a los discursos llenos de falsedad de aquel Igniz, tenía entendido que cuando se forma un grupo es muy dificil entrar en él. Todos te odiarían, todos te envidiarian, cospirarían contra ti y acabarias muerto, poreso yo me mantenía al margen de las sociedades.
No pude evitar reirme a carcajadas al escuhar terminar aquel monologo planificado, todo era una farsa y yo no iba a caer en sus trampas. Miré a Lestat esperando a que respondiera, pero al parecer el temabién ponía a prueba mi capacidad deductiva, mi saber estar y mis reacciones.
-Mire, no tengo ni idea de quienes sois, a que os dedicais mi señor, ¿Y si ese Armand del que tanto hablais murió entre sus fríos brazos? No vine aquí para ayudar ni ser ayudada, sigo mi camino como una condenada que vive en un infierno eterno. Mi poca experiencia me dicta, no, mi cordura me dicta no unirme a nadie, ni si quiera a vos señor, que pareceis un rey de los condenados, no seguí a nadie en vida, no pienso hacerlo en mi eterna muerte.-hice una pausa para ver las reacciones, pero después continué con mi monologo caprichoso.-No nací para acatar ordenes, si no para darlas, no nací para ayudar, si no para que me ayuden. No nací para servir a ndie, soy de la realeza ¿A caso piensa usted, señor Igniz que yo, Ekaterina I iba ayudaros cuando nunca recibí nada a cambio de vos? No os conozco de nada, no confio en nadie. No os ayudaré, no al menos hasta no tener un buen motivo. A mi no me convencen sus plegarias, no me me gustaría representar como si fuera una actriz lo que soy en realidad. Yo soy una condenada, alguien que vagará por las sombras eternamente, no una actriz que se alimenta de los fanáticos mortales y de jovenes cortesanas.
Me di la vuelta dajando tras de mi a Igniz para despues mirar a Lestat con gran interes y curiosidad.
-Si me disculpan, tengo cosas que preparar para la fiesta de mañana, pese a aque no me fio de usted señor Igniz está invitado.-iba a salir de aquellos subterraneos, pero la presencia de Lestat me impidió moverme un ápice de donde me encontraba.
-¿Va a aquedarse aquí toda la noche monsieur Lestat? Me gustaría mucho disfrutar de su compañía esta noche.
No pude evitar reirme a carcajadas al escuhar terminar aquel monologo planificado, todo era una farsa y yo no iba a caer en sus trampas. Miré a Lestat esperando a que respondiera, pero al parecer el temabién ponía a prueba mi capacidad deductiva, mi saber estar y mis reacciones.
-Mire, no tengo ni idea de quienes sois, a que os dedicais mi señor, ¿Y si ese Armand del que tanto hablais murió entre sus fríos brazos? No vine aquí para ayudar ni ser ayudada, sigo mi camino como una condenada que vive en un infierno eterno. Mi poca experiencia me dicta, no, mi cordura me dicta no unirme a nadie, ni si quiera a vos señor, que pareceis un rey de los condenados, no seguí a nadie en vida, no pienso hacerlo en mi eterna muerte.-hice una pausa para ver las reacciones, pero después continué con mi monologo caprichoso.-No nací para acatar ordenes, si no para darlas, no nací para ayudar, si no para que me ayuden. No nací para servir a ndie, soy de la realeza ¿A caso piensa usted, señor Igniz que yo, Ekaterina I iba ayudaros cuando nunca recibí nada a cambio de vos? No os conozco de nada, no confio en nadie. No os ayudaré, no al menos hasta no tener un buen motivo. A mi no me convencen sus plegarias, no me me gustaría representar como si fuera una actriz lo que soy en realidad. Yo soy una condenada, alguien que vagará por las sombras eternamente, no una actriz que se alimenta de los fanáticos mortales y de jovenes cortesanas.
Me di la vuelta dajando tras de mi a Igniz para despues mirar a Lestat con gran interes y curiosidad.
-Si me disculpan, tengo cosas que preparar para la fiesta de mañana, pese a aque no me fio de usted señor Igniz está invitado.-iba a salir de aquellos subterraneos, pero la presencia de Lestat me impidió moverme un ápice de donde me encontraba.
-¿Va a aquedarse aquí toda la noche monsieur Lestat? Me gustaría mucho disfrutar de su compañía esta noche.
Invitado- Invitado
Re: Les Vampires [Privado]
Las respuestas frías y ponzoñosas de Ekaterina hicieron mella en la personalidad del joven Igniz, el cual deseaba con toda su alma que nos unieramos a su causa, simplemente por el vacío que anidaba en este tugurio de chupasangres sin escrúpulos, era normal, yo había permanecido un largo tiempo viendo como se las gastaban estos condenados de poca monta, eran tan predecibles que ni siquiera podías sentir el consuelo de sentirte en tu lugar, Armand lo sabía, pero sus creencias, su estúpida fe, le cegaba, tanto que seguía en este lugar del cual había desaparecido sin avisar nadie, dejándonos como sucesor a este chico de pelo color miel, bienaventurado y enseñado en sus andanzas noctámbulas, tan monótonas y carentes de color, que su alma me suplicaba por mi compañía, seguramente Ekaterina tambien lo presentía.
Igniz no respondió, simplemente emitió un pequeño sonido, del suspiro de dolor debido a las palabras que Ekaterina le había dedicado, lo único que le causó un áìce de bienestar fue la noticia de una fiesta a la que Igniz había sido invitado.
- Le prometo, que intentaré acudir a su fiesta, lady Ekaterina - respondió con naturalidad, mientras se levantó lentamente de su trono, para dedicarnos una última mirada melancólica.
- ¡Mon Dieu! Ya he tenido suficiente, ni en las peores pesadillas me quedaría en este tugurio maltrecho, no se que respuesta esperaba encontrar señor Igniz, mi postura creo que estaba clara desde el primer momento en que me vió en la sala de teatro, ¿Qué pensaría Armand? ¿Ha pensado en eso? Que pensaría él, al ver como su mejor discípulo le ha sustituído por dos desconocidos, ¡No puedo pasearme por estas catacumbas eternamente, bajo la ira de unas cucarachas envidiosas! esa es mi respuesta, haga con ella lo que quiera, una fiesta nos aguarda ¿No mademoiselle? - dijé con elegancia, en un tono cargado de soberbia, me levanté del asiento, no sin antes, inclinar levemente la cabeza para despedirme de Igniz, por muy superior que fuera a Igniz, le compadecía, cuando Loui y Claudia me abandonaron, sentí algo similar.
Igniz no respondió, simplemente emitió un pequeño sonido, del suspiro de dolor debido a las palabras que Ekaterina le había dedicado, lo único que le causó un áìce de bienestar fue la noticia de una fiesta a la que Igniz había sido invitado.
- Le prometo, que intentaré acudir a su fiesta, lady Ekaterina - respondió con naturalidad, mientras se levantó lentamente de su trono, para dedicarnos una última mirada melancólica.
- ¡Mon Dieu! Ya he tenido suficiente, ni en las peores pesadillas me quedaría en este tugurio maltrecho, no se que respuesta esperaba encontrar señor Igniz, mi postura creo que estaba clara desde el primer momento en que me vió en la sala de teatro, ¿Qué pensaría Armand? ¿Ha pensado en eso? Que pensaría él, al ver como su mejor discípulo le ha sustituído por dos desconocidos, ¡No puedo pasearme por estas catacumbas eternamente, bajo la ira de unas cucarachas envidiosas! esa es mi respuesta, haga con ella lo que quiera, una fiesta nos aguarda ¿No mademoiselle? - dijé con elegancia, en un tono cargado de soberbia, me levanté del asiento, no sin antes, inclinar levemente la cabeza para despedirme de Igniz, por muy superior que fuera a Igniz, le compadecía, cuando Loui y Claudia me abandonaron, sentí algo similar.
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Re: Les Vampires [Privado]
No quería demorar más aquel momento. Quería marcharme cuanto antes y darme un buen baño de sangre ya que mi piel había tomado el olor que existía cuando estabas bajo tierra, como si estuvieras enterrado, como si fueseras un muerto.¡Bastante tenía ya con serlo, no quería sentirme enterrada!
-Si nos disculpa.-hice una pequeña reverencia y comencé a andar saliendo de aquel tugurio lleno de condenados que apestaban a muerte, al salir todos nos miraban, pero esta vez con odio por no aceptar la invitación que Igniz nos había dado, me daba igual lo furiosos que estuvieran, yo era mucho más poderosa que todos aquellos juntos.
Recordaba las palabras de Lestat, al principio pensé que se trataba de un chico al que se le había comido la lengua el gato ya que parecía cohibido por las palabras de Igniz, ¡Pero que fuiria llevaba en su interior el muchacho!
Por fin tras andar en silencio salimos bajo el cielo negro que cibria las calles parisinas, el aire fresco, el aroma de los humos que deambulabam a pocos metros de allí era como un relago para mis sentidos. Sebastian me esperaba justo donde sabía que nos encontraría, veía su esbelta figura de traje negro hacer una reverancia. El chico era precavido y mantuvo las distancias.
-Monsieur Lestat, gracías por acompañarme esta noche. Ha sido todo un placer tener una compañía como la vuestra.¡Ni más ni menos que el mítico Lestat!-hice una pausa para seguir hablando.- Debido al contratiempo que nos a rretenido en el Teartro más de lo previsto dije a Sabastian que aplazara la fiesta. En cuanto tenga un día y una hora le haré saber. Sebastian le ennviará una invitación.¡Oh, no sufras! Sabremos donde encontarle. Hasta entonces, cuidese monsieur Lestat.
Fue entonces cuando Sebastian se acercó a mi y los dos nos fuimos perdiendo en la espesura de la ncohe, dejando atrás al joven Lestat y al Theatre Des Vampires
-Si nos disculpa.-hice una pequeña reverencia y comencé a andar saliendo de aquel tugurio lleno de condenados que apestaban a muerte, al salir todos nos miraban, pero esta vez con odio por no aceptar la invitación que Igniz nos había dado, me daba igual lo furiosos que estuvieran, yo era mucho más poderosa que todos aquellos juntos.
Recordaba las palabras de Lestat, al principio pensé que se trataba de un chico al que se le había comido la lengua el gato ya que parecía cohibido por las palabras de Igniz, ¡Pero que fuiria llevaba en su interior el muchacho!
Por fin tras andar en silencio salimos bajo el cielo negro que cibria las calles parisinas, el aire fresco, el aroma de los humos que deambulabam a pocos metros de allí era como un relago para mis sentidos. Sebastian me esperaba justo donde sabía que nos encontraría, veía su esbelta figura de traje negro hacer una reverancia. El chico era precavido y mantuvo las distancias.
-Monsieur Lestat, gracías por acompañarme esta noche. Ha sido todo un placer tener una compañía como la vuestra.¡Ni más ni menos que el mítico Lestat!-hice una pausa para seguir hablando.- Debido al contratiempo que nos a rretenido en el Teartro más de lo previsto dije a Sabastian que aplazara la fiesta. En cuanto tenga un día y una hora le haré saber. Sebastian le ennviará una invitación.¡Oh, no sufras! Sabremos donde encontarle. Hasta entonces, cuidese monsieur Lestat.
Fue entonces cuando Sebastian se acercó a mi y los dos nos fuimos perdiendo en la espesura de la ncohe, dejando atrás al joven Lestat y al Theatre Des Vampires
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