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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ezequiel Valentine Lun Jun 20, 2011 8:22 pm

Las nubes se arremolinaban en lo alto de la misma forma que sus emociones se revolcaban dentro de su pecho. Miles de recuerdos que tenía de su madre y en ninguno de ellos le había dedicado un te quiero. Se maldecía por haber derrochado el tiempo sin prestarle atención a lo que realmente importaba de la vida, las personas. Culpaba a su padre y también a ella por haberlo forjado de esa manera, más le agradecía inmensamente a la mujer que amaba con toda el alma, el nuevo rumbo que le mostró. Ahora se encontraba de frente con la lápida que ni un maldito epitafio decente se le había inscrito, únicamente el nombre del cadáver y un “Descanse en Paz”. Una rosa blanca es detenida por su mano, la misma que es depositada sobre la fría piedra, un suspiro que aclama noches vacías.

El viento golpea su rostro, azota con furia el inmenso abrigo que cubre esas armas de cazador. No le interesa ser descubierto, es de noche, no hay humanos paseándose a esas horas por un viejo cementerio y si los hay… no son en concreto, mortales. Acaricia con la yema de sus dedos el nombre gravado de Amanda D’Musschembroek Valentine. Sonríe por un instante, desearía poder conversar con ella un momento, confesarle lo que hizo durante su viaje, tenía tanto anhelo por conocer realmente a la mujer que le dio la vida, lástima… los caprichos del destino jugaron con ambos, con él principalmente. Bajara la mirada con desprecio a la tierra, traga saliva y encamina sus pasos hacia la salida. Es hora de cazar, buscar entre las sombras a los infelices que necesitan chuparles la vida a los demás para sobrevivir ¿Existe algo más patético que ser un maldito parásito? Sí, un humano queriendo matarlos. Sonríe de medio lado ante el chiste mental que se hizo. Ajusta las cintas que sujetan el maletín a su espalda con su armamento, reacomoda sus zapatos, verificando que las dagas de plata continúan escondidas en la suela.

Con ímpetu, esquiva los mausoleos, tan sólo están la noche y él. La melancolía no le dura el tiempo suficiente porque sabe que sus enemigos podrían valerse de ello. Toma un puñado de tierra, lo aprieta contra su mano, la olfatea… - Adoro el olor a muerte – Sabe que alguien está cerca. No es un humano superdotado, pero es un imbécil, pudo notar el cambio tras la presencia de esa cosa que lo vigila. Sabe lo que es así que no se tomará la molestia en preguntar “¿Quién anda allí?” Ezequiel es una de las pocas personas que hacen lo que tienen que hacer. Comienza a rastrear el origen de la peste, está cerca, pero aún no puede ver de donde exactamente. ¿Será una trampa? Por raro que parezca al cazador le gusta jugar con su presa. Se prepara para atacar.

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Mensaje por Asagi Dunkelheit Lun Jun 20, 2011 9:13 pm

Noches nubladas como estas, donde el cielo parece el de una madrugada, donde el viento corre con más libertad infiltrándose en la calidad de los hogares. Son ideales para tomar la pluma y el papel, para embarnizar las letras con ese brillo peculiar de la poesía poseída en mis débiles dedos, las ramas parecen doblegarse con el viento, eso me recuerda a los humanos, si así de trémulos, castañeando los dientes, abrazándose a ellos mismos para obtener calor, una de las ventajas de ser lo que soy, ni eso soy capaz de sentir, tampoco es como si lo deseara, ya me he acostumbrado después de tantos años, hoy no quiero torturarme pensando en el pasado, no quiero depender de mis emociones como si fuera un simple humano, pero ¿Quién me entiende?, si me tienen aquí paseando entre tumbas, si, solo para burlarme un poco de la muerte, aquella que me negó sus puertas hace tiempo y me dejo aquí inmerso en una línea neutral que no avanza, que es más que paralela a aquellas dos, vivir y morir. Hago una pausa en este monologo inútil, el viento revuelve los cabellos sobre el abrigo blanco, son tan largos que puedo verlos mecer de adelante hacia tras como una ola, vaya que maravilloso, hay más muertos, algunas lapidas son nuevas, a lo que recuerdo y me meso con el viento, paseándome entre ellas, alzando en unos centímetros los pies, como si de un espectro se tratara y no es para más si casi soy uno. Leo las inscripciones, algunas de estas personas, si, pude que varias hayan sido mis victimas. Qué curioso me detengo en seco, frente a la lapida de una niña, un angelito del cruel y falso dios, haciendo memoria, la ultima vez, una fue mi víctima.

Caminando en medio de la noche, si pasando la media noche, entre lo que parecía el orfanato, ella había escapado, se veía tan harapienta, no merecía nada mejor que la muerte a mis manos, solo una mirada, solo los ojos escarlata sobre ella, bastaron, para atraerla y entre sus manos coloque una rosa en color rojo, mientras se abrazaba de mis caderas, rodeándome, en un sueño mágico, donde utópicamente lo bañe de sangre, me hinque ante ella, como si de una virgen se tratara, una santa era ante los deseos de matarla rápida pero lentamente, estaba hambriento, tome su rostro entre mis manos, todavía recuerdo haber tenido el descaro de abrazarla y susurrarle que todo estaría bien, sostenía la rosa entre sus manitas, se veía angelical, y poco a poco el viento me ayudo a despejar su cuello, los caninos se asomaron filosos, brillosos como la blancura celestial que ella miraba, tan suave perforaron su piel hasta llegar a esa vena gorda, que fue succionada en minutos, mientras ella se debilitaba, como la flor cayendo en escena lenta desparramando sus pétalos sobre el suelo, ¡Ah! Cayó a mis brazos muerta, su expresión quieta, bella, con un impulso saque su corazón de su pecho, aun cálido, hasta con un poco de movilidad, el viento casi lo congelo al instante y le recosté ahí, mientras iba a otro rincón a devorar esa fruta que su pecho me había ofrecido y estuvo aguardando por mi esos días. Ya hacia muerta junto a esa rosa.

Y aquí estoy de nuevo saboreando aquel día, que estúpido he sido, sin darme cuenta parece que reviví el momento, noto los colmillos en mi boca y les obligo a entrar de nuevo, escondiéndolos, porque en el aire huele a humano, no, espera, esto es peculiar, puedo reconocerlo, me acero, si ese olor es fuerte, tiene melancolía, esta bañándose de pensamientos de arrepentimiento, de dolor, puedo leerlos, sentirlo, no, no me atrevo a tanto, pero la fragilidad humana así es. Y levito hasta aquella lapida casi a las puertas del campo santo, “escondiéndome” detrás de este gigante ángel de mármol, que parece bello, hermoso, y escucho el comentario, ¿Habrá sido apropósito? Lanzo aquella rosa que siempre cargo en mi pecho cae en una lapida, si esa misma donde él estaba, parece que esta nueva especie empieza a resurgir, aquel maletín lo veo bien, ¡Ah un cazador!, me trae remotos tiempos, yo mismo mataba a los de mi especie, porque iba en contra del deseo, en contra de lo que soy, aun, aun no me acepto. Levito al ras del suelo, justo detrás suyo, ¿Espantarlo?... No, eso ya no es posible. Quizá solo sorprenderle, aunque ni eso parece, porque en su rostro se ve marcada la experiencia. Podría tan solo beber un poco de él. Pero primero tendré que divertirme y entrar a una partida como un gato y un ratón, ¿Qué rol me toca? <<Esta más que Claro Dunkelheit>> aun me digno a llamarle con respeto sabiendo lo que es.

- ¿Qué pretende?

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Mensaje por Ezequiel Valentine Miér Jun 22, 2011 10:30 pm

El olor a muerte se destila desde los sepulcros hasta sus fosas nasales, pero esa mortuoria fragancia no es despedida del resto de los cadáveres en el fondo de las fosas. El cazador ha percibido el perfume que embriaga a los mortales tras una mirada o un mimo, él está sabe que los brazos de la muerte no son precisamente aterradores, existen ocasiones que son letalmente apetecibles… Imperceptible, simplemente una ráfaga de viento disfrazada con un susurro fantasmagórico, ese precisamente es el movimiento del vampiro, acechando a su víctima desde las penumbras. Ezequiel suelta la tierra que había tomado, el polvo se esparce por cada maldito rincón del camposanto y la sombre sobre su cabeza al fin se digna a hacer acto de presencia. Irgue su cuerpo, bajo ese ostentoso abrigo se esconden las pesadillas de los esbirros diabólicos como él. Una estaca clavada en su pútrido corazón y el fin lo abrazaría dolorosamente. Acaricia la herradura de la pequeña caja junto a su cintura, se relame los labios y entrecierra sus ojos. Seguramente un cálculo se ejecuta en su cabeza o quizá alguna extraña idea de cómo iniciar su batalla, era el lugar menos indicado y cualquiera creería que los herejes como ese vampiro no pueden pisar tierra santa, pero las puertas del cementerio se abren para cualquier desgraciado y Ezequiel era una viva prueba de ello, también se encontraba allí dentro ¿No?

La voz aterciopelada de esa criatura confirma la teoría del cazador, se trata de un jodido parásito. Bosteza, la dulzura, el alma rota que ante aquella lápida había plasmado, ahora se encontraba completamente lejos de su alcance. ¡Benditas sean las peripecias! - ¿Pretender? No, no se pretende cuando se trata de mí – Levanta su brazo y de este sale un artefacto lo más parecido a una ballesta atada a el, una estaca preparada sobre el arma y en un segundo se encontraba disparando contra la silueta del espectro. ¿Para que ser cordiales con algo que terminarás destruyendo? No se le cantan las letanías a la víctima, tampoco se le da la oportunidad de despedirse del mundo, de la misma manera en que a “Ellas” se les negó una oportunidad. Cuando se es cazador, ser condescendiente es un reverendo asco. Así pues, inicia el patético ataque de un humano ante algo más grande que él mismo. La fuerza, la rapidez, la experiencia… nada de eso le importa, tiene algo en mente y eso es decapitar al vampiro, la pregunta es ¿Lo conseguirá? Años de práctica le han dejado marcas por todo su cuerpo, no es un niño jugando a las guerrillas, él es uno de los pocos hombres a los que se les tiene que tener miedo. ¿Su aspecto? Eso es lo más engañoso de todos, así como existen niños diabólicos, también los hay ancianos vengadores… Ezequiel es la prueba.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Vie Jul 08, 2011 11:09 am

Tan nocturno esperando la luz de alguna estrella, de una manera u otra los pensamientos que tengo son algo artificiales, “Estoy listo para vencer probablemente a la cruel realidad dominada por el humano” debo aprovechar la oscuridad por mi “Bien” aunque muchas veces bajo el terciopelo añil que destella irradiantes luces llamadas estrellas he deseado morir, pero no a manos de un humano, creo que aun mi camino por muy inerte que pueda ser tiene sus ventajas, soy una criatura que no merece la vida, tampoco la muerte, en realidad merece agonizar en su línea, pero puedo dominarla, con la luna despierta el resplandor de la lucha, no pretendo esconder nada, que mis pecados queden expuestos, pero un humano tan miserable no es el dios que espero para juzgarme, después de tanto debo permitirme el decirle que no estoy solo, podría comportarme mejor son temas delicados, puedo hacerle daño a tantos “Hare sonreír a más de uno” merezco tan poco en el reino de los cielos y en el del infierno simplemente no entro si contara todas mis victimas y las formas en las que las he tomado, momentos de locura, donde violaba, tomaba, arrebataba los deseos de vivir de otros para poder continuar sobre las sombras, ahora no sé porque me pongo a recordar banalidades, como este simple hombre hay tantos que desean exterminarme, por ser lo que soy, por lo que les arrebate en años pasados, por alguna venganza con mi pasado, por una u otra razón estoy arto pero soy yo quien se lo ha buscado, no es momento de ponerse a llorar por aquellos que no merecían vivir, que pena que la humanidad sea tan frágil, son un miserable parpadeo para mi, tan rápido se termina su vida, odian, extrañan, amar y mueren, al menos yo gozo de otros privilegios, me pregunto si tendré alguna deuda con este tipo, si me le arrebate algún tesoro o solo por lo que soy merezco sus mortales ataques.

Mientras me acerco lentamente como un felino hambriento veo el destello de un arma tan vieja, él ha empezado a hacer movimientos, que extrañamente conozco, aquella época de cazador, no le culpo también quise terminar conmigo lo que pasa es que soy un tanto “cobarde”, apenas con la agilidad que poseo logro esquivar aquello, rápidamente vuelvo a ponerme en brazos de aquel ángel que carga la lapida, es tan trémulo el momento que una risa escapa de mis labios, debo de admitirlo ha sido rápido, escapar es típico, mi putrefacto corazón se agita, el me hace palpitar, tendremos que descubrir quien tiene que ocupar un lugar en este campo tan maldito como bendito esta noche. Me cruzo de brazos y le miro aun con aquella pequeña sonrisa irónica, que seguro buscara más un paso a la muerte.

- “Duerme Querido mío”…. Sin embargo no hay “Final para mí en este mundo” Tu vida transcurre en dolor venganza y sed de ella… Quieres y deseas que yo duerma en la eternidad de la llamada muerte… Aunque tomes el papel de Dios para quitarme la vida cuando se te plazca lamento no darte esa ventaja…

Un pequeño réquiem salía de mis labios en son de una burla, es que era un poco ridículo, tanto como yo, me traía viejos recuerdos, su rostro, su dedicación e inclusive su ideología, podía ver y leerle como un libro pero por respeto, no lo hacía, me había metido tanto con los muertos y mezclado con los vivos que lo menos que merecen es respeto.

- Vaya, Vaya, la muerte ahora tiene este sabor tan peculiar, hacía años que no veía un arma como aquella, hace tiempo que los de tu “Raza” no tomaban tanta fuerza como ahora… Recuerdo bien cómo se maneja esto y los sentimientos que tienen los humanos como tu contra criaturas como yo… Y no niego mis pecados… Usted Monsieur tiene mucho valor… Carecemos de presentaciones más cuando se trata de la muerte misma… Ella sabe nuestros nombres y nos espera estamos en su lista… Cuando somos humanos…

Con la misma agilidad me acerque a él por la espalda para susurrarle esas palabras, aquellos caninos salieron sin darme cuenta, el viento soplaba tan fuerte que mis cabellos nos envolvían en misticismo, de nuevo me aparte caminando lentamente delante de él, tanto era el ego que portaba que apuesto que me vería como un ángel, tan letal como él mismo.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Vie Jul 15, 2011 7:10 pm

Y el miedo le aulló a la luna. Efímero instante en el que había conseguido tener el control, miserable segundo en el que su confianza se maravillo con la agilidad que poseía. Maldita sea mil veces la noche en la que el humano descubrió por primera vez su debilidad y maldita mil veces más la epifanía que obligó a las bestias a apoderarse de sus temores para postrarse ante ellos como el líder de una tiranía que abraza a la muerte. La mirada de Ezequiel era fría, tan gélida como un miserable pedazo de hielo en las lejanías del olvido, allá donde el sol no se atreve a calentar la tierra. La satisfacción recorrió sus entrañas hasta verse a si misma en una sonrisa monstruosa en la comisura de sus labios. Un vampiro con agallas, tan hábil como él mismo, esperaba que la batalla no fuese un asco más como las que suelen encabezar su lista. Inmortales imbéciles que se la viven adorándose a si mismos, postulándose como un Dios ¡Maldita sea! Ezequiel no sigue ninguna jodida religión pues ninguna de ellas se apiado de él cuando aquel acontecimiento le destruyó la vida. ¿Justiciero? No, tampoco se considera un maldito cordero que mata y caza a los monstruos para dar justicia a la humanidad, bueno… ¿en realidad eso importa? Matar por placer, matar cuando es necesario, por sobrevivencia ¿Cuál es la diferencia entre él y esa bestia? Ninguna.

El escalofrío más letal que jamás había sentido, recorrió hasta la ultima de sus terminales nerviosas cuando él le susurro aquellas palabras al oído. Cerró sus ojos y se dejo arrastrar por la fanática sensación de abrazar a la muerte en ese instante. Lo sospecho. Un movimiento en falso, cualquier distracción y acabaría en las garras de Thánatos, pero no fue así, a esa maldita escoria le gusta jugar con la comida y él era parte de… - Los de mi “raza” han evolucionado, ustedes se quedaron estancados entre la vida y la muerte. ¿Qué pecado debo cumplir para cargar con tan jodida maldición? Vivir eternidades parece ser tan tedioso, monótono, aburrido y miserable… - Sentenció, para las bestias es fácil acabar con la humanidad, para ellos es difícil explicarse la existencia de seres sobrenaturales pero, el infinito, siempre puede perecer y los vampiros que han fallecido bajo su nombre son la prueba – Muerte, todos estamos en su lista, que alguien la haya burlado una vez no significa que pueda hacerlo nuevamente – Las sombras lo cegaban, pero lo suficientemente bueno en su trabajo como para saber en donde se encontraba el condenado. Su voz, tan aterciopelada y atrayente, esa maldita belleza que hipnotiza a cualquiera… Sí, no podía negarlo, cada parte de ellos había sido creada por Lucifer para que la humanidad cayera a sus pies, pero el demonio no contaba con que la ira de un simple mortal, la raza más débil de la tierra, fuera más abrazadora que la lava de un volcán o las llamas del infierno.

Una ballesta no era lo único con lo cual había entrenado. “Adelante, ¡Muérdeme!” se dijo en los pensamientos. Durante 20 años la secta en la que se entrometió para ser lo que es ahora, lo obligo a tomar veneno, simples pócimas que a él no le causarían más que el disgustos del mal sabor pero que para los muertos era algo más letal que la simple tortura. Su piel había sido bañada con agua, sal y esencia de ajo, cualquier rozadura de su piel a la suya y lo quemaría. Bajo ese maldito abrigo se escondían espadas, estacas, cruces antiguas, una diminuta botella con agua ventita, una biblia y demás porquerías que si bien no servían de nada al menos lo identificaban por lo que era. Se acuclillo sobre la tierra, para encarar al vampiro, lo observo durante un segundo, era un ángel caído… Se relamió los labios preparándose para su próximo ataque, si no él, lo haría el otro pero esa noche uno de los dos tendría que morir y Ezequiel no estaba preparado para dejarse vencer. Mete la mano al interior de su abrigo, saca una pequeña daga de plata y la arroja contra la sombra del vampiro, esta no dio en el blanco, pego directamente en el hombro derecho del enemigo. No fue su mejor ataque, tenía que admitirlo y siempre le llevarían una ventaja mayor. Pero no es estúpido – Valentine, si sobrevive, sabrá de quien hay que cuidarse -
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Sáb Jul 16, 2011 7:56 pm


No le culpaba, todo se olvida al despertar la ira, la venganza, esos ansiosos y secos deseos, que solo se saciaban con sangre de miserables como yo, solo porque éramos dependientes de ellos, porque sin aquel vital liquido no podíamos llegar a otra noche y así constantemente, pero uno de estos día sería su última batalla. Yo mismo debo de admitirlo me siento lastima, me compadezco cada noche por lo que soy, aquel tiempo me dedique a matar y beber de los de mi raza hasta reducirlos en cenizas, hasta ver calcinar sus malditos y podridos cuerpos. ¿Por qué no seguí haciéndolo? Simplemente porque ya no hay remedio, la raza va creciendo, porque me canse de no encontrar las respuestas a los porqués.

¿Qué buscaba este mortal?, ¿Por qué tanta insistencia?, vaya me cansaba de hablar con mi mente y plantearme estupideces en medio de la batalla, quizá estaba a punto de morir y yo prefería hablar. En un acto reflejo le observe casi deleitándome con su mirada, ¡Ah, Ah!, no era tan ingenuo, o eso creía, esa mirada penetrante, el también es una bestia sedienta, tan frívola, eso nacía de su interior al sentirle, al momento que sus pensamientos cruzaban levemente en mi ser. El buscarnos los unos a los otros nos vuelven monstruos, es que el debate jamás terminara, ello no nos aceptan y no lo harán conforme pase el tiempo, pero no por algunos podemos pagar todos ¿Cierto?, ¡Malditos pensamientos sin sentidos los míos!, si solo buscaba retar a la vida y la muerte adelante, si solo buscaba juegos de supervivencia sin motivos el momento se torna precioso.

¡Maldición!, veneno, ¿Era veneno?, al momento de oler profundamente un poco de su esencia lo descubrí, no dé perdida me crie junto a un alquimista que le gustaba jugar con su edad, y al cual le gustaba preparar venenos mortales con tan solo respirarlos, maldito sea, al menos esa noche había tomado la sangre de una puta que suplicaba en lagrimas que la amara, tenía las suficientes energías para hacerlo, la sangre de las mujeres era maravillosa, el origen del nacimiento en su vientre, que puedan dar vida, eso lo hacía más enriquecedor, aquella vena de la ingle que me encantaba, tan deliciosa mientras le miraba retorcerse de placer, de excitación pero sobre todo el éxtasis por llegar a la muerte, por llevarla a la gloria, estúpida puta llorona, fue a caer en los brazos de la adorada muerte, al borde de lo que es amar.

- No podría estar más de acuerdo, vivir solo de noche, sin respirar el olor del sol, sin sentir, sin nada más que la oscuridad, ¿Qué triste no?, hasta tengo lastima, no me adoro, no me idolatro, pero tampoco me dejo rebajar ante los enemigos. Pero dígame ¿Qué hay de los que no pidieron ser lo que hoy son, aquellos que fueron transformados contra su voluntad Aun cuando no tenían la edad de decidir su camino, ellos también merecen pagar por ser lo que son? Es cierto que nos hemos quedado inertes, que no estamos ni en la línea de la vida o de la muerte, pero muchos no elijen burlar la muerte, casualidad, desgracia, destino como lo quiera llamar, solo se dio porque sí, por esos mismos que a ustedes le arrebatan seres amados o felicidad, a muchos también les arrebatan la vida y les dejan en este lugar tan vulgar, sobreviviendo así.

Eso era cierto, muchas veces tantos desgraciados transformaban solo porque ellos se sentían desdichados, solo para que otros cargaban su dolor, pero había humanos curiosos que lo suplicaban y luego terminaban suicidándose, pero había pocos, sí, sí, como yo que mucho antes que nacer ya cargaba con repudio que creció acunado siempre con la idea de que era un maldito chupasangre aun siendo “humano”. Bueno eso era irrelevante ahora. Me aparte de él, no quería ni deseaba beber, era un riesgo que no quería correr, no darle la ventaja, tampoco era hora de darse por vencido pero sin el mas mínimo recato un movimiento inútil y fallido me hizo agilizarme más que antes, ¡Plata!, por lo menos no me había dado cerca pero si lo hacia el dolor seria tormentoso, aunque delicioso porque nadie me había hecho sentir dolor hace tiempo. Me haría enloquecer y no se lo agradecería, o quizá sí, si me ve muerto seria la forma.

- Dunkelheit… Aunque creo que no es importante… Y vaya que me será importante cuidarme porque desafiare todo lo que aprendió, para satisfacerme o satisfacerlo…

Le mire con una expresión apasionada, excitante, no lo iba a negar ese tipo de juegos me gustaban, “Vamos ven por mi”, no paraba de repetirme aquel deseo.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Mar Ago 02, 2011 2:18 pm

La justificación, la excusa que el vampiro utilizaba para con Ezequiel tenía sus puntos a favor pero no por eso dejaba de ser una maldita falacia. Tanta hipocresía de su parte lo conducía a regurgitar todo ese odio que tenía en contra de los de su raza. Podría perdonar a las brujas, quienes con sus conocimientos han conseguido encontrar alguna cura para los males de la humanidad, también disculpa las ofensas de los licántropos quienes en su ignorancia al ser una bestia consumida por esa tonta ira reprimida de su maldición, no pueden detenerse y al despertar de su letárgico sueño sufren eternamente una condena cargando las muertes que los acosan cada luna llena. ¡¿Pero a un vampiro?! El dolor no le permitía pensar con coherencia o quizá era la única forma en la que el cazador encontrara su sano juicio dentro de su cabeza.

Arqueó una ceja autoproclamándose escéptico a las palabras de Dunkelheit, le costó trabajo admitir que en ocasiones no se puede hacer nada para cambiar algo que ya ha sido tallado en la lápida de la vida, con cincel y sin oportunidad de borrar las letras que la adoquinan. La filosofía de alguien como él no cambiaría en lo absoluto las acciones que ejecutan para “calmar su dolor interno”. -¿entonces matan para no sentirse miserables? ¡Eso es más que patético!- Escupe entre dientes jadeando. Ya está viejo para eso, pero eso no le resta habilidades que con el paso del tiempo se han perfeccionado. Era una batalla y las palabras carecían de contexto en un lugar que sólo tiene tiempo para la acción. El viento sopló haciendo chillar de miedo a las ramas de esos árboles que los rodeaban. Una rama cayó sobre el mármol de un sepulcro y su estruendo se escuchó por encima del silencio que los separaba a ambos. El clima había cambiado.

Una fuerte ventisca con gélido aliento, cubrió la espalda de Ezequiel, provocándole un estremecimiento letal. Las distracciones tenían que esperar, estar atento no es una de las alternativas que pudiera o no tener, dejar que el nosferatu acaparase toda su concentración tiene que ser uno de sus objetivos principales. El abrigo, característica esencial de todo buen cazador, esconde debajo de sus cobijas las armas que servirían para atormentar al vampiro o darle una muerte lo más dolorosa posible, proporcional a la cantidad de víctimas que sus colmillos han ejecutado. Frunciendo el ceño, torciendo una mueca en sus labios ¡El desgraciado se mueve rápido!, le dio inicio a un juego letal. Del bolsillo de sus pantalones sacó pequeñas cuchillas de plata bañadas con veneno, una simple cortada en la piel de cualquier estirpe y la piel se infectaría, lo ha dicho antes… tiene que agradecérselo a las brujas. Las arrojó contra Dunkelheit. Quien sería un maldito infeliz si lograba escaparse de ellas.

Estático en medio de dos lápidas estoicas, cerró sus ojos para agudizar sus sentidos. En la obscura noche que se ceñía sobre ellos, el inmortal poseía la ventaja sobre el humano. Cualquiera lo sabe, ellos son herederos de las tinieblas y cualquier criatura que more en la luz del sol perecerá en su territorio, pero no Ezequiel… El entrenamiento en las mazmorras de la Iglesia tenía que servir de algo ¿no es así? Se concentra en escuchar cada diminuto sonido por sordo que fuera, percibir el aroma de sus movimientos y adelantarse a las acciones que le cruzaran por la mente. El viento cambió de dirección. No hizo falta abrir sus ojos y apuntar para lazar la última de sus cuchillas, simplemente usó sus instintos de asesino y con todas sus fuerzas arrojó el arma blanca contra un enemigo invisible. Está sí dio en el blanco. Su piel. En pocos segundos el veneno consumiría el cuerpo del inmortal y Ezequiel cantaría victoria.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Mar Ago 16, 2011 11:42 pm

¿Qué si dolía?, ¡Claro!, por supuesto, me sentía vivo, el dolor es la prueba de eso, desde hace milenios que nadie se atrevía a lo que Valentine, ahogue una carcajada irónica, ¿Quién lo diría?, el campo santo se convirtió para mí en terreno peligroso. Escuchaba el sonido del agua venir a mí, el olor a naturaleza que se mecía con el viento y al cazador que ya cantaba victoria, de un momento parecía que algo me había eclipsado. Había sido estúpido de mi parte retar a alguien como él, volví a mis monólogos, me resistí a mostrar expresión alguna ante el dolor, era mejor no inmutarse, no quería parecer más patético de lo que ya. Parecía que la rata se devoro a la serpiente. En uno de sus descuidos más estúpidos que le está costando la vida.

Por una parte estaba completamente extasiado con el dolor, era como volver al paraíso, me introduje a un vicio es que era dolorosamente delicioso, pero no me iba a dejar caer, no quería ser uno de esos hombres poderos y estúpidos de la antigua roma. Apenas y podía articular palabras dentro de mí, me incorpore de nueva cuenta, arrojándole una mirada que le decía ‘Esto no es nada’, no quería dejarme guiar a los brazos de Morfeo, no aun no. Pero a su vez mi parte humana estaba cansada, debilitada, porque ya había pasado por mucho, sufriendo por no sentir, por no amar, por no vivir, por no respirar o el simple hecho de engendrar una familia. Parecía que el dolor quería escapar en lágrimas, aquellas que mi lado ‘amable’ deseaba sacar en un estallido. ¡Pero no delante de un humano!, eso sería aun más vergonzoso.

-Si pudiera expurgar mis pecados, ¿Sería dios capaz de extender su mano también a este ser? – Saque el puñal con todas mis fuerza al articular esas palabras, jugueteando con ella entre mis dedos, mientras apuntaba, para lanzársela, mi piel se calcinaba por donde había herido, pero mi resistencia era buena, mi sangre no cualquiera, casi podía considerarme el rey de las tinieblas, el sol estaba demás incluso para darme muerte, el gélido poder me anonadaba, me hacía temblar de rabia y de emoción, toda una contradicción.

Acompañado con las ráfagas del viento, con la oscuridad de mi parte y con el olor penetrante del veneno que hacía mi cuerpo debilitarse por momentos, le acorrale, por detrás, posando el filo del el puñal en su garganta mientras mi gélida respiración parecía susurrarle al oído. – Justo ahora me siento miserable y quizá tu muerte reviva mis ánimos, aunque el dolor es magníficamente delicioso. – Esta vez no reprimí ninguna carcajada. El viento mecía el panorama a su antojo, al igual Valentine, era un experto, no se dejaría vencer por una simple amenaza, las palabras no eran necesarias, no me servían de nada, porque esto era una guerra, el hecho es que me odiaba y él se me antojaba como un bocado más, pero no iba a ceder tan rápido.

Denigrante parecía que un simple humano me hiciera cenizas y viera mi piel fundirse con el fuego, aunque por dentro lo deseaba desde hace tiempo, el cielo me decía que no me recibiría y mucho menos el infierno no hay lugar para nosotros, más que la tierra y la oscuridad fuimos excluidos, pero tampoco nos dejaban vivir el exilio. Éramos como leones en un sitio plagado de gacelas, obviamente no lo íbamos a desperdiciar, pero estas estaban hartas, de que acabáramos con ellas a nuestro antojo.

Me recargue en su hombro, posando mi vista en su rostro, mirando como el puñal se acercaba mas, apenas y el filo logro rozarle vi un encanto de hilillo rojo, me humedecí los labios, se me antojaba. - ¿Crees en dios? – pase mi frio rostro muy pegado de él, seduciéndolo, mientras mis labios dejaban escapar aquello, resbalaba por su sien mis palabras llenas de ironía. Con la otra mano libre tome su mentón obligándole a verme. – Puedes reunirte con ‘ellos’, si quieres, seguro que les extrañas – Quería encontrar el vacio en su mente, mientras más clavaba mis orbes sobre los del cazador. Quería llevarlo a aquel preciso momento en los que sus recuerdos eran joviales, necesitaba ver todas aquellas imágenes con claridad, atrapar el corazón de ese humano y llevarlo a ese momento, mientras terminaba fundido en el paraíso. Cargado en la fúnebre oscuridad. Durmiendo para siempre.


[Creo que me quedo extraño, disculpas por eso]
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Mensaje por Ezequiel Valentine Jue Sep 22, 2011 10:27 pm

Los monstruos son bestias por sus acciones no por lo que son, es por ello que Ezequiel no cazaba a cualquiera, se decía entre las tropas de su clan que él era lo bastante flexible como para dejar con vida a alguien que le mostrara sus sentimientos, esos que él mismo ha presumido dejar en el pasado, su conciencia sabe que no es así. Su contrincante tenía todas las de ganar, no porque fuese un demonio hábil, si no porque la noche suele cegar a los mortales y a ellos los engrandece con su mirada profunda. El clima cambió, su cantico fúnebre se ciñó sobre Ezequiel, el frío golpeó su espalda, no lo podía ver a la perfección pero una criatura que confiesa semejantes palabras y se mueve entre las sombras como si se tratara de una de ellas, significa que ha vagado durante largo tiempo por el sendero de la nada y la miseria. ¿Existe peor condena que eso? Para Ezequiel, el infierno no existe después de la muerte, para ese maldito cazador el infierno es saberse vivo sin poder sentir nada… Sin poder apreciar el amor de una buena mujer, sin jactarse de haber rosado las cálidas mejillas de un infante, sin poder encontrar en el fuego un lado reconfortante en las noches de invierno o apreciar el olor en el perfume de una dama. Entonces piensa… ¿Los colores del cielo se pierden en la oscuridad de la noche? En definitiva sí.

Entender el sufrimiento ajeno es saber que se ha vivido algo mas o menos parecido, Ezequiel había estado sumergido en sus recuerdos durante tanto tiempo que se había olvidado de la vida… Quizá aún esté esperando esa señal de esperanza que le hace falta, la cuestión aquí es ¿Será capaz de cambiar si se le presenta la oportunidad? La venganza es en todo lo que piensa y aún está decido a cumplirla porque por algo está en las filas de los cazadores, por eso es por lo que lucha… La razón para levantarse día con día, el motivo por el cual no se dejaría morir esa noche. El recuerdo de su esposa lo golpeó por lo bajo, estaba distrayéndose. El vampiro atacó. Su propia arma se empuñaba contra su cuello, como hombre cuidadoso sabe que el veneno no provocará la misma reacción que en la piel del inmortal, le ha bebido suficiente brebaje como para ser inmune, no es la ponzoña quien le asusta si no el filo del puñal. Muecas torcidas en sonrisas pretenciosas, ambos están jugando con la psiquis del otro, se divierten, son un par de predadores que esperan pacíficamente la oportunidad para atacar, extender el tiempo en que su víctima agonizaría. Sólo así lo patético de sus vidas se resumiría a la satisfacción en su sádica libido.

-Si usted no se perdona a sí mismo, no espere misericordia de Dios- Era notable el desprecio que Ezequiel sentía, una frase que perturbaría a la mayoría de sus seguidores y a aquellos que lo rodean dentro de la Iglesia, pero no por deja de ser tan certera como el mismo cazador. Miles de filósofos han muerto sin ser reconocidos, quizá él sea uno de ellos y su ideal es que no existe cosa más grande que el mismo hombre… Los ángeles, los demonios; todo deriva del mortal. Sintió como una gota de sangre corrió por su garganta, la amenaza estaba inscrita en sus palabras, es verdad que no eran necesarias pero una batalla en silencio parece aburrida y carente de sentido sin antes haber sido incitados por los insultos que el orgullo no se tragará. La pregunta del inmortal es una burla, la respuesta de Ezequiel…-Aunque crea en él no vendrá a salvarme- Encaró a Dunkelheit y le sonrió. Sus ojos resplandecían e un negro profundo, más oscuro que las tinieblas del infierno.

No puede tentarse el corazón delante de una bestia que ha demostrado ser eso precisamente. –De querer reunirme con ellos, ya me habría arrancado la vida yo mismo… Mientras lo resuelvo, hay algo más importante que tengo que hacer…- Maniobró su cuerpo con la velocidad que su humanidad le permite, dobló sus rodillas y se agachó lo suficiente como para perder de vista la daga que lo amenazaba, extendió su pie y giró sobre el otro para así derribar al vampiro. Ahora lo tenía donde lo quería, en el suelo. Cogió una de las balas de madera que lleva en el bolsillo izquierdo de su abrigo y la clavó con la fuerza de su palma en la garganta del vampiro… Aún no estaba preparado para matarlo, pero al menos ahora sabía que no hablaría más. Toma otra bala y la ubica ahora en su pecho a sólo dos centímetros a la derecha de su corazón muerto. Se carcajea en so rostro, el aliento de Ezequiel despide la adrenalina que no había sentido desde hace varios meses. La última vez, siguiendo el rastro de Nasic.

FDR: Perdona mi demora.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Miér Sep 28, 2011 6:20 am

Aunque se me dejara ciego, sordo, aun no era mi hora, la muerte me ha negado sus puertas, esta vez lo haría de nuevo, no me permitiría caer a ese ‘paraíso’ comparado con ese infierno, arrepentirme, no seres así no se pueden arrepentir, porque lo pagamos en esta mísera eternidad lo vamos pagando. No existía dios. Cuando tengo los fuertes deseos de matar soy un noctambulo armado de dientes que rasgan la carne como los perros de guerra, aquellos perros romanos poderos y temible y con las garras como un maldito cuervo que se abalanza contra la carroña, pero hacia tanto tiempo que no sentía esa atracción por matar, por beber, porque Valentine emana una predilección por la conquista sobre mi putrefacto ser. Una descarga de desesperanza los lleva a la matanza, quieren alimentar sus deseos con mi sangre, no es el primer cazador del cual soy presa, ahora siento lo que aquellos moribundos y abandonados seres de los cuales proporcionaron su vida a mí, vieron en mis ojos, observo al cazador, es estúpido, me he quedado inmerso en el monologo ensimismado a un limbo, mientras pre visualizó lentamente la engañosa luz de la luna, cubierta por las benditas níveas nubes que me precipitan a un mal golpe.

Me dejo mecer con el firmamento, como si fuera la última vez que lo fuera a admirar, no tengo miedo, solo es esta sensación lejana que se refugia en mi interior, los humanos cualquiera intentan negociar con su dolor, pero los depredadores como Valentine se saltan el dolor y aseguro que sus víctimas son condenadas, al igual que las mías, apenas evoco una figura en su mente, que me distrae, quiero descifrar lo que esconde y atacar ese sentimentalismo del cual huye, del cual yo no entiendo. En mi caso ir lento era una tortura para ambos, escucho su lenta respiración, los latidos de su corazón y dejo que esa gota de sangre me invite a danzar sobre la ansiedad, sobre el desespero que siento al imaginar mi lengua sobre su cuello armándome de los colmillos para penetrar tan jugosa y letal piel.

Me dolía la mandíbula por el simple hecho de querer morderlo, pero en lugar de hacerlo, me embriague con su aroma, meneándome hipnotizado por la gota de sangre que placenteramente me hacía sentir un éxtasis al hacer temblar cada milímetro de mi piel, llegando a alterar mi sistema nervioso, me temblaba la mano sobre aquella cuchilla, demostrar debilidad era el delator mas grande. Pero una tentación intensa y toxica me llamaba a la delgada línea entre la ‘vida y la muerte’ Sangre a cambio de dolo, ese era nuestro corrupto pacto esa noche.

Un mudo dolor, emitió el ahogado grito en sobre mi garganta, me perdí completamente contra el peso de la mano de Valentine y la negra sangre que fluía a borbotones, dulce sangre se derramaba artísticamente sobre el abrigo blanco como las engañosas y envidiosas nubes, ahora ya no estaba seguro de cuan tal delgada era la line de la vida y la muerte y lo fácil que sería para mí caer en ella, hasta que aquel maldito corazón explotara a causa de una bala, entonces no existirá nada más que el vacío y obsoleto quedaría el nombre, la muerte ha venido de visita, ¿Le rogaría para que parase? ¿Le suplicaría?, o simplemente ¿Le enfrentaría y huiría de su tranquilizador y hechizante sueño?

La espesa esencia brotaba de mí, mi cuerpo se adaptaba a los cambios que no sufría hace milenios, saque fuerzas de quien sabe dónde al ver los orbes de Valentine sobre mí apuntándome con lo que sería el punto final, al mismo tiempo sentía saciedad y debilidad, pero excitación y seducción por sus gestos, como un arrastrado y ponzoñoso ser, tuve que refugiarme cerca de aquel piadoso ángel de mármol que solía visitar, adornaba la tumba de un ‘anónimo’ pues jamás tuve el honor de leer las inscripciones, de a quien le rogaba tan bello rostro por piedad a dios. Trate de emitir gemido alguno, articular palabras, pero era mi mente quien ahora las escribía y las lanzaba telepáticamente a un vacío inmerso en la nada, pero tampoco iba a pedir ayuda, trate de sacar la bala con las garras, así me desgarrara la piel, cerraría un poco lento pero rápido a su vez, sin embargo no la encontré. ¡Maldita sea!, me costaba admitirlo pero estaba jugándome esta mísera existencia y no estaba dispuesto a renunciar a ella.

Estoy bendito y maldito al mismo tiempo, pero sigo ‘vivo’, aunque Valentine me buscara, ahí lo esperaba, no iba a huir, no aun, arroje la primera piedra a la muñeca de aquella mano que sostenía el arma, haciendo que cayera y ágilmente estuve de nuevo ante su presencia, con un aspecto mucho más espectral y débil, aunque seguro, me acuclille por el arma, ahora estaba en mis manos, pero no la iba a usar contra él, para eso yo tenía las mías, aunque las miradas fueran de puro odio, rencor y desprecio, estábamos dispuestos a todos.

He de admitir que el pequeño chorro rojo que recorre su cuello, me ‘pone’, me calienta, me excita, todos tenemos nuestras perversiones, incluso los muertos, y quiero más aunque este sea letal, pienso que ambos nos iríamos directito al infierno, juego con el arma entre los dedos, flexiono cada musculo de la espalda, de mi garganta que ahora se inunda en dolor, derramando por los colmillos el espeso liquido escarlata, ofrezco el objetivo perfecto, al encararme con él y tomarlo sin dudar del cuello de sus ropas, mostrando los blanquecinos colmillos, como si un trofeo presumiera, y clavo los incisivos en su brazo derecho con fuerza, observando como la mancha se extiende por las ropas, me obligo a escupir la sangre, mordiéndole una y otra vez y es que me ‘pone’, me calienta, me hace hervir, y soltar un gemido apenas audible por la maldita bala en la garganta, el que sea toxico, lo hace endiabladamente excitante.

Pero lo sé, aun cuando le suelto y las garras se pasean por todo su torso desgarrando la frágil ropa, admirando la desnudez de este, él me sorprenderá en esta noche, es francamente difícil que algo me sorprenda, pero eso es lo interesante que tiene Valentine, observo una y otra vez con una dedicación libidinosa como se abre su piel, cuando por segunda vez paso las garras sobre la desnuda y blanca piel de sus músculos, noto como se abren lentamente dejándole el rastro de la sangre.

En medio del silencio escucho como contiene el aliento, pero no se mueve aunque desee que lo haga, es su gesto de aburrimiento, expongo mi corazón a su mortal antojo, cada vez hay más silencio y aunque intente seducirlo con miradas y sangrientas caricias claro que no sedera. Se queda como una exquisita víbora quieta e hipnotizada fingiendo con esos gestos evidentes, esperando el momento para saltar y atacarme por la yugular. Y aunque la sonrisa que le dedico sea de mera incitación a buscar su coraje sigo con el aburrido juego, de casi desnudarle para mi propio morbo, de morderle una vez más cerca del hombro, burlándome del veneno que contiene, pero eso no daña la fortaleza que los siglos me han dado, aun de inmortal he sido envenenado por el antiguo brujo que fungió su papel de padre, contra este ser que ven aquí. Un alquimista más viejo que yo, alguien que me enseño en carne viva lo que es ser envenenado, me pregunto ¿Qué más tiene Valentine para llevarme al infierno?, el sabor de su sangre me pone al mil y siento la adrenalina subir, deseo desgarrarle el pecho y sacar su corazón para mi deleite total.

Le tomo del cuello, en un acto de sumisión por las circunstancias y dejo que el eco de sus carnes, de su espalda se escuche al tocar brutalmente el suelo, sin dudarlo estoy ahora encima de él, sus manos son peligrosas lo sé, aprieto aquella tráquea con facilidad, descifro las expresiones en su rostro, he perdido la cordura, pero con esa mirada está provocándome, seduciéndome, haciendo equilibrios deslizo mi rostro contra el suyo, hasta besar la comisura de sus labios y aspirando su aroma deslizando la nariz entre su oído y sus cabellos, no puedo evitarlo, me dispongo a correr riesgos lamiendo lentamente la piel de su cuello, de aquella regordete vena que se aprecia a la perfección, dejo que los colmillos le rocen abriendo un poco su piel, me dejo arrastrar por el olor y el viento en una ráfaga lo intensifica, en cuestión de segundos, aunque me dañe, haré que comparta tumba con su esposa…. Aquella silueta que evocaron sus recuerdos.


Lamento si quedo largo y extraño, creo que extraño, creo que perdí la cordura.
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Mensaje por Ezequiel Valentine Vie Oct 14, 2011 9:14 pm

Maldito sea el instante en que decidió ser cazador sin tener la fuerza suficiente para conseguirlo. Estaba enterado de las ventajas que los Cainitas adquieren cuando pagan con su alma aquello que llaman con ternura eternidad y que no es otra cosa más que la condena de estar aquí, observando la vida pasar sin poder acercarse al paraíso ó disfrutar del infierno. Pero si a ellos no les importa ¿Por qué habría de preocuparle a él? Los segundos que pasaron a su lado parecían ser eternidades que no perecerían nunca. El frío golpeaba su cuerpo, la incertidumbre abofeteaba su rostro, no conocer el suelo que pisaba y la cueva en la que se metía era una equivocación que podría hacerlo pagar con su vida, pero no podía perecer en una simple batalla, ha tenido a varios contrincantes que presumían de grandeza, poder y demás cosas infames y de igual forma su cabeza fue cercenada por la espada de Ezequiel, esa criatura no suponía ninguna excepción. El mundo continuaba girando mientras ellos se aferraban a una batalla a muerte, las horas pasaban desapercibidas por ellos, parecía que flotaban en el espacio, tratando de complementar una guerra con filosofía amarga en su existencia. La melancolía se respiraba en cada jodido rincón del camposanto y ninguno de los dos lo sospechaba.

El enemigo se refugió a las espaldas de un ángel con mirada misericordiosa, algo que no pasaría jamás por los pensamientos de Ezequiel para ellos, a menos que… Todos necesitan aliados, algunos sólo buscan ese tipo de lazos por propia conveniencia y si ese cazador no lo hubiera hecho con ella, no tendría derecho a llamarse humano. Un par de gotas con sangre putrefacta nutrieron la tierra estéril del cementerio, proclamaron la eternidad con un gemido que bien pudo escuchar aún cuando su sentido fuera sólo un vestigio de las habilidades con las que cuenta aquel vampiro. Siguió su rastro, se estaba carcajeando internamente por haber conseguido alguien que le impusiera un reto, eso es justamente lo que describe a un hombre, la competencia. Ezequiel clavó su mirada en los movimientos casi invisibles de Dunkelheit. Un acto desesperado o inteligente, depende del cristal con el que se haya visto. Su arma cayó al suelo por culpa de una aguja punzante que golpeó su muñeca, no era otra cosa más que una piedra tratando de atravesar su piel, consiguió adormecer esa extremidad del mortal, se quejó… Él no era lo suficientemente ajeno al dolor como para fingir que lo ha disfrutado, puede que sí, tal vez no tanto como lo desearía, pero al final el berrido de su garganta demuestra que sigue siendo sólo un hombre.

Aturdido por la rapidez, confundido por el giro que ha dado la batalla, trató de enfocarse en la sombra que lo acechaba tan de cerca. Sus orbes en ningún momento perdieron de vista lo que su oponente trataría de hacer, incluso él mismo deseo poder leer sus pensamientos, así se daría cuenta que no son tan diferentes y que la desgracia que ocurrió en su pasado es sólo migaja de todos los males que han poblado la tierra desde el inicio de todos los tiempos. Pero es un hombre ciego y no lo aceptará, al menos que Âmar se lo pidiera, por ella sería capaz de todo, por desgracia esa mujer estaba muerta, culpa de uno de ellos y esa era la razón por la cual pasara lo que pasara no podría despedirse de la vida sin haber cobrado su venganza, sin haber encontrado el rostro del miserable que asesinó a las dos personas más importantes de su vida. Gruñó cuando el infeliz desgraciado atrapó el cuello de su camisa, amenazándolo con esos afilados caninos, aún más se desconcertó cuando mordió su brazo, no era un vampiro estúpido, no era un contrincante cualquiera, el veneno le sabía, Ezequiel comprendió que esa criatura tendría algún tipo de experiencia. Una y otra y otra vez fue mordido, la misma cantidad de veces en que su sangre fue regurgitada desde las fauces del vampiro, ¡Vaya forma de atormentar a un hombre! El cazador y su orgullo no permitirían que él viera la derrota.

Heridas en su pecho aparecieron tras el paseo de esas garras infernales sobre su piel, la sangre emanó de ellas cual agua en un manantial desconocido, jodidamente escarlata, incitando a la depravación y el hambre del demonio. Sería una jugada idiota el golpearlo con las manos, pero tampoco es que se quedaría ahí sin hacer nada, esperando que abusara de él sólo porque su debilidad así se lo imponía, pero no puede moverse. Otra mordida más y observó como es que se refleja en los ojos de su enemigo ¡Maldición! Conocía la fama de su depravación pero no de esta manera. Ezequiel ruge desde el interior de su ser y rompe con esa maldita barrera electrizante que había depositado su poderosa seducción en él. ¿Sería el primero mortal que haya logrado evadir el poder de una mirada hipnotizante? Si él lo hizo, cualquier otro podría hacerlo. Aprovecha el ¿descuido? de Dunkelheit cuando expone la única debilidad que tienen los vampiros ante un cazador. El corazón. Con el pulgar de su mano izquierda trató de clavar a profundidad la bala que aún permanecía en ese pecho marmóreo. Pero fue azotado en un sordo movimiento, su espalda besó el suelo, pero alguien más lo besó a él. Las facciones de su rostro fueron inescrutables, Ezequiel no pensaba nada porque las marcas de esos dedos apretujando la tráquea y la casi estrangulación, lo habían dejado bastante desconcertado y fuera de sus facultades mentales. Pasados los segundos, aproximándose cada vez más el retorno del astro rey, la voz de su fallecida esposa. Su voz lo trajo del más allá, al fin reaccionó… Levanta su rodilla y de la fina línea que separa la tela de su pantalón con la piel de su bota, saca una pequeña daga que es clavada justo en el mismo lugar donde fue clavada la lanza a Jesús en la cruz. Con la fuerza sacada de un suspiro.
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