La chica del granero [Amaris Thervasi]

El golpecito en el hombro me hizo abrir los ojos de par en par. Me encontraba en la carreta, durmiendo al lado de mi hermano Vittorio, el cual ya se había despertado y de paso me había despertado también a mí. Lo miré con enfado unos segundos y después me dispuse a levantarme. Si me había llamado por algo era.

-¿Qué sucede?-le pregunté tratando de no alzar la voz para no despertar a mis otros cinco hermanos. Los miré al escuchar el rítmico sonido de los trillizos y sonreí. Bendito sueño profundo.

Vittorio se puso la camisa y me miró con el ceño fruncido. Se asomó por una de las ventanas de la carreta y lo imité. Había un gran revuelo en el exterior. Miré a mi hermano, confusa y él se encogió de hombros.

-He oído gritos-me dijo, mientras salíamos afuera. Yo me había puesto un sencillo vestido de color rosa pálido con un bonito broche que mi hermano me había regalado recientemente-. No he entendido muy bien lo que decían, pero debe de ser algo peligroso...-Me miró-.Ve al granero y ordeña a alguna vaca para el desayuno, por favor. Iría contigo, pero ya sabes que tengo que ver lo que pasa por que...

-Por que mientras padre no está tú eres el cabeza de familia y has de protegernos, sí-completé la frase por él con una sonrisa. Me puse de puntillas para besar a mi querido hermano mayor en la mejilla y me despedí de ir para ir al granero, donde descansaban los escasos animales de granja que teníamos los gitanos. Suspiré y lo vi alejarse hacia el grupo de gitanos que se perdía cerca del bosque gritando cosas. Me encogí de hombros y caminé hacia el granero, no sin coger antes un cubo para llenarlo.

Cuando entré una de las vacas mugió, como saludándome. Le sonreí y me senté cerca de ella para comenzar a ordeñarla. Agarré sus ubres y empecé la labor tarareando una canción para mis adentros. Era relajante ordeñar vacas. No había que hacer demasiado esfuerzo y si lo hacías bien ellas se tranquilizaban enormemente. Cuando hube terminado me despedí de la vaca con una palmada y salí afuera con mi recién obtenido y deliciosa leche. Iba ya a marcharme a casa a refugiarme cuando me di cuenta que el broche que llevaba en el pecho se había desprendido, seguramente mientras ordeñaba. Dejé el cubo a un lado del granero y volví a entrar a buscarlo.

-¿Dónde demonios está el broche?-me pregunté en un susurro gateando incluso por el suelo en busca de la joya. Me acerqué a un montón de paja y entonces lo vi brillar en el suelo. Con una sonrisa me abalancé sobre él y lo agarré. Pero la sonrisa no duró mucho...Al alzar los ojos me encontré cara a cara con un ser que me puso los pelos de punta. Gracias al don gitano de reconocer a los seres sobrenaturales supe lo que podía ser.

Me disponía a gritar hasta que él clavó su mirada en mí y su voz retumbó por mi mente, ordenándome guardar silencio. Aunque mi voz deseaba salir mi cuerpo no le obedecía. Una mano fuerte salió de entre la paja y me arrastró al interior con él. Me quedé mirándolo fijamente aún con el broche en la mano y entonces pude hablarle en un susurro.

-Tú eres un...-tragué saliva. Había conocido a lobos y brujos, pero los vampiros siempre me habían quedado lejos. Se contaban historias tan horribles de ellos que prefería mantenerme alejada de cualquier zona que pudieran habitar. Ahora uno de ellos se había acercado a nuestro campamento-. ¡Tú eres el que ha amado todo este revuelo!-le dije-¿Qué has hecho?-si mi gente estaba tan nerviosa tenía que ser algo horrible.

Me prometió que los míos estarían a salvo y luego volvió a clavarme aquellos ojos suyos, ordenándome que cerrase el portón. Me soltó y una parte de mí deseó salir corriendo de allí y dar la voz de alarma. Pero otra parte, más poderosa y dócil, obedeció a las palabras del muchacho. Me acerqué y cerré el portón. De repente él estaba nuevamente a mi lado, atrancando la puerta para evitar que alguien entrase. Se me cayó el ala a los pies de puro terror, pues podía pasar cualquier cosa.

Sus palabras siguientes me tranquilizaron un tanto. Parecía que realmente no quería dañarme y, además, decía no tener sed. Se tumbó frente al portón y se presentó con el extraño nombre de Des Yusei.

-Amaris-me presenté, tragando saliva, y sentándome yo también, aunque un poco alejada de él, aún temerosa. Era muy rápido.-Amaris Thervasi. Supongo que no, retenerme en un granero no es la mejor manera de habernos conocido-dije, en un arranque de valor.

Cuando preguntó quiénes éramos fruncí el ceño. ¿Quién no había oído hablar de los gitanos? Los terribles monstruos que robaban mujeres blancas para violarlas y se apareaban con demonios y brujos. Al menos esa era nuestra fama. Nadie nos conocía verdaderamente.

-Somos gitanos, Monsieur Yusei-le expliqué,cogiendo un trocito de paja y quebrándola entre mis dedos-. Vivimos en mitad de los bosques y leemos la buenaventura a todo aquel que quiera saberla. Comerciamos con artículos artesanales y creemos en la magia, los espíritus y los seres sobrenaturales-lo miré-. Cosa que es cierta, por lo que veo.

Sí, pronto mi gente me buscaría, pensé, recordando a mi hermano. él siempre andaba preocupado por mí y no tardaría en preguntarse donde demonios me escondía. El primer lugar en el que miraría sería en éste, sin duda. Cuando dijo que se metería en problemas alcé las cejas, sorprendida. Mi sorpresa fue aún mayor cuando me tocó el rostro y me pidió que calmase los ánimos.

-Si te ven no habrá calma-le dije, tragando saliva-. El único modo de salvarte sería volviéndote a esconder...¿Por qué estarías en problemas?-le pregunté, curiosa.

Me llevé las manos a la boca cando dijo que podía acabar con todos. Lo último que yo deseaba era una matanza en mi campamento, mi adorado campamento. Negué con la cabeza violentamente cuando me preguntó si le delataría.

-Jamás pondría en riesgo a los míos-le dije, quizás con algo más de fiereza y pasión de la que pretendía. Amaba a mi gente, aunque algunos desconfiasen de mí por parecer más una mujer blanca que una gitana. No toleraría daños. Aunque se me fuese la vida en ello.

Posó una mano en mi cintura y me acarició el rostro con delicadeza. Sentí la sangre agolpándose en mis mejillas, haciéndome enrojecer. Siempre me pasaba cuando algo me daba mucha vergüenza o me causaba algo de temor. Lo miré en silencio cuando dijo que mi rostro le traspasa algo de tranquilidad. Mi expresión cambió y se tornó furiosa-o todo lo furiosa que yo sabía estar, que no era mucho- al mencionar a mi hermano mayor, a Vittorio. Quizás porque de los seis, era el más importante para mí.

-No tendrá que indisponerse con nadie, Monsieur-le dije, fríamente, aunque por dentro, el miedo de que hiriese a mi hermano me comía. Me besó la mano derecha-. No dejaré que mi hermano venga aquí o se preocupe por mí.

Si algo tenía que suceder, que me sucediese a mí, no a mi adorado Vittorio. Para mí mi hermano era como el príncipe de los cuentos que rescataba al hermosa doncella. Si a él le sucedía algo yo ya no tendría jamás un caballero andante.

Me aparté un poco del vampiro, tratando de poner distancia. Me estaba acariciando demasiado y eso me inquietaba. No sabía mucho de relaciones entre hombres y mujeres-nadie me lo había explicado demasiado bien-pero sus caricias y sus miradas me hacían sospechar que, si no me controlaba, podía llegar a pasar algo.

Segundos después de nuestro "acuerdo", Vittorio comenzó a golpear la puerta con fiereza. Gritaba mi nombre, asustado. Me puse nerviosa al instante y las manos comenzaron a temblarme, al igual que el resto del cuerpo. ¿Y si Des perdía la paciencia y lo heria? ¿Qué iba a hacer sin Vittorio? Tragué saliva, en silencio y entonces le dije, con la voz más calmada que pude:

-¡Estoy aquí, Vittorio!-tratando de aparentar indiferencia.

Se partió un trozo de la puerta bajo sus poderosos puños y consiguió abrirla y entrar. Me abrazó con fuerza y pude oler el sudor. Sin duda había venido corriendo hasta aquí. Me acarició el rostro mientras acelerado y algo enfadado me hacía una pregunta tras otra. Las contesté como pude, argumentando que sólo quería gastarle una broma atrancando la puerta y que al final no había podido salir. Cuando me preguntó si alguien me había hecho daño, mis ojos se dirigieron hacia donde Des se escondía. Sus palabras retumbaron nuevamente en la mi cabeza y negué, asegurándole a Vittorio que me encontraba en perfecto estado.

Agarré a Vittorio con fuerza cuando volví a sentir los pensamientos de Des. Miré a mi hermano de tez morena con la respiración acelerada.

-Deberíamos volver a casa-le dije-. Seguro que ya todos están en pie-le dije, obligándole a salir al exterior.

Antes de cerrar el portón miré una vez más hacia la paja, donde sabía que estaba él. Entrecerré los ojos cuando lo volví a escuchar, citándome en la oscuridad, un poco más tarde. Suspiré y murmuré, lo suficientemente fuerte para que él lo oyera pero no mi hermano.

-No prometo nada.

Me marché con Vittorio sabiendo, que mi curiosidad ganaría la partida y acabaría acudiendo a la cita con Yusei.

Suspiré y nos dirigimos a la carreta donde mis hermanos y yo dormíamos y esperé a que ellos terminasen de cenar y se uniesen a la hoguera que se había formado en el exterior, alrededor de nuestras carpas y carretas. Cuando todos estuvieron distraídos, salí de la carreta y me escapé, no sin antes coger un cuchillo, y me escabullí hacia la linde del bosque, adentrándome un poco en él para que nadie salvo Des pudiera encontrarme.

Des apareció encontrándome cuando ya había avanzado hasta llegar a un pequeño arroyo. Escuché su voz y apreté con fuerza el cuchillo que llevaba, que él no tardó en descubrir. Me lo arrebató. Se burló de mí y yo misma me di cuenta de lo tonta que había sido al olvidar que a los vampiros sólo les hiere la madera. Lo miré, ofendida, y le dije:

-Era una medida de seguridad. Con el susto que me has dado en el granero no podía venir totalmente expuesta-le dije, poniendo mis brazos en jarras y mirándolo. Ahora me sentía extrañamente tranquila, quizás porque veía en su mirada que no parecía tener ninguna intención salvo la de hablar conmigo.

Me senté frente a él a escuchar su historia. Tenía diciesete años cuando le mordieron y venía de familia acomodada. No controlaba muy bien sus poderes, al parecer, pero parecía fuerte y ágil, por lo que supe que de todas formas podía manejarse solo. Lo mire, sonriendo y decidí contarle algo de mí:

-Yo tengo diecinueve años y soy adoptada-le dije-. No comparto lazos de sangre con ninguno de mis hermanos ni con mi padre y en el campamento me consideran maldita por el color blanco de mis cabellos. No tengo dinero-reí-. Y soy una gran cazadora con arco y flechas. Cuando nadie me ve, me gusta ir en pantalones...Sí, soy un poco rara-le dije sintiendo vergüenza. Incluso delante de un vampiro yo era la más rara de los dos.

Cogí un poco de hierba para pasarla entre los dedos y miré a Des. Me atreví a cogerle la mano con mucha delicadeza para mirar las líneas de su mano, de su futuro. Las estudié durante un rato, tocándolas y murmurando para mí misma en el lenguaje antiguo de los gitanos. Luego alce la mirada para clavar mis ojos verdes en los suyos.

-Vas a tener una vida interesante, Des Yusei. Tu línea de la vida se para pronto, como ya sabes al ser vampiro-dije, señalándosela-.Pero las demás continúan mucho más. Eres...-me reí-pasional y tienes suerte con el dinero.

Esperé haber acertado. Debido a ser solo medio gitana la gente solía cuestionar mis habilidades heredadas y eso me dolía.

-No si sé si al hecho de ser albina se le puede llamar "belleza" dije, con escepticismo.-Lo miré muy seria. Sonreí-. Y si, los pantalones son muchos más cómodos que las amplias faldas que solemos llevar las mujeres. Me parece una injusticia que vosotros podáis ir cómodos y nosotras tengamos que fastidiarnos de esa manera-dije, picada por la diferencia entre hombres y mujeres.

Des me escuchó algo incrédulo mientras le leía la mano. Parecía no creer demasiado en ello, aunque sí que era cierto que podíamos ver muchas cosas en ella. Las manos delataban nuestro pasado, presente y futuro, como las cartas del tarot.

Me preguntó acerca de los gitanos ladrones y fruncí el ceño mientras me mordía el labio. Yo había estado lo suficiente en la ciudad como para llegar a comprender un poco la manera de pensar de los gadjos, pero aún así me chocaba. Miré a Des, pensando como explicárselo para que lo entendiera.

-Para los gitanos el dinero en sí, las monedas y billetes-lo miré- no es importante. De hecho consideramos que no es honorable que un gitano viva bajo un techo de piedra o crea que un terreno es de su propiedad. Para nosotros todo sale del mundo y por tanto es de todos, por ello, aunque para los blancos algo que habéis comprado os lo habéis "ganado" para nosotros significa sólo un préstamo del mundo, que puede ser utilizado por todos-hice una pausa, esperando que asimilara-. Cuando robamos dinero es precisamente porque la gente a puesto un precio a los alimentos que salen de la tierra, de los animales...Cosa que nos parece injusta. Como ahora el mundo es así, nos adaptamos y hemos encontrado algunos trabajos, aunque no compartamos la idea que tenéis vosotros.

Supuse que no estaría de acuerdo. A los blancos era difíciles meterles otro punto de vista en la cabeza, aunque los gitanos adoptábamos múltiples. En fin, cosas de la raza y del misterio con el que unos y otros observaban el mundo.

Mencionó mi timidez hacia los hombres y me sonrojé. Le clavé una mirada enfadada y me crucé de brazos, muy seria.

-Señor, aunque tenga diecinueve años si quiero casarme como mi raza manda he de permanecer virgen hasta el matrimonio y...-suspiré-. mi madre murió y no pudo explicarme nada acerca de los hombres, así que es lógico que no sepa como tratarlos.

Entendí que no compartiese mis ideales. Eran estilos de vida muy diferentes, que casi no deberían mezclarse. Suspiré largamente y miré al joven vampiro que, apenado, se dio cuenta de que era lo que le aguardaba su sino...Todos sus seres queridos, familiares, amigos, amores...Todos se reducirían a la nada tarde o temprano mientras él seguía vivo por los siglos de los siglos. Lo miré, sintiéndome apenada por él, y en gesto tonto, le acaricié la mano y le sonreí, confortándolo.

-Haga algo bueno con su vida, Monsieur Yusei-le dije-. Hago algo por lo que merezca la pena ser un inmortal.

Tras una breve pausa, me atreví a acercarme un poco más para buscar sus ojos. Siempre me había impresionado ver a los hombres apenados, y esta vez o era menos. Observé al joven, que sería incluso más joven que yo por siempre, y sentí pena. Yo quizás algún día tendría hijos y crecería junto a ellos y las personas a las que amaba. él se quedaría quieto en el tiempo.

-¿Quién le convirtió?-pregunté curiosa-¿O fue su propia elección?-había mil caminos para llegar a ser lo que él era.

Me descubrí relajándome a su lado. Realmente parecía buena persona, aunque no dejaba de ser peligroso, después de todo. Suspiré mientras observaba mi vestido, que llevaba un trozo roto, quizás enganchado con algunos matorrales. Toqueteé el agujero distraída mientras aguardaba a que el joven me contase un poco más de su historia.

La noche había caído sobre nosotros con fuerza, y sólo la cercanía y nuestras pieles blancas nos permitían distinguirnos en la oscuridad. Supuse que él, con su visión de vampiro, sería capaz de verme incluso mejor que yo.

-¿Ha matado a alguien?-pregunté en un susurro que el aire se llevó. La pregunta me hizo erizarme hasta a mí. Temblé un poco y miré a Des de reojo, con mis ojos claros llenos de incertidumbre. o sabía por qué le había preguntado algo así, pero necesitaba saberlo.


off: perdón por esta tardanza, pero no sabía qué contestar...Tengo la inspiración off...

Escuché en silencio la historia de su conversión. El como había llegado a ser lo que era y como lo habían abandonado sin darle explicaciones. Aunque no estaba de acuerdo con que la vida eterna fuera perfecta, supuse que para gustos, los colores. Yo apreciaba a calidez de mi cuerpo y mi rostro expresivo. No quería llegar a ser nunca una no-muerta.

Con un suspiro cerré un poco los ojos mientras lo escuchaba hablar de a quiénes había matado. Humanos, licántropos...Parecía lógico, siendo lo que era, pero la imagen de la niña desgarrada que encontramos en el campamento no se iba de mi cabeza. Volví a abrir los ojos al escuchar lo de los cazadores.

-A mi madre la mataron cazadores. Para ellos los gitanos somos hijos de satán, una raza maldita...-suspiré largamente-. Nos suelen dar caza cuando les apetece y se cobran vidas y violan mujeres. Parece ser que las mujeres no les dan tanto asco-dije, con rabia contenida.

Aunque era bondadosa, cuando me enfadaba odiaba de verdad. Observé el brazo con el que Des me rodeaba y no me sentí desprotegida. Parecía de verdad que no iba a hacerme daño.

-¿Cómo cazáis los vampiros? ¿Puedo verlo?-le pregunté curiosa. Yo cazaba con arco y flechas, pero quizás ellos eran mucho más salvajes y animales.