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Amargos recuerdos en una noche de placer. [Noah] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Giulietta Di Noir Miér Jun 29, 2011 6:13 am

Conforme se acercaba la noche, me iba preparando para una velada más. Vivir en el burdel no estaba mal. Era libre de hacer lo que quisiese en cualquier momento excepto cuando me tocaba "atender" clientes. Así que, el tiempo muerto lo solía utilizar en tirarme en la cama y recapacitar sobre mi vida. Había dado un giro increíble, pero tanto en la clase alta como de cortesana me trataban como una muñeca. Un juguete que te sirve para cumplir tus propósitos. Me mordí el labio inferior con fiereza. Recordé la primera noche que pasé en el burdel. Dolor es la primera palabra que me viene a la mente. Después, placer. Y desde entonces, mi vida se guía por esto último. Hacer lo que me place porque me place, sin darle explicaciones a nadie. Me incorporé lentamente de la cama. Era hora de vestirse para la ocasión. Rebusqué entre mis vestidos. Cogí uno negro con un apretado corsé, que marcaba mis curvas. Comencé a vestirme con lentitud. Tenía tiempo, la noche no empieza hasta que yo no llego.

Tras cuarenta minutos estaba completamente preparada. Salí de mi habitación con una sonrisa que enmascaraba todos mis sentimientos. Era hora de jugar. Cuadré la mandíbula mientras entraba en el salón principal. El panorama de todas las noches. Tal vez hubiera por aquí algún noble al que poder sacarle dinero. Escruté a los hombres que se encontraban en el lugar, mientras sentía como algunos de ellos me devoraban con la mirada. Era demasiado pronto para decidirse por alguno. Me acerqué con paso lento hacia la barra.

-Una copa, por favor- le pedí al cantinero. El muchacho me observó y con una sonrisita decidió atenderme. Estaba a punto de comenzar a beber cuando noté que algo me presionaba el brazo. Ese algo tiró con fuerza de mí y me hizo girarme- Buenas noches, preciosa.- dijo el hombre que me tenía sujeta mientras se tambaleaba. Un borracho. Mierda. Intenté respirar hondo, pero las imágenes se agolpaban en mi memoria. Intenté desasirme, pero él tenía más fuerza que yo. Gruñí por lo bajo, mientras observaba con dolor a mi alrededor. No era un dolor físico, que también. Era más bien psicológico. Los recuerdos amenazaban con destrozarme interiormente de nuevo. El hombre me agitó mientras murmuraba algo que no llegué a entender con su boca pastosa. -Suéltame- le ordené con fiereza y con una mirada perturbada.
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Mensaje por Noah Dómine Miér Jun 29, 2011 5:56 pm

Una noche más en la ajetreada ciudad que constantemente está en movimiento. La función de la tarde había finalizado haría un par de horas, y ahora caminaba por las calles en dirección a un lugar que últimamente iba frecuentando. A decir verdad, una vez acabada su jornada como actor, le gustaba ver “actuar” al personal del Burdel por tal de conseguir las ganancias de quienes acudieran allí. Había quienes sí que llegaban a poseer genuinas dotes teatrales, mientras que abundaban los que conseguían engatusar a los clientes más desesperados o conformistas.

Además de para ver actuar al personal, otro de los motivos era que servían los licores más deliciosos de toda la zona. Beber allí le embriagaba más los sentidos que hacerlo en la Taberna, donde era frecuente encontrar sólo a gente ociosa, y no a quienes se ganaban el día a día. Aún a costa de su cuerpo. Pero nadie podía negar que hubiera quienes obtenían algo más que un desahogo… aunque también era cierto que abundaban quienes se buscaban los problemas.

Una vez más, se adentró en aquél mundo de lujuria y desenfreno (o de puro fingimiento), vestido con su más clásico y típico atuendo: una fina camisa blanca de franela, con los botones desabrochados de tal forma que dejaban entrever, con sus sinuosos y medidos movimientos, un torso cincelado que a muchas se les antojaría irresistible; unos pantalones de lino oscuros y una capa a juego que cubría desde sus hombros hasta sus tobillos, dibujando gráciles formas con el aire que pasaba entre la espalda del joven y esta prenda.

En esta ocasión se había demorado algo más de lo que solía hacer en sus visitas habituales. Ojalá que no se hubiera perdido lo más interesante de la noche.

Apenas alcanzó la barra cuando entró al salón una damisela que sin duda atraía las miradas más lascivas del personal, y no era para menos. Toda ella parecía ser una delicia celestial aprisionada en un cuerpo mortal. Al contrario que los voraces clientes, Noah la miró disimuladamente, escudriñando en aquél rostro angelical la sonrisa picarona que se dibujaba. Un buen intento: no dudaba que esa sonrisa la habría practicado en infinidad de ocasiones, pues se le antojaba casi natural. Pero para alguien que se dedica al mundo del espectáculo, puede apreciar las pequeñas diferencias de camuflar lo que no se quiere enseñar a hacer creer a los demás algo que no corresponde. El joven sonrió para sus adentros, pues tenía que admitir que la dama de compañía había hecho un esfuerzo encomiable y digno de admirar con esa actuación.

Cuando parecía que todo regresaba a esa rutina diaria de pedir una bebida y disfrutarla en soledad, sucedió que un cliente pretendía arruinar la velada a esa joven señorita con su aliento y sus malos modales. Sólo con el tono de voz que empleó bastó para que se le erizara el vello de su propia nuca, y la expresión de la damisela cambió con virulencia. De modo que era eso… un dolor que se reflejaba en toda su compostura amenazaba con tragarse su voluntad. Al principio, creyó que lo había interpretado mal pero sus oídos sensibles captaron el gruñido que ella le profirió, conteniéndose.

Entonces, improvisó.

Se levantó con presteza, la capa ondeando con elegancia y permitiendo que se escuchara el frufrú de la tela causado por el repentino movimiento. Se dirigió raudo hacia el cliente y la dama de compañía, pues se hallaban prácticamente en el otro extremo de la barra, y con una mano deshizo la presa del denigrante hombretón, apartándola de aquella pobre víctima, y su capa ayudó a ocultar de su campo de visión a la genuina belleza de la joven, cuyo resplandor parecía irse extinguiendo. Noah se inclinó ligeramente, de modo que ella y sólo ella pudiera verle su rostro: se adivinaba cierta picardía pero, ante todo, se apreciaba en él una muda disculpa.

Querida míaesta vez me has hecho esperar mucho más de lo normal –habló lo suficientemente alto como para que el hombre ebrio lo escuchara; su voz era melodiosa, dulce y tentadora sin ser excesivamente empalagosa.

Para enfatizar el drama, guiñó un ojo a la doncella y sus labios dibujaron las palabras “Siento la intromisión, pero sería mejor si me siguiera la corriente”. Entonces, giró su rostro parcialmente hacia el hombre que prácticamente había estado acosando a la dama. Aunque ahora más bien soy yo quién la está acosando, se recriminó para sus adentros, consciente del lío en que se estaba metiendo si ella no le seguía el juego.

Ruego nos disculpe, caballero, pero me temo que esta noche ha elegido mal a su acompañante –ahora, en su voz no se apreciaba suavidad alguna, sólo una ligera inflexión que no admitía réplica alguna y sin lucir un comportamiento agresiva.

El hombre debió de captar la idea, pues se disculpó con torpeza y, tras acabar su bebida, se alejó de ellos dos, pero aún les observaba de reojo. Por tal de mantener la farsa, al menos durante el tiempo suficiente para que no sospechara, Noah se quitó la capa de sus hombros y la colocó con dulzura sobre los de la joven, teniendo especial cuidado en no sobrepasarse con el contacto de sus dedos con la piel de seda de ella, pero sí con suficiente convicción como para que nadie sospechara nada.

No habló, pero tampoco aguardaba que le dieran las gracias. No lo había hecho por eso: simple y llanamente, aquellas expresiones solían significar la perdición para el joven, ya que consideraba que no hacían justicia a los rostros femeninos. Confiaba en que su mirada índigo, y la tenue sonrisa que se dibujaba en sus labios, contribuyeran a que ella no siguiera sintiéndose en peligro. No le importaba si, después de fingir el tiempo que fuera necesario para no levantar sospechas, ella se decidía por prescindir de su compañía.
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Mensaje por Giulietta Di Noir Jue Jun 30, 2011 9:09 am

La mano del borracho apretaba cada vez con más fuerza mi delicado brazo, pero no era eso lo que más me dolía. Ese típico tambaleo de quien no aguantará mucho más tiempo en pie me daba verdadero pánico. Pero, sin duda, los recuerdos eran lo peor. La noche más desagradable de mi vida se repetía una y otra vez en mi mente. Me encogí sobre mi misma mientras un escalofrío me recorría la columna vertebral. Un maldito borracho estaba consiguiendo destrozar todas mis barreras tan solo debido a su estado de ebriedad. Tal vez no soy tan fuerte como me he creído durante estos últimos dos años.

Lo consideraba ya todo perdido cuando alguien se acercó. Era un hombre alto, moreno y de mirada decidida. La situación no me permitió fijarme más en su persona ya que estaba demasiado ocupada intentando no derrumbarme interiormente. Y sin embargo, decidió intervenir. Lo observé con temor. ¿Otro que se unía a la fiesta? El corazón me latía demasiado deprisa. Contra dos, no tendría absolutamente nada que hacer. Pero... ¿qué hace? Consiguió desasirme del fuerte apretón del borracho y me ocultó de su campo de visión. Me observó con picardía y una mirada... ¿Violeta? Imposible, serán alucinaciones mías. En fin. Por suerte, su rostro no parecía malintencionado. Y entonces, empezó la función.

-Querida mía- decía él- esta vez me has hecho esperar hecho más de lo normal.- Parpadeé repetidamente intentando que mis ojos dejasen de estar vidriosos. Todo había ocurrido demasiado rápido, y no pude improvisar con rapidez. Dejé que aquel hombre siguiera fingiendo mientras yo recomponía los hechos en mi mente. Él me guiñó un ojo en señal de complicidad, y yo no pude más que sentirme a salvo. Su sonrisa me pedía que le siguiera el juego. Pero... ¿por qué hacía esto? Ah, sí, se me olvidaba. Querría pasar una noche junto a mí. Porque, no lo va a hacer por compasión, eso está claro.

-Ruego nos disculpe, caballero, pero me temo que esta noche ha elegido mal a su acompañante- continuó actuando. Pero esta vez, su voz era dura. Fruncí el ceño y asentí, como una niña pequeña que por fin se encuentra a salvo en los brazos de algún conocido. El maldito hombre se disculpó y se marchó, no sin echar unas cuantas ojeadas hacia nuestra posición. Observé con curiosidad a mi salvador. Parecía que quería seguir actuando el tiempo que hiciera falta. Sin saber que decir dejé que se desabrochara la capa y me la colocase a mi. Sus gestos estaban impregnados de ternura, como el que intenta curar a un adorable animal herido. Pero yo no necesito que nadie me cure. Ya lo hice muy bien yo sola una vez, y podré volver a hacerlo. Sin embargo, no se puede negar que una compañía agradable me hacía sentir mucho mejor. Reparé en su decisión de no tocarme. ¿Es que acaso no le gustaba? Porque, hasta el momento, todo hombre que tenía la oportunidad, lo hacía.

-Supongo que gracias- murmuré con la voz quebrada mientras él me sonreía. Observé los botones de su camisa desabrochados, que dejaban entrever un deseable abdomen. Vaya, vaya. Poco a poco, fui reconstruyendo las capas que separan los recuerdos de aquella noche de mi parte racional. Sé que es malo encerrarlos, intentar olvidarlos, pero no soy tan fuerte como parezco, no puedo vivir recordando. Miré de reojo la posición del borracho. Al parecer, hablaba con un amigo sobre la pequeña disputa que había tenido. Ninguno de los dos parecía muy contento por la intromisión de mi salvador. Así que, sin pensarlo demasiado, me acerqué mas a éste, agarré con delicadeza el cuello de su camisa y acerqué mis labios a los suyos.- Soy Giulietta- musité justo antes de besarlo. No fue un beso pasional, sino tan solo un roce. Mientras me separaba, una sonrisa pícara se dibujó en mis labios. Le dediqué una última mirada intensa antes de girarme a por la copa que había dejado atrás.

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Mensaje por Noah Dómine Vie Jul 01, 2011 4:23 am

Era vagamente consciente del sinfín de sensaciones encontradas que podía haberle causado a la joven. De seguro que no iba a confiar en él así, por las buenas. ¿Acaso alguien, fuera quién fuera, iba a actuar de ese modo, salvándole el pellejo, sin esperar nada a cambio? Tenía bien presente que lo que sentía no era compasión, sino empatía: se sentía identificado con la doncella hasta cierto punto, pues aunque desconociera exhaustivos detalles acerca de la vida personal e íntima de cada integrante único del burdel, Noah había sido tratado, en alguna que otra ocasión, como un vulgar muñeco de trapo. Cortesía, cómo no, de una fémina que, supuestamente, se había encaprichado de él.

Esas cosas dejaban una huella invisible para aquellos que no hubieran pasado por algo semejante, tal y como podía vislumbrar perfectamente en la mirada desamparada que la joven había tenido momentos antes. Pero, ¿por qué lo había hecho, si sabía seguramente que aunque se lo llegar a confesar, no le iba a creer? No era viable que en ese tipo de locales aún se pudieran encontrar a verdaderos caballero que acudieran al rescate sin pedir nada a cambio. Pero esta vez era muy distinto. No lo había hecho para obtener su recompensa, ni nada semejante, pues eso sería señal que veía a la damisela como un vulgar objeto que pudiera manipular a su antojo.

No… si lo había hecho, tampoco sería por sentir pena por ella. Se podía decir que notaba, a las muy claras, que la doncella no tenía intención de estar acompañada de un ser de tan baja estofa como lo había sido aquél borracho. Quizás ni siquiera le gustaría estar en compañía de alguien como él, dejando a un lado el hecho de que le había rescatado de unas garras que atenazaban la belleza prístina de su rostro.

Desafortunadamente, la joven no había sabido improvisar a tiempo, pero esa reacción sobresaltada, pese a lo que podía considerarse, sirvió para convencer al borracho y a quienes se hallaban cerca.
Después, una vez pasado el mal trago, pareció erigirse un silencio incómodo entre los dos, y que Noah apenas tocara a la damisela pareció estar fuera de lugar. No obstante, el modo en que le colocó la capa en sus hombros –cabía destacar que a ella le quedaba bastante mejor que a él, y hacía juego con su vestido− rebosaba dulzura. Lo había hecho así para demostrarle que no la había rescatado del fuego para hacerla caer en las brasas, pero al parecer su gesto se podía malinterpretar muy fácilmente. Ella no se dejó amilanar ante ese gesto y él no pudo evitar sonreír para sus adentros: no sabría lo que ella habría sufrido, pero reconocía ese cierto orgullo por superar por uno mismo las dificultades.

Lo más importante era que al menos no le negaba el placer de su compañía. Asintió en silencio cuando ella murmuró un supuesto agradecimiento, pero desgraciadamente su atención estaba centrada en otro lugar. Uno de sus dones residía en poder mirar desde los ojos de otros y, siempre que fuera por unos instantes, nadie se podía dar cuenta de ello: ni el dueño de la vista que era “robada” o una persona que estuviera mirando a Noah desde una distancia más que corta. Siempre que fuera durante un lapso de tiempo ínfimo, ni siquiera había riesgo alguno de dañar sus propios ojos.

Usó esa habilidad para mirar desde el punto de vista del amigo que se había encontrado con el hombre ebrio. No podría escuchar la conversación sin poner en evidencia lo que hacía (ya que requería mucha concentración emplear la Vista Remota), pero por suerte para la joven, no habría repercusión alguna para ella. Quizás él se podría ver envuelto en un barullo cuando abandonara el local, pero estaba claro que el problema lo tenían con el hombre y no con la hermosa doncella.

Regresó a su propia vista, sus ojos de cobalto tenían un leve destello de alivio cuya tonalidad se asemejaba, según la iluminación, al color de la lavanda, pero no dejaba de ser de matices añiles, por engañosos que fueran. Nada más hacerlo, la joven apresó con sumo cuidado el cuello de su camisa, asegurándose de que el rostro de Noah estuviera a su disposición, y se acercó a sus labios. Entonces se presentó, en un suave susurro, justo antes de rozar sus labios en un discreto pero juguetón beso ligero.

Noah, a su completa disposición −respondió con su voz melodiosa, esforzándose internamente para que no se le entrecortara.

No había sido por el beso propiamente que se le había cortado un poco la respiración. Era el hecho de regresar a sus propios orbes y encontrarse con que aquella increíble belleza, de nombre Giulietta, ocupaba todo su campo de visión. Eso era lo que le había desarmado, aunque luchaba internamente para que la máscara de su rostro no perdiera la compostura. De seguro que si la mademoiselle sabía el motivo de su sobresalto, dejando a un lado la reacción que pudiera tener por saber qué era o qué podía hacer, se reiría durante un buen rato.

Espero que no le importe que mi intención no sea más que robarle el tiempo suficiente como para que vuelva a sentirse libre sin babosos como el de antes. De todos modos –prosiguió con su voz más dulce− es difícil de entender, pero no podía quedarme de brazos cruzados ante su expresión tan apagada.
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Mensaje por Giulietta Di Noir Vie Jul 01, 2011 7:05 am

La confianza con la que había salido de mi habitación volvía poco a poco. Mis ojos se endurecían y volvían a mostrar a la muchacha altiva y arrogante de siempre. Porque un par de miradas cómplices no pueden cambiar lo que soy. Noah. Tenía pinta de ser un buen hombre. Me entraron ganas de decirle que se marchara de aquí y que buscara a una mujer que lo quisiese de verdad. Cualquiera de nosotras desaparecerá antes de que él se despierte tras una noche de pasión. Y, a no ser que haya quedado muy claro que no se han de mezclar sentimientos, yo, personalmente, no repito noche. Pero aquí está, y si ha traído el dinero suficiente, cualquiera de nosotras le dará lo que ha venido a buscar.

-Comprenderá que es difícil creerle cuando ha venido a pasar la noche aquí. No es el mejor sitio para hacerle creer a las damiselas que encerrado en su interior hay un "héroe".- y dicho esto, sonreí. No fue una sonrisa tan agradable como las de antes, si no una que rezaba "atente a las consecuencias de haberme salvado". Le di un trago a la copa que descansaba entre mis manos. Sinceramente, este hombre no tenía ninguna pinta de noble, y las personas de clase baja no me sirven para nada. Fruncí el ceño, intentando ocultar lo divertido que me parecía el cariño con el que me trataba. No lo necesito. Bueno, puede que cuando me encontraba entre los brazos del borracho sí, pero ahora ya no. Es difícil saber lo que quiero en cada momento, ya que me guío por impulsos egoístas. pero si no me apetece, no me apetece. Reí, así, por que sí, y con una mirada altiva me senté en un taburete de la barra.

Esto es lo que pasa cuando eres bueno con los demás. Te decepcionan. Te hacen daño. Nunca llegues a abrirte tanto como para que te puedan causar una fisura irreparable. Es un consejo de una experta, es lo que le ocurrió a mi corazón. Así que, es mejor causar dolor a la gente cuando todavía no significas nada para ellos. Es mejor que se alejen de mí, no soy buena chica. Distraída en mis pensamientos, me desabroché la capa. Tal vez intentaba convencerme a mi misma de que había hecho bien al rechazar al uno de los pocos que habían sido buenos conmigo. En fin. Extendí la mano con la capa, con intención de que Noah la cogiera.

Este juego me estaba haciendo olvidar momentáneamente lo ocurrido anteriormente. ¿Ser cruel con otras personas aliviaba mi dolor? Vaya, cada día caigo un poco más bajo. Dibujé en mi rostro una sonrisa torcida, causada por mis pensamientos. Voy a acabar siendo un monstruo. Pero, ¿qué más me da? Con suerte, no seré yo la que sufro. Y, sin remordimientos, acabé el contenido de mi copa.
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Mensaje por Noah Dómine Dom Jul 03, 2011 4:07 am

No es que se esperase una reacción así, pero entendía de sobras que aquél era un comportamiento más que obvio cuando la vida juega malas pasadas. ¿Qué le iban a decir a él? Sabía de traiciones y manipulaciones mucho más de lo que quería admitir: no en vano decidió alejarse de las altas esferas para, algún día, lograr recuperar su pasado y vengarse de los responsables. Algo que hasta que no pudiera tener en claro qué es todo lo que pasó (pues sí que sabía los motivos) no podría llevar a cabo su jugada.

Adoraba aquella arrogancia de la que hacía gala la joven. Sin duda el tipo de mujer con alta expectativas y, que por desgracia, era incapaz de ver más allá de lo que sus ojos cegados pudieran observar. Una suerte que él no fuera el tipo de personas que aprecian la rebeldía de los demás sólo para ahogarla y dejar que su dueño, o dueña, se asfixiase. Claro que no. Era un licántropo, aunque hacía su vida oculto en las sombras. Por mucho que intentara mantenerse al margen de su carácter, había ocasiones en las que salía su vena más impulsiva, pero nunca en pos de hacer daño, o herir, a los demás.

Noah le devolvió la sonrisa, siendo la suya un fiel reflejo de una expresión depredadora, acompañada de una peligrosa sombra de azabache que cruzó por sus ojos. Nada que pudiera causar en la joven algo parecido al temor, pero sí que haría que un escalofrío por toda su espalda.

Entiendo, pues, que usted se hallaba en su salsa cuando era presa de las zarpas de aquél hombre. Quizás de haberme limitado a ver cómo languidecía –dijo con su voz llena de un deje sarcástico−. ¿Acaso no hay nadie capaz de ver más allá de las simples apariencias?

Esta última pregunta surgió de sus labios, apenas un pensamiento inconsciente. Una sutil referencia interna acerca de lo fácil que resultaba a cada persona obcecarse en sus propios problemas o la incapacidad de ver más allá de la superficie. Casi era mejor así: con Noah, era complicado hacerse una idea acerca de qué tipo de persona era. Sí, era actor, cierto, pero desde siempre había tenido facilidad para enmascararse a sí mismo, evitando que le manipularan y lo que es más, conteniéndose a la hora de manipular a los demás, pues ocultarse como él lo hacía proporcionaba ocasiones para hacerlo.

Cogió la capa cuando ella se la extendió, esta vez poniendo especial cuidado en no rozar ni uno sólo de sus dedos para hacerle entender a las claras que estaba perdiendo una oportunidad maravillosa. ¿Qué iba a saber la joven le podría servir de alguna ayuda a no ser una damisela tan atormentada? Casi era mejor que le hubieran recordado que él no entendería jamás ese mundo, no alguien de su ralea.

Lo curioso del asunto… es que sí que sabía cómo funcionaba, ya que resultaba no ser tan diferente el mundo de las altas esferas que la vida de un burdel atestado por la clientela. Pero claro, pese a que otras veces había acudido vestido como un noble, esta ocasión más bien no daba esa imagen. Poco le importaba: su corazón siempre pertenecería a la alta nobleza, por mucho que él negara este hecho. El problema es que no veía el momento, ni el cómo, de regresar a su antiguo status quo sin que hubiera graves represalias.

Sin permitirse el lujo de que la joven pudiera sentir una última vez su mirada, su sonrisa pasó a ser una de autosuficiencia mientras pedía al cantinero una botella de Chartreuse Verde, pues sabía que no dispondrían de su antecesor. Como este parecía sorprendido por tal petición, hasta que Noah no le entregó un saquito con el importe en monedas no se atrevió a satisfacer su petición. El joven cogió la botella del licor, así como una elegante copa, y se levantó de su asiento para dirigirse a una de las mesas más alejadas de la barra, en un rincón del burdel, con una elegancia y un porte de las que sólo podría hacer gala alguien que no aparentara semejante baja estofa. Eso era algo que no se podía aprender, sino que se nacía con ello. Eso hizo que atrajera la atención del borracho del que antes se había librado, que lo miraba con expresión ávida y, gracias a la diosa Fortuna, tenía más interés en devolverle la mala jugada a él que no a Giulietta.

Frunció el ceño, pues sólo pensar su nombre hacía sacar a relucir su vena más mordaz. Con gestos medidos, descorchó la botella de la bebida y se sirvió una copa, cerrando los ojos para deleitarse con su aroma. Al diablo; había merecido la pena acudir a su rescate aunque la dama de compañía le privase del placer de compartir un par de copas. Y lo volvería a hacer aun sabiendo el resultado. Las personas así no se merecían tener una mala noche.
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