¿Truco o Trato? [Privado]

La noche ya había comenzado y Brigitte no tardó en encontrar su primer cliente. La rutina fue la misma de siempre, subir a la habitación, pasar un par de horas y acabar. No lo tenía controlado, ni mucho menos, pero en su habitación había un gran reloj de pared colgado y a veces del mismo aburrimiento que le proporcionaban los clientes se fijaba en las horas que pasaban. El fingir que disfrutaba no quitaba que pudiese fijarse en otras cosas. Sí, porque el contar las manchas que había en su blanco techo ya se había vuelto casi una costumbre. ¿Cuando llegaría alguien mínimamente interesante? Y con eso no se refería a que supiese follar, porque eso no era lo más interesante del mundo para ella.

Buscaba uno de esos clientes por las que la mayoría se lanzan para "capturar". De los que tienen pinta de ser más complacientes que buscar el que únicamente les complacieran a ellos. Era lo único que pedía. Que supieran tocarla. ¿Ella sabía tocarles, no? Pero claro, era a ella a quien le pagaban y no podía hacer ningún comentario sobre eso. Simplemente debía controlar su cuerpo, volverse neutra casi como si de una muñeca se tratara. No le era dificil al igual que tampoco le era dificil gemir sin sentirlo o gritar simplemente porque se lo pedían. Ya era una costumbre.

Bajó a la parte del salón principal nada más acabar. No se dió una ducha, no tenía ganas. Solo quería tomar algo de aire y tampoco quería quedarse con ese sujeto en la habitación. No solía echarlos o por lo menos no hasta que tuviera otro clíente que ella considerara mínimamente importante. Si eras buena y complaciente ellos sacaban los billetes con mucho gusto ¿y que era mejor que eso? Que te dieran propina. Todo palabras sacadas textualmente de la madame. Palabras que le había dicho a ella y sus compañeras unas cuantas veces como un recordatorio.

Su cabello estaba revoloteado, y solo llevaba un corsé acompañado de la parte baja y unos ligueros juntos a las medias de rejilla que estilizaban sus piernas. Los zapatos de un tacón medio y rojos, tan rojos como lo eran todas las demás prendas. Se la veía desordenada y no se había maquillado más que el carmín de los labios, suavemente. Pero era su atuendo habitual y, a pesar de la dejadez que aparentara, conseguía lo que buscaba. Lo que buscaban todas. Un cliente.

Los pies de Brigitte no se movieron. Se quedó junto al marco de la puerta que separaba aquel lugar del pasillo que conducía a las habitaciones y a la sala privada de los residentes de allí. Una de sus manos -la más cercana- se apoyó en esa madera desgastada, suavemente, sin ejercer presión. Por otra parte, sus ojos eran completamente independientes y miraban al interior. No de manera interesada sino más bien todo lo contrario pero aún así observaba lo que se "cocía". El tipo de personas que había y si alguna podía llamarle lo suficiente a ella la atención como para pensar en un posible & buen cliente. Podía haber muchos futuros clientes, pero ¿Serían todos suficientemente buenos?. No y con ello no quería decir que se permitiese siempre el lujo de elegir. Solo cuando no la vigilaban. Cuando la madame no estaba pegada a ella como una sombra. Cuando no elegían por ella con quien debía acostarse.

Siempre pensó en que, por lo menos, debía ser ella la que eligiese al cliente. Pero por desgracia no todo lo que quería se cumplía, de ser así, no estaría en aquel lugar. Ni rodeada por esa gente. ¿O tal vez si? Tal vez, su destino era aquel lugar. Tal vez por algún motivo había ido a parar allí cuando su padre murio o de no ser así ella ya no formaría parte del mundo. Quien sabe si en las calles podría haberle pasado algo mucho peor.

Siempre quería darle un sentido positivo a su vida y, aunque le costaba, acababa medio consiguiendolo. Lo suficiente como para seguir viviendo. Seguir trabajando y, de vez en cuando, tener momentos de relaz además de disfrute con alguna que otra persona.

Apoyó la cabeza en el mismo sito dónde antes había estado apoyada su mano y se cruzó de brazos. Cerró los ojos, para precisamente intentar relajarse. Pero entonces sintió que alguien la miraba. Especialmente alguien de entre todo lo que sentía dentro de allí. Y los abrió, centrandose. Sin moverse recorrió toda la sala con la vista hasta que encontró a quien buscaba. Un hombre, de mediana edad, rubiecito y con barba. Parecía mirarla a ella, aunque en su dirección, claro está, también había más cosas en las que poder fijarse.

Sin embargo, siempre había alguna forma de comprobarlo. Le devolvió la mirada y se relamió los labios, desviandola hasta el bar. Entonces fue cuando empezó con un paso lento a dirigirse hacia allí, hacia la barra donde muchas veces se sentaba y pedía algún licor con tal de poder relajarse un poco. Se sentó en uno de los taburetes y quedó en silencio, sin hablar. Ni tampoco mirar hacia ninguna parte. Esperando que algo ocurriera si su intuición había acertado. De no ser así, simplemente continuaría tomando una copa en soledad.

Tal y como predijo en su mente, el hombre no tardó en estar a su lado ni tres minutos ¡Qué buena era prediciendo esas cosas! Casi podría ganarse la vida con el arte de seducir y también el de engañar o fingir. Podría dar consejos a las demás si estas dejaran de mirarla mal solo porque fuera mínimamente popular por allí. Podría hacer amigos, e incluso pensar en pasarlo bien entre cliente y cliente. Por la mañana cuando estuvieran solas. Convivían día a día y sin embargo no mediaban palabra entre ellas que no fuera cuando la madame les daba alguna orden que comunicar a otra. Claro que, eso le ocurría a ella, posiblemente también a otras pero no todas se llevaban igual de mal.

Por suerte para aquellas que pudieran hacer amigas su tiempo se les haría más ameno. También había algunas que disfrutaban con el sexo. Bien por ellas. ¿Y dónde quedaba Brigitte? En un espacio intermedio. No disfrutaba, casi nunca, pero había veces que si conseguían hacerla llegar. Y hacerla llegar de verdad. Eran esos días de "oro" Uno al mes, tal vez. O puede que uno cada dos meses. Realmente no contaba los días, solo las sensaciones de que eran eternos.

Sí, porque incluso hasta ella había veces que solo tenía ganas de complacer a aquellos que la contrataban por el mero placer de sentirse excitada. Y cuando todo pasaba no podía sentirse más baja y sucia porque había aprendido a controlar sus bajos instintos, a aceptar las consecuencias de sus actos. Con la experiencia todo se ganaba menos el amor o la belleza.

Tras el pequeño lapsus mental volteó al rostro y le mostró al caballero una de sus mejores sonrisas. El echo de que acertara la había alegrado, a pesar de que el cliente anterior no se lo había echo pasar de lo mejor, normalillo, como la media. - Brigitte..Solo Brigitte - habló de manera bastante suave, dejando que sus palabras se deslizaran por entre sus labios. Pronunciando con mucha claridad y tras las presentaciones acercando su rostro al ajeno hasta rozar mejilla con mejilla. Una simulación de beso. Sus labios no tocaron la piel ajena, solo la tocó su mejilla. ¿La habría entendido? Posiblemente si, si estaba acostumbrado a las mujeres y a la coquetería. Posó una mano sobre su hombro y apoyandose en ella bajó del taburete. Primero un pie, después el otro, hasta quedar frente a él. Era algo más algo por lo que tuvo que alzar la vista para mirarlo. Sus cuerpos permanecian ligeramente pegados. Distancia que ella misa había puesto una vez separó su rostro del ajeno tras el "beso".

- ¿Puedo ayudarle en algo? - preguntó, con un tono ligeramente infantil y alzando la vista hasta fijarla en la trayectoria ajena.

Pensó, desde un principio, que con ese hombre iba a ser algo rápido pero al parecer se equivocaba bastante. ¿Rápido? Quedó ligeramente perpleja mientras lo miraba, fijamente, escuchando todas sus palabras. Aunque no lo demostrara, la sorprendieron ligeramente. Sobretodo las últimas. Todos esos pedidos tan extraños ¿Desde cuando pedían que se duchara y cambiara las sábanas? Claro que, tampoco decían que querían que ella se lo pasara bien. La mayoría iban a lo que iban. Y aunque sonara extraño a ella se le daba bien escuchar a los demás, si bien, se había acostumbrado a escuchar las peticiones de todos los clientes que tenía. Y aquella petición considero que era una de las que más le había agradado escuchar en toda su profesión, como se dijo anteriormente, un hombre de oro. De los que aparecen y las muchachas se lo rifan. Pensando en eso, se preguntó, porque se habría fijado en ella que precisamente no iba nada arreglada. Tal vez, se lo preguntaría. Pero cuando se asegurara de tenerlo bajo ella en su habitación.

Su habitación. Tendría que hacer algo para que la desalojaran porque todavía seguiría el anterior cliente durmiendo. Aunque, si no pagaban por ello no era la política pero Brigitte resultaba generosa de vez en cuando o, mejor dicho, no quería tener que ver con según hombres después de haberles dado su servicio.

Sonrió, y pasó sus brazos alrededor de su cuello aprovechando que él tenía ocupadas las suyas. - Cumpliré sus deseos, monsieur, pero antes déjeme ir a avisar sobre lo que me ha pedido. Puede que lleve un rato, los clientes..no siempre son tan dóciles como una querría.. - bromeó, sin dejar de sonreir pues él mismo iba a ser un cliente. En según que circunstancias, no habría podido bromear de aquella manera. Sin embargo, se sentía contenta. Se alzó, ligeramente, en puntillas hasta que sus labios rozaron con los ajenos. Un beso que no duró más de dos segundos, lo justo para dejar con ganas, o eso era por lo menos lo que pretendía, tal vez, un adelanteo de la noche. Se separó, deslizando sus manos hasta el pecho y caminando tras de él en busca de una de las ayudantes. Que solían encargarse de estas cosas.

No tardó más de un par o tres de minutos en decirle lo que sucedía y ella se encargaría de echar al cliente y cambiarle las sábanas. Volvió al lugar, pasando una mano de nuevo por el hombro y apoyando parte de su trasero al mismo tiempo en el taburete dónde antes había estado sentada. - Cuando esté todo listo me avisarán ¿Por dónde ibamos? - alzó una ceja junto con la pregunta y se pasó la punta de la lengua ligeramente por los labios. Mirandole, fijamente.

A Brigitte le pareció bastante curioso que el hombre tuviese tanto interés porque se bebiera el vino. Sin embargo, no lo hizo hasta que no lo vio beber a él. Conocía demasiadas artimañas de los hombres para llevarse a una mujer a la cama [gratis] y al demostrar tanto empeño podía ser que tuviera preparado sedarla de alguna manera. Ella estaba preparada para todo. A él pareció no afectarle y, dado que bebían de la misma botella, decidió confiar en que no le habría puesto nada extraño. ¡Bah! Y si se lo había puesto, ya saldría de aquella como siempre hacía. Algunas veces más malherida que otras pero nada que no pudiera soportar. Ese lugar la había echo fuerte y, tal vez, aunque fuese solo por eso, debía estar agradecida por haberla echo sentir de esa manera.

Estaba bueno, exquisito. - Vaya, monsieur, un delicioso vino - comentó casi involuntariamente y tras el primer trago se bebió el resto de la copa seguido. No iba a andarse con molestas y para ir con un cliente siempre le venía bien estar un poco ebria, así el momento podía pasar con más rapidez. O en caso de que llegara a disfrutarlo aumentar esa pequeña dosis de placer.

Lentamente se aproximó de nuevo a él, habiendo dejado la copa sobre la barra, y pasó sus brazos rodeando al extraño. Extraño pero guapo hombre, reconocía. Ya que no tenía otro remedio siempre le gustaban más ese tipo de hombres. Hombres guapos y que no sacaban sus fantasías hasta no estar solos en la privacidad de sus aposentos. O bien en cualquier otro lugar que indicara privacidad. Pero no los que gritaban a cuatro voces groserías solo por ir ligera de ropa. Los brutos e imbéciles. - Es normal que no haya visto a nadie como yo. Aunque no lo crea..soy única - sonrió suavemente sin marcar demasiado la curvatura de sus labios pero si lo suficiente como para que él la percibiera. Halagos & más halagos ¿Cuántas veces los habré oído?. Muchas, pero algunos le agradaban más que otros. No se preguntaba el echo de si serían o no ciertos.

Una de sus manos se deslizó desde la nuca hasta el rostro, acariciándolo por el perfil suavemente con el dorso de un par de sus dedos y Marcando la prominente barbilla. Debe de morder fuerte. Pensó, con una pequeña, diminuta, sonrisa. - No hay mucho que contar monsieur.. - se inclinó ligeramente hacia delante, ayudándose del brazo que le rodeaba para obligarle a aproximarse a ella. - Tal vez le cuente algo de..mi vida, cuando terminemos. Ahora podría decirme qué fantasías piensa realizar conmigo y, tal vez, se nos pase más rápido el tiempo.. - susurró contra su oído, sin rozarle más que con el aliento.

Enseguida volvió a hacia detrás [sin soltarle] contemplando de nuevo su rostro y bajando la mano que le acariciaba hasta su pecho. Dejándola allí, reposando.