Consejos de un mayordomo (Juliette)

por Invitado Dom Jun 13, 2010 7:30 pm

Dos de la madrugada. La calle alargada que precedía al local más visitado de París rezumaba excitación. Los trabajadores que se decidían en acercarse y subir esa empinada calle para, finalmente, en lo alto encontrar la satisfacción del sexo iban como locos, exaltados. Hablaban de las mujeres más hermosas de París y yo tenía serias dudas sobre eso.
¿Qué hacía yo subiendo esa calle? Lucius, mi mayordomo, me había propuesto salir para ir al burdel a desconectar. Ultimamente sólo pensaba en Hélène. Esa maldita bruja había hechizado mi mustio corazón de por vida y mi mayordomo no veía sano que un hombre se enamorase de una cualquiera que vivía en un cementerio. Aunque ese hombre fuese un inmortal. Pero bueno, decidí hacerle caso. Tal vez, observando hermosas mujeres, me abstraía del mundo carnal y podía viajar por los siete cielos.

Esa cuesta parecía el camino de la perdición. Era cuesta arriba para evitar las comparaciones ya que ese local era la puerta al infierno y un local como ese con una calle descendente sería todo obviedades y símiles al infierno. En cambio, esa cuesta, daba a entender que ese local era el paraíso terrenal. Y de nuevo, yo lo dudaba. Ninguna mujer se podía comparar a Hélène. Pero la voz de Lucius repiqueteaba en mi cabeza y me obligaba a ir hacia ese maldito burdel.

Estiré de la puerta y una neblina de humo blanco acarició mis pies. Entré y dentro el estilo infernal se apoderó de mi visión. Las paredes pintadas con papeles negros y con motivos rojos: motivos deformes, como rubíes con los bordes aboyados. Múltiples escenarios con alargadas barras de acero adornaban la primera planta. Mesas pequeñas, individuales, con tres taburetes cada una mostraba lo escueto que debía estar el hombre para disfrutar de las vistas ya que esas mesas estaban junto al escenario. Más alejadas de éso, unas mesas más amplias, con bancos de cuero rojo y adornos florales a los costados, servían de reposo a hombres menos desesperados. Yo pasé a sentarme a una mesa individual, solitario, en una esquina, sin nadie en el escenario. Nada más sentarme una camarera con un escueto vestido me propuso un cóctel para beber y yo me limité a pedir vino. Ella aceptó y se marchó con unos aires que pretendían ser sensuales.
Rodé los ojos y miré hacia la mesa pero pronto el sonido de cortinas corriéndose me adivirtió que alguien iba a ocupar ese escenario vacío. Maldije por lo bajo y vi a una chica de lacia cabellera morena aparecer, contoneándose bajo los silbidos de los hombros. ¿De verdad esa chica adoraba esos silbidos que parecían otorgarle el ritmo? Hice una mueca y me resigné a mirarla.

por **Juliette Blackwood** Dom Jun 13, 2010 10:16 pm

Una noche más en el burdel, una noche clásica, de aquella en las que me limitaba a subirme al escenario y a esperar que uno de los hombres mas adinerados de la noche fuese por mi, no por nada era de las chicas más caras y cotizadas de burdel. Llevaba un buen rato en mi habitación arreglándome para salir a escena, arreglando mi cabello, liso como siempre, pero con algunas pequeñas flores en el. vestía una bata negra de satén y bajo ella, un corsé morado y negro, llamativo como todo en mi. El color mi ropa contrastaba enormemente con el de mi piel, casi tan pálida como la de un vampiro. Aun desde el silencio de me mi habitación se podía oír la algarabía del burdel.

Pronto fueron a buscarme que me esperaban para subir al escenario y me dirigí a donde debía. La música comenzó a sonar como preludio de lo que vendría, suave y lenta, mientras yo me subía a la tarima con las cortinas aun cerradas. La música cambió y convirtió en una mucho más rápida y sensual, mientras las cortinas se abrían y dejaban ver mi figura, los silbidos, besos y demases llenaron el lugar, yo solo sonreí, mientras comenzaba a contoneandome al ritmo de la música. Di unos cuantos giros e hice unos cuantos ademanes de quitarme la bata, antes de hacerlo realmente y dejarla resbalarse por mi cuerpo, hasta llegar al suelo, mas giros, provocaciones y arabesques, ademanes de enseñar mas, nunca enseñaba más de la cuenta en mis shows, era mi belleza, mi agilidad y mi gracia las que cautivaban a mis clientes la música acababa y yo termine mi baile, deslizándome hacia el piso mientras me abría de piernas.

Como siempre aplausos y más aplausos, hice una reverencia y baje del escenario mientras comenzaba a pasearme entre las mesas, hasta que un hombre llamó mi atención, un hombre pálido, sentado aislado de todos y esta vez fui yo quien decidió acercarse -Buenas noches, monsieur. ¿Desea Algo en especial esta noche?- le pregunté directamente, mientras los miraba con atención.

por Invitado Dom Jun 13, 2010 11:15 pm

El show había terminado. La música se bajaba a un tono más calmado y armonioso. Los hombres en cambio seguían silbando a la mujer que había bajado del escenario. Suspiré mientras le daba un trago a mi copa de vino, dejando que el dulce líquido -incomparable a las botellas que guardaba en casa, las cuales costaban más que todas las mujeres del local juntas- descendiese por mi garganta y rellenase mi estómago, vacío desde hacía semanas.
Algunos silbidos se detenieron y otros sonaron demasiado cercanos. El sonido de una mano separándose de unos labios me hizo recorrer un escalofrío. Tenía la mirada baja, observando los detalles de la mesa, tallada en una madera de roble o pino barnizada y posteriormente adornada.
Cuando una sombra manchó la mesa y mi cuerpo alcé la mirada para encontrarme con la cortesana que había adornado el local y lo había llenado de silbidos y aplausos. No sabía su nombre y seguro que si se lo preguntaba me daría un nombre falso, como cualquier otra prostituta. Hice un ademán de sonreír pero me quedó una mueca desagradable, observando que la hermosura de la mujer no tenía fronteras ni final, al igual que su vergüenza.
Al escucharla, torcí una comisura de mi labio. Más concetamente la derecha. Pero entonces recordé la conversación con Lucius:

"Debe usted relajarse. Siéntese en una silla, un sillón, beba vino, observe el espectáculo y busque una mujer que le agrade. Que compita con la belleza de esa tal Hélène" cabe destacar que cuando murmuró esa última parte estuve a punto de reírme en su cara al pensar en una belleza semejante a la de mi bruja, pero al ver a ésta cortesana erguida frente a mí comenzaba a dudar de que Lucius andase equivocado. "... e invítela a tomar algo. Siempre debe invitarlas antes a tomar algo. Conózcalas, pero sin entrar en nada personal. Nombre, esas cosas. Y después pídale que le lleve a una habitación. Cuando llegue, sobretodo, use su autocontrol y no arremeta contra la pobre jóven por despedir el aroma que despida. Limítese a controlarse, lógrelo y después siga con su acompañante. Juegue con ella, y después hágale el amor. Si siente algo, comprobará que Hélène nada más que un capricho es. Pero si no siente nada, si acostarse con una hermosa dama no hace que se le levante el ánimo... entonces sufre usted de mal de amor, señor".

Suspiré y decidí lanzarme al toro. Pero con miedo. Miedo de sentir algo y que Lénè fuese un mero capricho. Aunque para ella yo fuese algo más que un capricho y rozara la obsesión. Miré a la cortesa y asentí.
-Simplemente la compañía de la mujer con los ojos más hermosos de París.

Aparté la silla para que se sentara y la ofrecí lo que quedaba de mi copa de vino.

por **Juliette Blackwood** Miér Jun 16, 2010 12:04 am

Miré a mi alrededor, viendo como aun tenía muchas miradas atentas sobre mí, varios hombres parecían decepcionados de no ser ellos quienes habían captado mi atención entre la multitud y miraban aun esperanzados de que dejara al hombre que tenía en frente y quedara libre apara algún otro importante cliente.
Busqué a mi alrededor con la mirada alguna otra mujer de ojos hermosos, más mi gemela no se encontraba por ahí, y reí suavemente -No hay ninguna otra chica de ojos hermosos por aquí, así que supongo que se refiere a mi- dije bromeando, mientras me sentaba a su lado, cruzándome de piernas, con delicadeza, más sin nada de pudores, enseñándole lo bellas que eran mis largas piernas. Tomé en mi manos la copa que me tendía y le di un pequeño trago antes de volver a dejarla en la mesa, sin beber mucho de su contenido -Se le ve pensativo, monsieur. De seguro tiene algún problema- me aventuré a decir, a sabiendas que era un problema de amor, generalmente lo eran.

por Invitado Miér Jun 16, 2010 12:22 am

Hice un gesto que se asemejaba a una sonrisa, pero era más bien una mueca de intento. Miré como tomaba asiento a mi lado y como sus piernas se cruzaban. No puse mucho interés pues para mí un gesto de incitación no era mover las piernas, cruzarse de ellas o descender el tirante de su blusa. Para mí incitar era mirar, observar, deborar con la mirada y hacer que la persona que te acompañase sintiese tal escalofrío cuando justase sus pupilas con las tuyas que con sólo una caricia ya fuese tuyo para siempre.
Observé cómo bebía un simple trago de la copa y cuando el camarero pasó por mi lado le ordené una segunda copa. Él se fue asintiendo y yo me volví a mirar a la cortesana. No sabía ni su nombre pero, ¿para qué preguntar a una mujer que seguramente escondería su nombre tras un apodo por algún motivo? No me iba a tomar esa molestia y ser respondido con falsedad.
Al escuchar su preocupación hacia mi estado no pude hacer más que reír entre dientes, negando con la cabeza.
-Una cortesana que se preocupa por los sentimientos. Creo que he encontrado una joya...

Murmuré jocoso mientras veía llegar al camarero con mi copa de vino. La agarré y le di un corto trago, disfrutando del líquido que ahora venía de una botella nueva. Más dulce y con un regusto mentolado.
Miré hacia la cortesana depositando la copa en la mesa.
-No es nada que pueda interesarle, señorita.

Sonreí . No había casi parpadeado en lo que llevaba de conversación ya que la observaba a ella y a los hombres que se la comían con los ojos.
-Debe ser realmente frustrante...

Dejé escapar casi más para mí que para ella. Aunque era libre de opinar lo que quisiese.

por **Juliette Blackwood** Miér Jun 23, 2010 12:14 pm

Vi que aquel hombre no estaba muy a gusto en el burdel, era una verdadera lastima, por que era un hombre guapo. Me pregunte que hacía ahí si no se encontraba a gusto, pero dejé ir ese pensamiento y alejarse, me volvería loca si tratase de entender completamente a cada cliente, no era sano, ni mucho menos posible. Lo analicé con la mirada, era de esos clientes que daba gusto tener, guapos y elegantes, aquellos que mejor pagaban y a quienes era divertido atender. Mis ojos azules e intensos se cruzaron con los suyos y se perdieron en ellos unos momentos, me costó volver a la realidad y despegarme de ellos.
Lo vi pedir otra copa -¿No sabía, monsieur, que las cortesanas además somos las mejores confidentes?- le pregunte con voz suave y melosa, mientras sacudía mi larga cascada de cabellos chocolates sin apartar mi vista de él, ignorando a los hombres a mi alrededor que me miraba deseosos y anhelante, yo ya había trazado un rumbo esa noche. Tomé en mis manos la copa que había dejado -Esta bien, monsieur. Comprendo que no quiera hablar de ello, si quiere puedo ayudarlo a que lo olvide- le respondí con una sonrisa picara adornando mi rostro, mientras jugueteaba con la copa y la acercaba a mis labios sin apartarle la vista de encima.
Alcé una ceja cuando dijo lo de la frustración –¿Frustrante?- le pregunté algo divertida, sin siquiera mirar alrededor era conciente que era observada por varios hombres -¿Qué me miren así?- negué con la cabeza, era una cortesana orgullosa, me gustaba ser admirada y que me miraran con deseo, después de todo aquello era lo que mantenía y me daba de comer –Ya esto acostumbrada a eso- me encogí de hombros sonriendo, le di un trago a la copa.

(Off: Mil disculpas por la demora, he tenido problemas personales que me han hecho demorarme en responder a todos T_T)

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