AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perdiendo las Horas (el que quiera)
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Perdiendo las Horas (el que quiera)
Era Sábado y el día estaba agradable: soleado, los pajarillos cantando, las flores de colores brillando en su esplandor en las ventanas de las casas... y yo tratando de contratar a los mejores actores para el teatro. Sí, trabajaba en Sábado y era una locura. Primero estaba los pagos de impuestos por mi finca y el teatro, luego las quejas de algunos actores porque "no se les trataba como debía" y luego la paga a los mismos.
Se les trataba como ellos querían, cada uno tenía su camerino con su vestuario, maquillaje, comida y todas las exigencias que querían, como poner flores específicas, pintar el camerino de cierto color, tener lista la ropa a la hora que pedían. Prácticamente los consentía como si fuesen mis hijos y aún así exigían más y más. No se cansaban.
Cuando terminé de firmar el último contrato con un famoso ilusionista que quería presentarse en el teatro pedí un coche y me fuí a mi finca. El camino se me hizo eterno, ya necesitaba salir de todo el bullicio del trabajo e irme a donde fuese a respirar. Llegué y mi ama de llaves ya tenía preparado mi cambio de ropa, que por cierto, era un conjunto adorable: un vestido de seda verde olivo con encaje en las faldas de color negro; la parte de la chaqueta era de cuello alto y abotonado a lo largo, de mangas de campana y encaje en el final, negro también junto con una sombrilla del mismo color, la misma tela y el mismo decorado. Era el que había pedido hace unos días a Londres. Hermoso en verdad. Me cambié y luego volví a salir rumbo a la plaza.
Cuando llegué inmediatamente caminé hacia el kiosco, no habían casi personas y de ahí se podía tener una vista general de la plaza. Habían jovencitas paseando con sus prometidos o prospectos, mujeres de la alta sociedad paseando a sus perros, niños jugando y una que otra anciana dándole migas de pan a las palomas. Yo me quedé en el barandal de madera del kiosco y me quedé mirando a mi alrededor, relajándome.
Se les trataba como ellos querían, cada uno tenía su camerino con su vestuario, maquillaje, comida y todas las exigencias que querían, como poner flores específicas, pintar el camerino de cierto color, tener lista la ropa a la hora que pedían. Prácticamente los consentía como si fuesen mis hijos y aún así exigían más y más. No se cansaban.
Cuando terminé de firmar el último contrato con un famoso ilusionista que quería presentarse en el teatro pedí un coche y me fuí a mi finca. El camino se me hizo eterno, ya necesitaba salir de todo el bullicio del trabajo e irme a donde fuese a respirar. Llegué y mi ama de llaves ya tenía preparado mi cambio de ropa, que por cierto, era un conjunto adorable: un vestido de seda verde olivo con encaje en las faldas de color negro; la parte de la chaqueta era de cuello alto y abotonado a lo largo, de mangas de campana y encaje en el final, negro también junto con una sombrilla del mismo color, la misma tela y el mismo decorado. Era el que había pedido hace unos días a Londres. Hermoso en verdad. Me cambié y luego volví a salir rumbo a la plaza.
Cuando llegué inmediatamente caminé hacia el kiosco, no habían casi personas y de ahí se podía tener una vista general de la plaza. Habían jovencitas paseando con sus prometidos o prospectos, mujeres de la alta sociedad paseando a sus perros, niños jugando y una que otra anciana dándole migas de pan a las palomas. Yo me quedé en el barandal de madera del kiosco y me quedé mirando a mi alrededor, relajándome.
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Ah, mi día libre! No es que no quiera mi trabajo en el Calabozo, pero los gritos y el olor apestoso aburren a cualquiera. En fin, este es mi día libre, por lo que me puse mi mejor traje y dejé bien cerrada mi habitación. En la escalera, saludé a alguna de mis vecinas, y salí rumbo a la ciudad.
Poco a poco dejo los barrios pobres y a mi alrededor van creciendo en suntuosidad los edificios y mansiones. Llego finalmente a la plaza, y me dedico a mirar a los demás caminantes. Señoras con sus hijitos, vestidos como si fueran a la misa de domingo, damas paseando elegantemente junto a apuestos caballeros... Ah... Quedo boquiabierta observando a uno muy guapo, pero éste me devuelve una mirada de desprecio. Sigo su mirada y me encuentro con mi gastado traje de hombre. Por un momento, tanta alegría me hizo olvidar mi papel en esta obra: ya me sentía vistiendo uno de los hermosos vestidos que veía, del brazo de ese guapo caballero... Sin embargo no puedo ni soñar con ello.
El día había terminado para mí, así que me encamino de vuelta al barrio pobre donde vivo, pero me detengo un instante en el kiosko:
- Monsieur, ¿a cuánto tiene ese croissant? -no me iba a ir a casa con un sabor amargo en la boca.
Poco a poco dejo los barrios pobres y a mi alrededor van creciendo en suntuosidad los edificios y mansiones. Llego finalmente a la plaza, y me dedico a mirar a los demás caminantes. Señoras con sus hijitos, vestidos como si fueran a la misa de domingo, damas paseando elegantemente junto a apuestos caballeros... Ah... Quedo boquiabierta observando a uno muy guapo, pero éste me devuelve una mirada de desprecio. Sigo su mirada y me encuentro con mi gastado traje de hombre. Por un momento, tanta alegría me hizo olvidar mi papel en esta obra: ya me sentía vistiendo uno de los hermosos vestidos que veía, del brazo de ese guapo caballero... Sin embargo no puedo ni soñar con ello.
El día había terminado para mí, así que me encamino de vuelta al barrio pobre donde vivo, pero me detengo un instante en el kiosko:
- Monsieur, ¿a cuánto tiene ese croissant? -no me iba a ir a casa con un sabor amargo en la boca.
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Aspiré el olor a flores, pues muchos ejemplares se podían ver alrededor del kiosco. Se notaba que le ponían una buena cantidad de francos al mantenimiento de aquella plaza, ahora veía a donde se iban los impuestos.
Coloqué ambos codos en el barandal y con mis manos sostuve mi barbilla. Me sentía como una jovencita debutante mirando jóvenes deseosos de salir con una como yo. Me sentía como aquellas tardes en Londres, cuando salía con mi hermana mayor a hacerles encargos a las mujeres de la aristocracia. Me acuerdo que miraba aquellos vestidos ampones, llenos de telas de todos colores y adornos hechos a mano, con tanta delicadeza que podría pensar se romperían si la espina de una rosa se atorara en un hilo. Quería ser como una de ellas, vestir como ellas, usar los caros y deliciosos perfumes que enloquecían con sólo aspirar una vez.
¿Quién diría que unos cuantos años después yo estaría en esos vestidos y usaría aquellas lociones olor a violetas, sándalo y rosas?
Rememorar aquellos pasajes de mi juventud me pusieron melancólica, pero seguía de buen humor. Fijé mis ojos en una jovencita que se perdía en la hermosura de un joven que, groseramente, al verla desvió la mirada con desdén y casi coraje de que una mujercita como la que lo miraba se atreviera a dirigir sus ojos a él. No entendía por qué los jóvenes de la aristocracia eran tan malcriados.
La chica, algo avergonada se dirigió al kiosco y preguntó por el precio de un croisant. El vendedor miró a la joven y dijo el precio.
¿Tres francos por un maldito pedazo de pan? Eso era un abuso sin mencionar que le estaban viendo la cara a la niña. Una con la educación que tiene no puede darse el lujo de sólo desviar la mirada como si no me diese cuenta de aquella injusticia.
Me acerqué sonriendo al vendedor.
-Perdone, monseigneur, pero me parece que ese pan no cuesta lo que le ha dicho a la señorita. Yo compro todos los croisants que tiene en ese canasto si usted no vuelve a tratar de verle la cara a la gente.- comenté con un tono tranquilo pero autoritario. El hombre me dió la canasta llena de pan y yo le estiré varias monedas de plata. Sonreí y él desapareció, luego me dirigí a la jovencita.-espero que mi intromisión no haya sido de inoportuna para ti, pero ese tipo de personas simplemente son como un golpe en el estómago para mi.- le ofrecí la canasta de pan a la joven y sonreí.-toma, después de todo tu eras la que deseaba uno de estos biscochos, ahora puedes comer todos. No me agradezcas.-
Coloqué ambos codos en el barandal y con mis manos sostuve mi barbilla. Me sentía como una jovencita debutante mirando jóvenes deseosos de salir con una como yo. Me sentía como aquellas tardes en Londres, cuando salía con mi hermana mayor a hacerles encargos a las mujeres de la aristocracia. Me acuerdo que miraba aquellos vestidos ampones, llenos de telas de todos colores y adornos hechos a mano, con tanta delicadeza que podría pensar se romperían si la espina de una rosa se atorara en un hilo. Quería ser como una de ellas, vestir como ellas, usar los caros y deliciosos perfumes que enloquecían con sólo aspirar una vez.
¿Quién diría que unos cuantos años después yo estaría en esos vestidos y usaría aquellas lociones olor a violetas, sándalo y rosas?
Rememorar aquellos pasajes de mi juventud me pusieron melancólica, pero seguía de buen humor. Fijé mis ojos en una jovencita que se perdía en la hermosura de un joven que, groseramente, al verla desvió la mirada con desdén y casi coraje de que una mujercita como la que lo miraba se atreviera a dirigir sus ojos a él. No entendía por qué los jóvenes de la aristocracia eran tan malcriados.
La chica, algo avergonada se dirigió al kiosco y preguntó por el precio de un croisant. El vendedor miró a la joven y dijo el precio.
¿Tres francos por un maldito pedazo de pan? Eso era un abuso sin mencionar que le estaban viendo la cara a la niña. Una con la educación que tiene no puede darse el lujo de sólo desviar la mirada como si no me diese cuenta de aquella injusticia.
Me acerqué sonriendo al vendedor.
-Perdone, monseigneur, pero me parece que ese pan no cuesta lo que le ha dicho a la señorita. Yo compro todos los croisants que tiene en ese canasto si usted no vuelve a tratar de verle la cara a la gente.- comenté con un tono tranquilo pero autoritario. El hombre me dió la canasta llena de pan y yo le estiré varias monedas de plata. Sonreí y él desapareció, luego me dirigí a la jovencita.-espero que mi intromisión no haya sido de inoportuna para ti, pero ese tipo de personas simplemente son como un golpe en el estómago para mi.- le ofrecí la canasta de pan a la joven y sonreí.-toma, después de todo tu eras la que deseaba uno de estos biscochos, ahora puedes comer todos. No me agradezcas.-
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Off: Eres perspicaz, pues no es normal que reconozcan que soy mujer...
El vendedor me miró de arriba a abajo y me dijo que un croissant valía tres francos.
- Oh... -es lo único que atino a balbucear. ¿Cómo un pancito iba a valer la mitad de mi alquiler? No podía dormir en la calle sólo por un capricho, mi presupuesto no me dejaba...
- Niño, si no vas a comprar, no te quedes parado ahí, que me espantas la clientela.
Levanto mi mirada enojada, viejo malnacido, está bien que soy pobre, pero humillarme... De pronto, una dama muy elegante se acerca y lo acusa, muy amablemente, que me está cobrando demasiado caro. El vendedor queda rojo como un tomate, pero la señora no se detiene ahí, y compra todos los croissants. Ella le paga y veo cómo él desaparece con el rabo entre las piernas. No puedo evitar reirme, pero me tapo la boca con las manos. Entonces, la hermosa dama se da vuelta y... ¿me entrega la canasta completa a mí?
- Madame... le estoy muy agradecida, pero no puedo aceptarlo... -digo ruborizada, pero ella insiste, como si fuera lo más normal del mundo. Los observo, y ahora se ven más dulces, así que antes que se arrepienta, los acepto, con una gran sonrisa en mi cara:
- Bueno, si no le es incómodo, comamos unos allí en la fuente. Ya que son míos, los quiero compartir con usted, que ha sido tan amable! -el sol volvió a brillar en esa tan agradable tarde...
El vendedor me miró de arriba a abajo y me dijo que un croissant valía tres francos.
- Oh... -es lo único que atino a balbucear. ¿Cómo un pancito iba a valer la mitad de mi alquiler? No podía dormir en la calle sólo por un capricho, mi presupuesto no me dejaba...
- Niño, si no vas a comprar, no te quedes parado ahí, que me espantas la clientela.
Levanto mi mirada enojada, viejo malnacido, está bien que soy pobre, pero humillarme... De pronto, una dama muy elegante se acerca y lo acusa, muy amablemente, que me está cobrando demasiado caro. El vendedor queda rojo como un tomate, pero la señora no se detiene ahí, y compra todos los croissants. Ella le paga y veo cómo él desaparece con el rabo entre las piernas. No puedo evitar reirme, pero me tapo la boca con las manos. Entonces, la hermosa dama se da vuelta y... ¿me entrega la canasta completa a mí?
- Madame... le estoy muy agradecida, pero no puedo aceptarlo... -digo ruborizada, pero ella insiste, como si fuera lo más normal del mundo. Los observo, y ahora se ven más dulces, así que antes que se arrepienta, los acepto, con una gran sonrisa en mi cara:
- Bueno, si no le es incómodo, comamos unos allí en la fuente. Ya que son míos, los quiero compartir con usted, que ha sido tan amable! -el sol volvió a brillar en esa tan agradable tarde...
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
El joven vagabundo llevaba una semana encerrado en aquella Masión. Madame Laforet había sido muy amable con él, pero era demasiado estricta cuando se lo proponía. Aunque dentro de esa Mansion había un mundo entero por descubrir... Una sala de música llena de diversos instrumentos incluyendo uno que el chico siempre había querido tocar: El piano; Un lago hermoso que reflejaba claramente la luna llena que esa semana se dejaba ver tan a menudo, enormes prados que rodeaban las afuerzas de Paris, además de un jardín deslumbrante que llevaba a las calles de la Ciudad. Pero lo que más le llamaba la atensión al pequeño huerfano era la enorme Biblioteca repleta de curiosos libros de toda indole. Aún así, el pequeño Maicol, necesitaba salir y correr por la ciudad. No era su ambiente estar encerrado en una mansión. Necesitaba visitar la vieja catedral o revolcarse en el cesped de la Plaza Tertre. Y si la señorita Carolanne no le dejaba, "debido a que aún no estaba lo suficientemente pulido", él se encargaría de buscar la manera de escabullirse.
Así fue como, cogiendo los 4 marcos que había ganado esa semana, se puso las ropas que Carolanne le había comprado de antaño, para escabullirse por la ventana del tercer piso y bajar por el barandal con extrema agilidad, no sin antes hecharse un último vistado, desordenandose un poco la cabellera, frente al espejo de su habitación. Todabía le sorprendía verse en esa posición, despues de haber estado días sin comer, semanas sin bañarse, y meses sin un cambio de ropas.
-Vuelvo al rato -murmuró para si mismo despidiendose de su nuevo hogar.
El volver a la ciudad le hizo recordar porque es que adoraba tanto ese lugar. El mercado, la gente, la vida... Era lo que a Maicol le fascinaba. Sonriente llegó hasta la plaza donde pudo contemplar a la multitud disfrutando del día. Pero ésta vez no se sentía menospresiado ni minimizado. ésta vez era un igual con toda la aristocracia que lo rodeaba. Pero un traje fino y unos buenos zapatos no eran motivo suficiente para reprimir su hambre. Hambre que aumentó considerablemente al ver a un chico con un canasto lleno de Croisants. Se quedó mirando pasmado, detenidamente el canasto con los panecillos. Pero de pronto una mujer al lado del chico le llamó la atensión. De seguro era una de las tantas madame que se habían apiadado de él de antaño y le cooperó con un franco para poder alimentarse. Timidamente se acercó a la señorita para ver si lograba reconocerle con ese nuevo aspecto.
Así fue como, cogiendo los 4 marcos que había ganado esa semana, se puso las ropas que Carolanne le había comprado de antaño, para escabullirse por la ventana del tercer piso y bajar por el barandal con extrema agilidad, no sin antes hecharse un último vistado, desordenandose un poco la cabellera, frente al espejo de su habitación. Todabía le sorprendía verse en esa posición, despues de haber estado días sin comer, semanas sin bañarse, y meses sin un cambio de ropas.
- Spoiler:
- Espero que les guste mi vestimenta
-Vuelvo al rato -murmuró para si mismo despidiendose de su nuevo hogar.
El volver a la ciudad le hizo recordar porque es que adoraba tanto ese lugar. El mercado, la gente, la vida... Era lo que a Maicol le fascinaba. Sonriente llegó hasta la plaza donde pudo contemplar a la multitud disfrutando del día. Pero ésta vez no se sentía menospresiado ni minimizado. ésta vez era un igual con toda la aristocracia que lo rodeaba. Pero un traje fino y unos buenos zapatos no eran motivo suficiente para reprimir su hambre. Hambre que aumentó considerablemente al ver a un chico con un canasto lleno de Croisants. Se quedó mirando pasmado, detenidamente el canasto con los panecillos. Pero de pronto una mujer al lado del chico le llamó la atensión. De seguro era una de las tantas madame que se habían apiadado de él de antaño y le cooperó con un franco para poder alimentarse. Timidamente se acercó a la señorita para ver si lograba reconocerle con ese nuevo aspecto.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
No sabía cuántas veces me habían hecho la misma vista de cara cuando, hace mucho, trataba de comprar una muñeca. Llevaba no más de cinco francos y la muñeca costaba trece. Con ese precio estaba seguro que jamás la podría comprar y me retiré pensando que tal vez tendría que enseñarme a surcir y tejer para hacerme la mía propia hasta que llegó una niña, hija de una duquesa o algo por el estilo, berrincheando por que deseaba la muñeca. El vendedor se la dió a seis francos, ¡seis francos cuando a mi me la había querido vender a más de la mitad! Entonces supe que la gente no trataba a todos como yo pensaba y como ahora lo hacía.
Así era como entendía a la chica - que dudé en llamar "chico" antes de saludarle y defenderla, pero supe que era mujer por sus facciones, eran delicadas e inocentes, no toscas-. Había sido estafada y esa era una de las muchas cosas que me hartaban de este mundo.
La joven parecía algo ruborizada para aceptar lo que estaba regalándole.No la culpo, supongo que ha de ser algo bastante fuera de lo común que una mujer de "la clase alta" quiera regalar un canasto lleno de croisants a una chica que no era precisamente de la alcurnia. A mi no me dolía gastar mi dinero de esta manera, después de todo, me ayudaba a ser un poco más humana que muchas de las mujeres con las que convivía en las fiestas y cenas a las que me invitaban ocasionalmente. Sonreí con ternura al escuchar su propuesta de compartirlos conmigo. Tal vez la vista que ofreceríamos seria un tanto cuanto extraña, pero no me interesaba lo que los demás quisieran decir, pensar o imaginar de mi.
-Me parece una idea magnífica.-- respondí con una amplia sonrisa, luego me di cuenta que no tenía ni la mas mínima idea de cuál era su nombre.--Si no te molesta... ¿puedo preguntar cómo te llamas? No puedo platicar contigo si te llamo "chica" o "jovencita", ¿verdad?- pregunté mientras me encaminaba hacia la fuente.
Me di cuenta que la chica me recordaba un poco a mi a su edad. Posiblemente esa había sido una de las tantas razones que me habían orillado a ayudarle con el vendedor.
Caminé lentamente junto a la chica, mientras miraba a todos lados. Me gustaba mirar mi entorno, además de que si desviaba un poco mi mirada de la joven, no se sentiría intimidada conmigo. Miré la fuente, donde estaban sentadas dos debutantes con sus vestidos pomposos . Esas no me recordaban a mi en absoluto. Luego, por las jardineras donde crecían rosas blancas estaban una pareja de novios y una chico bastante peculiar, pues me parecía haberlo visto en algún otro lado. Traté de pensar dónde y me quedé viendo su cara. Nunca olvidaba una. ¡Pero claro! Con esos trajes no lo había recocnocido inmediatamente, pues parecía un jovencito bastante elegante, tan limpio aunque con ese aspecto desaliñado con el que lo había visto la primera vez. Era Maicol, un jovencito que había ayudado hacía un año a mi llegada a París. Recordaba vagamente que había salido de mi casa cierto día para regalar la ropa de mi esposo y sus amantes, ya que no la necesitaba para nada, y ese joven no me había pedido ropa como otros tantos, así que saqué el abrigo de lana que llevaba de entre toda la ropa y se lo regalé. Parecía contento ese día.
Así era como entendía a la chica - que dudé en llamar "chico" antes de saludarle y defenderla, pero supe que era mujer por sus facciones, eran delicadas e inocentes, no toscas-. Había sido estafada y esa era una de las muchas cosas que me hartaban de este mundo.
La joven parecía algo ruborizada para aceptar lo que estaba regalándole.No la culpo, supongo que ha de ser algo bastante fuera de lo común que una mujer de "la clase alta" quiera regalar un canasto lleno de croisants a una chica que no era precisamente de la alcurnia. A mi no me dolía gastar mi dinero de esta manera, después de todo, me ayudaba a ser un poco más humana que muchas de las mujeres con las que convivía en las fiestas y cenas a las que me invitaban ocasionalmente. Sonreí con ternura al escuchar su propuesta de compartirlos conmigo. Tal vez la vista que ofreceríamos seria un tanto cuanto extraña, pero no me interesaba lo que los demás quisieran decir, pensar o imaginar de mi.
-Me parece una idea magnífica.-- respondí con una amplia sonrisa, luego me di cuenta que no tenía ni la mas mínima idea de cuál era su nombre.--Si no te molesta... ¿puedo preguntar cómo te llamas? No puedo platicar contigo si te llamo "chica" o "jovencita", ¿verdad?- pregunté mientras me encaminaba hacia la fuente.
Me di cuenta que la chica me recordaba un poco a mi a su edad. Posiblemente esa había sido una de las tantas razones que me habían orillado a ayudarle con el vendedor.
Caminé lentamente junto a la chica, mientras miraba a todos lados. Me gustaba mirar mi entorno, además de que si desviaba un poco mi mirada de la joven, no se sentiría intimidada conmigo. Miré la fuente, donde estaban sentadas dos debutantes con sus vestidos pomposos . Esas no me recordaban a mi en absoluto. Luego, por las jardineras donde crecían rosas blancas estaban una pareja de novios y una chico bastante peculiar, pues me parecía haberlo visto en algún otro lado. Traté de pensar dónde y me quedé viendo su cara. Nunca olvidaba una. ¡Pero claro! Con esos trajes no lo había recocnocido inmediatamente, pues parecía un jovencito bastante elegante, tan limpio aunque con ese aspecto desaliñado con el que lo había visto la primera vez. Era Maicol, un jovencito que había ayudado hacía un año a mi llegada a París. Recordaba vagamente que había salido de mi casa cierto día para regalar la ropa de mi esposo y sus amantes, ya que no la necesitaba para nada, y ese joven no me había pedido ropa como otros tantos, así que saqué el abrigo de lana que llevaba de entre toda la ropa y se lo regalé. Parecía contento ese día.
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Tan pronto como le invité a sentarse conmigo, me arrepentí de lo dicho, temiendo que la dama se enfadara con mi osadía. Pero, nuevamente saliendo del trato común, la hermosa señora sonrió, manifestando luego lo agradable que le era la idea.
Sin embargo, mi sonrisa se desvanece cuando me dice que soy una jovencita... Se supone que aparento ser un chico...
- Madame, soy Lou, un hombre... Bueno, aún en crecimiento. -agrego ante su mirada perspicaz. En otro momento le diré la verdad, pero no aquí, en la plaza, frente a todos.
Me siento seria en la fuente, y por suerte, o delicadeza, la Madame... (Oh! Se me olvidó preguntar su nombre. Eso de ser cascarrabias mata cualquier diplomacia...) En fin, me fijo que la señora detiene su mirada en un chico muy bien vestido, que le sonríe. Pero dejo de mirarle, porque el olor de tantos croissants en mi poder me distrae poderosamente... No me aguanto y tomo uno, jeje.
Sin embargo, mi sonrisa se desvanece cuando me dice que soy una jovencita... Se supone que aparento ser un chico...
- Madame, soy Lou, un hombre... Bueno, aún en crecimiento. -agrego ante su mirada perspicaz. En otro momento le diré la verdad, pero no aquí, en la plaza, frente a todos.
Me siento seria en la fuente, y por suerte, o delicadeza, la Madame... (Oh! Se me olvidó preguntar su nombre. Eso de ser cascarrabias mata cualquier diplomacia...) En fin, me fijo que la señora detiene su mirada en un chico muy bien vestido, que le sonríe. Pero dejo de mirarle, porque el olor de tantos croissants en mi poder me distrae poderosamente... No me aguanto y tomo uno, jeje.
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Di un respingo al escuchar que era un "el" y no una "ella". Bueno, al parecer mi vista podía equivocarse al grado de pensar que sería una mujer por sus claras facciones. Me sonrojé bastante llevándome a tener que sacar mi abanico y echarme aire indiscriminadamente.
-Oh Dios, pero que despistada y grosera me vi! Perdona si te confundí con una chica, Lou.- comenté apenada.- es solo que tus facciones... no sé, pensé... oh dios, que verguenza.- me tapé la cara con el abanico y me reí nerviosa.
Momentos después seguí mirando al chico, tal vez se acercaría y saludaría, si no fuese ese el caso, yo le invitaría a acercarse. Sonreí al ver que Lou tomaba un corisant y se lo llevaba a la boca. Parecía que no había probado uno de esos bizcochos desde hace mucho o que no había comido en un par de días. A veces me daban ganas de rocojer a todos los jovenes o niños que veía así y adoptarlos, para mi desgracia, mi fortuna no sube a tanto para mantenerlos a todos.
- ¿Están buenos los croisants, Lou? Porque parece que en serio lo están, me da gusto que te sean agradables al gusto.- comenté con una sonrisa tierna. No sé por qué, pero el chico me inspiraba cierta ternura, como un cariño especial.
-Oh Dios, pero que despistada y grosera me vi! Perdona si te confundí con una chica, Lou.- comenté apenada.- es solo que tus facciones... no sé, pensé... oh dios, que verguenza.- me tapé la cara con el abanico y me reí nerviosa.
Momentos después seguí mirando al chico, tal vez se acercaría y saludaría, si no fuese ese el caso, yo le invitaría a acercarse. Sonreí al ver que Lou tomaba un corisant y se lo llevaba a la boca. Parecía que no había probado uno de esos bizcochos desde hace mucho o que no había comido en un par de días. A veces me daban ganas de rocojer a todos los jovenes o niños que veía así y adoptarlos, para mi desgracia, mi fortuna no sube a tanto para mantenerlos a todos.
- ¿Están buenos los croisants, Lou? Porque parece que en serio lo están, me da gusto que te sean agradables al gusto.- comenté con una sonrisa tierna. No sé por qué, pero el chico me inspiraba cierta ternura, como un cariño especial.
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
El joven vagabundo se acercaba timidamente al chico del canasto y la mujer del abanico, pero se detuvo un momento, junto a las jardineras, al sentir la mirada de ésta posarse en él. Se inclinó y arrancó una de las hermosas rosas blancas que crecían en ese lugar. No estaba seguro de si estaba permitido, pero fue un acto reflejo de la mirada interrogante de aquella mujer. Con la rosa en la mano, el vagabundo bien vestido, se acercó más a la señorita y pudo notar con mayor claridad su rostro. ¡Claro que le conocía! Era madame Collingwood, una amable mujer que le había dado un abrigo de lana hacía ya mucho tiempo, el cual llevó a su enfermisa madre para cubrirla de las hélidas noches de Paris.
Ya más animado se acercó, con andar viváz a la señorita Collingwood, esbozando una cálida sonrisa.
-¡Madame Collingwood! -exclamó ánimado a unos pasos de ella- Le he traido éste presente -sonrió estirando la rosa entre sus dedos para que ella la aceptara-, Soy Maicol Musso -añadió, para que no hubieran malos entendidos. Quizás no le reconocería con esos trajes.
El joven huerfano se detuvo unos segundos a admirar al chico que acompañaba a la señorita Collingwood. Era un chico con facciones muy finas y delicadas, una belleza. Lo que le hizo recordar esa antigua leyenda griega que hablaba de Narcisso. El hombre más hermoso del mundo. Así se quedó contemplandolo un momento hasta que sus ojos se toparon con el canasto que llevaba aquel chico y no pudo evitar dejar escapar un estruendo desde el interior de su estamago. El pobre vagabundo estaba muerto de hambre.
Ya más animado se acercó, con andar viváz a la señorita Collingwood, esbozando una cálida sonrisa.
-¡Madame Collingwood! -exclamó ánimado a unos pasos de ella- Le he traido éste presente -sonrió estirando la rosa entre sus dedos para que ella la aceptara-, Soy Maicol Musso -añadió, para que no hubieran malos entendidos. Quizás no le reconocería con esos trajes.
El joven huerfano se detuvo unos segundos a admirar al chico que acompañaba a la señorita Collingwood. Era un chico con facciones muy finas y delicadas, una belleza. Lo que le hizo recordar esa antigua leyenda griega que hablaba de Narcisso. El hombre más hermoso del mundo. Así se quedó contemplandolo un momento hasta que sus ojos se toparon con el canasto que llevaba aquel chico y no pudo evitar dejar escapar un estruendo desde el interior de su estamago. El pobre vagabundo estaba muerto de hambre.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Off: Madame Collingwood, usted no se ha equivocado, soy una mujer. Pasa que me visto de hombre para sobrevivir tranquila.
Oh, hice ruborizar a la hermosa dama:
- Por favor, madame, no se preocupe. Me confunden a diario... Pero pronto creceré y me casaré con una chica guapa... -Ay, ay, Lou, no exageres! pienso luego de hablar tamaña idiotez.
- Oh, eftán feleftiales... -contesto con la boca llena- ¡Ferdóneme! -ahora es mi turno de ruborizarme.
Estoy terminando mi croissant cuando me fijo que el chico que la dama observaba ha cortado una rosa y la trae. Por suerte el chico es rico, si fuera pobre como yo creo que hasta le podrían cortar un dedo! Él se acerca y se presenta con Madame Collingwood. Ah, así se llama ella... Nunca había oído ese apellido antes. ¿Será extranjera? Y ese Maicol se ve muy agradable, para ser rico.
Que raro, sus ojos se posan en mí, por un breve momento. Tomo otro croissant y escucho su estómago rugir. Entonces, en vez de llevar el pancito a mi boca, estiro el brazo:
- ¿Quieres uno? -de inmediato me giro hacia Madame Collingwood- ¿A usted no le importa, verdad?
Oh, hice ruborizar a la hermosa dama:
- Por favor, madame, no se preocupe. Me confunden a diario... Pero pronto creceré y me casaré con una chica guapa... -Ay, ay, Lou, no exageres! pienso luego de hablar tamaña idiotez.
- Oh, eftán feleftiales... -contesto con la boca llena- ¡Ferdóneme! -ahora es mi turno de ruborizarme.
Estoy terminando mi croissant cuando me fijo que el chico que la dama observaba ha cortado una rosa y la trae. Por suerte el chico es rico, si fuera pobre como yo creo que hasta le podrían cortar un dedo! Él se acerca y se presenta con Madame Collingwood. Ah, así se llama ella... Nunca había oído ese apellido antes. ¿Será extranjera? Y ese Maicol se ve muy agradable, para ser rico.
Que raro, sus ojos se posan en mí, por un breve momento. Tomo otro croissant y escucho su estómago rugir. Entonces, en vez de llevar el pancito a mi boca, estiro el brazo:
- ¿Quieres uno? -de inmediato me giro hacia Madame Collingwood- ¿A usted no le importa, verdad?
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Me abaniqueé la cara un poco para bajarme la vergüenza de llamar "jovencita" a Lou. Pero esque ¿cómo iba yo a saber que era un hombre cuando tenía la cara más bonita que jamás había visto en un joven? Hasta una maestra de debutantes -como lo había sido yo hacía mucho tiempo- podría decir que si se le bañaba, arreglaba, daba unas cuantas clases de comportamiento y se le educaba, podría ser de las debutantes más codiciadas en todo París. Lo que me gustaba era que en vez de hacerme un reproche o algo por mi evidente error, lo tomó con humor.
-Ah, bueno... eso me hace sentir menos despistada.- comenté un poco más calmada y luego reí por su comentario de casarse con una guapa jovencita- Apuesto que si, Lou.- sonreí. Luego reí un poco por su manera de hablar con la boca llena.
- No te preocupes, yo suelo hablar así cuando algo me gusta demasiado. Algunos de mis hábitos de niña de clase media siguen arraigados en mi.- suspiré con nostalgia. A veces extrañaba esa época donde no me preocupaba cómo me veían los demás.
Como había pensado, el el chico que estaba a lo lejos -y que había arrancado una rosa blanca de una jardinera- se comenzaba a aproximar a nosotras. parecía contento y supuse que sería porque habría conseguido una cita con alguna debutante o yo qué sé. Normalmente nunca sé que puede hacer a un chico feliz. El chico al que le había regalado el abrigo de Basil, mi ex marido, lucía un poco desgarbado y flacucho esa vez, pero el que tenía frente a mis ojos ahora, hasta tenía un brillo encantador en los ojos y sus mejillas parecían un poco más sonrosadas. eso sin descontar el traje de caballero que traía puesto que, de no ser porque yo le conocía de vista, podía jurar que era el hijo de un duque o conde. Sonreí ampliamante al ver que me reconocía y mis mejillas se sonrosaron un poco al ver el gesto tan lindo de regalarme la rosa que había tomado momentos antes.
- ¡Claro! ¡Maicol Musso! Ya decía yo que conocía esa cara. Tal parece que te ha ido bastante bien desde aquella vez que nos conocimos.- comenté con evidente emoción en mi voz. Pronto me di cuenta que él y Lou no se conocían, así que me tomé la libertad de presentarlos.
- ¡Ah! Maicol, deja que te presente a un amigo mío que conocí hoy. Él es Lou.-dije haciendo un gesto con mi mano hacia Lou. Luego miré a Lou y lo presenté con Maicol.- Y Lou, él es Maicol, un jovencito que conocí hace un tiempo.-
-Ah, bueno... eso me hace sentir menos despistada.- comenté un poco más calmada y luego reí por su comentario de casarse con una guapa jovencita- Apuesto que si, Lou.- sonreí. Luego reí un poco por su manera de hablar con la boca llena.
- No te preocupes, yo suelo hablar así cuando algo me gusta demasiado. Algunos de mis hábitos de niña de clase media siguen arraigados en mi.- suspiré con nostalgia. A veces extrañaba esa época donde no me preocupaba cómo me veían los demás.
Como había pensado, el el chico que estaba a lo lejos -y que había arrancado una rosa blanca de una jardinera- se comenzaba a aproximar a nosotras. parecía contento y supuse que sería porque habría conseguido una cita con alguna debutante o yo qué sé. Normalmente nunca sé que puede hacer a un chico feliz. El chico al que le había regalado el abrigo de Basil, mi ex marido, lucía un poco desgarbado y flacucho esa vez, pero el que tenía frente a mis ojos ahora, hasta tenía un brillo encantador en los ojos y sus mejillas parecían un poco más sonrosadas. eso sin descontar el traje de caballero que traía puesto que, de no ser porque yo le conocía de vista, podía jurar que era el hijo de un duque o conde. Sonreí ampliamante al ver que me reconocía y mis mejillas se sonrosaron un poco al ver el gesto tan lindo de regalarme la rosa que había tomado momentos antes.
- ¡Claro! ¡Maicol Musso! Ya decía yo que conocía esa cara. Tal parece que te ha ido bastante bien desde aquella vez que nos conocimos.- comenté con evidente emoción en mi voz. Pronto me di cuenta que él y Lou no se conocían, así que me tomé la libertad de presentarlos.
- ¡Ah! Maicol, deja que te presente a un amigo mío que conocí hoy. Él es Lou.-dije haciendo un gesto con mi mano hacia Lou. Luego miré a Lou y lo presenté con Maicol.- Y Lou, él es Maicol, un jovencito que conocí hace un tiempo.-
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Para tranquilidad del vagabundo, madame Collingwood lo reconoció al instante. Pero al sentir su estomago rugir las mejillas del joven Musso tomaron un lebe tono rojiso al verse en tan penosa situación. Sin en embargo el chico que acompañaba a madame Collingwood se apiadó de el muchacho, sin importarle la clara diferencia social que parecía haber entre ambos. ¡Cuanto extrañaba esa clase de gestos!. La gente que hoy en día lograba conocer no eran más que jovenes estirados y refinados, o damiselas engreidas y altaneras. Ese chico era humilde y sensillo, como él. un vagabundo disfrazado de caballero.
Antes de entregarle el cruasán, el joven pidió el consentimiento de madame Collingwood, pero el pequeño huerfano, devido a sus arrebatados reflejos, no esperó respuesta y se tragó la mitad del croissant sin pensar.
-Uhmm... -se dejó encantar por el sabor del panecillo y su exquisités, degustandolo con los ojos cerrados para sentir mejor el sabor, mientras éste se degradaba entre sus dientes-. ¡Está delicioso! -exclamó a penas tragó el cruasán-. Mucho gusto Lou -dijo estirando su mano para estrechar la de su nuevo amigo, al oír la presentación de madame Collingwood.
Sonriendo dio otro bocado y pensó en responder a la señorita del abanico sobre su "disfráz" de niño rico, pero recordó las palabras de Carolanne: "No hables con la boca llena, ¡y no trages!; mastica." Siguiendo sus, nuevos, buenos modales, terminó de mastigar y digirir su croissant.
-Así es, madame -sonrió dando un giro en 180° para que contemplara su vestimenta-. Han pasado muchas cosas desde que usted amablemente me regaló ese fino abrigo. Hoy por hoy he sido adoptado por una joven condesa de las afueras de Paris, quizás le conosca, su nombre es Carolanne Laforet, y a sido muy amable conmigo éste ultimo tiempo -voltió y retrocedió un poco para no darle la espalda al chico que le dio de comer-. Muchas gracias por el cruasán -retribuyó con una sonrisa mientras hurgaba en su pantalon-. ¡Tén, cogelos! -exclamó estirando su brazo con 3 de los 5 francos que había ganado trabajando para la señorita Caro-. Yo puedo conseguir más, además la señorita Carolanne siempre me da de comer, éstos pensaba gastarlos en algún juego o algo... Me aburro mucho en esa mansión -dijo inflando sus cachetes reprimiendo un berrinche-. ¿Tu de dónde eres, Lou? ¿Vives por aquí serca? -preguntó interesado por nunca haberlo visto antes.
Maicol conocía las afueras de Paris como la palma de su mano y jamás habia visto a ese chico, algo que le llamaba mucho la atensión, ya que conocía a casi todas las personas de la clase baja.
Antes de entregarle el cruasán, el joven pidió el consentimiento de madame Collingwood, pero el pequeño huerfano, devido a sus arrebatados reflejos, no esperó respuesta y se tragó la mitad del croissant sin pensar.
-Uhmm... -se dejó encantar por el sabor del panecillo y su exquisités, degustandolo con los ojos cerrados para sentir mejor el sabor, mientras éste se degradaba entre sus dientes-. ¡Está delicioso! -exclamó a penas tragó el cruasán-. Mucho gusto Lou -dijo estirando su mano para estrechar la de su nuevo amigo, al oír la presentación de madame Collingwood.
Sonriendo dio otro bocado y pensó en responder a la señorita del abanico sobre su "disfráz" de niño rico, pero recordó las palabras de Carolanne: "No hables con la boca llena, ¡y no trages!; mastica." Siguiendo sus, nuevos, buenos modales, terminó de mastigar y digirir su croissant.
-Así es, madame -sonrió dando un giro en 180° para que contemplara su vestimenta-. Han pasado muchas cosas desde que usted amablemente me regaló ese fino abrigo. Hoy por hoy he sido adoptado por una joven condesa de las afueras de Paris, quizás le conosca, su nombre es Carolanne Laforet, y a sido muy amable conmigo éste ultimo tiempo -voltió y retrocedió un poco para no darle la espalda al chico que le dio de comer-. Muchas gracias por el cruasán -retribuyó con una sonrisa mientras hurgaba en su pantalon-. ¡Tén, cogelos! -exclamó estirando su brazo con 3 de los 5 francos que había ganado trabajando para la señorita Caro-. Yo puedo conseguir más, además la señorita Carolanne siempre me da de comer, éstos pensaba gastarlos en algún juego o algo... Me aburro mucho en esa mansión -dijo inflando sus cachetes reprimiendo un berrinche-. ¿Tu de dónde eres, Lou? ¿Vives por aquí serca? -preguntó interesado por nunca haberlo visto antes.
Maicol conocía las afueras de Paris como la palma de su mano y jamás habia visto a ese chico, algo que le llamaba mucho la atensión, ya que conocía a casi todas las personas de la clase baja.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Menos mal que Madame Collingwood lo conocía, o se hubiera enojado mucho de la forma en que tomó el croissant de mí. Y a mí, me encantó conocer a un chico refinado que era espontáneo.
- El placer es todo mío, Maicol. -hice una semi reverencia (porque estoy sentada sujetando mi valioso canasto!) imitando los gestos que veo en la gran ciudad.- Ahora que ya estamos todos presentados, le ruego a usted Madame que saque un croissant, para que brindemos por este feliz encuentro!
Escucho atentamente como Maicol fue adoptado por una condesa... Y antes Madame Collingwood le regaló un abrigo... ¿Entonces él no fue siempre un señorito rico? Este chico me tiene intrigada, aunque esto me asegura que podremos ser buenos amigos.
- Fde fnada.- contesto con la boca llena, pero me sorprendo cuando me quiere pagar- Oye, Madame Collingwood me los regaló, no puedo recibir plata por ellos. Te lo regalé de corazón.
Me da pena que se aburra en la mansión... ¿Qué le pasaría si le tocara vigilar un calabozo? Entonces él me pregunta dónde vivo:
- Ah no, vivo lejos de aqui, en la parte baja de Paris. Tengo una pieza sólo para mí. -digo orgullosa.
- El placer es todo mío, Maicol. -hice una semi reverencia (porque estoy sentada sujetando mi valioso canasto!) imitando los gestos que veo en la gran ciudad.- Ahora que ya estamos todos presentados, le ruego a usted Madame que saque un croissant, para que brindemos por este feliz encuentro!
Escucho atentamente como Maicol fue adoptado por una condesa... Y antes Madame Collingwood le regaló un abrigo... ¿Entonces él no fue siempre un señorito rico? Este chico me tiene intrigada, aunque esto me asegura que podremos ser buenos amigos.
- Fde fnada.- contesto con la boca llena, pero me sorprendo cuando me quiere pagar- Oye, Madame Collingwood me los regaló, no puedo recibir plata por ellos. Te lo regalé de corazón.
Me da pena que se aburra en la mansión... ¿Qué le pasaría si le tocara vigilar un calabozo? Entonces él me pregunta dónde vivo:
- Ah no, vivo lejos de aqui, en la parte baja de Paris. Tengo una pieza sólo para mí. -digo orgullosa.
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Así que Maicol había sido recojido por una dama de la aristocracia, se notaba por la manera de hablar tan propia que manejaba ahora, además de el porte. Como ya decía yo antes, pude haberlo confundido con el hijo de algún duque por la pinta que llevaba. Me dió un poco de gracia el contraste que formaban Lou y Maicol, pues ambos eran hermosos, eso sin duda alguna, sólo que uno vestido de forma refinada y el otro con vestimentas sencillas. Sonreí y dejé escapar un comentario al aire.
- Me siento afortunada de estar en compañía de jovencitos tan guapos.- sonreí un poco. Me encontraba contenta, era un encuentro bastante agradable. Luego comenté a cerca de la adopción de Maicol.
- De haberlo sabido antes, te hubiera adoptado yo misma, pero me da gusto saber que estás con la Señorita Carolanne, una jovem bastante distinguida y propia. Por desgracia no tengo el honor de conocerla, pero he escuchado algunas cosas.- comenté felíz por Maicol.
Sin duda alguna, los jovencitos y jovencitas que crecíamos fuera de una familia adinerada sabíamos más lo que eran los valores, cosa que Maicol mostró a Lou cuando pensó pagarle el croisant, y éste último negó la retribución de su pan por dinero ya que él se lo había ofrecido. Cómo habría deseado tener hijos iguales a ellos dos. Tan solidarios. Como Lou me había ofrecido, tomé un croisant y comí un poco, no sin antes regalarle una sonrisa de agradecimiento.
No había escuchado de donde ra Lou, sin embargo, el tema había salido sin que yo lo preguntara. En las zonas bajas de París... eso debía ser los suburbios, donde vivían los de clase baja y algúnos de clase media... y estaba la prisión.
- Y, si no es indiscreción... ¿Cómo se vive en las partes bajas de París, Lou?- pregunté tratando de saber el status habitacional que el chico tenía. Si era demasiado denigrante, en ese caso, ofrecería mi ayuda.
- Me siento afortunada de estar en compañía de jovencitos tan guapos.- sonreí un poco. Me encontraba contenta, era un encuentro bastante agradable. Luego comenté a cerca de la adopción de Maicol.
- De haberlo sabido antes, te hubiera adoptado yo misma, pero me da gusto saber que estás con la Señorita Carolanne, una jovem bastante distinguida y propia. Por desgracia no tengo el honor de conocerla, pero he escuchado algunas cosas.- comenté felíz por Maicol.
Sin duda alguna, los jovencitos y jovencitas que crecíamos fuera de una familia adinerada sabíamos más lo que eran los valores, cosa que Maicol mostró a Lou cuando pensó pagarle el croisant, y éste último negó la retribución de su pan por dinero ya que él se lo había ofrecido. Cómo habría deseado tener hijos iguales a ellos dos. Tan solidarios. Como Lou me había ofrecido, tomé un croisant y comí un poco, no sin antes regalarle una sonrisa de agradecimiento.
No había escuchado de donde ra Lou, sin embargo, el tema había salido sin que yo lo preguntara. En las zonas bajas de París... eso debía ser los suburbios, donde vivían los de clase baja y algúnos de clase media... y estaba la prisión.
- Y, si no es indiscreción... ¿Cómo se vive en las partes bajas de París, Lou?- pregunté tratando de saber el status habitacional que el chico tenía. Si era demasiado denigrante, en ese caso, ofrecería mi ayuda.
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Vaya, ahora Madame Collingwood quiere adoptar a Maicol! Me da risa que el chico antes vivió en la calle, y ahora tiene casas para elegir!
Y hablando de casas, Madame Collingwood me pregunta por la mía. Bueno, en realidad de mi barrio:
- Bueno, usted verá, las calles son sucias, los departamentos pequeños, pero los vecinos son buenos. Faltan cosas, pero por lo menos yo tengo mi espacio propio y seguro. -digo con satisfacción real: lo obtuve solita, con mi trabajo y sin ayuda de nadie. (Y tomo otro croissant, al tiempo que le ofrezco otro a Maicol)
Y hablando de casas, Madame Collingwood me pregunta por la mía. Bueno, en realidad de mi barrio:
- Bueno, usted verá, las calles son sucias, los departamentos pequeños, pero los vecinos son buenos. Faltan cosas, pero por lo menos yo tengo mi espacio propio y seguro. -digo con satisfacción real: lo obtuve solita, con mi trabajo y sin ayuda de nadie. (Y tomo otro croissant, al tiempo que le ofrezco otro a Maicol)
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
Cómo el vagabundo pensaba, al parecer miss Laforet era una joven muy conocida. No solo por su sociabilidad sino por sus buenos y desinteresados gestos. Escuchó atento y en silencio los comentarios de madame Collingwood, quien parecía ser un persona bastante cálida. Demasiado cálida para ser de la clase alta... Luego el joven vio como su nuevo amigo le ofrecía un croasán a Evangeline. Esbozando una leve sonrisa, asintió a la idea del salud y dio un mordisco al croissant al mismo tiempo que madame Collingwood, para terminar de devorarlo por completo. Se chupaba los dedos para no dejar migajas ni restos del pan dulce.
Lou no quiso aceptar los francos que el vagabundo encubierto le ofrecía. Sorprendido, de su nuevo amigo y de si mismo, Maicol se ruborizó.
-Lo siento, no era mi intensión ofenderte -comentó algo avergonzado y cabizbajo. Sabía como Lou debía estar pensado. Él también venía de los barrios bajos y conocía bien el orgullo que cada uno tenía. Además, un clase baja nunca se aprovecharía de lo ajeno.
-Vaya, yo he vivido toda mi vida en los barrios bajos y nunca te había visto -comentó sorprendido. El vagabundo, si bien vivía cerca de las afueras conocía a todo el mundo en los barrios bajos, pero nunca había oído hablar de un joven que viviera solo por esos lugares, normalmente en una casa convivían varias familias juntas. Se admiró al darse cuenta que si era posible tener un techo al que acudir si uno se esforzaba. Se sintió algo avergonzado de estar siendo criado por la clase alta y ver que jóvenes como Lou salían adelante y surgían de lo más bajo.
Asintió a la respuesta que le daba Lou a madame Collingwood, recordando esas frías noches en la calles de las afueras... En las que solo le cubrían del frío un viejo periódico o un trozo de cartón junto a las caricias de su madre. A diferencia de Lou, el joven vagabundo nunca tuvo un techo al cual acudir.
-Es frío... -murmuró desviando la mirada al nuevo croissant que Lou le entregaba, posandola en él, con la mirada algo nostálgica-. Se vive como se puede, cada día es una razón más para luchar y sobrevivir. Así como se está rodeado de gente bondadosa y esforzada, también se está rodeado de hambre, pobreza y sufrimiento. sin embargo siempre hay alguna razón para sonreír -añadió sonriendo de lado, un poco nostálgico al recordar las precarias condiciones en las que vivía.
-¿Y usted madame? -preguntó dando un mordisco a su croasán-. ¿Cómo es vivir rodeada de lujos toda una vida? -meditó un momento masticando con calma-. A mi me aburre bastante mi nuevo hogar -confesó sacando la lengua y acariciando su nuca con la mano derecha-. Pero se come bien -añadió pensando en qué le darían hoy para cenar.
Lou no quiso aceptar los francos que el vagabundo encubierto le ofrecía. Sorprendido, de su nuevo amigo y de si mismo, Maicol se ruborizó.
-Lo siento, no era mi intensión ofenderte -comentó algo avergonzado y cabizbajo. Sabía como Lou debía estar pensado. Él también venía de los barrios bajos y conocía bien el orgullo que cada uno tenía. Además, un clase baja nunca se aprovecharía de lo ajeno.
-Vaya, yo he vivido toda mi vida en los barrios bajos y nunca te había visto -comentó sorprendido. El vagabundo, si bien vivía cerca de las afueras conocía a todo el mundo en los barrios bajos, pero nunca había oído hablar de un joven que viviera solo por esos lugares, normalmente en una casa convivían varias familias juntas. Se admiró al darse cuenta que si era posible tener un techo al que acudir si uno se esforzaba. Se sintió algo avergonzado de estar siendo criado por la clase alta y ver que jóvenes como Lou salían adelante y surgían de lo más bajo.
Asintió a la respuesta que le daba Lou a madame Collingwood, recordando esas frías noches en la calles de las afueras... En las que solo le cubrían del frío un viejo periódico o un trozo de cartón junto a las caricias de su madre. A diferencia de Lou, el joven vagabundo nunca tuvo un techo al cual acudir.
-Es frío... -murmuró desviando la mirada al nuevo croissant que Lou le entregaba, posandola en él, con la mirada algo nostálgica-. Se vive como se puede, cada día es una razón más para luchar y sobrevivir. Así como se está rodeado de gente bondadosa y esforzada, también se está rodeado de hambre, pobreza y sufrimiento. sin embargo siempre hay alguna razón para sonreír -añadió sonriendo de lado, un poco nostálgico al recordar las precarias condiciones en las que vivía.
-¿Y usted madame? -preguntó dando un mordisco a su croasán-. ¿Cómo es vivir rodeada de lujos toda una vida? -meditó un momento masticando con calma-. A mi me aburre bastante mi nuevo hogar -confesó sacando la lengua y acariciando su nuca con la mano derecha-. Pero se come bien -añadió pensando en qué le darían hoy para cenar.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Perdiendo las Horas (el que quiera)
- Vaya, yo he vivido toda mi vida en los barrios bajos y nunca te había visto.
- Ah, es que llegué hace poco del campo. Igual al comienzo sufrí mucho, pero todo mejoró cuando empecé a trabajar en el Calabozo. -digo con la mirada algo perdida en mi pasado. Entonces escucho a Maicol, a quién creía señorito rico, pasó más necesidades que yo.
- Oh Maicol, pareciera que hubieras pasado toda tu vida en las calles... -le tomo la mano libre del croissant y le digo sonriendo- Por suerte ahora ya tienes la protección de Lady Carolanne, y me atrevo a decir, que ahora también cuentas con nuestra protección y amistad. No tengo bienes, pero puedes contar con mi compañía todo el tiempo que tenga libre!
- Ah, es que llegué hace poco del campo. Igual al comienzo sufrí mucho, pero todo mejoró cuando empecé a trabajar en el Calabozo. -digo con la mirada algo perdida en mi pasado. Entonces escucho a Maicol, a quién creía señorito rico, pasó más necesidades que yo.
- Oh Maicol, pareciera que hubieras pasado toda tu vida en las calles... -le tomo la mano libre del croissant y le digo sonriendo- Por suerte ahora ya tienes la protección de Lady Carolanne, y me atrevo a decir, que ahora también cuentas con nuestra protección y amistad. No tengo bienes, pero puedes contar con mi compañía todo el tiempo que tenga libre!
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