Conociendo la locura, combatiendo la mía (LIBRE)

Algunos días ya llevo aquí establecida, he tenido la fortuna de conocer varios sitios sin duda que a los humanos encandilan de un modo indescriptible, ahora sin más ni menos, mismamente arreglándome para conocer algo tan poco común para elegir como visitarlo o acudir por decisión propia, vamos nada se pierde, un poco de diversión al ver a los humanos me traerán un buen sabor de boca. Arribando al sitio es deprimente, desde la entrada se puede observar cierta decadencia, todos los alrededores poseen cierto aire estridente y ambiente pesado, el aroma es putrefacto y otro tanto apetecible, sin duda de aquí saldré con alimento en mano.

Al llegar me preguntan si estoy allí por alguien, una distracción útil es la seducción, algunas caricias con palabras bonitas, la entrada me la dejan libre sin ningún problema; desde aquí ya puedo sentir las miradas descarriadas sobre mi cuerpo, estando en recién el sol puesto, me doy el lujo de salir anocheciendo, ahora me he despertado antes, la aburrición me llegó de lleno. Caminando por los andadores, diferentes voces piden auxilio, dicen barbaridades y media, no son coherentes, algunos me mencionan bruja o cosas parecidas, si supieran en realidad ni siquiera osarían a hablarme.

Las celdas son un tanto peculiares, los enfermos sin duda me están haciendo divertir ¿Cruel?, quizá si un poco, ¿´Para qué negarlo? es de los únicos modos de olvidar mi propio sufrimiento, desplazándome a virtud llego a dar a una sala descuidada, sólo hay un paciente allí, recostado mirando por el ventanal. la intriga misma me acecha haciéndome acudir hasta él. Deduciendo que es un hombre por su gran tamaño, el cabello corto que me resulta vagamente familiar, ese tono de piel también, vale que es imposible no averiguar.

Conforme me voy acercando no hace ningún intento por moverse, ¿Sabrá que estoy a punto de devorarlo? no ni idea tiene el pobre, me dará un rato de distracción antes de ingerirlo, danzo cuidadosamente hasta él susurrando a sus oídos palabras ininteligibles a su capacidad auditiva, en un movimiento rápido sus manos están sobre mi cuello, sonrío de una forma arcáica pero pronto todo decae, pues es el rostro de mi hermano Alejandro quién me mira sagazmente. No puedo gritar es evidente, es estúpido pensar en eso, él murió antes que GUillermo, es esto sólo una alucinación absurda, cerrando los ojos nuevamente fuertemente los abro de golpe y sigue allí, cogiéndome queriendo ahorcarme; logro zafarme aventándolo hasta una pared cercana.

Escapo al rincón, quiero salir de allí pero no hay ninguna puerta disponible, ¿Qué demonios es todo esto?, veo a mi hermano encaminándose, ahora lo acompaña Miguel y Nicolás, están deseosos de acabar conmigo, me hago cual ovillo temerosa, soy un vampiro puedo acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos, pero a pesar de saberlos sin vida, son quienes amé, no me debí haber metido aquí, ahora lo comprendo.

Ese lugar era deprimente.

Tantas mentes desviadas, sin propósito, sin sentido, sin luz, era una tortura para alguien que podía percibir su miseria con tanta facilidad.

Aún así entré en ese lugar, ahí yacía encerrado ese tipo, un sujeto que había traicionado al clan permitiendo la entrada de los licanos al imperio y dando datos sobre nuestras bases. Otosan le había brindado su confianza y él la había defraudado miserablemente. Los licanos tambiénle habían traicionado, le habían atacado destrozándolo, mutilándolo, pero dejándolo con vida. Quedó tan traumado que terminó en ese asilo, pero eso no significaba que estaría libre de la furia de los Kuran.

Cuando averigué que se hayaba en ese sitio, ingresé en él con facilidad por uno de los tragaluces del techo. Me escabullí hasta su celda y descendí ante él.

Me reconoció, pese a su gesto de eterna locura, pude notar una chispa de entendimiento cuando me planté frente a él.

De inmediato me acerqué a dónde estaba y le rompí el cuello con un movimiento rápido. Ese tipo ni siquiera merecía ser mi cena.

Iba a retirarme cuando el grito angustiado de una mujer llegó hasta mí. No era un grito sonoro, más bien mental. Una mujer en sus cinco sentidos se hallaba atrapada en esa trampa mortal.

Salí de la celda y me dirigí a toda velocidad a dónde ella estaba. La vi, no podía creerlo, ¿qué le ocurría? Me las ingenié para entrar en la celda, la sacudí de los hombros.

-Reacciona... reacciona... ¡Eso no es real!-

El rostro de aquellos siguen presentes, ¿Cómo endemonidados sucede? no lo sé, ni tengo una respuesta debida para contesrar, ver a mis hermanos juntos queriendo aniquilarme a mano limpia me impide reaccionar; a lo lejos una vocecilla me murmura cosas, en si me saca del shock una sacudida de hombros fuertemente, ahora aparece un chico completamente desconocido, más detrás de él está un cadáver. El olor a sangre al cuál estoy acostumbrada no se compara a ello, es putrefacta, asquerosa y todavía estoy considerando que Alejando anda vagando por allí.

Intento mover mis ojos en toda la sala, no hay ningún otro movimiento, está en calma absolutamente, estoy loca y zafada, no se me ocurre otro motivo, la espada de mi hermano sigue sobre el sillón, haciéndome entrar en alucinaciones nuevamente, imaginándome cosas invisibles pero no despego mis ojos del chico que me sostiene.

-Alejandro, él está aquí- apenas logro hablar, señalando el sofá con los dedos blanquizcos y la piel helada para mostrarle algo que seguramente no vería. Cerrando los ojos durante unos instantes, quédome inmóvil pensando coherentemente al menos lo más que puedo.

-Vos, ¿De dónde habéis salido?- musito ya un poco más tranquila sobre sus manos inconsientemente escondiendo mi cabeza sobre su pecho atemorizada todavía.

-Decidme que vos si sos real, decidme que no soís otra más de mis irrealidaes por favor- apenas puedo hablar porque la vpiz me tiembla como niña pequeña asustada entre brazos de un desconocido.

Poco a poco la joven comenzaba a reaccionar.

Me señalaba a un sitio del lugar, murmurando sobre alguien que se hallaba ahí, pero no había nadie. Pronto comenzó a temblar, hundiendo la cabeza en mi pecho.

-Os puedo jurar qué, hasta dónde yo sé, soy real. Vos no parecéis una desquiciada, este accesos de alucinación no amérita que se halle encerrada en esta deprimente pocilga. ¿Qué hace aquí? Debería irse ahora mismo.-

Le dije en un susurro, cerca de su oído, con seguridad y naturalidad, tratando de ayudarla a centrarse en la realidad.

-¿Podría decirme vuestro nombre, señora?-

Al menos puedo constatar que no estoy loca del todo, pero... entonces ¿Qué ha sucedido?, es le primer episodio que me pasa de esta índole, no quedo paa nada feliz con el resultado de haber pisado el sanatorio, buscando un rato de diversión termino con sorpresitas que no me podría haber imaginado nunca.Al escuchar la voz masculina confirmándome que no es una más de mis locuras, me sigo aferrando a él con cierta fiereza agazapándome entre sus brazos todavía shockeada.

-En realidad, venía a buscar un poco de diversión, algo habéis sucedido en todo esto que... no sé como explicaros debidamente caballero, siento aferrarme a usted de este modo- comento un poco apenada soltándole de los brazos aflojando mis movimientos un poquitín más, me pregunta mi nombre pero ni siquiera lo recuerdo bien, hago memoria, sigo bastante mal perome mantengo en pie.

-Mi nombre es Annette, no sabéis cuanta alegría os da que usted sea alguien de carne y hueso, instantes antes, he tenido unas pesadillas de locos, éste sitio es más peligroso de lo que pude haber imaginado- musito poniéndome ligeramente en pie todavía con las piernas temblándome. La escencia de quién me acompaña lo delata rápidamente, es uno como yo, gracias al cielo no es un humano de ellos sino... seguramente hubiese terminado muerto como el que yacía frente a mí.

-¿Usted acabó con él?- lanzo mis pupilas azules hasta la mirada del chico dubitativa e intrigosa a la vez, pues no comprendo como no pude haber terminado con su estúpida vida, si, era imposible viendolo encarado como mi hermano, jamás le hubiese hecho ningún tipo de daño.

-Ese pobre diablo no importa ahora, Señorita Annette, lo importante es que la lleve a otro lugar. Un poco de descanso y algo de sangre fresca harán maravillas con su mente atribulada.-

Le tomé de las manos para luego rodear sus hombros con mi brazo y ayudarle a andar. Se veía más pálida de lo que uno de nuestra especie se podria ver, lo cual delataba que no se había alimentado apropiadamente y además, estaba el suceso de aquellas alucinaciones que debían tenerla en un estado de perfecto shock, más que lo que un humano podría tolerar.

-Venga conmigo, por favor, si me lo permite la llevaré a un lugar seguro para descansar.-

Le cubrí con mi capa, era mejor que se protegiera de la vista de aquella podedumbre y de aquél aroma putrefacto.

Eso es!!! no he cenado en varios días, más de lo que podemos agunatar, para ello precisamente he venido hasta este sitio, dónde mi misión principal era encontrar a alguien de poco rasocinio para acabar con el o ella de una buena vez sin interrumpir con más asesinatos sociales. Una vez llegando me fui debilitando al grado de oler tanta sangre apetecible que me perdí, ahora comprendo todo, desde mi vaivén de pensamientos locuaces hasta mis babosadas imaginadas producto de la falta de alimento, parece saber más a la perfección de lo que necesito de lo que puedo suponer, en cuanto su capa rodea mi cuerpo recargo la cabeza sobre su hombro dejándome guiar.

-Tenéis razón, necesito algo de alimento, es lo que me ha puesto en éste estado, me había olvidado de cazar y terminé aquí- declaro apesumbrada mientras arrastro los pies por el suelo a duras penas tratando de encontrar un sitio que no huela tan mal, en fin, es lo de menos, la sangre comienza a hacerse presente como un maldito placer inexplicable de dejar, un vivio torrente, una droga con la cuál no puedo vivir ni sustentarme; afilando los dientes por fuera de los labios comienzo a relamerme, mi instinto asesino comienza a brotar, cierro los ojos pensando en otra cosa ajena al alimento.

-Salgamos de aquí, podríamos ir a un sitio más lejano, cómo por ejemplo al jardín?- pregunto concentrándome en dejar que mi mente no vaya más lejos queriendo acabar con todos los presentes en éste hospital, no quiero causar masacres, otra vez con eso, haciéndome sentir una de las peores basuras en el mundo.

-No quiero matarlos- sentencio mirando a mi acompañante sin señalar las celdas pues los gritos de los enfermos anidan en mis oídos con fuerza.

Los enfermos comenzaron con sus desvaríos, aumentando con ellos los gritos histéricos.

-Ya suponía que no se había alimentado como es debido, Madamme.- Susurré a su oído mientras la llevaba fuera del lugar, a paso lento, pues sus pies iban casi a rastras, parte la debilidad por falta de alimento, parte la escena shockeante que acababa de vivir.

Estaba tentado a alimentarla yo mismo,pero me contuve. Llegamos al jardín de aquel lugar, el cual no era nada digno de admirarse. Viejo, de bancas de piedra despostillada, arbustos descuidados, casi muertos y árboles sin hojas, deprimentes como si se trataran del trasfondo del más antiguo y miserable de los cementerios parisinos.

Había una banca de cantera debajo de uno de esos viejos y escualidos árboles. Le ayudé a sentarse en ella.

-¿Qué hacía usted sola en este lugar, madamme?- Pregunté, mientras esperaba que el aire fresco le ayudara a recobrar las fuerzas suficientes para llevarla a alimentarse.

Cuando arribamos al jardín puedo recordar el panorama anterior a las alucinaciones, son... pésimos sueños encarnados en pesadillas vivientes, todavía semitemblando puedo medio ladear la cabeza asintiendo hacia el chico, tiene toda la razón, soy una necia por no querer alimentarme ¿Qué modo de culparme si es un modo para terminar con mi vida?, quizá un poco radical y con malas consecuencias ya que heme completamente debilitada sin poder mover ni un gramo de mi ser; contrariándome en mis acciones, pequeña tontilla que soy, pensando así poder resolver mis problemas existenciales.

Cuando me pregunta qué hago en ese sitio, me encojo de hombros, ya iba en busca de alimento pero me asaltó en algún momento la impotencia o la desesperación a punto de querer morirme fui superada y traicionada por mis pensamientos.

-Venía por algo de alimento monsieur, estaba justo pensando en ello, ya tenia a ese hombre listo pero... todo cambió- me da vergüenza admitir que seriamente estoy peridendo los cabales en mi loca cabeza, resultando viendo fantasmas en sitios menos inesperados.

-Es sólo que... no pensé en ver aquí lo que vi, mucho menos a quién mi monsieur, era mi hermano- hablo sin dudar, le hago enterar del porqué de mi miedo, de estar aferrada como ovillo en el rincón de la habitación.

-¿Usted, qué hace aquí?- pregunto después de relacionar correctamente mis pensamientos, puesto que no tenía nada qué hacer allí a menos que también buscase alimento pero lo dudo seriamente.

Escuché su explicación con sorpresa. ¿Por qué una dama de sociedad desearía ir a un sitio como ese para alimentarse? No había duda que si ella lo deseaba podría tener a todos los mancebos de París a sus pies, rogando por servirle de alimento.

-Vine a visitar a un "amigo".- Respondí laconicamente a su pregunta. El viento sopló levemente, agitando nuestros cabellos y vestidos más las secas ramas del árbol bajo el que yacíamos. Un buhó ululó brevemente y la luna se asomó de entre las nubes de manera perezosa. Me pasé la mano por el cabello y miré de nuevo a la joven dama. La luz de la luna iluminaba su rostro, ya de por sí pálido.

-Si no caigo en una indiscresión, madamme, ¿Por qué una elegante dama de las altas esferas parisinas busca su alimento en un lugar tan deprimente como este?- Volví a acomodarle la capa sobre los hombros, pues el viento la había hecho caer un poco.

La luna volvió a ocultarse tras una nube, el buhó guardó pareció dormirse de nuevo, pues ni siquiera se le escuchaba aletear. Algunas ramas y hojas muy secas cayeron sobre nuestras cabezas y regazos. No me apresuré por sacudirme.

-Y, si no es nuevamente indiscresión, ¿qué le ocurrió a su hermano? ¿por qué tuvo esa alucinación con él?-

El caer de las noches me hace sentir indistinta, cada una de ellas porta el mismo tono, nada distinto, nada agradable a lo cuál aspirar; al mencionar cuando ha venido a ver a uno de sus amigos, comprendo que no tengo porqué preguntar más allá de la cuenta, a fin y al cabo no es mi asunto. Puedo recobrar un poco más el aliento aunque sea raro quién sea yo quién lo diga me siento poquito mejor.

Presto debidamente mis sentidos a su pregunta, meditando en la respuesta a otorgar un búho irrumpe en mis cavilantes ideas, clavando las pupilas carmín sobre él viéndolo como posible alimento; siendo realistas no, no lo haré pues de nada serviría, un sólo animal no calma la sed que llevo dentro.

-Monsieur, he venido aquí ya que de esto me allimento, verá... considérome algún tipo de asesina serial, al menos quitándoléis la vida a estos dementes no me siento tan culpable- armonizo mi frase vagamente con el rostro agachado, sé que he de lucir más pálida de lo normal, aspecto vagamente bello ante la vista de otro como yo, luce desmpampanante y hermoso, en cambio ahora, justo en estos momentos he de ser una piltrafa bien presentada. Con el cabello como mopa, la ropa ensuciada por mis valientes actos me doy asco yo misma, estoy deliberadamente en las ruinas y él me hace sentir todavía peor dándome la pauta en ser alguien de la alta sociedad.

Tocando el tema de mi hermano, una punzada sobre el estómago me acecha, no pudiendo experimentar el dolor, me resulta una forma de expresarlo lo mejor que puedo, jugando con una de las hojas posadas sobre mi vestido ladeo la mirada hasta ella.

-Él... murió en batalla caballero, tuvimos una relación difícil, nunca me despedí de él... y.. y viéndome lo que soy ahora, lo imaginé queriendo matarme, por eso me detuve, no tuve agallas para... matarlo- estas palabras hacían que se me formara algún tipo de nudo en la garganta tratando de continuar de modo convincente, la historia entre Alejandro y yo no era de lo más alegre y hermosa que muchos podían suponer, entrometiéndose siempre en mi vida, volvióse egoísta y despiadado, al fn, había terminado sepultado en algún sitio del bosque muerto a puñaladas por el contrincante.

-Bueno, usted acabó con mi presa, supongo que ése era su amigo?- enarco una ceja intrgada al respecto adentrando mis manos sobre la capa que porto sobre los hombros.

-No, acabé con mi amigo minutos antes de llegar a dónde usted se encontraba.- Repliqué con una sonrisa, no pudiendo evitar sincerarme un poco despué de que ella lo estaba haciendo conmigo, un perfecto desconocido al que tenía la bondad de ontarle sus intimidades más profundas y dolorosas, lo justo er que yo me abriera aunque fuera un poco.

-Mi amigo, se internó aquí al estar consciente de que pronto vendría a buscarle. Creo que no pudo soportar la "emoción" de saber que venía, empzó a alucinar con mi presencia, a escuchar mi voz y mis pasos a dónde quiera que iba, pensaba que le saltaría encima al doblar cualquier esquina. Supe que estaba aqui, lleno de esa "impaciencia" por recibirme y no quise defraudarlo.- sonreí, dejando vislumbrar ligeramente mis colmillos.

El viento solpló nuevamente, menos fuerte que la primera vez, juguetenadon solo un poco con nustros cabellos.

-Sobre su hermano, milady, quizá no debería sentirse tan mal. Tal vez su relación no fue lo que debía ser, pero debe tomar en cuenta que usted, ahora, le superaría fácilmente y , suponiendo que é pudiera volver a la vida y la buscase, usted tiene todas las armas y sobre todo el derecho de imponerse y defenderse ante él.-

Escucho percatándome de lo que habla, tiene razón, si Alejandro me tomase como su marioneta nuevamente y yo estuviese viva probablemente encontraría los medios para hacerlo pagar por cada una de aquellas, no, no vale la pena, bien sé estaría muy lejos de atreverme, como haya sido era mi hermano, está mejor en la otra vida, su misión existencial sería tratar de cazarme o averiguar dónde ando.

-Teneís razón, más a fin de cuentas, no me hubiese defendido, era y como era le amaba profundamente, al menos eso recouerdo monsieur, aunque para seros sincera, ni siquiera recuerdo que es sentir- declaro en voz alta mientras siento como el viento despeina mi melena que posa sobre la mitad de mi espalda, en la mitad de la obscuridad siento como una pequeña luz alumbrándome al final de algún tipo de túnel plagado de mantos anochecidos, el caballero me ha ayudado más de lo que puedo haber supuesto.

Su amigo, de veras que me parece algo pirado de la cabeza pero no cuestiono dónde no me llaman, no vale la pena opinar sobre el tema desconocido, aún así me parece acto de valentía sabiendo el tipo de obsesión que ofrece se viene a presentar con él. Preguntándome seriamente en las personas viviendo aquí es mejor acabar con ellos antes de la locura total.

-La sangre de estas personas, sabe algo amarga más os prefiero eso a cazar humanos inocentes- sentencio haciendo pequeños mis labios formando sólo un puntito a ver, manía adquirida debido al estrés, las hojas cayendo sobre mi regazo se hacen más intentas, sacudiéndolas jugando todo empieza a darme vueltas.

-¿Podríamos ir por algo de alimento monsieur?, ya estoy en estado crítico- no puedo ni levantarme, lo tomo del brazo para arrastrar apenas mis pies sobre el piso, adiós imagen de vampiresa recatada, ahora me interesa consagrarme en líquido rojo de algún humano, es cuestión de segundos para cazar a alguno. Pasando por una celda una mujer grita pidiendo desesperada a su hija, sonriéndole, me acerco hasta ella acariciando su cabello lentamente.

-¿Preferís vivir aquí hasta el fin de vuestra vida, o preferís que acabe ahora mismo?- todavía me tomo el atrevimiento para preguntarle, más al saberla implorando por su hija me tienta a ser amable, no me sabe responder, ya mi decisión está tomada; alejándome de allí a lado del joven encuentro a uno moribundo tirado sobre el suelo. Colándome por su celda mis colmillos se clavan sobre su muñeca absorbiendo de él a mercer mía dejándolo vacío.

-Lo siento en verdad, no suelo ser así ni... comportarme de modo tan agresivo- aseguro sintiendo algo de pena por mis espectáculos hambrunos,

Tras sacudirnos las hojas secas, ambos nos adentramos de nuevo en aquel horrendo lugar. Pronto, los gritos desesperados de una mujer que clama por su hija llama nuestra atencion. La dama se halla tentada a beber de aquel guiñapo que alguna vez fue una gran belleza y de la cual no queda ni la sombra, pero algo la hace inclinarse mas por aquel tipo, bebiendo de el hasta dejarlo seco.

-No tiene porque disculparse, mademoiselle, es normal para los nuestros el dejarnos llevar asi cuando no hemos tomado el alimento necesario y por fin este se nos presenta.- Le sonrei.

-Tiene razon, la sangre de esta gente es amarga... a veces insipida, por lo tanto no es necesario que se quede solo con esta clase de fuentes de alimento, ¿no ha pensado en dar caceria alla afuera? No a los inocentes como usted los llama, sino a aquellos que si lo merezcan.-

Los gritos de la mujer desquiciada clamando por su hija se hacen aun mas fuertes. Sus ojos desorbitados dan fe de una mente que se ha ido con el tiempo. La culpa la ha carcomido, es lo que la llevo ahi.

-Por ejemplo, esa mujer, usted se ha detenido de beber de ella por que es una madre que llora por su pequeña, ¿no es asi? Pero... ¿Sabia usted que dicha pequeña ya no se encuentra en este mundo por que ella la mato? Si, asi es, esa mujer asfixio a su pequeña de seis meses, estrujando su pequeño cuello con sus propias manos. Posteriormente, la culpa la hizo presa, escuchaba el llanto y la risa de la niña por todo su hogar, hasta que incluso al salir a la calle esos sonidos la perseguian. Veia a la pequeña en todo sitio, como la vio por ultima vez, libida, sin color en sus pequeñas mejillas, inerte. No pudo soportarlo y termino aqui. Asi como ella hay muchos afuera,igual de culpables pero que no tienen la conciencia suficiente como para por lo menos pagar sus errores con su cordura como ha hecho ella; por el contrario, andan por ahi, libres, sin arrepentirse de sus crimenes e incluso, dispuestos a repetirlos si feura necesario.-

-¿No cree que cazar a los malditos alla afuera, a aquellos criminales sin corazon, le seria mas satisfactorio que alimentarse de estas personas?-

El comentario del caballero que me acompaña me deja completamente helada, deteniéndome a medio pasillo después de saciar solamente cierta parte de la sed, presto con atención a lo que él me relata sobre la mujer desquiciada apegándose a los barrotes de su celda exasperada, una gran vista para quizá un rato de diversión pero no lo tomo así, en lugar de ello mis ojos se fijan en ella con rencor, yo que carezco de vida y ella osó a una pequeña bebé de seis meses sin tener ninguna culpa en lo absoluto, enrrabiada me lejo por un momento del joven apretando las sienes y dejándola inconsiente.

-¿Cómo es que sabe todo ello?- pregunto estupefacta reestableciendo mis pasos a lo largo del pasillo lleno de aullidos auxiliantes, me trueno el cuello para que no interrumpan con lo que viene diciéndome aquél chico que no conozco, en algo tiene razón, allá afuera se desprende un grado de violencia listo para que aquellos pecadores sucumban ante la muerte por sus actos.

-Es cierto, a veces si cazo allá afuera, me causa gran satisfacción, es sólo que había decidido un modo de acabar conmigo, fue inútil- sentencio enarcando una ceja con una leve sonrisa enunciándose sobre mis labios.

-Verá, ser lo que soy... me ha traído varios problemas, he intentado matarme y no puedo, creo que seberían hacedme un lugar en este sitio- termino por decir mientras mis ojos se clavan en los suyos intrigada.

-¿Cuál es vuestro nombre?- menciono con el ceño fruncido recopilando toda nuestra conversación constatándome que en ningún punto me lo había dicho, la única merolico como siempre estaba terminando de ser yo. Una nueva idea me pasa por la mente, más arriba se encuentran los pequeños niños que tienen situaciones difíciles, antes de marcharme quiero verlos, se alegran cuando algiuen los visita, sobre todo a una pequeña esquizofrénica de nombre Isabel.

-Acompáñeme- lo tomo de la mano conduciéndolo hasta el departamento de pediatría, allí la niña me recibe con un inmenso abrazo al cuál cedo sin titubear,

-Isabel, mira, te presento a un amigo- menciono introduciéndola ante el chico, ella como siempre le contesta sonriente sin poder hablar del todo bien.

Miré con cierta congoja la reacción de la joven dama ante lo que le había contado. Sentí un poco de remordimiento, quizá no debí ser tan brutal a la hora de relatarle la historia de aquella mujer.

Cuando me preguntó sobre como lo sabía, solo me limité a decir.

-Es una habilidad que poseo, la he heredado de mi padre.- Dije, dándome algunos golpecitos en la sien con el dedo índice.- Pese a ser mentes desquiciadas y tener un gran caos interno, aun hay algo que leer ahí dentro.-

Luego la escuché hablar. Me preguntó mi nombre, pero también deseaba ir a visitar a algunos amigos suyos; pequeños inocentes a los que hacía felices con su presencia. Me dejé guiar por ella hacia el piso superior. Pude notar que la dama recorría aquel camino con total seguridad, prueba de que lo conocía muy bien, pues debía asistir ahí muy a menudo.

Llegamos al piso. Una linda pequeña, la cual sería aun más bella si no se hallara ataviada con aquel batón gris y triste de paciente, se abalanza sobre la dama, sonriente y cariñosa. La joven madamme le corresponde y me presenta. Ahora debía acompletar yo aquella presentación ante ambas damas.

-Yuuki Kuran, del clan Kuran, un placer.- Dije para ambas, haciendo una educada y galante reverencia.

La pequeña Isabel se anidó sobre los brazos del joven sin dudarlo, a pesar de tener la piel tan helada al parecer a ella no le causaba ningún sacrificio mostrarse gustosa mostrándonos signos de cariño faltante sobre su pequeña vida; en un inicio cuando vine por primera vez, recuerdo poder oler esa sangre deliciosa, limpia, nada manchada, nada insípida, curiosa por ver había terminado en el departamento de pediatría, Isabel, con aquellos ojos azulados cuál vil ojos reflejados del mar me miraban de forma curiosa, se había acercado hasta a mí pidiéndome que le contase un cuento; bien como todo, no pude proceder ante tomar a ninguno como ellos de alimento.

Cierto comportamiento del chico me hace desbalancearme, al parecer, tampoco tiene problema alguno con que la pequeña lo acose rebuscándose entre sus brazos, pareciendo una chimpancé del todo profesional para escalarlo.

-Yuuki, un placer en conoceros, ¿Quiénes son del clan Kuran?- acentúo con una leve sonrisa tomando en brazos a la pequeñita que nos conduce hasta el resto de los niños dispuestos a saludarnos.

-¿No le incomoda estar aquí caballero?, ellos son la razón por la que vengo además de alimento- sentándome sobre el borde de una cama desvencijada, ya con los resortes saliéndose de éstas aportan una vista deprimente.

-Quiero llevármelos de aquí, darles un verdadero hogar, porque esto me deprime demasiado- declaro pasando mis dedos sobre la cabellera de uno de los chiquitos que se han sentado sobre mi regazo.

-Los quiero de un modo inexplicable, no sé como describirlo, no sé siquiera si puedo sentir, más algo me impide estar separada de ellos, toda una confusión- digo alentando mi locura solamente acostumbrada ya a pasar algunas noches semanales a su lado.

-No les afecta que yo sea... lo que soy, muchos de ellos piensan que están en una fantasía, Isabel comienza a mostrar síntomas de mejorías, más los tratan pésimamente, ¿seguro que se encuentra bien entre tanta sangre deambulante?- torciendo los labios interrogo a Yuuki porque no deseo incomodarlo.

-No se preocupe, estoy acostumbrado a contenerme pese a percibir el aroma de la sangre más dulce y fresca del mundo.-

Respondo con una sonrisa, mientras alboroto cariñosamente el cabello de otro pequeño.

-Supongo que lo que siente por estos niños es natural. Les sabe inocentes e indefensos y por eso los quiere, y como su presencia les da cierto alivio, es normal que desee estar aquí con ellos, ayudarlos a su manera. Quién sabe, quizá algún día podría llevarlos con usted, ¿no lo cree? Adoptarlos o algo así.- Sonreí.

Luego recordé su pregunta.

-El clan Kuran es un antiguo grupo de vampiros asinado en Japón, mi padre, Kaname Kuran-sama, es el líder del grupo. Ha vivido por siglos en el país, defendiéndolo de invasores y protegiendo a los nativos.-

Dije, confiando en ella plenamente, pues me hacía sentir esa confianza.

Anonadada ante la frase que ofrece Yuuki referente a la sangre humana, quisiera yo contar con ese autocontrol tan definitivo, anhelo con ganas no tener seguidamente las ganas de vaciar a los humanos de su sangre realmente deliciosa, sólo al pensarlo se me hace agua la boca, trato de no pensar en ello mientras refugio a un pequeñito sobre mis brazos mirándolo encandilada.

Lo mencionado por el caballero, pensar en vivir humanamente o al menos algo relacionado con aquellos pequeños rodéandome, mirándome de modo materno, intentando darles lo mejor cada segundo, viviendo hasta hacerlos mejorar del modo que mejor se me ocurra, suena todo tan hermoso y atractivamente sondeable, es mucho esperar de la inmortalidad, a fin de cuentas, ellos crecerán, estarán igual y morirán como cualquier otro mortal en la faz de la tierra, distrayéndome por completo ante estas situaciones me deprimo un poco, ahora me concentro en prevalecer con ellos dándoles amor y cariño faltante pro sus padres que les han abandonado.

Sorprendiéndome un poco el hecho de que haya clanes en sitios tan lejanos, abro los ojos como platos, es inesperado y sorprendente al mismo tiempo, no conozco a ningún clan por las calles de Paris, quizá en el teatro habiten algunos; aún así prefiero andar por cuenta propia antes de rendir cuentas a alguien más.

-Vuestro padre entonces es alguien importante en las jerarquías de nuesra especie ¿cierto?- enarco una ceja tomando a Isabel con la mano libre apegándola a mi regazo qu comienza a quedarse medio dormida. Mírando al joven empiezo a tarararear una melodía suave concduciendo a la pequeñita a sueños interminables, a su lado otrs más caen rendidos después de andar saltando alrededor.

Verlos así, me hace añorar tantas cosas Yuuki, no sabes cuánto quisiera ser testigo de sueños en las noches, observar la luz del sol brotar en el horizonte cada mañana- murmuro en voz baja mientras me despego a la niña arropándola sobre ese colchón desvalijado, con los resortes afuera, toda una asquerosidad de sitio, beso su mejilla a lo que contesta con un ligero escalofrío.

-Podré matar a todos los humanos que quiera, más jamás a un niño, nunca- le aseguro ensanchando una breve sonrisa sentándome en el suelo siguiendo la conversación anterior.

-¿Vuestro clan tiene alguna misión o alguna visión a seguir joven Yuuki?- pregunto intrigada recargando la cabeza sobre mis rodillas atenta.