Pandora D. Benoit

"Pandora Danaë Benoit, es usted un insulto hacia las señoritas" Es quizás esta la frase que más ha sonado en su cabeza desde que el mundo es mundo y, en cierta manera, tienen razón. Dora es de esa clase de personas que prefieren la soledad a la falsedad, que dicen las cosas sin pensar y luego añaden una sonrisa irónica; en definitiva, es la rebelión personificada. No le gusta la gente, o por lo menos, ese es el infranqueable escudo que desea mostrar hacia los demás colmando y propiciando comentarios de mal gusto. ¿Borde? No, auto protectora. No le gusta su trabajo, es más, lo odia y esa es una de las razones para comprender ese ajetreado comportamiento.
No existe una sonrisa sincera contorneando sus rosados labios. Sabe cómo sacar a la gente de quicio y es un deporte que practica a menudo combinado con el hurto. Fiel seguidora de la filosofía maquiavélica y de los ideales que ésta misma marca. No dudará en decirte lo que quieres oír para salvarse a si misma y, si tiene que venderte al diablo, lo hará. En pocas palabras es de la clase de personas que llaman tu atención cuando ellas no lo desean. Además se le puede describir como el pesimismo en persona. Si algo puede salir mal, saldrá mal.

"¿Afecto?, ¿Eso se come o sirve para algo?". El terreno de las relaciones personales, ya sean de afecto o amor fraternal, prefiere no tocarlo. Suele mantenerse distante con la gente usando una falsa agresividad. Sabe cómo distanciarse de la gente y está obcecada en conseguirlo siéndose fiel a si misma y sus estúpidos ideales. No esperes que por tener un rostro angelical tenga la misma personalidad que un berberecho, es una mujer de armas tomar. Pese a todo, la soledad le mata, aunque nunca lo admitirá pues la Pandora cariñosa yace bajo tierra desde el día en su demonio personal la atacó. Desconfía de los hombres pese a que esté rodeada de ellos la mayor parte del día, son su punto débil. Es valiente y no teme morir pues considera que su vida terminó hace tiempo.

Pandora Danaë Benoit nació en París, Francia, en el seno de una familia trabajadora de clase baja y con poco clara prosperidad económica. Hija única de Clémence Benoit, artesana de la ciudad en el centro público de la zona, y Nathaniel Josh Benoit, emigrante americano y trabajado de una de las tantas fábricas, creció rodeada de todo lujo de detalles. Su infancia transcurrió en Francia de una forma algo monótona. Caracterizada por su risa pegadiza y alegría constante, los años pasaron hasta un fatídico día que marcó el comienzo de una nueva era.

Cuando Dora tenía seis años, el 25 de diciembre de esa misma navidad, su madre falleció en un accidente en el campo dejando sin un pilar a la familia Benoit. Miedo, desesperación y dolor se sumieron dentro del corazón del Nathaniel convirtiéndolo en un hombre huraño y algo extravagante; la vida ya no tenía significado sin su mujer. Las relaciones con la familia materna de la pequeña fueron eliminadas de raíz y, obligada al aislamiento residió sumida en el resentimiento.
Los años pasaron para ambos, tanto para su padre como para ella, convirtiendo la convivencia en algo complicado y casi imposible.
Los meses transcurrieron convirtiendo a Pandora en el recuerdo en vida de Clémence. Pero el tiempo no pasó solo para la pequeña de la familia pues lo problemas mentales que la muerte de la madre habían dado al padre, fueron incrementando gracias a la ayuda del alcohol. Lo pequeña parte de familia había quedado totalmente destrozada, ya no era nada.

Una noche, después de horas de intentos de localización y preocupaciones, Nathaniel apareció totalmente trastornado e irrumpió en la habitación de la morena alegando que era el diablo a causa del semblante que la chica compartía con su madre. "Clémence sé que eres tú, eres tú..." no paraba de repetir una y otra vez mientras atrapaba a su hija de 14 años entre sus fauces. "Tienes que serlo, eres tú mi amor" comentaba en ocasiones terminando con la inocencia de su pequeña.
Fue desde ese mismo instante en el que todo cambió. Ella cambió. Las vejaciones se repetían con demasiada frecuencia y el dolor continuaba pese a los gimoteos de la chica pidiendo que parara, finalmente terminó por hacerse algo monótono, doloroso pero monótono.

Cuatro años después de que su calvario personal comenzara, con 18 años, harta del dolor y del sentimiento de suciedad que sobre si misma recaía, optó por romper con todo de raíz terminando con la vida de su padre. Tras prepararlo todo minuciosamente, después de meses de espero el momento llegó y, cuchillo en mano, asesinó a Nathaniel dejándolo tendido en la misma cama dónde él le había quitado, metafóricamente hablando, la vida a Dora. Totalmente asustada, después de esto, escapó lejos. Desde entonces vive alejada del mundo, sumida en el silencio y subsistiendo de los pequeños hurtos y el trabajo surgido en el cabaret.