Bird Girl [Pandora D. Benoit]

Lo que había empezado con tediosa monotonía ahora comenzaba a precipitarse con hechos que no tenía planeados. Claro estaba que muy pocas cosas en la vida de Týr estaban planeadas, pero lo que recientemente había ocurrido definitivamente se salía de toda norma, creía, porque quería hacerlo, que jamás volvería a saber de aquel vampiro al que le había robado una pintura por simple diversión (y porque en realidad deseaba esa pintura para mercar con ella), que ese capítulo estaba atrás, que Indro Galeotti había seguido con su vida como él con la suya. Recordó con una risa burlona la expresión de aquel hombre cuando lo vio escapar por la ventana con la pintura bajo el brazo, a riesgo que pudiera maltratarse, pero ese era él, primero estaba la aventura antes que cualquier otra cosa, incluso su vida.

Miró a un lado, junto a él iba su fiel perro, su enorme mastín tibetano rojo como tabique, Tân, nombrado así en su verdadera lengua, el galés, el cuál le gustaba usar más que cualquier otro idioma. “Suena gracioso” decía a menudo, y claro, cualquier cosa que lo divirtiera valía la pena.

Como era su costumbre, estaba perdido, pero fortuitamente había llegado a un paraje donde los viñedos parecían extenderse hasta donde alcanzaba la vista, el aire era fresco y había una especie de sensación de libertad, definitivamente algo adecuado para él. Sonrió y emprendió una larga carrera seguido de su perro, resbaló con un pequeño charco y en lugar de enojarse por ensuciar su ropa comenzó a reír mientras el animal lo observaba como lo que era, un completo desquiciado, aunque el propio perro ya se había acostumbrado a su peculiar amo.

Ahí en el suelo se acomodó y se sentó, los viñedos lo escondían de la vista de otros visitantes del lugar, si es que lo hubiera pues estaba sólo hasta donde pudo notar. Tân comenzó a olfatear algo y sin pararse Týr le habló.

-¿Qué pasa amigo? –dijo como si esperara en serio una respuesta-, ¿tenemos compañía? –asomó la vista por sobre los matorrales y vio a una pareja ya mayor que se alejaba, como si sólo estuvieran ahí de paso, resopló hacia arriba de modo que un mechón de cabello se elevó causa de aquel airecito-. Matrimonio, pareja, mi madre… ¡ah!, todo me está volviendo loco –el perro lo observó cómo diciéndole “no amo, usted ya está loco”, Týr se llevó las manos a la cabeza y las deslizó hacia abajo haciendo que luciera de forma graciosa, como una mueca de desesperación caricaturesca.

-Hay que seguir –se puso de pie y se medio sacudió la tierra y el pasto que se pegó a su pantalón-, tienes suerte, tu madre no te está obligando a casarte, o al menos a tener la intención de casarte –le hablaba al perro, aunque si éste no estuviera a su lado era probable que le estuviera hablando al aire. Ya era bastante común verlo por los rincones de París hablando solo, riéndose de la nada y preguntándole a otros transeúntes cosas totalmente descabelladas. Sin embargo, eso funcionaba para él, era su proceso mental, desordenado y como fuera, pero todo aquello, sus locuras y miradas maniáticas eran parte de sus reflexiones, quien lo viera no pensaría que era un hombre que reflexionara mucho, ni él mismo se lo creería si se lo dijeran, pero lo era, hablar con su perro o con las plantas le ayudaba a sopesar su vida.

-Tal vez… mi madre tenga razón, ya no soy un jovencito –dijo de pronto entornando los ojos y no gustándole escucharse decir en voz alta que su madre tenía la razón.

¡Oh, París! La ciudad del amor, de la prosperidad y las oportunidades. La misma ciudad que ha visto en silencio crecer y morir, la que muestra sus más oscuros secretos durante la noche para, tiempo después, volver a esconderlos bajo un manto de luminosidad durante el día. Una vez más, el sol ha salido en las afueras del paraje tiñéndolo todo de un color ciertamente primaveral y totalmente alejado del oscuro tono del invierno. La gente de los pueblos comienza a despertar a medida que los rayos del sol inciden por sus ventanas y, una de esas personas en nuestra pequeña Pandora que perezosa se estira sobre su lecho acompañada como siempre por la descortesía de un hombre medio borracho. Odia su trabajo, lo odia con toda su alma pero es lo único que le proporciona el sustento necesario para subsistir.

Chasquea la lengua aún tapada y observa con detenimiento al ser que a su lado yace. -Si no fuera porque respira, pensaría que está muerto.- dice en voz baja aún algo adormilada mientras su mente va despertando. No recuerda nada de la noche pasada, o mejor dicho, no quiere hacerlo. ”Recuerda, lo haces para poder comer” le recuerda su mente a menudo. Sonríe de lado, pícara aunque no la observen, y pasea su mirada felina por el destrozado habitáculo para finalmente optar por levantarse en sumo silencio.

Se viste y arregla como puede. Se observa en el espejo mientras los recuerdos de su niñez vuelven a recrearse en su mente haciéndola sentir pequeña e inexistente. La echa de menos y la tentación de tirarse al suelo patalear pidiendo a su madre es claramente latente en la mente de la morena pero, por suerte, un ronquido gutural procedente del ya olvidado caballero la hace volver a la realidad obligándola a olvidar de repente; sumiéndola en su asquerosa realidad. Traga saliva aún asustada y ladea la cabeza. Camina sigilosa hasta llegar a los ropajes del extraño y, tras inspeccionarlos, saca una pesada bolsita de cuero con monedas dentro. -Esto por mis servicios.- comenta divertida. -Y esto otro como propina.- añade intentando esconder una risa algo malévola y escapa de ahí bajando las escaleras a toda prisa para salir a la calle.

Evidentes miradas peyorativas acompañadas de susurros incómodos se apoderan del momento haciendo tambalear de nuevo esos cimientos que con cierta dificultad ha conseguido reconstruir en ese momento frente al espejo. Suspira sonoramente y opta por olvidar caminando en dirección a los viñedos.
Verdes pastos se alzan frente a ella a medida que sus pasos avanzan en dirección a ninguna parte. Necesita descansar, dejarse llevar por la soledad y danzar junto al viento una melodía no especificada.
La chica, suspira una vez más y finalmente se deja caer sobre la hierba dejando que su pelo revoloteara compartiendo el son de la brisa. -Me quedaría aquí toda la vida...- comenta en voz alta mientras eleva ligeramente su rostro y cierra los ojos. Por fin esa ansiada sensación de libertad.

Off: sé que es una mierda, y escribo fatal, pero llevo demasiado sin relatar nada y lo siento T_T

Después de un rato de correr, reír de chistes que él mismo se contaba y platicar con su perro, finalmente Týr encontró su límite, comenzó a sentirse cansado, ¡pero era tan temprano!. “Me estoy haciendo viejo”, se dijo en voz alta y caminó con paso cansino con las manos en los bolsillos.

-Pero que importa, tú envejeces seis años por cada año que yo lo hago –le dijo a su perro chasqueando la lengua como consuelo y continuó caminando, era temprano, cada día se levantaba más temprano y se dormía más tarde, desde luego, eso no ayudaba a su de por sí escasa cordura, aunado al hecho que tomaba mucho café, multiplicando su hiperactividad a la ene potencia.

Finalmente salió del laberinto formado por los arbustos de viña y caminó por las orillas de los sembradíos, seguido de cerca por su perro, pateando piedras como niño regañado, con las manos escondidas y la vista gacha, pensando en “sus asuntos”, cualesquiera que éstos fueran. Así avanzó largo tramo sin darse cuenta hasta que detuvo su marcha al observar una figura tendida en la hierba, causa de la altura del descuidado pasto no pudo ver de quién se trataba, pero por la complexión supo que era una mujer, se quedó parado unos momento pensando en qué hacer y luego se acercó con sigilo, indicándole a su perro que no hiciera ruido con un gesto de su dedo índice sobre su boca.

Al acercarse comprobó que se trataba de una mujer, muy joven y muy bella, fue lo primero que notó. No, no era bella, pensó, era más como bonita, como esa gracia que tienen las mujeres de esa edad, casi inocente y muy vivaz, dio otro par de pasos, la alfombra que formaba el césped le ayudaba a no ser escuchado amortiguando el ruido de sus pasos, se tapó la boca para no reírse porque por alguna razón eso que estaba haciendo le parecía en extremo cómico, se paró muy recto a la altura de la cabeza de la desconocida y sólo asomó su cabeza para contemplarla, aunque con aquello le tapó por completo el sol que daba directo en la cara. Hizo un ademán para que Tân no se acercara, como ahuyentándolo aunque el perro sólo se sentó a unos metros de ahí.

La observó con su expresión común, ojos bien abiertos como desquiciado y sonrisa amplia como la de un niño atrapado en el cuerpo de aquel brujo loco. Así se quedó, mirándola sin hacer ruido, esperando, ansioso de ver su reacción que, por experiencia, sabía no iba a ser buena, a la gente no le gustaba que los observara de ese modo, y posiblemente también dolorosa, había recibido una bofetada en más de una ocasión por ser como simplemente era. Sitió un hormigueo en la mejilla, como anticipando el ardor de la delicada mano de la chica desconocida tendida en el suelo sobre su rostro.


Off: No digas eso, me gustó tu respuesta ^^ perdón por la brevedad de la mía u_u

Los rayos del sol inciden sobre la blanquecina piel de la chica con promiscua rudeza, obligándola en algunos instantes a ponerse una mano sobre la cabeza a modo de parasol. Hace días, semanas o meses que Pandora no varía su rutina, que no sale del burdel y, en cambio hoy ha decidido que está cansada de lo mismo; harta de la rutina. La brisa de la mañana juega con su cabello, moviéndolo aún desde el suelo, meciéndolo a sus anchas hasta terminar desperdigado por la hierba.
-Libertad, tranquilidad, silencio...- musita moviendo únicamente los rosados labios de forma que, en cierta manera, parece estar loca. "Cualquiera que te vea, Pandora, pensará que estás jodidamente loca" le dice su mente obligándola a sonreír ante el estúpido pensamiento. Hace tanto que no tiene tiempo para ella sola que incluso se le hace extraño escuchar con tanta claridad la voz de su consciencia referirse hacia ella.

Por un momento todos los problemas se evaporan quedándose tan sólo ella con su subconsciente. Pandora coge aire con fuerza por la nariz y lo expulsa por la boca. Por fin un poco más de esos tan esperados momentos íntimos. Hombres, recuerdos..., todo queda escondido tras un tupido velo que impide la visión al otro extremo. -L'amour physique est sans issue.- comenta en voz baja dejándose llevar cuando, de repente, el ligera calidez del sol se transforma en oscuridad.

Todo lo que en su mente ha construido se evapora en un instante como el agua y, Pandora abre los ojos expectante. Un grito de terror escapa de sus labios sin desearlo ante la mirada directa de unos írises azules sobre los suyos. Parpadea un par de veces y, finalmente, clava sus perfectas orbes pardas sobre las del desconocido que la mira desde arriba. Traga saliva y cierra los ojos aún algo intimidada. -Señor, ¿Sabe que no debería asustar a la de ésta forma a las muchachas?- comenta con su dulce tono voz, el mismo que en ocasiones ha sido considerado como el sonido de los ángeles. -Puede que algunas no contesten de una forma tan pasiva como lo he hecho yo...- comenta divertida mientras sonríe de lado ocultando su oscura mirada felina. Estaba demasiado acostumbrada a que la miraran y, por alguna extraña razón, no se sentía incómoda en esa situación.

Off: siento haber tardado tanto y que este post se una caca.

La escuchó musitar algo y sonrió más pronunciadamente si es que eso era posible, se preguntó qué quería decir con aquello, aunque entendía las palabras, no sabía a qué podía referirse, trató de memorizar la frase para tratar de buscarle un sentido, como un acertijo que se tiene que resolver en una expedición arqueológica para abrir la tumba del faraón. Algo así se imaginó, algo así de trascendental e importante, clave para algo venidero, muchas veces solía confundir su don de premonición con simples corazonadas, así que era complicado adivinar de qué se trataba ahora, en verdad sería de relevancia tratar de desentrañar aquel misterio o sólo era algo carecía de importancia; no sabía, quería creer que era lo primero.

Cuando la bella mujer se dio cuenta de su presencia y dio aquel grito aterrado, Týr rió a carcajadas dando un pequeño salto hacia atrás, incluso su perro se sobresaltó un poco en su lugar. El brujo dio un par de pasos de espaldas para poder verla mejor y para darle espacio si es que se quería poner de pie, aunque no dejaba de mirarla con aquella expresión que parecía nunca abandonarlo, a decir verdad, ver al joven heredero Sèitheach con una expresión compungida o furiosa era tan raro como la aparición de un cometa, sí sucedía, pero debía pasar mucho tiempo para que tal fenómeno se presentara.

-Lo sé, lo sé –respondió divertido-, le agradezco que usted no lo haya hecho señorita –se inclinó levemente, como haciendo una reverencia a medias y luego extendió ambas manos, ofreciéndole sin palabras su ayuda para que se pusiera de pie-. Créame, estoy acostumbrado –añadió después, porque era verdad, si a algo estaba habituado era a recibir palabras altisonantes que refirieran a su madre en Gales o de plano golpes en la cara, era una suerte que no tuviera cicatrices.

-¿Qué hace una chica tan bonita y tan joven sola en un paraje como este?, los bandidos están a la orden del día –dijo luego, su intención no era de cortejo, Týr decía las cosas como las sentía y eso era que sentía en ese momento, que esa muchacha que estaba recostada sobre la hierba como ninfa en el bosque era muy bonita, y joven aunque eso era más objetivo; la belleza era una característica subjetiva aunque había que ser sinceros, la chica de aquella mañana lo era, y quien dijera lo contrario era ciego o tonto-. Tienes suerte que fuéramos Tân –señaló a su perro con el pulgar sobre su hombro-, y yo quienes te encontráramos –su sonrisa acentuada, sus ojos bien abiertos, su expresión de loco, todo estaba ahí y se alegraba que la jovencita no saliera huyendo, pues quien lo viera creería que era alguien desequilibrado mentalmente, que sí lo era, pero no era peligroso.