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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Jue Ago 11, 2011 3:48 am

Recuerdo del primer mensaje :

“You’re in another town or city,
you mean nothing to me tonight.”

-Camera Obscura, “Other Towns and Cities”

Durante toda su vida había viajado, no conocía otra cosa que no fuera aquella extraña vida nómada que su dinero le permitía gozar, había visto muchos sitios y conocido a mucha gente, más si se tomaba en cuenta que era un hombre joven y que aún le faltaba mucho por vivir y mucho que aprender. Pero por ahora, de nada le servía añorar la libertad de la que gozó hacía no mucho tiempo y que la muerte de su padre había cortado de repente, extrañaba al viejo, no podía negarlo, pero con aquel cambio en su cotidianeidad que era todo menos cotidiana, causa pues de su propia naturaleza volátil (hoy podía estar en China y mañana zarpar al nuevo mundo sin previo aviso), vino a cimbrar todo lo que conocía y ahora estaba atrapado en esa ciudad. Buscando nuevo talento de las bellas artes y también, por mandato matriarcal, buscando una esposa aunque, ¿a quién engañaba?, no estaba poniendo mucho empeño en esa última tarea.

Caminaba por las calles empedradas del centro, donde las tiendas luchaban encarnizadamente unas contra otras por llamar el mayor número de clientes a su interior, lo que él iba a buscando, como casi todos los días, era un artista callejero que pudiera vislumbrarse como el próximo Da Vinci, comprarle sus obras a un precio de risa y con los años poder revenderlas por una cantidad estratosférica, era un negocio riesgoso, pero estaba bien educado al respecto como para saber discernir.

Ahí, en la acera afuera de una tienda de sombreros estaba un joven muchacho con un par de lienzos dispuestos en el suelo mostrando su insipiente obra, se acercó y se agachó para poder contemplar los trazos en los cuadros, se veía como un tonto pues se había agachado sin flexionar las piernas y luego alzó la mirada para cruzarla con el autor. Le sonrió de lado y se irguió.

-Sin duda tienes talento –dijo sin borrar la sonrisa de su rostro, el pintor se notaba nervioso y Týr, sin más, lanzó una carcajada-, tal vez dentro de un par de años… -se encogió de hombros y siguió su camino sin aclarar a qué se refería, ese era él, mientras tuviera sentido para él le importaba un bledo si lo tenía para los demás. Supo a primera vista que ese joven iba a evolucionar y hacer algo grande, por ahora, esas obras que presentaba para que alguien las comprara y adornara con ellas sus salones y estancias, no valían un centavo, y valdrían aún menos en el futuro, técnica aún deficiente y demasiados clichés como para notar frescura.

Sí, Týr podía tener cara de tonto, y actuar como uno, pero no lo era, sabía bien su negocio, el negocio familiar, aquel que les permitía seguir subsidiando la magia por detrás de la fachada de una respetada familia de comerciantes de arte. Siguió su camino, si no encontraba a la nueva estrella de la pintura francesa, al menos había dado un paseo y quién sabe, a lo mejor ingresaría a una de esas tiendas que con tanto ahínco quería llamar la atención de los transeúntes, así como era en cualquier momento se le podía antojar un par de mocasines nuevos.
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Mensaje por Invitado Jue Nov 24, 2011 4:54 pm

Por un momento Týr se quedó quieto, y era tan raro verlo así que valía la pena tomar nota de la fecha, lugar y hora; aguardó la reacción de su acompañante. Normalmente no le importaría lo que alguien pensara, pero por una razón clavada en su pecho, la opinión de Bea importaba en ese instante por sobre todas las cosas.

Estaba tan desacostumbrado a sentir algo que no fuese… locura, si es que eso era un sentimiento, que el temor que sintió en ese instante lo sobrecogió y confundió, no entendió que era eso, casi nuevo, que se arremolinaba en su interior. No supo que se trataba del miedo feroz de ver a Bea voltearse e irse, rechazándolo, no queriendo ningún tipo de nexo con él por su naturaleza. Toda su vida había gozado de ser lo que era, de los poderes que su familia había pulido a través de los siglos, del saberse capaz de hacer cosas que otros no podía, la inquisición y esos asuntos no le quitaban el sueño, sabía que mucha gente inocente había sido quemada en vano y que los verdaderos brujos lograban apañárselas para salir bien librados. Su familia había construido la fachada perfecta, su negocio de comercio de obras de arte no levantaba sospecha alguna, la gente no se imaginaba que detrás de los muros de la residencia Sèitheach se practicaba la magia con raíces druidas.

Pero ahora todo eso se veía amenazado, su seguridad, su desfachatez ante la vida, su satisfacción personal al saberse diferente al resto.

Observó a Bea sin saber qué sucedería y de pronto la tuvo enfrente, tapándole la boca con un gesto dulce y diciéndole aquello. Fue como quitarle una losa de los hombros, su alma descansó, se sintió profundamente aliviado de ver que esa era su reacción y no otra, en ese instante ya no hubo duda, ya no hubo otra posibilidad, ya no pensó más en su rechazo, como si dicha imagen jamás hubiera cruzado por su cabeza. Y sonrió, sonrió con ese ademán tan suyo de sonreír como lo hace un lunático.

Asintió sin dejar de mirarla, comprobaba que era una persona maravillosa, de esas que te topas muy de vez en cuando y que debías conservar. Se sorprendía sin embargo que París estuviera especialmente repleta de ellas; primero Atenea y ahora Bea, dos mujeres que, estuvo seguro, marcarían su vida, aunque en diferentes aspectos.

-Sabía que podía confiar en ti –diciendo aquello se dio cuenta de que así era, que siempre lo supo pero hasta ahora se percataba de ello. Si bien delató sus poderes por su propio descuido, algo en su interior le hizo saber que con ella estaba a salvo, que no correría a gritar lo que él era, se alegró aún más al notar su entusiasmo, sus ganas de descubrir un poco más.

-No, no, debemos encontrar un sitio adecuado… y alejado –reflexionó y la tomó por la muñeca para empezar a caminar –para poder mostrarte lo que realmente puedo hacer –se giró para verla y sonreírle, luego se detuvo de golpe; la soltó, con ambas manos tomó su rostro y clavo sus ojos en los ajenos –gracias –le dijo con voz suave, algo solemne pero sólo para acentuar lo muy agradecido que estaba, un tono que casi no usaba, que desconocía quizá. La soltó para volver a tomar su mano, sólo que esta vez entrelazó sus dedos con los de ella y siguió caminando.

-Conozco el lugar perfecto –le dijo y apuntó al frente. En una de las tantas veces que se había perdido en la ciudad logró llegar a aquel sitio, una plaza pequeña a orillas de la ciudad, con una fuente sin agua, sin niños jugando, sin transeúntes, sin artistas callejeros, sin ancianos alimentando a las palomas, una plaza circular en donde convergía una calle y tres callejones sin salida.
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Mensaje por Bea Blanco Mar Nov 29, 2011 1:29 pm

El joven con mirada expectante, como si algo realmente importante aquejara en su interior y lo amenazara con destruirlo se mantuvo serio, sin una sonrisa en rostro, con su cuerpo firme cual soldado en fila esperando recibir ordenes, eso Bea no lo paso desapercibido, le gusto la imagen que reflejaba estando en este estado pero aún así ese le llego a parecer que no era Týr. En el instante que ella le miro a los ojos le tomaba el rostro entre sus manos y le hablo comprendió lo que le sucedía, estaba preocupado, tan preocupado por como ella tomaría lo de sus poderes que con apenas sentir su caricia y escuchar sus palabras el logro respirar, sonreír y ser el mismo de nuevo.

Bea comenzaba a comprender muchas otras cosas todas ellas inesperadas y lo mejor era que descubría que no solamente a ella le sucedía.

A ella le agradaba, le encantaba, le fascinaba la compañía de Týr, a él también le sucedía igual con ella, ella lo consideraba una persona muy inteligente, él a ella también, ella quería entrar en el mundo del conocimiento del arte y él estaba dispuesto a enseñarle a ser su maestro, ella quería tocar sus melodías al piano para él y él deseaba escucharla tocar para él, a él le gustaba mirarla con el rostro rojo como un tomate y a ella de igual manera le gustaba mirarle a él con el rostro colorado, a ella le gustaba sentirlo cerca y sentir su suave caricia por sus mejillas y a él le gustaba que ella hiciera lo mismo y ahora después de su confesión se daba cuenta de algo muy importante él sintió miedo de que ella lo rechazara y se alejara de él y ella sintió miedo de que fuera él quien desapareciera de vida. Estaba más que claro entre ellos existía una conexión innegable y evidente aunque ellos concientemente aún no lo asimilaban del todo.

En ese instante Bea supo y comprendió que jamás en la vida se arrepentiría de conocer a Týr muy por el contrario ahora estaba segura de que sus vidas siempre estarían entrelazadas de la manera que fuese. Ese pensamiento aumento su euforia, si es que eso podía ser posible, a la que ya sentía por la impaciencia de poder ver todo lo que Týr podía mostrarle con su magia.

-Siempre podrás hacerlo….no me gusta mentir, nunca lo he hecho y tampoco traiciono a la gente que quiero- había dicho a le gente quiere, si, eso había dicho porque esa era la verdad a Týr ya le quería de una manera casi inexplicable pero así era, este cariño que sentía era algo muy especial y extraordinario que ni siquiera llego a sentir por su prometido. Ella juraba que aquel hombre le había robado el corazón ahora se enteraba que su corazón seguía ahí solo estaba dormido y Týr había llegado a despertarlo de su letargo.

-Si seria lo mejor un sitio alejado y….solitario- decía cuando él ya la tomaba de la muñeca y comenzaban a caminar. Solo unos pasos habían avanzado cuando se detuvo de golpe. Abrió los ojos enorme cuando tomo con delicadeza su rostro entre sus manos y le agradecía -no hay nada que agradecer….recuerda….se ver todo lo bueno que hay en ti y tus poderes no son malos además se que no serías capaz de utilizarlos para hacer daño a nadie- lo miraba y le hablaba con dulzura. Alzo sus manos y las poso fugazmente sobre las manos de Týr aún sobre su rostro.

Como si fuera algo habitual en ellos entrelazo sus dedos con los de él cuando estos se abrían paso entre los de ella al tomarla de la mano. Ambos en silencio retomaron la caminata hasta que él rompió el silencio reavivando la ansiedad en la muchacha -¿A dónde vamos? ¿esta lejos? ¿llegaremos pronto? ¿seguro que es buen lugar y que nadie nos mirara?- lo bombardeo con preguntas sin darse cuenta una tras otra sin dejarle responder –Ohhh lo siento es que muero de ganar por que me muestres lo que saber hacer- dijo cuando de pronto se dio cuenta que si no callaba él no podría responderle una sola de sus preguntas.

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Mensaje por Invitado Jue Dic 08, 2011 4:14 am

Como era de suponerse, Týr no era un sujeto que se detuviera a pensar las cosas, no en sus paseos parisinos al menos, cuya finalidad eran sólo divertirlo, para pensar tenía aquel laberinto en el jardín de su casa, un sitio al que ahora moría por llevar a Bea, pero todo a su tiempo, se dijo mentalmente. Estaba acostumbrado a sentir mil cosas a la vez, a tener mil ideas arremolinándose en su cabeza, pero el sólo sentir la mano de Bea creaba una contradicción casi dolorosa; tenía ese montón de cosas girando dentro de su pecho como una galaxia en miniatura, y al mismo tiempo, por vez primera en su vida, parecía que encontraba claridad.

Y eso daba un poco de miedo, si era sincero con él mismo. Pero miedo de un buen modo, el mismo miedo que sintió cuando emprendió su viaje alrededor del mundo completamente solo, el mismo miedo que lo invadía cada vez que se perdía en una ciudad desconocida. El miedo de descubrir cosas nuevas, pero sabiendo que las recompensas valdrían la pena.

Y lo volvía a comprobar, a cada palabra que emanaba de la boca de Bea, Týr comprobaba que esta chica era distinta, que era como una pieza que embonaba a la perfección en su rompecabezas y sonrió al darse cuenta de ello, quizá inconsciente de la magnitud del valor que ahora depositaba en ella, pero feliz de poder hacerlo, de poder darle esa importancia a una mujer que claramente lo merecía.

Decidió, sin embargo, que hasta no llevar a la pequeña y abandonada plaza abriría la boca, así que siguió caminando en silencio, aunque sonriendo. Sí, su expresión siempre era esa, pero esta vez era como si un cariz nuevo y diferente delineara ese par de labios eternamente curvados en una expresión que la mayoría tachaba de la de un loco. Eso era, no podía engañarlos, ni engañarse.

Se tuvo que morder la lengua para no hablar cuando ella dijo que sus poderes no eran malos. No lo eran, o había sido enseñado a no usarlos para el mal, pero era un nigromante, y esa era magia demasiado obscura, por ahora podía pasarlo por alto, aunque supo que la confesión debía hacerse tarde o temprano, porque sí, ya trazaba planes a futuro con ella de ese modo, agarrados de la mano.

Finalmente estuvieron en el lugar. No había ruido alguno más que los que provenían de las calles más transitadas del lugar, ninguna puerta de ninguna casa daba a ese sitio, y sólo una ventana pequeña y muy alta de una casa miraba en dirección a la pequeña plaza que había elegido. Soltó a Bea y se dirigió hacia la fuente sin agua, se giró hacia ella y sonrió.

-Observa esto –fue lo único que dijo, acentuando la petición al llevarse el dedo índice a su ojo. Se remangó las mangas de la camisa, agachó la vista y comenzó a recitar un antiguo conjuro en gaélico antiguo.

De la fuente, seca y abandonada, comenzó a brotar agua, de entre los adoquines creció pasto y flores, un árbol descuidado y casi muerto se llenó de hojas verdes y frutos, a pesar de la época del año. Alzó la mirada y se acercó a ella, la tomó de la mano y la llevó a la fuente de regreso.

-Cosas como esta son sencillas –le explicó –además todo es falso –rió –es sólo una ilusión, como el perro que hice antes, excepto… -se detuvo y se agachó a la fuente y metió una mano en el agua que ahora la inundaba –el agua es real, también puedo hacer hechizos como ese, sobre todo los que conciernen a los elementos, y no me refiero sólo a tierra, agua, aire y fuego, sino también a la madera y el metal, por ejemplo-, explicó como lo que era, un experto en la materia.

Se sentó en una banca cercana, la vegetación aún seguía en su esplendor, como si no estuvieran en medio de una plaza abandonada y en esa estación del año. La invitó a sentarse a su lado y puso ambas manos sobre sus piernas.

-¿Tienes dudas o preguntas? –supuso que muchas.
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Mensaje por Bea Blanco Miér Dic 14, 2011 6:18 pm

Bea miraba extrañada a Týr pues este no le respondía. No le respondía!!!!!!. Intuyo que algo pasaba y no sabía que era. Su mirada le apremiaba por respuestas pero él solo sonreía de oreja a oreja. Se relajo, la sonrisa era una buena señal de que nada grave o malo sucedía, se resigno a que las respuestas fueran respondiéndose por si solas una a una.

Se limito a guardar silencio y no hacer más preguntas por el momento. Si, solo por el momento, estaba segura que apenas sus ojos observaran lo que Týr podía hacer con su magia su curiosidad y sus dudas aumentarían y no pensaba limitarse a formular sus preguntas, además Týr ya no podría mantener más ese silencio y no le quedaría más remedio que contestarle y desvanecer su curiosidad o al menos intentar desvanecerla, aunque eso sería algo difícil seguramente la curiosidad de Bea aumentaría en gran medida.

Observo de soslayo sus manos entrelazadas. Un suspiro escapo inevitablemente curvándose inmediatamente después sus labios de lado a lado. Era algo increíble lo bien que se sentía caminando a su lado con sus manos entrelazadas. Todo lo que estaba viviendo con Týr en apenas un par de horas. Tal vez menos, tal vez más, era como un dejá vu, todo le resultaba tan familiar quizás por ello sentía tanta confianza y sentía como si le conociera de toda la vida y……la hacía sentir como si esta atracción por él viniera desde tiempo atrás. Era evidente que Týr se sentía bien con su compañía, que la disfrutaba tanto como ella disfrutaba también pero aún así algunas dudas asaltaron la cabecita de Bea. ¿Qué sentía él?, ¿Qué pensaba él?, ¿Se sentía también atraído?. Lo que fuera Bea se juro que jamás permitiría alejarse de él.

La imagen de un rostro se vino a su mente, el rostro de su padre con una sonrisa que podría decirse hasta le hablaba y le aprobaba al compañero de caminata a su lado. La imagen se desvaneció cuando finalmente ss pasos se frenaron al llegar al centro de una plaza abandonada –vaya- exclamo muy bajito la muchacha ante tan solitario lugar al tiempo que Týr le soltaba la mano y se encaminaba hasta la fuente. Correspondió a su sonrisa mientras se mantenía a la expectativa de lo que él hiciera.

Río divertida cuando después de su indicación Týr se remangaba las mangas de una manera muy graciosa, se imagino a un médico preparándose para colocarse los guantes justo antes de una operación y eso aún le pareció más gracioso. Acallo su risa cuando él comenzó a hablar de una manera extraña y que nada lograba entenderle.

Bea se quedo boquiabierta, atónita ante lo que sus ojos presenciaban. Estaba fascinada contemplando como literalmente por arte de magia todo a su alrededor cobraba vida, de la fuente brotaba agua, el árbol lucia sus esplendorosas ramas, del suelo brotaban pasto y un sin fin de flores de colores. Maravillada y boquiabierta continuaba ella tanto que había hasta olvidado que Týr estaba ahí y que era él quien había creado este pequeño paraíso hasta que sintió que la tomaba de la mano nuevamente y juntos se acercaron hasta la fuente.

-¿Esto es sencillo?!!!....yo quiero aprender a hacerlo….me enseñaras!!!...si,¿verdad que si me enseñaras?- dijo emocionada atravesando con su mano el agua y comprobando que era real.

-si, tengo muchas preguntas- observada todo a su alrededor, era realmente increíble, era como si estuvieran dentro de una pintura bañada por brillantes colores -¿Falso? ¿Cómo puede ser esto falso si lo estoy mirando?- estiro su mano cogiendo entre ella una de las manos de Týr entrelazando una vez más sus dedos con los suyos -¿quieres decir que si intento tocar una flor se va a desaparecer? ¿Por qué algunos hechizos son solo ilusión? ¿Por qué solo son reales los hechizos que conciernen a los elementos?- preguntaba realmente interesada en conocer lo más posible sobre el tema.

Como si fuera algo natural y habitual le dio un beso en la mejilla recargándose enseguida sobre su brazo apoyando la cabeza sobre su hombro sin soltarle de la mano. –gracias- susurro Bea agradeciendo por haber aceptado mostrarle su magia sin temor alguno. Sonreía mientras esperaba en silencio escuchar las explicaciones de Týr.

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Mensaje por Invitado Lun Dic 26, 2011 12:39 pm

Se deleitó con las expresiones de Bea, no siempre podía crear cosas para otra persona, sobre todo porque muchos lo tacharían de ser siervo de Satán y no quería que sus días acabaran ahí y de ese modo, pero con Bea era distinto, con ella sentía confianza, una tan plena que podía ser él mismo sin miramientos, podía ser Týr el hombre que se comportaba como niño, pero también Týr el brujo. Aunque se la pasara en otro mundo, siempre abstraído en esa realidad suya, la parte mágica de su vida era algo que le gustaba, algo que realmente disfrutaba, saberse diferente desde el nacimiento, saberse con esos poderes que sólo unos cuántos poseían.

Se relajó una vez que todo estuvo completado y miró a su acompañante, no esperaba otra reacción, a decir verdad, pero verla, finalmente verla lo alegraba como pocas cosas, deseó en ese instante poder crear una hermosa ilusión diaria para ella. Luego se llevó la mano a la nuca y rio un poco contrariado.

-Podría… podría enseñarte a hacer un par de cosas, pero a magia es algo con lo que se nace –explicó y luego reflexionó –al menos así es en mi familia, no dudo que haya brujos que han aprendido con el tiempo, quizá… -la miró pensativo, pero sin borrar la sonrisa de su rostro –quizá tengas aptitudes y nunca las has explotado –se encogió de hombros y miró al rededor, su obra efímera.

La escuchó hacerle todas esas preguntas, no se sorprendió, ya se esperaba el ataque de dudas, simplemente rio discretamente mientras la sentía asirse a él de aquel modo. Se sentía bien, tenerla de ese modo se sentía bien y se preguntó cuando había sido la última vez que había sentido algo remotamente parecido, y no pudo nombrar ningún momento en su vida. No es que no se hubiese sentido feliz antes, estaría mintiendo, pero a esta felicidad iba sumado el nerviosismo extrañamente cómodo que lo invadía ante el simple contacto de Bea.

-Sí, falso, si quisieras arrancar una flor esta se esfumaría, si quisieras recostarte sobre el pasto, en realidad estarías recostada sobre los adoquines de la plaza, es todo una ilusión –esa era la palabra correcta, una ilusión –puedo hacer que las cosas nazcan, como viste que nacía la hierba, o que incluso tengan sonido, como el perro de antes, pero si esos pobres transeúntes hubiesen seguido su camino, se hubieran dado cuenta que el perro en realidad no existía, es como… -se quedó pensando mirando las nubes moverse –como un espejismo en el desierto, algo así –trató de explicarse, no sabía si lo había conseguido. Se detuvo y carraspeó-, aquello que tiene que ver con los elementos es real porque no se trata de seres vivos –se giró para verla de soslayo –crear vida es complicado, y lo único que se lograría es una vida falsa, o a medias, por eso no lo hago… jugar con la vida y la muerte es tabú, incluso entre nosotros los brujos –explicó y se removió un poco incómodo en su lugar, porque aunque lo que decía era verdad, una de las habilidades más arraigadas y cultivadas en su familia era precisamente la nigromancia.

Luego soltó el aire que sus pulmones contenían y descansó los hombros, guardando silencio por un momento. Era raro que el estuviera callado, incluso estando con Tân le hablaba al perro, incluso estando solo se hablaba así mismo, siempre se estaba moviendo y haciendo ruido, era inherente a él, pero algo en Bea lo sosegaba, no es que dejara de ser él, sólo era como si se tratara de una versión domesticada de él.

-Es… -comenzó a hablar, pero su voz parecía contenida, distinta a su tono usual, aunque de algún modo seguía teniendo la candidez habitual –es agradable encontrar alguien con quién compartir esto, no conozco a nadie en París… bueno, hace un par de días conocí una gitana con la que me llevo bien –recordó a Atenea con quien se llevaba tan bien, pero a ella la veía más como una compañera de juegos, y a Bea… a Bea aún no podía definirla, volvió a mirarla y le sonrió de lado-, pero esto es distinto –levantó ambas cejas –me gustaría saber en qué radica la diferencia –Týr, en ciertos temas, era un completo inexperto, sus sentimientos en ese plano, era uno de esos temas.
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Mensaje por Bea Blanco Mar Ene 03, 2012 5:59 pm

Como siempre Bea se mostraba atenta muy atenta a todo lo que Týr le explicaba. Siempre sus explicaciones le resultaban interesantes y Bea se perdía tanto al escucharlo, lucia como una niña pequeña escuchando muy atenta un cuento antes de dormir. Solo que no se trataba de ningún cuento, se trataba de un tema realmente interesante y muy especial solo por que Týr estaba involucrado directamente con el tema.

Aunque lo escuchaba con atención sin perder detalle la mente de Bea trabajaba a mil por hora imaginando la de cosas que Týr podría crear para deleitarle las pupilas, para dejarla boquiabierta cada vez que creara ilusiones como acababa de hacerlo esta noche.

-Týr no me mientas…que tú sabes mejor que yo que para poder hacer…..algo como eso- señalo al frente donde todo aún continuaba en todo su esplendor –se debe ser alguien especial, muy especial- su voz era seria e intentaba que sonara un poco fuerte, intentaba darle la impresión de que su comentario la había disgustado y le estaba regañando por intentar engañarla. Mantenía sus ojos puestos en su rostro observando cada gesto que se formaba en el. Sus gestos eran tan graciosos que Bea estuvo a punto de soltar la risita reprimida. No pudo más y continuo –solo bromeo Týr se que no intentas engañarme y que si hay algo aunque sea sencillo intentaras enseñármelo y poner a prueba mis aptitudes quizás ambos nos sorprendamos. Al menos será interesante intentar aprender algún truco- entre más hablaba algo sobre el tema mayor era la emoción que mostraba sin poderse contener.

-Uhmmm, con que un espejismo en el desierto….entiendo pero…¿Qué pasaría si intento tomarle una fotografía a todo eso que es solo una ilusión?- enarco ambas cejas –¿no saldría más que la fuente, los árboles sin vida y los adoquines mugrosos?- Bea se percato de cierto nerviosismo en Týr y no solo en él solo que a él le resultaba imposible siquiera intentar disimularlo. Era agradable muy agradable que Bea solo lo disfrutaba ahora no deseaba hacerse el tipo de preguntas de ¿Por qué me sucede eso al estar a su lado y mucho mas al tenerlo así tan cerca? Aunque bueno a ella no le resultaba del todo desconocido de porque este tipo de sensaciones surgían entre dos personas más aún así no se atrevía a hacerse falsas ilusiones así que mejor no hacer mucho caso, por ahora, bueno lo intentaba aunque tampoco se le daba muy bien. Sus repentinas risitas sin motivo aparente surgían de vez en cuando y ella intentaba no darles importancia.

La miro sorprendida por lo que le comentaba sobre los elementos y sobre crear vida. Abrió los ojos enormes y se separo un poco de él sin soltarlo del brazo –interesante saber que puedes jugar con los elementos…aunque….de ellos el fuego es muy peligro- si. tan peligroso como lo que siento, pensó Bea. Sacudió la cabeza y continuo -¿Cómo?....¿se puede crear vida aunque solo sea a medias?- Bea continuaba boquiabierta y lo dicho cada vez más sorprendida –no lo haces pero…..¿puedes hacerlo si tú quisieras?!!!- al notarlo tan serio y callado se paro y se puso de frente a Týr muy cerca de su cuerpo solo que esta vez no lo tomo de los brazos sino que coloco sus manos sobre sus hombros y lo sacudió un poco –dime Týr ¿tú puedes hacerlo?- le apuraba por su respuesta aunque a decir verdad la joven no tenia ni idea de porque deseaba conocer esa respuesta quizás porque todo en Týr le agradaba y le resultaba interesante, cada vez se convencía más de lo especial que él era.

Lo que a continuación dijo Týr dejaba helada a Bea pero helada de alegría, de emoción, tanto que la hizo olvidarse por un momento de la respuesta que estaba esperando, quería hablar pero los sentimientos la embargaban y le estaba costando dar paso a su voz pero claro que hablaría. Carraspeó disimuladamente y con ello consiguió hablar –es excepcional haberte conocido y haberme ganado tu confianza, tampoco conozco a nadie en París, bueno si pero le miro muy poco y él es como si fuera un padre para mi y bueno ahora te conozco a ti y me agrada de una manera inimaginable para ti cuanto me agrada…cuanto me agradas- dijo la muchacha con el tono más dulce que hasta ahora había utilizado en todo lo que iba de su paseo y levantando una de sus manos hasta acariciar con ella la mejilla de Týr –di….distinto – titubeo muy nerviosa sin detener su caricia y pasando saliva y asintiendo ligeramente con la cabeza. Su rostro se sonrojo por lo que en su cabeza pasaba -¿de verdad no tienes idea de porque conmigo es distinto? – desvió un poco la mirada avergonzada y temiendo que Týr de verdad no lo supiera y fuera ella quien se lo tuviera que explicar. Igual intentaría darle una idea muy clara de que era lo que podía estar haciendo que fuera diferente -¿con ella te sientes igual de cómodo que conmigo? ¿con ella tienes la misma confianza que conmigo?- en verdad deseaba saber si esa amiga gitana de la que le hablaba había tenido la misma fortuna que ella de conocer las ilusiones que Týr era capaz de crear -¿también te agrada hacer que ella se ponga roja como un tomate?- titubeo un poco pero aún así remato con su último cuestionamiento con la voz un poco temblorosa por el nerviosismo [-¿con ella también te sonrojas y te poner nervioso?- bajo su mano y se sentó a su lado de inmediato, no aguantaba más estar de pie, las piernas le temblaban y sentía que en cualquier momento la traicionarían más no por no estar frente a él dejo de buscar su mirada y fijar sus ojos en los de él mientras buscaba su mano hasta tomarla y apretarla entre la suya como si el contacto con el la tranquilizara, le ayudara a calmar la ansiedad que le daba saber como respondería Týr.

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Mensaje por Invitado Jue Feb 02, 2012 9:24 pm

Rio nervioso al notar el cambio de actitud en Bea, parpadeó un par de veces, jamás pensó en engañarla, no era eso, iba a hablar pero prefirió dejar que ella terminara, por primera vez calló, por primera vez el silencio le pareció más adecuado, relajó los hombros y soltó el aire que estaba conteniendo cuando ella aceptó que era una broma, aunque algo en todo eso no le pareció una broma del todo, rápido indagó en su mente, que no era un lugar sencillo.

No, no había sido tanto lo que había dicho, sino lo que era; mentirle, jamás, de todas las personas que conocía, le mentiría a ella, a Bea en especial, y de nueva cuenta no supo explicarse por qué, su risa se esfumó y en su lugar un gesto preocupado se posó sobre su rostro, uno estaba acostumbrado a verlo tranquilo y sonriente, que semblantes como ese parecían fuera de lugar, o que incluso Týr era incapaz de delinearlos en su faz, pero no era así, era un humano como cualquier otro, y en su archivo personal poseía todas las emociones humanas.

-Eh, sí, eso –salió de su estupor gracias a las nuevas preguntas de su acompañante-, como un espejismo… dime, si quisieras plasmar un oasis imaginario en algún sustrato, ¿quedaría ahí plasmado?, no, no creo, esto sólo lo vemos tú y yo y quien se acerque aquí, pero tiene caducidad –dijo tratando de ser claro, aunque no estuvo muy seguro de conseguirlo. Observó a su alrededor, sin duda era una pena que aquello fuese de ese modo, pues la ilusión que había creado para Bea (para ella, y nadie más) era hermosa, esperaba que pudiese grabarse en la memoria de ambos, al no poderla plasmar en ningún otro sitio.

Siempre, desde que tenia uso de razón, podía crear ilusiones, y conforme sus habilidades se refinaban, éstas se hacían más grandes, duraderas y reales en apariencia, pero su padre le había dicho alguna vez que se trataba algo parecido al arte, que si estaba inspirado, las ilusiones podían resultar mejor, y que su inspiración podía provenir de cualquier sitio, el más común, había dicho su padre, una persona, una musa como la de algunos músicos para crear sus sinfonías o de los pintores para ser capaces de plasmar monumentales pinturas. Týr sacudió la cabeza ante el recuerdo, ¿era Bea su musa?, ¿por ello había sido capaz de crear aquel Edén en medio de la bulliciosa París?. Antes de poder responderse, ella lo tomaba por sorpresa, en su voz notó urgencia y él se incomodó ante las preguntas, removiéndose en su lugar.

-Sería… -trató de mirarla a los ojos pero no pudo, aquella habilidad suya, la nigromancia, no era bien vista incluso entre algunos círculos de brujos-, sería como una vida maldita, podría usar mi magia para hacer florecer un botón, pero ¿no sería eso jugar a ser Dios? –aquello lo había aprendido como mantra, tenían prohibido querer ser divinos, suspiró largamente y alzó la mirada, el ceño fruncido y los labios apretados-, puedo, pero no debo, además… -carraspeó, no muy seguro de querer continuar, pero quería contarle todo, ser capaz de confesarle todo a ella-, puedo abrir esta especie de portal entre el mundo de los vivos y el de los muertos, traerlos de regreso, no para que vivan de nuevo, sino para consultarles cosas, como un oráculo –finalmente soltó, era mucho más complicado que eso, pero por ahora servía como la versión acotada de las cosas.

Se relajó cuando ella cambió de tema, sonrió de lado aunque en sus ojos verdes aún se notaba la estela de la preocupación, luego parpadeó y soltó una risita nerviosa.

-Atenea es mi amiga –dijo –tú… -se quedó callado –también –sí, era su amiga, pero con Bea era diferente, con Bea no quería quedarse sólo como amigo-, Atenea me entiende, es como una hermana, una compañera de travesuras, y tú… bueno, no sé… -titubeó y suspiró –es distinto, no sé por qué –finalmente se encogió de hombros y agachó la cabeza avergonzado al no poderle dar una respuesta más concreta, pero ni él mismo la tenía.

-¿Sabes? –se irguió, pero sin ponerse de pie y miró a Bea –ahora que lo recuerdo, no, jamás nadie me sonrojó antes –era verdad, miró a su acompañante divertido, con una especie de complicidad en la mirada, olvidando de pronto lo que antes se dijo. Quería a Bea así como estaba para toda la vida, a su lado, pidiéndole crear barcos de papel imaginarios para navegar un charco, o flores que crecen en un segundo, dibujando dragones y pegasos, princesas a la espera de su caballero de brillante armadura. ¿Cómo se le podía llamar a ese deseo de sólo crear ilusiones para ella?

-Espera –se puso de pie de golpe y se llevó una mano a un bolsillo como si éste fuese más profundo de lo que en realidad era, de ahí extrajo un colgante, cadena de plata, dije de madera que parecía muy vieja, y ahí tallado, una runa-, esta es la runa de mi familia, significa lobo, la madera es muy antigua, sólo que está protegida con hechizos para que no se desgaste, la plata… bueno, también es por algo, ten –lo extendió con muy poca delicadeza –te protegerá –más valía, no ahondó en por qué de los materiales, ni en los hechizos que envolvían a aquel objeto, no quería asustarla con historias de vampiros y hombres lobo, no por ahora, pero al menos sabía que, con aquel dije el riesgo sería menor.
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Mensaje por Bea Blanco Dom Feb 12, 2012 9:09 pm

Asintió lentamente comprendiendo del todo lo que su amigo el joven brujo le explicaba –ya, ya- dijo pausadamente, volvió su mirada, momentáneamente , ante aquel edén imaginario creado para deleitarla y enseguida volvió su mirada a Týr –Entonces esa imagen debo guardarla aquí- señalo con su índice su cabeza, claro que debía guardarla en su memoria y estaba segura que ahí quedaría guardada, grabada, intacta tal cual aún sus ojos podían contemplarlo –y acá- dijo son total inocencia llevándose la mano derecha a su pecho, sobre su corazón.

Si podía, si podía traer los muertos, al menos eso era lo que ella había entendido. Týr podía hacer que volvieran, claro no en el estricto sentido según le explicaba. De inmediato pensó en su Padre, en si a través de Týr ella pudiera hablar con él. No, lo deseo por un momento pero no era capaz de pedirle algo así no por lo peligroso que podría ser sino porque para Bea los muertos debían respetarse, y de hacerlo eso sería violar su mundo de paz y tranquilidad, ella no se permitiría irrumpir su letargo no lo consideraba propio, además, su padre cuando estaba a punto de morir le había dicho que él estaría bien en el lugar donde él iría a descansar. Le suplico que cuidara bien de ella porque solo se tenía a ella misma, ambos pensaban siempre en la madre de Bea pero de igual manera sabían que ella no deseaba saber más de ellos. Hasta ahora ella cumplía el deseo de su padre. Observo a Týr y esbozo una sonrisa pensando que a partir de hoy ya no estaba sola ahora tenía a Týr y algo en su corazón le decía que él siempre estaría con ella, que él siempre velaría por su bienestar, y que él siempre haría cualquier cosa por protegerla. Quizás era mucho pedir pero en verdad así lo sentía y lo deseaba con todas las fuerzas de su ser.

Entre más conocía de Týr la muchacha corroboraba que acababa de conocer a un joven muy, muy especial. Cada vez se sentía más afortunada de poder ser su amiga, porque si, por extraño que parezca estaba claro que ambos se consideraban ya amigos, grandes amigos, amigos de toda la vida, como si en otro mundo ellos ya se hubieran conocido y desde entonces su complicidad fuera tan perfecta como estaba resultando ser ahora en el presente.

-Entiendo- dijo retomando toda seriedad en ella –pero yo prefiero no molestarlos- guardo silencio por unos segundos –me da miedo que se enfaden- miro a Týr, agregó frunciendo el ceño en señal de preocupación. A pesar de sus palabras y de no considerarlo propio a Bea la idea de hablar algún día con su padre se le quedo clavada en la mente tan clavada como si fuese una espina hundida en el corazón –ahora mejor no hablemos más de eso- dijo restando importancia al tema, eso era verdad, solo por ahora que apenas y a ella se le ocurriera retomaría el tema y lo atacaría con preguntas, muchas preguntas. Cuando la curiosidad en Bea se despertaba no existía poder humano que le desviará sus pensamientos.

Lo escucho hablar con emoción tan bien de su amiga que Bea de inmediato se perdía en sus pensamientos preguntándose si alguna vez hablaría de ella de esa manera con Atenea y porque no con sus conocidos, así fueran muy pocos. Esbozo una amplia sonrisa cuando escuchaba que le decía que con ella era algo diferente. El corazón de Bea comenzó a latir con fuerza y una vez más el revoloteo de mariposas en el estomago se hacía presente. Ahora que Týr lo mencionaba, si, esto era diferente, claro que en su vida contaba con muy pocos amigos, por su corta edad y pesar de su belleza misma por la cual su padre la cuidaba demasiado había tenido contados pretendientes, con nadie absolutamente con nadie se había sentido tan cómoda, tan complacida, tan en complicidad, tan en confianza, tan….tan atraída, por quien era y por cómo era, como con el joven que ahora estaba sentado a su lado. Sintió el impulso de pedirle que no se alejará nunca de su vida mas no lo hizo se mordió el labio y guardo silencio –Týr….sé que esto es raro o diferente, no sé, solamente sé que no quiero dejar de ser tu amiga nunca- dijo cuando al fin hablo de nuevo –nunca- dijo colocando con suavidad su mano sobre la mano de Týr.

-¿Nadie?!!!- llevo su mano hasta su mejilla y la acaricio con ternura, eso le agrado muchísimo. Saber que solo ella había logrado semejante maravilla en él la hizo sentirse demasiado especial para él. Cada que Týr intentaba explicar algo que tenía que ver con sentimientos aunque no era del todo claro ni para él lo que decía la hacía a ella contener el aliento.

-Týr- estuvo a punto de decirle que le permitiera estar cerca de él el mayor tiempo posible y que siempre que estuviera con él creará una ilusión para ella, que le gustaba pero su repentina expresión –“espera”- la hizo guardar silencio.

Lo observo ponerse tan bruscamente de pie y buscar con cierta desesperación algo en el bolsillo de su pantalón. Ello lo miraba extrañada frunciendo el ceño y apretando los labios intrigada por ver lo que extraería del bolsillo. De pronto le tendió sobre su mano un hermoso colgante que según lo que entendía era un colgante muy especial –gracias- susurro al tomarlo. Se puso de pie sin dejar de analizar ese peculiar colgante –si te tengo a ti cerca de mi no creo necesitar nada más que me proteja- comentaba mientras se colocaba el colgante en el cuello y acomodaba su cabello. En verdad que con Týr a su lado no creía necesitar de colgantes y hechizos para sentirse protegida ella solo deseaba ser protegida por él pero de igual manera esté colgante venia del chico que sin esperarlo ya la tenía totalmente cautivada –es muy hermoso prometo que no me lo quitaré si eso te hace sentirte más tranquilo- acariciaba con cuidado el colgante. De pronto se acerco tan de prisa a Týr y le dio un sonoro beso en su mejilla. Al apartarse se dio cuenta que una vez más su rostro estaba completamente sonrojado, ardiendo como el fuego y eso le provoco reír con gracia.

-Algún día yo encontraré algo lindo y digno de ser un regalo para ti- dijo tomándolo de la mano, entrelazando sus dedos entre los de él, tan natural como si eso fuera una costumbre entre ellos –creo que es hora se seguir con el paseo- lo ánimo –quizás en el camino encontremos a quien hacerle otra bromita- sonrío con picardía ante la idea de volver a hacer alguna travesura.

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Mensaje por Invitado Miér Feb 29, 2012 9:16 am

Se sintió ciertamente aliviado cuando ella desistió del tema. Debía ser muy cuidadosos con sus habilidades, no es que desconfiara de Bea, pero sus padres y tutores le habían dicho hasta el cansancio que aquellos que no tenían sus habilidades fácilmente se deslumbraban y abusaban del poder, confiaba en ella y en su buen criterio, pero no quería que se le ocurriera alguna locura, algo comprensible si se extrañaba a alguien que ya se había ido, pero peligroso. Suspiró pensando en aquello mientras la escuchaba.

Por ejemplo él tenía prohibido tratar de localizar a su padre en el más allá, la Nigromancia debía ser utilizada sólo cuando no había más opción, en su familia se acostumbraba a usarla cuando se hacía el anuncio de un nuevo hijo primogénito en la familia, sólo para asegurar que se tratara de un varón como dictaba la vieja tradición Sèitheach, y para otras consultas de trascendencia, nunca para cosas mundanas, nunca para un beneficio superficial.

-Los muertos pertenecen ahora a otro plano y ahí deben de quedarse –dijo como hablándole a la nada, más como una reflexión personal. Su relación con la muerte era extraña para los ojos ajenos, hablaba de ella como si nada, no con ese tabú social, todo gracias precisamente a su formación mágica, y aunque convivía, por decirlo de algún modo, con ella todos los días, también comprendía los límites y sabía delimitar su interacción. La comprendía, la manipulaba, pero también la respetaba. Era complicado tratar de explicarlo y más para alguien como él que siempre tenía un desorden de ideas atroz.

La observó ponerse el colgante que le había regalado y sonrió, sonrió porque aquel objeto, con el que siempre salía, el que siempre guardaba en algún bolsillo de su ropa “por si acaso”, ahora le serviría a alguien más, y sobre todo a alguien que le importaba proteger. ¿Por qué?, no tenía idea. Se volvió a sentar y rio ante sus palabras.

-Yo… -tragó saliva, de nuevo las ideas se agolpaban en su mente y eran tantas y tan desordenadas que era complicado hacerlas salir coherentemente de su boca, y él no era, de por sí, el más coherente de las personas-, yo quiero asegurarme que estés bien –continuó –claro que estaré siempre contigo –aquello lo había dicho en medio de un impulso pero siguió hablando rápido sin detenerse a pensar en eso-, pero habrá veces que no pueda estar ahí, físicamente me refiero y… no sé –se encogió de hombros –me quiero asegurar que nada malo te pase, así como hay gente como yo… que sabe hacer magia y todo eso –hizo un ademán con la mano como si aquello fuese intrascendente –existen otros seres allá afuera con otras habilidades y no muy buenas intenciones –no ahondó de nuevo –así que eso te protegerá, aunque siempre que lo desees o necesites, ahí estaré para salvarte –rio de nuevo.

Aquel beso lo tomó por sorpresa y luego miró el modo en cómo ella entrelazaba sus dedos con los de él, contrario a lo que imaginó, le gustó aquella sensación, antes de decir algo alzó la mirada para verla a ella y la notó de nuevo roja, su sonrisa se acentuó y estiró la mano para acariciar su mejilla.

-Me empiezo a acostumbrar a verte así –le dijo bromeando-, no te preocupes, con que me regales más tardes como esta creo que será suficiente regalo –se volvió a poner de pie aunque un poco más sosegadamente, sin soltarla lo que obligó que ella lo imitara-. Las bromas pueden esperar, ¡muero de hambre! –confesó sin tapujos, alguien de su estatus debía ser un tanto más conservador al expresar ese tipo de cosas, pero no Týr, y mucho menos en compañía de Bea que lo hacía sentir como si ya se conocieran de años.

Quizá en otra vida.
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Mensaje por Bea Blanco Dom Mar 04, 2012 10:04 pm

“¿Qué podría pasarme?” Se pregunto Bea cuando escuchaba el argumento que Týr le exponía justificado que era lo que le había motivado a hacerle tal regalo a deshacerse de ese objeto familiar. -¿Qué de malo podría pasarme?- replicaba inocentemente Bea cuando el siguiente comentario de Týr la hizo abrir desmesuradamente los ojos y tragar saliva [b]–estoy consciente de que así como hay gente buena hay gente muy mala-[/b] si alguien sabía muy bien eso era ella quien durante toda su infancia y parte de juventud había sufrido en carne propia con la maldad que el insensible corazón de su madre poseía. Quizás podría describirse de otra manera la falta de cariño, la falta de interés, los excesivos maltratos psicológicos que esta le causaba cuando aún era pequeña y los maltratos verbales y físicos de esta hacía su padre todo eso para Bea no habían sido más que maltratos puros –pero…..pero- intentaba ordenar un poco sus palabras porque aquello que menciono el joven brujo intrigaba sobre manera a la muchacha y aún no lograba comprender del todo a que se refería con aquello de allá afuera existen otros seres con otras habilidades y de malas intenciones. De que hablaba Týr. Que habilidades podrían poseer los seres humanos además de la magia –¿qué es eso de otros seres? si en el mundo solo existimos los seres humanos- se llevo una mano a la cabeza entrelazando sus dedos entre su cabello a la altura de la nuca y se rasco la nuca en tanto en sus labios se formaba un mohín pensado si acaso Týr se refería a los extraterrestres (?) –bueno, no importa- dejo de rascarse y tomo el colgante entre su mano apretándolo con fuerza –esto siempre me protegerá aunque tú no estés a mi lado- cuando dijo esto último sintió un pinchazo en el corazón –en el momento que corra peligro y tú no estés a mi lado- rectifico de inmediato –ya tengo a mi salvador- comento bromeando correspondiéndole con una angelical sonrisa.

Una vez cogidos de la mano la mirada de Týr inexplicablemente logro intimidarla -¿Qué?- dijo la chica como asustada –ashhhh de nuevo estoy como un tomate. Es eso ¿verdad que es eso?- dijo soltando la mano de Týr y tapando enseguida sus mejillas con sus manos. Porque se avergonzaba si a él le gustaba mirarla así decía que así se miraba más bonita. Al recordar eso pensó que era mucho mejor soportar sus mejillas sonrojadas a no sentir la mano de Týr entre la suya. Bajo sus manos y de nuevo entrelazo sus dedos con los del joven. Recuperando esa sensación de bienestar y de paz que le transmitía. Y cuando su mano acaricio su mejilla fue algo que no tuvo precio para la joven. En ese instante deseo que esa caricia jamás terminara. No deseaba que por nada del mundo ese momento terminara.

-Yo debería comenzar ya a acostumbrarme a que siempre consigues hacer que mi rostro se ponga rojo- dijo bromeando mientras continuaba disfrutando de su caricia. –Uhmmm de acuerdo no pides nada complicado- río –prepárate porque te voy a regalar muchas, muchas, cantidad de tardes como esta- que conste que no era amenaza solo lo estaba enterando porque después no quería excusas baratas de que no podía acompañarla a pasear y perderse por las calles de París.

No le quedo más remedio que imitarlo y ponerse de pie enseguida que él lo hizo pues no le había soltado la mano y ella no deseaba que lo hiciera. Iba a replicar cuando le comento que las bromas podían esperar pero ahora que lo mencionaba recordó que ya llevaba buen rato que su estomago reclamaba por algo de comida aunque quien sabe ya ni sabía si era solo hambre o a esta se le agregaba la sensación de las miles y miles de mariposas que sentía revoloteando dentro de ella. Quizás si era el efecto de ambas cosas pues llevaba casi 10 horas sin probar alimento y esto que Týr despertaba en ella se volvía más y más fuerte en tan corto tiempo. -Ahora que lo mencionas también muero de hambre- confeso sin pena alguna –quiero patatas a la francesa- fue lo primero que se le ocurrió decir además no mentía de pronto se le habían antojado al grado de hacérsele agua la boca –pero tú invitas ehhh- lo jalo y comenzó a caminar deteniéndose de pronto –pero..por aquí no se mira ningún sitio de comida…¿A dónde iremos a comer?- pregunto en tono realmente preocupado y alarmante porque literalmente si que moría de hambre.

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Mensaje por Invitado Miér Mar 21, 2012 4:22 am

A cada segundo que pasaba le gustaba más y más la compañía ajena, a pesar de su personalidad, locuaz e infantil, no tenía muchos amigos, Tân casi siempre era quien lo acompañaba a todos lados; precisamente eran esos rasgos infantes lo que provocaba que no congeniara con casi nadie, a veces, en las fiestas de alta sociedad a las que tenía que asistir, más por presión familiar que por voluntad propia, terminaba jugando con los niños en lugar de conviviendo con los adultos. Por ello, por la experiencia misma entendía que raramente se sentía cómodo con otros adultos, la mayoría se limitaban a juzgarlo, a ver su comportamiento con malos ojos, pero Bea desde un principio pareció divertida, sino es que fascinada por el errático y volátil comportamiento del brujo que no en vano era llamado un niño atrapado en el cuerpo de un joven adulto. Era por esa razón que comenzaba a caer todo en su lugar, Bea parecía entenderlo, si bien no era tan disparatada como él, en lugar de sentirse ofendida o asustada por las tonterías que decía, le seguía el juego, reía con él, no de él.

La observó un segundo o dos; era hermosa, no podía negarlo, físicamente era hermosa de una manera obvia, pero para Týr eso importaba muy, muy poco en su escala de valores, era más importante lo que había detrás de cada persona. Máscaras, decía, todos portaban una máscara que era lo que enseñaban a la sociedad, su cara “buena”, su cara “sociable”, incluso él tenía su propio personaje con el que se manejaba a veces, pocos se atrevían a bajar esa careta y dejarse ver, porque usualmente era horrible lo que escondían. Týr era uno cuando hablaba de negocios, esa era su máscara, y otro el resto del día, a diferencia de muchos, no temía mostrarse tal cual era, y por lo que podía apreciar hasta ese momento, Bea se había atrevido a mostrarle algo (quizá una porción muy pequeña en comparación) de lo que ella era en realidad, y sabía lo complicado que eso era, tal vez por eso muchos no se atrevían. Sonrió incontrolable al darse cuenta de aquello, una sonrisa parecida a la de un niño que ha descubierto los colores de un camaleón.

-Claro, claro que yo invito –dijo finalmente sin soltarla de la mano, la sensación cálida le reconfortaba, domaba un desasosiego que no sabía que tenía, como un remolino dentro del caos que de por sí ya era el brujo-, podemos comer lo que quieras -caminó mirando al frente y dando zancadas largas y rectas como las de un soldado, sólo estaba jugando. Luego se detuvo con gesto pensativo-, yo tampoco –admitió mirando a un lado y luego al otro de la calle donde no divisó ningún lugar para comer -¡vayamos a mi casa! –Propuso de la nada-, ahí hay todo para comer, ¿qué dices? –La miró expectante pero no por mucho tiempo, la jaló de la mano y comenzó a avanzar de nuevo.

-Sí, sí, vayamos a mi casa –dijo como un chiquillo al que se le ha ocurrido un juego nuevo-, también me gustaría enseñarte tal vez algún conjuro sencillo para que me llames cada vez que lo necesites –la miró de soslayo con una ceja arqueada –pero después, ahora muero de hambre –se llevó una mano al estómago. A Týr le gustaba el ejercicio y siempre tenía mucha energía, no era de sorprenderse que comiera mucho, eran muchas calorías que debía quemar.

Su madre, y su padre también cuando vivía, no se cansaba de advertirle que no llevara a desconocidos a su casa, que los Sèitheach eran una familia de mucho dinero, y no sólo eso, sino célebre también, que si insistía en llevar a cuanta persona se topaba a su casa (cualquiera, esa en París o la que estaba en Gales) alguno vería la oportunidad de aprovecharse de esa temeraria ingenuidad. Týr, sin embargo, no era ingenuo, navegaba con bandera de ello, pero no lo era, y Bea, sabía bien, porque ese agarre de sus manos que se movía como choque eléctrico hasta su pecho y se expandía a cada miembro de su cuerpo, era alguien de quien podía fiarse.

En ese instante estuvo seguro que pondría su vida misma en aquellas finas manos de ser necesario y sin temor alguno.
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Mensaje por Bea Blanco Vie Mar 30, 2012 6:18 pm

Miro a Týr. Le encantaba verlo sonreír era como mirar sonreír a un bebé. Luego bajo su vista hasta posar sus ojos en sus manos tomándose y sosteniéndose entre si con complicidad. Permaneció así observando su mano entre la de él. No supo si Týr se percato de ello pero apenas ella lo noto alzo de nuevo la vista –no esperaba un “no” por respuesta- le comento seria pero sin borrar su linda sonrisa la cual se pronuncio al mirarlo dar tremendas zancadas y obligarla a ella a hacer lo mismo. Era eso o soltarlo de la mano obvio ella prefería no soltarlo y divertirse marchando como soldado a su lado. Se divertía con cada cosa que se les ocurría cuando no se le ocurría a uno se le ocurría al otro pero casi siempre todo eran ideas de él.

Confiaba plenamente en el joven a su lado. Durante el recorrido conforme se conocían y avanzaba su charla tanto en los tiempos en que quedaban en momentáneos silencios hasta cuando él le hablaba ella se imaginaba miles de escenas entre ellos desde ese mencionado viaje recorriendo el mundo juntos hasta simplemente divertirse en un parque o bosque atrapando bichos. Bea no solía ser tan infantil o al menos no lo notaba pero con Týr era como revivir su niñez, revivir todas aquellas fantasías y travesuras de las cuales hasta antes de hoy su padre había sido su único cómplice. Todo le parecía maravillo y perfecto podía esperar todo de él pero de “todo” lo que podía esperar por su cabeza no pasaba ir a su casa al menos no el día en que acababan de conocerse. Trago saliva cuando le menciono que fueran a su casa. No fue porque la idea no le gustará ni tampoco fue que pensará que no era propio de una señorita asistir sola a la casa de un caballero. Que podía hacer si sola estaba. Aún no tenía lo que se dice amigas en París y que pensaría la gente que la mirase entrar sola a una casa acompañada de un hombre tampoco le preocupaba en primera porque ella no era como los demás se consideraba única y en segunda porque ella no estaba para vivir de lo que la gente decía o dejaba de decir, además se trataba de Týr!!!.

-Aaaaaa…….a tu casa!!!!!- dijo con sorpresa tragando saliva nuevamente. Iba a responderle cuando de buenas a primeras él decidió que no esperaría respuesta alguna y estaba claro que de haber esperado no iba a aceptar un no de su parte. En un principio estaba siendo literalmente jalada por él, ella estuvo a punto de detenerse y sugerirle que mejor buscarán un sitio por ahí cerca para comer porque ya moría de hambre y porque los pies comenzaban a dolerle. De no haber sido porque él tuvo la brillante idea de decirle que podría enseñarle algún conjuro sencillo con el cual ella pudiera llamarlo cuando lo necesitase lo hubiera hecho. Ahora sus pasos ya se sincronizaban a los de él es mas ahora era ella quien caminaba a prisa y tiraba del chico a pesar de que no sabía ni a donde iba, si, iba a casa de Týr pero la cosa era ¿Dónde vivía Týr? –si, si….vayamos a tu casa- dijo con evidente emoción –mas vale que haya de todo para comer porque hoy creo que comeré mucho, muchísimo- noto aunque tomados de la mano que quien iba al frente era ella pero poco le importo ahora ansiaba llegar ya a su destino para salvarse de morir de hambre y para aprender ese conjuro que la mantendría cerca muy cerca de él.

-¿No se enojaran en tu casa porque llevas visitas sin avisar?- pregunto repentinamente con ingenuidad e inocencia. Recordaba como su madre se enfadaba y se ponía de los mil y un genio cada vez que Bea llevaba a una de sus amigas a casa y peor aún cuando las invitaba a comer sin haberle avisado. Bueno tampoco dio mucha importancia lo único que importaba era comer y aprender el conjuro y permanecer el mayor tiempo posible al lado de ese encantador e inigualable joven, era alguien excepcionalmente único y especial -¿falta mucho para llegar?- esperaba que no porque de ser así iba a ser capaz de pedirle que la llevará en brazos ya no soportaba el ardor en la planta de sus pies, hoy como nunca había caminado demasiado y pensar que después tendría que caminar de vuelta a casa. Pero que importaba eso si hoy había conocido a quien podría ser el hombre de sus sueños, de su vida, su razón de existir de solo pensarlo se emocionaba tanto que hasta creía que esto era solo un sueño.

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Mensaje por Invitado Jue Abr 12, 2012 11:31 pm

El sonido su risa era una melodía que desde aquel día Týr tararearía, el brillo de sus ojos era como jamás había visto alguno y el candor de su personalidad, eso era lo que el brujo más apreciaba, no sólo en aquel momento, sino a donde quiera que iba y con quien se topara. Le gustaba la gente franca y que no se traicionara. Había viajado lo suficiente como para conocer a muchas personas en todas las latitudes, pero pocas en verdad llegaban a encantar al heredero de aquella tradición mágica y ninguna al grado que Bea lo estaba haciendo. Podía prestarse a un mal entendido, a que lo sintiera así por lo fresco de la experiencia, pero no era verdad, en realidad el impacto que aquella joven estaba provocando en él era único. Quizá ella nunca lo entendería, quizá el mismo Týr tampoco, pero supuso que bastaba con sentirlo.

Asintió efusivo y rio cuando ella demostró sorpresa por la invitación. La verdad él no pensaba más allá de lo que era: una invitación a comer. Sabía, porque conocía a la sociedad, misma que retaba una y otra vez sistemáticamente, que quizá llevar a una mujer a su casa sería mal visto, ¿pero por quiénes? Por gente sin relevancia para ella, para él, gente que debería preocuparse por sus asuntos. Ja, rio Týr en su cabeza, eso no iba a pasar.

-¡A mi casa! –Repitió –la verdad no conozco París, no sé buenos lugares para comer y mis cocineros saben hacer su trabajo muy bien, así que no veo por qué no –dijo con tono afable, sin ningún tipo de motivación ulterior, rara vez Týr hablaba de modo que sus palabras tuviesen una doble lectura o un mensaje oculto. La sinceridad era su mejor arma, y la sabía usar muy bien, abofeteando con guante blanco cada vez que podía y no es quisiera dar lecciones, ese simplemente era él. Le salía natural.

Siguió avanzando sin darse cuenta que quien ahora halaba era ella. La miró así, un paso por delante de él, su cabello ondulando mientras caminaba y sonrió, algo dentro de él hizo clic, no supo qué era, ignoró aquello que se había accionado. Bea era una compañera de juegos ideal, pero también poseía algo que Týr no, podía mesurarse, lo entendía pero también lo contenía; aquel clic había sido aquella pieza cayendo en su lugar, Bea era quien lo complementaba, así de sencillo.

-No importa –se encogió de hombros y respondió sus inquietudes con aquella sencilla frase –vivo solo, sólo están mis sirvientes y ellos hacen lo que yo les diga, que para eso les pago –la lógica de Týr era sencilla y abrumadora por igual. Dejaba ver que encerrado en el cuerpo de aquel hombre hecho y derecho, gran negociante como todos los miembros de su familia y un brujo poderoso, había un niño caprichoso al que siempre se le dio todo y se le consintió su forma de ser. No era como era por su educación, había nacido así y sus padres fueron simplemente permisivos. Tampoco era de dar pataletas y de humillar a quienes estaban bajo su mando.

Apresuró el paso, de nueva cuenta era él quien estaba por delante y trotó hasta casi correr obligando a Bea a imitarlo y pronto estuvieron frente a una enorme casa con un jardín quizá aún más grande rodeándola.

-Aquí la tienes –presentó su hogar, era enorme y aun así la casa en Gales lo era aún más. Soltó la mano de Bea para buscar algo en uno de sus bolsillos, pero se dio cuenta que otra vez había salido sin llaves, así que tocó la campana junto a la reja-, espero ya tengan preparado algo -miró el cielo como para observar la posición del sol y comprobar que ya era hora de comer –muero de hambre -finalizó, hablando al aire.
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Mensaje por Bea Blanco Sáb Abr 28, 2012 2:56 am

Bea escuchaba a Týr y a la vez era como si no lo hiciera. De momento lo único que en su cabeza resonaba era el apuro por llegar a casa de Týr: Moría de hambre, sí, pero hasta eso perdía relevancia que ni caso pensaba hacer a su dolor en el estomago a causa de falta de alimento. Por lo que ella moría era por memorizar al pie de la letra ese conjuro que estaba por aprender.

En un repentino abrir y cerrar de ojos caía en cuenta de lo que había oído mas no escuchado. En su rostro se noto la sorpresa cosa que él no pudo ver porque ella continuaba al frente tirando de su mano. “Mis cocineros saben hacer muy bien su trabajo” las palabras exactas de pronto las repetía interiormente lo que probaba que si había escuchado. Lo tomo como una broma de Týr así que no le dio demasiada importancia. –La verdad es que con el hambre que tengo no creas que me importaría mucho si se trata de un buen lugar para comer o no, solo con que sirvan comida caliente me sería suficiente- comentaba sin dejar de caminar, casi trotar y sin dar ni tiempo a que él se le emparejara. A la vez era como si él deseará mantenerse un paso atrás. Sentía su mirada sobre ella, una mirada pura e inocente, sin morbo, sin malicia al contrario una mirada que lo único que le provocaba era desear sentir siempre esa mirada sobre ella –pero…..a tu casa será!!- sus pasos se aceleraron más. Todo absolutamente todo en el mundo carecía de sentido para Bea excepto todo lo que tuviera que ver con el joven brujo. En su interior algo revoloteaba y la llenaba de alegría, de energía, de ganas de sonreír, de ganas de vivir, de ganas de vivir eternamente pero todo eso lo deseaba al lado de Týr.

-Ohh vives solo!!!- murmuro muy bajito tan bajito que él no pudo escucharla. Sonrió. Luego le miro de soslayo cuando al fin se emparejaba a ella. Era cierto que él le había dado muchos indicios de que era un hombre con recursos pero entre la ingenuidad de ella nunca logro imaginar que fuera un hombre rico. Le había mencionado ya a “sus cocineros” ahora le mencionaba que vivía solo y que “tenia sirvientes”. Le hablaba en plural, de varias personas a su servicio solo para atenderlo a él. E ahí donde la joven embono las piezas de toda la información que poseía. No había venido tratando con cualquier hombre. Aunque eso ella lo dedujo desde un inicio.

Týr no se mantuvo mucho tiempo a su lado ahora era ella quien tenía que seguirlo a él un paso atrás Y que manera de seguirlo tuvo que correr al igual que él y como no si la llevaba bien afianzada de su mano. Estaba a punto de decir basta no puedo más. Ni fue necesario justo cuando sus labios se separaban para articular palabra se detenían frente a una enorme casa con un jardín increíblemente enorme casi, casi parecía el jardín botánico –E….e…..es enorme- dijo con la respiración agitada la carrera la había dejado casi sin aliento. –seguro ya solo te esperan para servir la comida- le ánimo mientras uno de sus sirvientes se acercaba y les abría el enorme y pesado portón y de paso recuperaba el aliento. Rogaba porque en verdad tuvieran la comida lista y porque en efecto apenas tomaran lugar en la mesa la mesa fuera servida.

Se tomaba el estomago con ambas manos. Ahora si literalmente estaba a punto de morir de hambre. Casi de inmediato uno de los sirvientes había aparecido y les abría la puerta. Como niña pequeña y como si alguien la fuese a regañar tomo de la mano a Týr antes de cruzar la puerta como si con ello se resguardara de algo o de alguien.

Apenas entraron a la casa él la condujo a un enorme salón en el cual sus paredes estaban repletas de hermosas pinturas y le pidió que lo esperase que no tardaría que solo iría a dar una indicaciones. Ella observaba atónita las pinturas cuando el volvía a su lado. Pudo ver en sus ojos y en su sonrisa cuanto le complacía que ella contemplara de esa manera esas pinturas. –Vamos.. todo está listo- susurro tomándola del brazo y conduciéndola hasta el comedor donde se encontraba la mesa elegantemente puesta. Caballerosamente espero que tomara asiento para luego tomar asiento frente a ella. Se sintió como una princesa en su castillo. –Týr ….me siento extraña- le confesaba con una sonrisa tímida cuando un par de sirvientes se acercaban con charolas de comida como para un regimiento, bueno no era para tanto pero a ella así le había parecido. Mientras la comida era servida ella repasaba en su cabeza como utilizar los cubiertos o mejor dicho que cubierto se utilizaba para que. El la observaba sonriendo y disfrutando el aparente embrollo que ella tenía ahora en su cabeza con el lio de los cubiertos, copas y demás -¿Qué?- dijo finalmente con timidez al verle con esa sonrisa.

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Mensaje por Invitado Jue Mayo 10, 2012 9:50 am

Era común que llevara extraños a su casa, desde que era un niño tenía esa mala costumbre, niños de la calle que rápidamente se hacían sus amigos y a los que invitaba, sin fijarse en que las ropas de sus nuevas amistades eran humildes mientras las suyas siempre confeccionadas de finas telas. A Týr jamás le había importado algo tan irrelevante como eso, siempre daba más importancia a lo una persona decía, a lo que una persona era por dentro. Esta vez no era distinto, llevaba a Bea a la residencia que habitaba en París con a penas un par de horas de conocerla, pero el joven brujo tenía una habilidad más allá de las mágicas, una que había desarrollado y pulido con el tiempo: ver a la gente como en verdad era. Y no mentía, rara vez desatinaba en el diagnóstico que podía formularse con un par de horas, era quizá que con su personalidad lograba llevar al límite la paciencia y otras virtudes (o falta de) de los individuos y por eso lograba visualizar cómo era y como actuaba esa persona sin máscaras sociales. Hacía un par de días había llevado a Atenea, una gitana, y le había mostrado su jardín y había convivido con Tân, un sabueso que parecía tan coludido a las habilidades del brujo que incluso sabía, antes que el propio amo, qué era bueno para Týr y esa casa.

Entraron y Týr se desenvolvió con soltura, conocía bien ese lugar a pesar de que llevaba pocos meses en la ciudad, la jaló con premura pero de pronto la soltó y se dirigió a la cocina para comprobar sus sospechas, que sus sirvientes ya lo esperaban, seguramente no acompañado pero siempre preparaban suficiente. Regresó rápido y condujo a Bea hasta el comedor donde la mesa ya estaba dispuesta, una mesa larga como para muchos invitados en donde el brujo casi siempre comía solo, con todas las exigencias de la etiqueta de la alta sociedad, incluyendo un cubierto para cada tipo de comida. Týr podía ser todo lo descabellado que quisiera, pero no dejaba de ser el primogénito heredero de los Sèitheach, y como tal, había recibido una educación ejemplar para saber desenvolverse en eso ámbitos. Miró a Bea divertido por unos momentos mientras ella trataba de descifrar el acertijo de los cubiertos.

-Nada, nada –rio sin disimulo y colocó ambas manos a los costados del plato que tenía al frente –nunca he sido muy aficionado a estas cosas –se refería a las formalidades y eso no resultaba una sorpresa-, ¿qué te parece si…? –no terminó la frase, se puso de pie para destapar la sopera, en donde una crema de zanahoria de tono naranja pálido olía delicioso –iba a decir que comiéramos con las manos, pero no creo que podamos comer esto con las manos –cerró la sopera y se acercó a Bea, señaló una cuchara-, usa esta –le indicó y luego aplaudió dos veces, un sirviente vino de inmediato-. Estamos listo, Didier –Didier era el nombre de aquel mozo en particular, Týr insistía en llamarlos por su nombre y que ellos hicieran lo mismo, muchos no lograban acostumbrarse para el disgusto de su amo.

Didier sirvió la crema de zanahoria en los dos platos hondos, Týr observó todos los movimientos de su sirviente y luego a Bea.

-Gracias, estaremos bien –le dijo al hombre quien de inmediato se marchó. Týr insistía en que sus sirvientes no estuvieran ahí pegados de él todo el tiempo como moscas, les decía que si necesita algo simplemente los llamaría. Tomó una cuchara, justo como la que le había dicho a Bea que era la indicada y se llevó un poco de sopa a la boca, aguardó un momento con los ojos cerrados y gesto completamente sereno, luego nada, sacó la lengua –espera un poco, está muy caliente –advirtió con voz afectada por su lengua quemada-. Ya muero por presentarte a Tân –dijo y se llevó otra vez la cuchara a la boca despreocupadamente, tragó y volvió a sacar la lengua –se me olvidó que estaba caliente –rio apenado.
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Mensaje por Bea Blanco Miér Mayo 23, 2012 2:27 pm

-¿Nada?!!!!...uhmmm….no te creo- le hablaba con confianza, con familiaridad aunque en realidad solo lo decía bromeando. Aunque era muy poco lo que llevaba tratándolo era suficiente para darse cuenta que a pesar de ser refinado, elegante, educado las formalidades al menos no las de ese tipo iban con él y mucho menos cuando estaba en total confianza con quien le acompañaba. Se permitía, tenía completa seguridad de que a ambos les agradaba y lo disfrutaban, bromear a cada oportunidad que tenía. Estaba claro que eran dos seres perfectamente compenetrados y por tal motivo este día el universo se confabulaba para unirlos y muy probablemente para mantenerlos unidos por mucho tiempo si no es que por el resto de sus existencias de una manera u otra pero juntos, cercanos.

Bea sintió como si algo golpeará su estomago cuando Týr destapaba la olla y el aroma de lo que en ella había se expandía por todo el comedor. Esos olores incrementaron mucho más su apetito. Mentalmente se relamió los labios y se preguntaba a que bendita hora iba a probar alimento. El comentario del joven le causo mucha gracia –Týr, igual, utilicemos o no cubiertos debemos utilizar las manos- le dijo con inocencia mirándolo con una sonrisa angelical –a menos que pienses hacer algún truco para que los cubiertos por si solos tomen los alimentos y vengan a nuestras bocas sin utilizar nuestras manos- lo había dicho como broma pero ante la inocencia de Bea y el no tener del todo claro todo lo que él podía o no hacer eso era una divertida posibilidad.

Le miro tapar de nueva cuenta la olla. Ella hizo un puchero de decepción pues sus tripas ya lloraban de hambre. Ese delicioso olor de la comida frente a ella y no probarla aún la estaba torturando. –Ya lo sabía- lo miro con el ceño fruncido como si se hubiese indignado soltando después la risa cuando él con tanta amabilidad se acerco y le indico que cuchara utilizar. Su risita continuó hasta que escucho que al fin daba la orden de que la comida fuera servida. Finalmente iba a comer. Ahora se había olvidado de todo hasta del conjuro, en su cabeza solo existía la palabra “comer”.

Al fin la sopa humeante servida en su plato. Moría de hambre quería dar cuenta del plato con desesperación a la brevedad posible pero su padre le había enseñado que siempre debía comportarse con elegancia ante la mesa, se había encargado de darle una muy buena educación pues consideraba que la educación era la mejor carta de presentación del ser humano.

Por un momento pensó que Didier se quedaría ahí parado, como si un gendarme si los vigilará. Eso era lo que se acostumbraba que el servicio estuviera atento para atender cualquier necesidad. Para su sorpresa se marchaba, los dejaba solos. Le observo de reojo hasta que se perdió de vista volviendo después su vista a su anfitrión quien ya con cuchara en mano se disponía a tomar de la sopa caliente. –Te vas a…………- ni tiempo le dio de terminar la frase cuando él ya tenia la cuchara dentro de su boca –quemar…- musito demasiado tarde por sus gestos era evidente que se acabada de dar tremenda quemada –Eso es lo que trate de decirte pero ni tiempo me diste- comentaba mientras con movimientos circulares meneaba la cuchara dentro de su plato –¿te duele mucho?- pregunto preocupada pero él intentaba hacer como que nada había pasado -¿y quien es tán?- pregunto alzando una ceja y sin dejar de menear con cuidado el contenido de su plato. Alzo la vista para enterarse que de nueva cuenta llevaba la cuchara a su boca. Cerro momentáneamente los ojos no queria mirar sus gestos cuando se quemara de nuevo. –Por Dios Týr- exclamo. Abrió los ojos, suspiro y se levanto de la mesa, cogió su plato y se lo acerco a Týr –¿sabes? eres como un niño pequeño…..toma…..este ya se ha enfriado un poco- puso el plato frente a él tomo el que él tenia y volvió a su asiento –espero no te vuelvas a quemar- comento después de que finalmente pudo probar alimento con el debido cuidado de no quemarse la lengua como él.

Entre risas y bromas continuaron degustando esa deliciosa crema de zanahoria hasta acabar con ella. A decir verdad Bea fue la única que pudo saborearla como era debido, ella no se había quemado la lengua.

Didier no tardo en ser llamado de nuevo y aparecer de inmediato con una charola en sus manos. Se acerco a Týr le dijo algo, asintió y se dispuso a servir.

El hambre ya se le había aplacado un poco y ahora podía pensar un poco más así que se quedo pensando y preguntando quien era Tán, quien quiera que fuera si él lo había mencionado tan emocionado era seguro que era importante para él. Entonces ella deseo poder conocer a Tán muy pronto. Todo lo que fuera importante para él lo era desde ya para ella también.

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Mensaje por Invitado Mar Jun 05, 2012 10:22 pm

Tenía una especie de sentimiento confortable estando con ella. No era que Týr se midiera mucho ante los desconocidos, siempre era como era sin más, no tomando en cuenta las consecuencias que eso pudiera acarrearle, sin embargo, con Bea era distinto, por el simple hecho de que no la sentía una desconocida. A pesar de todo, el joven brujo no dejaba de ser un humano, y a veces sentía embarazo ante sus propias distracciones, no con ella, aunque cometiera locuras y se golpeara, cayera, dijera disparates, sabía que Bea no sólo no lo juzgaría, sino que a ratos le seguía el juego y sabía de lo difícil que era encontrar alguien así; tenía amigos, claro que los tenía, pero éstos lo eran por su capacidad de tolerancia, ahí estaba Alvar que era en extremo serio, y Atenea que aunque compartía mucho con él, era más soñadora, y algunos otros más dejados en los caminos de sus largos viajes.

Miró entonces a la chica que lo acompañaba. Lo había notado antes, lo comprobaba ahora, esa mujer lo complementaba, y aunque Týr no era de pedir permiso para hacer las cosas, sabía que ahora era distinto, que antes de aventarse a aquel acantilado como solía aventarse a cuanto acantilado veía, metafóricamente hablando, debía comprobar que ella sentía lo mismo, o algo similar al menos. Rio entonces ante sus repetidos y reiterados accidentes con la crema de zanahoria caliente y la observó como se acercaba para ofrecerle su plato. No era la primera vez que le sucedía, era como un niño hiperactivo que no tenía capacidad para aguardar por las cosas, así que era común que se quemara con la comida caliente. Negó con la cabeza ante la pregunta de si le dolía y continuó con sus alimentos como si nada.

-Ah, Tân… -se quedó pensativo y sonrió –ya lo conocerás –prefirió ser vago y no adelantarle demasiado, sería una sorpresa más grata ver su rostro cuando finalmente conociera a su peludo amigo.

Después simplemente continuó comiendo. La sopa se acabó y vino el plato fuerte, pato al cava, la suave carne del pato con una guarnición de cebollines. La conversación siguió, mundana, ligera, divertida, él la hacía reír, pero ella a él también y era lo que el joven más apreciaba. Comió rápido y mucho, siempre comía así, quemaba muchas calorías con todo el ejercicio que su forma de ser por sí sólo implicaba, era un atleta sin saberlo, nato, natural. Cuando finalmente hubo terminado se limpió con la servilleta de tela, la dejó a un lado y se puso de pie.

-¿Terminaste? –le ofreció su mano para ponerse de pie –el postre puede esperar, quiero mostrarte algo –dijo con su voz plagada de su entusiasmo habitual, pero también, de algo de sosiego, como si lo que dijera fuese no sólo serio, sino importante. Porque claro, las cosas que eran importantes para Týr podían ser completas nimiedades para el resto de la gente. Aguardó a que ella quisiera acompañarlo, quería sorprenderla.

Y se dio cuenta de aquello, del esmero que ponía en cada cosa que hacía estando con ella, sí, hacía todo como de costumbre, para divertirse, para no aburrirse del tedio de París que seguía siendo la ciudad en la que estaba por imposición materna, pero también quería que Bea disfrutara de todo lo que él hacía por ella. Týr era inteligente, astuto, buen negociante y gran mago, pero en muchos aspectos era un niño inexperto que calzaba más con su personalidad, sabía que esa chica provocaba en él algo diferente, que el resto de la gente era incapaz de provocar, pero no sabía qué. De todos modos, no era muy del joven brujo etiquetar las cosas, mucho menos a las personas o la relación que pudieran tener con él.
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Mensaje por Bea Blanco Jue Jun 28, 2012 7:21 pm

Enarco una ceja sorprendida por la respuesta que le daba. Momento atrás le comentaba con gran emoción que deseaba presentarle a Tán y ahora le respondía como si no tuviera mucha importancia. Si le extraño pero tampoco se preocupo demasiado por ello. Seguramente Týr algo se traía entre manos y ya que lo descubriera ya encontraría la manera de jugarle una broma a su amigo el brujo. Ahora ella estaba concentrada en el suculento platillo que Didier les acababa de servir. Mientras comía tranquilamente y con elegancia Týr comía apresurado. Lo miraba de soslayo sorprendida de la cantidad de comida que prácticamente se devoraba. Sonrió con ternura ante la escena pues cada vez se le figuraba más como si fuese un niño pequeño. El tenia ratito que había dado cuenta de su comida mientras. Le observo algo impaciente entonces ella se apresuro y en menos de un minuto termino. Justo a tiempo cuando se acercaba y le tendía la mano.

Su mente se centro más en que era eso que tanta prisa tenía por mostrarle que ni caso hizo al comentario del postre, el postre ahora era lo de menos al fin que hambre ya no tenía. -¿Algo?.....¿Que cosa me vas a mostrar?- pregunto con tanta ingenuidad que ni cuenta se dio que si él le respondía ahora mismo dejaría de ser una sorpresa. Lo tomo de la mano y se puso de pie. -¿A dónde iremos?- pregunto sospechando que quizás había llegado el momento de abandonar la casa. De ser así a donde pensaba llevarla. Frunció el ceño y se le quede mirando.

Llevaba ya un par de horas quizás más, ya ni llevaba cuenta del tiempo que llevaban compartiendo, en que apreciaba el entusiasmo del joven. Pero ahora que la muchacha ponía especial cuidado hasta en el brillo que los ojos del chico mostraban caía en cuenta del “especial” entusiasmo que ahora mostraba mucho más evidente, mucho más intenso. Una extraña sensación y un extraño revoloteo de mariposas estremeció por completo el cuerpo de la chica. No era la primera vez que el joven brujo le hacía sentir tal cosa pero si era la primera vez que lo sentía con tal intensidad. Un ligero temblor en su cuerpo a causa de un nerviosismo que la muchacha intentaba ocultar. Le era bastante agradable estar al lado de Tý , compartir, convivir, ser su cómplice y considerarse ya su amiga porque eso era lo que ya se consideraba para él pero porque sentirse nerviosa. El joven le gustaba, le agradaba y no solamente como amigo sino como el hombre que era. Se sorprendió. por lo pronto que sus sentimientos se acrecentaban por Týr, de lo que en ella por él se despertaba. Bajo la mirada como podría mirarlo a los ojos sin ocultarle que él le gustaba, le gustaba y mucho. –Anda vamos ya!!- lo apresuro así con la mirada al suelo para que la llevase a mirar eso que él deseaba mostrarle y deseando no notara el ligero temblor en sus manos ni el brillo que sus ojos reflejaban porque si algo le notaba y le preguntaba no sabía ni que le iba a responder.
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Mensaje por Invitado Dom Jul 29, 2012 3:16 am

Sus manos hicieron contacto y ahí estuvo de nuevo esa certeza que el joven brujo sentía sólo al lado de Bea, una visión tan real que eso debía ser, una realidad aplastante, sentía, a su lado y con su contacto, una verdad absoluta e irrefutable, el problema radicaba en que no sabía a qué pregunta obedecía aquella respuesta afirmativa, sólo sabía que su pecho se inundaba de un líquido caliente y las rodillas querían fallarle pero al final no lo hacían, que mil mariposas volaban en su estómago y que se sentía bien, eso, que todo eso a pesar de ser malestares, daban como resultado el hecho de sentirse bien y sobre todo completo, que una pieza embonaba satisfactoriamente en su lugar. Una pieza que no sabía que tenía extraviada pero que llegaba y veía ese sitio donde antes no estuvo y se sentía correcto.

Eso exactamente era, verla de su mano, en su compañía, charlando con él, riendo a su lado, todo aquello era correcto. Jodidamente correcto. Y quién era el joven Týr Sèitheach para interponerse en el camino de lo que simplemente parecía estar bien y era verdadero, justo y perfecto; exacto, no era nadie y así como acostumbraba ser, dejar fluir las cosas era algo que acostumbraba y le sentaba bien. Ah, si tan sólo más humanos fusen como ese joven no existiría tanto estrés, pero su filosofía de vida no era algo que la sociedad aceptara con facilidad y en realidad, daba igual.

Por supuesto que la notó nerviosa, ¿sería por él? ¿O por la ansiedad de la sorpresa que le había prometido? En cualquier caso, Týr sonrió de lado reprimiendo una risa, cualquiera que fuese el motivo le parecía divertido al joven brujo; con el pulgar acarició el dorso de la mano que sostenía y sin decir nada, ese fue su modo de tratar de tranquilizarla, él mismo comenzó a sentirse algo desasosegado, entonces la jaló con tal de deshacerse de ese sentimiento, cruzó el salón del comedor, se topó a una de las doncellas de la casa que en una charola de plata llevaba dos rebanadas de pastel de zarzamora.

-Ahora no Fleur –le dijo a la sirvienta tomándola del hombro con su mano libre-, el postre tendrá que esperar –le hablaba a la gente de la servidumbre como si fusen inquilinos, invitados a esa casa y no trabajadores en la misma, los miraba a los ojos con gesto conciliador, los tocaba sin pensarlo dos veces y los llamaba por su nombre pidiendo lo mismo a cambio, definitivamente Týr no estaba alineado a la alta sociedad de la época, ni de ninguna otra época. Siguió halando a Bea hasta alcanzar la cocina donde la flotilla de cocineros lo miró, si bien no extrañados porque era usual ver a su jefe ahí metido, sí con cierto falso respeto, porque no dejaba de ser el hombre que les pagaba.

Atravesaron el lugar hasta llegar a la puerta que daba a la parte posterior del jardín que rodeaba la casa y abrió. Dio un par de pasos sobre la hierba, abrió el compás de las piernas para tener mejor apoyo y puso los brazos en jarra, llenó su pecho de aire y se giró para ver a su acompañante.

-Aquí estamos, conocerás a mi mejor amigo -y le guiñó un ojo para luego silbar sonoramente. Por unos segundos hubo una calma inusitada, el viento era suave y peinaba la alfombra de pasto bajos sus pies, movía las flores del jardín, hacía que los dientes de león perdieran sus pétalos, pero de entre esa melodía silenciosa se escuchó un sonido más fuerte y contundente, fuertes pisadas amortiguadas por el césped, rápidas, uniformas y de un cuadrúpedo definitivamente. De detrás de algunos arbustos un enorme perro color ladrillo dio un salto, un salto quizá demasiado ágil para un animal de aquella complexión y corrió en dirección a Týr, corrió con fuerza y aplomo hasta llegar a él y aventarse sobre su amo, mismo que, sabiendo ya como era su mascota, lo recibió y gracias a la posición que había adoptado, no cayó hacía atrás. El animal lamió el rostro del joven quien rio como lo hace un niño la mañana de Navidad. Acarició al perro detrás de las orejas para calmarlo, se arrodilló frente a su amigo y alzó el rostro en dirección a Bea.

-Él es Tân –dijo con una sonrisa amplia, sincera y limpia; miró entonces al perro –ella es Bea –introdujo a su amiga como si el perro fuese otra persona, el animal pareció entender porque la miró intrigado, aunque aun disfrutando de las atenciones de su amo-. A él es a quien tanto ansiaba que conocieras –su sonrisa se acentuó tanto que cerró los ojos.
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Mensaje por Bea Blanco Lun Ago 20, 2012 6:26 pm

Supo que Týr algo había notado en ella y agradeció a todos los santos habidos y por haber la discreción en él. Luego, no solo la tomaba y la llevaba de la mano, su suave caricia con su pulgar además de tranquilizarla le dio valor para confesarle algo que se le agolpaba en el pecho y en la garganta –Me gustas Týr- soltó sin pensarlo dos veces. El al parecer no alcanzo a escucharla pues era como si intentara no hacer caso a lo que el mismo podía estar sintiendo. Tan no la escucho que en vez de reaccionar ante lo que la chica le confesaba este solo atino a jalarla y atravesar el salón a toda prisa. Tanta era su prisa que hasta desprecio el delicioso postre que se disponían a llevarnos a la mesa.

Continuó corriendo a su lado hasta llegar a una puerta que parecía dar al jardín. Al abrir la puerta Bea se quedo tan anonadada ante el imponente y hermoso jardín que ni caso hizo de la posición tan chistosa que Týr había adoptado. Cuando reparó en ella fue porque él con su voz la sacaba de su estado y la volvía a la realidad –Jajajajajaja Týr ………¿Qué haces?- preguntaba sin poder contenerse la risa pues él lucia como un niño esperando atrapar algo entre sus manos.-¿Aquí?- pregunto extrañada –Týr me encantan tus bromas de verdad que me encantan pero no me bromees con que a tu mejor amigo lo tienes acá en el jardín- le comentaba y lo reprimía a la vez pues le parecía inconcebible y una descortesía tenerlo en el jardín y no haberlo invitado a acompañarles a comer y mucho peor que encima de todo ello se atreviera a llamarlo con un silbido. Que era esto. Ella negaba con la cabeza reprobando la acción de su amigo. El no dijo nada solo sonrió volviendo la vista al frente y aún con los brazos abiertos. Después un largo silencio. Bea seguía parada en la puerta. Se negaba a salir así que se recargo sobre el marco de la puerta solo observando con un ligero gesto en su rostro. Se puso derecha y dio algunos pasos hacia el frente cuando una fuertes y constantes pisadas se acercaban presurosas haciendo caso del llamado del joven.

Bea esbozo una amplia sonrisa al darse cuenta, aún sin verlo solo por el sonido de sus pisadas, que no se trataba de un humano. Esperaba con la mirada expectante el grandioso buen amigo de Týr apareciera por fin porque aunque ella juraba que podría tratarse de un perro con Týr podía esperarse cualquier cosa por más extraña que pudiera parecer. De pronto su gran amigo se hizo visible y en efecto se trataba de un perro, un hermoso perro que corría, como caballo desbocado, al encuentro de su amo. Týr lo esperaba entre sus brazos. Bea observaba al animal asustada, pero asustada por que Týr fuera a salir lastimado, por la velocidad con la que se acercaba temiendo que fuera a derribar a Týr. Cuando estaba a punto de llegar Bea contuvo la respiración y el aliento, se puso pálida. Un impulso le decía que cerrara los ojos pero ella se negó a hacer caso a su impulso. Finalmente él lo recibió en sus brazos y para alivio de Bea Týr continuaba en su posición solo que ahora con su mascota entre sus brazos. Ella inevitablemente podía ocultar su sorpresa. El perro era grande, peludo, de un color hermoso, noble, cariñoso. Bea miraba sorprendida el enorme cariño entre mascota y amo. De inmediato dedujo que el era nada más y nada menos que Tán.

-Sospeche que él era Tán- dijo inocentemente aún con la sorpresa en el rostro después que le confirmo que ese hermoso perro era su mejor amigo. Se acerco. Se arrodillo al lado de Týr y comenzó a acariciarlo. Luego tomo entre su pequeña mano una de las patas delanteras de Tán –Un placer Tán, si me lo permites me encantaría ser una buena amiga para ti- le hablo, mirando de soslayo a Týr, como si de un humano se tratara pues ella era de las que creía que por mucho muchas veces un animal razonaba más que los propios humanos así que le hablo confiada que el perro entendería que ella deseaba ser su amiga. Además la muchacha estaba fascinada con la mascota tanto como el propio dueño –Es hermoso, de verdad es muy hermoso me encanta!!!!- le decía al brujo sin dejar de acariciarlo pues el perro parecía muy feliz recibiendo los mimos de ambos –Me ha encantado conocerle pero- enarco una ceja -Me asustaron- dijo de pronto dirigiéndose a ambos. De pronto media palma de la mano de Bea sobre el dorso de la mano de Týr sin darse cuenta acariciaban a la vez al buen amigo Tán quien continuaba feliz –Yo siempre quise tener una mascota- dijo con algo de nostalgia sin levantar la vista observando con ternura al animal acostado sobre el césped. –Tán paseara con nosotros ¿verdad?- era imposible que Týr le fuera a decir que no, seguramente eso mismo era lo que Týr deseaba, pero a la chica le salio del alma pedírselo a manera de suplica. -Si que ha sido una sorpresa- dijo con una sonrisa buscando a mirada de Týr.

Bea Blanco
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