AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Other Towns and Cities [Bea Blanco]
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Other Towns and Cities [Bea Blanco]
Recuerdo del primer mensaje :
“You’re in another town or city,
you mean nothing to me tonight.”
-Camera Obscura, “Other Towns and Cities”
you mean nothing to me tonight.”
-Camera Obscura, “Other Towns and Cities”
Durante toda su vida había viajado, no conocía otra cosa que no fuera aquella extraña vida nómada que su dinero le permitía gozar, había visto muchos sitios y conocido a mucha gente, más si se tomaba en cuenta que era un hombre joven y que aún le faltaba mucho por vivir y mucho que aprender. Pero por ahora, de nada le servía añorar la libertad de la que gozó hacía no mucho tiempo y que la muerte de su padre había cortado de repente, extrañaba al viejo, no podía negarlo, pero con aquel cambio en su cotidianeidad que era todo menos cotidiana, causa pues de su propia naturaleza volátil (hoy podía estar en China y mañana zarpar al nuevo mundo sin previo aviso), vino a cimbrar todo lo que conocía y ahora estaba atrapado en esa ciudad. Buscando nuevo talento de las bellas artes y también, por mandato matriarcal, buscando una esposa aunque, ¿a quién engañaba?, no estaba poniendo mucho empeño en esa última tarea.
Caminaba por las calles empedradas del centro, donde las tiendas luchaban encarnizadamente unas contra otras por llamar el mayor número de clientes a su interior, lo que él iba a buscando, como casi todos los días, era un artista callejero que pudiera vislumbrarse como el próximo Da Vinci, comprarle sus obras a un precio de risa y con los años poder revenderlas por una cantidad estratosférica, era un negocio riesgoso, pero estaba bien educado al respecto como para saber discernir.
Ahí, en la acera afuera de una tienda de sombreros estaba un joven muchacho con un par de lienzos dispuestos en el suelo mostrando su insipiente obra, se acercó y se agachó para poder contemplar los trazos en los cuadros, se veía como un tonto pues se había agachado sin flexionar las piernas y luego alzó la mirada para cruzarla con el autor. Le sonrió de lado y se irguió.
-Sin duda tienes talento –dijo sin borrar la sonrisa de su rostro, el pintor se notaba nervioso y Týr, sin más, lanzó una carcajada-, tal vez dentro de un par de años… -se encogió de hombros y siguió su camino sin aclarar a qué se refería, ese era él, mientras tuviera sentido para él le importaba un bledo si lo tenía para los demás. Supo a primera vista que ese joven iba a evolucionar y hacer algo grande, por ahora, esas obras que presentaba para que alguien las comprara y adornara con ellas sus salones y estancias, no valían un centavo, y valdrían aún menos en el futuro, técnica aún deficiente y demasiados clichés como para notar frescura.
Sí, Týr podía tener cara de tonto, y actuar como uno, pero no lo era, sabía bien su negocio, el negocio familiar, aquel que les permitía seguir subsidiando la magia por detrás de la fachada de una respetada familia de comerciantes de arte. Siguió su camino, si no encontraba a la nueva estrella de la pintura francesa, al menos había dado un paseo y quién sabe, a lo mejor ingresaría a una de esas tiendas que con tanto ahínco quería llamar la atención de los transeúntes, así como era en cualquier momento se le podía antojar un par de mocasines nuevos.
Caminaba por las calles empedradas del centro, donde las tiendas luchaban encarnizadamente unas contra otras por llamar el mayor número de clientes a su interior, lo que él iba a buscando, como casi todos los días, era un artista callejero que pudiera vislumbrarse como el próximo Da Vinci, comprarle sus obras a un precio de risa y con los años poder revenderlas por una cantidad estratosférica, era un negocio riesgoso, pero estaba bien educado al respecto como para saber discernir.
Ahí, en la acera afuera de una tienda de sombreros estaba un joven muchacho con un par de lienzos dispuestos en el suelo mostrando su insipiente obra, se acercó y se agachó para poder contemplar los trazos en los cuadros, se veía como un tonto pues se había agachado sin flexionar las piernas y luego alzó la mirada para cruzarla con el autor. Le sonrió de lado y se irguió.
-Sin duda tienes talento –dijo sin borrar la sonrisa de su rostro, el pintor se notaba nervioso y Týr, sin más, lanzó una carcajada-, tal vez dentro de un par de años… -se encogió de hombros y siguió su camino sin aclarar a qué se refería, ese era él, mientras tuviera sentido para él le importaba un bledo si lo tenía para los demás. Supo a primera vista que ese joven iba a evolucionar y hacer algo grande, por ahora, esas obras que presentaba para que alguien las comprara y adornara con ellas sus salones y estancias, no valían un centavo, y valdrían aún menos en el futuro, técnica aún deficiente y demasiados clichés como para notar frescura.
Sí, Týr podía tener cara de tonto, y actuar como uno, pero no lo era, sabía bien su negocio, el negocio familiar, aquel que les permitía seguir subsidiando la magia por detrás de la fachada de una respetada familia de comerciantes de arte. Siguió su camino, si no encontraba a la nueva estrella de la pintura francesa, al menos había dado un paseo y quién sabe, a lo mejor ingresaría a una de esas tiendas que con tanto ahínco quería llamar la atención de los transeúntes, así como era en cualquier momento se le podía antojar un par de mocasines nuevos.
Invitado- Invitado
Re: Other Towns and Cities [Bea Blanco]
Desde hacía mucho tiempo, Týr había entendido que todo lo que era bueno para él, Tân lo aceptaba, y todo aquello que representaba una amenaza, el perro se encargaba de hacérselo notar, aunque la apariencia del animal fuese bonachona y dócil, en realidad era un ser muy selectivo, como si pudiera presentir y medir energías ajenas, el brujo no sabía si eso era posible, tal vez se trataba nada más de un sentido desarrollado por los perros, pero todo en su peludo amigo era misterioso, había sido criado por monjes tibetanos y éstos le dijeron a Týr que su destino era encontrarse, que Tân había nacido para ser su compañero y una especie de guía. Por eso era importante presentárselo a Bea cuanto antes, si bien la chica agradaba al anfitrión de esa tarde, debía tener la comprobación de Tân quien con un gesto o un movimiento le diría todo lo que necesitaba saber. Entonces observó la interacción, el cánido no sólo se mostró tranquilo, sino que pareció querer estar ahí con ellos dos, la presencia de Bea pareció sentarle bien y eso era todo lo que el galés necesitaba saber. Rio quedamente y se dejó caer hacia atrás para sentarse en el suelo y observar a su nueva amiga con su más viejo amigo (cualquiera diría que era raro y hasta triste que su mejor amigo fuese un perro, pero Týr consideraba que los animales no sólo no juzgaban, sino que eran incondicionales y sinceros todo el tiempo, no podía pensar en nadie mejor para hacerle compañía en todas sus vesanias).
-¿Qué te parece entonces? –preguntó aún sentado en el suelo sin importarle ensuciar su fina ropa. Por su propia forma de ser, echaba a perder mucha ropa hecha especialmente para él, de telas caras traídas de lugares lejanos, si bien no era un hombre soberbio, sabía que el dinero no era un problema para él y por eso no le importaban ese tipo de cosas. Soltó una carcajada -¿asustarte? Perdón –se llevó una mano a la nuca contrariado pero con semblante tranquilo –quería mantenerlo como sorpresa y claro que nos acompañará –acarició a su mascota con fuerza –siempre me acompaña, hoy no sé por qué no salió conmigo, seguro se encontró algo en el jardín que lo entretuvo –se encogió de hombros –supongo que así es como debías conocerlo, como una gran sorpresa después de todo lo que hemos pasado hoy –se giró para verla y le sonrió ampliamente, aunque su ademán se mantuvo, su mirada adoptó un cariz nuevo, más solemne –gracias por regalarme horas de tu tiempo –le dijo en un tono tranquilo, su voz aún sonaba a la euforia que siempre lo acompañaba, pero esta vez el peso de la seriedad tuvo más valor.
Se puso de pie y se sacudió el pantalón, luego ofreció su mano para que Bea también se enderezara, el perro se mantuvo atento a su amo y su acompañante con esos grandes y obscuros ojos de canica. Una vez que su pequeña mano estuvo sobre la suya, la sostuvo con fuerza y caminó de regreso al interior de la casa, pero con Tân ahora a su lado.
-¿Te parece si comemos ese postre que Fleur nos tenía preparado? No me gustaría que llegaras tarde a tu casa –sintió un pinchazo al decir aquello, se daba cuenta que la hora de decir adiós cada vez se acercaba más y aunque lo prolongara, era algo inevitable, una cita inapelable, aunque le emocionaba la idea de un próximo encuentro, de una nueva aventura. Atravesaron de nuevo la cocina, pero no se detuvo en el salón siguiente que era el comedor, siguió caminando hasta legar a la estancia, ahí la chimenea ya crepitaba, el sol comenzaba a ocultarse y provocaba que la sala se pintara de dorado y en la mesa de centro los esperaba una tetera humeante, un par de tazas de porcelana blanca y las rebanadas de pastel de zarzamora.
-Una conclusión perfecta para una tarde aún más perfecta –dijo avanzando y tomando una de las tazas, sirvió té en ella y se la ofreció a Bea –aunque confío que no será la última vez que nos veamos –su candidez jamás lo abandonó, pero de algún modo aquello era un ruego, el ruego de volver a verla. Luego sirvió té para él y tomó asiento en uno de los sillones, Tân se sentó a su lado sacando el pecho. Y ahí, tomando de la fina taza, con su gallardo perro a un lado, sentado con corrección y comportándose como debía, Týr pareció fugazmente el hombre que se suponía debía ser: un respetado negociante de arte.
-¿Qué te parece entonces? –preguntó aún sentado en el suelo sin importarle ensuciar su fina ropa. Por su propia forma de ser, echaba a perder mucha ropa hecha especialmente para él, de telas caras traídas de lugares lejanos, si bien no era un hombre soberbio, sabía que el dinero no era un problema para él y por eso no le importaban ese tipo de cosas. Soltó una carcajada -¿asustarte? Perdón –se llevó una mano a la nuca contrariado pero con semblante tranquilo –quería mantenerlo como sorpresa y claro que nos acompañará –acarició a su mascota con fuerza –siempre me acompaña, hoy no sé por qué no salió conmigo, seguro se encontró algo en el jardín que lo entretuvo –se encogió de hombros –supongo que así es como debías conocerlo, como una gran sorpresa después de todo lo que hemos pasado hoy –se giró para verla y le sonrió ampliamente, aunque su ademán se mantuvo, su mirada adoptó un cariz nuevo, más solemne –gracias por regalarme horas de tu tiempo –le dijo en un tono tranquilo, su voz aún sonaba a la euforia que siempre lo acompañaba, pero esta vez el peso de la seriedad tuvo más valor.
Se puso de pie y se sacudió el pantalón, luego ofreció su mano para que Bea también se enderezara, el perro se mantuvo atento a su amo y su acompañante con esos grandes y obscuros ojos de canica. Una vez que su pequeña mano estuvo sobre la suya, la sostuvo con fuerza y caminó de regreso al interior de la casa, pero con Tân ahora a su lado.
-¿Te parece si comemos ese postre que Fleur nos tenía preparado? No me gustaría que llegaras tarde a tu casa –sintió un pinchazo al decir aquello, se daba cuenta que la hora de decir adiós cada vez se acercaba más y aunque lo prolongara, era algo inevitable, una cita inapelable, aunque le emocionaba la idea de un próximo encuentro, de una nueva aventura. Atravesaron de nuevo la cocina, pero no se detuvo en el salón siguiente que era el comedor, siguió caminando hasta legar a la estancia, ahí la chimenea ya crepitaba, el sol comenzaba a ocultarse y provocaba que la sala se pintara de dorado y en la mesa de centro los esperaba una tetera humeante, un par de tazas de porcelana blanca y las rebanadas de pastel de zarzamora.
-Una conclusión perfecta para una tarde aún más perfecta –dijo avanzando y tomando una de las tazas, sirvió té en ella y se la ofreció a Bea –aunque confío que no será la última vez que nos veamos –su candidez jamás lo abandonó, pero de algún modo aquello era un ruego, el ruego de volver a verla. Luego sirvió té para él y tomó asiento en uno de los sillones, Tân se sentó a su lado sacando el pecho. Y ahí, tomando de la fina taza, con su gallardo perro a un lado, sentado con corrección y comportándose como debía, Týr pareció fugazmente el hombre que se suponía debía ser: un respetado negociante de arte.
Invitado- Invitado
Re: Other Towns and Cities [Bea Blanco]
-Me encanta…..me encanta!!!- respondió al instante sin dejar de acariciar al peludo bonachón que ahora les acompañaba. De pronto el temor que minutos atrás se instalaba en su corazón se desvaneció. Sin darse cuenta con su respuesta Týr dejaba muy en claro esta no sería la única ocasión en que compartirían su tiempo y disfrutarían mutuamente de su compañía. Mentalmente dio gracias a Dios porque finalmente París comenzaba a sonreírle y de qué manera -Uhmmm- se llevo el índice sobre sus labios, esto comenzaba a volvérsele una manía -no lo creo- dijo algo pensativa antes de continuar hablando -Tán nos quiso dejar solos esta tarde- dijo bromeando -creo que él sabía muy bien de nuestro encuentro- comento convencida de ello -¿verdad que si Tán?- el perro alzo la Mirada al escuchar a Bea como si con ese gesto aprobara su comentario. Bea este día se hacía de dos buenos amigos. Miro a Týr sonriendo con nostalgia y con los ojos llorosos pues aún continuaba incrédula que su osadía de haber seguido los pasos de un completo desconocido le hubiera traído el resultado obtenido. Definitivamente creía que esto era un regalo de Dios, de la vida y de su propio destino. Estaba por primera vez desde careció de la presencia y la compañía de su Padre extraordinariamente feliz y agradecida con la vida.
Týr cambiaba constantemente sus reacciones esta ocasión se tornaba con una seriedad absoluta que hasta daba un poco de miedo la joven no alcanzada a discernir si esto era solo a la solemnidad que quería él reflejar o a otra cosa. Los ojos de la chica se abrieron grandes, grandes -Pero Týr ha sido y es un placer para mi haberte conocido y que me permitas ser tu amiga y pues…….compartir mi tiempo contigo, en mi vida he encontrado algo mejor que hacer además de trabajar- se acomodo un mechón de cabello por detrás de la oreja en acto reflejo -no tienes nada que agradecer te lo juro que no creo es al contrario gracias a ti- el angelical rostro de Bea a pesar de mantener su dulce sonrisa se torno serio tan serio que a nadie podría pasarle por la cabeza la idea de que entre ellos las bromas y risas eran su sello personal entre ambos.
De nuevo volvió a reír con fuerza cuando él se sacudía el pantalón de una manera tan graciosa. Extendió su mano hasta tomar la mano que el joven brujo gustoso le ofrecía ayudándola a ponerse de pie -Gracias- musito.
-Ehhhhh,,,,,,tarde!!!!......a casa!!!!- exclamo en un sordo murmuro -si, si, vamos porque a ese postre no tengo intención de perdonarle la vida- comento cantarina mientras se adentraban de nueva cuenta a la casa esta vez acompañados por Tán.
Sonrió tímidamente Si, perfecta….perfecta!- balbuceo algo atolondrada. Cuando quiso acercarse a la mesa y servir el té fue demasiado tarde Týr ya lo había hecho y le ofrecía a ella la taza de té humeante. Bea sostuvo la taza y observando anonadada al brujo lo escuchaba -¿Sabes?- se encamino hasta tomar asiento en el sillón frente a Týr -Estoy encantada de conocerte, de compartir contigo esta increíble tarde, de compartir contigo la mesa, de que me hayas dado la oportunidad de conocer a tu mejor amigo, en pocas palabras estoy muy contenta y feliz de estar ahora aquí contigo- ¿ha donde quería llegar Bea con todos estos comentarios? -y estoy más que convencida que no todos los días una chica como yo corre con la fortuna de conocer a chicos como tú- tal parecía que estaba dando un pequeño discurso en una clase -porque no creo que haya más como tú, eso es imposible- sonrió bajando un poco la mirada para ocultar su sonrojo ya que probablemente estaba hablando de más -por ello siempre que tu lo desees y me lo permitas yo con gusto vuelvo a compartir mi tiempo, mi vida si así lo quieres contigo- esto último lo dijo mirándolo a los ojos y aún con el sonrojo en el rostro, aunque definitivamente estaba hablando de más con una naturalidad e inocencia que le impedían notarlo, de haber podido se hubiera escondido debajo de la tierra pero eso ya que arreglaría lo dicho ya estaba dicho. -Mi casa no es una mansión pero si quieres te puedo dar mi dirección para que me busques cuando quieras- rogaba porque sus encuentros sucedieran muy seguido. Dio un sorbo a ese delicioso té que Fleur les había preparado. Ella no poseía dinero, ni propiedades ni nada de gran valor, a excepción de ese regalo que el chico con el que un día estuvo a punto de casarse le había hecho, lo único verdaderamente valioso que poseía eran sus sentimientos y toda esas buenas enseñanzas que su padre le había inculcado además Týr había que los lujos, el dinero y todas esas cosas no eran lo verdaderamente importante a pesar de poseerlo todo no era un presumido y arrogante así que no le importaba que conociera el lugar donde ella vivía -Es un lugar modesto pero te aseguro que es tan acogedor como tu propia casa- cogió un pedazo de pastel llevándose directo a la boca -Uhmmm esta delicioso!!! Creo que debo pedirle a Fleur que me enseñe a hacer este pastel me encantaría ser yo quien lo prepare para ti, para ustedes- miro a Tán rectificando y continuo comiendo de su pastel saboreándolo tranquilamente y bebiendo de su té.
Týr cambiaba constantemente sus reacciones esta ocasión se tornaba con una seriedad absoluta que hasta daba un poco de miedo la joven no alcanzada a discernir si esto era solo a la solemnidad que quería él reflejar o a otra cosa. Los ojos de la chica se abrieron grandes, grandes -Pero Týr ha sido y es un placer para mi haberte conocido y que me permitas ser tu amiga y pues…….compartir mi tiempo contigo, en mi vida he encontrado algo mejor que hacer además de trabajar- se acomodo un mechón de cabello por detrás de la oreja en acto reflejo -no tienes nada que agradecer te lo juro que no creo es al contrario gracias a ti- el angelical rostro de Bea a pesar de mantener su dulce sonrisa se torno serio tan serio que a nadie podría pasarle por la cabeza la idea de que entre ellos las bromas y risas eran su sello personal entre ambos.
De nuevo volvió a reír con fuerza cuando él se sacudía el pantalón de una manera tan graciosa. Extendió su mano hasta tomar la mano que el joven brujo gustoso le ofrecía ayudándola a ponerse de pie -Gracias- musito.
-Ehhhhh,,,,,,tarde!!!!......a casa!!!!- exclamo en un sordo murmuro -si, si, vamos porque a ese postre no tengo intención de perdonarle la vida- comento cantarina mientras se adentraban de nueva cuenta a la casa esta vez acompañados por Tán.
Sonrió tímidamente Si, perfecta….perfecta!- balbuceo algo atolondrada. Cuando quiso acercarse a la mesa y servir el té fue demasiado tarde Týr ya lo había hecho y le ofrecía a ella la taza de té humeante. Bea sostuvo la taza y observando anonadada al brujo lo escuchaba -¿Sabes?- se encamino hasta tomar asiento en el sillón frente a Týr -Estoy encantada de conocerte, de compartir contigo esta increíble tarde, de compartir contigo la mesa, de que me hayas dado la oportunidad de conocer a tu mejor amigo, en pocas palabras estoy muy contenta y feliz de estar ahora aquí contigo- ¿ha donde quería llegar Bea con todos estos comentarios? -y estoy más que convencida que no todos los días una chica como yo corre con la fortuna de conocer a chicos como tú- tal parecía que estaba dando un pequeño discurso en una clase -porque no creo que haya más como tú, eso es imposible- sonrió bajando un poco la mirada para ocultar su sonrojo ya que probablemente estaba hablando de más -por ello siempre que tu lo desees y me lo permitas yo con gusto vuelvo a compartir mi tiempo, mi vida si así lo quieres contigo- esto último lo dijo mirándolo a los ojos y aún con el sonrojo en el rostro, aunque definitivamente estaba hablando de más con una naturalidad e inocencia que le impedían notarlo, de haber podido se hubiera escondido debajo de la tierra pero eso ya que arreglaría lo dicho ya estaba dicho. -Mi casa no es una mansión pero si quieres te puedo dar mi dirección para que me busques cuando quieras- rogaba porque sus encuentros sucedieran muy seguido. Dio un sorbo a ese delicioso té que Fleur les había preparado. Ella no poseía dinero, ni propiedades ni nada de gran valor, a excepción de ese regalo que el chico con el que un día estuvo a punto de casarse le había hecho, lo único verdaderamente valioso que poseía eran sus sentimientos y toda esas buenas enseñanzas que su padre le había inculcado además Týr había que los lujos, el dinero y todas esas cosas no eran lo verdaderamente importante a pesar de poseerlo todo no era un presumido y arrogante así que no le importaba que conociera el lugar donde ella vivía -Es un lugar modesto pero te aseguro que es tan acogedor como tu propia casa- cogió un pedazo de pastel llevándose directo a la boca -Uhmmm esta delicioso!!! Creo que debo pedirle a Fleur que me enseñe a hacer este pastel me encantaría ser yo quien lo prepare para ti, para ustedes- miro a Tán rectificando y continuo comiendo de su pastel saboreándolo tranquilamente y bebiendo de su té.
Bea Blanco- Humano Clase Media
- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 07/07/2011
Re: Other Towns and Cities [Bea Blanco]
Por un rato Týr se mantuvo en su falsa solemnidad, falsa como es falsa una broma irónica, porque nada en ese joven brujo galés resultaba hipócrita, era tan descarado todo el tiempo que lo último que le importaba era dar una imagen equivocada de lo que él representaba y era; en realidad estaba atento a las palabras de Bea, a cada una de ellas, a sus expresiones, a sus ademanes, al tono de su voz y al significado de aquel rosario de halagos combinados con el bochorno personal –cosa que Týr encontró adorable- y la hermosa posibilidad que se abría frente a él como se abren las nubes para dejar pasar al sol.
Entornó los ojos, calló y escuchó atento, era raro que pasara tanto tiempo sin que dijera algo, pero en realidad quería escucharlo todo y cuando ella concluyó, con suma calma dejó la taza en la mesita de centro, se sentó un poco más relajado y rio, rio brevemente pero sincero y contagioso, cuando dejó de reír, una sonrisa se quedó ahí en su rostro, como un gesto labrado en el mármol pues parecía jamás abandonarlo. Soltó un manotazo al aire.
-No digas eso –se encogió de hombros –me siento muy halagado, halagado de haberte conocido y feliz –se inclinó al frente y colocó una mano como si fuese a decirle un secreto –París comenzaba a parecerme realmente tediosa, tu presencia me ha sentado bien y ten por seguro que esto, esto que pasó hoy es el inicio de algo, no una hoja suelta con anotaciones anónimas, sino la primera página de un libro que yo espero, sea muy largo –y regresó a su posición original, sonriente y cándido como era. Para ese entonces Tân ya estaba recostado en el suelo sobre una alfombra beige especialmente dispuesta para él, el brujo le echó un vistazo rápido pero sus ojos regresaron pronto a la chica frente a él porque en esa ingenua beldad encontraba un poderoso imán para su mirada. No se cuestionaba las razones de esto, simplemente lo hacía como el reflejo que era sin resistirse.
-Me encantaría visitarte, la verdad dudo que esta casa sea acogedora y más estando yo solo –claro que tenía sirvientes con los que él buscaba mantenerse mundano y no como el patrón que era, pero no eran sus amigos, estaba solo en París, esa era la verdad –seguro tu casa lo es más y quiero conocerla –dijo, Týr valoraba las cosas francas y verdaderas por sobre todo lo demás, el sitio donde vivía ella, aun sin conocerlo, ya entraba en esa categoría, de aquello que es real y no una bella fachada para un horrible interior. Justo como ella, pensó.
Luego, sin avisar y súbitamente se cambio de sillón a donde ella estaba, pero no se sentó como la gente normal, se arrodilló sobre éste y se recargó en los brazos también como si fuese a gatear, dejando su rostro muy cerca del de Bea.
-Yo le digo a Fleur que te de la receta, si me das tu dirección yo te la llevo luego y sirve que haces un pastel para mí –sonrió como si un pirómano estuviera a punto de incendiar algo. Se inclinó aún más al frente y sin pedir permiso, colocó sus labios sobre los de Bea, sellando el trato con un fugaz, casto y tierno beso en la boca. No dijo nada, de inmediato se puso de pie, pero no estaba nervioso, mucho menos arrepentido, simplemente se movió como acostumbraba, con hiperactividad digna de un niño que ha consumido demasiada azúcar.
-Pediré que preparen un carruaje para que te lleven a tu casa –dijo como si no hubiese pasado nada. La idea de que se fuera le desagradaba, pero le emocionaba el saber que se verían y si por él fuera, eso podría pasar al día siguiente, pero tampoco quería agobiarla, sabía que, siendo como era, eso solía pasar muy a menudo.
Entornó los ojos, calló y escuchó atento, era raro que pasara tanto tiempo sin que dijera algo, pero en realidad quería escucharlo todo y cuando ella concluyó, con suma calma dejó la taza en la mesita de centro, se sentó un poco más relajado y rio, rio brevemente pero sincero y contagioso, cuando dejó de reír, una sonrisa se quedó ahí en su rostro, como un gesto labrado en el mármol pues parecía jamás abandonarlo. Soltó un manotazo al aire.
-No digas eso –se encogió de hombros –me siento muy halagado, halagado de haberte conocido y feliz –se inclinó al frente y colocó una mano como si fuese a decirle un secreto –París comenzaba a parecerme realmente tediosa, tu presencia me ha sentado bien y ten por seguro que esto, esto que pasó hoy es el inicio de algo, no una hoja suelta con anotaciones anónimas, sino la primera página de un libro que yo espero, sea muy largo –y regresó a su posición original, sonriente y cándido como era. Para ese entonces Tân ya estaba recostado en el suelo sobre una alfombra beige especialmente dispuesta para él, el brujo le echó un vistazo rápido pero sus ojos regresaron pronto a la chica frente a él porque en esa ingenua beldad encontraba un poderoso imán para su mirada. No se cuestionaba las razones de esto, simplemente lo hacía como el reflejo que era sin resistirse.
-Me encantaría visitarte, la verdad dudo que esta casa sea acogedora y más estando yo solo –claro que tenía sirvientes con los que él buscaba mantenerse mundano y no como el patrón que era, pero no eran sus amigos, estaba solo en París, esa era la verdad –seguro tu casa lo es más y quiero conocerla –dijo, Týr valoraba las cosas francas y verdaderas por sobre todo lo demás, el sitio donde vivía ella, aun sin conocerlo, ya entraba en esa categoría, de aquello que es real y no una bella fachada para un horrible interior. Justo como ella, pensó.
Luego, sin avisar y súbitamente se cambio de sillón a donde ella estaba, pero no se sentó como la gente normal, se arrodilló sobre éste y se recargó en los brazos también como si fuese a gatear, dejando su rostro muy cerca del de Bea.
-Yo le digo a Fleur que te de la receta, si me das tu dirección yo te la llevo luego y sirve que haces un pastel para mí –sonrió como si un pirómano estuviera a punto de incendiar algo. Se inclinó aún más al frente y sin pedir permiso, colocó sus labios sobre los de Bea, sellando el trato con un fugaz, casto y tierno beso en la boca. No dijo nada, de inmediato se puso de pie, pero no estaba nervioso, mucho menos arrepentido, simplemente se movió como acostumbraba, con hiperactividad digna de un niño que ha consumido demasiada azúcar.
-Pediré que preparen un carruaje para que te lleven a tu casa –dijo como si no hubiese pasado nada. La idea de que se fuera le desagradaba, pero le emocionaba el saber que se verían y si por él fuera, eso podría pasar al día siguiente, pero tampoco quería agobiarla, sabía que, siendo como era, eso solía pasar muy a menudo.
Invitado- Invitado
Re: Other Towns and Cities [Bea Blanco]
Un fuerte suspiro se le escapo a la jovencita pues su felicidad era plenamente correspondida. Que más podría pedir?. Nada. Teniendo a Tyr como su amigo nada era lo que podía pedir sencillamente porque en el mundo no existía nada ni nadie que superara a Týr en ningún sentido, ni como persona, ni en cuestión de sentimientos. Týr a cada segundo le mostraba ser un ser de cualidades increíblemente excepcionales. Se ruborizo, se mordió con fuerza el labio y sin notarlo bajo la mirada. Un fuerte revoloteo en su interior la invadía por completo. Se pregunto si tal confesión era un simple comentario, un mutuo deseo, una petición o se trataba de una suplica, una suplica que inconscientemente ella misma hacía. -E…e…el inicio……- musito casi inaudible. -el inicio de algo……la primera página de un libro, un libro muy largo…..- repitió pausadamente las palabras del brujo, las repitió con tal lentitud como si con ello permitiera que se colaran hasta lo más profundo de su cerebro y se instalaran en un sitio del que jamás nadie pudiera sacarlas -Si, un libro muy largo. Yo…..yo espero lo mismo- confesó levantando la mirada y sintiéndose mucho más ruborizada que antes.
Ahora que lo mencionaba se daba cuenta de que Týr realmente estaba solo en esa enorme casa. Estaba rodeado de mucha gente, si, gente a la que él le gustaba tratar calidamente y no como empleados pero eso no significaba que fueran sus amigos. Týr estaba solo con Tán. Sonrió para si misma cuando se sintió mucho más identificada con él. Ambos estaban prácticamente solos en París. Bueno él al menos tenía la compañía de Tán, no estaba tan solo como lo estaba ella. París no la trataba tan mal pero tampoco tan bien y eso y su timidez le frenaban para hacerse de amistades con tanta facilidad. La figura del doctor Stravinsky se formo ante los ojos de Bea sonrió reconfortada al recordar a aquel hombre que para ella representaba la figura paterna de la cual ahora carecía. Tenía ganas de verle, uno de estos días iría a buscarlo.
-Ohhh Týr y yo muero de ganas por que la conozcas….- soltó de golpe, ya no soportaba las palabras contenidas en su garganta -será un verdadero placer que los papeles se intercambien y ser tu anfitriona además te tendré una sorpresa preparada- sonrió con una mezcla de ingenuidad, timidez y travesura. Ahora no había nada que deseara más que deleitarlo tocando el piano para él.
Enarco una ceja mirándolo sorprendida ante su repentino acercamiento. Su respiración se detuvo por cuestión de segundos cuando logro respirar nuevamente esta era agitada, descontrolada –Týr ¿qué haces?- Asintió con leves movimientos hacia abajo y hacia arriba de cabeza sonriéndole nerviosa e impacientemente -Te dejaré mi…..mi dirección- le sostenía la mirada aunque por segundos se permitía cerrar los ojos y aspirar del aliento del brujo. Hecho que le acrecentaba el revoloteo de mariposas en el estomago -Haré pastel para ti y todo lo que te apetezca comer- dijo gustosa aunque con dificultad él había conseguido ponerla muy pero muy nerviosa.
Como si lo hubiera visto venir cerro los ojos al tiempo que él rozaba con dulzura sus labios y le daba un suave, tierno y fugaz beso. Beso que ella alcanzo a corresponder con la misma ternura con que él lo había hecho. Curiosamente este acto logro calmarla, fue como una medicina a todo ese nerviosismo previo. Al igual que él no hizo comentario alguno. Lo tomo como un acto de lo más natural del mundo.
-Esta bien……es tarde ya además es mejor que me marche antes que me acostumbre a estar en tu casa- comento a manera de broma aunque en el fondo sus palabras eran más una verdad que una broma. -¿Puedo verte mañana?- su pregunto fue más una suplica que una pregunta. Algo en el interior de la muchacha le provocaba una imperiosa necesidad de permanecer cerca de él. El llenaba absolutamente todo en la vida de Bea. Dicho en otras palabras ellos eran almas gemelas.
Antes de Salir de la mansión. Se acerco a una mesita en el vestíbulo sobre la cual un tintero, una pluma y una hoja de papel esperaba a que la dirección de la muchacha fueran plasmados. La anoto rápidamente doblando en cuatro el papel. Se acerco a él. -Te estaré esperando mañana- le susurro al oído con la voz cargada de esperanza y emoción al tiempo que colocaba el papel entre su mano.
El carruaje se encontraba ya esperándola en la puerta principal. Al abrir la puerta miro el carruaje luego volvió la vista a Týr y los ojos se le nublaron amenazando con derramar algunas lágrimas. Nunca se imagino que el despedirse momentáneamente le fuera a provocar tanto sentimiento
Ahora que lo mencionaba se daba cuenta de que Týr realmente estaba solo en esa enorme casa. Estaba rodeado de mucha gente, si, gente a la que él le gustaba tratar calidamente y no como empleados pero eso no significaba que fueran sus amigos. Týr estaba solo con Tán. Sonrió para si misma cuando se sintió mucho más identificada con él. Ambos estaban prácticamente solos en París. Bueno él al menos tenía la compañía de Tán, no estaba tan solo como lo estaba ella. París no la trataba tan mal pero tampoco tan bien y eso y su timidez le frenaban para hacerse de amistades con tanta facilidad. La figura del doctor Stravinsky se formo ante los ojos de Bea sonrió reconfortada al recordar a aquel hombre que para ella representaba la figura paterna de la cual ahora carecía. Tenía ganas de verle, uno de estos días iría a buscarlo.
-Ohhh Týr y yo muero de ganas por que la conozcas….- soltó de golpe, ya no soportaba las palabras contenidas en su garganta -será un verdadero placer que los papeles se intercambien y ser tu anfitriona además te tendré una sorpresa preparada- sonrió con una mezcla de ingenuidad, timidez y travesura. Ahora no había nada que deseara más que deleitarlo tocando el piano para él.
Enarco una ceja mirándolo sorprendida ante su repentino acercamiento. Su respiración se detuvo por cuestión de segundos cuando logro respirar nuevamente esta era agitada, descontrolada –Týr ¿qué haces?- Asintió con leves movimientos hacia abajo y hacia arriba de cabeza sonriéndole nerviosa e impacientemente -Te dejaré mi…..mi dirección- le sostenía la mirada aunque por segundos se permitía cerrar los ojos y aspirar del aliento del brujo. Hecho que le acrecentaba el revoloteo de mariposas en el estomago -Haré pastel para ti y todo lo que te apetezca comer- dijo gustosa aunque con dificultad él había conseguido ponerla muy pero muy nerviosa.
Como si lo hubiera visto venir cerro los ojos al tiempo que él rozaba con dulzura sus labios y le daba un suave, tierno y fugaz beso. Beso que ella alcanzo a corresponder con la misma ternura con que él lo había hecho. Curiosamente este acto logro calmarla, fue como una medicina a todo ese nerviosismo previo. Al igual que él no hizo comentario alguno. Lo tomo como un acto de lo más natural del mundo.
-Esta bien……es tarde ya además es mejor que me marche antes que me acostumbre a estar en tu casa- comento a manera de broma aunque en el fondo sus palabras eran más una verdad que una broma. -¿Puedo verte mañana?- su pregunto fue más una suplica que una pregunta. Algo en el interior de la muchacha le provocaba una imperiosa necesidad de permanecer cerca de él. El llenaba absolutamente todo en la vida de Bea. Dicho en otras palabras ellos eran almas gemelas.
Antes de Salir de la mansión. Se acerco a una mesita en el vestíbulo sobre la cual un tintero, una pluma y una hoja de papel esperaba a que la dirección de la muchacha fueran plasmados. La anoto rápidamente doblando en cuatro el papel. Se acerco a él. -Te estaré esperando mañana- le susurro al oído con la voz cargada de esperanza y emoción al tiempo que colocaba el papel entre su mano.
El carruaje se encontraba ya esperándola en la puerta principal. Al abrir la puerta miro el carruaje luego volvió la vista a Týr y los ojos se le nublaron amenazando con derramar algunas lágrimas. Nunca se imagino que el despedirse momentáneamente le fuera a provocar tanto sentimiento
Bea Blanco- Humano Clase Media
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