Encuentro en el sueño [Ginebra]

por **Vilhelm Larsen** Vie Ago 12, 2011 4:45 pm

Cuando desperté aquel día había soñado con un restaurante, un restaurante de París. No sabía si era un sueño del futuro o del pasado, pero en él aparecía Ginebra, tomando aparentemente comida sola en la mesa. Estaba confuso, la luz me molestaba y me dolía muchísimo la cabeza. Agarré una pequeña libreta que tenía en la mesa justo en frente de mi cama y apunté mi sueño y otra idea que me surgió de la nada. Comencé a hacer rayas y más rayas, hasta que finalmente dibujé lo que parecía ser un restaurante -nunca había sobresalido por mis dotes artísticas-. Suspiré e intenté recordar aquel lugar. Me vestí con mi ropa normal y salí de la casa. ¿Cómo iba a pasar aquel día?

Primero fui a comprarme el desayuno a una panadería cerca de allí, un croissant y varias magdalenas de chocolate. "Algún día me atreveré a hacerlas yo mismo" me dije para mí mismo, era una de las cosas pendientes que debía hacer. Después pasée junto al río que traspasaba París, observando cada vida que lo atravesaba. Peces, plantas e incluso personas. Cuando recuperé el sentido del tiempo, era en teoría el momento exacto en el que Ginebra iba a ir hacia aquel restaurante.

Me dirigí hacia lo que en teoría era la zona turística de París -donde acudían la mayoría de los nobles y los de clase alta extranjeros-. Había sobretodo restaurantes y en alguno de ellos mi protectora se encontraría allí. Tras mucho buscar y casi perder la paciencia, encontré el restaurante. Observé por uno de los cristales para asegurarme y la comparé con el intento de dibujo que había hecho. Me pareció ver unos destellos rubios, por lo que entré sin pensármelo. Allí estaba ella. Evadí al camarero en su intento de ofrecerme mesa y me dirigí hacia ella rápidamente. La saludé con una sonrisa, alzando uno de los brazos y me coloqué en frente de ella, todavía de pie.

-¿Esperando a alguien, Ginebra? ¿Quizá a un hombre? -sabía de algunos líos amorosos en los que se encontraba actualmente.

por **Ginebra Le Boursier** Sáb Ago 20, 2011 12:24 am

-Comienzo a pensar que me vigilas, Querido- me acerque a su cuerpo estrechándolo en mis brazos. Extrañando a un humano que es y continuaba siendo uno de mis hijos. –Te echaba de menos Vilhelm- sonrió cálidamente para su pequeño. Tantas cosas que deseaba preguntarle sobre su vida, el tiempo se había colado entre sus manos como el agua. Bastante normal, llevaba milenios con el tiempo que escurría de su reloj. –Como creo que me vigilas creo que ya estas informado de todo-

La tenue luz que aun quedaba lastimaba fieramente sus ojos, prefería con creces la calidez del manto oscuro manchado por destellos tintineantes junto a su centro de atención, la luna. Odiaba en sobremanera los lugares concurridos por tantos humanos apetitosos y jugosos de lo que ella ansiaba con mayor hambre cada día. Gracias a que en la noche se alimento muy bien ahora podía soportar el olor de tentación en todas direcciones que mirara. Precisamente por esa razón se aislaba en el centro del bosque lejos de su alimento para evitar descontrolar sus instintos y matar toda presa posible. –Cielos, no puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido. Ahora eres un joven muy atractivo y bien parecido- comento alineando la ropa del joven, sonriendo aun de una manera maternal. –Tienes que contarme todo.-

En varios momentos alardeaba demasiado sobre el buen pintor que era su hijo y sobretodo estaba orgulloso en cada momento. No podía dejar de serlo. Agradeció a los cielos que en su camino hayan entrado personas a las cuales amo como familiares de carne propia. No podía tener descendencia, nunca tuvo hermanos ni tíos. Suponía que si tenía familia, serian descendientes a los cuales nunca conoció. Gracias a esas personas su inmortalidad dejo de ser una carga que dios le había puesto en su espalda para ser castigada por sus pecados. -Vilhelm Larsen, ¿Por qué en todos estos años nunca me has visitado?- comento con cierto reproche de manera jugetona

por **Vilhelm Larsen** Sáb Ago 20, 2011 8:36 am

Ginebra era una de las pocas personas -más bien vampiro- con las que podía ser yo mismo. Ella me recogió aquel día en Dinamarca, cuando la mansión de los Anderberg se estaba incendiando. Me había tratado con cariño -criado como si fuera un hijo suyo- durante todos estos años, pero después llegó la fecha en la que debía "independizarme" un poco de ella. Aún así, ella seguía siendo como una madre para mí. Por eso más que nada, no me aparté de su abrazo tan cálido. Parecía mentira que fuera una vampira. Le sonreí cuando soltó su comentario y dijo:

-Sólo te vigilo en sueños, tía. Como siempre -claramente yo no era su sobrino, pero era una manía mía desde pequeño, ya que me resultaba un poco complicado su nombre y me parecía más cariñoso llamarla así. Y me resultaba demasiado doloroso llamarla madre.

Me arreglaba la ropa, como si aún fuera un niño pequeño e intentó arreglar el aspecto tan desaliñado que llevaba. Yo me dejaba claro, siempre me reconfortaban los comportamientos maternos de Ginebra e internamente se los agradecía. París era demasiado grande, y aunque habíamos vivido todos aquellos años juntos, en mi año sabático no me había encontrado con Ginebra. Algo que me entristecía enormemente.

-¿En todos estos años? Como se nota que el tiempo no pasa igual para ti. Solamente ha sido un año, tía Ginebra. Y lo de las visitas tiene una clara explicación, ¿desde cuándo te mudas tanto de casa? Es imposible seguirte el rastro, ni que estuvieras huyendo de mí -me fijé que aquel restaurante estaba algo mal iluminado, un lugar perfecto donde podía estar Ginebra aunque fuese de día. No le temía, ya que tenía plena confianza en ella-. Han pasado varias cosas, pero no son muy interesantes. De seguro que las tuyas son más originales que las mías, ¿qué ha sido de ti?

por **Ginebra Le Boursier** Mar Ago 30, 2011 4:13 pm

-Me preocupa esa parte exactamente, ¿serás algún tipo de vidente? Estoy totalmente perdida en el mundo de los brujos, no sé que es que- recordó durante unos segundos el día que lo encontró solo y herido emocionalmente por su tragedia aquel tiempo. Tardo durante mucho tiempo en la vida nueva que ella fue capaz de brindarle pero fue doloroso para ella hasta lograr el día que comenzara a confiar en alguien de su condición vampírica.

-Lamento eso, tengo la costumbre de cambiarme de residencia cada vez que viajo. Recuerda que te conté que durante siglos era mudita y luego antes de empezar este siglo comencé a hablar- le recordó sonriente –También viajaba mucho- tenía los ojos entrecerrados, la luz quemante la encandilaba terriblemente. Amaba mucho mas la noche, las estrellas en el cielo como un manto punteado teniendo como centro un orbe de plata y las estrellas fugases incendiando el cielo de energía.

-Pues tengo una nueva hija, la adopte hace poco. Me encantaría presentártela, se llama Virginie pero aun no sé si desea tener mis apellidos- admitió tranquilamente, sus hijos, tantos que tenía alrededor de los siglos. Dios no le permitió tener hijos carnales pero si personas que amaba como si lo fueran. –Es primeriza en el arte que tú empeñas y te agradecería mucho que me ayudaras a enseñarle. No creo ser muy buena maestra en ese aspecto- hablaba de una manera de que el solo se daría cuenta de que hablaba sobre la hechicería y embrujos.

[OFF: Perdon si es corto, ando rapidin por aca]

por **Vilhelm Larsen** Jue Sep 01, 2011 9:21 am

Sonreí tranquilamente cuando me confesó el motivo de su desaparición. Conocía la afición de Ginebra por los viajes, demasiados a mi parecer. Yo era más sedentario que ella, y el único viaje que hice fue desde mi hogar hasta a París, con ella, mi nueva madre. Recordaba con especial ilusión los trayectos duros que debíamos recorrer en diligencias, o los primeros meses, cuando intentaba sacarme una sonrisa de la cara tras haber presenciado la muerte de toda mi familia. Desconocía si tenía primos o tíos vivos, no estaba completamente seguro, pero cuando Ginebra apareció ante mí en aquella noche helada con su tez blanca y su capa negra, no lo dudé. Tomé su mano y abandoné la mansión de fuego de los Anderberg. Después me confesó en que había adoptado a otra chica, de nombre Virginie. Entonces, no pude evitar poner cara de sorpresa. ¿Sería acaso aquella misma chica que había conocido en la laguna unos días atrás? Era una chica muy amable y simpática, y lo que era más importante, era lo mismo que yo, una bruja. Pensé que seguramente habrían muchas Virginie en París, ya que parecía un nombre francés. Pero cuando Ginebra me explicó que compartía la misma condición que yo, las piezas comenzaron a encajar. Después de todo, Virginie me contó que había perdido a todo su pueblo y que se encontraba sola y desorientada. Me alegraba que fuera ahora hija de Ginebra, aunque fuera una vampira, era una buena mujer, ¿me había salvado la vida, no?

-C-Creo que la conozco. Verás... Hace unos días conocí a una bruja en la laguna y su nombre era Virginie. Y bueno... -me sonrojé al recordar que ambos nos habíamos bañados juntos en la laguna en paños menores. Prefería no relatárselo a Ginebra, a pesar de la confianza que tenía con ella, era algo que prefería guardarme para mí mismo-. Bueno, aún no soy un experto, pero sí, claro. Me encantaría ayudaros a ambas, tía. Por supuesto. ¿Cómo podría negarme? Sabes que siempre has contado con mi total apoyo... Y en lo referente a lo otro, no soy vidente. ¿Recuerdas que a veces tenía sueños que encajaban más o menos con el futuro? Pues ahora esa habilidad se ha incrementado y ese tipo de sueños los tengo con más frecuencia y muchísimo más reales -agradecía que hubiera mucha gente en aquel restaurante, aún así había que estar alerta. Había escuchado rumores de que habían cazadores que iban en busca de los vampiros y de los brujos, ¡y justo estábamos ahí Ginebra y yo!-. Aunque no lo parezca, aprendí mucho de ti, pero mis poderes han evolucionado bastante durante estos últimos años -pronuncié rápidamente unas palabras bajo un susurro y repentinamente, las cortinas que estaban enganchadas a los laterales de las ventanas, se descolgaron, tapando la luz solar que entraba por ellas. Sonreí-. ¿Mejor?

por **Ginebra Le Boursier** Jue Sep 01, 2011 4:50 pm

-¿De verdad? No me lo esperaba, como dicen el mundo es demasiado pequeño- se encogió de hombros, sabía bien que era posibilidad por lo reducido que era parís pero tampoco se encontraba en las posibilidades que ella había preferido. – ¿Hay no me digas? Paso algo entre ustedes. Mi querido Vilhelm eres muy pero muy malo a la hora de mentir o para esconderme las cosas- sonrió apartando el cabello de sus ojos, era incomodo y especialmente por que en ocasiones el fleco llegaba a picarle. –Créeme ni siquiera he usado alguna habilidad y, si lo hubiera utilizado, tú mismo te habrías dado cuenta.- no bebía nada pero pidió solo un postre para guardar distancias y apariencias. Su método más era mantenerse recta con la mirada alta, mirando hacia el horizonte además de caminar con elegancia y porte que su clase le exigía. No lo entendía pero ahuyentaba a las personas rápidamente de ella

-No sé, si recordaras a Rossella no ha parado de preguntarme por ti. Si la señora mayor de edad que vive aun conmigo- siempre había mantenido en secreto el por qué Rossella vivía con ella, es una descendiente de la hermana de su madre. En un saqueo al clan Rotticelie en Italia solo quedaba ella, inocente y huérfana, con un corazón herido. Igualmente la acogió y poco a poco le fue guardando respeto. –Rossella ahora está un poco enfadada conmigo por que ayude a virginie con sus prácticas. Supongo que le explique una forma de hechizo muy avanzada, termino quemándose las manos. También le está haciendo de todo tipo de menjurjes caseros para que se le curen más pronto sus manos. Sobre todo por que ayude a casi incendiar la casa-

-Bueno quisiera que me contaras todo lo que has visto sobre tu servidora, mi querido hijo- solo jugaba con la comida, verlo solido y de colores, era repugnante a su nariz y su vista. No soportaba eso pero necesitaba aparentar. Al ver a Vilhelm no pudo evitar reírse, le resultaba bastante gracioso verlo preocupado casi tirando a nerviosismo. Los cazadores comenzaban a invadir parís pero no se podía hacer mucho. Tenía una biznieta cazadora trataría de esconderme un poco por ayudar a su padre. Seria alguna forma de agradecimiento. Al ser antigua pudo perfeccionar la habilidad de manejar a su antojo a las personas como títeres sin sentimientos.

-No entiendo que has aprendido, no soy muy buena instructora en cuanto a los juegos de palabras que vienen en los libros, llamados hechizos de magia-

por **Vilhelm Larsen** Sáb Sep 03, 2011 5:32 am

Mi mirada fue directa al postre que se había pedido Ginebra. Conocía su asco por la comida humana, aún recordaba las primeras semanas con ella, en como se las ingeniaba para conseguirme algo para comer, ya que ella claramente sólo necesitaba sangre humana para sobrevivir. A pesar de mi desconcierto cuando me confesó qué era realmente, no intenté huir, porque sabía que no tenía otra salida. Sin lugar a dudas, no me arrepiento de haber continuado con Ginebra. Ella no era como los otros vampiros. Sonreí al escuchar su comentario, conocía un par de las habilidades de mi tía, pero no todas, era algo que ambos habíamos decidido dejarlo en la oscuridad, como un secreto. Confiaba en ella, no necesitaba saberlo. Después, me preguntó sobre Rossella. Claro, que me acordaba de ella. Era una mujer bastante mayor que acompañaba a Ginebra allá donde fuera y que siempre me trató como uno más de la familia, también le guardaba especial cariño. Sonreí y le dije:

-Deberé visitaros un día de éstos. Ya tengo una excusa para ir a verte -y reí entre dientes. Rossella era la que mantenía la casa, y no pude evitar imaginarme el completo desorden tras un hechizo fallido de Virginie y Ginebra y la expresión de la mujer al observar todo aquéllo. Si algo sacaba de sus casillas a la amable señora era ése, el desorden. Asentí varias veces tras escuchar la explicación que me estaba dando Ginebra. Era algo normal, primero había que comenzar con lo fácil e ir subiendo los escalones. Conjurar un hechizo cuando no tienes la suficiente experiencia y poder... Era realmente peligroso, y Ginebra a veces descuidaba aquel dato. No se le podía echar en cara, ya que aunque tuviera muchos siglos sobre su espalda, nunca llegaría a entender el secreto de la magia. Después, me limité a arquear una ceja cuando la escuché-. ¿Mi servidora, tía? -a veces era demasiado ingenuo con ella, era como si retrocediéramos en el tiempo. Yo ahora tenía doce años y ella, bueno, a ella el tiempo no le afectaba igual-. Bien sabrás, que la magia hay que sentirla aquí -y me señalé el corazón-. Aunque siempre hay que usar la cabeza antes de conjurar un hechizo o hacer una poción. Es el peligro de la magia, que para conocerla por completo debes experimentar, y siempre, un experimento te saldrá mal al principio si no tienes las instrucciones correctas... -me refería a aquellos hechizos que se encontraban en los libros, pero que sin embargo no te explicaban ni lo que hacían, los factores necesarios, ni el peligro que se corría al conjurarlo.

El mesero se nos acercó al ver que yo no había pedido nada, y me atreví a pedir un caldo de pescado. Era la hora de comer y mis tripas me rugían. El mesero tomó nota de mi pedido y nos dejó con la conversación.

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