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El suspiro que fundió al Sol [Bernard] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Arlette Lun Ago 15, 2011 4:32 am

París. Año 1045;


Tras el asesinato de Erik, mi padre y último lazo viviente de mi familia vikinga, me exilié de Grindavik con la única compañía de la soledad. Mi orígen indígena -por parte de madre- siempre me había privado de las amistades infantiles y el respeto de los adultos. Sólo mi progenitor me veía como la niña de sus ojos, pero este hecho no significaba nada cuando de venganza se trata.

Aquella noche, la tercera desde mi huída de la aldea familiar, me hospedé en un diminuto y remoto pueblo de las montañas islandesas. Queriendo entrar en calor y luchar así contra el acechante tiriteo que recorría mi espalda de principio a fin, bajé unas escaleras que comunicaban la taberna con el pasillo de las habitaciones. Me senté en una mesa alejada del gentío, junto a un rincón con a penas alumbramiento y mientras sorbía poco a poco el caldo que había pedido y me perdía en mis recuerdos juveniles, algo captó mi atención. Se trataba de una conversación entre dos hombres mientras tomaban hidromiel, uno de ellos vestía una túnica con capucha que impedía vérsele el rostro. Ambos hombres hablaban sobre unos rumores, unas leyendas en las que aparecían siempre los mismos seres: unos monstruos de apariencia humana y como alimento la sangre que pese a que el tiempo se anidara en todos los mortales, éste olvidaba a dichos seres. Eran inmortales. Pero ellos usaron otro término que erizó mi piel... vampiros.

Sin terminarme el caldo y con el pálpito de que todo lo ocurrido en mi vida era por una razón y ésta era la de convertirme en alguien como aquellos seres de la noche, me dirigí hacia mi cámara, tomé la bolsa con todas mis pertenencias y salí del local con el rumbo fijo a la Ciudad de la Luz, lugar en el que aquellos hombres habían localizado a los vampiros.

En tres días de navegación en un barco de pasageros, llegué a la capital francesa tras cruzar el río que la dividía. Allí, al desembarcar del barco, me crucé de nuevo con aquél hombre de la taberna, el de la túnica que ocultaba su identidad. Sin dudarlo, me acerqué a él y tras una conversación bastante tensa en la que tuve que presionarle a malos modos, el hombre escribió algo en un trozo de tela blanca que se había rasgado de su túnica interior. Dejé que se marchara y cuando giró una esquina desenvolví la tela, leyendo en ella un lugar y una hora.

Y ahora me encontraba justamente en ese lugar y unos minutos antes de la hora señalada. Esperaba que aquél hombre no me hubiera mentido cuando me aseguró que citaría a un vampiro, puesto que en tal caso tendría que volver a buscarlo y perdería mi preciado tiempo de mortal. Aquél pensamiento me asustó levemente, haciendo que mis pulsaciones subieran hasta retumbar con fiereza en mis oidos. Así que decidí no pensar en lo que esperaba que aconteciera aquella noche de luna menguante. Recorrí mis ojos hacia todo cuanto se extendía ante mí: las flores bañadas en la oscuridad del momento, los árboles intentando escalar por el cielo, el sonido de los búhos rompiendo aquél silencio ensordecedor, la brisa nocturna erizando mi piel descubierta al llevar un vestido demasiado escotado y tirantes caídos a la altura de los hombros... Un sonido de pasos alertó de la presencia de una segunda persona en aquél paraje denominado Jardín Botánico. Me removí en aquél banco donde permanecía sentada, visiblemente nerviosa pero no asustada. Mis latidos se aceleraron, una sonrisa se posó en mis labios y un centello iluminaron mis ojos. Había llegado el momento.
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Mensaje por Bernard Boneau Vie Ago 19, 2011 8:18 pm

Era un fastidio constante, realmente ya estaba algo cansado tras dos mil años de seguir las ordenes de ese "sujeto", aunque no seguía sus ordenes realmente, eran los deseos de la princesa los cuales se cumplían y debían ser cumplidos, tan solo tenia una misión, asesinar sin contemplación, algo que en su "yo" común no parecía abundar o quizá solo lo escondía muy bien. Quizá sería un ser malvado o un ser bondadoso, pero así era Bernard, en cuanto se ponía la mascara de Creed no había quien lo pare hasta colorear la hoja de su preciosa espada con la sangre de la victima de turno, siempre fue un asesino silencioso y eficaz, tan solo tenía que charlar unas cuantas horas o aveces menos de diez minutos para tener la confianza o ganarse a algún ser, si, su facilidad increíblemente desarrollada para hablar y convencer, sumada a sus habilidades de control mental le permitían tomar los hombros del futuro asesinado para partirlos por la mitad o arrancarles el cuello, simplemente era un despiadado asesino enmascarado, primero era un conocido, luego era un amigo para que finalmente lo ultimo que observes antes de morir, sea una rojiza mascara que cubre el rostro de tu verdugo. Esa noche volvía de uno de sus trabajos, su mascara ya muy bien guardada, pero su espada aún bañada de sangre, carmín intensa dejaba muestras de lo que había perpetrado antes, entre quejas desembarco en el puerto de París tras haber vuelto de Polonia para "solucionar un problemilla", un pequeño lobito que estaba causando líos a unos burgueses amigos cercanos de la persona a la cual el satisfacía en sus caprichos más bajos y ruines o más egoístas si se lo podrían llamar así.

París 1045 - Muelles

Estaba algo aburrido, más no cansado por su labor, el asesinado no había resultado ser ningún problema o obstáculo para el, su lucha fue casi, casi lastimera, le aniquilo sin problemas, tan solo un salto tras su nuca y le corto el cuello dejando rodar su cabeza por el prado en el que le había citado horas antes a su cita con el final. El pobre lobo se llamaba "Junior" y el probecillo pensaba que Bernard se había encariñado con el, incluso el le había mencionado: "Eres una muy buena persona" a lo que Bernard solo podía llorar de la risa por dentro, para no dejarse en evidencia aunque cada muestra de afecto que el lobo le brindaba le repudiaba y le exasperaba, por suerte esa noche ya había terminado ese calvario. Sin embargo la noche parecía cambiar su recuadro, sí, ese hombre enmascarado como siempre y cubriendose le había citado para "un pequeño trabajo especial" aunque por lo que el le decía fue más un favor personal, ya que se lo pedía a Bernard de forma "personal" en ese caso, mostrando su rostro, algo que a el lo intranquilizo en un principio pero aún así acudió al encuentro con el tipo de siempre.

Calabozos de las afueras de París

Sin lugar a dudas, el lugar preferido de este sujeto, donde sus victimas aún sobrevivían, sus mazmorras personales y extremadamente secretas en Roma y París lograban helar más a Bernard, si es que eso se pudiera lograr.


-¿Para que me has llamado ahora?, te recuerdo que como siempre el "marcado" ah dejado de existir sobre la faz de la tierra.

-Lo sé habilidoso ".......", no te eh citado a reprenderte. -interrumpe- -Tampoco es que puedas hacerlo sin morir -bufe para luego sonreír amablemente- -Oh, siempre tan egocéntrico tú -Para nada, no lo soy, solo te dejo claras las cosas. -Como decía, es un motivo extraño realmente, una humana, una chica "Vikinga", proviene de Irlanda me escucho hablando de Vampiros y por esas cosas "del destino" me la eh encontrado por aquí y desea ser Vampira, así que te pido que la conviertas, pero como Bernard, se tú mismo, no la mascara, ella no te molestara, ni te pedirá que le enseñes, así que puedes estar muy tranquilo, solo muerdela y transformala. -Fruncí el ceño y luego le mire con desdén- -¿Darle el goce eterno a una humana inservible?, en fin, no se porque lo deseas, pero no me cuesta nada, inclusive tengo sed, así que la bebere y luego le haré el favor o la desgracia y simplemente me largare de allí, adiós, hasta otra "cita con la muerte" -reí bajo girando- -Jardín botánico, allí te espera. -Bien, bien.

Sin más, Bernard partió rumbo a donde se le había citado para cumplir con el mandato y quitarse el peso de la sed.

Jardín botánico de París

Por fin había llegado, fue de la manera común, caminando sin apuro, realmente la sed no le controlaba nunca, pero aún así la sentía.

-Al llegar observo a una mujer sentada en una banca y sin dudarlo se le acerco- sus facciones eran muy distintas a las que había visto comumente así que sin dudas era ella

-Buenas noches Mademosielle eh venido a cumplir con el encargo -sonreí malicioso para tomar su mano y levantarla jalando desde esta- -Relaje y disfrute -reí muy fuerte y clave ambos colmillos sobre su cuello perforando la piel, la succión fue frecuente hasta terminar saciado, despegue los colmillos y la mire desfallecer poco a poco, apreté con los dientes mi muñeca y la coloque sobre su boca entre abierta dejando caer la sangre por gotones unos segundos hasta que la herida cicatrizo y solté su cuerpo entre hermosas flores rojas y blancas- -Esta echo -murmure y luego desparecí del lugar sin dejar rastro-



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Mensaje por Arlette Sáb Ago 20, 2011 5:18 am

París. Año 1045;

Cuando vislumbré una figura masculina acercarse al banco en el que me encontraba, el corazón dejó de palpitar por unos segundos y mi respiración se cortó. Jamás había visto a un ser tan espeluznantemente atractivo. Cerré la boca cuando me di cuenta que la había abierto y mantuve mi compostura. Sin embargo todo a mi alrededor me daba vueltas. ¿Estaría haciendo lo correcto? ¿Y si me arrepentía? Ni siquiera sabía lo que significaba ser un inmortal. Quizás, de haber sabido que implicaba mi esterilidad y ver pasar el tiempo delante de mis ojos sin sentir siquiera su paso por mi cuerpo... De haber sabido que la elección de la inmortalidad iba acompañada de la condena a la soledad... Quizás en aquél momento hubiera huido. Pero no lo hice. Me mantuve allí a la espera, como si fuese un bloque de porcenala esperando que su maestro le pintara una sonrisa con el pincel. La diferencia era que la tinta podía borrarse y la inmortalidad no.

No escuché las palabras de aquél hombre de rostro angelical, pues mis pensamientos habían ahogado en el fondo de mi mente todo cuanto me envolvía. Entonces, algo afilado penetró en mi cuello y una succión tran otra me quitaba la vida sin poder remediarlo. Sentía cómo la sangre abandonaba mi cuerpo a una velocidad espantosa. Si quería detenerlo, ahora era el motivo. Pero no lo hice, por supuesto. Dejé mis fuerzas me abandonaran y mareada, caí sobre unos rosales.

Jadeando, luchando por mi vida dado que eso era algo innato, sentí en mi lengua un extraño sabor. Parecía óxido mezclado con sal... con un toque indescifrable. A partir de ahí, la vista se nubló y entreví cómo el vampiro se marchaba, abandonándome a mi suerte. Los cambios en mi cuerpo fueron dolorosos, recuerdo que no podía dejar de gritar y me preguntaba por qué nadie me venía a socorrer. Quizás era porque sólo gritaba por dentro. Creo que perdí el conocimiento durante unas horas, hasta que un aroma distinto hizo que abriera mis párpados, hallando más detalles a lo que miraba de forma casual. Los olores se habían intensificado, las sensaciones me sobrepasaban. Algo en mí había cambiado y sabía que aquella noche, había matado a Eyra. Ahora sólo poseía su cuerpo y sus recuerdos. Ante mí se extendía la eternidad y aquél pensamiento me hizo sonreír de un modo casi maquiavélico.



París. Año 1800;

Ahora miraba aquél lugar, dónde años atrás estaba el banco en el que esperé a mi verdugo. Y frente al banco, otras flores crecían sustituyendo aquél rosal en el que me desplomé, no pudiendo evitar tildarlo como mi lecho de muerte. Suspiré y me senté en el banco, rememorando cada recuerdo, cada sensación de aquella noche. La noche en que un suspiro bastó para fundir al Sol. La noche que nunca termina, solo es la continuación de la anterior. Hacía 755 años que no veía el Sol cernirse sobre mis hombros, tostando mi piel humana. ¿Extrañaba esa sensación? No demasiado. En Islandia estaba acostumbrada a no ver a penas el Sol. Sin embargo, la opción de poder verlo era consoladora. Ahora ya jamás podría repetirlo.

Después de largos y distintos viajes por el mundo había regresado al origen de todo, París. No sabía lo que buscaba exactamente, sólo quería... quién sabe si reencontrarme con mi creador. O quizás establecerme finalmente en algun lugar ajeno a mi pasado remoto. Giré mi rostro y vi una casa en construcción. Su semblante me recordó a un castillo medieval y me pareció realmente bonita la idea de vivir en un lugar así. Memoricé la dirección del vendedor con la intención de visitarle algún día, aunque fuese bajo una gabardina y a finales del día, cuando el sol ya se escondía tras las colinas. Aquella casa, al final se convirtió en mi propiedad, pero eso ya es otra historia.

Supe que no estaba sola en aquél Jardín. Su aroma era inconfundible y el lazo que nos unía era demasiado fuerte como para pasarlo por alto. De algun modo, éramos familia. Él me había creado y yo sentía un lazo irrompible hacia su persona. Sonreí, feliz quizás de reencontrarme con mi padre.

- La eternidad está llena de reencuentros, ¿cierto?- comenté, sin moverme un atisvo ni siquiera para buscar el origen de su esencia. Simplemente sabía que estaba cerca de mí y sabría quien era yo exactamente. Quizás no le importaba lo más mínimo y se largaba sin más. Pero yo creía que la curiosidad le empujaría hacia aquél banco dónde siete siglos antes, nos vimos por primera vez.
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Mensaje por Bernard Boneau Sáb Ago 20, 2011 7:49 pm

Era un tanto extraño para Bernard estar preocupado por gente por la cual no tenia lazos o sentimientos, quizá había una excepción y esa se llamaba Eyra Erikdottir, era realmente extraño, pero sentía como "una carga" con ella, ya que le había convertido en lo que es ahora, una vampira, el no sabía si aún esta existía sobre la faz de la tierra, seria un gran merito que así fuera, una novata, una neofita por si misma, sonaba tan fuera de lugar creer que alguien podría salir adelante en ese estado, sin embargo en lo más profundo de su ser, Bernard deseaba que ella aún exista e incluso si tuviera la oportunidad de dirigirle alguna palabra nuevamente.

Jardín botánico de París - 1800

Esa noche de verano la media luna tenia un reflejo especial en el cielo, las nubes se habían colocado de cierta forma muy extraña, Bernard solo pensaba en una cosa, en lo parecida que estaba la luna a la noche en la que el le dio el sufrimiento eterno a esa mujer, algo le movía extrañamente a ir más allá de esa desdichada coincidencia, así que el impulso le gano, cosa que nunca o casi nunca suele suceder, pero esta noche el había perdido contra la cordura y sin más ni menos fue a aquel lugar donde hace más de siete siglos atrás todo había iniciado con una vaga esperanza de encontrar a la ahora vampira que sería postrada ante el, era algo demasiado descabellado realmente pensar que allí estaría, no tendría motivos ni sentido lógico era tan solo instinto y intuición lo que le movían, el se encontraba enfadado consigo mismo ya que mientras sus piernas se impulsaban para saltar su cerebro le decía que era una completa perdida de tiempo, que ella no estaría, pero simplemente no había forma de detenerse o dar marcha atrás, por fin, el llego a dicho lugar. Pero esta vez, su cerebro había perdido la batalla no contra el instinto, sino contra la realidad, la vampira allí se encontraba, cosa que sin duda pasmo a Bernard, no se mostró solo observo desde lejos pensando que ella ya le había captado, la verdad no sabía ni que poder decir, su sorpresa era máxima, ¿como era posible?, esta allí parada, en una pieza, intacta, gran merito, gran merito repetía para sus adentros, sin duda era una mujer digna a la cual se le debía hablar, pero todos sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de la mujer.

-No puede ser cierto -murmure muy bajo- -Esta allí, ahora sentada en ese mismo banco, es increíble que siga en pie. -me acerque lentamente mirándola sin quitar la vista- -Buenas Noches, realmente tengo que felicitarte, estas aquí aún, sin duda debes haber sufrido mucho, pero no es que yo haya podido hacer algo para impedirlo, solo me pidieron que te convierta en lo que eres ahora, así que por mi parte no hay culpa, más si, algo de "alegría" si se podría llamar así, porque estés bien después de tanto tiempo. -sonreí a medias con melancolía- -Bien, supongo que esta noche me presentare Eyra, sí, yo sí se tu nombre, me llamo Bernard Boneau y soy tu creador, espero de alguna forma que tu condena la hayas disfrutado más que lamentado, si no fue así, es una lastima, aunque no espero que sea una alegría para ti esto, realmente no se porque lo escogiste, la mayoría es infeliz, por mi parte, estoy bien así luego de más de tres mil años -ríe bajo suspirando para luego sentarme en la banca sin acercarme a ella del todo- -Y bueno, supongo que sentiste lo mismo que yo esta noche, "esa sensación extraña de venir aquí y esa esperanza también" o quizá solo fui yo el tonto y estés aquí por pura casualidad -dijo en tono alto no muy convencido- -De todas formas, es un gusto.

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Mensaje por Arlette Dom Ago 21, 2011 7:08 am

El vampiro decidió acercarse y hablarme, gesto que le agradecí. Recordé su rostro aunque ahora ya no le veía del mismo modo. Siendo humana, casi me hubiera postrado a sus pies dada su extrema belleza inhumana, tan parecida a la celestial. Pero ahora, acostumbrada a mis nuevos ojos, a mis tropiezos constantes con otros vampiros y la experiencia de mi vida como inmortal, habían lanzado al olvido aquella admiración física. Aún así, no podía dejar de sentir aquél lazo que de un modo inexplicable, me unía a él. Bernard, había dicho. Había pasado cientos de años buscandole, intentando conocer la identidad de mi creador. Y ahora, una noche cualquiera, en un lugar aparentemente casual... las respuestas se iban sucendiendo sin a penas preguntar.

- Hiciste un buen trabajo, es algo que debo agradecerte.- dije en un tono algo más altanero de lo que realmente era necesario por la situación.- Aunque podrías haberme escondido algo mejor, pues si no hubiera despertado en la noche, jamás hubiera seguido viva.- murmuré, casi como un reproche al recordar que por escasas horas, el sol no me hizo una montaña de cenizas.- Aunque tampoco necesité un manual de superviviencia, supe arreglármelas sola desde el principio.- comenté con orgullo y esbozando una amplia sonrisa.- Supongo que lo que me empujó hasta aquí fue lo mismo que te ha llevado a ti, añadiendo el interés de encontrarte por mi parte.

El vampiro se había sentado en el banco, no muy cerca de mí pero sí lo suficiente como para que memorizara su esencia y su semblante. Jamás podría volver a olvidar a mi creador. No después de esa noche. Le miré con curiosidad e interés, preguntándome qué clase de inmortal era mi Padre. Sentía la necesidad de acercarme a él y conocerle, quizás para aprender de su modo de vida y sus errores. O quizás por mera curiosidad.

- ¿Y qué es de ti?- le pedí con un deje indiferente, no queriendo mostrar mis intenciones ni mi interés hacia él. Era cierto que era alguien importante para mí, pero no le conocía y no sabía hasta que punto podía o debía confiar en él. Y la vida me había demostrado que era mejor desconfiar de los desconocidos antes de acercarme a ellos.
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Mensaje por Bernard Boneau Miér Ago 24, 2011 2:13 pm

-¿Hice un trabajo?, te equivocas no fue un trabajo, solo me alimente de ti y le hice el favor a "él", nada más que eso, no, ni siquiera me importo que te quemaras realmente, en ese momento no pensé en ti, solo en mi y ir pronto a mi destino, es cruel pero es la verdad, no tengo porque mentirte y decirte lo contrario, pero bueno, un manual nunca existe, pero siempre los consejos son parte fundamental para sobrevivir, sobre todo para una neofita o neofito que no conocen nada de la muerte y sus quehaceres diarios, pero bueno, supongo que has aprendido bien, aunque hay un de talle que creo que tienes, ese fallo, donde todos fallas, veamos si estoy equivocado, eso me haría feliz supongo, estar equivocado sobre aquel detalle. -giro el cuello mirando con melancolía-

-Esconder lo que realmente uno siente es algo tonto, sobre todo cuando se trata de otro vampiro, ¿lo sabes, no?, -ríe bajo-, pero aún así, cada uno es libre de actuar y "ocultar" si es que puede. En fin, ¿de mi?, no hay mucho que hablar de mi, o saber de mi, quizá si lo hay, pero simplemente me abstengo de dar mucha información sobre mi pasado o mi presente -apretó los dedos- -¿Cual sería tu real interés en mi, que puedo ganar contándote quien soy o quien no soy? -levanto ambas cejas mirándola con seriedad-. -¿Solo curiosidad por saber del que te condeno o existe algo más allá de eso?, no soy un ser muy accesible que digamos, así que te va a constar saber quien soy o lo que pienso, se podría decir que tengo muchas facetas escondidas y otras no tanto, pero incluso las que están en el exterior son sumamente difíciles de descubrir -se levanto del banco y avanzo tres pasos para voltearse a verle directamente- -No se trata realmente de "querer conocerme", sino de "poder conocerme", ¿podrás?, eso ni yo lo sé, depende de cuanto te esfuerces por lograrlo. -se dio vuelta de nuevo y avanzo frente a los rosales- -Siguen siendo hermosos después de tanto tiempo, unos parecidos a estos fueron tu lecho de muerte, donde todo cambio para ti, donde todo, ¿cambio para bien?, no, no puedo afirmar eso, solo puedes afirmarlo tú, ¿eres feliz siendo lo que eres ahora?, es lo que querías pero, nada se sabe hasta experimentarlo, la diferencia es que aquí no existe vuelta atrás y la condena sera eterna, responderé corto a tu pregunta, Bernard Boneau, vampiro acomodado, tengo una relojería por la zona comercial de París y la soledad siempre será mi fiel pareja, aunque quizá eso pueda cambiar de alguna forma, quizá exista alguien que lo haga, pero por ahora, la penumbra me sienta muy, muy bien, ¿no lo crees también? -río sutilmente para luego estirar el cuello tensándolo- -¿Tú le temes a la soledad?, ¿quieres estar rodeada de personas que te cuiden y te quieran?, ¿deseas tener una pareja que este a tu lado y te "ame"?, esa ultima palabra es tan complicada, creo que nadie conoce lo que es el amor verdadero y puro pequeña Eyra, pero bueno, no quiero desviarme tanto del tema, ¿qué planeas, te quedaras aquí o piensas volver a tu tierra?, mira que París anda muy divertida y movida este siglo, será una de las mejores épocas de este país, están abundando tantos seres extravagantes por aquí y por allá. -hizo sonar los dedos- -Aunque por ese mismo motivo debes cuidar más tu cuello que de costumbre, las intenciones de los mismos son tan variadas y malevolovas, nunca sabes cuando alguien te perforara el lugar donde debería estar el corazón y luego arrancara tu cuello del tronco, de una forma u otra, creo que ya sabes bien que no se puede confiar en nadie, sino no estarías aquí presente, el dilema esta en ¿puedes confiar en mi?, ¿puedes descubrir si confiar en mi o no sería adecuado?, ni yo lo sé, supongo que, no podría dañarte, de alguna forma me preocupas, es una sensación rara, que pocas veces siento. -paso los dedos entre los rosales observando con detenimiento mientras esperaba su respuesta-
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Mensaje por Arlette Sáb Ago 27, 2011 11:18 am

El vampiro llamado Bernard pareció tener ganas de hablar, pues él mismo se organizó un monólogo que a penas pude seguir. No por falta de interés, por supuesto, sino por su extensión e incoherencias, como cuando él mismo se preguntaba algo y al momento se auto respondía. Era algo gracioso, por lo que no pude sonreír cada vez que lo hacía. Cuando dejó que por fin sus cuerdas vocales reposasen unos momentos, me acomodé en el banco y dejé caer mi cabeza en el respaldo del asiento, clavando mis ojos en la luna curiosa que observaba cada uno de nuestros gestos.

- No puedo negar que siento curiosidad hacia tu persona, Bernard, al fin y al cabo, eres mi creador y de algún modo, hay un lazo que nos une.- murmuré con cierto deje de frialdad, sin nostalgia alguna en mi voz.- Pero tampoco pretendo que ahora seamos inseparables, pues a lo largo de éstos siglos estoy convencida de que has organizado tu vida como buenamente has podido y por supuesto mi caso, no es distinto.- torcí una sonrisa juvenil y proseguí con indiferencia.- Ahora que sé que todavía vives, ahora que conozco tu nombre y tu semblante, me siento satisfecha con dicha información.- incorporé mi cabeza sólo para observar su rostro y al hallar en él total inmutación, recosté mi rostro sobre mi brazo, ésta vez, cambiando de postura.- Sí, la verdad es que mi existencia se ha caracterizado por la felicidad, pues teniendo el tiempo bajo mis pies me ha permitido cumplir todos mis propósitos y mis dones como vampiresa me ha facilitado muchos asuntos, desde luego.- solté una amarga carcajada, intentando no pensar en las ideas que me hacían torcer la sonrisa al saber que mi condición me impedía ser madre, por ejemplo, o llevar un vida más parecida a la humana.- ¿Temor a la soledad?- reír de nuevo, buscando sus ojos con interés.- Llevo setecientos años compartiendo mi vida con la soledad, Bernard. Por supuesto que uno siempre busque su alma gemela, alguien con quien compartir y sentir... pero dado que yo no puedo compartir y sentir, poco siento... no, la soledad sigue siendo mi fiel aliada.- comenté, poniéndome en pie de un salto para detenerme frente a mi creador, escrutando detalladamente su rostro y su compostura.- He venido a París por dos motivos: el primero, es recuperar uns relíquias familiares que me fueron robadas en mi vida humana.- expliqué con un tono mordaz y una mueca que reflejaba mi desagrado.- El segundo, era encontrarte.

Aquellas últimas palabras las había dicho con una voz aterciopelada, sensual y provocativa con un deje travieso. Sonreí con alevosía mientras mi mano derecha rozaba mínimamente su mejilla, dejándola caer pasados un par de segundos, riendo de nuevo cuando atisvé cierto aire molesto en Bernanrd por aquél gesto tan mínimamente afectivo.

- No te preocupes por mi seguridad, sé cuidarme sola.- le espeté de pronto, no con rencor o maldad, simplemente me salió decirlo de aquél modo. Probablemente, porque odiaba que el resto de los vampiros o incluso los humanos me viesen como la típica dama en apuros a la que se debe proteger.- ¿Y qué es lo que haces en París?- me interesé de pronto, frunciendo levemente mis labios para mostrar curiosidad en su respuesta, aunque imaginaba que no sería plenamente sincero si me guiaba por sus palabras anteriores en las que había dejado claro que no solía mostrarse ante los demás. Por ende, no lo haría ante mí, casi una completa desconocida.
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El suspiro que fundió al Sol [Bernard] Empty Re: El suspiro que fundió al Sol [Bernard]

Mensaje por Bernard Boneau Dom Ago 28, 2011 12:19 pm

-Giro la cabeza en negación muchas veces observándole- -Eyra...... al final has resultado ser como todos...todos los que creen que se comerán al mundo y que son siempre superiores a todo lo que se mueve, incluso deduzco que crees ser mejor que yo en a lo que vampirismo se refiere y no es que me moleste o no me guste sentir que me diga que soy inferior entre lineas, simplemente no eres superior ami, tampoco has sufrido más que yo de la soledad, pero tienes solo una ligera idea de lo que es, quizá algo en ti como mujer te frustre por esto, pero no tienes vuelta atrás, repito. -ergio el cuerpo completamente para mirarla desde arriba ya que su metro noventa se lo permitía- -El ser superior va más allá de ser fuerte y tener habilidades que otros no....-hizo una pausa larga y avanzo delante de ella empujándole un poco contra un árbol- -El ser que no conoce limites, el ser que no conoce sus propios limites, el que piensa o cree que puede todo y que nunca encontrara la horma de su zapato siempre será un iluso y vulgar perdedor que jamás podrá superarse así mismo, ¿por qué?, ¿cómo podrías superar algo de lo que no tienes conciencia?, ¿se podría?, ¿eh?, ves que no -ríe bajo- -Buscas tu alma gemela -repite- -los vampiros no tenemos alma, ya fue vendida al demonio desde la mordida -ríe nuevamente altisonante- -A pesar de todo sigues pensando con una mujer humana, pareja, hijos, casa linda, felicidad eterna, todas esas porquerías en este mundo imperfecto no existen deberías ya saberlo, cada noche la sociedad se va volviendo una completa escoria, en general, nadie se salva, todos tienen un punto en el cual resultas ser un ser asqueroso y eso lo se muy, muy bien, pero vamos, la ilusión nunca se pierde, ¿verdad? y aunque quieras negarlo y luego digas: "Estas equivocado Bernard jamás pienso en ese tipo de cosas, se que son imposibles", tú sabes muy bien, en lo profundo que desearías que fueran y se consumaran realidad -se aparto del árbol liberandole y dio gran salto sobre las ramas de este- -Realmente espero por tu bien, que comprendas el lugar que tienes, al menos conmigo compréndelo, quien esta arriba y quien abajo. Alusión a que el se encontraba simbólicamente encima de ella sobre las ramas y ella debajo de el pegada al tronco del árbol -Ya que si no lo haces, tendrás problemas conmigo, tengo poca paciencia con las niñas e niños malcriados que se creen muy buenos y que piensan que pueden hacer lo que les plazca sin tener alguna consecuencia, pero se podría decir que contigo tendría más paciencia, solo un poco más..¿No necesitas mi protección dices?, con lo que acabas de decir me basta y sobra para afirmar que la necesitas más que nadie, ya que como dije antes, eres un pilar intocable según tú y estas, muy, muy equivocada, existen vampiros mucho más poderosos que incluso yo y no les temo tampoco, pero soy consciente de lo que pueden hacer y lo que yo puedo hacer y ese simple echo ya me da una ventaja sobre ellos y esa ventaja se llama "cautela" y "saber pisar firme" para así no tropezar y caer de cara al pavimento a lo que seguramente le seguiría el desprendimiento de la cabeza del tronco -sonríe perverso mirándole desde arriba- -Aun hay cosas que debes aprender y entre las tantas esta esa, la primordial, esa que tanto recalco y que si no logras aprender ya sabes en lo que acabaras, "cenizas"....quizá alguna que otra pueda salvarte el cuello, pero no me tendrás allí siempre para arreglar tus futuros errores, si deseas yo puedo enseñarte, espero que tu orgullo falso y desbordante no te impida agachar la cabeza y centrarte a mis enseñanzas, porque de verdad que te servirán, lo digo por experiencia propia, pero en fin, no es que pueda ni quiera obligarte, ni siquiera se porque me ofrezco a ayudarte tanto, como me dijiste, sola has podido, pero realmente fue solo suerte.. cuando algo serio venga, si lo enfrentas de esa forma, ten por seguro que esta vez colapsaras, ¿qué hago en París?, te responderé una verdad, solo una absoluta verdad, en París, estoy escapando, escapando de quien soy, pero nadie sabe quien soy. -ríe macabro y baja del árbol de un salto aterrizando con la gracia de un felino perfectamente-
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El suspiro que fundió al Sol [Bernard] Empty Re: El suspiro que fundió al Sol [Bernard]

Mensaje por Arlette Dom Ago 28, 2011 1:59 pm

Bernard me arrinconó en un árbol y empezó de nuevo su particular discurso, mostrándome que no era de agrado, pues de algún modo le resultaba altanera y soberbia. Me sorprendió que me etiquetara de tal modo sin conocerme realmente, pues sólo solía usar esa máscara cuando me encontraba ante desconocidos o cuando me trataban con cierta hostilidad, pues odiaba que me humillaran del modo que fuera y siempre me defendía con uñas y dientes. Y en aquella ocasión no fue distinta.

Él saltó hacia la rama de un árbol y sonreí para mis adentros, no viéndole como a un ser superior sino como a un mono salvaje que escalaba los árboles de forma juguetona. Desvié aquellos pensamientos infantiles y me centré en sus palabras, frunciendo el ceño y cruzándome de brazos a la altura de mi pecho mientras mis ojos seguían sus movimientos.

- Sé la clase de seres que habitan la faz de la tierra y aún así, me he sabido cuidar sola.- le espeté, ahora dolida en mi orgullo.- No soy la típica muchachita alocada que luego corre hacia su padre pidiendo protección cuando comete un error, Bernard.- le aseguré, todavía visiblemente mosqueada por la tonalidad de sus palabras.- Soy orgullosa porque puedo serlo, puedo permitirme ese lujo aunque sepa que haya vampiros más ancianos y fuertes que yo.- le espeté sin más, dejando que la ira invadiera mi ser.- Y si he sobrevivido más de siete siglos duda que sólo haya sido por suerte... y créeme cuando te digo que no necesito tu protección, pues en más de una ocasión he estado frente a las puertas de la muerte y siempre he escapado de ellas. Me he acostumbrado a tu ausencia.

Bernard bajó del árbol y yo fruncí mis labios, realmente exasperada porque me tomara por una niña inmadura, puesto que jamás nadie me había tratado de aquél modo. Mi padre siempre me veía como una mujer hecha y derecha, y desde luego los hombres que caían en mis redes de seducción me veían de muchas formas distintas, pero nunca como una niña. ¿Porqué mi creador sí? Algo me dijo que aquello no terminaría en una bonita o por lo menos respetable amistad y aquello me decepcionó de algún modo. De pronto, recordé su afirmación sobre mis deseos y volví a mirarle con furia contenida.

- ¿Quién no desea algo así, Bernard? Estoy segura que tú tambien sueñas con ello, con llevar una vida algo más parecida a la humana, en regresar a casa y encontrarte a tu bella esposa con el delantal puesto e invitándote a la mesa para cenar, en que tus pequeños retoños corran ha besar tus mejillas, en que el tiempo se anide en tu cabello y veas pasar la vida con impotencia pero felicidad de haber vivido, aprovechado, sentido y llorado.

Mi voz había ido perdiendo energía y ahora sólo se había convertido en un susurro. Pero no permitiría que él viese esa faceta en mí, no podía dejar que mi creador me viera... oh, diablos... ahora lloraba. ¡Maldición! Me limpié alguna slágrimas traicioneras con las yemas de mis dedos y volví a fijar la vista en Bernard, dejando que por primera vez desde que le conocí, tomara consciencia de en qué clase de ser me había convertido. Sólo asentí una vez con la cabeza, aludiendo a su propuesta de ayuda. Sí, maté mi orgullo a cambio de permitir que él me enseñara todo conocimiento que tuviera, al fin y al cabo, habían demasiadas preguntas en mi cabeza que aún no tenían respuesta. Suspiré y di unos pasos hacia él, agachando la mirada y estirando mi mano hacia él.

- Entonces acepto ser tu alumna.- susurré sin mirarle, esperando que él encajara mi mano y sellásemos aquella especie de trato.
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El suspiro que fundió al Sol [Bernard] Empty Re: El suspiro que fundió al Sol [Bernard]

Mensaje por Bernard Boneau Mar Ago 30, 2011 2:08 pm

-Esperemos que no haya sido solo suerte, ¿te puedes dar el lujo de ser egocéntrica?, por eso mismo siempre te mirare sobre el hombro.. -hizo una pausa y luego río- -Vamos, vamos, ¿no me has necesitado?, seguro que no, tampoco es que valla a sentir culpa alguna por no haber estado contigo tantos siglos, tú pediste ser mordida no una niñera y créeme que si lo segundo hubiera estado en el paquete hoy no estarías en pie.

-Giro los ojos y junto ambas manos presionándolas- -No has entendido nada de lo que te eh dicho, un gran vencedor siempre poseerá gran modestia.. -escuchar atentamente lo que ella decía sobre los deseos le genero algo de gracia- -Eyra...yo no deseo algo así.. porque estoy consciente de que jamás lo tendré, parte de ser inmaduro es creer en algo que no se dará y créeme yo se que jamás podré tener algo así, por ese echo simplemente no lo anhelo, además, ¿envejecer, perder la belleza, perder la salud...?, no gracias, prefiero ser así, frío y eterno, el amor....el amor, ese sentimiento es casi indescifrable para mi, apenas soy capaz de sentir cariño a pesar de que se como expresar a la perfección lo que para mi es el amor, sentirlo.. me es casi imposible o eso creo...aveces una cambia esto, pero supongo que esta de más decirlo...pero ya te lo dije o al menos te lo di a entender entre lineas, las relaciones y los sentimientos para mi, casi todos son efímeros ya que no logro comprenderlos en su totalidad, antes creía que los entendía, pero luego de mi cambio aprendí realmente lo que son y me veo imposibilitado de disfrutar de estos..., ¿cruel, no?-sonrío de lado observándola para luego mirar nuevamente con el rostro frío y serio- -Más de medio siglo Eyra.... -hizo una pausa- -Y aún conservas la esperanza de una vida feliz, levanta tu rostro, mira de frente y enfrenta la realidad, destruye todo lo negativo a tu paso, pero recuerda que el cuento perfecto con final feliz no existe, la esperanza déjasela a los humanos que creen en ella, bueno.., no todos. Te enseñare lo mejor que pueda, más debes recordar cada punto importante y aprender a dejar el ego de lado, para mejorar y ser alguien, debes de poder.. -coloco una mano en su hombro viéndole con la mirada decidida- -Por cierto, no me veas como a un padre, eso no me gusta, no tengo hijos y jamás los tendré, además no soy bueno para ese tipo de cosas....-hizo una pausa de nuevo y avanzo lentamente hacía la banca saltando sobre ella- -Aquí todo empezó y aún continua para ti....prometo defenderte de cualquier mal siempre y cuando tenga la oportunidad, es todo lo que yo puedo ofrecerte a ti, espero que estés a gusto y si no te también porque no cambiare de parecer... -sonrió-

Que curioso realmente, Bernard nuevamente prometiendo protección, solo a tres personas le había prometido algo así, a Darcy, a Adda y a Eyra "su legado" y en ninguna ocasión el supo porque lo hizo, oh...esperen, si supo en una ocasión porque lo hizo, esa ocasión aparte de ser cautivado, sintió afinidad, algo que no sentía nunca , en este caso Bernard no fue encandilado por un cuerpo esbelto y un derroche de sensualidad lo que era común para atraer a un hombre, sino por una personalidad sincera y intrigante para el, una personalidad que encajaba casi con todo lo que el sentía correcto..

A fin de cuentas y a pesar de sus palabras, Bernard si era capaz de sentir los sentimientos, más tenía miedo de que sean lastimados...
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El suspiro que fundió al Sol [Bernard] Empty Re: El suspiro que fundió al Sol [Bernard]

Mensaje por Arlette Vie Sep 02, 2011 1:37 pm

Sus palabras me parecieron sinceras aunque no por ello compartía su significado o quería creer que fuesen verdad. No, todo aquello que hablaba Bernard me parecía demasiado crudo como para aceptarlo sin más. ¿De veras la inmortalidad tenía aquél precio? Nunca antes había parado a pensar en lo que aquello significara. Quizás porque nunca tuve a nadie a mi lado para plantear ser madre o llevar una vida humana. Sólo una persona lo logró y me abandonó al poco de casarnos. Meneé la cabeza intentando borrar aquél pensamiento, pues me había jurado y perjurado que jamás volvería a dedicarle un mísero recuerdo. ¿Flaquearía ahora? De eso nada.

- Me parece una vida muy triste, la que describes.- osé replicar, frunciendo levemente mi ceño y retroceder hasta apoyar mi espalda en el tronco de árbol más cercano.- Sin amor... la vida no tiene sentido.

Parecía cursi y estúpido, y dicho por mis labios podía sonar falso incluso. Aún así, realmente lo creía. Y quise defender mi tesis a capa y espada, aunque no tuviera por quién luchar en ese momento, yo había sentido aquella llama cuyo nombre era amor.

- El amor es confianza, responsabilidad, sopesar tus opciones y sentimientos, vivir el resto de tu vida en consonancia con ellos y sobre todo, no hacer daño a la persona amada. Multiplicalo por infinito, llevalo hasta el fin de la eternidad y a penas tendras un atisbo de que hablo.- le dije, gesticulando como si me fuera la vida en defender mi creencia.- El amor es pasión, obsesión, no poder vivir sin alguien. ¡Perder la cabeza! Encuentra a alguien a quien amar con locura y que te ame de igual manera y sabrás de lo que te hablo, Bernard. ¿Cómo encontrarla? Pues... olvida el intelecto y escucha al corazón. Porque lo cierto es que vivir sin eso no tiene sentido alguno. Para qué quieres la eternidad sin haberte sentido enamorado de verdad... en fin, sería como no haber vivido.

Sus palabra sobre mi educación me recordaron a las normas de un Ejército y aquello ya no me hacía tanta gracia. Pese a haberme inclinado hacia Bernard por ser mi creador, no dejaba de ser una persona que odiaba sentirse inferior en algún sentido. Y ahora, me sentía sumida, dócil... y que le debía obediencia. Apreté las mandíbulas y bajé la mirada para asentir una sola vez. Lo único que nos ataría era la protección mútua. Nada más.
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