El fantasma de una vida anterior.

El cielo parisino se mostraba totalmente limpio aquella noche. No había ninguna nube en el cielo. La luna llena se mostraba en todo su esplendor. Y yo nuevamente paseaba en la soledad de las tinieblas en completa soledad.
No quise tomar el carruaje ya que no sabía dónde ir, solo quería pasear. Había ido entrando y saliendo de Paris tantísimas veces, que solía perderme mucho, algunas ciudades europeas realmente se parecían mucho.
Mis pasos me llevaron hacia la catedral, como había llegado hasta allí eso era un misterio para mí.
Me quede absorto mirando la arquitectura, realmente me sentía muy pequeño y fascinado con la belleza de aquel lugar, a pesar de que mi raza no es que fuera precisamente “devota” de nada. Se nos había acusado tantísimas veces de ser los hijos de Satanás que ya comenzaba a pensar que era cierto.
Sonreí en las penumbras con mis propias divagaciones.
Aun a la vista de mi mala orientación, me parecía realmente genial descubrir aquellos rincones de la ciudad. A penas quedaban personas rondando aquel lugar, era tarde y los ciudadanos decentes no salían a tales horas a dar paseos nocturnos.
Sin embargo yo disfrutaba de aquel momento solitario. La belleza de la ciudad a veces se mostraba en los lugares más increíbles y en los momentos más inesperados. Me senté en unos escalones de un edificio que estaba enfrente de la catedral, quedando como paisaje de fondo.
Saque de uno de mis bolsillos una pequeña libreta de cuero negro.
Dentro tenia lleno de apuntes, apuntes de algunos de mis escritos viejos que siempre publicaba bajo pseudónimos, algunos poemas algo siniestros e incluso notas sueltas de composiciones que tenía en mente para crear en el piano.
Busque una hoja en blanco y comencé a escribir algunas notas musicales, en mi mente imaginaba como sonarían. Me deje llevar la melodía invisible un buen rato fijando la vista en la catedral algunos momentos, buscando la inspiración.
Cuando de pronto una figura encapuchada paso por delante de la catedral. Le mire algo sorprendido, ya no había nadie en las calles. Metí la libreta sin tomarle mucha atención en uno de los bolsillos.
Aquella figura paro por un instante y se quito la capucha, pude ver la hermosa y ondulada melena que caia por sus hombros moviéndose casi con vida propia mientras la joven se acomodaba el cabello serenamente.
Me quede helado, yo había visto aquel gesto antes, Por un instante me quede realmente alucinado. Aquel pequeño gesto en una persona me había hecho recordar, no sé exactamente el que, pero sí que sentí que ya había visto aquello antes.
Yo había visto a aquella hermosa joven, pero donde? Seria en Noruega mi ciudad natal? O quizás en alguna otra ciudad nórdica? Me levante rápidamente y camine hacia ella intentando seguirla mientras ella seguía su camino perdiéndose por los alrededores de la catedral. Intrigado con su presencia intente seguirle veloz, pero perdí su pista.
Mire hacia todos lados, buscando con la mirada.
No era posible, el desaliento llego y realmente me sentí mal. Habría sido una ilusión? Un fantasma tal vez? Un recuerdo de una vida anterior?...Una vida anterior…eso era, por un momento lo comprendí. Yo le había visto en una vida anterior, cuando era humano, no era más que un niño… Era eso posible? Quizás simplemente había perdido la cabeza, porque era tan importante? Comencé a pensar en ello…
…De alguna forma significaba un pequeño contacto con el pasado, pero sería cierto? Quizás alucinaba…Aun así, por un momento había sentido como si volviese a tener un contacto con el mundo. Algo a lo que agarrarme, algo familiar.
Camine de vuelta hacia donde me había encontrado momentos antes no sin antes palpar mis bolsillos, donde estaba aquella libreta? Mire hacia todos lados…
-Porque la suerte no me acompañaba?

Tras una suculenta cena gracias a la donación voluntaria de un mendigo a cambio de unas monedas de oro, me alejé de la esquina dónde él dormía después de manipular sus recuerdos para que no me relacionara con una extraña marca de colmillos justo en su muñeca izquierda. Para evitar ser vista en aquél lugar y aquellas horas de la madrugada, decidí ponerme la capucha de mi túnica negra aunque sólo fuera durante el camino hasta romper con la esquina que rodeaba la Catedral.

Cuando me encontraba frente a su entrada principal, lejos de las miradas curiosas de algunos vecinos, me bajé la capucha, dejando que mi extensa cabellera anillada cayera sobre mi espalda. De reojo, comprové que no hubiera nadie más allí, pero me equivoqué. Un vampiro identificado como tal por su esencia, me miraba con interés desde unos bancos. Rápidamente y antes de que pudiera saber quién era, huí hacia la próxima esquina, dirigiéndome hacia otro de los lados de la Catedral.

Las calles estaban silenciosas y unos simples pasos acelerados se escuchaban con suficiente sonoridad como para poder escapar del dueño de éstos. Y así fué, aunque cuando vi que no tenía escapatoria y que un muro de piedra se ergía frente a mí, salté con agilidad y me posé sobre el tejado de la Catedral, ocultándome del vampiro. Él hizo algún gesto como si me buscara y en uno de ellos, algo cayó de su bolsillo. Poco a poco se fue alejando y la curiosidad me empujó a saltar hacia la calle, tomando entre mis manos una libreta de cuero. Empecé a caminar distraída, ojeando aquellas hojas con curiosidad, hasta que me tropecé con aquél mismo vampiro al que había rehuído.

- ¿Buscas ésto?- le pregunté, no pudiendo remediar aquél extraño encuentro.

No es que le temiera, pues probablemente yo era más mayor que él y si intentaba algo, acabaría hecho cenizas. Simplemente no me apetecía dar explicaciones del motivo por el que me encontraba dibagando aquellas calles en plena noche y en soledad. Así que le sonreí con cordialidad y le ofrecí la libreta a la espera que la tomara para poder abandonar aquél lugar.

Una dulce voz sonó detrás de mí, me gire en el acto. Aquella hermosa mujer tenía mi libreta en sus manos, la tome suavemente de entre sus dedos sin poder quitar los ojos de los suyos.

-Yo…balbucee. Normalmente yo era una persona con las ideas claras, el no saber que decir no iba conmigo. Pero es que realmente estaba muy alucinado.
Así que como no sabía cómo comenzar decidí ser más bien directo e ir al grano.

-Yo os estaba buscando. No nos conocemos, pero yo os recuerdo…
Menee la cabeza, algo avergonzado, directo sí, pero confuso a la vez.
Aquella mujer desprendía una presencia y un porte que me dejo algo sobrecogido, Su aroma y su belleza delataban que ella era una vampira, sin embargo sus ojos delataban que sobre sus espaldas pesaban muchos recuerdos y muchos años. Aquello se notaba como si de un aura mágica se tratase.
Aquellos que tenían una cierta edad desprendían una especie de esencia, como si la sabiduría se pudiese apreciar a través de sus poros.
Además yo le recordaba de mis años humanos, y eso había ocurrido hace ya un par de siglos. Así que como mínimo hablábamos de dos o tres siglos.
Su belleza no hacía más que ocultar su experiencia y su saber.

-Por favor, perdonad mis palabras tan directas. Mi nombre es Jerarld Délvheen. Dije inclinándome delante de ella en una reverencia de sincero respeto.
- Soy de Noruega…No sé si es allí donde os vi por primera vez...Supongo que no me recordareis…Sin embargo, Siento una extraña conexión con vos madame…Me permitiríais acompañaros un instante?

Aquella dama estaba delante de mi analizando mis palabras con tranquilidad. Y yo realmente me sentía como si volviese a ser un niño; pequeño, insensato y nervioso.
La noche se cernía sobre nosotros ocultándonos en las sombras de aquel callejón.
Ningún ruido sonaba en aquella ciudad. Era como si por un instante todo hubiese quedado sumido en el más oscuro silencio.
Mientras la catedral con sus débiles luces seguía allí, como telón de fondo, presenciando quizás una vez más, el encuentro de aquellos seres nocturnos que paseaban delante de ella.
Conocería aquella dama algo sobre mi apellido? Sabría algo de mí? Seguramente no, porqué aquella distinguida señora me iba a recordar a mi? O algo relacionado conmigo?...Espere frente a ella aun con mi libreta en las manos a que me diese una respuesta, mientras observaba sus profundos e hipnotizantes ojos.

Me sorprendió la educación y el respeto que mostró hacia mi persona aún sin saber exactamente qué hacer o decirme. Yo le miraba impasiba, asombrada por sus palabras y sus gestos, pero no dejando que aquello me delatara. Era una mujer que adoraba mantener la distancia prudencial con desconocidos, aunque dos cosas de él me llevaron a creer que realmente nos habíamos visto antes, algo no tan descabellado si teníamos en cuenta que llevaba siete siglos y medio vagabundeando por todo el mundo.

- ¿Noruega, dice?- repetí con los labios algo empequeñecidos.

Mis ojos se desenfocaron durante unos momentos, en los cuales tuve frente a mí el recuerdo de aquellos días que pasé en una aldea de campesinos noruegos mientras investigaba mi linaje vikingo, pues mi abuelo, Gudrek, sabía que era originario de un pueblo costero de Noruega. Recordé que aquella familia que me acogió tenía un niño el cuál solía pasar el tiempo siguiéndome por la casa o los alrededores, intentando ocultarse de mí mientras me espiaba. Algunas veces le había pillado mientras miraba tras una puerta cómo me bañaba. Aquél recuerdo me hizo sonreír tras hacer coincidir aquellos ojos infantiles con los que ahora me miraban casi embobados y alucinados. Sí, aquél niño era aquél vampiro que ahora tenía enfrente.

- Te recuerdo, Jerarld.- coincidí entonces, pasando mi brazo por el suyo para darle a entender que aceptaba tomar un paseo con él. La curiosidad me había mordido ahora que le había reconocido y me intrigaba saber cómo llegó a converse en inmortal.- Soy Eyra Erikdottir, su familia me acogió en uno de mis viajes y cuando era un niño jugaba a algo así como detective.

Solté una sutil y elegante carcajada que sonó casi como una melodía. Volteé mi rostro hacia él y seguí guiando mis pasos hacia ningún lugar concreto. Teníamos todo el tiempo del mundo y una larga noche por delante.

Cuando ella se tomo de mi brazo me sentí sobrecogido.
La presencia de aquella dama seguía siendo algo impactante para mí. Aquello no era normal, yo nunca me sentía de esa forma.

Supongo que tenía miedo de hacer o decir algo que desagradase a la dama.
Ella significaba algo muy fuerte para mí, significaba un pequeño lazo con el pasado.
Algo que me recordaba que alguna vez había sido un humano, algo que me decía que alguna vez había tenido una familia. Había sido un niño y había sido querido…Aunque todo eso hubiese durado tan poco tiempo.

Ella había visto aquello, había sido real, Ella significaba que todo lo que había vivido hacia ya tanto tiempo había pasado de verdad. A veces pensaba que realmente había nacido siendo un monstruo...
No pude evitar sonreír tímidamente cuando ella menciono aquellos juegos infantiles.

-Yo pensaba que usted era un ángel…Y no podía entender que hacía en casa. Le seguía por todas partes completamente seguro de que en cualquier momento desplegaría sus alas y marcharía para siempre…

Negué con la cabeza sonriendo algo avergonzado. La inocencia de la infancia definitivamente era un tesoro. Cuando ella se había ido, yo me había convencido de que ella había vuelto al cielo.

-Le agradezco que acepte mi compañía. Dije sincero, No había impaciencia en mis palabras ni ideas de cortesías desmerecidas. Yo realmente respetaba a aquella dama, y me sentía de alguna forma tranquilo y dispuesto a hablar con ella sinceramente, a pesar de que no sabía absolutamente nada sobre su persona.

Me engañarían mis sentidos? Quizás…aunque no había nada que me hiciese sentir en aquel momento que no pudiese confiar en aquella persona. Nuestro paseo lento y grácil nos condujo por los alrededores de la catedral aun en la penumbra y el silencio de la noche.

-Su presencia en nuestra casa fue una de las ultimas cosas agradables en mi vida mortal…Poco después de que usted marchase mis padres enfermaron…A mi me llevaron con mi tío paterno para evitar que también cayese…hasta que me informaron que ellos habían muerto. Comente evitando mirarle. Aquello había pasado hacia tantísimo tiempo…yo solo tenía ocho años cuando ocurrió. Y desde entonces había tenido pocas ocasiones de contarle a alguien aquellos hechos. De hecho, me parecía que esta era la primera vez que lo mencionaba con alguien.

Me pregunte qué edad tendría aquella dama, Que haría?, a que se dedicaría? Como se habría convertido ella? Yo no había tenido elección, pero ella… Habría sido su elección? Me sentí extraño nuevamente, deseaba contarle todo lo que había hecho en mi vida, y preguntarse sobre todos sus asuntos.
La noche era larga y hacer aquello nos llevaría muchas lunas…Reflexione un momento, que ideas tan infantiles estaba teniendo.
No quería comportarme de esa forma con ella, pero no podía evitar sentir aquella sensación. Era como haberme reencontrado con un ser querido al que se había perdido hacia muchísimo tiempo…
Observe la luna clara y pequeña en el cielo, Una silenciosa espectadora que nos escuchaba sin rechistar, quizás también anhelante de que continuásemos con la conversación…

Sin quererlo, Jerarld me había regalado el más hermoso cumplido que jamás había escuchado en boca de nadie. Me había llamado ángel. Sí, quizás sonaría estúpido para otra persona, más no me pareció así a mí. Recordé de nuevo mi estancia en aquella casa y sabía que en esa época yo ya me había convertido en una criatura de la noche, en una hija ilegítima del Demonio. Por eso me sorprendía que una menta infantil como la de un niño viese en mí la luminosidad y la admiración suficiente como para catalogarme como un ángel, un sirviente de Dios, un habitante del Reino de los Cielos. Mordí algo nerviosa mi labio inferior, demasiado fuerte y ocasionándome una leve herida de la que brotó una gota de sangre, manchando mis labios de un vívido y sabroso carmesí. Ignoré aquél detalle y abrí el cerrojo para que mi voz volviera a romper aquél silencio de la noche.

- ¿Un ángel? Me pregunto qué debió ver en mí para creer eso.- reí con un deje modesto, algo que no solía dejar entrever.

En cuanto a su pequeña historia sobre lo acontencido tras mi desaparición con su familia, sentí una opresión en mi pecho, como si alguien intentara exprimir mi polvoriento e inactivo corazón. Tragué saliva y alcé la vista de reojo hacia el inmortal con el que paseaba agarrada del brazo.

- Lo lamento, mesieur Délvheen.- murmuré con un hilo de voz.- Creo que fui la responsable de sus muertes.- admití bajando la vista al suelo y estremeciéndome levemente sólo con pensarlo.- Antes de ir a Noruega había pasado una larga estancia en Terranova. Estuve en contacto con indígenas y tuve mis más y mis menos con algunos de ellos.- expliqué entre susurros.- No me extrañaría que alguno de ellos me infectara con alguna de sus enfermedades tropicales y al ser vampiresa no me afectan las enfermedades humanas, pero sí puedo transferirlas.

No quise proseguir, pues ya quedaba bastante claro hasta dónde quería llegar. Igualmente, sólo era una hipótesis, ni siquiera estaba segura de ello. Suspiré y dejé que el silencio se acomodara de nuevo sobre mis labios mientras me preguntaba si ahora aquél respeto que Jerarld me profesaba se volvería en odio. Deseaba que mi teoría fuese errónea y que nada de lo que acababa de decir lo hubiera escuchado. Entonces se me ocurrió el usar mis dones para modificar su memoria, pero deseché en seguida aquella opción, pues Jerarld tenía derecho a saber lo que me temía si es que realmente había sido así. Por ello, opté por callar.

Escuche sus palabras atentamente. Reí junto con ella cuando comento aquello de que no entendía como podía haberle confundido con un ángel.
“Que dama tan modesta…independiente de nuestra raza es usted preciosa…” Me quede un momento de piedra. Había dicho eso de verdad o solo lo había pensado?...solté un resoplido cuando entendí que solo lo había pensado…seguimos caminando cuando recordé los dones que algunos teníamos, oiría ella mis pensamientos? Yo oía los ajenos…Su voz sonó nuevamente como si se tratase de un cantico celestial, sacándome de mis pensamientos.

Cuando escuche aquellas palabras me pare en seco. Y la dama junto conmigo. Si hubiese tenido un corazón palpitante seguramente ahora mismo hubiese ido a mil por hora.
Podía ser posible que ella hubiese tenido algo que ver con la muerte de mis padres? Pensé en ello. Eyra se fue y unos cuantos meses después ellos enfermaron. Era realmente algo probable.
Significaba eso que yo habría tenido una vida diferente? Habría vivido una vida normal, sin malos tratos ni soledad. Pero ya de mayor…habría sido diferente mi vida? Siempre me gusto viajar, así que tarde o temprano quizás estaba en mi destino encontrarme con mi creador. Quizás aquellos hechos no iban de la mano.
Además mi padre era medico…A pesar de que era un medico de ciudad y atendía a familias acomodadas también había asistido a aquellos que no podían permitírselo. Se había movido en todos los círculos y en aquella época habían muchos casos de peste en la ciudad…Era posible que aquel contagio hubiese sido mucho después por causa de otras personas…

Igualmente ya no importaba. Mire a la dama y me dirigí hacia ella.
-No creo que fuese su culpa…Aunque si hubiese sido por su visita ya no sirve lamentarse por ello, no cree?…Aunque supiese el momento exacto y la fuente que les llevo a la otra vida ahora ya no sirve de nada, ya no volverán…El tiempo me ha enseñado que a veces el destino tiene preparadas muchas cosas para nosotros, es posible que su tiempo se hubiese agotado…a veces la marcha de los seres queridos es inevitable… Y aunque me había costado más de un siglo aprender aquello, ahora al fin lo entendía. Tarde o temprano las cosas que tenían que ocurrir pasaban sin más, independientes de nuestros deseos. Todas aquellas cosas del pasado nos convertían en lo que ahora éramos. Y eso era nuestra bendición y nuestra maldición para toda la eternidad.

Me tome la libertad de tomar la mano de Eyra y besarla suavemente. Agradecía su sinceridad. En la época en la que vivíamos, la sinceridad era algo realmente valioso. Tome su brazo suavemente con la idea de que continuamos paseando. Sin embargo espere a ver si ella deseaba continuar.
Algunas aves nocturnas como nosotros volaron rompiendo al fin el silencio abrumador. Quizás murciélagos que se ocultaban en el campanario de la catedral.
Ella me miro algo asombrada.

-No ha cambiado usted nada en todo este tiempo…sigue siendo un ángel. Comente sonriéndole.
Me permití comentarle aquello, esperando que no se enfadase. no era yo quien hablaba, era mi yo de la infancia, mi yo de ocho años.
Contemple su labio rojizo, una pequeña gotita roja casi imperceptible manaba suavemente en sus sensuales y rojizos labios. Saque un pañuelo de tela de mi chaqueta y lo acerque poco a poco a ella palpándolo suavemente en sus labios, extendiéndoselo hasta que ella lo tomo de entre mis manos.
-Me permite preguntarle a donde se dirigía? Usted estaba de paso cuando vino con nosotros…Encontró lo que buscaba?
Habría ido ella viajando por diferentes ciudades buscando a alguien? Yo casi había cruzado el planeta para encontrar a un vampiro, claro que el odio me movía mas que nada en aquel entonces. Le busque constantemente hasta que le encontré y le mate… cada segundo que pasaba me hacía sentir más curioso, el alma del escritor estaba expectante, deseando contar sus historias y también escuchar los relatos de la dama.
Algo nos había unido aquella noche por pura casualidad y yo deseaba aprovechar esta ocasión, ya que no todos los días se te permitía charlar con un ángel…

Él discrepó sobre mi tesis pero aún así me sentí mal, como si en el fondo supiera que mi visita fue un gran error por mi parte, pues mezclé en mi vida a humanos inocentes. Sin embargo, aquella opresión en mi pecho pareció disiparse cuando los labios de Jerarld se posaron sobre mi mano, brindándome un efímero beso que agradecí con una sonrisa sincera y una leve reverencia con la cabeza. No fue entonces hasta que no me percaté de que ambos nos habíamos detenido pero entonces el caballero inmortal tomó mi brazo y volvió a pasarlo por el suyo, volviéndonos a sumergir en la noche azabache.

- Un ángel es un ser demasiado divino y perfecto como para ser comparado conmigo, mesieur.- respondí, aludiendo a su comentario sobre tal aspecto.

Con el pasar de los siglos me había deleitado con millones de formas distintas que alababan mi belleza física y a todas les daba la razón, segura de su veracidad. Sin embargo aquella noche no me sentí como un ángel. No después de haberme alimentado. No tras enfrentarme de nuevo a mi pasado. Suspiré y meneé la cabeza para mí misma, sin borrar una sonrisa nostálgica que sin quererlo, había ocupado mis labios carmesíes. Aquello me recordó que los tenía manchados y, como si el vampiro hubiese leído mi pensamiento, me ofreció un pañuelo que usé para limpiarme la sangre, devolviéndosolo con una sonrisa avergonzada.

- Su esposa pensará que es lápiz de labios.- bromeé, pues la marca dejada en su tejido había adaptado la forma de mis carnosos labios.

Entonces recordé su pregunta llena de curiosidad y alcé la vista hacia el cielo, buscando las estrellas que me guiaron hacia los recuerdos de aquellos tiempos.

- Sí, hallé lo que buscaba aunque no pude recuperarlo.- comenté a modo de conclusión antes de detenerme en los detalles de mi historia.- Había ido a Noruega porque allí se encontraba la aldea de la que provenía mi abuelo paterno, Gudrek. Él fue enviado por el Rey de Noruega de su época hacia tierras Islandesas después de que los vikingos colonizaran aquella isla. A partir de entonces el reyno islandés se fragmentó en diversas aldeas con un caudillo por cada una de ellas y mi abuelo fue uno de ellos.- mi voz se había apagado llegados a ese punto, pero intenté recomponerme para no dar una imagen de flaqueza, puesto que odiaba hacerlo.- Cuando huí de Islandia dejé todo atrás, tanto mi linaje como indígena como mi linaje como vikinga, así que deseaba reencontrarme con alguno de los tesoros de mi familia, como era la corona de mi abuelo.- tragué saliva ruidosamente y sin quererlo, apreté el brazo de Jerarld.- La hallé expuesta en un museo noruego, pero por más que intenté dialogar, no logré recuperarla.

Suspiré profundamente y dejé de aplicarle mi fuerza, dandome cuenta de mis gestos. Sí, realmente aquello me angustiaba, puesto que cuando había ido a Terranova había logrado recuperar el collar de mi madre con el que fue enterrada después de suicidarse. Y ahora sólo me faltaba algo de mi vida humana, aquella corona que me pertenecía como heredera puesto que mi padre murió antes de llegar a reinar. No me di cuenta de que tenía los nervios a flor de piel hasta que me sentía tiritar, casi a punto de llorar de pura impotencia. Odiándome por aquello, no pude evitar envolver la figura de Jerarld con mis brazos, escondiendo mi rostro en su pectoral y dejando que por fin aquellas lágrimas que hacía siglos contenía con fiereza, emanáran a su antojo por mis mejillas.

Sonreí cuando menciono a mi esposa.
-Es cierto, mi esposa vera este pañuelo y me dirá…Jerom, ese es uno de mis apodos, le aclare. Eres un degenerado. Te vas a pasear por las noches con otras y me dejas a mi sola…Me voy con mi madre, hazte tu cargo de nuestros nueve hijos… La dama sonrió al escuchar toda esta farsa.
-Estoy solo madame. No me espera nadie en ninguna parte.

Continuamos paseando mientras ella me comentaba al fin sobre sus andanzas, escuche maravillado su relato, ella había vivido muchas cosas, muchas aventuras. Tenía una de esas vidas que se merecían una biografía, ser escritas y preservadas para la posteridad…Le observe contemplando como poco a poco sus ojos profundos cambiaban mostrando un velo de emociones.

Aquella dama, un icono de superioridad para mí me abrazo por sin que yo lo viese venir, sorprendiéndome enormemente.
A pesar de aquella aura que yo definía como algo casi místico, ella era también una mujer, por lo que veía no solo hermosa y dulce, sino que también sensible y conmovedora.
yo no me esperaba aquel gesto en lo mas mínimo, de hecho aun me sorprendía que hubiese aceptado mi humilde compañía, ya que aunque ambos fuésemos de clase alta, para mi ella representaba algo que iba mucho mas allá de una simple clase social.

Le rodee con mis brazos conmovido por sus lágrimas. Le apreté fuertemente contra mi dejando que se desahogase, mientras apoyaba mi mentón sobre su cabeza. Acaricie sus cabellos rizados, aquellos cabellos ondulados y suaves que tanto había deseado tocar cuando le conoci. Me deleite con su aroma, mientras sentía su respiración agitada contra mí.
Pasaron muchos minutos así, de hecho quizás fue más tiempo, en ese instante perdí la noción de lo que era llamado realidad.

Me sentí conectado a algo, no había nada en aquel momento que fuese falso. Simplemente eran dos personas que habían compartido un momento en sus vidas, y a las que el destino volvía a reunir, recordándoles que no están solos, que siempre queda una última esperanza, incluso para aquellos que no tienen alma.
Baje el rostro deslizándolo suavemente por su fría mejilla.

-Se que apenas nos conocemos…pero algo nos ha unido esta noche…solo quiero que sepas…que aunque no pueda darte nada mas yo... estaré aquí para ti… me separe un poco de ella y limpie sus lagrimas con mis dedos tomando su rostro entre mis manos.

Aquello era injusto. De que servía tener una vida eterna si siempre se nos quitaba lo que más deseábamos? Aquella dama estaba allí delante de mí, y yo no sabía que podía hacer para aliviar su dolor. Podía traer a aquellos a quienes ella había buscado?, podía recuperar los objetos que por fuerza eran suyos?...No podía hacer nada más que acompañarle en ese instante, demostrarle que no estaba sola.
Junte mi frente con la suya cerrando los ojos. Casi podía sentir su pena latente como si fuese mía también.

La brisa fresca meció nuestras ropas sin que se oyese nada mas que el constante silencio del lugar.
Roce su nariz con la mía sintiendo su respiración ya más calmada, Desee fervientemente besarla, pero yo no sabía si había alguien más en su vida…quizás a ella sí que le esperaba alguien…Porque me importaba eso ahora? Me acerque poco a poco hacia ella sintiendo su aroma, absorbiéndolo como si fuese el último aliento de un moribundo. Sin saber si dar el paso o no, quizás me estaba pasando, pero tarde o temprano me lo iban a hacer saber…

Mientras los brazos de Jerarld me estrechaban fuertemente contra él, empecé a echar la vista atrás en busca del recuerdo de la última vez que había llorado. Y no lo hallé en siete siglos y medio. Tuve que recorrer a mi vida como humana, cuando, con la mano fría como hielo de mi padre entre mis manos, unas lágrimas de alivio recorrieron mi rostro. Sin embargo aquella noche, junto a Jerarld, no era alivio lo que sentía, sino rabia, impotencia, soledad, amargura... un cúmulo de sentimientos que se habían agolpado en mi pecho y ahora reclamaban su liberación mediante mis ojos, ahora humedecidos.

Cuando mi creador me convirtió en inmortal me hice una promesa. Ser más fuerte de lo que mi humanidad me había permitido serlo. Me juré no derramar ni una sola lágrima por nada ni por nadie, no dejar que mis debilidades me desenmascararan frente a los demás. Y ahora había roto todas aquellas promesas. ¿Por qué? Quizás porque nunca había sentido que aquella persona que tenía enfrente fuese la llave de mi alma, de mi pasado, de mi presente y quizás, de mi futuro. Jerarld había abierto la caja de la memoria y ahora no encontraba el cerrojo para lanzarla al olvido o si más no, aparcarla en un lugar casi inaccesible de mi mente.

El vampiro habló con la voz tiritante, tomando mi rostro entre sus manos y deslizando entonces su nariz por mi mejilla, buscando algo que ni siquiera me plenteé. Solamentemente le seguía con la mirada, completamente perdida en el mar de sus ojos.

En otra situación probablemente hubiera sido yo misma la que le hubiera enredado en un juedo de seducción y sensualidad para finalmente, pasar a mayores desatando las pasiones que normalmente solíamos reprimir por respeto. Adoraba a los hombres, me encantaba el sexo y nunca solía decir que no a una buena noche de juegos y fantasías que sobrepasaban la realidad. Y ahora, con los labios temblorosos y las lágrimas humedeciendo mis mejillas, le miraba fijamente a los ojos, sin distanciarme ni moverme un milímetro ni tan siquiera para parpadear o respirar. No, había dejado incluso de respirar, más aún cuando sus labios casi rozaron los míos. Me limité a ceder a mis párpados su deseo de cerrarse. Y simplemente... esperé con la piel erizada y el corazón en vilo.

Observe su rostro a escasos centímetros de mi, su piel, su aroma su contacto, Aquello era demasiado irresistible.
Me había percatado de que ella no respiraba y ahora que lo pensaba yo tampoco, en qué momento había perdido el aliento? Tampoco lo recordaba.
Ya no podía ni describir el tiempo. segundos, minutos, horas, cuanto había pasado?
Volví a mirarle, si hubiese tenido pulso ahora mismo estaría a borde del infarto, después de todo yo era “mayor” pensar aquello me hizo gracia, en ese instante me sentía más vivo que muerto y más joven que anciano.
Que me llevasen los demonios si había alguien esperándola! ya nos liaríamos a golpes para arreglar cuentas si aparecía aquel individuo imaginario, aquel instante valía mas que muchas peleas y palizas.
Observe sus ojos cerrados y tomando al fin la decisión acerque su rostro al mío lo mas suavemente que pude, saboreando cada mínimo instante de tensión entre nosotros.
Hasta que casi como un cosquilleo nuestros labios se posaban uno encima del otro y ambos nos fundíamos en dulce e intenso beso… acaricie su cuello con mis dedos sin desesperación, ni nervios, ni impaciencia, solo disfrutando del silencio y de aquella extraña sensación que es sentirse vivo una vez más…

No se cuanto duro, solo sé que al separarme de ella ambos nos miramos aun a escasos centímetros quizás cada cual más confuso que el otro.
Me sentí realmente avergonzado, había besado al ángel, pero no me arrepentía en lo mas mínimo, aunque nada me aseguraba que el ángel no se fuese a arrepentir en cualquier instante y me cruzase la cara de un bofetón…fuese como fuese había valido la pena.
-Yo…Lo siento? Pregunte sin saber que decir, aun hipnotizado por sus ojos, teniéndole aun entre mis brazos, tomando contacto con su suave piel, encandilado con su aroma. Tenía su sabor en mis labios y me encantaba.
Comencé a reír y ella también, que nos había pasado? Nos habíamos dejado llevar sin saber cómo.
Esas cosas no solían pasar. Al menos a mi no, yo atribuía a que las damas me tomasen atención a la pura casualidad y a la suerte, Sabia que de alguna forma atraía a los demás por el hecho de ser un vampiro y de estar diseñado para atraer a las pobres victimas pero no porque hubiese algo especial en mi.
Suspire, volviendo a sentir que el aire entraba en mis pulmones.
-creo que me había olvidado de respirar. Comente. era como si me cerebro poco a poco estuviese despertando, aun le tenia en mis brazos, y ni ganas tenia de soltarle. De pronto note como poco a poco todo comenzaba a estar mucho más iluminado, no porque lo viese, nuestros ojos seguían clavados los unos en los otros. Pero aprecie que poco a poco el rostro de la dama comenzaba a verse ligeramente más iluminado. Estaba amaneciendo?
-quizás deberíamos seguir "charlando" en otra parte…comente.Se suponia que estabamos paseando. Este era el castigo por una noche tan llena de emociones y reencuentros, lo bueno se acababa.
Se supone que debía soltarle, pero creo que la racionalidad aun no había llegado al resto de mis extremidades…

El tiempo se detuvo cuando esperaba el desenlace con los ojos cerrados, no sabiendo si al abrirlos él habría desaparecido. Por fin, mis labios carmesíes sintieron el dulce y suave contacto de los de Jer, perdiéndome entonces en su profunda boca y sintiendo como latigazos en mi espalda que me empujaban a mover mis manos hacia su cabello, enlazando mis dedos en su pelo para retener su rostro a esa distancia del mío, nula.

Pero todo termina y aquél beso sabía que tenía fecha de caducidad. Sin embargo el sabor que me envargó fue como si me hubieran permitido olisquear el cielo pero apartándomelo en cuanto más quise entrar en él. Poco a poco abrí los ojos como si estuviese somnolienta. Sus palabras me despertaron de golpe y un nudo se formó en mi garganta.

- Te arrepientes.

No era una pregunta sino una afirmación. Sus palabras eran claras, lamentaba haberme besado. Suspiré disimuladamente y entreabrí mis labios para responder algo que aliviara su mala conciencia. Pero no fue necesario cuando él empezó a reír y sorprendentemente, me contagió. Su comentario me recordó que yo tampoco había respirado, quizás por los nervios del momento. ¡Qué estupidez! ¿Nervios por qué? No era mi primer beso y dudaba que fuera el suyo. ¿Entonces? ¿Qué nos ocurría? ¿Qué era aquella electricidad que recorría nuestra piel, todavía en contacto?

Sus ojos centellearon de un modo único y especial y sus palabras pusieron voz a mis temores. Estaba amaneciendo y a menos que quisiéramos convertirnos en un montón de ceninzas, debíamos resguardarnos. Alcé la vista hacia mi alrededor, deteniéndome en lo alto del campanar de la Catedral. Sin más, tomé la mano de Jer y le guié hacia allí, dando brincos y corriendo a velocidad vampírica. Al llegar, nos escondimos bajo una trampilla que conducía al pasillo de engranajes dónde se hallaban las piezas básicas que permitían el funcionamiento tanto de las campanas como del reloj. Me senté en aquél suelo de parqué, a oscuras prácticamente y esperé a que mi compañero imitara tan gesto a mi lado.

Me deje arrastrar percibiendo que la luz se hacía cada vez más insistente en el lugar.
Entramos en la sala de los engranajes. Una habitación fría y oscura, que permitía ver el mecanismo del reloj, todas aquellas piezas encajadas unas al lado de otras eran realmente bonitas. Quizás mis gustos eran algo extravagantes, pero me encantaban los mecanismos de los relojes.
Era como si el mecanismo continuase su trayecto a través del tiempo ante nosotros, demostrando con el constante tic-tac-ti-tac que el tiempo seguía pasando aunque para nosotros no transcuyese de la misma manera.
Observe a Eyra sentada en el suelo. Su afirmación rondaba mi mente.
-Arrepentirme…dije mientras caminaba y me arrodillaba frente a ella para hablarle seriamente. Me acerque a su rostro nuevamente para hablarle casi en susurros
-Por supuesto que me arrepiento de haberte besado…cuando vi sus ojos asombrados me arrepentí de haber usado ese tono tan frio para la broma que le estaba gastando. Sonreí y acerque mis dedos a su mentón
-De no haberlo hecho ahora podría seguir imaginando como seria…Ahora estoy perdido…Usted mi queridísima debería saber que sus labios son adictivos…Lo habéis hecho a posta para burlaros de mi…dije mientras bajaba el rostro negando con la cabeza sonriendo.
Lo cierto es que aun sentía aquella corriente eléctrica en todo mi cuerpo.
-Por favor no me toméis en cuenta…Creo que desvarío. Lo que quiero deciros es que de muchas cosas me arrepiento en mi vida, pero no de esta noche… de eso podéis estar segura. Comente. -Os lo juro por mis nueve hijos ficticios.
Me pareció ver una ligera sonrisa en su rostro.
Me saque la chaqueta y me senté a su lado. Desate los botones del cuello de mi camisa, me subí las mangas...al parecer íbamos a estar allí un buen rato. El sol siempre incordiando y rompiendo el momento…
Le mire y ella me miro, ambos estábamos atrapados allí. Pase un brazo por detrás de sus hombros y le acomode sobre mi pecho. Lo que menos podía hacer era procurar que ella estuviese cómoda. Extendí el abrigo sobre nuestras piernas, no sentíamos frio. Pero era un acto reflejo resguardarse de éste.
Con lo que me agradaban a mí los amaneceres…sobre todo los de áfrica… Volvía a sentirme viejo.
-El sol…y su increíble efecto…Es lo que más odie cuando me transformaron…No poder ver el sol ni disfrutar del día fue una de las cosas más duras…Me encantaba escribir bajo la sombra de un árbol…Supongo que vos…lo echareis de menos mas que nadie verdad? comente mirándole ante su mirada algo interrogante.
-No he visto nunca a un ángel que al que no le agrade tomar el sol…Apoye la cabeza sobre la suya…Deseaba indagar mas en ella. Me rebelaría lo que sentía en aquel instante? Quizás estaba deseando perderme de vista. Aunque algo me decía que no sería tan fácil como imaginábamos. Algunas personas eran como una droga, una vez que se les probaba comenzaban a ser una adicción casi imposible de quitar.
Escuche en silencio el ruido de los engranajes, mientras las sombras se cernían ante nosotros en aquella fría habitación…

Debo admitir que caí en su broma de cuatro patas, pues realmente temía que él se hubiera arrepentido de aquél gesto que denotaba cierta atracción o si más no, cierto aprecio. Sí, era extraño pues era como si nos viéramos por primera vez. Era cierto que le habia conocido cuando él era un niño pero ahora le miraba y sólo veía un apuesto hombre inmortal refinado y educado. Sonreí cuando aludió a sus nueve hijos fictícios y le seguí con la mirada hasta que se sentó junto a mí, pasando su brazo por detrás de mi espalda para acomodar mi cabeza sobre su pétreo pectoral. No logré escuchar aquél corazón infantil que recordaba, pero ahora el silencio me parecía aun más bello que sus latidos. Hice un gran esfuerzo para contenerme y no volver a envolver su boca con mis labios, pues cada minuto que transcurría a su lado se volvía mágico y asombrosamente único. Tal y como él afirmaba de mis labios, yo también pensaba que sus besos eran adictivos. Mordí de nuevo mi labio inferior por la fuerte contención del momento. Decidé serenarme por lo que cerré los ojos y sonreí para mis adentros. Sus palabras, sin embargo, mataron de raíz las primeras sensaciones de somnolencia. Él habló del amanecer, del sol, y me preguntó directamente si no lo extrañaba.

- Dicen que si lloras por haber perdido el Sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.- susurré con dulzura.- Esa es mi filosofía, no extrañar lo que no poseo para poder admirar lo que me rodea.

Era algo bastante estúpido probablemente, pero realmente lo pensaba. A demás, me crié es Islandia, un lugar en el que a penas veía el Sol por lo que mi sumergimiento en la noche eterna no me ocasionó demasiado problema. La cuestión que he de admitir es que no es lo mismo no ver el sol pero tener la opción de hacerlo en algún momento de tu vida... a saber que simplemente, jamás podrás posar tus ojos sobre el astro rey. Aquello sí me molestaba, la sola pérdida de la opción.

- Tengo curiosidad...- murmuré haciéndome la remolona en sus brazos.- ¿Cómo llegaste a convertirte en vampiro?

Alcé la vista de sus manos que ahora me rodeaban y fijé mis ojos en su rostr, en sus ojos, escrutando cada reacción a mis palabras. ¿Confiaría en mí? ¿Se abriría a mí? ¿Me lo contaría? Volví a morderme el labio. ¡Maldita manía! Otra gota de sangre tiñió mis labios y resbaló hasta el borde de mi labio inferior, jugueteando con la gravedad por si caía sobre mi cuello o se mantenía en la entrada de mi boca.

Acaricie sus cabellos mientras ella mantenía su cabeza recostada sobre mi pecho.
Cerré los ojos un instante, a pesar del lugar y la incomodidad del suelo, no hubiese cambiado nada ni un ápice. El embriagador aroma de Eyra me envolvía como un manto, estar allí a su lado simplemente disfrutando de su compañía me hacía sentir vivo, cosa que no había experimentado en muchísimo tiempo.
Era como si me hubiese concedido por un acto casi milagroso poder volver a sentir lo que siente una persona viva, sentir un contacto que de alguna forma llena tu alma con esa esencia cálida que poseen los corazones palpitantes, aquellas sensaciones prohibidas para nosotros que éramos seres sin alma.
Yo sabía que no era bueno acostumbrarse a esas sensaciones pues tarde o temprano terminarían y aquello provocaría si cabía aun más vacio.
Le contemple cuando ella me hizo aquella pregunta. Comencé a recordar y me quede en silencio unos instantes…Había procurado no pensar en ello nunca más, así que para poder hablarle de ello decidí visualizarlo como a uno de mis cuentos. Como si fueran historias ficticias que le han ocurrido a otras personas.
-Ocurrió en esta ciudad…Una nevada noche de invierno…comencé. Contar aquello no era fácil, pero deseaba que ella lo supiese, no sin guardar aun aquel infantil temor, de que al conocerme dejase de agradarle.
-Se llamaba Démian…Y era el más rastrero y desalmado criminal que jamás conocí…Comente sin poder evitar que todo mi cuerpo se tensara, no deseaba que aquella sensación se notara pero aun me sentía invadido por la ira cuando le recordaba. Note que apretaba sin querer a Eyra contra mí, Asi que intente seguir visualizándolo como algo que le habia pasado a otro y continúe con la historia hasta llegar a aquel horrible momento en que me convirtieron.
Aquello había sido más que rápido, casi ni verlo, ni poder reaccionar, él se había lanzado sobre mi y bebió poco a poco y sorbo a sorbo mi vida. Deleitándose con mi agonía mientras aun me tenía entre sus brazos…
-No tuve elección, me convertí sin quererlo, sin saber que estaba pasando. Él deseaba un compañero y yo había sido el elegido. Cuando vi en lo que me había convertido. el odio, la ira y la violencia, me segaron completamente…Por primera vez en todo aquel tiempo las tornas cambiaron, y fue él quien me temió (…)Me jure a mi mismo que no descansaría hasta que le encontrase y acabase con él…dije parando de hablar, notando como mantenía la mandíbula apretada y el ceño fruncido. Me quede un momento en silencio intentando relajarme. Note como mi respiración antes tranquila ahora estaba algo agitada así que intente serenarme lo mejor que pude.
No deseaba que Eyra viese aquella parte tan destructiva de mi mismo. Pasaron unos instantes de silencio hasta que sentí que tenía la suficiente serenidad como para mirarle.
Le contemple, ella escuchaba y me miraba con atención quizás algo cansada. Después de todo, estar despiertos a aquella hora, era como estar “trasnochando” para nosotros. Nuevamente había aquel brillo carmesí en sus carnosos labios, pase el pulgar muy suavemente sobre ellos limpiándolos poco a poco. Pude notar como mis colmillos asomaban ligeramente.
Cuando saliese de allí tendría que tomar un tentempié.
Acaricie su mejilla sumergiéndome en el poso que representaban sus profundos ojos.
-A diferencia de los cuentos… las historias de las personas no siempre tienen finales felices…No desearía aburrirte con el final de esa historia…Aunque tampoco puedo evitar sentir curiosidad por ti, por tu relato…Esos ojos ocultan un sinfín de tristezas…
El sonido del mecanismo seguía sonando casi como un susurro imperceptible y lejano. El tiempo seguía pasando a un ritmo diferente para nosotros.

Cuando sus músculos se tensaron y su mandíbula permanecía fuertemente apretada, supe que no había sido una buena idea el interesarme por su conversión y me maldije por no controlar mi curiosidad. Él me habló entre lamentos e ira que no pudo elegir su destino y aquello hizo que le compadeciera, pues no me parecía justo para nadie atarle a un modo de vida que uno no deseara. En mi caso, arrepintiéndome o no, fue mi elección.

Jerarld miró mis labios y con la yema de sus dedos limipió la sangre de ellos, recordándome que no debía volver a morderme. Sus ojos buscaron entonces mi mirada y no pude evitar alzar una de mis manos hacia su rostro, recorriendo con el dorso de mi dedo índice su mejilla derecha, mirándole como si nunca hubiese visto a nadie como él. Sí, le admiraba profundamente por su valentía y por su lucha continua en un mundo en el que no deseaba permanecer como vampiro.

- Pero esta historia no ha terminado todavía.- murmuré, segura de mí misma y mostrándoselo con una tímida sonrisa.- Quizás termine con un "y vivieron felices y comieron perdices".- reí melódicamente, deteniendo ahora la palma de mi mano en su mejilla, moviendo mi dedo pulgar unos milímetros.

¿Desde cuando creía yo en los finales felices? Desde siempre, supongo. Porque en el fondo de mi ser, quería pensar que existía alguien hecho a mi medida y que él tendría la mitad de alma que me faltaba desde que nací. Quizás yo no era una princesa y tampoco buscaba un prícipe azul. Me conformaba con un hombre que me hiciera sentir, que me dejara vivir, que me amara profundamente. ¿Era demasiado pedir?

Sonreí cuando menciono aquello. Como podía seguir pensando que no era un ángel?
Sería posible algo así? De verdad nuestra raza seguía teniendo la opción de ser feliz?
Los años me habían convencido de que no era así, aunque ahora mismo ya no sabía que pensar.
Sus ojos me miraban quizás algo apenados. Yo no deseaba afligirla con aquella historia ni que sintiese aflicción por mí. Aquellas cosas habían pasado y ya estaba hecho, no servía de nada seguir dándole vueltas al asunto, A veces el pasado lo único que hacía era hacer daño y estancar a las personas. Ahora debía ser el dueño de mi destino y cargar con la consecuencia de mis actos y con el gran peso que eso suponía.
-Podría acostumbrarme a esto…Comente sintiendo su suave tacto en mi rostro. Me levante poco a poco del lugar y le extendí la mano sin que ella entendiese muy bien para que deseaba que se pusiese en pie. Tome su cintura con una mano y su brazo con la otra para ayudarle a levantarse, hasta que ambos quedamos el uno enfrente del otro.
-Los escritores a veces huimos de los finales felices…Dicen que el público es cruel…Dicen que ellos desean ver a los personajes sufrir hasta el final… En todo caso, sean como sean los finales de las novelas o de los cuentos…casi siempre suele haber un baile verdad? Dije haciendo una graciosa reverencia delante suyo.
Situé mis manos a su espalda y comencé a mecerme con ella en mis brazos. No había música ni pista de baile ni siquiera un entorno apropiado para bailar, pero aquello apenas importaba.
Incluso el constante repiqueteo mecánico de los engranajes siguiendo su curso me servían para imaginar un compas invisible…Ella me contemplaba algo divertida. Yo mismo hubiese pensado que estaba tratando con un demente.
Sostuve su cabeza contra mi pecho. Ambos comenzábamos a estar cansados y la penumbra del lugar parecía alentarnos a dormirnos, Sin embargo como podía pensar siquiera en tal opción? Quizás todo lo que había pasado no había sido más que un sueño…si era así no deseaba perder ni un instante del momento que estaba viviendo, al fin y al cabo era demasiado bueno para ser real.
Ella alzo la vista para mirarme y yo le contemple acercando mí frente a la suya mientras seguíamos meciéndonos muy lentamente en nuestro baile invisible. Observe sus carnosos labios, una constante tentación.
-Sigo intrigado contigo…tus ojos muestran algo que de alguna forma escapa a mi entendimiento…No sin antes arrepentirme de soltarlo comente; Es un error que pregunte Si hay alguien esperando tu regreso?
La verdad es que aquello me interesaba mucho, Quizás alguien estaba buscándole, o preocupado por ella…Aunque algo me decía que quizás no era así, al menos eso quería pensar.
Pues seguía fantaseado con una pelea con ese ser anónimo. ¿Para qué dialogar si se podían resolver las cosas a puñetazos? Aquel pensamiento absurdo me hizo sonreír.
La verdad es que deseaba preguntarle millones de cosas; como se convirtió ella?, a que se dedicaría? Cuantos años ocultarían sus ojos?...Solo el tiempo diría si podría descubrir una parte de su alma…Sin embargo yo seguía allí, expectante y dispuesto a averiguar si ella me dejaría ver los secretos de su alma…Llegaría ella a ver la oscuridad los míos? teníamos toda la eternidad para descubrirlo…

Sus palabras me hicieron sonrojar levemente, por lo que decidí dejar caer la mano que acariciaba su mejilla. Le sonreí con timidez cuando él se alzó, preguntándome a dónde iría siendo pleno día y sin tener demasiado espacio en aquella sala de engranajes. La sorpresa me la llevé cuando Jerarld me tendió su mano para proponerme que me pusiera en pie. Sin dudarlo aunque curiosa por saber el motivo de tal gesto, tomé su mano y dejé que el vampiro me ayudara a levantarme con elegancia y precaución. Entonces él deslizó su mano por mi cintura y tomó una de mis manos, poniendo en alto dicho brazo. Poco a poco empezamos a mecernos y yo le miraba divertida y asombrada, pero sin dejar de seguir el ritmo que él llevaba en los pies. Aquella situación me parecía demasiado irreal, fictícia, y cualquiera que nos viera pensaría que nos tratábamos de un par de locos. Porque allí, en una sala que aludía al paso del tiempo, una pareja de inmortales danzaban en silencio, con el único compás del tic-tic constante.

Sonreí ampliamente cuando su frente se posó sobre la mía, reduciendo el espacio vital de ambos. No me importó en absoluto y entreabrí mis labios para responder a su primera pregunta indirecta, pues creí que si él me había contado su historia, ahora merecía saber la mía.

- Mi origen se remonta a la era vikinga.- empecé, sumiéndome en un pasado tormentoso pero hablando con voz tranquila y pausada.- Mi padre, Erik, era un vikingo nacido y criado en Islandia e hijo de uno de los caudillos que reinaban en aquella zona. Cuando tenía treinta y dos años se embarcó con la mayor parte de la aldea hacia unas nuevas tierras desconocidas con la intención de expandir el territorio, explorar y si encontraban un lugar mejor en el que vivir, asentarse definitivamente. Y así fue hasta que en uno de sus viajes, descubrieron lo que hoy se conoce como Terra Nova. Corría el año 1003 y la aldea islandesa se asentó. Pero no estaban solos. - tragué saliva antes de proceder.- Una tribu de indígenas les acechaban con la intención de expulsarles de sus tierras. Mi padre y sus hombres se negaron y empezaron una guerra que terminó con la masacre de los nativos casi por completo. Sólo quedaba una superviviente que seguía luchando ferozmente contra Erik, defendiendo su familia y sus tierras. Mi progenitor la arrinconó contra un árbol y la amenazó con su espada. Pero si él la hubiera matado, yo no me encontraría narrando esta historia ahora.- intenté bromear, esbozando una melancólica sonrisa.- Así, Erik le perdonó la vida pero no gratuitamente, pues obligó a Alawa a casarse con él y a mantener relaciones sexuales hasta que, al fin, ella quedó embarazada de mí. Unos años más tarde, mi madre llevó a cabo su venganza intentando matar a mi padre pero el plan le falló y ella murió en sus brazos. Desde entonces, Erik jamás volvió a ser lo mismo y yo crecí sin mi madre y bajo las inquisitivas miradas de los vikingos. - hice una mueca y tomé aire para seguir.- Nos marchamos de Terranova cuando cumplí los dieciséis años. Sentía que allí abandonaba la mitad de mi ser. En Islandia las cosas no mejoraron. Mi padre a penas estaba en la aldea, atareado en guiar a sus hombres de una batalla a otra. Fue en ese tiempo en el que descubrí una carta que mi madre me había escrito poco antes de morir, sólo por si las cosas terminaban mal para ella. Supe todas las barbaridades que mi padre había cometido con Alawa, supe lo que le había ocurrido a la familia de mi madre, comprendía el odio que ella sentía por mi progenitor y ahora la ira y la sed de venganza corrían por mis venas. Tanto fue así, que al regreso de uno de sus viajes, envenené a mi propio padre y me marché de la aldea con la intención de regresar a Terra Nova por mi cuenta. - suspiré.- Pero antes, había escuchado unas leyendas en la taberna de una de las aldeas en las que pasaba la noche. Escuché algo sobre unos seres nocturnos con el don de ser eternos. Aquello me cautivó y puesto que ya no tenía nada que perder, decidí cambiar el rumbo de mi vida antes de dirigirme a Terra Nova, pasando primero por la fantástica ciudad de París. Una vez en aquél lugar, busqué durante días y noches algo que me llevara hacia uno de aquellos seres hasta que por fin, una noche cité a uno de ellos. Se llamaba Bernard Boneau y realmente era un vampiro. No dialogamos demasiado, fuí al grano ya que no me fiaba demasiado de él. Sólo buscaba lo único que podía ofrecerme: la inmortalidad.

Tras mi extenso relato, pareció que la curiosidad le empujaba a hacerme otra pregunta, ésta vez más compleja que la anterior. Mordí mi labio inferior, sin saber qué responder. Por supuesto, podría haber respondido ciñiéndome a su duda. Podría haberle dicho que las únicas personas que esperaban mi regreso eran mis sirvientes. Y quizás, habiendo dicho eso, el vampiro con el que bailaba hubiera dejado dicho asunto tras darlo por zanjado. Pero no pude decir eso. En mi mente se agolpaban los recuerdos de aquél amanecer en el que casi morí si no hubiese sido por Wolfgang. Rememoricé cómo me guió hasta una cueva y la conversación que mantuvimos, recordando la primera vez en la que nos habíamos conocido, hacía ya años. No pude evitar omitir el momento en el que él se marchó y me dejó sola en la cueva, tras percatarme que había proyectado un sueño mientras me había quedado dormida. Suspiré disimuladamente y alcé los ojos hacia Jer, sonriéndole. Aquello me hizo dar cuenta de la estupidez de mis actos y pensamientos. Sabía que jamás podría tener nada con aquél hombre. Wolfgang era un licántropo que odiaba a los vampiros. Yo era una vampiresa a secas. Una vampiresa que ahora se mecía en los brazos de un apuesto vampiro, uno de su raza, de su clase. Quizás le debía dar una opción. Sólo un intento.

- Nadie espera por mí más que mi mayordomo y algunos sirvientes.- respondí al fin, después de largos minutos de titubeos.

Su respiración acariciaba mi rostro de un modo estremecedoramente dulce y suave. Sí, Jerarld parecía ser todo cuanto había estado buscando y sin embargo, dudaba. Sus ojos centelleantes por algún pensamiento al que no alcanzaba comprender, mostraban un hombre digno y seguro de sí mismo. Capaz de proteger y cuidar. Elegante, refinado y educado. Apuesto y sensual. ¿Por qué cerrarle las puertas? Quizás Jerarld tenía la llave que le permitía el acceso a mi corazón.

Escuche su relato con atención, asombrado con su historia y con todo aquello que había ocurrido.
Había escogido la inmortalidad como algo definitivo, y aquello me parecía francamente algo fuerte pero correcto, Todos deberíamos tener la opción de elegir, ella lo había hecho y ahora gracias a aquella elección muchísimos siglos después, yo podía acompañarle en nuestro baile.
Era un pensamiento egoísta, pero de alguna forma eso me hizo pensar en que era otro de los juegos del destino, como si tarde o temprano se dignase a regalarte aquellos momentos.
No era lógico ni racional, pero creía en esas cosas.
El aire que intercambiábamos el uno con el otro a escasos centímetros hacia que cada vez sintiese mas deseos de volver a fundirme con esos labios carmesíes, tan sensuales y atrayentes.
El roce frio de su piel era como sentir un bálsamo que curaba todo aquello que podía afectarme.
Cerré los ojos intentando mantener el control, no quería pasarme con ella, aunque cada vez se me hacia mas difícil no desear apretarla contra mí y besar aquellos labios y aquel cuello que desprendía aquel aroma tan embriagador.
Seguí escuchando sus palabras hasta que respondió a mi pregunta.
Sonreí con su respuesta. No es que me gustase la idea de que ella estuviese sola. De hecho era algo que me costaba entender. Pero me había agradado oír que de alguna forma no tenia que pegarme con nadie. Intente no mostrar cuanto me había agradado su respuesta.
Sin embargo aquello me distrajo un momento.
-Mayordomos y sirvientes?...levante el rostro algo consternado, La noche había pasado casi como si hubiesen sido escasos segundos para mi, y ahora en nuestro improvisado baile, seguía pasando el tiempo a un ritmo ajeno a la verdadera realidad.
De hecho, había olvidado por completo todo lo demás salvo los ojos de la dama a la que tenia entre mis brazos y a la cual no deseaba soltar.
Ahora que lo pensaba había dejado un millón de cosas pendientes en casa. Por lo que recordaba tenía una cita con el sastre al atardecer, las doncellas deseaban hablar conmigo urgentemente ya que al parecer se llevaban todo el santo día discutiendo, por otra parte el cocinero había desaparecido. A mí no me importaba, yo nunca “comía en casa” y ellos lo sabían, pero tampoco quería que mis sirvientes pasaran hambre, ni ninguna penuria, ya que yo les trataba como a iguales aunque ellos no entendiesen el porqué. Y además de eso, como para la guinda de un pastel, habían unos cuantos “caballeros” con los cuales tenía unas cuentas pendientes. Les había hecho tantísimas trampas jugando a las cartas que se habían dado cuenta y querían tener “unas sinceras palabras” conmigo. Es que era tan tentador jugarles malas pasadas a aquellos mafiosos, realmente eran brutos en todo el ancho y la largo de la gran definición de ésta.
Mire a Eyra sin esconder todo aquello que seguramente estaría reflejando mi rostro, y que se me había pasado por la mente en tan solo un instante.
-Espero que mis siervos no me hayan quemado la casa cuando vuelva. Comente sin poder dejar de pensar en ello como en una gran posibilidad.
-Creo que debo confesarte que me veo más serio de lo que realmente soy…Dije sin poder evitar morderme los labios al mirarla. Con el tiempo ella vería el desorden y el caos que a veces me rodeaba, aunque eso me angustiaba un poco.
Ella, una presencia que sin lugar a dudas me superaba en todos los aspectos podría aspirar a algo muchísimo mejor que yo. Después de todo quien era yo?...A veces ni siquiera sabía si podía definirme.
Suspire. El sueño parecía querer llegar a nosotros. Incluso el tic-tac lejano parecía ir acompasándose y disminuyendo su ritmo. Mientras nosotros seguíamos en la casi total penumbra de aquel lugar.
Estas cansada…? Pregunte al observar sus ojos, seguían tan despiertos y espectaculares como siempre. Pero aun así no quería que ella se agotase, quizás desearía descansar un poco. Yo podría velar por su sueño, podía ser su guardián si ella lo deseaba…Acaricie su mejilla situando mis dedos suavemente sobre su piel, deslizándolos hasta llegar a sus labios…

Mis palabras parecieron recordarle sus propios problemas y mientras el silencio se posó en sus labios y sus facciones cambiaban con el curso de sus pensamientos, yo me mantuve inquieta tras una máscara de serenidad. El hecho de dacar el tema de mi soltería me hacía recordar todo cuanto había sucedido con el licántropo y algo dentro de mí, me advertía de que aquella noche no sería la última en la que me encontraría con él. En el fondo, sabía que sería así y unos días después, así fue, aunque eso es otra historia que no viene al caso. La cuestión era que me sentía atraída por aquél muchacho llamado Wolfgang. Pero ahora, rodeada por los brazos del vampiros, sintiéndome más querida y cuidada que nunca, mi corazón palpitaba de un modo distinto. Y sus labios... habían marcado mi boca para el resto de mi existencia, no pudiéndolos olvidar ni en miles de años. De pronto, él habló aludiendo a su seriedad, algo con lo que no pude evitar sonreír.

- Y yo no suelo ser tan contenida cuando me encuentro a solas con un caballero tan apuesto como lo eres tu.- repliqué, con un guiño travieso y una carcajada divertida.

Era cierto. Recordaba aquella vez cuando, al poco de transformarme, en una aldea finlandesa conocí a un granjero humano que pese a haber caído a mis pies dados mis encantos físicos, no se atrevía a cortejarme. Yo tomé la iniciativa y aquella misma noche nos fundimos el uno con el otro en uno de sus pajares... Locuras de juventud, pensé para mis adentros. Lo cierto era que desde hacía unos siglos, ya no me sentía como aquella Viuda Negra que tanto me había caracterizado tiempo atrás. Era como si realmente hubiera madurado. Pero ahora, con Jerarld tan cerca de mí, con sol aún en lo alto del firmamento... tragué saliva y quise desviar los ojos de su rostro, pero su dedo acarició mi mejilla hasta llegar a mis labios. ¿Pretendía volverme loca? La tentación era máxima y mis impulsos salvajes me lanzaban a sus brazos. Mis ojos centelleaban y sin darme cuenta, había detenido los pasos de aquella danza silenciosa.

- No... ¿lo estás tú?- respondí con un hilo de voz, aludiendo a su preocupación por mi cansancio y de paso, intentando mantener la boca ocupada con palabras para no caer en el pecado. Aunque... ¿qué diablos? Iríamos al infierno de todos modos.

Mis manos subieron por sus hombros y se colgaron de su cuello, recortando distancias cuando me puse de puntillas para acercarme a su rostro, aunque quedándome a la altura de su mentón. Sonreí con timidez y entreabrí mi boca para dejar escapar un suspiro.