Triste pero cierto (Loukas)

El cementerio. Un lugar donde los muertos andan a sus anchas y donde unos seres, tales como algún que otro vampiro, se refugian de las desventajas que tiene su especie. Los humanos caminan vestidos de luto entre las lápidas, con flores en sus blancas y tristes manos, mientras lloran por sus seres queridos. El sol va dando señales de su largo y lento camino por el cielo, mientras se va ocultando detrás de una pequeña colina llena de tumbas. Sin embargo, una ligera lluvia de verano cae con suavidad sobre los hombros y paraguas de las personas que allí se encontraban. El silencio era roto por lloros desesperados y por el viento que se lleva lágrimas de dolor y tristeza. Parece que la alegría se queda esperando en la puerta de rejas, con el nombre de aquel lúgubre lugar, llamado El cementerio de Montmatre.

Vestida con un largo y negro vestido y con un sombrero que cubría mi largo pelo rubio recogido en un sencillo moño, salí del carruaje ayudada por el cochero y me refugiaba bajo un paraguas que tan amablemente me ofrecía. Caminé lentamente hacia la puerta del cementerio pero no entre de inmediato. Me detuve a observar la enorme puerta abierta con aire pensativo "parecen las puertas del infierno" pensé mientras, con una sonrisa triste, pasaba bajo en enorme arco de hierro con el paraguas en la mano. Hacia tiempo que no pasaba por allí, concretamente desde enterraron a mi madre y a mis hermanos en aquel extraño lugar. le supliqué a Lucian, mi padre adoptivo, que los enterraramos en Dinamarca, mi tierra natal, que era donde debían estar. Pero él me convenció de que así era mejor pues podría visitarlos cuando quisiese y no tendría que volver al lugar que tantos malos recuerdos me traía.Desde que mi padre mató a sus propios hijos y a su esposa no había vuelto a hablar del tema, ni siquiera quería pensar en ello. Si Lucian no me hubiera salvado de la muerte y no me hubiera convertido en licántropo, ahora mismo estaría con ellos, pero no precisamente en este lugar.

Crucé un largo camino con lápidas a ambos lados, algunas con forma de cruz, otras con estatuas y otras con formas que sabría describir. Luego torcí a la derecha, esquivando a un grupo de humanos que ya volvía a casa entre lamentos y llantos, para torcer de nuevo hacia la derecha, llegando a un largo pasillo de tumbas con una enorme estatua de un ángel cayendo del cielo al fondo. ese ángel marcaba mi destino. Bajo la criatura celestial había una inscripción que nadie que no supiera danés lograría saber su significado: "SHAX familien, hvile i fred" lo cual significa: la familia Shax, descanse en paz. A continuación, aparecen los nombres de mi madre y de mis 5 hermanos pequeños.

Me arrodillé delante del ángel sin importarme que el suelo estuviera empapado y lleno de barro, y coloqué unos tulipanes rojos que había comprado en el mercado de camino hacia acá, en un pequeño jarrón con flores ya secas. -amor eterno. Jeg savner dig på alle - "os echo de menos, a todos" -hay veces en que desearía que todo volvería a ser como antes, pero eso es imposible- dije con lágrimas en los ojos, pues lloraba cada vez que venía -me reuniré con vosotros en cuanto llegue mi momento. Esperadme- y con un ligero beso en la inscripción volví a levantarme. No fue hasta entonces cuando descubrí que había alguien detrás de mí que, además, me estaba observando...

Por alguna extraña razón, el destino había querido que, justo cuando el hombre habló, la lluvia dejó de caer de forma suave, para pasar a ser una lluvia intensa y fría. Antes de darme la vuelta, para contestarle, olfateé el ambiente. Olía a lluvia, árboles mojados y barro. Sin embargo, un olor característico llegó a mis fosas nasales, un olor que me indicaba que detrás de mí se encontraba un licántropo. Respiré hondo y sonreí al ángel como señal de despedida, para luego dar media vuelta y encararme al hombre que se encontraba ante mí.

Se trataba de un joven licántropo, con aparentemente casi 30 años, aunque siendo licántropo es difícil de saber pues Lucian tenía casi 60 años y aparentaba 30 como mucho. Era moreno, de unos ojos azules penetrantes pero nada amenazantes. Su voz no mostraba amenaza, más bien todo lo contrario, pero parecía como si tratara de ser amable conmigo. La idea me hizo sonreír y, si no hubiera tenido el paraguas en la mano, me habría cruzado los brazos y habría sonreído de forma traviesa, pero me limité a lo segundo. -¿Hay algún motivo por el cual el cementerio tenga que cerrar fuera de horario? -le pregunté dando un paso hacia él e hice una ligera reverencia a modo de saludo.

La verdad es que estaba un tanto intrigada pues no solía tener trato con licántropos, pues Lucian no me dejaba y tampoco es que me interesara mucho en ellos pues yo fui transformada casi por obligación. Así pues, tenía curiosidad por como sería aquel hombre que me miraba. Estaba empapado, pero no parecía importarle, creo que hasta le gustaba. Sin embargo, por educación me apresuré a acercarme y a ponerle el paraguas sobre su cabeza, de tal manera que ambos estábamos a resguardo de la lluvia. Después me limité a sonreír y a observarlo detenidamente mientras esperaba alguna respuesta o reacción por su parte. Estaba tan entretenida estudiando tanto su físico, como su forma de actuar que hasta se me había olvidado donde estaba y el motivo de mi estancia allí.

Su respuesta hizo que me echara a reír con la más inocente de las risas -Cierto. No es el momento adecuado para visitar a un cementerio, ¿no? -dije entre risas. La verdad es que me encontraba a gusto con el licántropo, era como cualquier humano pero con un olor diferente y un secreto que pocos podrían averiguar. Observé al hombre y me dio la impresión de ser un licántropo un tanto solitario pero muy amable y amigable. La explicación que me dio hizo que estallara de nuevo en risas y carcajadas pues había sido totalmente sincero.

-es usted muy sincero, señor -le dije mientras ver bajaba la mirada con una sonrisa tímida. Estaba segura de que quería cerrar el cementerio por algún motivo en especial, pero tampoco iba a preguntar pues eso no le incumbia para nada. Sin embargo, me hizo mucha gracia su sinceridad. Había hecho que se me olvidara que todavía me encontraba ante la tumba de mi familia.
"Gracias" me habría gustado decirle, pero estaba segura de que él no lo entendería y no me apetecía hablar de ello.

O eso creía yo. Su último comentario me hizo volver a la realidad. Bajé la mirada otra vez entristecida mientras cruzaban por mi mente imágenes de aquella noche oscura de llena de sangre. Fue el día de mi muerte, pero también el principio de mi nueva vida. Sin embargo, cuando vi su amago de salir del refugio que mi paraguas, para luego volver a acercarse a mí para no mojarse, no pude evitar alegrar mi rostro echandome a reír de nuevo -No se preocupe, ya me iba. Le acompaño hasta la puerta- y con una sonrisa comencé a caminar haci la salida, recorriendo el camino que me había llevado hasta allí.

El camino de vuelta fue más rápido pero igual de silencioso que el de ida. Atravesamos caminos, tumbas y árboles mientras la lluvia caía con más furia, empapando cualquier rincón de París. El joven que estaba a mi lado parecía ser un hombre callado y reservado, aunque no podía sacar ninguna conclusión sin haberlo conocido un poco más. La puerta de hierro se alzaba sobre nosotros cuando mi cochero percibió mi presencia y fue corriendo a abrirme la puerta, mientras se refugiaba del agua con una capa que mi padre adoptivo le había regalado. Le sonreí a modo de saludo, pero la sonrisa desapareció con mayor velocidad de la que había aparecido...

Un olor a muerte y sangre llegó a mi nariz "Vampiro" pensé mientras el vello de la nuca y los brazos se erizaba. Los músculos se me tensaron al máximo y totalmente alerta. Sin embargo, me quedé quieta, sin reaccionar. Miles de imágenes cruzaron mi mente recordando aquella noche en la que mi padre había asesinado a su familia sediento de sangre. Recuerdos de Lucian cogiendo en brazos a una niña ensangrentada y al borde de la muerte, una niña que le suplicaba ayuda, mientras él se inclinaba sobre ella y la mordía condenándola a llevar la vida de lobo...

El hombre me despertó de mi ensoñamiento, ordenándome que me marchara, para luego cogerme de los hombros y obligarme a mirarlo a la cara. Sus azules mostraban preocupación y perdón. Se disculpó mientras salía del refugio que mi paraguas negro le proporcionaba y salió corriendo adentrándose en lo más profundo del cementerio. Cuando despareció de mi vista me sentí sola e inútil. Sentía que tenía que ayudarlo. Miré la puerta abierta de mi carruaje y también el camino que el licántropo había tomado y entonces me decidí.

Soltando el paraguas, dejándolo en el suelo y abierto, salí corriendo tras él, mientras me levantaba el vestido para que me permitiera coger mayor velocidad. Mi olfato me llevó a una cripta de piedra, con la puerta abierta de par en par. En su interior se oían sonidos de lucha por lo que me apresuré a bajar las estrechas escaleras que daban a un nivel inferior iluminado por una antorcha y lleno de tumbas.

La escena con la que me encontré fue de unas cenizas en el suelo con un trozo de madera a su lado, por lo que deduje que eso sería lo que quedaba del vampiro. Miré hacia la izquierda y vi al licántropo comprobándole el pulso a un muchacho manchado de sangre y sin signos de movimientos. El hombre se levantó con expresión triste y supe que no había sobrevivido a la mordedura del chupasangre. Me acerqué a él y le puse mi mano enguantada en el hombro -Siento no haber llegado antes, podríamos haberlo salvado -dije mientras observaba su rostro e intentaba relajar mi respiración, pues todavía estaba agitada después de la carrera...

Colocó su mano sobre la mía como si fuera un gesto de lo más normal. También yo había colocado la mía sobre su hombro, olvidando toda formalidad y límites del espacio personal. Por lo que no hice ningún movimiento para apartar la suya de la mía. -Probablemente, pero eso nunca lo sabremos -dije encogiéndome de hombros. En cierto modo estaba contenta porque la vampiresa había muerto, pero también me encontraba un tanto triste por el muchacho, pero ¿no mueren innumerables humanos a manos de los vampiros todos los días?.

Sus palabras acusadoras me llegaron como si me hubieran clavado un puñal en la espalda -Yo también sé pelear, querido. Vine a ayudarte -le dije cruzando los brazos y me alejaba un poco de él mientras lo observaba con el rostro fruncido. Sin embargo, las palabras que siguieron me arranncaron una sonrisa pícara -¿Es que tengo alguna relación contigo? -le pregunté divertida por la situación. Después me encogí de hombros -Me habría gustado verla intentando arrancarme la cabeza. No estoy segura de que lo hubiera conseguido -solté totalmente orgullosa.

Mientras él se agachaba y recogía al humano, yo permanecía totalmente quieta, con la sonrisa en el rostro y observando cómo buscaba alguna tumba donde colocarlo. Yo me di media vuelta y, con los brazos aún cruzados, salí de la cripta. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba totalmente empapada, el sombrero había desaparecido y mi cabello rubio se había soltado del recogido, pasando a estar suelto sobre mi espalda tan mojado como el resto de mi cuerpo.

Estuve varios segundos pensando en lo que debería hacer, si marcharme dejándolo solo y sin volver a verlo nunca más; o esperarlo fuera de la cripta para poder despedirnos con decencia y no con un ataque de vampiros. Al final me decidí por lo segundo, debido a que había dejado de llover, pudiendo entrar un pequeño rayo de sol de entre las nubes negras. Me apoyé sobre la fría y mojada piedra y me dediqué a esperar al licántropo.

A pesar de no ver lo que pasaba dentro de la cripta, podía oírlo perfectamente, incluso olerlo. El hombre, abrió una de las tumbas, dejando una peste a putrefacción en el ambiente y que llegaba hasta mis fosas nasales. Con la mano, me tapé la nariz para no oler semejante hedor y por lo que pude apreciar, el licántropo había hecho lo mismo pues se movía con una velocidad desesperada como si estuviese aguantando la respiración. Sonreí un poco, aún con la mano derecha evitando que entrara aire en mis pulmones. Oí sus pasos, subiendo la estrecha escalera hasta dar con la puerta de salida. Tenía un semblante totalmente serio.

Sus palabras no me gustaron, pues prácticamente me estaba echando. Puede que tuviera derecho a echarme, pero a mí nadie me daba órdenes en forma de indirectas. – Aún no sé sus nombre, señor –le pregunté mientras troté hasta ponerme a su lado. Mientras andábamos en silencio yo me dedicaba a escurrir mi pelo, pues goteaba demasiado, mojando aún más mi precioso vestido. También suspiré al pasar por el ángel, intentando no pensar en las personas que se encontraban bajo sus pies. Para ello, observaba al licántropo por el rabillo del ojo, intentando que no se diera cuenta de que lo estaba estudiando pero saber un poco más sobre él por su forma de caminar, su atuendo y su expresión. La verdad es que no conseguía sacar mucho de su aspecto.

Efectivamente, cuando llegamos a la puerta ahí estaba mi carruaje, con el cochero a su lado. Éste, estaba esperándome bajo mi paraguas y con mi sombrero en la mano. “Los habrá cogido del suelo” pensé recordando que ambos habían caído en el barro cuando salí corriendo tras el hombre que se encontraba a mi lado. Al divisar nuestras siluetas volvió a abrir la puerta una vez más, y hacía un ademán de venir a ofrecerme mi paraguas para evitar que me mojara más aún, pues en breve momento comenzaría a llover otra vez. Sin embargo, yo lo detuve pues todavía tenía una conversación pendiente con mi acompañante. Me adelanté un poco, lo suficiente como para ponerme delante de él. –¿quiere que le acerque a algún sitio? Sería una lástima que no volviéramos a vernos. –le dije con una sonrisa un tanto traviesa, es decir, con mi sonrisa natural que siempre me salía aunque no pudiera evitarlo.

Loukas Giorkas. No era el nombre que me había esperado de alguien como él, pero la verdad es que le pegaba bastante. Sonreí amablemente, satisfecha con su respuesta, mientras asentía con la cabeza. Después la sonrisa se hizo más grande y divertida cuando él preguntó mi nombre –Erin Shax, para servirlo. Y debo pedirle perdón, pero ahora que nos hemos presentado no puede marcharse sin más –le dije mientras la sonrisa traviesa volvía a mí. Mientras, le había quitado el sombrero a mi cochero y me disponía a colocármelo después de haberme hecho un improvisado recogido.

Tras pensárselo unos segundos accedió a pasar un rato más conmigo, pero su respuesta fue tan directa y su cambio de expresión tan repentino que no pude evitar sorprenderme, para después echarme a reír. Sinceramente tenía curiosidad por ese Loukas, pues sus cambios de humor me divertían enormemente, además de sentirme segura a su lado, cosa que no entendía. –Le iba a decir que ir a cenar juntos, pero – señalé nuestras ropas empapadas y llenas de barro –no creo que sea el momento adecuado, quizás en otra ocasión. –me puse la mano en la barbilla para indicar que estaba pensando. Entonces, después de varios segundos de silencio, se me ocurrió una idea. –¿Vive usted cerca, mi señor Giorkas? Podría acompañarlo hasta su casa. Si usted vive lejos, tendremos tiempo de hablar. Si no, pues le diré a mi cochero que vaya lo más lento posible.

Con una sonrisa, le cogí de la mano para empujarlo un poco hacia el carruaje, mientras con la otra le ofrecía entrar en él. Puede que el día estuviera llegando a su fin, para dar paso a la noche, pero eso no significaba que todo tuviera que terminar ahora.