Perdiciones (Constantin, +18)

por Invitado Dom Ago 21, 2011 6:52 am

Maldita sea… De nuevo la noche llamaba a todas las almas a buscar un refugio en el que hospedarse hasta el nuevo amanecer. Sin embargo, a ella lo que le tocaba era todo lo contrario; salir a buscar almas perdidas y ofrecerles un refugio… Entre sus piernas. Qué triste era tener que ofrecer asilo a alguien que lo necesitaba para después decirle que sencillamente tenía que pagar… ¿Dónde radicaba la solidaridad entonces? Morgana negó un par de veces echando esos absurdos pensamientos de su cabeza. “Te estás volviendo loca… Ahora desvarías con cualquier cosa…”, se dijo mientras se miraba en el espejo y terminaba de maquillar sus opacos aunque dulces ojos. A pesar del paso del tiempo, sus facciones seguían intactas como el primer día que pisó aquel lugar, tan deprimente para unos como espléndido para otros. Y es que estaba visto que vender un cuerpo ya no era cosa de muertos de hambre. Entre sus compañeras figuraban distinguidas señoritas cuyos cascos eran más ligeros que las plumas desprendidas de las aves que revoloteaban por París. O también chicos. Sí, hombres al servicio sexual de quien los contratase. Aquello siempre le había hecho gracia. Esa realidad era una de las pocas cosas que la hacían sonreír, cuando por los pasillos o la calle veía a sus compañeros pidiendo su dinero después de… Después de lo que hubieran hecho.

Terminó con el perfilador negro y después dio color a sus labios con un rojo apagado que, junto a su oscuro cabello, resaltaba aún más su pálida piel. Hizo un par de muecas frente al espejo y se retocó el peinado. Se perfumó con apenas dos gotas de líquido y se dio la vuelta para ponerse el provocativo vestido que había tendido sobre la cama, esa cama que seguramente estaría ocupada rato después. Se colocó el bonito corsé que le realzaba notoriamente el pecho y después la corta falda a juego, todo combinado entre negro y rojo; finalmente, los zapatos que más de una vez había creído que la matarían por la altura a la que la elevaban. Y ahora sí, una vez lista, se tragó el orgullo nuevamente y salió de la habitación en dirección al salón donde estaban todos. Sonrió falsamente y adoptó su postura de trabajo. Había llegado la hora de fingir.

Se paseó durante un rato por ahí pero no había ningún hombre libre, de modo que se sentó en la barra y le pidió al camarero algo fuerte que no quiso saber qué era. Sólo se lo bebió reconociendo cierto sabor a whiskey. Y entre risas y música se quedó sentada sin perder su elegancia innata, esperando a que pasara el tiempo o que el tiempo le llevara alguien a quien acunar bajo las sábanas de su alcoba.

por **Constantin Skellington** Dom Ago 21, 2011 10:11 pm

¿Quién hubiera pensado que alguien como yo consideraría siquiera pisar pie en aquel lugar? El burdel era uno de los pocos lugares donde sabía nadie me recnocería... con mi máscara enmarcando la palidez de mi rostro -y al mismo tiempo cubriendo la mitad de este- mi capa, mi viejo gabán y mis botas me encaminé con seguridad, escuchando los cuchicheos de las jóvenes y sus risitas nerviosas, aunque siempre he sabido que las mujeres me encontraban, por decirlo, un poco más fuera de lo normal en cuanto a concepto de "apuesto", aún me incomodaban sus risitas y miradas dirigidas a mí, al menos cuando yo no era quien las miraba primero y utilizaba mis "encantos" para obtener de ellas lo que deseaba, ya fuera sangre o la temporal calidez de su cuerpo joven y mortal, cosas que buscaba ahora, o tal vez algo más. No lo sabía con certeza aún

Divisé a una belleza en rojo y negro, que capturó mi entera atención y, desentendiéndome del par de jóvenes con las que hacía pocos segundos hablaba, me dirigí a ella, la tomé por la cintura, rodeándosela y obligándola a mirarme al girarla y dejarla frente a mí, apoyada contra la barra y la bebida olvidada

-te escojo a ti, belleza carmesí- sonreí y acaricié su mejilla, tan suave como el terciopelo. No esperé respuesta y me acerqué, con deliberada lentitud, a sus labios, los cuales besé con ternura, aunque no tenía en la mente ser más dulce que eso, algo me decía que acabaría cediendo... a los encantos de aquella joven

por Invitado Lun Ago 22, 2011 12:29 pm

sSe quedó pensativa una vez más, observando un cristal con un ligero color ámbar en el fondo hasta que un brusco giro captó por completo su atención. Un cliente. Lo miró algo sorprendida por su actitud y parpadeó, pero inmediatamente se puso a trabajar. Le sonrió coquetamente y colocó sus manos en su pecho, un pacho frío hasta por encima de la ropa. A pesar de esa máscara se veía que era guapo y elegante, así que al menos no se acostaría con un gordo cerdo borracho como otras veces - Si me eliges te complaceré en todo lo que desees… - susurró en sus labios entre besos -.

Pasaron unos segundos y la cortesana se separó para volver a sonreírle y acariciar su pecho y espalda - Pero no creo que quieras estar aquí… Sino en un sitio más cómodo… Sígueme… - se bajó de la silla y le guiñó un ojo antes de cogerle la mano, entrelazar sus dedos con los de él y caminar por el salón hasta llegar al pasillo. Allí respiró y puso rumbo a su habitación, la que evidentemente había cerrado antes de salir. Abrió la puerta y entró, tirando de la mano del hombre para que la siguiera - Ahora sí… - murmuró y cerró la puerta de una patada, abrazando aquel frígido cuello y buscando posteriormente sus labios. Era el momento de olvidarse de todo y de atender a su pequeño.

por **Constantin Skellington** Lun Ago 22, 2011 2:02 pm

La actitud de la joven era profesional y, a la vez, carente de toda expresividad. En todos mis años había conocido a una sola mujer así... pero no recordaba su nombre. En cambio, sabía perfectamente quién era ella, había oído varias veces su nombre entre los de mi casa, tanto brujos, como vampiros. Todos la habían visto sólo de pasada, pero afirmaban que era toda una belleza. Quise corroborar sus palabras y fui al burdel donde vivía, y con agrado descubrí que aquellos alardes eran ciertos: poseía una belleza magnética

Sus besos eran dulces, pero ansiosos, pues simplemente hacía su trabajo de hechizar a los hombres y cobrar por sus favores. En todo caso me dejaría hacer si ella si se lo ganaba, y hasta ahora... se lo estaba ganando. Cuando mencionó que seguramente no me apetecería hacer algo en un lugar público, estuve tentado de negarlo, pero me contuve. Cuando tomó mi mano y me guió a su habitación sonreí para mis adentros. Una mujr directa. Vaya

Sus labios por poco logran que me pierda, pero recupero la compostura y me aparto, rozando su cintura con mis manos para mirarla a los ojos

-Primero que nada está la educación. Si quisiera volver a ser atendido por ti, ¿por quién debería preguntar, pequeña? no puedo llegar y pedir que me atienda "la más bella y directa de sus cortesanas" porque estoy seguro que así hay pocas, pero las hay- un guiño y un beso en la comisuras de sus labios para terminar y luego entregarme al extásis de sus labios y la tersura de su carne humana y mortal... comenzaba a excitarme y una vez llegado a ese punto, no habría retorno

por Invitado Mar Ago 23, 2011 2:21 pm

Se estaba dejando llevar más que otras veces. Aquella piel frígida y carente de vida que a la vez podía encerrar pasiones escondidas era de lo más atrayente, más incluso cuando era provinente de un hombre con ese atractivo casi exótico, visible incluso detrás de la máscara, que agradaba notablemente a la vista. Se dejó caer en sus brazos mínimamente, lo suficiente como para hacerle creer que lo que hacía hasta el momento le estaba gustando, fingiendo disfrutar. No era la primera vez, ni mucho menos la última, que lo haría.

Pero no le gustaron sus palabras. No le gustaba dar su nombre, y menos a extraños de una noche que al día siguiente se irían con otras con el propósito de ser llamados sementales o incluso de creerse muy hombres por haber explorado varios horizontes internos. Había dicho que si volviera a preguntar por ella, pero… Muchos decían que volverían y después era mentira. Podría decirle entonces que sencillamente preguntara por “la griega”, pero, si aquel hombre era un inmortal, quizá podía leer sus pensamientos, de modo que prefirió ser sincera - No tienes más que preguntar por la hermana del rey Arturo… - susurró antes de que sus labios volvieran a unirse.

Le había llegado el turno a ella. Se separó y con cautela lo miró a los ojos, llevando sus manos hasta detrás de su nuca para acariciar el cordel del antifaz. Sonrió coquetamente y poco a poco lo desabrochó, pegando después sus dedos índice y pulgar a la careta para evitar que se cayese al suelo. Aunque igual daba, porque cuando la retiró poco a poco a la cortesana se le adhirió al rostro una expresión entre neutral y de asombro. Era… Guapísimo. Sería de los poco (referente a contables con los dedos de una mano) clientes que había tenido que eran tan atractivos. Lanzó en un momento la máscara sobre alguna parte que no quiso saber y volvió a lanzarse sobre sus labios, notando una excitación creciente dentro de los dos cuerpos. Con las manos comenzó a recorrerle el pecho y las metió por dentro de la camisa cuyos botones desabrochó casi con desesperación y premura - Esta noche… - susurró en sus labios con la respiración agitada -… Quiero que sea única, e irrepetible… Para los dos… - y en un momento dado terminó de desabrocharle la prenda y se la deslizó por los brazos, dejándola caer al suelo.

Ahora sí que se le estaba entregando por completo. Algo la había eclipsado, ya fuera su forma de hablar, de moverse o de comportarse, o el enigmático conjuro que sus labios y sus ojos habían lanzado sobre ella. Fuera como fuese, esa noche, verdaderamente, no iba a ser como las demás. Iba a ser diferente, muy diferente…

por **Constantin Skellington** Mar Sep 13, 2011 9:04 pm

-Hermana del Rey Arturo...- susurré, aunque casi se pierde cuando nuestros labios volvieron a juntarse, y de nuevo saboreé la miel de su carne, la calidez de su mortalidad. Poco me importaba ahora lo que pudiera pasar, estaba con una mujer diferente, una mortal que despertaba en mí cosas nuevas...

Un corto pero audible jadeo huyó de mis labios cuando sus cálidas manos tocaron mi piel, por instinto la tomé de la cintura y hundí mi rostro en su cabello, inhalando su dulce aroma para finalmente arrancarle el vestido en un corto instante de locura y lujuria...

-Te pagaré el vestido, si no me cobras la noche- bromeé, antes de tomarla en brazos y depositarla dulcemente en la cama, continuar los besos, mientras mi mano exploraba su cuerpo y llegaba a su entrepierna. Me detuve y lo mismo hicieron mi slabios, apartándose tan sólo un poco, para mirarla, y esperar su aprobación. Para mí no era una cortesana, era una mujer que no sabía lo que era ser amada con dulzura y pasión... no presumía de dotes que no tenía, pero para mí que cualquier mujer merecía el respeto de sus amantes, y yo no iba a faltar a la norma

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