De asesinos y ladrones (Darien Bassarides)

por **Carolina Van de Valley** Mar Ago 23, 2011 2:27 pm

La sangre se derramaba por mi cuello. Yo la sentía fluir por las venas del mortal. "Bum, bum, bum" Era el latido de su corazón desenfrenado, aferrándose a la vida. Pero yo se la estaba quitando. Cada vez, los compases eran más lentos. Una terrible sinfonía. Yo, que adoro la música y que es mi única salida, percibía el tinte triste de los últimos recovecos de un corazón moribundo.

"Bum...Bum...Bum..."

Y todo acabó.

Me quedé unos instantes apoyada sobre el pecho frío de mi víctima. El calor se estaba transformando en hielo. Hasta que dejé de escuchar sus últimos quejidos. Dejé el cuerpo caer inerte y sobre su peso en la hierba. Casi parecía que estaba durmiendo, pues me había procurado muy mucho de no manchar nada. Ni su ropa, ni su cuello...No me gustaba hacer carnicerías.

Me puse en pie y me llevé una mano al mentón. Estaba cubierto de sangre. Me limpié como pude y me llevé el dedo a la boca para absorver los rastros de sangre que quedaban en ellos. Después me recogí algunas greñas que se habían soltado por el ímpetu de la caza.

Dejé a aquel mortal allí. No sabía qué otra cosa hacer. Seguramente, a la mañana algún cazador o agricultor despistado lo encontraría y llenarían los titulares de todo un mes. Nadie podría achacarme a mí la muerte de aquel joven. Me permití observarlo una vez más.

Era más joven de lo que me había imaginado. De piel y pelo albinos. Sus ojos eran tan claros que parecía ciego. "En cierto modo lo era, por dejarse engañar por alguien como yo" ¿Me creería alguien si dijera que me arrepentía de lo que había hecho? Probablemente, no. Para los mortales éramos sólo criaturas sin alma.

Pero él sí que me habría creído. Mi Maestro. Me habría creído frimemente, y por eso, quizá, hubiésemos empezado una discursión. Una de las muchas que teníamos siempre por el mismo dilema. Hasta las discursiones echaba de menos. Estaba tan perdida sin él...

Decidí arrastrar a aquel pobre joven y ocultarlo entre las sombras de los árboles. Lo cubrí de hojarasca seca. Ese chico no se merecía un entierro tan pobre, pero, ¿qué otra cosa le podía dar?

"Maldita conciencia" Con Friedrich nunca la había sentido tan punzante como ahora. Porque él se encargaba de hacerla callar y conseguía que yo disfrutase con cada una de las cacerías que hacíamos juntos.

Después de aquello, me acomodé más en mi capa y me dispuse a marcharme de allí. En medio de la penumbra que me rodeaba, sólo era consciente de mis propios pasos.

por **Røthgar Sbjören** Sáb Ago 27, 2011 3:18 am

Los pasos de aquel tenían la total parsimonia que de un hombre como él podría tener. Lento, pausado, con el total descaro y tranquilidad que le suponía la noche parisina. No había olvidado aquel día en el que su encuentro con una cortesana había hecho mella en él, y por la simple forma en que ella no había acabado muerta. Necesitaba sentir escuchar, necesitaba sentir aquel último aliento de alguien mientras agonizaba próximo a la muerte, tan solo y simplemente necesitaba escoger bien, pues él no era de los que mataban por que si, sino escogía delicadamente a cada una de sus victimas.
No seguía patrón alguno, simplemente aquella persona tenía que atraer su atención sobre toda aquella que habitaba a su alrededor.

Aquel hombre ataviado con un traje con total solemnidad, como caballero que era, caminó por un sendero en el que casualmente las personas solían encontrarse acompañadas, en aquellos sitios donde se suponía que se buscaba la soledad, allí, seguro que caminaba alguien rezagado de un día duro de trabajo o alguien que escapaba de sus casas a altas horas de la madrugada. Su mirada, paseaba por la linde del bosque, hasta que encontró un zapato extraviado.
Aun con ambas manos en los bolsillos, trazó un semicírculo en la tierra del camino con la punta del pié, el cual le daba el paradero exacto de la persona que había perdido tal prenda. Vio unos surcos, los cuales le llevaban a la otra parte del camino, su cuerpo había sido arrastrado hacia aquel lugar. A Darien le gustaba por donde comenzaba a ir la cosa, pero algo le inquietaba por decirlo de alguna manera, y era que alguien le hiciese sombra. Se agachó y levantando unas hierbas resecas encontró el cadáver de un muchacho albino en cuyo bolsillo recaía una pulsera. Casualmente sin ninguna mancha salvo de tierra del camino. Se tapó la nariz, y no porque el cadáver estuviese en descomposición, sino porque lo que fuera que le hubiese ocurrido, le había hecho tener tal miedo como para hacerse sus necesidades encima. Darien comprobó que aquello había sido hace poco, y que el joven conservaba dichas muecas en el cuello que…

Entonces en el rostro del hombre se dibujó una sonrisa, se irguió y se persignó ante el cadáver (gesto que tenía siempre, aunque fuese él mismo quien los matase.)Caminó con tranquilidad aun, sintiendo aquel escalofrío que tanto le excitaba a la hora de escoger victima, alguien que también era un cazador nato, fruto de mitos y leyendas que eran ciertas para ciertas personas y que a los niños tan solo se les exageraba para hacerles tener miedo, aquellos seres, jamás se había topado con uno y lo cierto era que tampoco sabía como enfrentarse a ellos. Él era todo lo que necesitaba, tomó un camino distinto al que las huellas le guiaban y esperó allí, mas tarde, la figura de una muchacha ataviada con una caperuza se paró frente a él, ya que éste le había cortado el paso.

- Buena noche noble mujer, creo… que se le ha olvidado algo. –Dijo el hombre con voz grave y pausada, tomándose su tiempo para saborear aquellas primeras palabras, mostrando la pulsera.

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