Me voy a dar a la bebida.

Esa noche salí a pasear con una de mis libretas de cuero bajo el brazo.
Llevaba muchas noches pensando es una frase, una idea, quería escribir pero no había nada. La chispa de la inspiración no llegaba ni llegaba. Ni siquiera se asomaba para decirme:
- buenos días! Hoy tienes peor aspecto que ayer!
Nada…ni siquiera las musas parecían querer burlarse de mí.
Mis pasos comenzaron a apresurarse mientras caminaba cada vez más rabioso conduciéndome hasta el puerto de la ciudad.
Deseaba contemplar el mar, quizás inconscientemente pensando que me daría alguna idea.
Camine por el lugar sintiendo poco a poco el aroma salado de las aguas.
Me quede en el muelle mirando el mar con el ceño fruncido. Yo que normalmente era una persona de buen humor ahora estaba rabiando en soledad porque mi cabeza parecía no querer despertar de su sueño…
Un vagabundo se acerco hacia mi sin decir nada, quizás también buscando alguna cosa en aquella fresca noche.
Se quedo a mi lado en silencio. Le mire ceñudo, no por él, yo seguía con mis pensamientos ajeno al mundo, pero al cabo de un rato me comence a intrigar.
Porque aquel hombre no decía nada?
-Quiere dinero? Desea dinero?? Le dije mientras al pobre hombre que me miraba algo asustado.
-Porque no dice nada?? Es eso lo que quiere verdad? me acerque hacia él.
-Tenga. dije metiendo mis manos en todos mis bolsillos, el los interiores, en los exteriores, en los del abrigo, la chaqueta, el pantalón…
-Tome, quédeselo todo! Dije pasándole unos cuantos billetes arrugados, mientras el hombre observaba con los ojos como platos como sus manos comenzaban a llenarse de dinero sin que hubiese abierto la boca en ningún momento.
Al vaciarlos por completo tome al buen hombre por los hombros.
-Sabe mi amigo? Puede tener mucho dinero, puede tener una gran casa y siervos que le laven la ropa y le den una cena caliente…pero cuando usted necesite que alguien le pregunte como ha ido su noche, o cuando necesite que alguien le ayude en algo, o cuando simplemente necesite que alguien le dé una idea o una pista o la primera frase de un relato, no habrá nadie! Porque el dinero no compra esas cosas mi buen amigo. Así que aproveche! Disfrute cuanto pueda hasta que se dé cuenta de que esto no es más que papel!
El hombrecillo me miro asustado sin entender qué diantres era lo que yo le decía.
Se giro y se fue trotando lo más rápido que sus piernas le dejaban alejándose de mi mientras yo le despedía con el brazo
-Que pase usted una buena noooocheee!!! Grite mientras le observaba alejándose. Definitivamente desvariaba y lo peor de todo es que no me importaba…pero al menos me sentía mejor.
Al verle desaparecer baje el brazo. Me mordí los labios reflexionando en lo que acaba de hacer y al cabo de unos segundos solté una sonora carcajada en el vacio muelle.
Le acababa de dar a aquel hombre todo lo que llevaba encima y más encima parecía que le había dado un susto de muerte…
Me apoye en un pilar de metal, creo que era uno de aquellos en los que se dejaban las cuerdas, no lo tenía claro, pero que mas daba? Parecía que no había nadie cerca a quien le molestase. O al menos eso me parecía a mí a simple vista.
Ni siquiera sabía muy bien porque me había dirigido hasta el puerto, aunque siempre que algo me rondaba la cabeza terminaba frente al mar. Supongo que las aguas eran de alguna forma algo hipnotizarte para mí.
Cuando viajaba por mar me pasaba largas horas observando las corrientes, como si tarde o temprano las aguas del oceano me fuesen a dejar descubrir alguno de sus secretos.
-Debería darme a la bebida…Pero ya ni siquiera tengo dinero para eso pensé en voz alta mientras repiqueteaba con los dedos en la libreta de cuero que tenia apoyada sobre las piernas...

El barco estaba llegando al puerto, era de noche, las estrellas brillaban en el punto más alto anunciando la presencia de la serenidad. Zaire se había ido, había muerto hacía poco tiempo y no tuve ni tiempo para despedirlo como se debía.

Llevaba sobre mis hombros mi capa azul, luego de siete noches de no ser completamente humano había tomado el compromiso de ayudar al alma de mi amigo, pero necesitaba la ayuda de un amigo terrenal y para eso tendría que volver al campamento de Vladimyro, quien con su sonrisa burlona me trataría de viejo decrépito.

Al tocar puerto y escuchar el anclaje, me calcé el sombrero negro, tomé mi bastón y dejé mi barco en la soledad de la noche, arrullado por el mar.
Todos los otros capitanes desconocían mi vida de Jefe brujo, pensaron que iba a ir a una de esas fiestas de disfraces que realizaban Claumerry en su cabaret " solo para oficiales", los miré con cara de pocos amigos, les hice una señal con el bastón y desaparecí de su vista.

En el muelle, una figura masculina se veía a lo lejos. Un vago recuerdo me invadió totalmente. De niño había conocido a un hombre de buen humor, con quien mi padre y yo compartíamos nuestros ratos.
Con pasos firmes llegué hasta el muelle, escuchando ávidamente lo que aquel hombre decía a Oscar, un pobre vagabundo que no hablaba con nadie.

Lentamente, acompañado por el sonar de mi bastón me acerqué a aquel hombre que tenía la misma presencia que hace más de cincuenta años atrás, sin duda era un ser inmortal, un vampiro. Sonreí de medio lado.
- Joven, la bebida no lo llevará a ningún lado...- dije con voz retumbante. Ya no era aquel niño de aspecto desgarbado, era un hombre y a la vez un brujo ¿ qué más se podía pedir?.

Hice una pequeña reverencia, sacudí la capa azul.- Veo que no ha cambiado en nada, señor Délvheen.- Di una carcajada que se asemejaba al rompimiento de las olas con las piedras y palos del muelle.

Mire a aquel hombre que se acercaba imponente con su capa azul y su bastón.
Su mirada profunda y su rostro le hacían parecer un hombre sabio, inspiraban respeto pues ocultaban quizás muchos secretos.
Sin embargo me quede por un momento helado, me puse de pie acercándome hacia él.
Esos ojos seguían teniendo el mismo brillo que yo recordaba. Era posible que fuese él? Aquel niño? Dioses! Habían pasado más de cincuenta años de aquello!

-Amelhíon….el pequeño Giovannis! De verdad eres tú?...Le recordé como si hubiese sido ayer. Aquel jovenzuelo con la mirada llena de vida, era uno de los niños más listos que jamás me había topado. No solo era un joven brillante sino que además era tremendamente curioso. Sus travesuras, nunca hechas con malicia, siempre inocentes, me habían hecho reírme tantísimas veces en aquel viaje que no pude evitar encariñarme con él.
Aquel jovenzuelo era ahora el hombre respetable que me llamaba con respeto por el nombre de Sr Délvheen…como si no hubiese pasado el tiempo.
-Pero mira cómo has…!! Si ya eres.!! Había crecido, era un hombre, y uno respetable sin duda alguna. Me quede sin palabras, lo único que hice fue acercarme hasta él y abrazarle fuertemente. Como si me hubiese topado con un familiar perdido.
Me separe de él y tome su rostro con calma entre mis manos, no podía creer que aquel hombre fuese el mismo que aquel jovencito.
Aun me recordaba desordenando su cabello.
-…De verdad eres tu…dije aun alucinado al contemplar sus ojos. Le solté, pues quizás estaría pasándome, no podía evitar esos gestos espontáneos que a veces molestaban a la gente. Pero es que era increíble volver a verle, y no podía ocultar mi sorpresa.
Me tape la boca sin poder creer lo que mis ojos veían, alucinado con su sonrisa franca y amable.
Habían pasado tantísimos años, que habría sido de su padre? Y de él? A que se dedicaría?? La cabeza se me lleno de preguntas. Quizás podría invitarle a tomar algo, ahora si que le dejarían beber vino, no como cuando nos conocimos…Ya me había olvidado de que no tenía ni una sola moneda en ningún bolsillo de mi ropa.

-no me llames Sr Délvheen…por favor! Dije riéndome. Pero mi sonrisa se fue apagando poco a poco al recordar que él habia cambiado muchísimo pero yo no lo había hecho ni un ápice…
-Supongo que imaginaras lo que soy verdad pequeño? Me mordí la lengua después de llamarle pequeño, pero no pude evitarlo fue algo inconsciente.
Que pensaría aquel hombre de mi ahora? Le molestaría descubrir que aquel amable escritor era en realidad un ser que perdía cada día un trozo de alma?

Aquel ciudadano respetable, con el que nos divetíamos tanto con sus ocurrencias no había cambiado su aspecto, no era de extrañarse, a mi edad ya comprendía las características de los seres de la noche, no sólo de los brujos, sino de los vampiros, cambiaformas y licántropos. Tanto esfuerzo había valido la pena. Parecía ayer cuando con mi pequeña estatura jugaba con otros muchachos con espadas hechas por nuestras madres con la madera de la leña.

Solté una carcajada, ¿ todavía me consideraba pequeño?,¿ con canas y todo?. Sin duda, para él siempre resultaría más pequeño.
- Crecido...-aventuré con una sonrisa.
En mi cabeza, venían las palabras de mi padre, de las noches de juegos con él y con el señor Délvheen, todo aquello gobernaba en mí, provocando un retroceso agradable.

A mis espaldas, los marineros se alejaban a gritos, negué con la cabeza, mañana a más tardar tendrán que demostrarme que no son jovencitas a punto de encontrarse con su amante, sino era así les conseguiría un vestido digno de una dama y así viajarían en el barco.
Quería recordar el nombre de aquel hombre, pero en mi juventud llamaba a todos por su apellido.

- Si mi mente no me falla...¿ Jerarld, verdad?...
Cerca nuestro se escuchaban las olas, cada vez más fuertes. Fruncí el ceño, se estaba acercando medianoche y me sentía arrastrado hacia el pequeño "templo" que el almirante y yo teníamos, allí hacíamos todos los conjuros, y en mi caso usaba el don mediumnico y el almirante ayudaba al alma que llegaba a encontrar su luz.

- Ahora el pequeño se ha transformado en el Señor Do Crucerois...- bajé la cabeza, recordaba a mi bella Annabelle alejándose con Joseph, mi noche allí, en el medio del cruce las calles, abandonado. Desde aquel entonces, mi apellido había cambiado, mi forma de ver la vida también.

Agité la capa, de día era Capitán de una embarcación, con todo lo que eso involucraba, pero de noche, no sólo era Capitán sino Jefe brujo, agitar la capa significaba que era bienvenido.
- Es un vampiro señor...- sonreí amablemente.- No se preocupe no saldré corriendo...- la sonrisa se volvió una carcajada.

Oír sus palabras fue alentador para mí.
Era un alivio que no sintiese rechazo por mi persona, después de todo, no es que fuésemos precisamente populares.
Quien deseaba tener como amistad a alguien que bebía de otros para poder sobrevivir?
No, definitivamente no éramos lo que los niños desean ser cuando se hacen mayores.

-Si…soy Jerarld comente alegre para confirmar que su memoria era más que buena.
-Así que usted ahora es el Sr Do Crucerois…tiene que contarme usted que ocurrió con su buen nombre.
-A donde os fuisteis cuando desembarcamos?

El padre de Amelhíon era un buen hombre, pero cuando le conocí parecía preocupado, su mente mostraba muchas dudas, parecía querer cosas que de alguna forma se le resistían demasiado.

-Que te parecería que nos fuésemos a un lugar tranquilo y me contases todo aquello? Metí las manos a mis bolsillos y entonces me percate.
Ni un solo céntimo.
-Bueno…también podemos quedarnos aquí. Ya que esta noche no llevo precisamente mucho cambio encima dije riendo mientras miraba hacia atrás.
Aquel pobre hombre se lo pasaría bien unos cuantos días con la propina que le di.
si se reservaba podría vivir un mes con tranquilidad bajo techo.
Pero algo me decía que seguramente preferiría la compañía de una buena botella.

-Más de cincuenta años…creo que nos va a hacer falta mucho más que una noche para ponernos al día, verdad Sr Do Crucerois? Comente riendo de buen gusto. Ya ni me acordaba de porque me había puesto de tan mal humor cuando había llegado.
Definitivamente sentir el oleaje del mar me ayudaba, y por lo que veia ahora, tambien me daba buena suerte. quien me habria dicho que me iba a encontrar con tan grata compañia?

Pensé en que si no llevaba dinero encima quizas podíamos ir a mi casa, aunque estaba algo lejos. sería una caminata larga ya que había venido a pie para despejarme.
-Oh discúlpame Amelhíon, estoy aquí incordiándote, y ni siquiera sé si estas ocupado, dije al contemplar su capa y su bastón, parecía que se dirigía hacia algún lugar.
Sus ropajes me recordaron a los de Soraya, ella también tenía una indumentaria similar, pero solo la ocupaba cuando la ocasión lo requería…
Era posible que el también fuese un brujo?...algo me decía que podía esperarme cualquier cosa de mi viejo amigo…

Era cierto que al ser brujo se comprendía más la forma de vivir de nuestros aliados de la noche, era cierto a su vez que nada era extraño en nuestro mundo, todo tenía su por qué y era comprensible.
Asentí gustoso, seguramente de no ser porque lo conocía de niño me habría olvidado de los detalles, o dicho en otra forma, de todo.

Sonreí debido a la muestra de interés que se le había despertado.- Cuando desembarcamos, mi padre hizo como todas las veces, volver a nuestro hogar junto con mi madre y conmigo, pero algo salió fuera de lo previsto. Ese mismo día, el actual Almirante Ross, le enconmendó otro viaje... desde aquel momento no he tenido noticias suyas.- hice una pausa. Veía como las olas aumentaban su fuerza y velocidad, sin duda ya estarí por comenzar la sesión.

- Cuando crecí un poco... ya en mi juventud... vivía de la noche, cada hábito de los malandras se había hecho presente en mí. En fin, me enamoré de una mujer de cabaret, llamada Annabelle ¿ la conoces?...- sonreí a medias.- Un buen día su vida corría peligro...y yo la rescaté en forma... no convencional. Su miedo era tal, que decidió irse con el ladrón más conocido de aquellos tiempos Joseph, seguramente amigo suyo...- Recordaba sus hazañas mafiosas, todo lo que nos contaba en esos días mientras navegábamos.

- Esa noche...sólo me quedé, en un cruce de calles, la magia siempre había estado presente en mi familia y tenía que tomar una decisión: Seguir adelante. Desde aquella noche, cambié mi identidad, Yo soy Amelhíon Do Crucerois...- mi voz se había vuelto ronca, el Jefe Ross, había empezado sin mí.

De repente un niño vestido de blanco apareció de la nada, como si el mismo oleaje lo hubiera llamado. Su rostro era inexpresivo mas sabía que era uno de los aprendices de Ross.
- Jefe... lamento interrumpirlo pero...ya empezó la sesión...
- Ve tranquilo...- anuncié.- Dile a ese brujo que iré con compañía...- miré a mi ancestral amigo.

- Joven Jerarld...- dije con voz de mando, nadie se podría enterar que era vampiro, tendría que proteger su prosedencia.- Luego le contaré mi historia... pero...¿ Se atrevería a ver a éste viejo trabajar?...- otra vez retumbó una carcajada.
El joven había desaparecido, sin duda se había ido al centro de trabajo. Hice una mueca, esa noche llegaría en mí Zaire, mi viejo amigo.

- Verá... hay algunas cosas que de niño no se pudo percatar... permíteme presentarme como soy realmente... Capitán Amelhíon Do Crucerois...o mejor conocido por los seres de la noche como Jefe Brujo Amelhíon Do Crucerois.

No lo decía de soberbio, me había costado demasiado tiempo llegar hasta aquellos títulos, creo merecerlos, aunque uno de ellos me cueste la vida.
Volviendo a lo nuestro.- ¿ Y ... quiere presenciar la sesión?...- dije con una sonrisa burlona, como de niño.

Escuche su historia lamentando oír que el Sr Giovannis se había marchado. Era por aquel motivo entonces que su mente parecía tener tantísimas dudas, tantos problemas sin resolver…
Y fue entonces cuando mi pequeño… O como él decía mi “Crecido amigo” nombro a Joseph…

-Si, me temo que conocí a ese tal Joseph, Intentaba buscar gente para irse a las Américas, decía algo de querer estafar a unos cuantos que según él le debían cosas…negué con la cabeza mientras le recordaba.
Me pidió dinero…claro que yo no accedí…creo que le dije algo así como…Te daré el dinero si tu me das a tu primogénito y el muy desgraciado me dijo que si! Incluso Belle, como él llamaba a aquella joven que le acompañaba, se apresuro en darle un sonoro bofetón… yo solo bromeaba…Pero al parecer ella estaba en estado y aquello no le hizo ni pizca de gracia…como puede imaginar nunca mas volví a hablar con él…

Puse una mano en su hombro. No era precisamente alentador haberle contado eso, nos quedamos en silencio unos instantes.
Era realmente increíble como los giros del destino nos unían y nos separaban a lo largo de los años, como si todos fuésemos piezas de un puzle que cambia y se recompone a placer.
Lamentaba darle esas noticias, al parecer todos perdíamos a quienes amábamos sin distinción alguna ni del paso de los años, ni de nuestra edad, ni siquiera de nuestra raza…En esos momentos es cuando más pensaba en que había que darse a la bebida…los pensamientos absurdos desaparecieron de mi mente cuando aquel pequeño niño apareció y Amelhíon hablo con él.

-El jefe brujo! Me quede realmente asombrado. Siempre has sido una caja de sorpresas verdad? comente riendo. Me sorprendía pero de forma muy grata, después de todo los brujos me fascinaban, aun con la simpleza de un movimiento podían hacer cosas más que increíbles.
Quizás era por ese motivo que él emanaba aquella aura de sabiduría y porte.
Si antes mi amigo me parecía cuando menos interesante, ahora ya simplemente me parecía extraordinario.

-Sera un placer que me dejes acompañarte esta noche! Dije alegre, ahora era yo el que me sentía como un niño pequeño ante los misterios y la magia de la noche. Ambos aun teníamos mucho de lo que hablar, su vida como brujo habría sido más que interesante, y mi vida a lo largo de los años…bueno me había hecho meterme en muchos problemas, pero quizás esas historias divirtiesen a mi crecido amigo.

Comenzamos a caminar por el puerto mientras nos dirigíamos a donde realizaríamos la sesión.
-No le causare problemas al acompañarle? Imagino que la gente de mi raza no será precisamente bien vista. Puedo ser un pariente lejano quizás?
Un sobrino? El hijo de la prima de la sobrina de la tía abuela del campo?? No pude evitar reírme mientras paseaba a su lado. Por mis años yo podía ser su tátara tátara tátara…
-La familia…habría deseado formar una si hubiese podido…no pude evitar decir aquello en voz alta, el pequeño vestido de blanco se apreciaba en la lejanía.
Si…seguramente habría estado bien…
Donde se llevaría a cabo la reunión? Guarde la libreta de cuero que habia llevado para escribir en uno de mis bolsillos interiores.
Definitivamente esta noche no iba a escribir pero iba a ver cosas que solo pasan mas alla de la imaginación….y eso no tenia precio.

Escuchaba atentamente la historia final de aquel bandido, Joseph. Dentro de mí, recuerdos de aquellos ojos que se clavaban en mí cuando en sus brazos se llevaba a mi amada. Sin duda habían hecho una vida juntos. No sentía envidia, no podría envidiarlos, pero sentía que jamás pude lograr una familia, alguien con quien compartir lo que llevaba dentro. Ya era muy tarde para aquello.
Largué una carcajada, asentí.- Todos somos misterios...- dije sonriendo. Se hacía tarde, tendría que explicarle a Ross lo que había ocurrido, pero eso sería más tarde, cuando volviera en él, a la mañana.

Me había llenado de satisfacción al haber escuchado aquellas palabras de la boca del joven-anciano, Jerarld. Algunas veces era mejor estar acompañados por alguien de confianza que podría sostenerte si el alma al irse te tiraba.

Sin decir ni una sola palabra, pero con una sonrisa inborrable en el rostro, comenzamos a caminar por el puerto. Las maderas bajo nuestro sonaban como truenos con las pisadas de ambos, la luna brillaba con mayor intensidad, me preguntaba que tipo de espíritus estaría llamando el Almirante. El gustaba de los de la naturaleza, los de mayor vibración, pero éramos pocos quienes podrían soportar semejante peso.

- No me causará problemas excepto que piense en algún difunto...- negué con la cabeza, la última vez Zaire había pensado en su abuela, y fue ella quien había llegado en mi cuerpo.¡ Ay mi viejo amigo!, cuanto te extraño...
- Piense que allí no sólo hay hombres, sino mujeres... que estarán deseosas de conocerle...- hice una pausa.- Di que eres mi ahijado...así dejarán de molestarte...- lo miré a los ojos y sonreí.

- Somos dos, Jerarld...- aseguré casi en un murmullo que se confundía con el ruido de los tambores, nos estábamos acercando al templo.

El templo en sí era una pequeña casita de paredes blanquecinas, con grandes ventanales que daban al mar. Aquella noche sólo se veían las luces hechas por el círculo de velas gigantesco que se había hecho para la sesión.
El niño de blanco volvió a aparecer, con una sonrisa de oreja a oreja.
- Dime...¿ tú también estarás en la sesión?.- pregunté curioso. Los niños eran sagrados, tenía que ser un caso de emergencia...o de lo contrario nos estaríamos topando con la nueva generación de mediums.

El niño negó con la cabeza.
- Sólo ayudo a los jefes...-aseguró con una sonrisa. Miró a Jerarld.- Su amigo puede pasar...
- Es mi ahijado...- dije algo nervioso, el sonar de los tambores anunciaba que el jefe estaba llamando.
Miré a Jerarld, dispuesto a entrar en cualquier momento.

- Una cosa he de decirte... procura ayudar a quien llegue en mí...muchas veces son almas que no encontraron seguridad en el mundo espiritual...sólo ten cerca una flor blanca, hace un rato dejé una canasta con rosas blancas dentro... y otra cosa más... No temas.

Diciendo ésto, nos adentramos al interior del templo.

Entramos a la casita y contemple a los presentes, las damas me observaron curiosas algunas cuchicheando entre ellas. Pero quise pensar que era solo porque yo no dejaba de ser un extraño allí. No por nada más.
Las palabras de Amelhíon me habían dejado más intrigado de lo que yo pensaba;
Una sesión, espíritus, brujos por doquier…La magia parecía latente en cada rincón de aquel lugar, como si estuviese envolviendo a los presentes deseando que le utilizasen…
Me sentía maravillado e insignificante entre todos ellos. ¿Que era un inmortal al lado de los brujos? ellos rompían la barrera que los mortales no podían contemplar, ni mucho menos atravesar y lo hacían con calma, con respeto y como algo cotidiano.
Ellos sí que eran seres superiores, seres que iban más allá y no nuestra raza, como se esforzaba en decirme Nypheria, mi amiga y mentora, aquella que de alguna forma me habían enseñado lo que era ser un vampiro…
Yo se lo había dicho muchas veces, pero parecía que mi raza tenía cierto don para la tozudez.
Quizás eran los mismos años los que hacían que mi “gente” fuese así.

Me adentre y me mescle entre ellos curioso a más no poder y con la mente abierta a presenciar lo más increíble. Sin poder evitar sentir un poco de temor por lo desconocido, a pesar de las indicaciones de mi “padrino” de que todo iría bien.
No pensar en los muertos…habían muchos muertos en mi pasado pero los que más sentía haber perdido eran mis padres. Más que nada por el tiempo que nos fue robado, había tantas cosas que no hicimos, ni siquiera pude despedirme de ellos, simplemente me arrebataron de su lado cuando ellos enfermaron sin que pudiese verles ni comprender que les había pasado. Pero no era el momento, había pasado ya muchísimo tiempo desde aquello. Ya no venia al cuento lamentarse, había crecido y me había convencido a mi mismo de que ya lo había superado, además…esperaba confiar en que sus almas ya descansaban muy lejos de todos los problemas de aquellos quienes aun vivimos o sobrevivimos entre los mortales.

Me acerque hacia una de las mujeres que allí estaban, ella tenía la cesta de flores que mi padrino menciono. Camine hacia ella y sonriendo cordial tome una de las flores blancas, la aloje en uno de los bolsillos de mi abrigo.
-Así que su padrino eh? Pregunto ella curiosa mirándome de arriba a abajo.
-Si...Nos vemos poco porque yo viajo mucho dije con mi propia inventiva…Estoy muy contento de haberme reencontrado con él. Hacia tantísimo tiempo que no le veía. Él es como un hijjj. Carraspee para intentar que no se notase la metedura de pata que había estado a punto de cometer.
-...Como un padre para mí. Así es…como un padre. Si me disculpa comente haciendo una seña de que me iba hacia donde estaba mi padrino. Me aleje intentando no reírme.
Me habría encantado tener un padrino como Amelhíon sin lugar a dudas.
Me situé cerca de él mientras parecía que poco a poco la sala comenzaba a inundarse de una especie de brisa. Era extraño pero ya parecía como si estuviese pasando algo en aquel lugar, Como si independientemente de los presentes, la sala ya estuviese llena. Aquella energía se podía palpar.
Llegaron más personas a la sala y se saludaron entre ellas, parecían de alguna forma una gran familia.

De pronto algunos de los miembros que parecian ser los mas sabios, o al menos los de mas cargo, se reunieron entre ellos en lo que parecía ser el centro de la habitación. Comentaron algunas cosas en voz baja, mientras mi mirada seguía atenta los pasos de Amelhíon.
Al parecer ya estaba todo listo e iban a comenzar. Seria Amelhíon el primero? O la sesión la realizarían todos ellos a la vez? Realmente no sabía que esperar.

Las paredes blanquecinas tenían las marcas de las manos de los niños que jugaban allí, según el Almirante Ross, aquellas marcas traían nuevos camino, en lo particular no eran más que habladurías, los niños deberían estar jugando, disfrutando su niñez, no estar en una sesión con viejos brujos.
En el medio nos encontramos las tres fuerzas: el mar, la tierra y el fuego...
- ¡ Zíngaro!...-saludé a mi compadre Vladimyro. Al mirarme sonrió de forma exagerada.

- ¡Viejo!...digo...Amelhíon ¡ qué alegría verte!.- me abrazó. Aún estando yo en mi cuerpo podía sentir el fuego que depegaba su espíritu. Así que resolvimos el gran misterio: Vladimyro llamaría al espíritu del fuego, el Almirante Ross a su espíritu de la tierra y yo al espíritu del mar, que había veces que se presentaba como una mujer. ¡ Fantástico!, pensé.
-¡ Cierren las bocazas!.- gritó el Almirante mientras se ponía su capa negra.- Capitán...usted primero...lo estábamos esperando.


A regañadientes asentí. Caminando lentamente fui hacia un cuartucho donde cambie mi ropa oscura por un pantalón y camisa blanca. Al salir todos estaban en una ronda. Mis compadres estaban a los dos extremos, por como se encontraba el viejo Ross seguiría él y luego el gitano.
Me acerqué con paso pausado hacia el medio del círculo, iluminado por las velas divisé entre la multitud a Jerarld, largué una carcajada y cerré mis ojos.

- La fuerza del mar...agresivo y pasivo...ángel y demonio presentáte a través de Amelhíon Do Crucerois...
Algo o Alguien me empujó de atrás, comencé a mecerme de un lado al otro, cada vez más rápido, me veía con una pollera azul, corset y cabello largo...¡Perfecto vino ella!, pensé sarcásticamente.
En el círculo, me senté cerca de cuatro velas, sin querer comencé a llorar desconsoladamente, era el espíritu del mar, una mujer que se había arrojado a el, desde que era niño ella me cuidaba como si fuera mi propia madre.

Me levanté, me volvieron a poner la capa azul sobre mis hombros.
- Muchas gracias.- murmuré con voz femenina.- Hijo...sigues tú.- coloqué mi mano en el hombro del Almirante, que luego de un suspiro comenzó a entrar en el círculo.
- ¿ Dónde está el joven desconocido?...- dije con una sonrisa.

Spoiler:

Observe curioso y atento como una brisa fuerte parecía inundar toda aquella estancia. A pesar de que todo estaba cerrado y nadie se movía de forma brusca para crear ningún tipo de corriente de aire.
Los brujos se reunieron un momento y después se dispersaron por la habitación, cambiando sus gestos, sus pasos y sus miradas.
De pronto los brujos comenzaron a moverse y a hablar con voces distintas, diciendo cosas que no eran propias de ellos. Definitivamente embargados por seres ajenos.
Amelhíon comenzó a caminar con un extraño contoneo, hablando con una voz más suave de la que era su habitual voz grave y varonil.
El desconocido?....oh no…No podía ser cierto. Mire a todos lados contemplando a los presentes…y ellos me miraron a mí. No podía hacerme el indiferente, no había nadie más allí que fuese "el desconocido".

-Oh dios mío…susurre. No sé si me hacia precisamente mucha ilusión ver a mi padrino acercarse a mí con ese contoneo.
No es que el no me pareciese un hombre atractivo, pero es que estábamos en una habitación llena de gente! Y yo le había conocido de pequeño! Era como el hijo revoltoso que siempre quise tener! Me mordí los labios nervioso angustiado y procurando que no me entrase risa. Cuando me sentía incomodo a veces me ponía a reír a carcajadas como si fuese un demente.
Aun así decidí hacer caso a sus consejos, tener la mente abierta, no temer a lo desconocido y no pensar en los muertos.
La flor blanca me parecía que seguía en mi bolsillo aunque no lo tenía del todo claro, en este momento me intrigaban mas los ojos de mi crecido amigo, que parecían ser muy diferentes a los que él tenía normalmente.
Así que decidí hablar con aquel ente que parecía mostrarse interesado en mí.

…Soy yo…Estoy aquí querida…Por que se interesa usted en este humilde invitado?...
No he venido con intensión de importunar a nadie…
Amelhíon se acerco y me observo como intentando leer algo que solo él podía ver.
Si me estaba leyendo el alma, iba a tardar un rato en acabar. Más de doscientos años dan para muchas trastadas.
Me quede quieto mientras él caminaba paseándose a mi alrededor, palpándose el mentón, como si estuviese curioso, como si pensase en que hacer conmigo mientras yo pensaba…
-Por lo que más quieras Jerarld…mantén la compostura…no te muevas, no te pongas nervioso, por lo que mas quieras no te rías…. Ahora no es Amelhíon, ahora es una dama…

Spoiler:

Mientras Jerarld se acercaba a "nosotros", una mujer de aspecto avinagrado ayudaba a la mujer que había llegado en mi cuerpo poniéndole una gran pollera azulada. Me sentía un completo inútil, pero sabía que era para ella y no dejaría que yo volviera vestido de aquella forma.

Me volví a sentar en el suelo, ésta vez cubierto por semejante vestimenta. Miré como se acercaba el joven-anciano, abriéndose paso entre la multitud asombrada, con paso indeciso. De forma brusca me levanté, provocando llamaradas en las velas, todos los presentes dieron un paso hacia atrás mientras pasaba.

- Mareia...- murmuró el espíritu del Amirante que estaba vestido de un color verde musgo, ambos dos se saludaron con la mirada.
- Terrem...- respondió Mareia con su voz arrasadora. Hizo una pequeña reverencia y luego se volvió hacia Jerarld.- Mi querido niño... no importunás a nadie... quiero probar una cosa...¿ Serías capaz de entrar en el círculo para poder ayudarme en lo que necesite?...- Terrem fue dando brincos otra vez al círculo, había llegado el espíritu Brass, el del fuego. Mareia se inclinó hacia delante.

La puerta comenzó a retumbar, como si alguien estuviera golpeando. Un hombre anciano la fue a abrir. Ahogó un grito.
-¡ Se está levantando el mar!...-gritó una vez de vuelta. Todos miraron a Mareia, ella volvió moviéndose como las olas, sólo esperaba que mi amigo no tuviera inconvenientes.

- Mis queridos compañeros...el mar siempre me acompaña a donde voy... porque soy el mar personificado...- De acuerdo, de todos los espíritus que llegaban en mí ella era la más soberbia y vanidosa, era comprensible, había fallecido muy joven, la vida la había golpeado muy fuerte pero no tanto como para borrar su verdadero ser. En lo personal le agredecía que estuviera conmigo, pero había veces que ni yo, que era el que le prestaba mi cuerpo, la podía controlar.

Más de una vez pensé en ser como Zaire, mi amigo difunto, con su creencia y aquella paz que transmite, pero yo ya estaba metido en la antigua magia hacía mucho tiempo como para cambiar mi desarrollo mediúmnico, no podía estar en una religión... tenía que seguir con el espiritismo, en fin, aquello era una decisión ya tomada hacía mucho tiempo.

Camine entre las personas que allí había y me asombre un poco al ver como las llamaradas de las velas crecían sin previo aviso ante un solo movimiento brusco de Amelhíon.
Entre en aquel círculo despacio, sin saber muy bien qué es lo que ellos querían que yo hiciese.
Me extrañaba un poco que me quisieran a mí, tendrían curiosidad aquellos entes porque yo no tuviese alma? O quizás por lo contrario? Porque aun tenía algo en mi interior? Fuese como fuese, había llegado de espectador y ahora iba a ser un miembro más de aquello a lo que no sabía muy bien cómo definir.
Eran fuerzas de la naturaleza juntos, fragmentos potentes de una esencia superior, allí desbordando su poder junto a mí, junto a un pobre inmortal!.
Me adentré en aquel circulo y observe como aquellos que presidian aquella ceremonia paseaban y me miraban caminando a mi alrededor, como si estuviesen reflexionando que hacer conmigo…

“…Los atormentados espíritus paseaban alrededor de aquel pobre desgraciado, intentando averiguar cuál sería su destino, mirando en el interior de sus ojos azules…en sus manos estaba decidir si escogerían la muerte o le darían otra oportunidad…”

Sonreí. A veces las ideas creativas se venían en los momentos menos inesperados. Pero así era como funcionaba. Definitivamente ya tenía una posible primera frase para mi siguiente relato…mmm si…muy seguramente algo de misterio, intriga y terror.
Invitaría a mi padrino a celebrarlo cuando pidiésemos, Ahora mismo, con su falda y su indumentaria, no me atrevía precisamente a invitarle a una copa. Después de todo sería una descortesía de mi parte para con la dama que ahora era.
Intente dejar mi mente en blanco, no pensar en nada. Pues no sabía si quizás mis pensamientos podrían causar alguna reacción en ellos.
Quería preguntar cosas, pero me mantuve callado, sería mejor esperar indicaciones. Los mismos presentes parecían algo extrañados, quizás dudosos de lo que pudiese pasar.
De pronto, por una extraña razón se me paso por la cabeza el nombre de Démian. Porque había pensado precisamente en aquel desalmado? Aquel era el nombre del que me dio la inmortalidad. Y no era más que un desgraciado que me había escogido como compañero. Un incordio y un asesino.
Él era uno de los peores monstruos de mi pasado, sus malas acciones eran conocidas en todo el viejo continente…Por ello había decidido acabar con él…Jamás le pude perdonar a lo que me había condenado; me engaño, me quito la vida, y se deleito conmigo asegurándose de que jamás pudiese envejecer ni tener seres queridos…
Saque instantáneamente ese pensamiento de mi cabeza, no deseaba que precisamente ese pudiese acercarse a nosotros, pero quizás solo el mínimo momento en que su nombre se había cruzado por mi mente, era suficiente para que mi padrino lo hubiese visto en mi mirada.
No me importaba que aquellos entes mirasen mis recuerdos, pero quizás sus reacciones no fuesen muy gratas al ver lo que había…Después de todo, había muchos monstruos en mi pasado, y no seria cortes por mi parte tener que presentarles justo ahora...

La mujer de pollera azul, aquella joven que se estaba ganando amigos como enemigos dijo lo que tanto ansiaba.
- Compañeros... me retiro... va a llegar un alma... pido el respeto necesaria.¡ Joven, todos tenemos demonios en nuestro ser, incluso recuerdo los mios en vida..!.- Al decir ésto, comenzó a danzar con " Terrem", con gestos a veces bruscos y otras veces suaves, como las ondas propias del mar, lentamente fue dando risotas, al parecer se estaba divirtiendo en su compañía.
Todo se volvió oscuro, no podía ver nada. Sabía que me estaba yendo al piso, como si me estuviera arrastrando, toda la gente gritaba, otras reían de puro nerviosismo, no entendía que era lo que pasaba.
-¡ Amelhíon!...- gritó una voz conocida.-¡ Mi Capitán!...- ¡ Zaire!, aquel alma era mi viejo amigo, el pobre había muerto de la forma más fría. Bajo el hacha de aquel vampiro gélido como el mismo hielo, cuyo nombre retumbaba ahora en mi cabeza... ¡Varg!.
Como si fuera a partir, le dejé mi cuerpo a mi amigo, necesitaba encontrar su luz y hoy sería su gran día.
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¿ Qué es aquel calor que siento?. ¿ Acaso...reviví?.
Abro mis ojos, no entiendo lo que pasa, veo a los compadres de mi viejo amigo Amelhíon pero no puedo verlo a él, ¿ Dónde está Capitán?. El Almirante Ross se acerca, me doy cuenta de que no es él sino un espíritu que se presenta con el nombre de Terrem, con mi cuerpo hago una reverencia.
¡ Esperen!, la capa de mi amigo cubre mis hombros. El espíritu del compadre Vladimyro se acerca a mí, no comprendo nada de lo que sucede, sólo el recuerdo de un filo fantasmal atravesando mi carne.
- El Señor Do Crucerois le dio paso, Zaire.
Aquellas palabras fueron un baldazo de agua frío. Mi amigo me había prestado su cuerpo para que me manifestara. Asentí, con mis ojos prestados largué unas cuantas odiosas lágrimas ¡ Los marineros no lloran!, ¡ Los marineros no lloran!... y entonces...¿ Por qué lloro?. Con una corta pero clara señal veo a alguien que me resulta familiar, Amelhíon me había mostrado fotos de él, era un amigo de su niñez, pero no había cambiado en nada.
- No me dejes solo...- dije sentándome rodeado de las velas. Allí me sentía iluminado, hacía mucho tiempo que no estaba cerca de algo con luz.

Spoiler:

Observe intentando entender lo que ocurría, como Amel se movía ágil por la sala. Danzando, caminando, como si estuviese algo confuso. Hasta que de pronto aquello que le invadía pareció dejarle un momento en paz. Dejando que su cuerpo cayese.
Me preocupe de él e intente acercarme pero algunos de ellos me hicieron señas de que me mantuviese en calma, que todo iba según lo normal.
Vale, todo podría ser común y corriente para ellos, pero yo veía a Amelhíon sentado en el suelo, agobiado y no me hacia precisamente ilusión verle así.
Sus ojos buscaron la luz y me encontraron a mí también.
Contemple aquellos ojos que me miraban, pero aquella mirada no era la de mi pequeño pero crecido amigo. Aquel no era él, su mirada era de alguna forma diferente. El brillo de sus ojos, los ojos del niño que yo conocí y que él seguía manteniendo aun ahora a sus años, no era el mismo.
Cuando escuche sus palabras haciendo alusión a dejarle solo me acerque veloz, abriéndome paso entre quienes estaban allí, ya sin importarme sus sugerencias. Situé una mano sobre su espalda y tome su brazo con la otra mano para ayudarle a reincorporarse.
-Amelhíon? Eres tu?...El negó con la cabeza y entonces lo entendí. Fuese quien fuese ahora mismo el que habitaba su cuerpo me conocía de algo y por eso me buscaba.
De pronto un nombre apareció en su mente con fuerza. Zaire, él era Zaire.
Las lágrimas que él derramaba denotaban un gran dolor. Intente escuchar en su mente para poder hacerme una idea de lo que él sentía, e instantáneamente comencé a sentirme mal también. Era como si de alguna forma pudiese sentir la agonía que sentía aquella alma, pude escuchar algunos de sus pensamientos, y había dolor en ellos, pero sobre todo soledad y tristeza por la forma que había tenido de marcharse….a manos de un vampiro. Aquello me sobrecogió un momento.
-Tranquilo, estoy aquí. Me quedare contigo…Soy Jerarld…Soy Amigo de Amelhíon…No me moveré de aquí...dije intentando que mis palabras le serenasen haciendo uso mínimo del control mental. Solo para que él se calmase, no para que se aturdiese ni perdiese sus facultades en ningún momento.
Sabía que mi abrazo podría hacerle entender que yo en realidad también era un vampiro, y quizás aquello le trastocaría. Pero tenía que hacerle entender que yo no era como aquellos desalmados, yo aun respetaba la vida humana y me negaba a dañarla si podía evitarlo.
Abrace a aquel hombre, mientras este se hallaba recogido sobre sí mismo. Como intentando serenarse para poder ver con claridad lo que ocurría a su alrededor.
Acaricie la cabeza de aquel hombre mientras intentaba darle calma, como si aun fuese el pequeño Amel recibiendo mi abrazo.
La calidez de su cuerpo contrastaba mucho con la frialdad de mis manos, pero no podía hacer nada por evitarlo.
Decidí hablarle mentalmente, ya que así el resto no podría escucharnos. Después de todo, nadie sabía quién era yo en realidad y podría ser perjudicial ser sinceros precisamente ahora.
Comencé a susurrar en su mente con calma, intentando que me escuchase.
-Escúchame…Zaire…No voy a hacerte daño, pero tienes que entender que soy un inmortal…
Aquel hombre se quedo rígido un instante y me contemplo. Mire sus profundos ojos en silencio. Aun teniéndole agarrado por la espalda.
-No voy a dañarte, ni tampoco a Amelhíon el es mi amigo…Bueno, es aun más que eso, él es como un hijo…antes preferiría morir otra vez que hacer algo que pudiese dañarle…no soy de aquellos que no os respetan…Dime que tienes que decir, dime si tienes un mensaje para los que están aquí…y descansa de una vez… Amelhíon tiene que volver…
Aquel hombre me contemplo en silencio y yo también le observe serio mientras el resto nos rodeaba y las llamas de las velas ondeaban con fuerza, agitándose y creciendo ante las presencias que allí se hallaban.
Pero solo habia una preocupacion en mi mente, yo lo unico que deseaba que Amel volviese de donde estuviese y lo hiciese sin problemas, ya que nada me aseguraba que Zaire no quisiese abandonar su cuerpo, nada nos aseguraba que él no quisiese marcharse mas...

Spoiler:

Cuando mi corazón lo llamó me encontraba en presencia de todas aquellas personas, con el cuerpo de mi compadre, su capa azul y su fuerza.
El joven amigo de Amelhíon estaba preocupado por el paradero de su amigo, sin contar que yo también lo estaba. ¡ Era un inmortal!, me paralicé, ¿ Me salvaría un inmortal?, Terrem, el espíritu del Almirante llegó hasta nosotros.
- Alma bendita, ¡cálmese!.- su voz se parecía a un rugido, fue entonces que traté de destrozar los prejuicios que mi propia muerte había causado.
Me abracé, no quería irme pero era necesario.
- Ayúdame... ayúdame a darme mi luz...por favor...- seguía llorando, las mujeres del lugar traían consigo una canasta de rosas blancas, velas blancas y una capa tan blanca como la sal del mar.- Yo te guiaré para que me ayudas...No dañaría a mi amigo...¡Jamás!.- protesté ante aquellas palabras.

Escuche a Zaire, sus palabras atormentadas y aun llenas de dolor me inquietaron.
Yo? que iba a hacer yo? En aquel momento contemple a todos los presentes, algunos se acercaban hacia nosotros con las flores y el manto blanco. Muchos seguían en calma, como si eso fuese lo que tenía que pasar, pero algunos otros se miraban entre ellos, quizás analizando lo que ocurría, o analizándome a mí, después de todo seguía siendo un intruso.

Aquel hombre, que no dejaba de ser el cuerpo de Amelhíon Giovannis, el pequeño que yo conocí, estaba realmente mal. Aquel que ocupaba su cuerpo le hacía mal.
Su dolor era notable y sobrecogedor porque podía sentirlo, podía verlo en su mente, y casi palparlo como si fuese algo material. Pero aun así no podía evitar temer por el dueño de ese cuerpo.

Si Zaire era quien me acompañaba, donde estaba Amel? Donde!? Me preocupaba que las tinieblas no le dejasen volver, que el camino se enturbiase, pero quite esos pensamientos de mi mente. Después de todo, sus mismas palabras me habían dicho que no temiese a lo desconocido…pero aun así, notaba esa angustia.
Sin embargo caí en sus palabras, así que no tarde en ponerme delante de él, que seguía sentado abrazándose a si mismo, turbado por sus recuerdos, mientras fruncía el ceño cerrando los ojos, como si quisiera despertar de una pesadilla.
Le tome por los hombros con firmeza, intentando que me mirase, que me escuchase, que supiese que estaba allí.

-Zaire como puedo ayudarte!? Pregunte. Dímelo! Estoy aquí, estoy contigo!…
Sus ojos dirigieron la mirada hacia mí, mientras yo aun sosteniéndole de los hombros le contemplaba intentando entender…

-Dime que tengo que hacer…
No tenía claro que estaba ocurriendo ni como podía yo ayudarle, pero empezaba a hacerme una idea, y no estaba del todo seguro de si yo era el adecuado para ayudarle a encontrar el camino, asi que susurre en su mente.

-Soy un ser de las sombras Zaire…Fue alguien como yo quien te hizo esto…Estas seguro de que soy yo quien puede ayudarte?
Me preocupaba que mi condición afectase en este preciso momento. Después de todo se suponía que mi raza era una raza de seres sin alma ni corazón…Como iba a poder un desalmado ayudar a alguien a encontrar la luz?
Aquella era una pregunta que yo me había hecho hacía muchísimo tiempo y cuya respuesta aun no sabía definir del todo. Existía aun la luz para nosotros?
Definitivamente esta noche entre brujos me estaba enseñando muchísimo, quizás mucho más que todos estos años dando vueltas por el mundo…
De pronto una fuerte brisa se movió dentro del circulo, agitando los cabellos de los allí presentes.
Mire a todos lados, intentando entender de donde venia, pero estaba claro que aquello tampoco tenía una respuesta racional. Ya me iba haciendo una idea.
Pero me basto para entender que ya daba igual quien yo fuese, solo contarían mis acciones, y esta noche no pensaba defraudar a Amel.

-Hazlo Zaire. Haz lo que tienes que hacer. Yo estoy aquí. Yo te ayudare…guíame.
Solté sus hombros y me quede sentado de rodillas delante de él, dispuesto a hacer lo que hiciese falta para que Amel volviese.
Sin saber si aquello me costaría un precio que quizás no pudiese pagar…

Spoiler:

…Algo muy extraño estaba pasando allí entre los dos, se notaba el movimiento, había una extraña brisa, la energía inundaba el aire y me dejaba cada vez mas consternado.
Para alguien como yo, que no estaba acostumbrado a todo ese poder junto y congregado entre ellos, aquello era simplemente fascinante, y también en cierta forma, sobrecogedor.
Los allí presentes, se movían, sabiendo que hacer, sabiendo perfectamente y casi con coordinación a dónde dirigirse, sabiendo lo que ocurriría y aun así, mostrando sorpresa, porque era más que seguro que cada reunión era totalmente diferente de las demás…
Escuche las palabras de Zaire. Sus movimientos y su mirada concentrada mostraba que veía cosas que no estaban allí delante de él.
Era el momento, él tenía que partir. Por fin volvería mi querido Amel, pero aun así oír sus palabras me alarmó.
-Sangre???....La sangre siempre era un riesgo, un profundo riesgo y yo lo sabía.
Podía controlarme, podía contenerme, llevaba muchos años aprendiendo a dominarme, pero aun así, todo esto era algo que preocupaba, me preocupaba no ser dueño de mis actos porque sabía que en mi interior había una monstruo salvaje y sediento que no pararía hasta obtener lo que deseaba.
Y yo tenía que mantener esa verdadera forma lo mas encerrada en mi interior que pudiese. O traería mas desgracias aun a todos los que me rodeaban.
Una de aquellas damas, una chica joven de largos cabellos oscuros y rizados se acerco a mí con una preciosa daga con la empuñadura dorada, labrada con decorados que se enredaban entre sí en los pentagramas y demás símbolos místicos.
Por mi otro costado una mujer mas mayor, con largos cabellos oscuros también, se acerco con la cesta de rosas blancas…
Tome ambos objetos y me quede allí delante de Zaire, aun arrodillado delante de él.
Deje la rosa sobre mis piernas y contemple la afilada daga, analizándola.
Mire a Zaire, su mirada se perdía por momentos, quizás vislumbrando cosas que yo jamás podría descubrir, su cuerpo se movía a la vez, sintiendo esa fuerza abrumadora que le envolvía y que quizás ya le empezaba a exigir que saliese de ese cuerpo.
-Zaire…Estoy listo. Él me contempló a través de los ojos de mi buen amigo. Su semblante serio denotaba cierta paz, como si poco a poco comenzara a encontrar lo que buscaba.
Sin embargo la sangre era algo con lo que no quería jugar…y sabia que quizás interrumpiría aquello si hacia lo que tenía en mente, pero tenía que intentarlo, mi buen amigo me dijo que no tuviese miedo de lo desconocido, y ahora mi instinto me decía que debía continuar. Aunque errase en mi elección.
-Zaire…Contemplé la daga un momento, midiendo mis palabras frente a él... Me has dicho que necesitas la sangre de Amelhíon….pero su sangre es demasiado valiosa para ser derramada.
Subí la mirada y contemplé sus ojos un instante, con seriedad.
Por eso es mejor…que te dé la mía. Dije tomando la daga, deslizándola con rapidez por la palma de mi mano, apreciando como las gotas comenzaban a manar rojas, brillantes y oscuras por mi pálida piel.
Apreté mi mano con la suya, como si fuese un saludo repentino, sintiendo como las gotas se deslizaban por mi muñeca y por la palma de su mano. Como si se tratase de un extraño pacto.
Tenía que darme prisa, porque aquel corte se cerraría pronto, y todos habían visto como me lo hacía, era más que posible que tuviese que salir pronto de allí o descubrirían que me cure y que no era un ser del todo “natural”…
Entregue la blanca flor y él la tomo apretándola entre sus dedos, formando un puño.
Su cuerpo se mostraba tenso, cerró los ojos frunciendo el ceño.
Quizás había sido una osadía por mi parte ofrecer mi propia sangre, pero por algún extraño motivo, no me arrepentía.
En ese instante algo extraño ocurrió, y es que una enorme ventisca azoto a todos los presentes, haciendo que todos murmurasen en voz alta y se sobrecogiesen. Mientras yo aun tenia la mano de mi amigo tomada entre la mía, sintiendo como sus movimientos pasaban de la calma a los estremecimientos, tome su hombro intentando estabilizarle, pero era algo mucho mayor lo que le movía.
En aquel instante fugaz, todas las velas de la estancia se apagaron a la vez, sumiendo la habitación en la más profunda oscuridad…