AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
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La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
Camelias Vinn
Realmente la llegada de Arley a París no tenía ningún propósito. Sabía que Audrey estaba en la ciudad de las luces, así como también Scott. Conocía los intereses de ambos y no le importaba en lo más mínimo. Si era cierto que el anuncio de Camile había sido un duro golpe para los Nottinghams y Yorkshires. Esa decisión no lo había afectado realmente. De hecho, no comprendía del todo como podía haber alterado de esa forma a Scott o inclusive a su hermana. Arley era un genio pero en las relaciones interpersonales era un glaciar. Y con respecto a su maldad él no era del todo consciente que tan profunda era, empero, sabía de su existencia.
Pasó de medio día cuando entró a una vinatería de la zona comercial de París. Era la primera vez que visitaba el lugar, normalmente se andaba por el teatro, los museos u otros lugares, no era de los que tomaran pero su hermana lo había mandado a ahí. Hilary era una de las pocas personas que le despertaban el interés y eso se debía a que era una bruja y él lo sabía. Además, también tenía la noción que ella de alguna forma lo utilizaba y sarcásticamente ella también sabía que él lo sabía. Un círculo de hipocresía en la que ambos ganaban. Entonces, bajo encargo de Hilary él entró ahí, con el conocimiento de que conocería alguien que cambiaría su vida o al menos así lo mencionó Hilary, aunque como lo hicieran en su tiempo las pitonisas, su hermana no ondeaba en los detalles y ni siquiera era clara.
Como sea, ya en el interior se dio un par de vueltas por las cavas. No era un conocedor de vinos ni mucho menos pero fingía tener realmente interés. Debes en cuando contemplaba a la clientela que de hecho no era mucha y volvía a contemplar todo. Era paciente, él no tenía que buscar a la persona ella o él llegarían con Arley y sólo tenía que desenvolverse de la manera en la que creyera conveniente aunque no esperaba realmente nada a cambio. Después de recorrer todas las cavas, regresó a la expuestas al fondo y que presumían de ser las más costosas. Aunque el lugar estaba repleto de vinos italianos, aquellos guardados en la cava que contemplaba de frente eran distintos físicamente al resto, como si fueran de otra nacionalidad que no anunciaban.
Arley dio pasos lánguidos y sacó una de las botellas. La observó con minuciosidad, palpó el tacto de la etiqueta, la botella, el corcho, el vino que se movía con armonía al movimiento de las manos hábiles de Arley, como si se tratara realmente de un conocedor. Colocó nuevamente la botella en su lugar y sacó otra. La textura de la etiqueta era distinta, era como aterciopelada y el corcho era negro, le pareció que el vino era espeso y aunque pudo interesarle, simplemente no lo hizo y dejó la botella rápidamente; luego, sacó su reloj de bolsillo, se había aburrido, echó un nuevo vistazo al local y no encontró a nadie que pudiera interesarle así que mejor tomó la decisión de ir a la salida.
Pero cuando tomó el picaporte con firmeza, no salió, pensó nuevamente en las palabras de su hermana y se dio media vuelta. —Te llevaré un vino Hilary— refunfuñó y volvió a entrar, quizás ese no era el día en el que conocería a la persona que cambiaría su vida, o estaba en el lugar equivocado pero estaba dispuesto a esperar un poco más, él o ella llegarían, tenían que...
Pasó de medio día cuando entró a una vinatería de la zona comercial de París. Era la primera vez que visitaba el lugar, normalmente se andaba por el teatro, los museos u otros lugares, no era de los que tomaran pero su hermana lo había mandado a ahí. Hilary era una de las pocas personas que le despertaban el interés y eso se debía a que era una bruja y él lo sabía. Además, también tenía la noción que ella de alguna forma lo utilizaba y sarcásticamente ella también sabía que él lo sabía. Un círculo de hipocresía en la que ambos ganaban. Entonces, bajo encargo de Hilary él entró ahí, con el conocimiento de que conocería alguien que cambiaría su vida o al menos así lo mencionó Hilary, aunque como lo hicieran en su tiempo las pitonisas, su hermana no ondeaba en los detalles y ni siquiera era clara.
Como sea, ya en el interior se dio un par de vueltas por las cavas. No era un conocedor de vinos ni mucho menos pero fingía tener realmente interés. Debes en cuando contemplaba a la clientela que de hecho no era mucha y volvía a contemplar todo. Era paciente, él no tenía que buscar a la persona ella o él llegarían con Arley y sólo tenía que desenvolverse de la manera en la que creyera conveniente aunque no esperaba realmente nada a cambio. Después de recorrer todas las cavas, regresó a la expuestas al fondo y que presumían de ser las más costosas. Aunque el lugar estaba repleto de vinos italianos, aquellos guardados en la cava que contemplaba de frente eran distintos físicamente al resto, como si fueran de otra nacionalidad que no anunciaban.
Arley dio pasos lánguidos y sacó una de las botellas. La observó con minuciosidad, palpó el tacto de la etiqueta, la botella, el corcho, el vino que se movía con armonía al movimiento de las manos hábiles de Arley, como si se tratara realmente de un conocedor. Colocó nuevamente la botella en su lugar y sacó otra. La textura de la etiqueta era distinta, era como aterciopelada y el corcho era negro, le pareció que el vino era espeso y aunque pudo interesarle, simplemente no lo hizo y dejó la botella rápidamente; luego, sacó su reloj de bolsillo, se había aburrido, echó un nuevo vistazo al local y no encontró a nadie que pudiera interesarle así que mejor tomó la decisión de ir a la salida.
Pero cuando tomó el picaporte con firmeza, no salió, pensó nuevamente en las palabras de su hermana y se dio media vuelta. —Te llevaré un vino Hilary— refunfuñó y volvió a entrar, quizás ese no era el día en el que conocería a la persona que cambiaría su vida, o estaba en el lugar equivocado pero estaba dispuesto a esperar un poco más, él o ella llegarían, tenían que...
Arley White- Humano Clase Alta
- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 22/03/2014
Localización : Yorkshire
Re: La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
Rowena salió a temprana hora de la mañana de su castillo imperial y no había vuelto allí desde entonces. Los fatigados días últimamente los vivía así en su cotidiano. Ser duquesa a tan temprana edad le significaba una responsabilidad enorme, aún más cuando el dedo juzgador de su abuelo la punzaba a su espalda a cada tanto a la espera de verla fallar para mandarla al olvido. Bien sabido y asumido tenía que era el títere de su abuelo, la muñeca vacía que debe dejarse mover por las cuerdas que su dueño maneja.
Ése día lo inició en la oficina de Monsieur Lumia, tanto abuelo como nieta repasaron los planos de los cambios arquitectónicos del castillo Lumia. A su abuelo le habían entrado ganas de hacer una renovación en el diseño de la casa Lumia.
Rowena meditaba sobre el diseño del castillo mientras se dedicaba a atender los asuntos reales que le conferían. Repasaba mentalmente la reparación del puente que permitía a los Lumia atravesar el pequeño estanque artificial que sus ancestros habían construido como atractivo del hogar. Lo que le había gustado mucho, lo recordaba manifiestamente, era la metamorfosis de la torre cuadrada al capitel octagonal. Pensó mucho en esa torre en especial, muchos recuerdos de infancia se albergaban en su corazón. Casi no quería tocarla, que no cambiasen nada en absoluto de su arquitectura. Pero, debía aceptarlo, un cambio de imagen era más que necesario para el castillo Lumia. Además aquella distracción le ayudaba a despejar la mente del recuerdo de su hermano desaparecido.
Después de una caótica tarde de reuniones y protocolos administrando su rol de duquesa, uno que otro trabajo para la inquisición y una cita con el doctor Loffrey, Rowena tuvo deseos de pasear por el área comercial de Paris. Algo que le gustaba mucho era ir por afuera de las tiendas mirando las vitrinas y maravillándose con los nuevos productos que llegaban de distintas partes del reino y Europa.
Lo peculiar de su rutina fue dirigir sus pasos hasta la vinería en vez de las tiendas que solía frecuentar. Quizá queriendo evadir o, de algún modo, romper con lo repetitivo. Giró el picaporte de la puerta y la campanilla anunció su ingreso en el lugar. Al dar un rápido vistazo vio a pocas personas dentro de la vinería. En su mayoría señores bien vestidos los cuales notoriamente venían de alta alcurnia.
La joven de cabellos escandinavos se sintió, repentinamente, estúpida y fuera de lugar. Siempre y sin variación alguna eran sus empleados los que se encargaban de ir a comprar los víveres para saciar los gustos de sus señores Lumia. Pero ya estaba allí y pensó aprovechar el viaje para llevarle un buen vino a su abuelo de manera personalizada.
Se movió con pasos prudentes y sumamente silenciosos entre las bodegas de la vinería. Aquellos armarios de madera que expedían un aroma que se mezclaba con el amargo del vino. Sacó la primera botella, un château Lafite Rothschild, vino Burdeos de Médoc. Su abuelo años atrás estuvo en esas regiones por lo que seguramente gustaría de tan fino brebaje. Tal vez llevaría ese, más aún al poner especial atención en su fecha de elaboración. Pero quizá era mejor optar por algo nuevo, tal vez un Massandra venido directamente desde Ucrania.
Rowena se quedó estática mirando la primera botella seleccionada. Su expresión vacía varió a una ligeramente asqueada. Ya veía a su abuelo, bufándose de sus gustos y restregándole en la cara lo inservible que era ella. Volvió a meter la botella en su lugar correspondiente.
Prefirió adentrarse más en la vinería para ver que encontraba más a sus interiores. Fue entonces que notó la presencia de un joven que captó su atención. A diferencia de los demás presentes, la mayoría hombres que rondaban los cuarenta años de edad, él era notoriamente más joven. Quizá estaba en su primera veintena. La gélida dama dirigió sus pasos hacia aquel joven, no sabía exactamente el motivo que la impulsó a ir restando la distancia entre ambos pero allí estaba a poca distancia. Tal vez él era mejor conocedor de vinos, una opinión de otra persona nunca estaba demás. Pero, de la nada, frenó sus pasos y simuló sacar una botella al azar. No quería importunar al joven quien seguramente tenía mejores cosas que hacer que aconsejar a una chica sobre vinos… Por lo demás, no quería verse como una completa ignorante.
La botella era liviana y su contenido era espeso en contraste. Su etiqueta blanca detallaba el año de la cosecha y su etiqueta era roja. Un Vega Siciliana, un vino español. Su abuelo despreciaba a los españoles por antiguas rencillas con familias provenientes de esos lados del mundo. Deseó llevarle ese para que se intoxicara en su mísera discordia.
Estaba decidida. Tomó con firmeza la botella del gollete de esta con una mano y con la otra de la parte baja de la misma. Su minuto de maldad fue tan efímero como un amor de verano pues nada más voltearse para buscar al encargado para pagarle por el vino vio, entre los barriles de la vinería, la silueta que venía atormentándola de hace un tiempo. Estaba segura que vio a su hermano allí, pero no era él… Era una versión empalidecía y macabra de él. La impresión le hizo soltar la botella la cual, a penas impactar con el suelo, se hizo añicos en el mismo esparciendo el costoso líquido por todo el lugar dejando una mancha rojiza por el vino y brillosa por los vidrios de la botella. Los bordes y un poco más arriba de su celeste vestido se mancharon en aquel rojo obscuro. Oh, y el chillido que la pobre botella dio al romperse en mil delató su vergonzosa situación ante todos los testigos de la vinería.
-Lo pagaré.- Dijo prontamente con tono serio cuando el encargado llegó a su lado. Jamás era torpe, ¿Qué le estaba pasando últimamente? –Pagaré por él y por una botella…De château Lafite Rothschild.- Tuvo que resignarse a olvidar su pequeña maldad. Miró a aquel joven que antes había llamado su atención. Por suerte la mancha de vino no lo alcanzó y de ser así su bochorno no tendría límites. –Disculpe, señor.-
Fue cuando cayó de cuentas que en su mano derecha tenía el gollete de la botella aún. Al parecer esta no se había quebrado en un gesto torpe de su parte al dejarla caer sino más bien había ejercido tanta presión en la botella que el gollete se había quebrado como un débil cuello de gallina. Dejo el inservible gollete de vidrio en un armario y se dio la vuelta para mirarse su mano de la cual la sangre comenzó a emanar rápidamente. Sólo debía quitar esa molestia, esa pequeña molestia en el centro de la palma. Con cuidado tomó el borde del vidrio clavado en su mano y lo quitó con precaución.
-¡Le traeré una venda, señorita!- El encargado dijo alarmado.
-No. Haga la venta cuanto antes. Estoy atrasada.- Rowena se observó con indiferencia la herida en su mano. Quería salir cuanto antes de ese lugar. Ella, la duquesa de Francia, la única heredera de la fortuna Lumia, allí de pie con un traje sucio por el vino como si de una ebria se tratase y un corte en la mano como cualquier estúpida. Esperaba que nadie le llegara con rumores a su abuelo sobre su torpeza repentina. Miró de reojo al joven, aquel rubio de más allá. No lo había visto antes y era consciente que no conocía a todos los franceses de París pero algo le decía que no era de Francia.
Ése día lo inició en la oficina de Monsieur Lumia, tanto abuelo como nieta repasaron los planos de los cambios arquitectónicos del castillo Lumia. A su abuelo le habían entrado ganas de hacer una renovación en el diseño de la casa Lumia.
Rowena meditaba sobre el diseño del castillo mientras se dedicaba a atender los asuntos reales que le conferían. Repasaba mentalmente la reparación del puente que permitía a los Lumia atravesar el pequeño estanque artificial que sus ancestros habían construido como atractivo del hogar. Lo que le había gustado mucho, lo recordaba manifiestamente, era la metamorfosis de la torre cuadrada al capitel octagonal. Pensó mucho en esa torre en especial, muchos recuerdos de infancia se albergaban en su corazón. Casi no quería tocarla, que no cambiasen nada en absoluto de su arquitectura. Pero, debía aceptarlo, un cambio de imagen era más que necesario para el castillo Lumia. Además aquella distracción le ayudaba a despejar la mente del recuerdo de su hermano desaparecido.
Después de una caótica tarde de reuniones y protocolos administrando su rol de duquesa, uno que otro trabajo para la inquisición y una cita con el doctor Loffrey, Rowena tuvo deseos de pasear por el área comercial de Paris. Algo que le gustaba mucho era ir por afuera de las tiendas mirando las vitrinas y maravillándose con los nuevos productos que llegaban de distintas partes del reino y Europa.
Lo peculiar de su rutina fue dirigir sus pasos hasta la vinería en vez de las tiendas que solía frecuentar. Quizá queriendo evadir o, de algún modo, romper con lo repetitivo. Giró el picaporte de la puerta y la campanilla anunció su ingreso en el lugar. Al dar un rápido vistazo vio a pocas personas dentro de la vinería. En su mayoría señores bien vestidos los cuales notoriamente venían de alta alcurnia.
La joven de cabellos escandinavos se sintió, repentinamente, estúpida y fuera de lugar. Siempre y sin variación alguna eran sus empleados los que se encargaban de ir a comprar los víveres para saciar los gustos de sus señores Lumia. Pero ya estaba allí y pensó aprovechar el viaje para llevarle un buen vino a su abuelo de manera personalizada.
Se movió con pasos prudentes y sumamente silenciosos entre las bodegas de la vinería. Aquellos armarios de madera que expedían un aroma que se mezclaba con el amargo del vino. Sacó la primera botella, un château Lafite Rothschild, vino Burdeos de Médoc. Su abuelo años atrás estuvo en esas regiones por lo que seguramente gustaría de tan fino brebaje. Tal vez llevaría ese, más aún al poner especial atención en su fecha de elaboración. Pero quizá era mejor optar por algo nuevo, tal vez un Massandra venido directamente desde Ucrania.
Rowena se quedó estática mirando la primera botella seleccionada. Su expresión vacía varió a una ligeramente asqueada. Ya veía a su abuelo, bufándose de sus gustos y restregándole en la cara lo inservible que era ella. Volvió a meter la botella en su lugar correspondiente.
Prefirió adentrarse más en la vinería para ver que encontraba más a sus interiores. Fue entonces que notó la presencia de un joven que captó su atención. A diferencia de los demás presentes, la mayoría hombres que rondaban los cuarenta años de edad, él era notoriamente más joven. Quizá estaba en su primera veintena. La gélida dama dirigió sus pasos hacia aquel joven, no sabía exactamente el motivo que la impulsó a ir restando la distancia entre ambos pero allí estaba a poca distancia. Tal vez él era mejor conocedor de vinos, una opinión de otra persona nunca estaba demás. Pero, de la nada, frenó sus pasos y simuló sacar una botella al azar. No quería importunar al joven quien seguramente tenía mejores cosas que hacer que aconsejar a una chica sobre vinos… Por lo demás, no quería verse como una completa ignorante.
La botella era liviana y su contenido era espeso en contraste. Su etiqueta blanca detallaba el año de la cosecha y su etiqueta era roja. Un Vega Siciliana, un vino español. Su abuelo despreciaba a los españoles por antiguas rencillas con familias provenientes de esos lados del mundo. Deseó llevarle ese para que se intoxicara en su mísera discordia.
Estaba decidida. Tomó con firmeza la botella del gollete de esta con una mano y con la otra de la parte baja de la misma. Su minuto de maldad fue tan efímero como un amor de verano pues nada más voltearse para buscar al encargado para pagarle por el vino vio, entre los barriles de la vinería, la silueta que venía atormentándola de hace un tiempo. Estaba segura que vio a su hermano allí, pero no era él… Era una versión empalidecía y macabra de él. La impresión le hizo soltar la botella la cual, a penas impactar con el suelo, se hizo añicos en el mismo esparciendo el costoso líquido por todo el lugar dejando una mancha rojiza por el vino y brillosa por los vidrios de la botella. Los bordes y un poco más arriba de su celeste vestido se mancharon en aquel rojo obscuro. Oh, y el chillido que la pobre botella dio al romperse en mil delató su vergonzosa situación ante todos los testigos de la vinería.
-Lo pagaré.- Dijo prontamente con tono serio cuando el encargado llegó a su lado. Jamás era torpe, ¿Qué le estaba pasando últimamente? –Pagaré por él y por una botella…De château Lafite Rothschild.- Tuvo que resignarse a olvidar su pequeña maldad. Miró a aquel joven que antes había llamado su atención. Por suerte la mancha de vino no lo alcanzó y de ser así su bochorno no tendría límites. –Disculpe, señor.-
Fue cuando cayó de cuentas que en su mano derecha tenía el gollete de la botella aún. Al parecer esta no se había quebrado en un gesto torpe de su parte al dejarla caer sino más bien había ejercido tanta presión en la botella que el gollete se había quebrado como un débil cuello de gallina. Dejo el inservible gollete de vidrio en un armario y se dio la vuelta para mirarse su mano de la cual la sangre comenzó a emanar rápidamente. Sólo debía quitar esa molestia, esa pequeña molestia en el centro de la palma. Con cuidado tomó el borde del vidrio clavado en su mano y lo quitó con precaución.
-¡Le traeré una venda, señorita!- El encargado dijo alarmado.
-No. Haga la venta cuanto antes. Estoy atrasada.- Rowena se observó con indiferencia la herida en su mano. Quería salir cuanto antes de ese lugar. Ella, la duquesa de Francia, la única heredera de la fortuna Lumia, allí de pie con un traje sucio por el vino como si de una ebria se tratase y un corte en la mano como cualquier estúpida. Esperaba que nadie le llegara con rumores a su abuelo sobre su torpeza repentina. Miró de reojo al joven, aquel rubio de más allá. No lo había visto antes y era consciente que no conocía a todos los franceses de París pero algo le decía que no era de Francia.
Rowena Lumia- Condenado/Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 10/03/2014
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
Había sido un error, no... Una verdadera perdida de tiempo. Y lo peor era que él no tenía la menor idea sobre vinos, además, Hilary no era una mujer que bebiera, así que de nada servía realmente llevarle o no una bebida embriagante. Como sea, lo único que deseaba en ese momento era tomar el vino más caro que viera e irse. Fue entonces cuando sucedió, a los pocos metros se escuchó el caer de una botella. Por un momento, no se molestó en voltear, peor entonces pensó en la posibilidad que la persona que debía conocer podría ser la causante de semejante torpeza, fue así que tomó la decisión de imitar a los presentes y dirigir su mirada a la autora del incidente.
Arley entrecerró ligeramente los ojos mientras que inclinaba a su derecha un poco la cabeza, como si eso le ayudara a verla mejor pero que en verdad era una manía de los Yorkshires. Sus cabellos fueron lo que le parecieron en una forma especial, interesante, después, sus labios y finalmente sus ojos. No fue necesario en mirarla de arriba a bajo para notar que su vestido estaba manchado de vino, Arley tenía un gran campo visual. Pero lo que si fue necesario, fue mirar a bajo para comprobar que ese despreciable líquido no lo haya alcanzado.
No lo había hecho, o al menos, no lo había salpicado. El espeso vino comenzaba a llegar hasta la punta de sus zapatos perfectamente lustrados cuando alzó su mirada para encarar la de ella. Sus ojos se quedaron fijos a los de él; lucía avergonzada y espantada; sin embargo, él no mudó de expresión, de hecho mantenía un semblante inexpresivo, de total indiferencia a su entorno, casi como desprecio que indudablemente le transmitió. Pero lo que era evidente era que ella no solamente le había dedicado una mirada en aquel momento, sino anteriormente, eso era lo que creía Arley y realmente no se equivocaba.
El joven de la casa de los Yorkshires caminó hasta ella, manteniendo su semblante frío. Sintió que conforme se acercaba, ella se sentía intimidada y aseguraba su idea de que ella lo había contemplado antes de que él siquiera lo hiciera con ella. Cuando llegó hasta ella no preguntó, tan sólo le cogió la mano, removió dos vidrios de su palma y luego, después de sacar el pañuelo de la casa de los Yorkshires, como el emblema de los Cisnes Negros, le hizo un nudo en la mano deteniendo de esa forma la hemorragia. Una vez que lo hizo alzó la mirada para verla a los ojos, sospechaba que era francesa, su francés era exquisito así que él tuvo que hablar en francés sabiendo que aunque no era malo en las lenguas, instintivamente (casi caprichosamente) marcaba el acento para hacerse notar extranjero.
—No creo que vaya atrasada señorita, más bien se siente avergonzada por el pequeño inconveniente, mas no debe de preocuparse— le dijo con sutileza, por supuesto, un gesto hipócrita ya que él no era para nada sutil. Y de esa misma forma hipócrita le sonrió casi coquetamente. —Le ruego me conceda un poco de su tiempo, yo pagaré la botella por usted y sí me lo permite reemplazaré el hermoso vestido que sufrió el lamentable accidente— continuó mirando a la espalda de ella, donde se encontraban mesas dispuestas para disgustar los vinos que ofrecía el sommelier. —Entonces... ¿Me acompaña?— le preguntó indicándole con la mano el camino que iban a tomar en el caso de que aceptara.
Arley entrecerró ligeramente los ojos mientras que inclinaba a su derecha un poco la cabeza, como si eso le ayudara a verla mejor pero que en verdad era una manía de los Yorkshires. Sus cabellos fueron lo que le parecieron en una forma especial, interesante, después, sus labios y finalmente sus ojos. No fue necesario en mirarla de arriba a bajo para notar que su vestido estaba manchado de vino, Arley tenía un gran campo visual. Pero lo que si fue necesario, fue mirar a bajo para comprobar que ese despreciable líquido no lo haya alcanzado.
No lo había hecho, o al menos, no lo había salpicado. El espeso vino comenzaba a llegar hasta la punta de sus zapatos perfectamente lustrados cuando alzó su mirada para encarar la de ella. Sus ojos se quedaron fijos a los de él; lucía avergonzada y espantada; sin embargo, él no mudó de expresión, de hecho mantenía un semblante inexpresivo, de total indiferencia a su entorno, casi como desprecio que indudablemente le transmitió. Pero lo que era evidente era que ella no solamente le había dedicado una mirada en aquel momento, sino anteriormente, eso era lo que creía Arley y realmente no se equivocaba.
El joven de la casa de los Yorkshires caminó hasta ella, manteniendo su semblante frío. Sintió que conforme se acercaba, ella se sentía intimidada y aseguraba su idea de que ella lo había contemplado antes de que él siquiera lo hiciera con ella. Cuando llegó hasta ella no preguntó, tan sólo le cogió la mano, removió dos vidrios de su palma y luego, después de sacar el pañuelo de la casa de los Yorkshires, como el emblema de los Cisnes Negros, le hizo un nudo en la mano deteniendo de esa forma la hemorragia. Una vez que lo hizo alzó la mirada para verla a los ojos, sospechaba que era francesa, su francés era exquisito así que él tuvo que hablar en francés sabiendo que aunque no era malo en las lenguas, instintivamente (casi caprichosamente) marcaba el acento para hacerse notar extranjero.
—No creo que vaya atrasada señorita, más bien se siente avergonzada por el pequeño inconveniente, mas no debe de preocuparse— le dijo con sutileza, por supuesto, un gesto hipócrita ya que él no era para nada sutil. Y de esa misma forma hipócrita le sonrió casi coquetamente. —Le ruego me conceda un poco de su tiempo, yo pagaré la botella por usted y sí me lo permite reemplazaré el hermoso vestido que sufrió el lamentable accidente— continuó mirando a la espalda de ella, donde se encontraban mesas dispuestas para disgustar los vinos que ofrecía el sommelier. —Entonces... ¿Me acompaña?— le preguntó indicándole con la mano el camino que iban a tomar en el caso de que aceptara.
Arley White- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/03/2014
Localización : Yorkshire
Re: La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
Esa mirada de abulia la cual su dueño era aquel joven de cabellos rubios le dejo por unos segundos en un ligero momento de incomodidad. Un trance extraño que prontamente agradeció pues la indiferencia podría reflejar que poco importaba su existencia en esos momentos y, deseando que así lo fuese, el acto bochornoso pasaría desapercibido más prontamente y olvidado en un abrir y cerrar de ojos. Ese pequeño detalle de pronto se volvió en la tranquilidad absoluta para la de cabellos color plata.
Pero el destino indicaba que ese no sería inmediatamente el fin de la situación. Rowena, quien deseaba a como lugar salir pronto de esa vinería, no pudo sino contemplar los ojos azules de aquel joven cuando se le aproximo. Transmitía una frialdad única, por un instante sintió que, en vez de estar viendo unos ojos azules, veía un tempano de hielo de alguno de los polos del globo terráqueo. Los nudos del cuello se le tensaron al entrar en cuentas que el de cabellos rubios no pasaría por al lado de ella ignorando su presencia sino más bien restaba la distancia entre ellos a cada paso. Y, fue entonces, que él tomó su mano y de ella extrajo los castigadores vidrios que aún yacían en ella como recuerdo punzante de su torpeza. La duquesa tuvo que contener su sorpresa la cual fue simulada detrás de sus ojos. Generalmente las personas no se le acercaban tanto. El joven tuvo el atento y gentil gesto de sacar un pañuelo y hacer un torniquete con el trozo de tela en su mano para evitar que la sangre siguiera fluyendo.
Ella bajó la mirada hasta su propia mano, observando el elegante pañuelo que ahora se teñía de rojo levemente. Pudo distinguir un emblema en el pañuelo, trató de ponerle más atención pero sintió la mirada del joven y, en efecto, al subir la de ella se encontró otra vez con sus ojos. Aquel desconocido le habló en un perfecto francés que incluía un acento de todos modos. ¿Ruso? No, ruso no… Los rusos solían marcar más ciertas letras. ¿Tal vez inglés?
Pero justamente fueron sus palabras las que le hicieron sentir un trago más amargo que cualquier vino Pinot que pudiesen vender en esa vinería. Era tan amargo el gusto en el paladar que le recordó aquella vez cuando era pequeña y tuvo un accidente en el interior de la torre en donde vivió su infancia enclaustro. En esa ocasión se rompió el labio y el sabor metálico de su propia sangre le sabía entre salado y, eso, metálico. Así de pronto se sintió cuando el que parecía ser un extranjero le descubrió en su mentira. Él sabía que Rowena había dicho aquello para largarse del lugar y su mentira no pasó desapercibida para el joven.
Aun así las siguientes palabras dichas por él la tranquilizaron paulatinamente. Le ofrecía pagar por la botella que ya no existía, incluso por el desventurado vestido que la lucían como la reina de la desfachatez. Era extraño que una persona fuese considerada con ella pues la mayoría de la gente la veían tan autosuficiente que no notaban incomodidades o necesidad de algo en ella. Siempre era ¨La que no le falta nada. A la que nada le pasa, nada le duele.¨
Por un momento dudó en aceptar. Porque ella le había incomodado primero, estaba segura de ello, por su torpe acto. Si bien algo captó su atención hacia él eso no quitaba que fuese un extraño, y sentía que no le correspondía hacerlo responsable de sus propias ineptitudes. El rostro de su abuelo se le vino en mente burlándose de ella y restregándole su idiotez por llegar en condiciones como esas a casa, con el vestido hecho un asco y con la mano cortada. Ese viejo canalla parecía que no tenía más hobbie que molestarla. Sabía que aceptar la haría sentirse culpable de importunar a aquel joven pero él le estaba dando una solución a su problema. Además debía aprovechar instancias de sociabilidad para ser una persona más… ¨Normal¨ y aquel joven se notaba como una persona interesante. Se veía culto, por tanto tendría tema de conversación.
-Agradezco su ofrecimiento.- Rowena sonrió ligeramente. –Pero no debe sentirse atado a pagar por mis errores. Francamente me ha ayudado bastante con este gesto de todo un caballero.- Miró por unos instantes su mano vendada antes de volver a mirarle a él. -Le concedo mi tiempo pues se lo debo al hacerlo testigo de tan ignominioso espectáculo. Estaré más que encantada de acompañarle, señor.-
De este modo se dejó dirigir por el joven. Fue entonces que prestó, por fin, la atención merecida al pañuelo en su mano una vez más. La insignia se le hacía familiar de algún modo, sentía que en alguna parte la había visto ya. “Cisnes negros” le vino de golpe a la mente como un tenue susurro al oído. Un importante imperio mercantil de renombre, un negocio próspero y familiar que tenía sus raíces en Inglaterra. Entonces, quizá, no estaba tan lejos de acertar que era inglés. Si no mal recordaba el apellido correspondiente a dicho negocio correspondía a White. ¿Era un White?
-Por cierto, me llamo Rowena… Lumia. Un gusto.- Le habló con su tono calmado. Después de toda tormenta siempre viene la calma. -
Pero el destino indicaba que ese no sería inmediatamente el fin de la situación. Rowena, quien deseaba a como lugar salir pronto de esa vinería, no pudo sino contemplar los ojos azules de aquel joven cuando se le aproximo. Transmitía una frialdad única, por un instante sintió que, en vez de estar viendo unos ojos azules, veía un tempano de hielo de alguno de los polos del globo terráqueo. Los nudos del cuello se le tensaron al entrar en cuentas que el de cabellos rubios no pasaría por al lado de ella ignorando su presencia sino más bien restaba la distancia entre ellos a cada paso. Y, fue entonces, que él tomó su mano y de ella extrajo los castigadores vidrios que aún yacían en ella como recuerdo punzante de su torpeza. La duquesa tuvo que contener su sorpresa la cual fue simulada detrás de sus ojos. Generalmente las personas no se le acercaban tanto. El joven tuvo el atento y gentil gesto de sacar un pañuelo y hacer un torniquete con el trozo de tela en su mano para evitar que la sangre siguiera fluyendo.
Ella bajó la mirada hasta su propia mano, observando el elegante pañuelo que ahora se teñía de rojo levemente. Pudo distinguir un emblema en el pañuelo, trató de ponerle más atención pero sintió la mirada del joven y, en efecto, al subir la de ella se encontró otra vez con sus ojos. Aquel desconocido le habló en un perfecto francés que incluía un acento de todos modos. ¿Ruso? No, ruso no… Los rusos solían marcar más ciertas letras. ¿Tal vez inglés?
Pero justamente fueron sus palabras las que le hicieron sentir un trago más amargo que cualquier vino Pinot que pudiesen vender en esa vinería. Era tan amargo el gusto en el paladar que le recordó aquella vez cuando era pequeña y tuvo un accidente en el interior de la torre en donde vivió su infancia enclaustro. En esa ocasión se rompió el labio y el sabor metálico de su propia sangre le sabía entre salado y, eso, metálico. Así de pronto se sintió cuando el que parecía ser un extranjero le descubrió en su mentira. Él sabía que Rowena había dicho aquello para largarse del lugar y su mentira no pasó desapercibida para el joven.
Aun así las siguientes palabras dichas por él la tranquilizaron paulatinamente. Le ofrecía pagar por la botella que ya no existía, incluso por el desventurado vestido que la lucían como la reina de la desfachatez. Era extraño que una persona fuese considerada con ella pues la mayoría de la gente la veían tan autosuficiente que no notaban incomodidades o necesidad de algo en ella. Siempre era ¨La que no le falta nada. A la que nada le pasa, nada le duele.¨
Por un momento dudó en aceptar. Porque ella le había incomodado primero, estaba segura de ello, por su torpe acto. Si bien algo captó su atención hacia él eso no quitaba que fuese un extraño, y sentía que no le correspondía hacerlo responsable de sus propias ineptitudes. El rostro de su abuelo se le vino en mente burlándose de ella y restregándole su idiotez por llegar en condiciones como esas a casa, con el vestido hecho un asco y con la mano cortada. Ese viejo canalla parecía que no tenía más hobbie que molestarla. Sabía que aceptar la haría sentirse culpable de importunar a aquel joven pero él le estaba dando una solución a su problema. Además debía aprovechar instancias de sociabilidad para ser una persona más… ¨Normal¨ y aquel joven se notaba como una persona interesante. Se veía culto, por tanto tendría tema de conversación.
-Agradezco su ofrecimiento.- Rowena sonrió ligeramente. –Pero no debe sentirse atado a pagar por mis errores. Francamente me ha ayudado bastante con este gesto de todo un caballero.- Miró por unos instantes su mano vendada antes de volver a mirarle a él. -Le concedo mi tiempo pues se lo debo al hacerlo testigo de tan ignominioso espectáculo. Estaré más que encantada de acompañarle, señor.-
De este modo se dejó dirigir por el joven. Fue entonces que prestó, por fin, la atención merecida al pañuelo en su mano una vez más. La insignia se le hacía familiar de algún modo, sentía que en alguna parte la había visto ya. “Cisnes negros” le vino de golpe a la mente como un tenue susurro al oído. Un importante imperio mercantil de renombre, un negocio próspero y familiar que tenía sus raíces en Inglaterra. Entonces, quizá, no estaba tan lejos de acertar que era inglés. Si no mal recordaba el apellido correspondiente a dicho negocio correspondía a White. ¿Era un White?
-Por cierto, me llamo Rowena… Lumia. Un gusto.- Le habló con su tono calmado. Después de toda tormenta siempre viene la calma. -
Rowena Lumia- Condenado/Hechicero/Realeza
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Re: La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
Extrañamente sintió más interés en ella, empero, no despertaba un sentimiento profundo de atracción o repulsión. Aunque admitía que los cabellos blancos eran una razón por la que él mostrara esa curiosidad. La acompañó muy de cerca, con sus brazos casi rozándose y pensó en las palabras de Rowena. Evidentemente no era cualquier mujer, la manera en la que caminaba y se expresaba le decían que era culta, posiblemente más grande que él e igualmente con una posición social atractiva para los White. Entonces decidió jugar el juego de Scott, a pesar de que los Yorkshires no manifestaban un interés en el poder económico, pensó que otra forma de fastidiar a los Nottinghams era precisamente pelear por rutas comerciales y poder político.
Pensar en lo que podría surgir a partir de conseguir poder político en Francia le hizo sonreír. Cabe precisar, que realmente no sentía satisfacción y posiblemente no lo sentiría, pero era un hecho que esas muestras de vileza indicaban que realmente sentía placer, que poseía una vago luz de expresión sentimental. Él no intercambió palabra alguna, se mantuvo en silencio en todo momento, no se tornó incomodo debido a que había varias voces en el local. Cuando llegaron hasta la zona de degustación, Arley dio dos pasos rápidos, sacó una de las bien talladas sillas y la ofreció a Rowena, una vez que tomó asiento, él hizo lo propio.
—Mi nombre es Arley y no solamente me da gusto conocer a una mujer tan hermosa y espléndida, sino, que haya aceptado mi invitación— jugó en un perfecto francés, a diferencia del resto de los White, incluyendo a su hermana, Arley no marcaba su acento para delatarse extranjero y sobresalir en las charlas, realmente le importaba un comino, pero sí había deducido algo en ella era que indudablemente era francesa y por la manera que miraba el pañuelo deducía a que familia pertenecía. Si Arley estaba en lo cierto no podía equivocarse en afirmar que ella poseía un gran poder político, o al menos su familia y sólo llegando a ella, por el medio que fuera, podría conseguir esos beneficios.
–Me parece que tenías razón hermana– pensó, o más bien se dijo como si realmente se lo dijera. —Me niego a creer que es una criada o una mujer de clase media, lo que trae en cuestión, ¿qué hace alguien como usted en este lugar?— levantó la ceja con un falso interés y describió una hipócrita sonrisa. —Claro, esa misma pregunta se me puede hacer a mí, pero como extranjero no cuento con sirvientes que puedan hacer las compras por mí. Pertenezco a la familia White de Inglaterra y si me permite confidenciarle, me encantaría conocerla con más detalle, señorita Lumia— sostuvo su sonrisa, colocó sus codos en la mesa y se inclinó al frente para mirarla directamente a los ojos.
Pensar en lo que podría surgir a partir de conseguir poder político en Francia le hizo sonreír. Cabe precisar, que realmente no sentía satisfacción y posiblemente no lo sentiría, pero era un hecho que esas muestras de vileza indicaban que realmente sentía placer, que poseía una vago luz de expresión sentimental. Él no intercambió palabra alguna, se mantuvo en silencio en todo momento, no se tornó incomodo debido a que había varias voces en el local. Cuando llegaron hasta la zona de degustación, Arley dio dos pasos rápidos, sacó una de las bien talladas sillas y la ofreció a Rowena, una vez que tomó asiento, él hizo lo propio.
—Mi nombre es Arley y no solamente me da gusto conocer a una mujer tan hermosa y espléndida, sino, que haya aceptado mi invitación— jugó en un perfecto francés, a diferencia del resto de los White, incluyendo a su hermana, Arley no marcaba su acento para delatarse extranjero y sobresalir en las charlas, realmente le importaba un comino, pero sí había deducido algo en ella era que indudablemente era francesa y por la manera que miraba el pañuelo deducía a que familia pertenecía. Si Arley estaba en lo cierto no podía equivocarse en afirmar que ella poseía un gran poder político, o al menos su familia y sólo llegando a ella, por el medio que fuera, podría conseguir esos beneficios.
–Me parece que tenías razón hermana– pensó, o más bien se dijo como si realmente se lo dijera. —Me niego a creer que es una criada o una mujer de clase media, lo que trae en cuestión, ¿qué hace alguien como usted en este lugar?— levantó la ceja con un falso interés y describió una hipócrita sonrisa. —Claro, esa misma pregunta se me puede hacer a mí, pero como extranjero no cuento con sirvientes que puedan hacer las compras por mí. Pertenezco a la familia White de Inglaterra y si me permite confidenciarle, me encantaría conocerla con más detalle, señorita Lumia— sostuvo su sonrisa, colocó sus codos en la mesa y se inclinó al frente para mirarla directamente a los ojos.
Arley White- Humano Clase Alta
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Re: La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
Por un momento que se extendió el silencio reinó entre ambos donde sólo se escuchaba a lo lejos el hablar de las demás personas. Rowena, acostumbrada al silencio absoluto, no se sintió incómoda por la falta de palabras del otro joven en ese instante. Pasar gran parte de su vida en soledad la habían acostumbrado a ser silenciosa y de pocas palabras por fuera, llena de frases y pensamientos por dentro. Con un mundo personal que se hacía añicos interiormente para volver de pronto de sus propias cenizas.
Se despejó la mente de su mundo fantástico interno y volvió a la realidad del momento. Pensó en los motivos que tendría un White para estar en Francia, porque ése chico debía ser parte de esa familia para tener tan fino y delicado pañuelo con la insignia ya que, por obvios motivos, el de cabellos rubios no tenía apariencia de ser un tipo entregado a los malos hábitos del robo. Todo lo contrario, por cómo iba vestido se notaba indiscutiblemente que venía de una adinerada e importante familia de renombre. Sus modales y su buen manejo del idioma además lo puntuaban como una persona totalmente intelectual. Él le ofreció asiento y Rowena se sentó al poco instante, él joven tomó asiento en la otra silla. La de cabellos plata, pese a no estar totalmente presentable debido al detalle del vestido, mantuvo la compostura gélida que caracterizaba a los Lumia. Por tanto, con toda la educación y modales que le nutrían, se sentó tan recta como le habían enseñado a hacerlo.
Se presentó. Su nombre era Arley, su apellido de momento aún lo guardaba en misterio. Sus palabras después de presentarse le causaron cierta confusión. No era un hecho frecuente de que las personas le alagaran, más estaba acostumbrada a aquel trato distante. Algo que no comprendía, pues, no entendía como la mayoría de las personas se dirigían a ella con un ápice de miedo como si de pronto ella les fuera a saltar encima para atacarlos a todos. Era rara, sí, pero no maligna. Quizá Arley era más extraño que ella, pensó entonces.
-Pues…- Rowena parpadeó lentamente escogiendo las palabras exactas para responder la pregunta que Arley le exponía. Estaba totalmente en lo cierto, ¿Qué hacia la duquesa de Francia comprando un vino en ese lugar si perfectamente era el trabajo de uno de sus sirvientes? Pero, Rowena era Rowena. La Lumia menos Lumia de todos, al final de cuentas. –Le parecerá incoherente que la duquesa de Francia esté por estos lares de compras. Por mi apellido, me atrevo a predecir sin aires de fanfarronería, que debe saber o suponer que soy parte de la realeza. Por lo que, es aún más extraño, que yo esté precisamente aquí seleccionando un vino que torpemente terminé por aniquilar su vida.- Dijo con un ritmo lento cada palabra expresada manteniendo su semblante de hielo. No era que fuese tan inexpresiva ni mucho menos, pero era algo que su abuelo le exigía. –Mis deberes no tienen piedad con mi persona y me sofocan por lo que me es de ayuda de vez en cuando pasear por estas zonas para despejar la mente. Como toda mujer, gusto de visitar tiendas para encontrar que novedades han llegado. Es algo que se sale de mi protocolo pero que me gusta de sobremanera.- Le observó fijamente a los ojos. Algo en él le decía que no era el típico aristócrata ocioso sin nada interesante que hacer en su vida. Quizá que sería ese algo, pero era un algo. Finalmente ablandó su expresión fría y vacía, sonrió ligeramente, casi fugaz, pero se mantuvo por unos segundos. Se lo debía después de todo al sacarla tan oportunamente del apuro de la vergüenza social. –Entonces, puedo preguntar, ¿Qué trae a un White por Francia?- Preguntó al fin con la certera de que era un White.
Rowena notó la mirada de Arley White directamente en sus ojos y se preguntó ¿De verdad estaba interesado en saber más de ella o era simple cordialidad? Todos estaban acostumbrados a que la duquesa escuchara a los demás, ya sean sus historias cotidianas como sus penas y quejas, pero nadie se ofrecía a escucharla a ella suponiendo que no tenía nada que decir de sí misma. Por un momento sintió una punzada de intriga que se mezclaba con suspicacia ofensiva. Pero, volvió a recalcar el detalle de él de haberla quitado del centro de atención por su estupidez de hace unos momentos.
-¿Conocerme? No quisiera desilusionarlo, señor White, mi persona es bastante aburrida.- Contestó con honestidad, suavemente. -Creo que, en contraparte absoluta, es mucho más interesante saber más de su misteriosa persona.- Bajo levemente la mirada. Inconscientemente recordó una triste canción que siempre escuchaba dentro de la torre del castillo Lumia que la mantuvo incauta. –De mí sólo le puedo decir que me ha tocado tomar el lugar de mi hermano ante su desaparición.- Concluyó con ella misma. –Es por eso que quisiera animar la charla y escucharlo a usted, señor White. Antes he escuchado de su apellido, sé algunas cosas pero me gustaría informarme más.- Asintió levemente con un gesto elegante. Alzó su mano lastimada. –Por cierto, muchas gracias.-
Se despejó la mente de su mundo fantástico interno y volvió a la realidad del momento. Pensó en los motivos que tendría un White para estar en Francia, porque ése chico debía ser parte de esa familia para tener tan fino y delicado pañuelo con la insignia ya que, por obvios motivos, el de cabellos rubios no tenía apariencia de ser un tipo entregado a los malos hábitos del robo. Todo lo contrario, por cómo iba vestido se notaba indiscutiblemente que venía de una adinerada e importante familia de renombre. Sus modales y su buen manejo del idioma además lo puntuaban como una persona totalmente intelectual. Él le ofreció asiento y Rowena se sentó al poco instante, él joven tomó asiento en la otra silla. La de cabellos plata, pese a no estar totalmente presentable debido al detalle del vestido, mantuvo la compostura gélida que caracterizaba a los Lumia. Por tanto, con toda la educación y modales que le nutrían, se sentó tan recta como le habían enseñado a hacerlo.
Se presentó. Su nombre era Arley, su apellido de momento aún lo guardaba en misterio. Sus palabras después de presentarse le causaron cierta confusión. No era un hecho frecuente de que las personas le alagaran, más estaba acostumbrada a aquel trato distante. Algo que no comprendía, pues, no entendía como la mayoría de las personas se dirigían a ella con un ápice de miedo como si de pronto ella les fuera a saltar encima para atacarlos a todos. Era rara, sí, pero no maligna. Quizá Arley era más extraño que ella, pensó entonces.
-Pues…- Rowena parpadeó lentamente escogiendo las palabras exactas para responder la pregunta que Arley le exponía. Estaba totalmente en lo cierto, ¿Qué hacia la duquesa de Francia comprando un vino en ese lugar si perfectamente era el trabajo de uno de sus sirvientes? Pero, Rowena era Rowena. La Lumia menos Lumia de todos, al final de cuentas. –Le parecerá incoherente que la duquesa de Francia esté por estos lares de compras. Por mi apellido, me atrevo a predecir sin aires de fanfarronería, que debe saber o suponer que soy parte de la realeza. Por lo que, es aún más extraño, que yo esté precisamente aquí seleccionando un vino que torpemente terminé por aniquilar su vida.- Dijo con un ritmo lento cada palabra expresada manteniendo su semblante de hielo. No era que fuese tan inexpresiva ni mucho menos, pero era algo que su abuelo le exigía. –Mis deberes no tienen piedad con mi persona y me sofocan por lo que me es de ayuda de vez en cuando pasear por estas zonas para despejar la mente. Como toda mujer, gusto de visitar tiendas para encontrar que novedades han llegado. Es algo que se sale de mi protocolo pero que me gusta de sobremanera.- Le observó fijamente a los ojos. Algo en él le decía que no era el típico aristócrata ocioso sin nada interesante que hacer en su vida. Quizá que sería ese algo, pero era un algo. Finalmente ablandó su expresión fría y vacía, sonrió ligeramente, casi fugaz, pero se mantuvo por unos segundos. Se lo debía después de todo al sacarla tan oportunamente del apuro de la vergüenza social. –Entonces, puedo preguntar, ¿Qué trae a un White por Francia?- Preguntó al fin con la certera de que era un White.
Rowena notó la mirada de Arley White directamente en sus ojos y se preguntó ¿De verdad estaba interesado en saber más de ella o era simple cordialidad? Todos estaban acostumbrados a que la duquesa escuchara a los demás, ya sean sus historias cotidianas como sus penas y quejas, pero nadie se ofrecía a escucharla a ella suponiendo que no tenía nada que decir de sí misma. Por un momento sintió una punzada de intriga que se mezclaba con suspicacia ofensiva. Pero, volvió a recalcar el detalle de él de haberla quitado del centro de atención por su estupidez de hace unos momentos.
-¿Conocerme? No quisiera desilusionarlo, señor White, mi persona es bastante aburrida.- Contestó con honestidad, suavemente. -Creo que, en contraparte absoluta, es mucho más interesante saber más de su misteriosa persona.- Bajo levemente la mirada. Inconscientemente recordó una triste canción que siempre escuchaba dentro de la torre del castillo Lumia que la mantuvo incauta. –De mí sólo le puedo decir que me ha tocado tomar el lugar de mi hermano ante su desaparición.- Concluyó con ella misma. –Es por eso que quisiera animar la charla y escucharlo a usted, señor White. Antes he escuchado de su apellido, sé algunas cosas pero me gustaría informarme más.- Asintió levemente con un gesto elegante. Alzó su mano lastimada. –Por cierto, muchas gracias.-
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Re: La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
—No tiene que agradecerme nada señorita Lumia— no se tragaba esas palabras de que no tenía nada interesante que contar, ese mismo hecho de la desaparición de su hermano le pareció interesante pero le era absurdo que fuera una mujer del montón, sumisas a causa de la sociedad que comenzaba a restructurar nuevas normas políticas, culturales y económicas. Arley permitió que su apatía tomara posesión de su rostro. Hilary le había dicho que cuando encontrara a la persona que tenía que encontrar fingiera un interés, tratara de cautivarla con los sentimientos que él no poseía, sentimientos que leía en novelas tanto románticas como dramáticas. Pero él no encontraba ya un propósito de hacerlo, «¿qué ganaba él coqueteando con ella, escuchándola?, o, ¿qué ganaba ella?» no había lógica, no para él.
Pese a todo, dejó que la mirada de ella se concentrara en sus patológicos y misteriosos ojos. Y él se propuso indagar con más profundidad, tener la certeza de saber si en verdad respondía a lo que Hilary esperaba o era un error. —No le creo, una dama como usted debe de ser una persona muy interesante, quizá usted no lo sepa o no lo quiera admitir; pero, si me lo permite me gustaría descubrir eso que usted no sabe que tiene o que esconde por propia voluntad— fue directo, tal vez más de lo que un caballero debería de ser pero él no pretendía que ella creía que era igual a los demás, quería inmediatamente demostrar su amplio interés sobre ella.
—Pero como le puedo pedir confianza sin antes no cederle la mía— le sonrió, sus ojos brillaron con afecto y se distrajo cuando a la mesa llegó el sommelier a presentarles un extraordinario vino de la frontera de norte de Italia, Arley le pidió que dejará la botella y se retirara, no tenía interés en saber nada que no fuera el mundo de ella. —Admito estar en desventaja ante un conocimiento social como el suyo, nunca antes he escuchado una historia sobre su familia señorita Lumia y de los míos no quiero ser presuntuoso al decir que el comercio de Inglaterra con otras partes del mundo es nuestro, quizá su familia y la mía sean socios lo que sería para mí magnifico ya que tendría la oportunidad de verle con más frecuencia mi admirada dama— dijo inclinando su cuerpo hacia adelante en una muestra de confidencia.
—Los Cisnes Negros estamos divididos en tres administraciones ubicadas en diferentes localidades de Inglaterra: Yorkshire, Londres y Nottingham; tomando el nombre de las ciudades cada administración se consolidó en una casa, la mía es la casa de los Yorkshires— hizo una pausa para que ella tomara nota, luego, dio un vistazo al lugar para volver a enfocarse en ella. —Tengo 19 años y he venido a París para ampliar mis conocimientos culturales, pensé que el lugar indicado para iniciar era el museo de Louvre pero algo me hizo entrar antes aquí... ¿cree en el destino? Si su respuesta es sí, es el destino el que estemos los dos aquí y ahora. Para mí sería maravilloso que sea usted quien pueda orientarme o instruirme en este lugar... Sé que puede— dijo con seguridad.
Pese a todo, dejó que la mirada de ella se concentrara en sus patológicos y misteriosos ojos. Y él se propuso indagar con más profundidad, tener la certeza de saber si en verdad respondía a lo que Hilary esperaba o era un error. —No le creo, una dama como usted debe de ser una persona muy interesante, quizá usted no lo sepa o no lo quiera admitir; pero, si me lo permite me gustaría descubrir eso que usted no sabe que tiene o que esconde por propia voluntad— fue directo, tal vez más de lo que un caballero debería de ser pero él no pretendía que ella creía que era igual a los demás, quería inmediatamente demostrar su amplio interés sobre ella.
—Pero como le puedo pedir confianza sin antes no cederle la mía— le sonrió, sus ojos brillaron con afecto y se distrajo cuando a la mesa llegó el sommelier a presentarles un extraordinario vino de la frontera de norte de Italia, Arley le pidió que dejará la botella y se retirara, no tenía interés en saber nada que no fuera el mundo de ella. —Admito estar en desventaja ante un conocimiento social como el suyo, nunca antes he escuchado una historia sobre su familia señorita Lumia y de los míos no quiero ser presuntuoso al decir que el comercio de Inglaterra con otras partes del mundo es nuestro, quizá su familia y la mía sean socios lo que sería para mí magnifico ya que tendría la oportunidad de verle con más frecuencia mi admirada dama— dijo inclinando su cuerpo hacia adelante en una muestra de confidencia.
—Los Cisnes Negros estamos divididos en tres administraciones ubicadas en diferentes localidades de Inglaterra: Yorkshire, Londres y Nottingham; tomando el nombre de las ciudades cada administración se consolidó en una casa, la mía es la casa de los Yorkshires— hizo una pausa para que ella tomara nota, luego, dio un vistazo al lugar para volver a enfocarse en ella. —Tengo 19 años y he venido a París para ampliar mis conocimientos culturales, pensé que el lugar indicado para iniciar era el museo de Louvre pero algo me hizo entrar antes aquí... ¿cree en el destino? Si su respuesta es sí, es el destino el que estemos los dos aquí y ahora. Para mí sería maravilloso que sea usted quien pueda orientarme o instruirme en este lugar... Sé que puede— dijo con seguridad.
Arley White- Humano Clase Alta
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Re: La bebida de la discordia y la psicosis | Rowena Lumia | BSTE
Ligeramente la suave mirada de la joven duquesa exploró el rostro ajeno con sutileza y precaución. En la joven cara del caballero participe de ese pequeño momento que los situaba en un destino de azar encontraba un misterio que de pronto causó revuelo en su interior. Su discurso mostraba insinuar un cierto interés en su persona pero la joven siempre mantenía sus defensas en alto. Algo en la mirada ajena proclamaba su interés, tal vez apículo de abulia que a duras penas podía notar detrás de aquella mirada que parecía guardar algo más profundo.
Otra vez estaba consciente que su falta de experiencia, tanto por su edad como por la poca actividad comunicativa con sus pares, le marcaban fuertemente la carencia en cuanto tratar de encontrar las facetas detrás de las personas. Pero no se podía estar desconfiando eternamente de todos en todo momento si bien su otra cara, la de espía inquisidora, le exigiera rotundamente aquello.
Y de pronto, el joven perteneciente a la respetada familia White aquella familia que tantas otras familias admiraban por su poder o bien directamente temían por esto mismo, se atrevió a expresar aquella osada propuesta que incluso a la fría y apagada Rowena Lumia logró despertar preguntarse a sí misma qué podría encontrar Arley White si se aventuraba a buscar aquello interesante
Si bien muchas mujeres considerarían que es una falta de respeto aquella proposición, la duquesa no podía negar que ella misma quisiese saber a veces lo que ella misma se guardaba incluso para su propia persona. Como muchos postulados teóricos expresaban; Las personas conocen la careta que muestran en sociedad y conocen su propia esencia. Todavía así, siempre existe un lado que ni la propia persona se conoce de sí misma.
Muchas cosas eran las que ocultaba, tantas que perdía la cuenta la mayoría de las veces. Tanto de su propia persona como de lo que sabía de los demás. No, no es que fuese una persona que se diera a entrometerse odiosamente en la vida impropia pero sin necesidad de moverse de su lugar muchas personas le llegaban con chismes que no le importaban y muchas veces en su actividad como espía de la inquisición se enteraba de cosas entre rendijas que deberían avergonzar al mismísimo papa Borgia por muy impuro que fue.
En ella, ¿Qué existía que pudiese captar la atención? Sabía de gente que abría los ojos en sorpresa cuando conocían por primera vez a la duquesa. Una persona demasiado joven para cargar con tanta responsabilidad. ¿Qué más? Tal vez el hecho de la verdad oscura sobre su hermano, la locura de su padre, los negocios truculentos de su abuelo, y la infancia de ella misma confinada en la torre del castillo como si fuese la maleante más aborrecible del mundo. Agradecía la confesión del inglés al admitir no conocer historia alguna sobre la familia Lumia. Los últimos años fueron tan nublosos que fue mejor eliminarlos de toda historia y antecedentes. De eso se había encargado su abuelo.
Escuchó con dedicada atención cada palabra que el extranjero pronunciaba. La importancia de la familia White parecía ser aún más de la que ella estimaba. Rowena se comprendió en desventaja en esa materia, ¿cómo lo pasó por alto? quisquillosa en su obsesiva perfección se impuso ella misma indagar más sobre los White apenas tuviera el tiempo de hacerlo.
-Vuestra intención tendría que ser comparada con la perseverancia del mismo Ulises en sus hazañas.- Confesó con serenidad y, al mismo tiempo, como un reto, cuando las incógnitas se disiparon de su mente. –Ahora, debo confesar que soy yo la que me siento en notable desventaja en cuanto al saber de vuestra familia por lo que agradezco la información que me ha facilitado. Incondicionalmente me parece cautivador escuchar de un negocio tan grande y expansivo a niveles comerciales y que el poder de éste mismo esté dividido en tres familias.- Rowena se llevó la mano izquierda hacia el rostro para apoyarla suavemente en su labio inferior y, por un lapsus breve, mirar hacia abajo concentrándose en una intriga que le invadió de pronto. Volvió a alzar la mirada fijándola en la ajena. –Lo que más me absorbe en dudas es cómo logran coexistir estas tres familias sin que exista discordia.- Escrutó con sus ojos el rostro del joven White. –Hasta en las familias conformadas con escasos miembros he visto que su deseo en común es sacarse los ojos. Sin duda, que el negocio de los Cisnes Negros exista desde tantos años y sin flaquear es porque vuestro manejo es absolutamente admirable.- Tal vez estaba siendo irrespetuosa al dar cabida a esos comentarios. Pero los dejó salir de todos modos como para buscar explicación a sus dudas y, quizá, en su desconfianza. Por eso, siempre, quería conocer más. –Sería interesante que mi familia…- Si se le podía llamar familia a un núcleo compuesto apenas por dos personas. –Se interesase en ser parte de los negocios de los Cisnes Negros pero sería una visión que habría que ser muy bien analizada. Los negocios de mi familia son de momento un pasatiempo más que una franquicia ambiciosa. Sería un tema de conversación si es que existe la oportunidad de encontrarnos en un futuro.-
Tuvo que cubrir la vergonzosa verdad. En realidad, los negocios de la familia Lumia estaban recién volvieron a aflorar después de que su padre, el ¨duque loco¨ gastase derrochadoramente los dineros de ganancias en guerras que él mismo se buscaba en su ansias de maquiavelismo. Las riquezas de la familia Lumia eran desbordante y en ningún momento se combinaban con las riquezas de los negocios, siempre hacían una separación entre esto para resguardos en caso de fracasos. Una hábil estrategia de su abuelo. Ahora, con su padre muerto, los negocios volvían a florecer pero aún era muy temprano para empavonarse en decir que eran importantes. Sí, existía un gran avance en los negocios y el dinero estaba llenando arcas de oro por así decirlo, pero siempre se debe ir con precaución a su juicio. Más si se exponía el tema frente a un White, parte de una de las franquicias más importantes del mundo pues los negocios de los Lumia no se comparaban a los de los White. Observó el vino italiano por unos instantes, cuando pensó en la palabra destino.
–Tal vez el destino es asertivo en este caso. Conozco la ciudad a la perfección, incluso los lugares más rebuscados. Felizmente podría decir que estoy apta para ofreceros un recorrido por París, señor White.- Asintió afirmativamente con una leve inclinación de cabeza. –Así yo le enseño la ciudad y usted puede educarme en cuanto a vuestro mundo e historia.-
Otra vez estaba consciente que su falta de experiencia, tanto por su edad como por la poca actividad comunicativa con sus pares, le marcaban fuertemente la carencia en cuanto tratar de encontrar las facetas detrás de las personas. Pero no se podía estar desconfiando eternamente de todos en todo momento si bien su otra cara, la de espía inquisidora, le exigiera rotundamente aquello.
Y de pronto, el joven perteneciente a la respetada familia White aquella familia que tantas otras familias admiraban por su poder o bien directamente temían por esto mismo, se atrevió a expresar aquella osada propuesta que incluso a la fría y apagada Rowena Lumia logró despertar preguntarse a sí misma qué podría encontrar Arley White si se aventuraba a buscar aquello interesante
Si bien muchas mujeres considerarían que es una falta de respeto aquella proposición, la duquesa no podía negar que ella misma quisiese saber a veces lo que ella misma se guardaba incluso para su propia persona. Como muchos postulados teóricos expresaban; Las personas conocen la careta que muestran en sociedad y conocen su propia esencia. Todavía así, siempre existe un lado que ni la propia persona se conoce de sí misma.
Muchas cosas eran las que ocultaba, tantas que perdía la cuenta la mayoría de las veces. Tanto de su propia persona como de lo que sabía de los demás. No, no es que fuese una persona que se diera a entrometerse odiosamente en la vida impropia pero sin necesidad de moverse de su lugar muchas personas le llegaban con chismes que no le importaban y muchas veces en su actividad como espía de la inquisición se enteraba de cosas entre rendijas que deberían avergonzar al mismísimo papa Borgia por muy impuro que fue.
En ella, ¿Qué existía que pudiese captar la atención? Sabía de gente que abría los ojos en sorpresa cuando conocían por primera vez a la duquesa. Una persona demasiado joven para cargar con tanta responsabilidad. ¿Qué más? Tal vez el hecho de la verdad oscura sobre su hermano, la locura de su padre, los negocios truculentos de su abuelo, y la infancia de ella misma confinada en la torre del castillo como si fuese la maleante más aborrecible del mundo. Agradecía la confesión del inglés al admitir no conocer historia alguna sobre la familia Lumia. Los últimos años fueron tan nublosos que fue mejor eliminarlos de toda historia y antecedentes. De eso se había encargado su abuelo.
Escuchó con dedicada atención cada palabra que el extranjero pronunciaba. La importancia de la familia White parecía ser aún más de la que ella estimaba. Rowena se comprendió en desventaja en esa materia, ¿cómo lo pasó por alto? quisquillosa en su obsesiva perfección se impuso ella misma indagar más sobre los White apenas tuviera el tiempo de hacerlo.
-Vuestra intención tendría que ser comparada con la perseverancia del mismo Ulises en sus hazañas.- Confesó con serenidad y, al mismo tiempo, como un reto, cuando las incógnitas se disiparon de su mente. –Ahora, debo confesar que soy yo la que me siento en notable desventaja en cuanto al saber de vuestra familia por lo que agradezco la información que me ha facilitado. Incondicionalmente me parece cautivador escuchar de un negocio tan grande y expansivo a niveles comerciales y que el poder de éste mismo esté dividido en tres familias.- Rowena se llevó la mano izquierda hacia el rostro para apoyarla suavemente en su labio inferior y, por un lapsus breve, mirar hacia abajo concentrándose en una intriga que le invadió de pronto. Volvió a alzar la mirada fijándola en la ajena. –Lo que más me absorbe en dudas es cómo logran coexistir estas tres familias sin que exista discordia.- Escrutó con sus ojos el rostro del joven White. –Hasta en las familias conformadas con escasos miembros he visto que su deseo en común es sacarse los ojos. Sin duda, que el negocio de los Cisnes Negros exista desde tantos años y sin flaquear es porque vuestro manejo es absolutamente admirable.- Tal vez estaba siendo irrespetuosa al dar cabida a esos comentarios. Pero los dejó salir de todos modos como para buscar explicación a sus dudas y, quizá, en su desconfianza. Por eso, siempre, quería conocer más. –Sería interesante que mi familia…- Si se le podía llamar familia a un núcleo compuesto apenas por dos personas. –Se interesase en ser parte de los negocios de los Cisnes Negros pero sería una visión que habría que ser muy bien analizada. Los negocios de mi familia son de momento un pasatiempo más que una franquicia ambiciosa. Sería un tema de conversación si es que existe la oportunidad de encontrarnos en un futuro.-
Tuvo que cubrir la vergonzosa verdad. En realidad, los negocios de la familia Lumia estaban recién volvieron a aflorar después de que su padre, el ¨duque loco¨ gastase derrochadoramente los dineros de ganancias en guerras que él mismo se buscaba en su ansias de maquiavelismo. Las riquezas de la familia Lumia eran desbordante y en ningún momento se combinaban con las riquezas de los negocios, siempre hacían una separación entre esto para resguardos en caso de fracasos. Una hábil estrategia de su abuelo. Ahora, con su padre muerto, los negocios volvían a florecer pero aún era muy temprano para empavonarse en decir que eran importantes. Sí, existía un gran avance en los negocios y el dinero estaba llenando arcas de oro por así decirlo, pero siempre se debe ir con precaución a su juicio. Más si se exponía el tema frente a un White, parte de una de las franquicias más importantes del mundo pues los negocios de los Lumia no se comparaban a los de los White. Observó el vino italiano por unos instantes, cuando pensó en la palabra destino.
–Tal vez el destino es asertivo en este caso. Conozco la ciudad a la perfección, incluso los lugares más rebuscados. Felizmente podría decir que estoy apta para ofreceros un recorrido por París, señor White.- Asintió afirmativamente con una leve inclinación de cabeza. –Así yo le enseño la ciudad y usted puede educarme en cuanto a vuestro mundo e historia.-
Rowena Lumia- Condenado/Hechicero/Realeza
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